Vidas entrelazadas 22 (Duncan II)
4/12/3843 (lunes)
Cuando, por fin, terminó de limpiar todos los platos y colocarlos en su sitio, se quitó los guantes y se dirigió a su habitación. Menos mal que era lunes, y no había ido mucha gente a celebrar nada... Odiaba tener que trabajar tanto justo el día de su cumpleaños... Y Orión no había aparecido por la cocina para nada después de la cena... Al menos podría haber ido a ayudarle un poco, o algo... Se tomaba demasiado en serio lo de que no era su esclavo. Vale, era él quien le había pedido que le tratara como a un amigo, y no como si fuese su dueño, pero de vez en cuando podría ser un poco más colaborador en aquellas tareas. Ya que no le tenía que pedir permiso para hacer casi cualquier cosa, al menos que le ayudase a lavar los platos...
De camino a su habitación, se encontró con Astra, que salía en ese momento de uno de los baños femeninos, ya con su pijama puesto y con un pequeño neceser en la mano. Al verle, levantó la vista y le sonrió. En cuanto estuvieron uno al lado del otro, Duncan se agachó junto a su madre y le dio un beso en la mejilla.
-Buenas noches.
-Buenas noches, cielo. Y feliz cumpleaños. Hoy he estado un poco ocupada y no he tenido tiempo de darte nada... Qué tonta...
-No pasa nada...
-Me sabe mal... No todos los días se vuelve uno mayor de edad. A ver si sacamos un ratito otro día y te compro algo que te guste, ¿vale?
-Vale, vale... No te preocupes. El trabajo es más importante que eso, ¿no? Hay mucho que hacer aquí. No es culpa tuya que te manden mucha faena...
-...... Gracias por entenderlo, cariño...
-No hay nada que agradecer... Me voy a dormir ya, ¿vale? Es tarde y estoy algo cansado.
-Está bien. Felices sueños...
-Buenas noches...
De nuevo, besó a su madre en la mejilla y se dispuso a seguir el camino hacia su cuarto, pero apenas recorrió un metro cuando su madre le detuvo.
-Hijo...
-... ¿Pasa algo?
-No es nada... Sólo... ¿Podrías venir a mi cuarto un segundo?
Duncan se quedó quieto un par de segundos. ¿Qué podía querer su madre a aquellas horas? Después de pensarlo un poco, asintió y siguió a Astra hasta su habitación. Allí, su madre cerró la puerta tras él y se sentó en el borde de su cama, indicándole que hiciera lo mismo. En cuanto estuvieron sentados, uno junto a otro, sobre la misma cama, la koala le cogió por la mano derecha (mucho más grande que sus propias manos) y la besó, y luego empezó a hablarle.
-Quería hablarte sobre Orión...
-... Oye, no... Ese tema otra vez no... No hemos hecho nada... Además, hoy es mi cumpleaños y ya soy mayor de edad...
-Déjame hablar. Soy tu madre y me da igual si tienes dieciocho años o cuarenta.
-...
-Mira... Sé que te lo he preguntado ya muchas veces...
-Y sigues insistiendo...
-...... ¿Puedo hablar?
-Lo siento...
-Gracias. Mira... A lo mejor a ti te parece una tontería, pero es algo importante, ¿vale? Yo no... No quiero que hagas nada de lo que te puedas arrepentir... Y necesito asegurarme... Tú... Quiero decir... ¿De verdad te gusta? No es ni siquiera un koala... Quiero decir... no es que me importe, pero... Ya me entiendes...
-Sí que me gusta... me lo has preguntado mil veces...
-Lo sé... pero... Te gusta... Es decir... Te gusta como persona o... eso... ya me entiendes...
-¿"Eso" qué?
-Pues eso... Ya sabes...
-No, no sé...
-Que si tú... Es que... soy tu madre y sé que puede resultar incómodo, pero... Quiero decir que... no sé... te he visto desde pequeño y... bueno, no la tienes como tu padre...
-¡Mamá!
-Ay... pero si es verdad... que lo suyo parece un chiste y lo tuyo pues está mejor, creo... y... no sé... a lo mejor te puede el cuerpo...
-¡¿Pero qué tiene eso que ver con Orión?!
-Pues que... que bueno, que los dos sois del mismo sexo y... ¿y tú te masturbas pensando en él? En... en su cuerpo... ¿Alguna vez has soñado con él... haciendo cosas? O con otros machos...
-Mamá, por favor... Esas cosas no se preguntan... Que soy tu hijo...
-Por eso te lo pregunto justamente... Yo no... Yo no puedo entender que eso te guste, si eso te gusta, pero tengo que estar segura... Y... no quiero que te juntes con la primera persona a la que veas sólo porque te gusta físicamente...
-...... Si fuese gay... ¿eso te molestaría?
-¡No! No era eso lo que quería decir... Sólo digo que no entiendo por qué alguien se puede sentir atraído físicamente por otra persona del mismo sexo, pero... lo respeto, ¿vale? Yo te voy a seguir queriendo igual... Y no me importa si te gustan los chicos, las chicas o ambos... Pero no quiero que te juntes con Orión sólo por su cuerpo...
-... Llevamos casi tres años juntos, y lo sabes...
-Sí, pero...
-No hemos hecho nada... Como mucho nos hemos besado... Ya te prometí que no haríamos nada hasta que fuera mayor de edad...
-¡Lo sé! Pero... es eso... Hoy ya eres mayor de edad... Y no sé si has estado con Orión sólo para esperar hasta hoy, o... o si realmente le quieres... Sólo tienes dieciocho años... Y sé que eres listo, pero... a veces no sé si ya puedes tomar algunas decisiones...
-No soy un crío, mamá... Y equivocarse no es tan malo... Aprendes de los errores. Intentaré no equivocarme al tomar mis decisiones, peo quiero tomarlas yo, ¿vale? Y si me equivoco, ya aprenderé...
Durante unos segundos, hubo silencio, hasta que Astra suspiró y le besó de nuevo en la mano, sonriendo, entre feliz, aliviada por haber hablado y cansada.
-... Está bien... Pero para una madre es duro ver a sus hijos heridos... Así que no hagas tonterías, ¿vale?
-Descuida... Buenas noches, mamá...
-Buenas noches. Y...
-Di...
-... ¿tienes condones?
-¡Mamá! ¡Por Dios!
Su madre no dudó, aún viéndole con la cara roja de pura vergüenza ante aquella pregunta, en mirarle a los ojos de manera inquisidora. Finalmente, Duncan no aguantó más aquella mirada, y apartó los ojos hacia un lado, aún más avergonzado que antes.
-... No...
-¿Lubricante?
-Mamáaa...
-¿Tienes?
-...... No...
-No hagáis nada sin protección...
-Oye, en serio... ¿Tenemos que hablar de esto?
-Serio sería que pillaseis algo o acabásemos en el hospital por alguna imprudencia...
-...... Está bien... No... no haremos nada hasta estar preparados...
-Gracias, cielo... Y si queréis saber algo sobre... eso... ya me entiendes... creo que Damián podría enseñaros algunas cosas...
-Mamá...
-Está bien, está bien... sólo intentaba ayudar un poco... Vete ya si quieres... Y prométeme que vais a tener cuidado los dos...
-... Te lo prometo... Buenas noches...
-Hasta mañana, tesoro...
-... Hasta mañana...
Sin decir más, Duncan salió del cuarto de su madre y se dirigió al suyo propio, que seguía siendo el mismo que el primer día en que había llegado allí, y que seguía compartiendo con Orión. Al entrar en la habitación vio que la cama del león marino estaba parcialmente deshecha, como si hubiese estado tumbado allí hacía poco (ya que su madre hacía las camas todas las mañanas), aunque él no estaba. No obstante, apenas tuvo tiempo para empezar a maldecir la ausencia de su novio cuando éste apareció por la puerta del baño, completamente desnudo excepto por un collar de cuero negro, que llevaba puesto y enganchado con una correa, cuyo extremo sujetaba en la mano izquierda.
Al verle así, el koala se giró rápidamente hacia la puerta por la que acababa de entrar y la cerró con llave.
-... Podría haber entrado cualquiera...
Fingiendo sentirse culpable, el león marino le miró con ojos de cordero degollado, y agachando las orejas, aunque una sonrisa maliciosa cruzó sus labios unos instantes antes de que se acercase al koala, cabizbajo, y se restregó contra su hombro, como un perro que acaba de hacer algo mal y muestra arrepentimiento a su dueño. Sin embargo, al mismo tiempo, una de las manos de Orión se deslizó sobre su pecho hasta llegar al botón más alto de su camisa, que comenzó a desabrochar disimuladamente, aunque obviamente Duncan lo notó. El koala apartó entonces aquella mano de él.
-Ahora no... Vístete con algo normal.
Aunque evidentemente extrañado, el león marino no dudó en obedecerle, y en apenas un minuto se encontraba vestido de un modo más "decente" que antes. Mientras Orión se vestía, Duncan fue a su mesilla y sacó la cartera de dentro. Tras comprobar que tenía dinero, que estaba presentable y que Orión estaba listo, se acercó al león marino y le puso la mano derecha sobre el hombro. Un instante después las sombras de la habitación se abalanzaron sobre ellos.
Cuando el león marino pudo ver de nuevo, se encontró en un parque vacío, bajo una farola estropeada que ya no iluminaba nada, junto al koala. La montaña donde se encontraba la casa de campo donde vivía y trabajaba se alzaba tras varios edificios. Estaban en la ciudad a la falda de la montaña. Duncan había mejorado bastante para haberles llevado a esa distancia en tan poco tiempo.
-Aquí cerca hay una farmacia, pero no he podido acercarme más, o alguien podría habernos visto...
-Qué tímido, ¿no? Ji, ji...
Sobresaltado, Duncan se giró rápidamente hacia la fuente de aquella voz, y para su sorpresa se encontró con un pequeño perro... Quizás un Beagle, aunque no estaba demasiado seguro, ya que tenía algo extraño que le hacía parecer... diferente... Parecía un perro, pero nunca había visto uno así. No habría sabido decir qué era, pero no parecía pertenecer a ninguna raza concreta que hubiera visto antes.
