White Wolf Chapter 1 (Spanish)
#3 of White Wolf
Ay, que ganitas tenía de esto. Esta historia fue la más popular de mi cuenta de Wattpad, así que decidí hacerle un remake y, además, traducirla al inglés.
¡Espero que os guste esta nueva aventura! ;3
Era de mañana, eso lo sabía. No por la luz del sol entrando por las rendijas de las persianas y dándome en mi cara. La verdad es que ese era un placer que aún no había podido disfrutar, ni con persianas abiertas o cerradas. Puede que parezca una locura lo que digo, pero es que eso no es la mayor locura. Desde que tengo consciencia, siempre he vivido en el interior de esta casa a oscuras, con las persianas bajadas y las cortinas corridas. Sin una pizca de luz natural, la única luz de la que he podido "disfrutar" ha sido la de las lámparas. A estas alturas, ya me había acostumbrado a levantarme a la hora que me diera la gana, pero era siempre la misma.
-¿Cómo no? Las diez y media- reí, aunque con pocas ganas.
Me estiré tumbado en la cama y me rasqué la cabeza, tratando de quitarme ese repentino picor que tuve. Di un gran bostezo y me levanté, ya que la cama, aunque quisiera que fuese así, no se iba a hacer sola. Cuando terminé de hacerla, mis orejas se giraron hacia una chirriante puerta recién abierta, la cual es la puerta de mi cuarto. Los que entraron por ella eran mi padre y mi madre. Mi madre era un lobo hembra de color café y mi padre un lobo macho de color negro. Mis ojos se abrieron al ver los regalos que traían con ellos.
-¡Feliz cumpleaños, Ethan!- exclamaron los dos a la vez. Mierda, siempre se me olvida.
-¿Ya es 23 de agosto?- hablé algo sorprendido.
-Sí, hijo, el tiempo pasa rápido- dijo mi padre, poniendo sus manos sobre mis hombros-: ¡Dieciocho años, ni más ni menos!
-Ya estás empezando a ser un hombrecito, hijo- dijo mi madre.
-Pues como hombre nuevo de esta casa, te pido que no me llames hombrecito- suspiré, aunque con una sonrisa.
-Bueno hijo, menos mal que despertaste, casi nos tocaba irnos a trabajar sin felicitarte- rio mi padre, dejando los regalos a un lado de mi cama.
-Cierto, quedan solo unos minutos para que os vayáis- recordé tras mirar el reloj.
-Hijo, abre tus regalos- sonrió mi madre, haciendo lo mismo que mi padre y dejando los regalos a un lado mío.
Sonreí hacia ellos. Siempre sentí mucho cariño por su parte, aunque había una cosa que siempre me molestaba de ellos, pero teniendo en cuenta el día que era estaba más distraído y emocionado por los regalos. Fui abriéndolos poco a poco. El primero y el que ellos me recomendaron abrir primero fue mucha ropa.
-¿Esto es una indirecta para qué deje de caminar en casa en calzoncillos o en pelotas?- reí yo.
-Lo agradeceríamos, la verdad- rio mi madre
Quería responderle con "Pues a ver si me dejáis salir de una vez" pero, como ya dije, no quería arruinar el buen humor de todos. Lo que hice fue reír y mirar al siguiente regalo. Tenía una forma que me resultaba conocida. Empecé a abrirlo con una garra para después arrancar el resto del papel del golpe y, cuando lo vi, no me equivoqué: eran un par de videojuegos que llevo queriendo por un largo tiempo.
-¡Joder, que bien!- exclamé emocionado, moviendo mi cola.
-¡Esa boca!- me recriminó mi madre.
-Perdón- sonreí con las orejas gachas, algo avergonzado.
-En serio, ¿quién te enseña esas cosas?- preguntó mi padre.
Señalé a ambos, lo cual les hizo sorprenderse y mirarse mutuamente. La verdad es que ninguno de los dos tenía derecho a recriminarme: ellos insultaban mucho más que yo, era obvio que lo aprendería de ellos. ¿De quién más podría aprenderlo? Tras reír a carcajadas, tomé el último regalo. Con ese estaba muy perdido. ¿Qué demonios podía ser?
Mis padres sonrieron al ver mi rostro confuso y me animaron a abrirlo mediante sus gestos. Usé mis garras nuevamente y lo abrí. Primero vi una cajita de textura suave, como aquellas que contienen electrónica. Al pensar en aquello, mi curiosidad y emoción eran evidentes. Mi cola empezó a golpear la cama con su movimiento. Al terminar de abrirlo y verlo, no lo podía creer.
-Esto... Esto es...
-Tenías tantas ganas de pasar a dibujar en digital, que tu madre me convenció de que era lo correcto- sonrió mi padre.
Desde hacía tiempo que les llevaba pidiendo una tableta digital para poder dibujar por fin en formato digital y hoy, en mi decimoctavo cumpleaños, al fin la tenía en mis manos. Sin perder ningún momento, salté de la cama y abracé a ambos.
-¡Muchas gracias, de verdad!- exclamé con una gran sonrisa en mi rostro.
-Sabía que no me equivocaba- sonrió mi madre. Era obvio que se lo decía a mi padre.
-Cuando tienes razón, tienes razón, querida- admitió mi padre, soltando un suspiro, pero aun así sonriendo.
-Bueno, nos gustaría quedarnos más tiempo, pero me temo que tenemos que irnos a trabajar- suspiró mi madre.
-De acuerdo- paré de abrazarles y me separé-. Que os vaya bien.
Ambos salieron del cuarto, a lo que yo me dispuse a seguirles con cuidado. La verdad era que, cuando se iban a trabajar, era un momento que ansiaba mucho. No porque quisiera la casa para mí solo, sino por un pequeño momento. Ambos tomaron sus cosas del salón y yo les vi desde detrás de una pared. Cuando se dispusieron a salir, mi madre abrió la puerta rápidamente y ambos salieron. Y justo entonces llegó ese pequeño momento en el que puedo ver y a veces sentir la luz del sol. Es cálida y agradable, me hace sentir tranquilo el saber que aún sigue ahí.
Es solo un pequeño instante, ya que mis padres siempre cierran la puerta rápidamente para que yo no salga. De todas formas, ni sé cómo hacerlo, ya que no sé de ninguna copia de las llaves. Cuando me quedé solo en casa, solté un suspiro. No sé por qué no quieren que vaya fuera. Hace años les pregunté y ellos solo me respondieron: "El mundo de afuera es muy peligroso. Tú no podrías salir, ya que te podría pasar algo malo. Así que, por favor, haznos caso y quédate en casa, ¿vale?".
Uno cuando es un niño pequeño se lo cree. Después de todo, ¿cómo no van a tener razón tus padres, las personas que más quieres? Pero poco a poco, mientras crecía, empecé a cuestionármelo cada vez más. Al principio, mantenía mis dudas para mí solo, pero hubo un momento hace dos años que no pude más y pregunté, pero ellos me mintieron. Ahora lo sé: no me están contando toda la verdad. Y siempre que pregunto, todo termina con un "Solo haznos caso, por favor. Quédate en casa" de mi madre. No sé como lo logra, pero su mirada siempre logra que me arrepienta de preguntar y termine por dejarlo de lado.
