Capítulo 21: La vida de Bryce

Story by Mastertuki on SoFurry

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#21 of El Secreto de Tora


Carta abierta: Querido lector...

Si estás leyendo esto, es una grata sorpresa para mí que tras cuatro años aún haya gente que realmente haya esperado todo este tiempo para ver como acababa la aventura de Bryce en su laberinto espacio-tiempo de recuerdos. Ha sido muchísimo tiempo, y realmente, prometí varias veces que volvería, algo que no ocurrió nunca. Ahora, pero, puedo decir que sí, que El Secreto de Tora está para quedarse.

Hay varios motivos por los que ha pasado todo este tiempo. Lo primero que debes saber es que El Secreto de Tora se escribió siempre como parte de un hobby que, aun no se como, se convirtió en una obligación que escapó de mi control y en el que todo el mundo tenía algo que decir. Todos esperaban mucho de mí, todos querían que pasara una cosa u otra, y yo era incapaz de gestionar tantos deseos y tantos anhelos en 24 páginas.

Durante estos cuatro años, he intentado sin éxito realmente arrancar de nuevo el proyecto, pero el miedo de no conseguir contentar a la gente me podía. Ahora, quizás, asumido el miedo, he decidido volver a coger el timón para llevar la historia al final que le correspondía desde un principio. Se que habrá gente que no le gustará como irán los tiros, pero no es por querer acabarlo. No es siquiera una obligación.

Es mi hobby, mi deseo, y mi historia. Y así es como va a ser escrita.

No tiene sentido que escriba algo que no me pertenece o que no haría si, al final, no consigo sorprender a nadie. Es lo justo y lo lógico, por lo que me he esforzado todo lo posible para mantener el ritmo de antaño y seguir avanzando, tal y como la "Biblia de Tora" estuvo escrita desde el minuto cero. Habrán sorpresas, algunas agradables, otras desagradables, y se que no contentaré a todos y que habrán decisiones que no van a gustar, pero tienes que entender que si cedo a la presión de todos... Bueno, para eso creo que es mejor visitar otra web.

Sin más preámbulos, te paso el siguiente capítulo. ¡Ah! Y para no faltar la costumbre, ya sabes: El Secreto de Tora es una historia para mayores de dieciocho años furry, que incluye relaciones homosexuales antropomorficas, misterio, miedo, alucinaciones, y elefantes rosas grandes. Aun estas a tiempo de irte a google si ves que has entrado por un camino que no era. :D

Gracias.


Oriente, 22:35 7 de Noviembre 2511

Anne avanzaba a paso lento a través de la cocina que cubría parte del comedor oscuro y sin luz en el que se encontraba en aquellos tristes momentos, y no lo hacía sola. A su lado, su hermanastro le echaba una mano creando todo tipo de recetas que pudieran acompañar con sentido unas pompas funebres. Unas tristes luces amarillentas les generaban unas sombras que oscurecían toda creacción alimenticia que pasara por sus manos, algo que apenaba a la coneja que presidía la situación: Con lo bien que se le daba hacer comida rica, y aquello estaba resultando ser bastante triste.

Tampoco ayudaba el vestido que llevaba encima y que desgraciadamente tenía que hacer juego con el resto de invitados. Una gabardina negra la cubría el cuerpo por completo y un par de lazos oscuros semitransparentes rodeaban sus largas caídas orejas, como una señal de respeto a lo acontecido. Su hermano iba semejante: Traje negro, camisa interior blanca, pantalones oscuros. Ninguno de los dos llevaba calzado; en aquel mundo, ser antropomórfico implicaba no usar de ningún tipo.

Colocando los últimos canapés en el tercer plato que habían creado para la ocasión, contemplaron con un largo suspiro el alrededor: Detrás suyo se encontraba la nevera, con una mesa de marmol a la derecha que era cortada inmediatamente por una vitrocerámica. Encima de todo aquello, habían armarios blancos por doquier que almacenaban café, chocolate, y frutos secos. Siempre habían sido la comida favorita de Bryce, en cualquiera de sus dos vidas, pero habían decidido no usarlos. Por respeto al difunto.

En cuanto cogieron los platos, un trueno iluminó la cocina de luz blanca por uno segundo, viniendo a continuación el ruido del mismo. El día no podría haber sido más idóneo: Afuera llovía a caudales, por lo que los invitados se encontraban muy a gusto al saber que el entierro se realizaba dentro de la casa de Tora, concrétamente en la enorme entrada que presidía la casa de dos pisos, en el Distrito del Barrio. Definitivamente, todos se habían encargado de que aquello fuera un enorme acontecimiento: Periodistas de diferentes medios se estaban pasando para hacer fotos, preguntar, y luego largarse sin mediar palabra. A lo mucho, se encargaban de dar un poco de conversación a los que se encontraban ahí, pero Odayaka no era precisamente de respuestas largas en ese tipo de eventos, y Shinke simplemente aparecía callado, las alas cerradas en su espalda, complétamente tenso. Y a la que mencionaban el nombre clave, la palabra tabú, todos soltaban un enorme suspiro como respuesta.

Tora.

Pero era así, y ninguno de los presentes se atrevía a añadir ninguna respuesta más, por lo que Lizar, que les hacía entrar y salir, se encontraba meditanto la situación. Al día siguiente, todos los periodicos tendrían el artículo en algún lugar, y él mismo se encargaría de que, por una forma u otra, apareciera en internet para que hasta el mismo Leon se enterara de la notícia y le cayera como un jarro de agua fría, a pesar de lo cerradas y censuradas que estaban las líneas en aquel mundo. Hace 500 años, Internet mostraba signos de agotamiento y de intentos de control; ahora, lo difícil era publicar algo sin que el mismísimo rey de inglaterra lo supiera en una típica cena de navidad. La situación que hace cinco siglos vivía China, ahora se la encontraban en cualquier parte del planeta.