Tampoco habría sabido asegurarlo, pero parecía bastante joven. Por su aspecto, debía de tener unos catorce años como mucho. ¿Qué hacía allí solo, a aquellas horas, y por qué no le había detectado antes? Un rápido vistazo le obligó a plantearse una nueva pregunta... ¡¿Por qué demonios iba desnudo en aquella época del año, y en medio de un parque?!
-... ¿Quién eres?
-Mmm... Mamá decía que no hay que hablar con extraños...
-Me estás hablando ahora mismo...
-¡Ay! Es verdad... qué tonto, ji, ji... Mmm... Si me dices tu nombre, te digo el mío...
El koala le observó, inseguro de si debía o no presentarse ante un crío al que acababa de conocer, y además uno tan raro como aquel. El Beagle, o lo que fuera, sin embargo, parecía seguro de su respuesta y esperaba, sonriendo y moviendo enérgicamente la cola, a que le dijera algo. ¿Por qué cada vez parecía que la atmósfera era más agobiante?
-...... Duncan. ¿Y tú?
-¡Tim! ¿Cómo has aparecido así? ¿Me enseñas? ¿Por qué tu amigo no habla?
Estúpido crío preguntón... Por alguna razón se sentía especialmente irritado, y cada vez estaba más cansado, como si hubiese estado caminando un buen rato con bastante peso sobre los hombros. Ignorando a Tim, se giró y contestó desganadamente, con ganas de marcharse de allí lo antes posible.
-Magia; no; y es mudo.
En cuanto terminó de girarse, vio al crío de nuevo frente a él. Giró la cabeza de nuevo y al mirar tras él el vio que el parque se encontraba vacío. ¿Cuándo se había movido? Aunque su atención estaba fijada en el perro, se dio cuenta rápidamente de que Orión ya no estaba a su lado. Lo más disimuladamente posible, fundió las plantas de sus pies con las sombras que él mismo proyectaba sobre el suelo, y en unos instantes detectó al león marino pegado a la pared del edificio tras el canino. Tim no parecía haberse percatado de lo que acababa de hacer, ni de la presencia de Orión, a sólo unos metros tras él, y se limitaba a observarle desde donde estaba.
-¿Jugamos un rato?
-... ¿Cómo has...?
-Magia. Ji, ji... ¡Uish!
Apenas un instante antes de que el león marino cogiera al perro por detrás, éste se apartó hacia un lado con asombrosa agilidad, esquivándole como si fuese lo más fácil del mundo, y tocó a Orión en una mejilla, riéndose como un crío jugando... Aunque bien pensado, probablemente eso fuera lo que estaba haciendo.
-Ji, ji... ¡Casi! ¡Tú la llevas!
Orión cayó al suelo a un par de metros de Duncan, apoyándose perfectamente sobre los brazos, antes de rodar por el suelo y ponerse en pie, mirando de nuevo hacia donde estaba el perro... o hacia donde había estado... Ahora en la calle sólo quedaban él y Duncan, al menos a simple vista... Casi medio minuto después, habló para decir lo único que le pasaba en ese momento por la cabeza.
-¿Qué demonios ha...?
Antes de que terminase de hablar, el canino apareció de nuevo frente a él, flotando en el aire, y le tocó en la frente, justo entre una ceja y otra.
-Lo siento... No puedo jugar ahora... ¡Nos vemos!
Y dicho esto, desapareció sin más.
¿Qué es lo que iba a decir? ¿Y qué hacían allí a esas horas? Se encontraba cansado, como si acabara de quitarse un gran peso de encima, pero necesitara descansar un poco. Entonces recordó que habían bajado a la ciudad para ir a la farmacia, aunque por alguna razón le daba la impresión de que había algo más... Sin embargo, descartó aquella idea rápidamente cuando, al mirar a Orión, éste no le mostró ningún indicio de que hubiera ocurrido nada extraño.
-Vamos a la farmacia... Estaba por aquí cerca...
10/12/3843 (domingo)
Con fuerza pero con cuidado (más para no romper nada que para no hacerse daño), empujó a Orión contra la pared de la ducha desde detrás, sujetándole por el brazo derecho, como inmovilizándole, aunque ambos sabían que si hubiese querido el león marino habría podido romper el agarre con facilidad. Dada la diferencia de estaturas (Duncan medía unos 2,15m, mientras que Orión medía algo más de 2,5m de altura), el rostro del koala quedaba a la altura de los hombros de su compañero, lo que normalmente se convertía en motivo de "burla" por parte del león marino, cuando éste le provocaba en aquel tipo de situaciones.
Duncan podía escuchar la risita ahogada del león marino a pesar del ruido que el agua hacía al caer sobre sus cuerpos desnudos, y aunque le seguía escociendo el trasero, no podía negar su excitación, y menos aún con aquella erección entre las piernas delatándole.
-Cabrón...
-Sólo es un poco de champú...
-Sí. Medio litro para ser exactos... ¿Sabes lo que escuece medio litro de champú en el culo?
-No era medio litro... Ya estaba empezado... Además, yo no me quejo cuando me incrustas el cabezal de la ducha en el recto con el agua abierta, y ahí seguro que ya va más de medio litro... Y de todas maneras, te has dejado... descaradamente...
-.......
-Y tu cosita de doble cañón dice que te gusta... (Para los interesados, los koalas tienen el pene bifurcado, aunque con ambas partes juntas, no como los reptiles, pero termina con dos "salidas independientes").
-¡No es pequeña! Veinticinco centímetros está bien para mi estatura... Eres tú el que la tiene enorme...
-No, no, perdona... Mi pene está perfectamente proporcionado... Soy 35cm más alto que tú, y la tengo 35cm más larga... A mi me parece completamente lógico y coherente...
-¡Es enorme!
-Si tú supieras... De todas formas, si sigues gritando así se van a enterar todos de que la tienes pequeña... Además, no sé por qué te quejas, si luego el que mejor se lo pasa con mi pene eres tú. Que te quejas de puro vicio.
-Ya... Pues a mi no me lo parece...
-Está bien, está bien...
Antes de seguir hablando, Orión rompió el agarre rápidamente y le empujó hacia atrás, haciendo que resbalara y cayera. Antes de que se golpeara contra el suelo de la bañera, sin embargo, el león marino le cogió y le bajó con más cuidado pero con rapidez, y una vez Duncan tuvo la espalda contra el suelo de la bañera, Orión cogió un par de oportunas cuerdas elásticas (que había allí para tender pequeñas piezas de ropa que no se podían meter en la lavadora común, la mayoría por ser demasiado íntimas...) y ató las piernas del koala (a la altura de los tobillos) a los enganches de la pared detrás suyo, dejándole en aquella comprometida posición, con el trasero completamente expuesto (y chorreando algo de champú...) y las piernas en alto.
-¿Ves? Si es que te dejas...
-... ¿Qué vas a hacer?
-Te has quejado de que tienes jabón en el culo, así que lo voy a sacar de ahí ahora mismo... con mis propias manos, por supuesto... Y así tendrás una razón para quejarte después...
-¡Oh! ¡No, no, no, no...!
Damian era un tipo bastante simpático en opinión de muchas de las personas que vivían en aquella casa de campo. Una musculatura adecuada, ni en poca ni en mucha cantidad, y un pelo dorado, corto en todo el cuerpo y brillante daban al canguro un aspecto sano y esbelto. Lo cierto es que era bastante fuerte, y aunque no era el tipo de persona que hiciese demasiado ejercicio, si se quitaba la camiseta se podía ver una cierta musculatura... No en exceso, pero estaba bastante bien. De todas maneras, tampoco es que le hiciese falta ser capaz de levantar 80kg con una mano, ni mucho menos... Debía medir en torno a los 2m de altura. Sus orejas eran largas y de color negro en la puntas y, que se supiese, no llevaba ni colgantes, ni pendientes, ni piercings, ni nada que se le pareciera.
Ni estaba casado, ni tenía pareja, y no tenía un grupo de amigos especialmente cercanos, que Duncan supiera. Claro que si cuando ves a la gente te dedicas a tocarles los huevos, no te miran demasiado bien... Era su trabajo como médico y urólogo en aquella casa, sí, pero a Duncan no le hacía gracia. Quizás lo más llamativo en el canguro, además de su forma de hablar (no muy frecuente por aquella zona), era probablemente su forma de vestir. Hiciera frío o calor, siempre llevaba una camiseta de manga corta, una camisa de color azul verdoso, verde o rojo-anaranjado, también de manga corta, y unos pantalones medio caídos, holgados y con una irracional cantidad de bolsillos. También solía ir con un mp3 pequeño, que iba enganchado a una cinta negra de cuero en el brazo derecho, a unos 20cm del hombro.
-¡Venga! ¡¿Que se quedaron trabados en alguna puerta buscando la salida?!
Damián les observaba desde el asiento del conductor en su coche, que ya estaba preparado para ir a la ciudad... A falta de Orión y de Duncan, por supuesto... Astra se estaba tomando también su tiempo en despedirse de su hijo, lo que no agilizaba demasiado las cosas.
-Dios... Odio a ese canguro...
-No digas eso, cielo... Encima de que os baja a la ciudad...
-Ya bueno...
-¡Vamos, boludos! ¡Con lo lindo que se levantó el día y lo perderán ustedes con paliques!
-Bueno, me voy, que hoy parece estar nervioso...
-Sí... Está un poco raro... Tened un buen viaje...
Dos minutos después, el coche arrancaba con Damián, Duncan y Orión, listo para bajar la montaña y llegar hasta la ciudad.
-¡Menudos pelotudos! ¿Qué estuvieron haciendo allá dentro, ustedes dos, que les llevó tanto? Seguro que intentaron meter sus pelotas en pantalones más chicos y vieron que no cabían, carajo... Ya pensé que no vendrían...
-Bueno, bueno... Tranquilo, que ya está... Y gracias por llevarnos... Ha habido un pequeño problema en la bañera con el champú, un resbalón tonto... y tengo el culo destrozado después de la caída...
-Aaah... Por esto anda usted tan divertido, que se lastimó la cola... Me pensé que habría sido otra cosa con su leoncito y me enojé... Pensando que lo estaban pasando bien y yo esperando en el auto acá fuera...
-Ya, bueno...
-Se quieren mucho ustedes dos, que están de novios ¿no? Siempre los veo juntos...
-......
-Perdón no quería incomodarlo... Está muy bien tener a alguien, ya saben... Tienen suerte... Y más porque a su mamá no le importó...
