Pensamientos latentes
#8 of Formas de contar una historia
El cielo aún permanece gris. El viento fresco que trajo consigo la lluvia levanta las cortinas permitiendo ver, a través de la ventana, las nubes que cubren la ciudad. La brisa húmeda alcanza al lobo que golpea con furia las teclas en su ordenador. Siente frio. Levanta la mirada y contempla el cielo triste de la mañana. La luz del sol es atrapada por encima de las nubes.
         Y es que cuando Gariel bajó de su habitación sólo encontró una nota en la mesa del comedor. Su hermana habÃa salido mucho antes de que él despertara. Leyó el contenido, arrugó el papel y lo tiró a la basura. Miró el reloj en su muñeca; marcaba las ocho de la mañana. Sintió correr la presión dentro de su pecho, tenÃa sólo cinco horas para terminar el escrito y entregarlo al editor.
         Corrió al estudio y encendió el ordenador. Golpeaba sus dedos contra el escritorio impaciente por el tiempo desperdiciado en la carga de los programas de cómputo. Miró a su alrededor y encontró los libros, los folios y el cesto de basura. Buscaba en cada objeto el detonante del final de su cuento. Cuando tuvo frente a sà las páginas escritas y el cursor palpitando constante en el último renglón sintió miedo. No sabÃa que decir.
         Se levantó de su silla y caminó por la casa. Llegó a la puerta que lleva al patio interior y la abrió. La lluvia continuaba cayendo a pesar de no detenerse durante toda la noche. Cruzó el umbral y dejó que su pelaje se empapara. Con las patas desnudas se sumergió en el encharcado mientras las piernas del pijama se oscurecÃan a causa del agua. Cuando su piel resintió el frió regresó al interior de su morada. Miró las ligeras sombras en que se hallaba la casa y supo entonces qué debÃa escribir.
         Ahora mira por la ventana a las nubes y a la ligera lluvia que cae tras ella. Mientras que frente a él se extienden las cuartillas que durante el largo fin de semana escribió. Lanzando un fuerte suspiro llega al final de su obra.
         â€"Esto es más de lo que querÃa decir. â€"se dice en voz baja. Se detiene en medio de una oración. Mira el destello del cursor sin arriesgarse a concluir lo iniciado. Pesadamente mecanografÃa las últimas palabras, realiza una última revisión y descubre su cuento listo para ser entregado.
         Mira el pequeño reloj en la parte inferior del monitor. Marca las once con siete minutos. Busca Gariel entre los cajones de su escritorio el dispositivo de almacenaje, lo conecta al ordenador y guarda en él el archivo recién concluido. Luego imprime las cuatro cuartillas de su escrito. Toma el dispositivo, las hojas y apaga el ordenador. Sube a su habitación y viste para salir. Una camiseta azul, aquella que le queda ajustada, unos jeans deslavados y sus zapatillas deportivas.Â
         Fuera de casa corre hacia la parada del autobús intentando alcanzar aquel que está próximo a salir. Sube a éste. Su camiseta azul muestra manchas oscuras, gotas de lluvia alcanzaron a mojarlo. Ocupa un asiento que encuentra vació. Despliega las hojas y lee su contenido. Un remordimiento cruza su espalda como escalofrÃo pero tiene que llegar a la oficina de Armando y entregar ese trabajo. El cielo ha empezado a aclarar.
Tras el escritorio Julián sostiene su cabeza mientras escucha a una rata blanca. Es mediodÃa y ya se siente fatigado. Las palabras del alumno pasan a través del oso sin ser escuchadas. Pierde su vista entre los libros que asoman desde los estantes de la oficina. Encuadernados en piel y en pasta dura, revistas cientÃficas de todo el orbe, manuales y libros de bolsillo. Un rompecabezas de colores y superficies imposible de resolver.
         Y es que cuando llegó ese dÃa a la Universidad, Ricardo no dejó de molestarlo. Lo esperaba a las puertas de la facultad con un paquete de hojas de papel en la mano y una pesada mochila a sus espaldas. Cuando Julián lo vio sintió en su estómago la certidumbre de que hoy era el primer dÃa de la semana. Caminó directo a la puerta esperando que el asunto que la rata traÃa entre manos no le concerniera a él. Supo su error cuando el tartamudeo de Ricardo le llamó imperiosamente.