Antes de quedarme quieto en el salón como un gilipollas, decidí que es el momento de darme una buena ducha. Fui al baño y, como casi nunca tengo una prenda encima, me detuve a mirarme en el espejo. Sonreí y admiré con cierto orgullo un cuerpo esbelto y con músculo. Lo cierto es que no había ninguna cosa que me desagrade de mí: mi nombre, Ethan, era bastante bonito; mi cuerpo tenía un hermoso pelaje de color blanco y tengo un pelo largo y fino que suelo recoger en una coleta; mis músculos se debían a que solía hacer ejercicio en mi cuarto, cosa que disfrutaba; y mis ojos azules solo mejoraban el conjunto. ¿Podía considerarse aquello como egocéntrico o amor propio?
Mi respuesta a esa pregunta se quedó en el aire, ya que me detuve en una parte de mi cuerpo que siempre me resultó una gran incógnita. Al mirar hacia abajo, vi mi miembro metido dentro de su funda, pero eso no era todo. Si iba más hacia abajo, encontraba una rendija que resultaba ser una vagina. Era algo que mis padres me contaron: que la gente suele tener una vagina y un pene, y que el género se diferenciaba por la presencia de senos o no. Sin embargo, ellos me explicaron que eran "especiales" y solo tenían un miembro. Quizá esa era una de las cosas que me hacía admirarlos aún, esa cosa especial que tenían. De hecho, recordaba cuando nos duchábamos mi padre y yo que él tenía además un saco de piel colgante, lo cual siempre me hacía gracia.
Tras sonreír, me metí en la ducha y disfruté de limpiar mi cuerpo. Tras esto, me sequé y me fui a desayunar. Como siempre, mis padres habían hecho una tarta, la cual yo me comí muy feliz. Pasé gran parte del día configurando y probando la nueva tableta. Después de terminar de configurarla y hacer un pequeño dibujo de prueba, comí la comida que estaba en la nevera y me puse a jugar los nuevos videojuegos. El calor que hacía ese día era tal que era imposible tratar de hacer ejercicio. Mientras jugaba tranquilamente, estaba pensativo. Aún seguía pensando en el exterior. No me quitaba la imagen de la cabeza de cómo sería aquel sitio misterioso para mí: gran variedad de edificios, diferentes colores, luces hermosas que se encienden en la noche, olores de muchos tipos, gente en la calle... Siempre soñaba con salir de mi casa por fin, conocer gente e ir a muchos lugares. Para mi mala suerte, solo tenía esa visión en un dibujo que hice.
Paré la partida y miré hacia mi ventana cerrada. La imagino completamente abierta, dejando pasar una agradable corriente de aire y una agradable luz del sol. Lo tenía claro: aquel día iba a convencer a mis padres sí o sí y no me detendría hasta lograrlo. Por supuesto, aún quedaba tiempo hasta que mis padres vinieran, por lo que con los ánimos mejorados continúe jugando.
Siendo ya las ocho y media, escuché a gente en la puerta. Pero, como ya venía siendo habitual y que ocurría de vez en cuando, mis padres no estaban solos. Había tres voces más que reclamaban por respuestas, pero mis padres siempre las ignoraban. Y ese día no fue menos, ya que inmediatamente entraron y cerraron la puerta. Admitía que, la primera vez que escuché eso, me aterró pensar que mis padres tenían razón sobre el mundo exterior. Sin embargo, eso solo llamaba más mi curiosidad. Mis padres se veían agotados y derrotados, cosa que parecía ser costumbre desde que esas voces empezaron a sonar hace unos años. Para animarlos y estuvieran de mejor humor, les propuse que yo preparase la cena. La comida siempre sirve para calmar y alegrar el corazón, era de tontos no usarla a mi favor.
La idea funcionó: ambos sonrieron bastante y lo agradecieron. También agradecieron que, por una vez, hubiera tenido la decencia de ponerme ropa, aunque por supuesto aquello era para favorecer su opinión. Una vez las pizzas estaban hechas, la mesa puesta y ambos más tranquilos, decidí que era el momento.
-Oye, papá, mamá, hay algo más que quería pediros por mi cumpleaños- ambos me miraron curiosos, a lo que yo sonreí-. ¿Podría ser posible?
-Depende de lo que sea eso que quieres, hijo- respondió mi padre, dando un bocado a su trozo de pizza.
-Buff... A ver...- respiré hondo para calmar mis nervios y, con algo de decisión, hablé-: Mañana voy a salir.
La pregunta fue directa. Sin rodeos. No me gustaba la idea de perder el tiempo cuando el tema era de vital importancia. Dudar es fracasar, como decía uno de los personajes de mi videojuego más reciente. Como era de esperar, mis padres pusieron una cara de sorpresa, mezclada con nervios y algo de lo que parecía ser miedo. Era de esperar. Mi madre fue la que me respondió, tratando de parecer calmada.
-Hijo, ¿a qué viene e-eso?
-Llevo aquí metido desde que nací- expliqué con calma-. No me disteis una explicación razonable y llevamos un tiempo en el que todo termina cuando tú, mamá, pones una cara de pena y me pides que haga caso.
-Hijo, ya te dimos el por qué- mi padre parecía tener los nervios más controlados que mi madre y me sonreía tratando de parecer inocente-. Es un sitio peligroso, sobre todo para ti.
-Uff...- solté un gran suspiro y mostré una cara seria-. De acuerdo, ¿así jugáremos? Pues entonces explicarme como no es peligroso para vosotros, que salís todos los días y a veces se escucha a otra gente afuera de la casa. Que esa es otra, ¿se puede saber que coño pasa con los que os vienen con amenazas a la puerta?
-Hijo, en serio, creo que deberíamos dejarlo- dijo mi madre, también sonriendo-. Y por favor, cuida lo que dices.
-¡¿Dejarlo?! ¡Ni de puta broma! ¡No sé por qué estoy aquí desde hace 18 años y estoy jodidamente cansado de parecer Gatunzel!- exclamé molesto, harto de tanta esquiva.
-¡Esa no es forma de hablar a tus padres!- exclamó mi padre, empezando a enfadarse.
-¡¿Tanto es pedir un poco de libertad?!- dije enojado.
-¡Sí! ¡Sobre todo si tu vida está en juego!- exclamó mi padre de vuelta.
-¡Pues os estoy pidiendo una puta explicación!- exclamé de vuelta. No podía echarme atrás, no ahora.
-¡Somos tus padres, y si te decimos que no vas a salir, no saldrás!- exclamó mi padre.
-¡Pues entonces quizás debería escaparme de esta puta cárcel!
Tras decir aquello, no vi venir una mano abierta hacia mi mejilla. Un sonido seco resonó por el salón, callando todas las palabras que habíamos estado diciendo. Mi mejilla ardía y mi padre estaba jadeando después de abofetearme. Mi madre había empezado a sollozar al presenciar aquello. Mi padre nunca había tenido que levantar una mano hacia mí, incluso cuando me molestaba con ellos. Yo nunca había recibido tal bofetada de enfado. Miré fijo a mi padre, quien tenía lágrimas en sus ojos.