-...
-... Lo siento, ya cierro mi bocota...
-No, no importa... Tienes razón... ¿Y tú para qué vas a la ciudad ahora?
-¿Eh? Quedé con un amigo que no veía desde chico... El muy pelotudo me llamó el otro día, que supo que trabajaba acá, y quedamos para charlar. ¿Y ustedes a qué bajan?
-Bueno... Por cambiar un poco de ambiente... Y comprar algunas cosas que tenemos que coger...
-¡Oh que pelotudo lo que dijiste!
-¿Qué pasa? Hay que comprar cosas... ¡Aah! Que tú pensabas otra cosa cuando he dicho lo de "coger"... Menudo pervertido... Ja, ja, ja...
-Ay, no, que me equivoqué yo, que os entendí otra cosa y ya pensaba pavadas... si al final el boludo soy yo... ja, ja...
-Qué mal estás...
Cuando finalmente el coche se detuvo hora y media más tarde, Duncan y Orión se bajaron, con el canguro aún riéndose por la pequeña confusión.
-¡Bueno, que lo pasen bárbaro! ¡Y no cojan en público, que les mirarán mal!
-¡Lo mismo digo! Esta tarde a las 17:00, aquí, ¿no?
-Si. ¡Nos vemos! Llámenme al celular si necesitan algo.
-De acuerdo. ¡Gracias!
Sin más, el coche arrancó de nuevo y se alejó de ellos con Damián dentro, despidiéndose con la mano por fuera de la ventanilla. En cuanto desapareció de su vista, Duncan empezó a caminar hacia el supermercado, y en cuanto lo tuvo a la vista, habiendo caminado ya más de dos manzanas, sacó la lista donde su madre había anotado todo lo que tenían que comprar.
-Bueno... Ya estamos casi... Tenemos que comprar... ¿Qué coño?
Cuando desdobló el papel donde, supuestamente, estaba anotado todo lo que debían comprar, se encontró con una nota escrita por su madre.
Hola cielo. Orión me pidió que le ayudara para hacerte tu regalo de cumpleaños de parte de los dos, y hasta me puso ojitos, así que no pude negarme. Si todo ha salido bien, deberías tener un recibo en la cartera y un ticket de reserva de una habitación para dos en el hotel "Sol y Luna". Damián debería haberos dejado cerca de allí. Está todo pagado, así que no te preocupes por eso. Pasa un buen día y toma precauciones... Espero que te guste el regalo. No te preocupes por las compras. Damián se encarga de todo.
-¡Venga ya! ¿Estabais todos compinchados? ¿Dónde...?
Buscando el hotel en cuestión, vio que habían estado caminando en dirección contraria, y que ahora lo tenían pasadas unas cuatro manzanas de edificios.
-¡No me jodas! ¿Por qué no me has avisado? ¡Agh! ¿Dónde coño te has metido tú ahora?
Cuando se giró para hablar con Orión, el león marino ya no estaba a su lado, así que la pregunta la hizo en voz alta para sí mismo más que otra cosa. Sin embargo, no tardó en ver al león marino a través del cristal del expositor, dentro del supermercado, cogiendo media docena de botes de champú de una estantería, y con un bulto interesante debajo del sobaco. Cuando salió, dos minutos después (sólo se veía a una tigresa en caja, pero al parecer pasaba rápido los productos por la caja registradora y sólo estaba Orión, así que pasó rápido), llevaba dos bolsas (cuyo contenido no le dejó ver al acercarse) y una amplia sonrisa en la cara.
-A saber lo que has cogido... Bueno, vamos. Que, si no, no llegaremos nunca.
De camino al hotel, el koala no pudo evitar darse cuenta de que alguien o algo les estaba siguiendo, aunque cada vez que se giraba no podía ver quien era. La gente caminaba normalmente por la calle, aunque podía sentir algo extraño en las sombras que proyectaban. Era como si faltasen algunos trozos, o se deformaran en algunas zonas, como si algo interfiriera... No podía estar seguro del todo, pero había algo mal... Orión pareció notar su preocupación y, discretamente, sacó su pequeña libreta, escribió algo en una hoja y se la pasó.
"No te preocupes. Es un amigo."
-... ¿Seguro?
Como respuesta, el león marino se limitó a asentir y seguir sonriendo. Pronto llegaron al hotel (que no estaba nada mal), donde un enorme toro escocés de unos 2,85m de altura y con una barriga redondeada, aunque claramente bastante musculoso, les recibió con una sonrisa. Tras mostrarle el recibo, éste les dio la tarjeta llave correspondiente a la reserva y les deseo una buena estancia. Sin más, la pareja subió a su habitación, donde el olor a ambientador de pino (que les hacía sentirse como en casa realmente) y una enorme cama (entre el resto del mobiliario, no tan destacable pero igualmente hermoso) les recibieron.
Los bombones sobre los cojines de la cama, de chocolate y menta, no duraron más tiempo del que Orión requirió para abalanzarse sobre ellos y devorarlos. Duncan se mostró (aunque realmente no lo estaba) molesto, y no dudó en reprocharle aquello a su pareja.
-¿Y si los quería probar yo también, qué?
La pregunta quedó rápidamente respondida cuando Orión le cogió por el brazo y le tiró sobre la cama (donde estaba ya él), y le besó profundamente, casi atragantándole cuando su lengua tocó el paladar del koala. Al menos, a Duncan le quedó bien claro a qué sabían aquellos bombones. Cuando rompieron el beso, medio minuto después, el koala se apartó y se levantó de la cama, recolocándose la ropa.
-Noooo, no... Sólo hoy ya me has metido medio litro de champú por el culo, luego una mano, y ahora te comes los bombones sin preguntar... ¿Crees que un beso con lengua basta para que te perdone por todo eso?
Poniendo cara de "¡por supuesto que no!", Orión señaló las bolsas con todo lo que había comprado en el supermercado, mientras se quitaba lentamente los pantalones. Personalmente, el hecho de ver a otro macho sin ropa por debajo de la cintura, pero con ropa por encima, era algo que excitaba de un modo irracional a Duncan, y Orión lo sabía, así que no dudo en darse prisa y sacar todo lo que había dentro de las bolsas.
-A ver qué... ¿Guantes de plástico? ¿Lubrica...? ¡Has comprado lubricante para una semana! ¿Pero para qué coño son los gu...?
Cuando se giro de nuevo hacia el león marino, éste se encontraba tumbado sobre la cama, sin los pantalones ni su jockstrap (cualquiera de ellos... realmente sólo tenía jockstraps...), con las piernas bien abiertas, y terminando de esposarse a las barras metálicas de la cama con unas esposas que no sabía de dónde había sacado.
-¿Vamos a hacerlo aquí? Es... es... un hotel...
Girando los ojos y mostrando una clara exasperación, Orión señaló de nuevo la bolsa con un movimiento de cabeza, y el koala siguió buscando en la bolsa, hasta que encontró un papel doblado, con algo escrito por el león marino.
-"Perdona por no dejarte ojear esta bolsa antes"... ¿No te cansas de planear cosas?... Uff... "La habitación en la que estamos está insonorizada, y no hay cámaras. Ahora mismo debería estar esposado en la cama.". Qué listo... "Deja de quejarte y sigue leyendo.". Cómo te odio por hacerme estas cosas... "Este es tu primer regalo de cumpleaños, pero no el último. Además de esta habitación reservada para todo el día, junto con la comida que ya está pagada, hay más sorpresas. Para encontrarlas... Bueno, supón que mi cuerpo es la caja que contiene los regalos... Para que sea más fácil, he comprado (o debería haberlo hecho) unos guantes de plástico y lubricante como para ahogar a un caballo (¿se decía así?). El resto lo dejo a tu imaginación". ¿Tú, una caja de regalos? ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Abrirte por la mitad? Oh... espera... "P.D.- Preferiría que no intentaras abrirme en canal, así que piensa bien por qué me he quitado los pantalones antes de pedirte que leyeras esta nota.". ¡Joder! ¿Tan predecible soy?
Como respuesta, el león marino asintió sonriente, antes de empezar a contonearse y a mover el trasero hacia él de forma provocativa. Aunque (para su sorpresa y para indignación de Orión) le costó casi dos minutos de reloj, al final Duncan entendió el mensaje, tanto el gestual como el escrito en la nota, de su pareja, y al hacerlo no pudo evitar sonrojarse ante semejante idea. Sin embargo, su excitación era tan clara y tan evidente que antes de darse cuenta ya llevaba puestos un par de guantes, y tenía la mano derecha empapada en lubricante, en tal cantidad que éste chorreaba al suelo y manchaba las sábanas de la cama mientras se acercaba a Orión.
-Eres un pervertido, pero al menos tengo mi venganza por lo de esta mañana...
Después de más de una hora "sacando regalos de su envoltorio", hablando y, sobretodo, haciendo el tipo de cosas que la madre de Duncan no habría querido que hiciesen (o al menos no de aquella manera), ambos se dieron una buena ducha (tal como habían acabado, la necesitaban...), acompañada de algún que otro manoseo de más, y se vistieron.
En el caso de Duncan, además, pudo "lucir" los calzoncillos que Orión le había regalado: unos verdes tipo speedo, adornados con el dibujo de un trébol de cuatro hojas en la parte frontal, agradablemente cómodos y suaves, y con un extraño olor a menta que no tardaría mucho en irse si él y el león marino se proponían seguir más "juegos" como los de ese día. También se puso, en la muñeca izquierda, una pulsera de cadena delgada de hacer inoxidable, con un adorno, uniendo ambos extremos de la cadena, que se asemejaba a un ojo morado ("plano", no "esférico") dentro de una pequeña chapa circular también de acero.
Tranquilamente, después de comprobar que no había quedado ningún rastro de su "actividad" ni en las sábanas de la cama, ni en su ropa, ni en su pelo, bajaron al restaurante del hotel, que como vieron tenía un aspecto elegante, con pocos y simples pero embellecedores adornos. Sólo tres mesas, relativamente lejos de aquella en la que se sentaron ellos, estaban ocupadas por una joven pareja (una cierva y lo que parecía un caribú) y dos familias (una formada por cuatro osos, dos de ellos hijos de los otros dos, y otra formada por tres nutrias, una de ellas apenas un bebé) que parecían estar de viaje, y que ya estaban terminando de comer, salvo por la cierva, que parecía estar tomándose su tiempo mientras su pareja la observaba.