         Julián caminó con rapidez. Realizó el mismo trayecto que cada dÃa hacÃa. Subió las escaleras y entró a un cubÃculo en donde firmó su ingreso a la institución, eran apenas unos minutos después de las nueve de la mañana. Sonrió, saludo y se retiró del lugar. La rata lo seguÃa sin pronunciar palabra.
         Luego entró a una sala, una hiena le saludo mientras preparaban café. El olor los invadió por completo. Después de algunas palabras de cortesÃa el oso caminó hasta alcanzar su oficina al fondo del pasillo. Abrió la puerta, encendió las luces y el ordenador. Tomó asiento, depositó la taza con café sobre su escritorio y vio a la larguirucha figura de Ricardo de pie en la puerta. Lo hizo pasar y por casi tres horas no ha dejado de hablar.
         Julián permanece viendo sus libros. Intenta leer los tÃtulos en los lomos. Posaba su mirada de uno a otro descubriendo su incapacidad en enfocar la vista lo suficiente para descifrar las palabras mil veces leÃdas. Suspiró sin poder evitarlo.
         â€"Y es asà maestro â€"escucha decir a Ricardoâ€" que el procedimiento efectuado proporcionó evidencia contundente, con lo cual se confirma la hipótesis de Richmand y Collej.
         â€"Muy bien Ricardo. Como cada vez que me lo dices, muy bien. â€"le responde cansado Julián mientras mira a su alumno a través de las lentes azules en sus anteojos. â€"¿Pero cuál es el motivo de tu investigación?
         â€"Ampliar los conocimientos que se tienen acerca del efecto… â€"dice Ricardo mientras repasa con los dedos las decenas de hojas que ha revisado.
          â€"No es suficiente Ricardo. â€"espeta molesto el osoâ€" No es suficiente.
         â€"Si lo es. â€"dice exaltado la rataâ€" Se requiere extender los hallazgos a otras especies.
         â€"Llevas aquà dos años. â€"dice Julián ahora mirando el cielo nublado a través de su ventanaâ€" ¿No comprendes que lo importante aquà es desarrollar nuevos conocimientos? Tu planteamiento es correcto, se requiere ampliar esto que se sabe a otras especies, o a otras formas de comportamiento, etcétera. Pero tu tesis debe ser algo nuevo, algo que despierte a sus lectores y a la comunidad cientÃfica. Deja lo que haces para gente como yo, que tiene que aparentar que hace algo.
         â€"Pero maestro… â€"intenta decir Ricardo pero Julián le calla.
         â€"No Ricardo. Basta de esto. O me presentas la próxima semana un nuevo planteamiento del problema y un nuevo objetivo o me veré precisado de abandonarte como tutor. Tienes la investigación documental ahora tráeme algo grandioso. Fin de la discusión, puedes retirarte.
         La rata toma entre las garras los folios y en desorden los carga mientras camina a la salida. Julián lo observa retirarse. Un ligero zumbido en los oÃdos le ha dejado este encuentro.
Se rasca la cabeza mientras lee las palabras que Gariel le entregó. Por la ventana los débiles rayos del sol golpean lo verde de una planta de hojas grandes y gruesas en el interior de la oficina. Empotrados en los muros una serie de libreros contienen en desorden aparente varios ejemplares de libros y revistas. En un estante un premio color dorado lo adorna, mientras que en otro, como en sitio de honor, una fotografÃa familiar es enmarcada por dos automóviles a escala. Pasatiempo infantil del editor.
         Y es que cuando Armando arribó a su oficina esa mañana tenÃa al menos cinco mensajes en la contestadora y otros tantos que le hizo llegar su secretaria. Era el primer dÃa de la semana y ya se sentÃa exhausto: primero el sábado la junta con los inversionistas para después tener la cena en casa del Sr. Korian; luego llegó el domingo y con él el paseo con sus dos hijos, Armando y Esteban, al parque central de la ciudad. Convites y juegos le dejaron acabado a pesar de que intenta mantenerse en forma.
         Pero este dÃa habÃa llegado a su oficina con el gusto de recibir a su escritor estrella. Luego que Gariel ganara el premio que abrió su carrera como escritor fue contratado por la editorial para escribir una columna cada mes en su revista de literatura. Desde hace más de tres años el lobo ha entregado a raya su cuento. Esta ocasión no fue la excepción.