-N-No... ¿Qué hice?- se preguntaba a sí mismo, mirando su mano y después a mí-. Hijo, y-yo...
-Calla- le dije, con mis orejas gachas y evitando llorar delante de él-. Solo... dejadme tranquilo. Tened por seguro que no me escaparé, pero... ojalá lo hiciera.
Me fui hasta mi cuarto, quitándome todas las prendas que me había puesto para nada. "Estupendo" pensé "No podía haber salido peor". Me puse a pensar durante un rato, sin saber que hacer ahora. Mi padre me había dado una bofetada. Había llegado a ese extremo con tal de convencerme de no salir de casa. Yo ya no quería salir por curiosidad, sino por respuestas. Bueno, algo de curiosidad aún tenía, pero mi lado de querer respuestas aún estaba presente. Escuché como mis padres abrieron la puerta de su cuarto y después la cerraron.
Decidí que no había mejor respuesta que las que ellos me ocultaban, así que me levanté, abrí con cuidado la puerta y me puse a escuchar en la de mis padres. En un principio, no estaban hablando nada, pero por fin mi madre fue la que habló.
-¿T-Tú crees qué ha desistido?- preguntó mi madre, nerviosa. Mi padre no respondió-. C-Cariño...
-¿Qué coño estamos haciendo?- preguntó mi padre-. Supuestamente debo hacer lo mejor para él y acabo de meterle una hostia con la mano abierta. Menudo padre soy.
-No digas eso- le respondió mi madre-. Es cierto que... te has pasado, pero Ethan también se ha pasado de la raya.
-Pero con motivos- suspiró mi padre-. Desde que supimos que es un lobo blanco, hemos estado ocultándole y haciendo ver que todo estaba bien. No han parado de perseguirnos y, si no hacemos algo pronto, perderemos tanto a nuestro hijo como nuestra vida.
-Estamos tan cerca... solo queda 1 año más- respondió mi madre. ¿Un año para qué?
-¿Sabes qué si seguimos por este camino puede que acabemos peor?- preguntó mi padre-. Ya sabes cómo está el mundo.
-Prefiero ser egoísta con el mundo que hacer que mi hijo cargue con una responsabilidad tan grande como las que tienen los lobos blancos- respondió mi madre, decidida.
-Je... Por eso te amo- mi padre pareció sonreír-. Me das fuerzas para continuar.
-Es lo que necesitamos ahora mismo- mi madre también sonrió.
-Pásame las pastillas, anda, que ya sabes que sino yo tampoco duermo.
¿Perseguirles? ¿Un año? ¿Lobo blanco? ¿Qué pasaba con el color de mi pelaje? ¿O era algo más que eso? ¿Qué carga tienen los lobos blancos? ¿Qué me faltaba por ver? Necesitaba respuestas y solo había obtenido más preguntas. No puedo esperar hasta después de un año, ya dijeron que les pasaría algo si lo hacían. Habían dicho que se iban a tomar unas pastillas para dormir, así que no había mejor oportunidad para obtener respuestas. Pero primero necesitaba un disfraz o alguna manera de ocultarme.
Recordé que mi madre tenía un tinte de pelaje temporal, de esos de usar y que se quedaba hasta que se lavase. Fui hasta el baño y tomé el bote. Era de color negro, lo cual me parecía perfecto. Fui hasta mi cuarto y preparé un pantalón corto y una camiseta de manga corta. La ropa interior ya la tenía puesta. Todo aquello me haría el apaño para ese momento.
Primero, esperé por una hora para asegurarme que las pastillas les harían estar lo más dormidos que pudieran. Entré a su cuarto e hice una comprobación dando una palmada. No se despertaron. Un conjunto de palmadas más me indicó que estaban dormidos hasta decir basta. Empecé a buscar las llaves de la casa por la mesilla de noche de mi padre y, por supuesto, estaban ahí. Salí del cuarto y me dispuse a usar el tinte del pelo. No me teñí todo el cuerpo, solo las partes que iban a estar expuestas al resto de personas. Aunque mi pelo lo dejé tal cual.
Una vez hice esto, me vestí y fui hasta la puerta. En verdad estaba haciendo esto. Pensé que hacerlo sería más difícil, pero me equivoqué por completo. Solo hizo falta romper las reglas y espiar a mis padres, robarles la llave y estar listo para salir. Tomé una bocanada de aire y usé las llaves para abrir la puerta. Antes de abrirla por completo, me giré en dirección al pasillo donde estaban nuestros cuartos.
-Perdonadme, pero necesito saber más- dije, pensando en mis padres.
Abrí la puerta y salí. La imagen que vi me dejó sin palabras. La zona en la que nos encontrábamos era una zona de casas residenciales junto con algunos edificios de 3 o 4 plantas. Parecía ser una zona residencial la mar de tranquila, ya que no había nadie andando por allí a esas horas. No podía ver si había algún edificio más grande a estos, pero por el momento, me hacía feliz estar fuera. Las estrellas no se veían demasiado por culpa de las farolas, pero la verdad es que podía verles un cierto encanto.
Decidí que ahí parado no iba a resolver ninguna duda, así que, con paso decidido, empecé a caminar por las tranquilas calles de esa zona residencial. O esa era mi intención, ya que a los poco minutos de salir de mi casa alguien me tocó el hombro por detrás. Al girarme, vi a unos policías trajeados. Un perro hembra y otro macho, de razas que no podía determinar. La verdad es que me imponían, y eso que yo era un chico alto y con músculo. Detrás de ellos había un coche de policía, donde dentro parecía haber otro hombre uniformado. La mujer me saludó con amabilidad.
-Buenas noches, joven- saludó la hembra.
-Buenas... noches- saludé, lo más tranquilo posible.
-Disculpa que te entretengamos- el macho hablo de nuevo-. Pero te hemos visto salir de casa de Romina Núñez y Tobías Túnez y nos ayudaría que colaborarás con nosotros.
¿Mis padres estaban siendo perseguidos por la policía? Dijeron que su castigo iba a ser grave por encerrarme un año más. ¿Qué crímenes habían cometido? Sin embargo, yo necesitaba respuestas, así que los policías podrían ayudarme a ello. No debía dejarme engañar por su juego de personas amables, pero poco podía saber yo de leer a la gente. No me iba a rendir tan fácil y sin intentarlo, claro está.
-¿Han hecho algo malo mis padres?- pregunté, fingiendo preocupación.
-¡No, no!- exclamó la mujer, tratando de calmarme.
-Bueno, no lo sabemos- habló el perro macho.
-¡Sebas!- exclamó la hembra cánido.
-Espere- eso llamó mi atención-. ¿Me están diciendo que quieren preguntarme sobre mis padres, pero no saben que han hecho?
-Uff, perdona- suspiró la mujer-. En realidad, es todo información clasificada, lo sentimos. No podemos desvelarte nada si tú no nos acompañas.
-¿Estoy obligado a ello?- pregunté.