Apenas un par de minutos después de sentarse, un carraspeo que asustaría a un elefante y una voz extraordinariamente grave les alertó de la presencia de un camarero en las inmediaciones.
-La carta...
Mirando en todas direcciones, Duncan falló al tratar de encontrar la fuente de aquella voz hasta que, viendo la cara de Orión, quien se tapaba la boca en una mueca que delataba una risa mal contenida, y miraba a su lado, decidió bajar la mirada y ver que, a su derecha, alzándose apenas un metro por encima del suelo, había un toro escocés con un par de libretas encuadernadas en piel (presumiblemente, la carta con los posibles platos). Aunque un tic en el ojo derecho delataba su molestia ante la risa contenida de Orión, el empleado mostraba una paciencia y aguante sólo dignos de un buen camarero, o de un santo en su defecto.
Estaba allí, quieto como una estatua, con la brazo extendido para darle la carta, vestido con un elegante traje (eso sí... elegante pero pequeño...) color negro, una corbata verde oscuro y una camisa blanca, y con una espesa pero cuidada melena y barba, y por supuesto el famoso flequillo que todo toro escocés tenía y tapaba sus ojos casi completamente. En cuanto Duncan la cogió, no puedo evitar fijarse en que, en el lado izquierdo del traje, a la altura del corazón, llevaba una chapa metálica, con el nombre del toro gravado: Titán. Y aquello fue demasiado.
Sin poder contenerla, una carcajada escapó de su boca antes de que su mano llegara cubrirla, y el camarero, tan paciente como antes, se limitó a marcharse (andando como un pato, en opinión del koala, o en el mejor de los casos como un niño pequeño que intenta descubrir el mundo) lo antes posible, saliendo por una puerta que debía conducir a la cocina.
Cuando se calmó y se limpió una lágrima que, de pura risa, había caído por su mejilla, le dio una de las cartas del menú a Orión, quien a su vez le pasó un papel con el mensaje "Tranquilo..." escrito en él.
-Lo siento... Es que... No he podido evitarlo.
Un par de minutos más tarde, un mono capuchino esbelto que posiblemente no pasase de los 40 años, de 1,70m de estatura, vestido de un modo similar al toro que antes le había atendido, entró a la sala por la puerta por la que había salido Titán, y se acercó a su mesa, con una agenda electrónica en la mano (o algo parecido...). Igual que en el caso anterior, también el mono llevaba su nombre, Vallis, escrito en una pequeña placa metálica a la altura del corazón.
-Muy buenos días. Yo les atenderé durante esta comida, que espero que disfruten. Mi compañero, que hace unos minutos vino a darles las cartas con los menús y platos que servimos, se ha mostrado algo molesto con su comportamiento. Espero que sólo haya sido un malentendido. Aquí tratamos a nuestros clientes con el mayor respeto posible, y esperamos un trato similar por su parte.
-Perdón por lo de antes... Dígale a su compañero que le pido disculpas. No se repetirá...
-Muchas gracias. Es bastante sensible a ciertos temas... Pero no importa eso ahora. ¿Saben ya lo que van a pedir?
-Sí... eeh...
Antes de que siguiese hablando, Orión hizo un gesto y le dio al camarero un papel de su libreta, y el camarero sonrió y asintió, les dio las gracias y sin más se marchó por donde había venido.
-¿Qué le has dado?
"La lista con lo que queremos cada uno para comer. La he escrito delante de ti mientras hablabais..."
-Oh... Bien... ¿Qué escribes ahora, que tienes toda la cara roja?
"¿Me puedo comprar una plaquita con mi nombre para mi collar de cuero?"
-Mmm... Ya veremos... Borra eso antes de que alguien lo lea... Cambiando de tema. ¿Has visto esas nutrias? Tienen el pelo más oscuro, pero son como tú en pequeño... Ya te lo dije, ya...
"Ves y pregúntales a ver que opinan ellos, anda."
-No, no... Que además, ya se van. Mira el bebé, qué gracioso...
"Es una niña."
-¿Cómo lo sabes?
"No es que lo sepa. Lo huelo."
-¿Qué dices, hombre? ¿Qué eres, un perro?
"No, pero me fabricaron para rastrear bien y ese tipo de cosas."
-Borra eso...
Media hora y tres platos después, el koala se sentía lo bastante lleno como para plantearse no merendar. Vallis llegaba en ese momento con el postre aunque, para sorpresa de Duncan, en lugar del plato de macedonia que quería encontró un pequeño pastel de chocolate con sirope de menta. No obstante, no se lo discutió al camarero, ya que había sido Orión el que había pedido aquello, así que se esperó a que el primate se marchase para quejarse. El hecho de que ya se hubiese ido todo el mundo le permitiría reprocharle el fallo a Orión sin tener que bajar demasiado la voz.
-¿Qué es esto? Yo no quería esto, quería una macedonia de frutas. Caray... Bueno, al menos estará bueno, digo yo... Como no me guste te vas a enterar.
El león marino se limitó a observarle, con la cabeza gacha, mientras cogía una primera cucharada de aquel pastel y se lo metía en la boca, mirando fijamente e Orión a los ojos, como reprochándole aquello. La primera cucharada apenas duró unos segundos en su boca antes de que tragara.
-Te has salvado de momento. Más te vale que el resto esté así de rico...
La siguiente cucharada no planteó ningún obstáculo y siguió rápidamente a la primera. Sin embargo, cuando fue a por la tercera y, sin pensarlo dos veces, fue a tragar sin apenas masticar, a punto estuvo de ahogarse y, tras varias arcadas, logro escupir al causante del pequeño incidente, que acabo tirado en mitad de la mesa. Orión, que se había levantado y estaba detrás de él, a punto de ayudarle a escupir lo ya escupido, volvió a su sitio y se sentó, de nuevo con la cabeza gacha.
-Jo... der... Podrían avisar de que tiene tropezo... nes... ¿Qué coño?
Al mirar hacia la mesa de nuevo, vio que el objeto con el que se había atragantado era un anillo, al parecer de plata, con líneas negras que parecían de cristal y una pequeña piedra negra, a la que convergían dichas líneas, incrustada. Con cuidado lo cogió y, con ayuda de una servilleta, lo limpió, y después de mirarlo unos segundos dirigió su vista a Orión, quien ahora se mostraba sonriente y expectante ante su posible reacción.
-Me has regalado... ¿un anillo? En plan... ¿novios? ¿O de pedida de mano, o algo así?
Claramente más animado que antes, el león marino sonrió más ampliamente y agitó la cabeza con efusividad en un evidente gesto afirmativo. Sin pensarlo dos veces, Duncan cogió el anillo y se lo lanzó a la cara.
-¡¿Pero tú eres tonto?! ¡¿Querías que me ahogase o algo así, desgraciado?! ¡Además, si es un anillo de pedida debería ser más alegre, imbécil!
Orión estaba paralizado. Aquella reacción no entraba dentro de sus cálculos (aún sabiendo que Duncan estaba como una puta cabra...). El koala, sin embargo, estaba a punto de llorar, o de gritar, o de reírse, o todo a la vez. No estaba seguro. ¡Sólo tenía 18 malditos años! Y se suponía que Orión era su esclavo... ¿Qué coño hacía declarándosele así? Además, se suponía que ya tenían bastante confianza el uno con el otro. ¡Caray! ¡Con la de guarradas que habían hecho juntos, lo del anillo no era necesario! Rápidamente se levantó de la silla, se movió al lado del león marino, le quitó el anillo de las manos y, tras comprobar que le venía (nunca mejor dicho) como anillo al dedo, se lo puso en la mano derecha.
-Esto es mío, que para eso me lo has regalado. Y ahora nos vamos. Ya no quiero pastel.
Rápidamente, casi corriendo, se marchó del restaurante, atravesó el vestíbulo y salió por la puerta del hotel para bajar, calle abajo, a saber hacia dónde, con las manos temblorosas, tocando aquel anillo con los dedos de la mano izquierda y frotándolo continuamente. ¿Por qué se sentía tan nervioso? ¿Por qué no? Maldita sea, Orión había hecho algo raro... Se había puesto sentimental, o algo así... No estaba seguro... ¿Por qué sólo podía ver las cosas malas de la gente con aquel estúpido poder? ¿Por qué no podía ver las buenas?
A plena luz del día, las sombras parecieron hacerse cada vez más espesas a su alrededor, y hasta el propio cielo se oscureció, aunque todo aquello pasó desapercibido para él. Tampoco notó cómo su pelo se oscurecía, ni como sobre su brazo derecho aparecía una turbia capa de niebla cada vez más oscura, que poco a poco se extendía por el resto del cuerpo.
Tan absorto iba en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que otra gente transitaba la misma calle que él, y por la misma acera, hasta que de pronto chocó con un terrier irlandés de pelo grisáceo, algo más alto que él y bastante musculoso, aunque claramente mucho mayor que él en edad. Cuando iba a pedirle disculpas, el perro puso una mano sobre su pecho y pasó la otra por detrás de su espalda, y tras un instante en que le dio la impresión de que iba a vomitar de nauseas y sintió una fuerte punzada de dolor en el brazo derecho, todo lo que les rodeaba cambió súbitamente.
Lo que antes era la ciudad que ya había visto en varias ocasiones, ahora era un lugar ampliamente iluminado. Se encontraba en mitad de un enorme prado cubierto de hierba verde y flores, e incluso algunas mariposas podían verse revoloteando por la zona. El prado era tan extenso que no podía ver su fin mirando en una dirección, aunque cerca suyo había una gran árbol, de más de 30m de alto y con hojas (¿o eran flores?) blancas, y en la otra dirección podía observar, a lo lejos, algunos edificios completamente blancos y... ¿un castillo?
No tuvo demasiado tiempo para fijarse en aquello antes de que el terrier le empujara y le hiciera caer al suelo. Tampoco tuvo tiempo para levantarse antes de que, al parecer del mismísimo cielo, cuatro rayos de luz cegadora cayeran y atravesaran sus cuatro extremidades a la altura de las muñecas y de los tobillos, y se hicieran "sólidos", dejándole clavado al suelo en la misma posición en la que había caído.