          Armando escuchó sus pasos desde el vestÃbulo de la oficina, luego la voz de la secretaria indicando el cordial: â€pase por favor, lo están esperandoâ€, y la idéntica respuesta de siempre: â€muchas graciasâ€. La puerta de cristal opaco se abrió y un lobo de piel plateada entró agitado. Tomó asiento sin ser invitado a ello y dejó caer en el escritorio las páginas de su cuento.
          Por quince minutos ha permanecido Armando leyendo las hojas. Sus enormes garras sujetan con fuerza el papel arrugándolo por sus extremos. Está concentrado, parece revisar una y otra vez las lÃneas recién consultadas. De vez en vez una exhalación escapa de su nariz. Es un sonido pocas veces escuchado por el lobo pero que aún asà comprende su nefasto significado.
         Gariel se voltea a todas direcciones cuando sabe que no lo observará Armando. Mira primero el escritorio cubierto de carpetas y pisapapeles, luego los libreros, los cuadros con fotografÃas y reconocimientos, la larga lámpara en una esquina, un par de mancuernas en el piso, la alfombra gris azulada, el sofá negro y por último a Armando viéndolo ver. Gariel se esconde en su asiento mientras espera las palabras del editor.
         â€"Lo que no entiendo â€"dice ésteâ€" es como pudiste caer tan bajo.
         â€"¿A que te refieres? â€"pregunta el lobo asombrado de las palabras.
         â€"Esto. â€"dejando sobre el escritorio las hojas leÃdasâ€" A mi no me puedes engañar. Esto es lo más patético que he leÃdo en mi vida. ¿Cómo te atreviste a escribir semejante cosa?
         â€"¿No te gusto? â€"pregunta Gariel imitando ingenuidad.
         â€"Lobito, no te hagas tonto. Que ni a ti te gustó. Lo veo en tus ojos, ¿o tendré que decir en los ojos de Andrew? â€"pregunta con sarcasmo.
         â€"Pero es bueno.
         â€"Para nada. Sentimentalismo a flor de piel.
         â€"¡Bah! â€"dice Gariel agitando la garra con desdénâ€" ¿Tú que sabes de eso?
         â€"Lo sé tan bien porque de no ser lo que digo ya te hubieras lanzado contra mÃ. â€"dice Armando mientras inclina su cuerpo hacia adelanteâ€" Como no lo haces entonces reconozco que estás de acuerdo conmigo. También odias este cuento.
         â€"No seas fanfarrón. â€"Gariel lo mira con retoâ€" Explica por qué no te gusta y verás lo equivocado que estás.
         â€"En tus historias hay una tendencia: ningún personaje es feliz ni en un principio ni en el final.Â
          â€"Y sigo con ese esquema.
         â€"No, aquà hay algo más. Algo que no revelas de manera tan evidente en ningún otro escrito. Tu deseo. â€"Al decir esto último apuntó con el dedo Ãndice al pecho del lobo.
         â€"¿Deseo? Es mi hermana la psicóloga, no tú. Mis personajes son patéticos porque me burlo de lo patético. Lee bien y entenderás lo que digo.
         â€"Por supuesto, allà sigue tu fino sarcasmo. â€"Armando se reclina lentamente en su asientoâ€" Pero Andrew es una copia al carbón de tu amiguito, el jaguar ese que te gusta. ¿o me equivoco?
         No pudo soportar la mirada de Armando. Gariel la esquivó concentrando la suya en la esquina del escritorio. Aquellos que leyeran su cuento, quienes conocieran al lobo autor descifrarÃan en un instante el significado. Ese fue el descubrimiento que hizo el escritor cuando terminaba su historia. HabÃa dicho demasiado de él mismo en ella.
         â€"¡No seas estúpido! â€"espeta el lobo ahora mirando directamente a los ojos verdes del editorâ€" Es un estereotipo del galán y la unicornio sólo es una hembra estúpida como cualquier otra.
         â€"Querrás decir, tu propio estereotipo de galán. â€"dice Armando sonriendo victoriosoâ€" Y ya que mencionas a la unicornio y su pareja… allà te tienes. No hay más que decir. Gariel entre la espada y la pared.