-Bueno, tú has dicho que son tus padres, pero también puedes estar mintiendo- el perro macho respondió de vuelta. Mierda, se nota que no soy tan bueno en tener rostro inamovible-. Además, ellos son conocidos a nivel nacional, así que puedes meterte en graves problemas si no cooperas.
-Sebas, ¿qué parte de que hay que tener tacto no entiendes?- preguntó la mujer.
-Sabes tan bien como yo que podría estar mintiendo- le respondió el hombre-. ¿Y si le han contratado para fingir ser su hijo?
-¿Pero y si en verdad es su hijo?- preguntó la mujer-. Quizá necesite ayuda y tú no estás haciendo el esfuerzo de tener una cara amable.
-Escuchen- suspiré, tratando de volver a llamar su atención-. ¿No pueden siquiera darme una ligera información, aunque sea?
-Si te decimos algo, ¿vendrás con nosotros?- preguntó el perro hembra.
-¿Supongo?- respondí dudoso. Estaba metiendo en terreno peligroso, pero necesitaba respuestas. Solo no debía volver a flaquear con ellos.
-Genial- sonrió la mujer-. Pues súbete al coche en la parte de detrás y te iremos contando.
Asentí y fui con ellos hasta el coche. Estaba nervioso por todo lo que fuera a pasar, pero necesitaba respuestas. Quizá, si no hablaba de más, podría obtenerlas y volver a mi casa sin problemas algunos. Dentro del coche, en la parte de atrás, me encontré con el otro policía. Era un canguro macho con un rostro serio. ¿Sería el superior?
-Uh, así que has accedido a venir- el canguro macho dijo. Yo asentí nervioso y él sonrió levemente-. Haces lo correcto, chico.
-G-Gracias- agradecí con nervios.
-Lo sentimos, jefe- se disculpó la hembra-. Hemos accedido a contarle algo de información de que pasa con los sospechosos para motivarle a venir.
-No pasa nada- el male canguro negó con su cabeza-. Yo creo que el joven es su hijo, no ha entrado nadie más en esa casa a parte de ellos, según los otros equipos.
-Bueno, esperemos a ver que dicen las pruebas- dijo el perro macho. Parecía ser el más precavido.
-¿Qué es lo que quieres que te contemos?- preguntó el hombre.
-¿Por qué... se les busca a mis padres?- pregunté.
-Por maltrato de menores- respondió la mujer, arrancando el coche.
-¿Es... porque me mantuvieron encerrado?- pregunté, ahora curioso.
-En pocas palabras, sí- explicó el canguro macho-. Se tenía constancia de que Romina estaba embarazada y que iba a parir en su casa, según como deseaba ella. Sin embargo, cuando llegaron unos enfermeros cuando se suponía que ya había parido, dijeron cosas como que el bebé había muerto y ya se estaban ocupando del asunto, pero la verdad es que los servicios mortuorios no reportaron nada de ningún bebé fallecido en el parto. Así que había dos opciones: o ellos aún tenían el cadáver, no sabíamos bien por qué, o el bebé estaba vivo.
-Las fuerzas de seguridad y muchas organizaciones de protección de menores llevan mucho tiempo detrás de ambos padres- explicó el can macho-, pero lo cierto era que, legalmente, su palabra iba a misa. Y como no había pruebas como el cadáver del bebé, el chico en sí o pruebas de maltrato no se podía hacer nada.
-Así que queréis que os diga si mis padres me han maltratado- supuse yo, algo nervioso.
-A grandes rasgos- la mujer sonrió.
Esperé pacientemente a que llegáramos a comisaría. Nunca había estado en una, o mejor dicho, no había estado en ningún lugar de la ciudad además de mi casa. El edificio era sobrio y carente de detalles, solo había un gran cartel que indicaba que era una comisaría. Dentro del edificio había varios policías atendiendo a otras personas, además de algunos saliendo y entrando del lugar, seguramente, por emergencias. Pero en general parecía ser muy tranquilo aquel día. Yo empecé a mirar por el lugar y me di cuenta de que había un lobo que me estaba mirando fijamente. De pelaje de colores marrones y con escalas de grises, sus ojos ámbar se posaron en mí. Estaba apoyado en una pared, con una bolsa en sus manos. Antes de que la cosa se pusiera más incómoda, decidí apartar la vista.
Los policías me llevaron por el lugar, saludando de vez en cuando a varios compañeros. Llegamos a una sala bastante vacía, con un único espejo en ella y una mesa con cuatro sillas. Los policías me indicaron que mee sentase, cosa que hice de inmediato. Los agentes se marcharon de la sala por un rato, no sin antes retirarme un pelo y saliva con un bastoncillo para hacer "pruebas". El canguro macho y el perro hembra entraron y se sentaron en frente de mí tras regresar.
-Muy bien... Empecemos por tu nombre- la mujer había sacado un bloc de notas y un bolígrafo.
-Ethan Túnez Núñez- respondí.
-¿Qué edad tienes?- preguntó de nuevo.
-18.
-Recién llegado a la mayoría de edad- asintió el canguro-. ¿Hermanos o hermanas?
-Ni uno, señor- respondí con educación.
-De acuerdo- asintió la hembra-. Muy bien, Ethan, empecemos por lo que sabes de tus padres. ¿En qué trabajan?
-Uh... No lo sé, señora- respondí, rascando mi cabeza-. Nunca me lo contaron.
La mujer apuntó durante más rato. Parecía ser que me iban a analizar muy a fondo, cosa que no sabía si debía preocuparme o no. El canguro macho preguntó.
-¿Sabes sus edades?
-Mi madre tiene 46 y mi padre 48- eso era algo que por lo menos podía responder.
-¿Podrías darnos un perfil psicológico?- preguntó el perro hembra. Eso me pilló con la guardia baja.
-¿Perfil... psicológico?- pregunté confuso.
-Ya sabes, como son ellos en cuanto a su personalidad- me explicó el agente.
-Pues... Déjeme pensar- me quedé pensando por un momento, recordando a mis padres. Una vez estuve seguro, respondí-: Mi madre es una persona muy dulce y amable. Me enseñó matemáticas, biología, literatura, geología... ¡Sabe enseñar muy bien! Aunque no me gusta que suela usar la táctica de su cara de pena para tratar de ganar la razón. Siempre lo logra con papá y conmigo, aunque alguna vez mi padre ha podido sobreponerse. Sobre mi padre debo decir que es muy divertido, aunque tiene sus momentos de ser muy estricto. Cocina super bien, aunque no suele hacer cuando va a trabajar.
Tras decir lo que me parecía una descripción decente, me di cuenta de que los policías me miraron sorprendidos. El perro hembra siguió apuntando por un par de minutos mientras el canguro macho decidió seguir con la conversación.
-Muy interesante, Ethan- asintió el canguro-. Por lo que dices, ellos te han cuidado muy bien.
-No es por presumir- elevé un brazo y lo flexioné ligeramente-, pero debo decir que sé cuidarme. No soy un mazacote, pero me gusta mi cuerpo como está.
-Mmm... Pasemos a preguntas más específicas- la hembra había terminado de escribir-: ¿Cómo ha sido tu estancia estando encerrado?