Cuando miró hacia el terrier de nuevo, éste se encontraba observando al horizonte, en otra dirección, llevando apenas unos pantalones de color canela y sosteniendo en su mano izquierda un enorme martillo que parecía estar hecho completamente de metal, blanquecino y brillante. Por su mejilla (la que Duncan podía ver al menos) resbalaba una lágrima.
-¡¿Qué coño significa esto?! ¡¿Quién eres tú?!
Rápidamente, el cánido giró la cabeza y le dirigió una severa mirada. Tras un veloz movimiento de mano, una brillante runa blanca apareció sobre el cuello del koala (que sólo pudo ver una leve luz), impidiéndole hablar más de lo que ya lo había hecho.
-Cuida tus modales, niño. Ya es bastante doloroso tener que manchar esta tierra con tu sangre. No es necesario que mancilles también nuestro aire con tus sucias palabras. Por otra parte, si vas a morir al menos debería presentarme. No estaría bien dejar que murieses a manos de un desconocido. Mi nombre es Malco. Te agradecería que no lo pronunciaras. Oh... Así ya no puedes hablar, claro.
Con completa parsimonia, Malco se movió hasta su lado y levantó la maza en el aire, amenazando la integridad de su cabeza como quien se prepara para golpear con un palo de golf a una pequeña bola. Evidentemente, a estas alturas Duncan estaba lo bastante molesto como para no estar dispuesto a quedarse quieto. Sin dudarlo, rompió el sello sobre su estómago y se dispuso a despertar sus poderes para destrozar a aquel hijo de perra (muy probablemente lo fuese de verdad...), sólo para comprobar que no podía y que se encontraba completamente inmovilizado (aparte de dolorido, ahora que se fijaba bien en que tenía cuatro "lanzas" de luz atravesando todas sus extremidades).
Cerrando los ojos con fuerza, esperando el inminente golpe, se vio sorprendido por un repentino movimiento a su lado y el sonido de un fuerte impacto contra un cuerpo sólido, acompañado por el desagradable sonido de varias costillas rompiéndose, aunque no las suyas. Entonces algo tiró de las lanzas de luz que le clavaban al suelo y le liberó, permitiéndole moverse de nuevo con cierta libertad. Al mismo tiempo, sus poderes despertaron de nuevo, y su cuerpo creció, y dos alas negras brotaron de su espalda.
Al abrir los ojos, cuando el cambio aún no había acabado de producirse, vio a Orión entre él y Malco, a su derecha, con un costado claramente lastimado por el martillazo que acababa de recibir. Pero además, había otros tres individuos cerca. Uno de ellos, a su izquierda, y que sostenía entre sus manos las cuatro lanzas de luz, era un akita al que no reconoció, completamente desnudo y cubierto de pies a cabeza en extraños símbolos, y con dos protuberancias en la espalda que le recordaron a la base de sus propias alas, aunque en el caso del akita era como si un día las hubiese tenido, pero se las hubieran arrancado.
Cerca de Orión, aunque más cerca suyo, vio al mono capuchino al que habían visto en el hotel, aún con su traje puesto, apoyándose sólo sobre el "pie" derecho, mientras que en ambas manos y en el otro pie sostenía cuchillos de color azulado, ligeramente transparentes.
Quien más le sorprendió, sin embargo, fue el canguro ante él, que no podía ser otro más que Damián, y que llevaba puestos los cascos de su reproductor de música (aunque no veía si lo llevaba en marcha o no), la camisa abierta y los pantalones lo bastante caídos como para sospechar que se los acababa de quitar, dando a conocer la falta de ropa interior en su vestuario (al menos ese día).
-¡Cuidado, pelotudo! ¿No veis que el boludo pega fuerte, carajo?
Al intentar levantarse, el koala descubrió que sus tobillos, aparte de doloridos, estaban completamente rotos, y cayó de cara contra la hierba, sobre a que el akita dibujo rápidamente un círculo, rodeándole, que se iluminó, y varias líneas aparecieron por su interior, formando un dibujo extraño, también brillante. En pocos segundos, todas su heridas se cerraron y pudo levantarse, aún confuso, para comprobar que, a diferencia de la mayoría de la ropa que llevaba, que se había rasgado y caído al suelo, los eslabones de la cadena que Orión le había regalado se habían separado y extendido por todo su brazo en espiral, "clavándose" indoloramente en su piel, y el adorno con aspecto de ojo morado había hecho lo propio en la palma de su mano, donde además había aparecido, dibujada en líneas blancas, una imagen similar a la del ojo del propio adorno, alrededor de éste.
En su mano derecha, el anillo también había cambiado su aspecto, transformándose en una especie de guantelete negro y plateado. Los calzoncillos, simplemente, habían sobrevivido a su cambio te tamaño y sólo le resultaban pequeños e incómodos.
-¿Pero qué...? ¡Ah! ¡Puedo hablar de nuevo!
Interrumpiéndole bruscamente, Vallis le dio una fuerte patada en el pecho, empujándole hacia atrás y permitiéndole ver pasar, a apenas unos centímetros ante sus ojos, una flecha que, presumiblemente, iba a terminar atravesando su cabeza de no haber sido por aquel golpe.
-Si vamos a salir de aquí que sea rápido. Parece que han dado permiso a la Cazadora para disparar...
De pronto, todas las mariposas cerca de ellos se arremolinaron ante Duncan y parecieron multiplicarse por momentos, juntándose cada vez más hasta formar, en apenas medio segundo, el cuerpo de una cierva, que pareció delante suyo, como de la nada, armada con un bastón de madera fuertemente adornado y con lo que parecía un aguijón ligeramente curvado en un extremo. Rápidamente, el koala formó en su mano derecha una espada completamente negra, formada por oscuridad "sólida". No era la primera vez que la hacía, pero sí era la primera vez que lograba crearla tan rápidamente. Orión le había "enseñado" a refinar su control sobre la oscuridad para poder hacer aquello, y le había instruido también en el combate. No es que fuera un experto, ni mucho menos, y lo mucho que había tardado en reaccionar ante toda aquella situación era la prueba de ello.
Por supuesto, tampoco le dio tiempo a cubrirse del ataque de la cierva, ya que la diferencia entre ambos era abismal, aunque gracias al akita, que se interpuso entre ambos, no fue él quien recibió el golpe. Por unos instantes, pareció que el golpe de la cierva se detenía en el aire, como si un muro invisible lo bloqueara, pero entonces unas extrañas "grietas" aparecieron en torno a la punta del aguijón del bastón, como si el aire se hubiese roto, y el ataque continuó repentinamente, alcanzando en el costado al perro, que gruñó por el dolor antes de atacar a la cierva usando unas de las "lanzas" de luz que había cogido antes.
Justo antes de "deshacerse" en un montón de mariposas que se dispersaron, la cierva susurró algo que el koala no pudo oír, y el akita detuvo su ataque, llevándose una mano a la cara repentinamente. Al mismo tiempo, Orión salió despedido en su dirección tras un fuerte golpe propinado por Malco, y tiró al cánido al suelo, antes de alcanzar el suelo y rodar varios metros por él, dejando por el camino algunas manchas de sangre, aunque Duncan no pudo ver sus heridas en medio del alboroto. Antes de interponerse entre el terrier y Duncan, Vallis se giró hacia Anael y le ayudó rápidamente a levantarse, ayudado por Damián.
-¿Qué haces, Anael? ¡Muévete! ¿Quieres que nos maten?
-Grrr... Ha sido Hortensia. Me ha dejado ciego... Samir debe estar cerca también.
-Apártese entonces o haga algo que pueda hacer ciego, y déjese de pavadas.
Sin ningún cuidado, apartaron bruscamente al perro, tirándole al suelo a un lado, y se adelantaron hacia el terrier. Con gran coordinación, Vallis saltó por su derecha y, apoyándose sobre la única mano que tenía libre, dio un hábil giro y le intentó clavar en un hombro uno de los cuchillos, antes de verse obligado a retroceder y esquivar un martillazo en la cabeza que falló por sólo unos centímetros. Sin embargo, el canguro pudo aprovechar el instante en que el cánido dejo una abertura en sus defensas para, por su izquierda, propinarle una patada en el costado.
Para sorpresa de Duncan, en el mismo instante en que el pie de Damián conectó con el costado de Malco, se produjo una fuerte explosión en la zona donde se había producido el golpe, haciendo que el perro saliera despedido a varios metros y soltara el martillo, aunque no pareció haber sufrido más que unas pequeñas magulladuras, que enseguida desaparecieron como si nada.
-Niños malos... Atacando a vuestros mayores, y en mayor número. Qué poco honrado por vuestra parte... Sólo es necesario acabar con el koala, y con ese estúpido ajeno. Marchaos y dejaremos pasar esto por alto. No está bien que dos ángeles de la Orden ataquen a otro de mayor rango...
-No pertenecemos a la Orden. Thoth nos "jubiló" prematuramente. Yo sólo vengo a recoger a un par de clientes del hotel en que trabajo. Nuestra política asegura la seguridad y confort de los clientes en todo momento, y técnicamente le raptaste antes de abandonar la manzana de edificios donde está el hotel, así que... Sólo estoy cumpliendo mi trabajo.
-A mí me caen bien los boludos, y vos me parecéis un trucho, un nenito y un mandado.
-Creo que ahí te has pasado...
-¿Y qué? El pelotudo intentará matarnos igual.
Como única repuesta, Malco chasqueó la lengua y se acercó lentamente de nuevo, deteniéndose un instante al oír aquellos insultos, cerrando los ojos y juntando las palmas de las manos unos segundos. Después, abrió los ojos y separó las manos, y empezó a correr hacia ellos, justo al mismo tiempo que un rayo de luz cegadora caía sobre todos ellos. Instintivamente, Duncan se tapó los ojos con una mano y giró la cabeza. Cuando abrió los ojos de nuevo, Malco estaba ante él, y en su mano derecha llevaba una enorme espada, brillante de blanca por completo.