         â€"Pero ¿qué sabes tú de mÃ? â€"es ahora Gariel quien se inclina al frenteâ€" Eres mi editor, no tienes derecho a juzgarme. No entiendo como sacas toda esta parafernalia de palabras insensatas para acusarme de semejante acto. No pienso escucharte más. Asà que decide ¿lo publicarás o no?
         â€"Lo publicaré, eso tenlo por seguro. â€"se levanta Armando para acercarse al lobo. Una delgada camisa tipo polo ciñe su robusto cuerpo.â€" Además te conozco desde hace tres años y viniste conmigo cuando pasó aquel incidente con tu amiguito, ¿recuerdas?
         â€"Esa fue una mala decisión.
         â€"Gariel, â€"Armando se acuclilla a su ladoâ€" algo que he aprendido es que ningún escritor puede esconderse. Las fursonas normales evaden, ocultan y engañan con el fin de nunca ser evidentes. A un artista como tú le es imposible hacer eso. Cada palabra que escribe, cada trazo que realiza, cada sonido que emite es un grito angustiante por ser escuchado, visto y sentido. Su condena es ser público, nunca guardar un secreto.
         â€"Me suena conocido eso que dices.
         â€"Claro, son las palabras que dijiste cuando recibiste el premio. Lo que no me explico es por qué ahora, por qué precisamente ahora es que te decidiste a romper tu cascarón y decirles a tus lectores que te mueres por alguien. Dime lobito, ¿qué ocurrió?
         â€"Solamente que soy demasiado soberbio para reconocer mi propia ignorancia.
Recostada en un sofá, Erika mira la televisión. Destellos fugases donde la imágenes revelan los últimos acontecimientos del mundo. La guerra, la crisis económica, violencia, deportes. Cada una de las notas pasa sin la acostumbrada incredulidad de la espectadora. Simplemente descansa en la oscuridad intentando olvidar el tremendo dÃa que ha pasado.
         Y es que nunca se le ocurrió que responder una llamada serÃa una carga más pesada que llegar al juzgado para la defensa de su cliente. Durante varios minutos la voz al otro lado del auricular no cesó de repetir, cual letanÃa, las desavenencias sufridas en el pasado. Clichés de frases escuchadas al menos cinco veces al dÃa, preguntas retóricas que buscaban la misma explicación que contenÃan, el giro del fastidio que todo eso le causaba a la tigresa.
         Miró a su alrededor. Encontró a sus compañeros en su singular danza que indicaba a cada uno donde debÃa encontrarse. El chacal de traje marrón gesticulaba con sendos movimientos tratando de explicar algún suceso, por lo demás insignificante, a un antÃlope que lo miraba expectante. Por otro lado las secretarias charlaban animosamente, reÃan y sonreÃan en complicidad. Erika sabÃa de antemano el chisme del dÃa. Al licenciado Mortaráz, que entraba en ese momento anónimamente al despacho, lo habÃan encontrado con Margarita, del servicio de control de recursos, en una situación por demás comprometida y que ponÃa en aprietos el matrimonio de ambos.
         La tigresa intentó recuperar el hilo del monólogo que su interlocutor proferÃa. Mecánicamente tomó un lápiz y escribió en algún papel el motivo final de la llamada. Después de todo el problema legal que padecÃa la voz serÃa trabajo del maltratado licenciado Mortaráz. Palabras de cortesÃa y un â€buenas tardes†culminó la tediosa conversación. Tomó la nota y caminó rumbo a la puerta de la oficina de Montaráz.
         â€"Cierre por favor. â€"le dijo el huskyâ€" Muchas gracias licenciada Jáuregui.
         â€"No hay problema. â€"respondió Erika e intentó salir de la oficina.
         â€"Disculpe licenciada. â€"dice cabizbajo el huskyâ€" ¿PodrÃa tomar un minuto de su tiempo?
         â€"Por supuesto licenciado, ¿Qué ocurre? â€"Erika sintió un escalofrió que presagiaba lo que estaba apunto de ocurrir.
          â€"Le haré una pregunta personal licenciada. â€"continuó diciendo Montaráz con la misma expresión culpableâ€" Está en su derecho no responder pero le pido por favor que lo haga, me ayudarÃa mucho.
         â€"Si. â€"era evidente. El presentimiento se hizo certeza, no podÃa escapar de la pregunta final.