-Pues... Fue bien, supongo- suspiré-. Aunque siempre tuve ganas de salir de casa.
-¿Cómo es que saliste hoy al fin?- siguió preguntando la cánida.
-Espié una conversación suya y... descubrí que toman medicamentos para poder dormir- expliqué yo-. Así que aproveché eso para poder salir al fin.
-¿Sabes... por qué motivo te encerraron dentro de casa?- preguntó el canguro macho, lo cual me hizo tensarme un poco.
Las palabras de mi madre resonaron en mi cabeza. "Lobos blancos". ¿Qué tenía de especial mi pelaje para que tuvieran que ocultarme? ¿O no solo era el pelaje? ¿Qué me diferenciaba de los lobos normales? Sea lo que fuese, era por lo que me ocultaron del mundo. Necesitaba respuestas, pero estar con agentes de la ley y decir que lo que veían era un pelaje teñido quizá me traería problemas. ¿Ser un lobo blanco era bueno o malo? Aún no tenía información suficiente en ese momento, así que era normal estar nervioso.
-¿Ethan?- preguntó el hombre, llamando mi atención. Debía responder algo, al menos para poder pensar mejor que responder.
-P-Pues... No sé... Creo que tengo ideas sueltas, pero... necesito un momento a solas para pensarlo- dije finalmente, esperando que sirviera para ganar tiempo.
-Oh, por supuesto- asintió el canguro macho-. Te podemos dejar un par de minutos a solas, si te sirve.
-Lo agradezco- sonreí, más porque mis palabras tuvieran efecto que por educación a su gesto.
Los dos policías se levantaron y salieron por el cuarto, dejándome al fin solo. Yo suspiré un poco más relajado, pero me tocaba pensar en los dos siguientes minutos qué excusa podría poner para poder liberarme y que todo pudiera salir bien. Sin embargo, cuanto más pensaba, menos pensaba que pudiera salir bien nada. Ya había salido y no estaba dando explicación alguna de porque me habían encerrado mis padres. Y si la diera, eso podría ser clave a la hora de saber si metían a mis padres a la cárcel o no. Mis dos codos estaban apoyados en la mesa con mis dos manos sosteniendo mi cabeza mientras pensaba qué decir cuando la puerta se abrió.
Eso me asustó. Debía pensar una respuesta ahora o podría condenar a mis padres. Aunque puede que salir ese día, cuando los policías habían seguido a mis padres hasta casa, no fue la mejor idea. Miré hacia la puerta y me sorprendí, al mismo tiempo que me relajé. No eran las policías, sino el lobo que vi antes. Este me sonreía comprensivo.
-Eres el que vi antes- dije, sorprendido-. ¿Dónde... están los otros policías?
-Si te soy honesto les he pedido a ellos y al jefe de comisaría, que están observando de este cristal, que me dejen pasar- sacó la lengua el lobo.
-¿C-Cristal?- pregunté, algo asustado, observando lo que consideraba un espejo-. ¿Me están... observando?
-Bueno, sí- el lobo macho se encogió de hombros-. Pero tranquilo, de momento no tienes problemas.
-¿Y qué haces tú aquí?- pregunté, nervioso-. ¿Cómo es que te dejaron entrar?
-Pues resulta que el jefe de comisaría es mi padre- el chico sacó la lengua-. Y bueno, le di seguridad de que mi hipótesis es correcta.
-Mmm- estaba desconfiado de aquel cánido, ya que parecía ser de los inteligentes.
El lobo macho se acercó a la mesa y se puso a mi lado, sentándose en la silla y girándose para mirarme. Yo, para no tener que girar la cabeza, también me giré y me quedé frente a él. No tardó en extender su mano.
-Soy Joel- sonrió el chico-. Un gusto conocerte, Ethan.
Confuso y aún algo desconfiado, extendí mi mano y tomé la suya, dándole un apretón de manos.
-Bueno, me han dicho que no sabes por qué te encerraron en casa tus padres- empezó Joel.
-Yo... Sí- respondí, inseguro.
-Bueno, yo veo algo... raro- comentó Joel, alzando su mano y tomando mi mejilla-. Tú pelaje... no es blanco y negro, es completamente blanco, ¿verdad?
Eso hizo que me recorriera un escalofrío por la espalda. Mi cuerpo se tensó al ver que ese lobo macho que me había visto por apenas minutos había desvelado el verdadero color de mi pelaje. En verdad era un cánido listo. Estaba temeroso por lo que iba a pasar, incluso sentí que estaba al borde del llanto. Sin embargo, Joel se acercó y me abrazó, haciendo que me sorprendiera. No lo entendía. ¿Primero sabía lo que ocultaba y después me abrazaba?
-Tranquilo, ¿vale?- me susurró en la oreja Joel-. Todo está bien. No tienes que preocuparte.
-¿S-Seguro?- pregunté, con algo de miedo.
-Sí, no te pasará nada- tras decir eso, alcé mis manos lentamente para corresponder su abrazo-. Mucho mejor, sí.
-¿Puedo... ser honesto?- pregunté, sintiendo más seguridad de la que nunca sentí con ese cánido.
-Claro.
-Yo... Cuando espié a mis padres, dijeron algo acerca del "destino de los lobos blancos", pero no lo entendía- conté yo. Joel se volvió a sentar frente a frente-. Yo no sabía que tenía de especial, pero no quería correr riesgos, así que tomé un tinte de pelaje provisional que mi madre compró hace tiempo y me lo teñí.
-Comprendo- asintió Joel.
-¿Tú... podrías explicarme que tengo de especial?- pregunté, algo nervioso.
-Tienes suerte- Joel guiñó el ojo-. Estás ante un biólogo que está en camino de ser un experto en genes. Solo un añito me queda de mis estudios de postgrado, ¿sabes?
-Por eso eres tan inteligente- reí con suavidad.
-Nah, exageras- Joel rascó su cabeza, pero sin perder su sonrisa.
-No, es verdad- asentí con una sonrisa-. Eres muy inteligente, me has descubierto sin siquiera despeinarte.
-La próxima vez, deberías teñir lo más profundo que puedas de tu pelaje- sonrió el lobo macho-. Sobre todo en tu cara.
-¿Los policías... siguen viéndonos?- pregunté, mirando el cristal trampa.
-Claro, ten en cuenta que tus padres están bajo investigación- me explicó Joel-. Pero no te preocupes, estoy seguro que después de esto tus padres no tendrán una condena dura.
-Bueno... Dejando eso de lado, ¿qué soy?- pregunté finalmente-. ¿Qué somos los lobos blancos?
-La respuesta más sencilla es que solo debes mirarte... Bueno, la polla y la vagina- rio el chico.
-Mis... padres me dijeron que era lo normal- dije, estando claramente confuso.
-Seguramente lo hicieron para protegerte- me explicó Joel-. Lo normal es que machos tengan pene y escroto y las hembras vagina. Tú eres un hermafrodita que, para nuestra sorpresa, tiene dos aparatos reproductivos super fértiles. En otras palabras, te pueden embarazar.