Lo que más le preocupó fue la posición de la espada, a sólo medio metro de su cuello y acercándose a espantosa velocidad. Detrás suyo, Hortensia (la cierva) acababa de aparecer de nuevo y amenazaba con clavarle el aguijón de su bastón en la espalda. En sólo una fracción de segundo, el akita le golpeaba en una pierna y le hacía caer al suelo, el aguijón se clavaba en su espalda (ayudado en parte por la maniobra de Anael) y lo que parecía uno de los sables de Orión se interponía entre su cabeza y la espada de Malco, salvándole la vida. Una segunda flecha, disparada probablemente por "la Cazadora" que antes habían mencionado, se clavaba en su codo derecho, haciéndole soltar la espada, aunque no llegaba a provocarle, como habría hecho de no haber recibido ayuda, una herida mortal.
Mientras caía, pudo oír susurrar a la cierva.
-Vista.
Y todo se volvió tan negro como la oscuridad que él mismo controlaba. ¿Le había dejado ciego? Si lo había hecho, ¿sería para siempre? Un instante después se dio cuenta de que, si moría ahora, la ceguera sería el menor de sus problemas. Trató de guiarse usando las sombras de la gente, aunque no podía distinguirles bien. Había demasiado movimiento a su alrededor, demasiado ruido, y todo resultaba demasiado confuso. Sólo podía reconocer la sombra de Orión, e intuir ligeramente la de Damián. Después de todo, eran las únicas con las que había mantenido contacto directo a diario (sobre todo con la de Orión).
Mientras se intentaba acomodar a su nueva condición, alguien le empujó de nuevo, y escuchó una flecha silbar junto a su oreja. Un instante después, Hortensia volvía a atravesarle, esta vez en el pecho, aunque no acertaba en el corazón por medio palmo.
-Oído.
Ahora no podía escuchar nada, y seguía sin ver. El pánico se estaba adueñando de él. La sombra de Damián estaba pegada a su cuerpo, y parecía estar tumbado, con un brazo apoyado en el suelo y sin moverse. La sombra más extraña, que debía ser la de Malco, seguía moviéndose sin problemas. Además, había aparecido otra sombra más. Sin saber qué otra cosa hacer, se centró en la del león marino, justo al lado de la de Malco, entre ésta y la nueva sombra, moviéndose demasiado poco para su gusto.
Hubo un movimiento veloz, casi imperceptible, y de pronto la sombra de Orión se dividió en dos. El miedo, la angustia, el odio y la furia le cegaron, si era posible hacerlo aún más. Por un instante, cientos de imágenes de todo aquello que no había hecho con Orión cruzaron su mente, y una lágrima negra cayó sobre la hierba. Una sombra se abalanzó sobre la del koala, sin saber que Duncan ya no era quien tenía el control...
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Cuando dejó de rodar por el suelo, se levantó dolorido, preparado para seguir luchando pese a su estado. El martillazo que Malco le había propinado antes no sólo le había roto varias costillas. Además, había dejado impreso sobre su piel un sello (que estaba tallado en la cara del martillo con que se golpeaba, para ese mismo fin), y ahora no podía transformarse. Apenas podía canalizar energía suficiente para invocar uno de sus sables, y contra Malco no sería suficiente.
Poco después de levantarse, un destello de luz estuvo a punto de cegarle, pero sabía cuál era el plan del terrier. Además, el aura de Hortensia se estaba concentrando tras la de Duncan, y la de Malco desaparecía un instante para aparecer enfrente de la del koala. Tan rápido como le fue posible, corrió hacia su dueño y pareja, hizo aparecer una sable en su mano izquierda y llegó, aliviado en parte, justo a tiempo para detener el ataque del terrier, aunque al hacerlo éste aprovechó para empujarle de nuevo hacia atrás, dándole una patada de nuevo en el costado, ya bastante mal, y tirándole al suelo de nuevo.
Sin embargo, el león marino había ganado tiempo suficiente para que Vallis y Damián pudiesen atacar a Malco. Uno de los cuchillos del mono alcanzó al terrier por detrás, aunque no en una zona vital.
-¡Gas!
De pronto, el cuchillo pareció desaparecer, y casi toda la parte derecha del costado de Malco estalló. Aunque Duncan no lo sabía, el cuchillo estaba formado por aire comprimido y solidificado, y al pasar a estado gas y descomprimirse de nuevo, el incremento de presión dentro del cuerpo del terrier (ya que parte del cuchillo estaba dentro de su cuerpo) había provocado aquella terrible herida. Sin embargo, tan rápidamente como aquello sucedió, Malco se giró hacia ellos, y la espada en su mano brillo y se alargó, formando una especie de rayo de luz que el mono y el canguro apenas esquivaron.
Luego, todo el cuerpo del terrier se transformó en luz, se dispersó y reapareció junto a Orión, esta vez completamente intacto, como si el ataque de Vallis no le hubiese hecho nada. Damián se dispuso a ayudar y corrió hacia ellos, pero se vio interrumpido a mitad de carrera cuando Hortensia apareció a su lado y, al mismo tiempo que recibía una explosión por parte de Damián que la obligaba a retirarse, incinerando literalmente a un buen número de mariposas, golpeaba al canguro en el cuello, no pudiéndole arrebatar ninguno de sus sentidos, pero con tan mala fortuna que éste cayó inconsciente al suelo.
Orión estaba solo y, como pronto comprobaría, Samir, el mismo caribú que ese día habían visto él y Duncan en el hotel, acababa de aparecer detrás de él. No tuvo tiempo sin embargo de comprobar que era el caribú, y desesperado ante la imposibilidad de proteger a Duncan, se giró rápidamente para asestar un golpe mortal al único individuo de los presentes al que no debía atacar de aquella manera.
Sólo tuvo una fracción de segundo para ver que quien estaba tras él era Samir, y desviar su ataque para evitar los puntos que causarían su muerte instantánea. El caribú no se apartó, y espero el ataque con los brazos abiertos. El sable le alcanzó por el lateral izquierdo, y cruzó su cuerpo atravesando un pulmón, el estómago, el hígado y un riñón, para abandonar su cuerpo por el lateral derecho. Su rostro reflejó, entre agonía y angustia, la satisfacción de un trabajo bien hecho, cuando las heridas que su cuerpo deberían haber sufrido se reflejaron en el de Orión.
Agonizando, el león marino centró toda su energía en mantener todas las hemorragias que él mismo había provocado a raya. La situación era desesperada, pero no pensaba rendirse sin hacer todo lo posible por salvar a Duncan.
Sus sentidos fueron perdiendo efectividad, y su piel color, mientras observaba, tirado en el suelo, la sonrisa de Samir. Luego un grito desgarrador recorrió el aire hasta llegar a sus oídos, y el caribú dejó de sonreír.
Todo se volvió oscuro.
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De pronto, tras un horrible grito, pudo ver de nuevo. Anael no sabía cómo había ocurrido aquello. Se suponía que Hortensia le había dejado ciego, y volvía a ver. Ante él, a algunos metros, estaba Damián, tirado en el suelo. Cerca suyo Vallis, el que se encontraba sin duda mejor de todos los de "su bando", con las pupilas contraídas y mirando hacia él... No... Un poco hacia su derecha.
Hortensia estaba a unos 6m de altura, escupiendo sangre por la boca, y con una enorme garra negra atravesando su pecho. El bastón con el aguijón estaba partido, en el suelo. Posiblemente esa era la razón por la que volvía a ver. La criatura que le había causado aquella herida fatal extendió la otra garra y la cogió por el cuello, estirando con fuerza con ambas "manos", hasta que la cierva terminó partida en dos, y lanzó en cadáver al terrier y al caribú, que observaban aterrorizados la escena.
Samir se dejó caer al suelo de rodillas, junto al cadáver de Hortensia, y acarició su rostro, rompiendo a llorar repentinamente. La enorme criatura negra se abalanzó sobre él, pero Malco fue lo bastante rápido y, desapareciendo y apareciendo de nuevo un par de veces, le cogió y le apartó antes de que la mole le aplastara. En su lugar, aquel ser se encontró de nuevo con el cadáver de la cierva, que cogió por segunda vez y se lo metió en lo que debía de ser su enorme boca, masticándola y destrozando aún más su cuerpo.
-No... no... Hortensia...
El terrier puso una mano sobre el pecho del caribú, que acababa de intentar acercarse, y cerró los ojos. En apenas un par de segundos, dos grandes alas blancas aparecían en su espalda, y todo su cuerpo se volvía blanco, y emitía una suave luz del mismo color.
-Apártate, necio. Ya no hay nada que hacer por ella.
Con aparente tranquilidad y relativa parsimonia, Malco se arrodilló, colocándose en la misma posición en la que alguien reza, y murmuró algunas palabras, incomprensibles a aquella distancia. Varios círculos aparecieron en mitad del aire, rodeando a la criatura y, por extensión, cubriendo también a Orión, que estaba justo debajo de ésta. En el borde de cada círculo empezaron a aparecer símbolos extraños, y la criatura se empezó a agitar y a golpear las paredes invisibles que formaban aquellos círculos, provocando algunas grietas, aunque éstas desaparecían rápidamente, por lo que aquel ser no podía salir de aquella prisión extraña.
De pronto, el cielo sobre ellos pareció iluminarse con una luz anaranjada, y luego azulada, y de pronto un rayo, mucho mayor que los anteriores, cayó sobre la criatura y sobre Orión, y paso algo que nadie esperaba. La criatura cogió al león marino entre sus brazos y la cubrió con su cuerpo. Anael, quien ya conocía aquel ataque, había corrido lo más rápido posible junto a Damián y Vallis, y sin dudar un segundo preparó una barrera especialmente resistente a su alrededor.
Pese a la potencia del ataque, y su cercanía al punto de impacto, la barrera resistió, agrietándose y a punto de ceder, pero sin llegar a hacerlo. Donde antes estaba la criatura, ahora apenas se podía ver a Duncan, ya completamente desnudo, sosteniendo a Orión entre sus brazos, y con un aura negra, aunque no completamente opaca, a su alrededor. El prado había quedado destrozado en varios metros a su alrededor, y a más distancia el daño seguía siendo claramente perceptible. Rápidamente, el aura que rodeaba a Duncan se volvió más densa, y la criatura que antes habían visto no tardó en presentarse de nuevo ante todos.
-Buen trabajo con la barrera, Anael. Deberíamos escapar antes de que venga a por nosotros.
-...... No...
-No es una sugerencia. Es una orden.
-... Duncan está ahí aún... Tengo órdenes de velar por su seguridad y ayudarle a volver a casa en buenas condiciones.
-Puede protegerse él solito ahora. Vámonos.