         â€"¿Por qué cree que quise acostarme con Margarita? ¿Para demostrar mi virilidad o por qué en realidad algo más me hace falta?
         â€"Licenciado yo no soy quien paraâ€"
         Erika se levanta del sofá en busca de agua. Detesta recordar eventos que nunca debieron suceder. Entre las penumbras alcanza la cocina, toma un vaso de cristal decorado con pequeñas flores rosas y amarillas y lo llena de agua. Siente en su interior el frió del lÃquido consumido. No la reconforta.
         â€"TenÃa que ser yo quien respondiera esa llamada. Yo quién por amabilidad tomé un mensaje y lo llevé a la oficina de ese tipo. â€"se auto-acusa Erika de su fortunaâ€" Cinco secretarias y yo, la licenciada Jáuregui, debà tomar el teléfono. Que imbécil.
         Regresa al sofá. La pantalla de televisión muestra ahora un comercial de pasta dental. Una melodÃa como de campanas se hace oÃr desde el aparato. Campanitas que se mezclan con el repique del teléfono. Erika se gira para observarlo. Dos, tres, cuatro veces suena mientras sus palabras regresan de la memoria: â€No soy quien para juzgar el por qué se hacen las cosas…â€. Seis y siete, no desisten en su afán por comunicarse. Mira el reloj en la pared. Las nueve con treinta y dos minutos. Van ocho, nueve, diez.
         â€"¿Si diga? â€"pregunta Erika.
         â€"¿Erika? Hola, soy Julián.
          â€"Ah, â€"exclama con molestiaâ€" ¿cómo estás?
          â€"Bien gracias. No es verdad, estoy… Ya sabes, lo de siempre.
         â€"Ahora ¿qué pasó? â€"Erika se recuesta en el sofá, sabe que la conversación será larga.
         â€"Primero, que seguà tu consejo con el chico de la cafeterÃa.
          â€"Interesante, ¿qué tal te fue? â€"pregunta sin ganas la tigresa.
         â€"IncreÃble. Uno de los mejores sexos en mi vida.
          â€"Te lo dije. â€"sonrÃe ella y dice con maliciaâ€" Empiezas a madurar. Me siento orgullosa de ti.
         â€"Deja de burlarte.
         â€"Aunque, lástima. Me gustaba tanto ir a ese café. â€"retira de su rostro un mechón de cabello.
         â€"Por lo pronto no te preocupes. Que si sigue asà de bueno tendremos cafeterÃa por mucho tiempo.
         â€"Espero descuentos especiales para amigos del amante. â€"y rÃe al decirlo.
          â€"Veré que puedo hacer.
         â€"Bien. Ahora dime la verdadera razón que me llamaras. â€"suspira Erika esperando el aburrido alegato del osoâ€" Porque, ¿supongo que no fue sólo para presumirme que te acostaste con alguien?
         â€"Si bueno, es que hoy a la hora del almuerzo me encontré a Félix.
         â€"Vaya, vaya. â€"le dice al oso con genuino interés.
         â€"Llegó a mi mesa y se sentó como si nada. Siempre me parece raro verlo de traje, es como si no fuera parte de él. Pero te decÃa, se sentó juntó a mÃ. TraÃa la bandeja con una baguette y una soda. No me pidió permiso, sólo lo hizo.
         â€â€"Es raro encontrarnos para comer. â€"me dijoâ€" Quedan tan cerca nuestros trabajos.
         â€Solamente le dije que sÃ. Si supiera que voy con miedo al centro comercial, no me gusta encontrármelo. Pero ni modo, lo tenÃa frente a mà mientras devoraba la baguette. Como ya casi habÃa terminado mi almuerzo pensaba dejarlo solo pero me tomo de la garra y me pidió que me quedara.
         â€â€"No me gusta comer solo. â€"asà con su carita de niño buenoâ€" ¿PodrÃas quedarte un momento más?
         â€En serio querÃa desembarazarme de esa situación. Tartamudeé alguna excusa que no entendà ni yo y terminé quedándome. Lo veÃa comer. Hasta tiene su gracia cuando come. Termina con las garras cubiertas de alimento, se chupa los dedos y deja toda la mesa llena de migajas. Pero no da asco, más bien me dio risa.
         â€â€"¿Te has enamorado alguna vez? â€"me pregunto cuando finalizó. Creo que repitió un par de veces la pregunta porque en realidad no entendà cuando la hizo.