-¿E-Embarazarme?- pregunté, nervioso.
-Ajá- asintió Yoel.
-¿Por eso mis padres me protegieron?- pregunté mirando hacia mi entrepierna, que ahora cobraba un sentido diferente.
-No exactamente- Joel rascó su mejilla. No me respondió de inmediato-. Los lobos blancos, pese a ser fértiles, tenéis... ciertas desventajas.
-¿Qué desventajas?- pregunté, ahora más nervioso.
-La primera de todas es que tu sistema reproductor perderá su fertilidad al cabo de un año de cumplir tus 18 si no te embarazan- explicó Ethan.
-¡Ahora lo entiendo!- exclamé sorprendido-. Por eso... Por eso mis padres dijeron mientras les espiaba que solo faltaba un año más... Querían que perdiera la fertilidad para que no me pasara nada.
-Sí, aunque hay más- suspiró Joel-. Hay una segunda regla también relacionada con tu biología, y esa es que, para que tu fertilidad sea permanente y tus óvulos sigan siendo fértiles, necesitas hacer uso de tu vagina. Mejor dicho, debes quedarte embarazado unas cuantas veces. Varía de lobo blanco a lobo blanco, pero usualmente son 4 o 5, tu flujo vaginal lo indicará. Si es usado, tu útero y ovarios tendrán memoria y harán que tu fertilidad dure hasta los 50, cuando una menopausia femenina empieza.
-Eso... suena jodido- pensé.
-La cosa es que no sería tan... malo, si no fuera por un pequeño detalle- suspiró Joel. Estaba claro que le estaba costando llegar al punto verdaderamente malo.
-¿Qué es lo malo?- pregunté con algo de miedo.
-Hace... tiempo, cuando el primer lobo blanco apareció hará unos 300 años- empezó a narrar el lobo macho-, supieron lo especial que era tras su primer embarazo. No te voy a mentir, el primer lobo blanco no lo tuvo fácil y descubrió eso por mala suerte del destino. Nacer en una familia pobre y dedicarse a la prostitución fue un cóctel de malas condiciones. Sin embargo, cuando se descubrió su embarazo, la comunidad científica quedó impresionada. Pasaron 200 años hasta que se determinaron todas estas normas que te expliqué y algunas de las cualidades de los lobos blancos. Gracias a eso, se creó la Ley del Lobo Blanco.
-¿Ley del Lobo Blanco?- pregunté curioso.
-Era una ley en la que los lobos blancos tuvieron dos cometidos- explicó Joel-: El primero era aumentar la población de aquellos tiempos, cosa que funcionó bastante bien. No tardaron más que 50 años en aumentar la población muchísimo, aunque es cierto que los primeros lobos blancos sufrieron mucho, ya que algunos se llegaron a embarazar más de 30 veces en su vida. Y claro, ya te dije lo fértiles que sois, muchos podéis parir hasta 5 bebés.
-Pero... Se detuvo eso, ¿no?- pregunté con miedo. Joel dio un asentimiento, lo cual me dejó más tranquilo-. Buff, eso es bueno.
Sin embargo, Joel bajó su cabeza y su rostro se mostró sombrío. Aquello hizo que me preocupara. Él dijo que había dos cometidos de los lobos blancos. ¿El segundo no era que, si se alcanzaba una población suficiente, se detendría todo eso de ser fábricas de hacer bebés? Aquello me hizo preocuparme nuevamente.
-¿Cuál... era el segundo cometido?- pregunté finalmente. Joel levantó su cabeza. Estaba triste.
-Es... uno que me temo que tendrás que cumplir con la situación actual del mundo- suspiró Joel-. ¿Cuánto sabes de historia hasta la actualidad?
-Pues... del mundo actual solo sé que estamos en 2020 y que todo está bien. O eso me explicó mi madre cuando me explicó historia- dije, viendo con pánico como Joel cambiaba su cara a una de sorpresa.
-E-Ethan- Joel parecía que no quería hablar. Quizá él estaba sucumbiendo ante la presión que era contarme todo aquello-. A-Ahora... estamos en el año 2072.
-¿T-Tanta diferencia?- comenté sorprendido.
-Ethan, el segundo cometido... Es que debes volver a embarazarte si hay crisis demográfica- confesó finalmente Joel, apartando su mirada y cerrando sus ojos-. Lo siento, lo siento mucho.
-Joel...
El lobo macho parecía no poder hablar más, estaba apretando sus dientes. Estaba seguro: sentía rabia e impotencia. ¿Por qué me tenía tanto apego? Acababa de conocerme y ya sentía pena por mi destino. Había tantas dudas en mi cabeza. ¿Qué había pasado en el mundo en este lapso de 50 años? ¿Qué será de mis padres? Y lo que más me intrigaba: ¿qué será de mí?
Sin embargo, supe que debía hacer algo ahora. Joel aún parecía sentirse mal, así que esta vez, más confiado, me levanté, me puse por detrás suya de su silla y le abracé por la espalda, posando mi cabeza encima de su hombro. El lobo macho se sorprendió al verme abrazarle, pero poco tardó en abrazarse a mis manos.
-Gracias- le agradecí.
-¿Por qué?
-Porque ahora sé la verdad- dije desde el fondo de mi corazón-. Es... duro, pero lo prefiero así.
-Es todo culpa de la Orden- espetó con rabia Joel.
-¿La Orden?
-Sí, la Orden de Judas- una nueva voz se unió a la conversación.
Tras la puerta apareció otro lobo macho, el que supuse que era el padre de Joel y jefe de la comisaría, junto a los otros dos policías que me estaban interrogando antes. Pero mi atención se centró en aquella "Orden de Judas".
-¿Qué es la Orden de Judas?- pregunté intrigado.
-Más bien deberías decir era, el último miembro murió hace años ya- comentó el jefe-. Al principio, nadie los tomaba en serio, pero fue un error que nos puteó. Asesinatos, tiroteos, robos, manifestaciones violentas, vandalismo... Todo era válido para la Orden, que buscaban "purificar el mundo". Para mala suerte de los lobos blancos, la Orden los puso en su punto de mira al considerarlos impuros.
-Pero no acabó allí- suspiró la mujer cánida-. Robaron un arma bioquímica con la que contaminaron el agua de muchas poblaciones que reduzco su fertilidad. No solo eso, sino que las mujeres mutaron por culpa de esta: antes podían embarazarnos con que el mismo semen se quedase en el exterior de la vagina. Ahora... digamos que necesitamos estar "calientes", por decirlo suave, para que podamos tener oportunidad de siquiera embarazarnos. Por increíble que parezca, los lobos blancos no se vieron afectados por el arma.
-Joder- no sabía que decir.
-Pero lo peor fue sin duda el Gran Desastre- comentó Joel-. Se hicieron con controles de armas nucleares y amenazaron a los gobiernos con usarlas si no cedían a sus demandas. Al final... las usaron. De 7 mil millones quedamos unos 500 millones, y por culpa de la radiación muchos murieron en los años siguientes, quedando apenas 453 millones de personas en la actualidad. El último lobo blanco antes de ti fue asesinado por los últimos resquicios de la Orden mientras se recuperaba en una zona de recuperación.