-...... Yo... También tengo miedo. Pero... Debo protegerle...
-Estupendo. Quédate si quieres, pero yo me voy. No pienso pasar cerca de esa cosa ni un segundo más. Sácame de aquí.
-La runa de transporte la tiene él. No puedo sacarte de aquí sin él.
-Estupendo...
-Fuiste tú quien le clavó la aguja con la runa. No me culpes a mí... Ya tenemos bastante suerte con que siga entera.
Mientras Anael y Vallis hablaban, Duncan saltó sobre Malco y Samir. Para evitar que el caribú acabara hecho pedazos, el terrier se interpuso y, moviendo las manos y haciendo algunos gestos, "disparó" rayos de luz al "koala", ahora transformado en aquella especie de bestia enorme, cubierta de pinchos y de forma extraña, poco definida. Gracias a aquella táctica, la criatura no logró alcanzarles en el momento, aunque rápidamente giró sobre sí misma, protegiendo por un lado al león marino, prácticamente muerto, y por el otro atacando a Malco con la cola, cubierta de pinchos, haciendo que el terrier saliera despedido varios metros, al no transformarse como antes en luz y dispersarse. Probablemente, el aura oscura que rodeaba a Duncan era lo que le impedía disiparse en forma de luz para evitar los ataques.
Samir, por su parte, acababa de salir corriendo, aterrorizado, y la criatura no pareció mostrar interés alguno en seguirle. Al ver a Anael y a Vallis hablando, y viendo el temor en sus ojos, se acercó a ellos con una sonrisa, hasta chocar con la barrera invisible que les separaba. Al principio pareció sorprenderse, pero rápidamente dio un puñetazo y, al ver que la barrera era más fácil de romper que la anterior, la siguió golpeando, ignorando la presencia tras él de Malco, que volvía a atacarle, atravesando su cuerpo con una lanza de luz.
Dejando entonces a un lado la barrera por unos segundos, el espantoso ser se giró rápidamente y, de un puñetazo, aplastó al cánido contra el suelo, rompiéndole dos piernas, aunque antes de que le diera un nuevo golpe el terrier se vio repelido por uno de los cuchillos de Vallis, que "estallaba" ante él, haciendo que el golpe de aire le impulsara hacia atrás.
-Deja de insistir y márchate de una vez. Tu vida por tu silencio. Si salimos de esta queremos que nos dejéis en paz. Sólo vinimos a salvarle. Lo que ha ocurrido ha sido por vuestra culpa. Thoth no querrá saber por qué ha muerto uno de los vuestros...
-Está bien....
Rápidamente, se disipó en forma de luz para esquivar un nuevo ataque, y luego reapareció detrás de la criatura, enfrente de Anael y Vallis.
-Pero "la Cazadora" os ha visto. Si vienen antes de que os hayáis marchado, no seré yo el responsable de vuestra muerte.
Sin más, Malco desapareció de nuevo, con la mala fortuna de que "Duncan" lanzaba hacia él un nuevo ataque, que en lugar de alcanzar al terrier golpeó la barrera de nuevo, que cedió justo ante Anael, y el oscuro ser le cogió por el cuello antes de que pudiera hacer nada para esquivarle.
_ Ante él, a veinte metros, desnudo, encadenado al suelo por cuatro cadenas que le sujetaban por el cuello, y con los brazos inmovilizados detrás de la espalda, se encontraba Ariel, su hermano. También era un akita inu, prácticamente igual que él en aspecto, y pese a la situación en que se encontraba su sonrisa no había desaparecido en absoluto._
_ En el suelo, a su alrededor y bajo él, varios círculos y símbolos delataban la presencia de una barrera que le impediría escapar, y cuatro columnas, formando un cuadrado y situadas sobre la circunferencia exterior dibujada en el suelo, con grabados y ornamentadas con adornos de oro y plata, constituían una parte principal de la plataforma de ejecución, eliminando cualquier posibilidad de salvación para quien se encontraba dentro de los círculos._
_ Por alguna razón, todo lo demás estaba borroso._
_ -Has sido acusado de mantener relaciones sexuales con tu hermano. ¿Es eso cierto?_
_ -Je... ¿Dudas acaso de las palabras de tu querido Melchor?_
_ -¡No se te volverá a consentir tal descaro!_
_ -¿Qué haréis? ¿Matarme?_
_ -¡Ya basta! ¡Responde a las preguntas que se te hagan! ¿Mantuviste relaciones sexuales con Anael?_
_ -Desde luego que lo hice._
-¿Lo hiciste con su consentimiento?
_ -Le sangran el culo y el cuello. ¿Tú qué crees?_
_ -¡Responde!_
_ -No._
_ De pronto, la voz de una hembra se alzó entre las del resto, emitiendo una risa angustiada y después un sollozo, aunque parecía más un gesto de indignación y de vergüenza que de tristeza. Un segundo después, un zorro ártico se levantó a su lado._
_ -¡Miente! Su hermano actuó libremente. Las heridas son posteriores. ¡Son sólo un engaño para protegerle!_
_ Ariel le miró directamente a los ojos, desafiante._
_ -Demuéstralo si puedes. Y luego me dices a la cara que tú no has violado a nadie, hijo de puta degenerado._
_ -No te atrevas a insultarme, escoria..._
_ -¡Ya es suficiente! No existen pruebas concluyentes de que las heridas fuesen posteriores... Probablemente tu argumento, Melchor, resultaría más sólido si no le hubieras apalizado antes de acusarles y pudiésemos identificar qué heridas corresponden a qué momento._
_ -Lo siento, señor..._
_ -Bien. Como todos sabéis, Ariel se ha deshonrado a sí mismo, a su hermano y su familia. No sólo ha cometido incesto, y ha practicado relaciones sexuales de carácter homosexual, sino que lo ha hecho la noche anterior a su boda, humillando a su compañera sentimental... Por todo ello será ejecutado a la vista de toda la Orden, tal como dicta la Ley. En cuanto a Anael, será desterrado y no podrá pisar de nuevo esta isla, a menos que se le convoque explícitamente. Si nadie tiene nada que decir, creo que es hora de comenzar la ejecución._
_ El akita en la plataforma de ejecución carraspeó y abrió la boca un momento, indicando que quería hablar._
_ -¿Puedo decir unas últimas palabras?_
_ -Sí... Por qué no..._
_ - La de anoche fue la mejor experiencia de mi vida. No me arrepiento de nada de lo que he hecho, y espero que un día esta estúpida ley y quien la escribió acaben en llamas. Anastasia... Lo siento, pero no te amaba, y sigo sin amarte. Y Anael... Sé feliz y no dejes nunca de sonreír... Eso es todo lo que tengo que decir._
_ -Que comience la ejecución entonces._
Justo en ese momento, la criatura le soltó y le dejó caer de nuevo al suelo, con aquella sensación horrible de angustia y de impotencia, y el dolor que le provocaba haber vivido de nuevo aquella experiencia. De pronto, aquella enorme masa de oscuridad desapareció casi por completo, dejando al descubierto a Duncan, cubierto en la sangre de la cierva, que se dejaba caer al suelo y, apoyándose en la mano izquierda (ya que tenía todavía clavada aquella flecha en el codo derecho), comenzó a vomitar, mientras lloraba, dejando caer a su lado el cuerpo (la mitad superior al menos...) de Orión, que estaba bastante más frío de lo que era deseable.
Tan rápido como puedo, comprendiendo el dolor del koala, el akita se acercó al cuerpo del león marino y empezó a trazar runas y símbolos sobre éste, y dibujó también un triángulo en el suelo, con un círculo pequeño en cada vértice, alrededor suyo. Vallis, que observaba la escena, se acercó hacia ellos y cogió al akita por el hombro.
-¿Qué haces? Tenemos que irnos antes de que vengan los demás... Coge al chico y vámonos...
-No... El espíritu de Orión aún sigue aquí... Estamos en tierra de ángeles. Aquí las almas no desaparecen tan fácilmente. Sólo hay que sellarla de nuevo en el cuerpo... Pero necesito arreglarlo antes...
-¿Qué dices, estúpido? No puedes sellar un alma en un cuerpo por las buenas... Para eso hace falta...
-Ya sé lo que hace falta... Duncan... ¡Duncan!
Aún llorando, temblando y débil, el koala se giró hacia él. Estaba claro que se encontraba desorientado y confuso, aunque Anael conocía perfectamente aquella sensación, y no quería que otros sufrieran lo mismo que había sufrido él.
-Le quieres, ¿no?
Duncan se limitó a asentir lentamente.
-Bien... Aún podemos salvarle, pero necesito que me ayudes... Ven aquí, rápido...
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13/12/3843 (miércoles)
La luz del sol entrando por la ventana le despertó, y le obligó a taparse la cara con una mano para que no le dolieran los ojos. Aún le dolía el pecho, y se seguía sintiendo bastante más cansado y débil de lo normal. Aún así, el haber renunciado a un trozo de su propia alma había valido la pena... En su opinión, al menos. Orión le abrazaba desde detrás, tumbado en la misma cama que él. Aunque ambos estaban completamente desnudos, por su mente no pasó ninguna de las ideas que habrían pasado hace tres días. Desde aquella batalla Duncan no encontraba el sexo tan divertido.
No es que no le gustase, pero el haber estado tan cerca de perder a Orión le había hecho replantearse muchas cosas en su relación, y había descubierto el confort que le proporcionaba compartir su cama con el león marino para cosas que no fueran sólo hacer el amor. Después de todo, ahora compartían un trozo de alma, y eso les acercaba más el uno al otro, inevitablemente.
Duncan no recordaba una parte importante de la batalla. Sólo le habían dicho que se había descontrolado y que gracias a eso, en parte, habían conseguido salir con vida. El resto no le importaba. Sentir el cuerpo de Orión, emanando calor, pegado al suyo, y su aliento en la nuca, su brazo pasando por encima de su costado... despertar y poder darle los buenos días y mirarle a los ojos... Aquello le importaba más que recordar una maldita batalla, y cómo había estado a punto de perderle.
Con cierta dificultad, dado el estado en que se encontraba, cogió la mano del león marino, que apoyada sobre su pecho frotaba débilmente su corto pelo, y la movió lentamente hasta llegar a su cara. Respirando profundamente, dejo que el olor de Orión inundara sus fosas nasales y se estremeció por unos instantes. En ese momento, el león marino movió la mano, casi metiéndole un dedo en el ojo, y luego Duncan sintió sus labios besando suavemente su cuello.