         â€â€"No sé. â€"le dijeâ€" quizá alguna vez pero no recuerdo.
          â€â€"Esas cosas no se olvidan Julián. Siempre se quedan con uno y en ocasiones vuelven a surgir para atormentarnos.
         â€â€"Deduzco que tú si te has enamorado â€"le dije intentando sonar sarcástico. Me respondió que no. Que nunca habÃa sentido más que placer por estar con alguien pero nunca algo que lo hiciera recordarlo luego, sin razón. Se quedó en silencio mientras limpiaba sus garras con varias servilletas. Me sentà muy incómodo. Nunca habÃamos hablado tanto como ahora. De hecho, pensándolo bien, no lo conozco lo suficiente como para que seamos amigos. Simplemente son tú y Gariel quienes nos hacen tener algo en común.â€
         â€"DirÃa más Gariel que yo. â€"señala Erika mientras jugaba con el cable rizado del teléfono.
         â€"Puede ser. Y es eso lo que provocó que te llamara. El problema fue cuando me dijo que él no me caÃa bien. Que siempre se habÃa dado cuenta de que él me era antipático y que por eso habÃa evadido muchas veces su compañÃa.
         â€En parte me sentà desahogado. No tendrÃa ya que aparentar camaraderÃa con él y quizá el deber de llevarnos bien por fin terminarÃa. Aunque traté de negarlo diciendo que simplemente no salÃamos mucho, que nuestras personalidades son muy diferentes, que él los conoce a ti y a Gariel desde hace muchos años y quizá eso influya en que no seamos tan amigos.
         â€â€"No es eso y lo sabes bien. â€"me dijo en un tono áspero. Te diré que me dio miedo. Quise alegar que no lo entendÃa y soltó lo que vino a decir: â€"Mira, te lo voy a poner en claro. A mi también me gusta Gariel y seguramente habrás notado que a él yo también le gusto, ¿o no?
         â€Creo que perdà el color o se me subió o no sé porque se rió de mi y siguió diciendo: â€"No te pongas nervioso que no estoy para pelear ni para marcar territorio, eso serÃa tan estúpido y ni tú ni yo somos asÃ, ¿estamos? â€"intenté decir si pero solo movà la cabeza. â€"Ok. Pongamos las cartas sobre la mesa. Te pones celoso cuando nos ves juntos y ya ni puedes disimularlo. ¿Por qué no has intentado nada con él?
         â€QuerÃa salir corriendo de allÃ. Me tomó Félix del brazo y no me dejo escapar. Vi sus ojos azules y sentà la necesidad de quedarme. Le dije: â€"Félix, mÃrame. No soy tan agraciado como tú. No tengo el cuerpo ni la apariencia que a Gariel le atraen. Además me conoces, sabes lo patético que soy. ¿Has escuchado a Gariel hablando sobre su macho ideal? No soy ni de cerca lo inteligente y audaz que él quiere. No Félix, para ser rechazado por un lobo que no tiene escrúpulos al decir: ‘me das asco’, prefiero mejor quedarme asÃ.
         â€Me soltó y se me quedó viendo. Luego agregué: â€"además él te quiere a tiâ€". Permanecimos en silencio un buen rato.â€
          â€"Y ¿qué más? â€"pregunta ansiosa Erika.
         â€"Me dijo algo más que extraño: ‘Si supieras que la tienes más fácil que yoâ€. No entendà que quiso decir. Luego se despidió y se fue. Si no lo conociera dirÃa que se fue triste. Aunque… sabes una cosa, me sentà mal por él.
         La tigresa se vuelve a ver el televisor. Un corte comercial anuncia los beneficios de pastillas para el aliento. Entre los besos e insinuaciones actuadas Erika sonrÃe irónicamente. Piensa que, después de todo, los problemas nunca son tan aburridos como se ven. Se imagina al oso y al jaguar frente a frente discutiendo sobre el por qué un lobo no quiere a ninguno.
         â€"Sabes Julián â€"dice Erika apagando el televisorâ€" Si esto fuera una telenovela ustedes dos terminarÃan juntos.
         â€"¿Cómo dices?
         â€"¿No me comprendes? Gariel no es el héroe de esta historia. â€"y por fin, cada uno se quedó sin palabras.