-Así que... ahora es donde entro yo- suspiré, aún asimilando que lo próximo que se venía no sería de lo mejor.
-Lo... sentimos mucho, Ethan- suspiró el canguro macho.
-¿Qué... pasará con mis padres ahora?- pregunté, preocupado.
-La buena noticia es que te han cuidado, alimentado y educado- trató de sonar amigable la mujer-. Si bien es cierto que privarte de la libertad es algo grave, no lo hicieron con malicia. Egoísmo seguro, pero no querían hacer mal. Solo querían protegerte. Así que no creo que los terminen encarcelando.
-Si me lo hubieran dicho antes...
-¿Quién dice que no hubieras tratado de hacer el bien por el resto en lugar de quedarte?- comentó Joel.
-Sí, tienes razón- suspiré. Si hubiera sabido esto, quizá hubiera sacado un lado demasiado altruista y hubiera hecho lo mismo-. ¿Qué hubiera pasado si no me hubiera escapado hoy de casa?
-Solo se pueden hacer conjeturas, además de que tampoco sabemos que pasará a continuación- el jefe de comisaría se sentó en una de las sillas-. Pero lo más seguro es que el presidente Rufus se hubiera visto obligado a firmar una ley para la natalidad, en el cual muchas mujeres tendrían que quedarse embarazadas y muchos machos tendrían que fecundarlas. Por supuesto, a los que son LGBT no les gusta esa idea.
-¡Obvio que no!- exclamó Joel-. Es obligar a otras personas a follar, aunque no le guste la otra persona.
-Tranquilo, hijo, solo son conjeturas- le tranquilizó su padre.
-Lo sé, pero no evita que me de rabia- suspiró el lobo joven.
-Mmm... ¿LGBT?- pregunté confuso.
-Oh... Tiene sentido que no lo sepas- asintió Joel-. Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales. Esas son las siglas. Los que pertenecemos a ella estamos fuera de esta clásica pareja cis heterosexual, por así decirlo. Yo, por ejemplo, soy bisexual, y es que me gusta tanto mi mismo género como otros.
-Creo que lo entiendo- asentí tras la explicación.
-Y por supuesto, como habrías perdido tu fertilidad, tus padres a lo mejor hubieran tenido una pena mayor- recalcó el canguro macho.
-¿Y bien, Ethan?- preguntó Joel, girando su cabeza hacia arriba para mirarme a los ojos-. ¿Qué piensas hacer?
-Pues... Está claro que no puedo esconderme más- respondí, algo inseguro-. Me da algo de pánico todo esto de los embarazos y todo eso, pero no sé ni que va a pasar ahora. No me arrepiento de haber salido a buscar respuestas, pero creo que lo que necesito ahora es... descansar.
-Llamaremos a tus padres, entonces- asintió el padre de Joel, con una sonrisa comprensiva-. Y no te preocupes, no los encarcelaremos. Estoy seguro de que quieres hablar con ellos ahora.
-Sí, la verdad es que sí- asentí yo.
-Joel, ¿por qué no le haces compañía aquí mientras espera por sus padres?- le sugirió el padre de Joel a su hijo.
-Por supuesto- asintió Joel, meciendo suavemente su cola.
Los tres policías dejaron la sala de interrogatorio, dejándonos de nuevo a Joel y a mí solos. Me di cuenta de que aún tenía mis brazos alrededor de su cuello, quedando abrazado a él por la situación de antes. Decidí quitarme de encima suyo y sentarme nuevamente en frente suya, como estábamos antes. Ahora tenía preguntas, pero eran acerca del lobo macho que estaba delante de mí.
-¿Cómo es qué estabas aquí el día de hoy?- pregunté curioso.
-Hago prácticas de genética aquí- rio Joel-. Y bueno, en más sitios, pero este es uno de ellos.
-Antes dijiste que estabas a un año de ser un experto en genes- mencioné-. Un genetista, si no me equivoco de palabra.
-No, estás en lo cierto- asintió Joel-. Y de hecho, mi razón para serlo era tu especie.
-¿Los... lobos blancos?- admití sorprendido.
-Siempre me causasteis mucha curiosidad, además de que pensé que, si podía traer a los lobos blancos de vuelta, podría evitar eso que dijo mi padre- admitió Joel-. Pero ahora que tengo a un lobo blanco en frente mía, creo que es algo muy cruel depender de una sola especie. Sois personas después de todo, joder, no putas máquinas de hacer bebés.
-Eres muy tierno- admití yo, haciendo sonrojar al lobo en frente mía.
-¡Q-Qué va!- exclamó él, apartando la mirada-. Lo dices por educación.
-No, es cierto- asentí yo-. Eres jodidamente tierno y muy guapo, además.
-Ay, deja de flirtear conmigo- Joel se puso las manos en la cara.
-¿Flirtear?- pregunté confuso.
-Oh... ¡Ooooh!- exclamó Joel, para después empezar a reír.
-¡Ey, no te rías!- exclamé molesto. Pensé que había preguntado una cosa normal.
-Lo siento- el lobo macho tomo aire y lo soltó-. Es que no recordé que tú no has tenido mucho contacto social.
-Mi madre me dijo que ser sincero era lo que uno debía hacer- comenté con cierto orgullo, para después suspirar-. Aunque ahora me jode que ellos me hayan mentido por tanto tiempo y me hayan dicho eso de ser sincero.
-Yo no les culparía.
-Sí, ahora lo sé.
-Bueno, básicamente lo que has hecho de llamarme guapo y tierno se llama flirtear- me explicó Joel-. Es básicamente camelar a una persona para que se sienta atraída a ti. Ya sabes, para tratar de tener una cita o simplemente un polvo de una noche.
-¿Polvo de una noche?
-Vamos a tener que trabajar algunas de tus habilidades sociales- rio ligeramente Joel.
-Eso parece- reí también.
-Oye, no sé si te parezca muy precipitado, pero... ¿podemos ser amigos?- preguntó Joel-. Y no es porque quiera embarazarte por las subvenciones ni nada.
-¿Subvenciones?- pregunté confuso.
-Aish, joder, eso no te lo hemos explicado- el lobo macho bajó sus orejas-. El caso es que, para motivar a la gente a embarazar a los lobos blancos, se ofrecen subvenciones a aquellos que lo hagan. Ya sabes, como un incentivo. Lo malo es que algunos de los padres de los bebés no se hacían cargo de ellos. Pero por eso la ley tiene una contra: el lobo blanco es el que elije al próximo padre de sus embarazos necesarios. Así este incidente no era tan común.
-Me alegra saber eso- suspiré con alivio.
-Y bueno, si lo necesitas, aquí tienes a un guardaespaldas disponible- bromeó Joel.
-¿Seguro?- pregunté, tratando de contener una risa-. Lo único que tienes es que mides... ¿unos 5 centímetros más que yo, teniendo en cuenta que mido 1,82 metros?
-¿Me estás poniendo a prueba?- preguntó desafiante el lobo macho.
-Mi padre no me ha ganado nunca en un pulso- le respondí yo.