-Tonto... Creía que estabas dormido...
Con relativa facilidad, Orión le ayudó a girarse hasta que estuvo boca arriba, y luego él mismo se colocó sobre Duncan, con una pierna a cada lado de las del koala, y apoyándose en la cama con las manos junto a su cabeza. Durante un par de segundos se miraron a los ojos, y Duncan aprovechó para acariciarle el cuello y las mejillas a Orión, comprobando al mismo tiempo que realmente estaba allí con él. No sabía por qué de repente aquel tipo de cosas le resultaban tan importantes, pero... Se alegraba en cierto modo de que fuera así.
Aprovechando la postura en que estaba, el koala cogió al león marino del cuello y acercó sus labios a lo de Orión, juntándolos en un beso que empezó como algo lento y tímido, y se fue volviendo ligeramente más agresivo por momentos, y tras casi cinco minutos de pequeños mordiscos, lengüetazos y algunas otras cosas cuya clasificación como "beso" eran dudosas, separaron sus labios de nuevo. Sus cuerpos estaban tan pegados que Duncan podía sentir los latidos del corazón de su compañero junto a los suyos, y comprobó con cierta sorpresa y alegría que estaban sincronizados.
Sintiendo algo pesado resbalar sobre su pierna, y caer entre sus piernas, levantó la sábana y echó una ojeada por un lado, disfrutando de las vistas por unos segundos, aunque no especialmente sorprendido.
-Veo que ya estamos todos despiertos, ¿eh?
El león marino sonrió, sonrojándose ligeramente, y movió las caderas de un lado a otro varias veces, dejando que su grueso y pesado miembro se balanceara como un péndulo y golpeara suavemente ambas piernas del koala, mientras se erguía lentamente hasta quedar enganchado bajo los testículos de Duncan (sobrepasándolos fácilmente por debajo), que impedían que se siguiera alzando, aunque excitaba lo suficiente al marsupial como para que el pene de este último alcanzara la completa erección en cuestión de segundos. Bueno... una cosa es que ya no pensara continuamente en sexo, y otra que se negase a practicarlo tras las insinuaciones de "su leoncito".
El glande del imponente miembro de Orión estaba entre sus nalgas, y frotaba agresivamente, en su intento por erguirse aún más, la zona más cercana a su ano, mojándolo con un abundante y espeso líquido preseminal que manchaba la cama que sostenía sus cuerpos. Por un momento, Duncan relajó los glúteos, sólo para apretar con fuerza después, logrando como deseaba atrapar, aunque sólo ligeramente, el pene de su compañero entre ellos, y repitió varias veces aquella maniobra. Orión le miró, excitado pero algo molesto por la maniobra, y con un rápido movimiento de cabeza amenazo con morderle suavemente el cuello, como pidiendo que dejara de hacer aquello.
-Si no la tuvieras tan grande esto no pasaría...
Lanzando una mirada de reproche, seguida de otra llena de lujuria, y de una sonrisa maliciosa, el león marino se irguió sobre la cama, colocándose de rodillas y, usando las manos para levantar las piernas del koala, junto con el resto de su cuerpo, le colocó en una posición en que su trasero quedaba completamente expuesto. Sin dudarlo, movió las caderas hacia atrás, hasta que su glande se levantó, tocando en todo momento el trasero del koala, y quedó justo a la altura de su ano, tocando el anillo exterior.
Con fuerza y determinación, Orión empujó con la cintura y le penetró, haciendo que emitiera un gemido ahogado, mezcla del repentino dolor de la penetración y el placer ante el conocimiento de lo que iría después. Durante un par de minutos, el león marino le dejó acostumbrarse, y durante ese tiempo se miraron a los ojos, se acariciaron y se lamieron mutuamente allá donde pudieron llegar.
-Ah... Este... Este sábado... Si... Ungh... Si podemos bajar... Te compraré un collar con tu nombre, pero... Aah... Tendrás que arreglar los calzoncillos... que me regalaste, ¿eh?
Como única respuesta, Orión continuó con lo que había empezado, empujando con fuerza, pero lentamente y con cuidado, disfrutando de la resistencia que le recto del koala ofrecía, pese a las veces que habían hecho aquello, aunque esta vez no habían utilizado ningún tipo de lubricante más allá del líquido preseminal que su miembro expulsaba continuamente.
Cuando parecía que aquel grueso y caliente miembro no encontraba más espacio dentro de las entrañas del koala, el león marino retrocedía, como deshaciendo el camino recorrido, hasta que el glande amenazaba con abandonar el cuerpo de Duncan, sólo para volver a empujar un poco más fuerte, y "clavarse" más profundamente, cada vez más empapado en los líquidos seminales que mojaban las paredes del estrecho recto.
Mordiéndose el labio inferior para evitar que sus gemidos y gruñidos se escucharan fuera de la habitación, el koala no pudo soportarlo más, y movió una de sus manos a su entrepierna, cogiendo su propio pene para masturbarse. Sin embargo, Orión no estaba dispuesto a permitírselo, con un fuerte embate le empujó, levantándose ligeramente de la cama, penetrándole más hondo y forzándole a arquear la espalda hasta quedar doblado con el trasero en alto. En esta nueva posición, el león marino podía embatir con más libertad y sin necesidad de mantener sus piernas en alto, con lo que pudo emplear sus manos para sujetar los brazos del koala contra la cama y evitar que se masturbara.
Tras una punzada de dolor por el fuerte embate, y después del cambio de posición, Duncan sintió como el pilón de carne se hundía en sus entrañas con mayor rapidez, ayudado por el peso de Orión, que usaba la gravedad a su favor. El anillo algo por debajo de la parte intermedia de su miembro encontró el ano del koala y lo cruzó sin problemas, aunque ahora era la parte más gruesa por entrar, con un grosor sólo ligeramente menor al de su glande.
Duncan sentía su trasero ardiendo. El pene del león marino no era ni corto ni delgado, e invadía los intestinos del marsupial sin bacilar ni detenerse. Más que golpear su próstata, la estaba frotando mientras pasaba de largo, y cuando sintió el anillo de carne del imponente miembro pasar su ano y, unos segundos después, presionar su próstata, estuvo a punto de correrse en su propia cara.
Sólo medio minuto después la base del pilón de carne, al que Orión llamaba pene, entraba en contacto con el trasero del koala, quien sentía una gran presión dentro suyo, y como si sus entrañas estuvieran en llamas por el calor que aquella monstruosidad emanaba. Con sólo doblar un poco el cuello, podía ver el bulto que la presencia de aquel invasor provocaba en su vientre. Sólo el hecho de que aquella vez fuese la primera en que no usaban condón le resultaba más excitante que ver aquel bulto, o sentir el caliente miembro aplastando su próstata, junto con el incesante flujo de líquido preseminal inundando sus intestinos tan profundamente que, si le hubieran dicho que le estaba llenando el estómago, lo habría creído.
Su propio miembro no dejaba de chorrear líquido preseminal sobre su pecho, y éste al resbalar terminaba por empapar su cuello y cu barbilla. El olor a sexo impregnaba sus fosas nasales de tal manera que apenas podría asegurar que lo que respiraba era realmente oxígeno. Y la sensación de ser dominado de aquella manera por un "esclavo", en su estado, no le ayudaba lo más mínimo a aguantar y no eyacular "antes de tiempo". Orión pareció darse cuenta de aquello, y sin dejar que se acomodara a semejante intrusión, empezó a dar embates, retrocediendo hasta que apenas el glande, y quizás un par de centímetros más, estuviera dentro, y luego empujando con fuerza de nuevo hasta que su cadera chocaba con el trasero del koala.
Poco a poco, lo que empezó como un "suave vaivén" (con bastante más de "vaivén" que de "suave") se tornó en una sucesión de asaltos a su próstata y a sus intestinos que fue acercando a ambos al momento del clímax, instante que Duncan esperaba con gran ansia, algo que sus gemidos, ya no tan disimulados, daban a conocer con facilidad.
Cuando parecía que ya todo había terminado, y no aguantó más, sucedieron varias cosas. La primera fue el hecho de que el koala alcanzara el deseado orgasmo, con la buena suerte de que el grito de placer que habría emitido murió en su garganta antes de salir de su boca, así que nadie lo oyó. La segunda cosa fue la maniobra de "su leoncito", que cogió su miembro justo antes de que se corriera y apuntó a su boca, así que Duncan pudo saborear con gusto buena parte del semen que él mismo estaba eyaculando.
Lo tercero, y probablemente lo más deseado por el marsupial en aquel momento, fue el hecho de que sus intestinos pudieron sentir, casi con dolor, los fuertes "disparos" de semen que el miembro del león marino efectuaron dentro suyo. Realmente parecían disparos, por la fuerza del chorro y por la intermitencia de los "impactos". Por otra parte, a diferencia de las balas o las flechas, el volumen de semen que Orión "disparaba" dentro de su cuerpo no era en absoluto pequeño, algo que pudo notar cuando su vientre se hinchó ligera pero visiblemente, y empezó a escapar por los pequeños espacios que quedaban entre las paredes de su ano y el miembro del león marino.
Lo último que ocurrió, y que enseñaría una gran lección a ambos, fue la repentina entrada de Damián en la habitación, quien se disponía a llevarles el desayuno en un gesto de amabilidad, cuando se encontró a un león marino encima de un koala que se bebía su propio semen, mientras una alarmante cantidad de esperma del primero escapaba por su ano y cubría su espalda y la cama. Al parecer interesado por saber cómo se las apañaban, en lugar de salir por donde había entrado, el canguro decidió acercarse a la escena y, tras una exhaustiva inspección, sugirió a Duncan (que tenía la cara, muy probablemente, más roja que el culo en ese momento) pasar por su habitación más tarde para someterse a un análisis (completamente profesional, para decepción del koala) del estado de su próstata, que no debía ser demasiado bueno "por el tamaño de la pija del pelotudo su leoncito", según palabras textuales del urólogo.
No es necesario decir que Orión recibió su "merecido castigo" por no haber tenido la precaución de cerrar la puerta antes de que empezara la diversión... Eso sí: tendría que esperar a que el koala se diera una buena ducha.