Joel asintió, yéndose al lado contrario de la mesa y colocándose en la silla, poniendo su codo en la mesa y estando en posición para batallar. Yo sonreí e hice lo mismo, girando mi silla para enfrentarle. Agarré su mano con seguridad y le miré a los ojos.
-No vale usar el otro brazo para hacer fuerza- comenté.
-No lo haré- asintió Joel.
-Preparados, listos...- nuestras manos se apretaron, tensas ante el desafío-. ¡Ya!
El lobo trató de oponer resistencia, pero para su mala suerte yo estaba en plena forma. Ni un minuto duró su intento de ganarme y el reverso de su mano chocó sin ningún esfuerzo contra la mesa. Joel silbó impresionado, a la vez que empezó a jadear.
-De acuerdo, eres un lobo fuerte- Joel admitió su derrota.
-¡Al final yo seré tu guardaespaldas!- reí.
-La verdad es que me alegro de que seas fuerte, pero el truco está en usar las técnicas correctas para defenderte- respondió Joel.
-¿Ah, sí?- pregunté curioso.
-Mi padre se puede ofrecer a enseñarte algunas, solo por si acaso- me propuso el lobo macho.
-Estaré encantado- dije mientras meneaba mi cola-. Y quizá no mi guardaespaldas, pero aún así me gusta eso de ser amigos.
-Lo mismo digo- asintió el lobo.
Tras esta conversación, Joel se interesó en saber sobre mí. Yo le conté sobre cómo me gustaba hacer ejercicio para sentirme bien, cómo adoraba ciertas sagas de videojuegos o cómo me gustaba dibujar y diseñar personajes. Le conté un poco más sobre la casa de mis padres y sobre como era todo por dentro. Le conté como mi cuarto estaba lleno de dibujos colgados en tableros de corchos y como me habían regalado muchas cosas para mi cumpleaños. También le conté como, teniendo la casa para mí solo, me dedicaba a pasear sin ropa alguna por la casa casi todos los días. Eso le hizo reír, además me llamó tierno de vuelta, cosa que provocó que me sonrojase.
Poco después, la mujer policía abrió la puerta, interrumpiendo nuestra conversación.
-Ethan, tus padres ya llegaron- me avisó la mujer cánida.
-¿En serio? Aún no le pregunté nada a Joel sobre él- mis orejas se agacharon y mi cola paró un movimiento que había sido constante en los últimos minutos.
-No te preocupes- sonrió Joel-. Podremos quedar otro día. Te presentaré algunos amigos también. Y podremos seguir charlando y hacer alguna cosa nueva para ti.
-¡Sí, sería una pasada!- mi ánimo volvió a elevarse.
Salimos de la sala de interrogatorio y empezamos a recorrer los pasillos del lugar. Pronto llegamos a la entrada, donde mis padres estaban hablando con el jefe de comisaría. Más bien, parecía que este estaba aconsejándolos o animándolos. Me sorprendió ver sus rostros: por una parte, se sentían apenados, pero por otra parecían lo más relajados que habían estado en mucho tiempo. Y era entendible: ya no les iban a perseguir más.
Yo tomé aire y lo solté, caminando hacia ellos. Al verme, ellos se sorprendieron y corrieron para abrazarme. Me pregunté si estaban enfadados.
-Perdonad- me disculpé-. Necesitaba respuestas.
-No, deberíamos pedirte perdón nosotros- mi madre dijo-. Quizá deberíamos haberlo hecho de otra forma, pero...
-Teníais miedo- respondí comprensivo-. Yo también lo tenía hace un rato, pero...- miré a Joel y sonreí-. Hay personas buenas en el mundo.
-Sentimos... todos los problemas que hemos causado- mi padre se separó del abrazo y se dirigió al jefe de comisaría.
-No se preocupen- el padre de Joel sonrío al mío, mirando a su hijo-. Si mi hijo fuera un lobo blanco, yo también hubiera hecho algo similar.
Cuando el jefe de comisaría dijo aquellas palabras, todo el mundo de la comisaría, incluyendo los ciudadanos que venían para hacer cualquier gestión, se detuvieron y miraron hacia nosotros, en concreto hacia mí. Toda esa atención me hizo sentir algo incómodo, ya que había pasado de ser un lobo más a ser el lobo más importante en ese lugar.
-¡No os quedéis todos quietos y volver a vuestros quehaceres, joder!- exclamó el lobo macho, haciendo obra de su puesto.
-Guau, eso fue efectivo- admití yo.
-¿Necesitamos... quedarnos en comisaría?- preguntó mi madre, bajando sus orejas.
-¡No, no, es un disparate eso!- exclamó el canguro macho-. Nuestro jefe aquí presente se encargará del papeleo. Ya mañana os pediremos venir a comisaría para organizar todo lo relacionado al posible juicio, abogados... Pero ahora necesitáis descansar.
-Estoy... de acuerdo- sonrió mi padre-. Muchas gracias, de verdad.
-No hay de qué- dijo el jefe de comisaría-. Muchos ánimos.
-¡Oh, Ethan!- exclamó Joel, dándome un papel-. Mi número de teléfono. Para cuando tengas el tuyo.
-Genial- sonreí, meneando mi cola-. Muchas gracias por todo. Y nos vemos pronto.
-Eso seguro- Joel me guiñó el ojo.
Mis padres y yo agradecimos una última vez y salimos de la comisaría. Al salir del lugar, pudimos ver como algunas personas reconocieron a mis padres. O al menos, yo me di cuenta de que los reconocieron. Supongo que ellos estaban ocupados pensando que era un alivio que no me hubiera pasado nada malo. Agradecí haberme echado el tinte en el pelaje antes de salir. Una vez entré al coche, suspiré agotado antes de ponerme el cinturón.
-Cansado, ¿verdad?- preguntó mi padre con una sonrisa.
-Mucho, aunque no tanto como vosotros, eso seguro- le respondí, para después preguntar preocupado-. ¿Estáis enfadados conmigo?
-Quizá un poco- suspiró mi madre-. Pero... no podemos culparte. Debimos hacerlo mejor como padres.
-Yo creo que lo habéis hecho muy bien hasta ahora- les tranquilicé.
-Gracias por tratar de que nos pese menos la conciencia, hijo- sonrió mi madre-. Pero creo que ha sido muy jodido durante tanto tiempo.
-Ugh- mi padre ya había empezado a conducir-. ¿Qué te pasará a partir de ahora? Eso creo que es lo que más miedo nos da ahora.
Yo estaba mirando por la ventana. El cielo tenía una bonita luna llena, aunque las estrellas no eran tan visibles. Según mi madre me dijo, era porque la contaminación lumínica no dejaba ver su luz, ya que la luz de las ciudades chocaba con la atmósfera y creaba un efecto bloqueador que solo permitía pasar la luz más potente, y esa era la reflejada del sol por la luna. Aunque no se pudieran ver, aún estaban ahí. Eso me dio una respuesta clara, la cual se la di a mis padres con toda la determinación:
-Hay un futuro por delante para descubrirlo. Y voy a luchar para que sea el que yo quiero.