Y así era como, a las diez en punto, el lagarto dejó salir a la última responsable de una radio local que había intentado realizar algunas preguntas a Senko, sin conseguir ni media palabra más que lágrimas, y largarse con viento fresco. Tras aquello, cerró la puerta con llave y se aseguró, a través del cristal, que nadie permanecía en los alrededores. Podía ver como todas las furgonetas se iban alejando, y los pocos coches aparcados arrancaban y cogían caminos contrarios. Al lagarto no se le pasó, ni por asomo, el hecho de que al otro lado de la calle y bajo la llúvia una figura conocida permanecía espectante, mirando aténtamente a la casa. Ni siquiera le hacía falta verle la cara, algo imposible dadas las circunstáncias en las que se encontraba vestido esa misteriosa figura: Lizar sabía quien era.

Así pues, en cuanto dio media vuelta, se aproximó hacia el ataud con cierto cuidado y delicadeza. Anne se mostraba impasible, posiblemente porque nunca le cayó bien al lobo híbrido y ahora mismo quizás se estaba arrepintiendo de que su sueño se hubiera hecho realidad: verle muerto. Porque ahora mismo eso era lo que tenían ahí; un cuerpo dentro de un féretro negro con una cruz encima. Y se suponía que no eran creyentes, pero quizá por respeto a Bryce, se habían permitido ese detalle.

-Muy bien. -la voz del lagarto se alzó por encima del silencio, en un tono un poco más alto de lo normal de ese día. -Se acabó el teatro. -e inmediatamente dio un par de golpecitos fuertes pero secos al ataud.

Los allá presentes se quedaron inmediatamente sorprendidos ante la reacción del Lizar, pero antes de que siquiera pudieran mediar palabra, el mismo féretro se abrió de golpe, provocando diferentes gritos y sorpresas entre los invitados. Una pequeña ola de calor salió del interior, posiblemente por la condensación del aire que se había producido al contener un cuerpo aún vivo y que ahora intentaba por todos los medios salir, sujetándose por los bordes e incorporándose. Los ojos de la mayoría eran incapaces de entender que estaba ocurriendo, mientras que el lagarto permanecía serio y Senko se aproximaba para echar una mano a salir a Bryce.

-¡Dios! -el lobo azul se quedó sentado dentro del féretro y se miró todo el pelaje, completmanete emborrotado y desordenado. En una manía suya por tenerlo bien, empezó a peinarlo por encima y a colocarse bien la coleta, ignorando completamente el alrededor, que no sabía siquiera como reaccionar. Anne mantenía la mano en el morro, casi conteniendo la histeria, y al final, se atrevió a acercarse al lobo y meterle una santa bofetada que casi lo habría devuelto de nuevo alotro barrio, pero esta vez muerto de verdad.

-Serás cerdo... -los puños de la misma estaban tan apretados que los nervios hacían que le temblaran siguiendo el ritmo de un pulso acelerado. -¡Serás cerdo! ¡Como puedes... como puedes jugar con nuestros sentimientos así! ¡Tu estabas muerto, MUERTO! -las manos no llegaron al cuello, sujetada entre el lagarto, Sinke, y el hermano de la coneja, que intentaban entre los tres separarlo del lobo miejntras este procuraba rápidamente salir del cajón como podía y mantenerse alejado de la loca de turno. Con una mano procuró tocarse el morro para contemplar a ver si tenía algúna magulladura o moratón.

-¿... Que... Que coño... Está pasando aquí...?

Fue la primera pregunta que pudo articular Shinke tras unos segundos de asimilar que su mejor amigo no estaba ni de lejos muerto. En realidad, el cuerpo del mismo había salido vivito y coleando, y de no ser porque Lizar, Senko, y el hermanastro de Anne, posiblemente habría salido gritando como un loco; en cambio, el grifo tenía las plumas complétamente enfutadas y en punta. Posiblemente Odayaka se habría reido de ello, pero en vez de eso, la orca había permanecido en completo silencio, mirando con impasividad al lobo.

Bryce, en cambio, alzó las manos a la altura de sus pectorales mientras inclinaba levemente la cabeza, con un gesto de calma y de control de la situación.

-Tengo una razón de peso para haber hecho esto... Odayaka te lo puede decir. -se excusó el híbrido a Shinke.

-¿Que Odayaka...? -mirar a la orca no hizo otra cosa que admitir la realidad de que su otro mejor amigo también lo sabía. Con un rápido vistazo, miró al resto y valoró las posibilidades: Ahí estaban la madre de Bryce -con un papel distinto para no mostrar su verdadera naturaleza- su primo Baka, y de estar vivos, Damaru y su mentora. Y de todos ellos, sólo Anne, su primo y él mismo parecían no saber que todo aquello había sido un montaje de tres al cuarto. De hecho, Odayaka se lo confirmó soltando un silbido, lo que hizo que una enorme cantidad de pasos, procedentes de unas patitas pequeñitas, empezaran a bajar por la escalera de caracol y se fueran desplazando hasta el lobo azul. Era Mioko que, con su agilidad, saltó a los brazos del licántropo, que lo cogió con una enorme felicidad y alegría.

-¡Ei, Mioko! -exclamaba, todo contento y empezando a desordenarle el pelaje. -Sassh, sshh... Ya está, mi chico. Lo has hecho genial. Todo ha salido a pedir de boca.

-A pedir de boca... -la voz de la coneja sonaba tajante, la cual, tras unos segundos, habían conseguido calmar su hermanastro y el otro, aunque ahora mismo tenía un lazo menos en su oreja derecha y un cabreo más en sus ojos, mientras respiraba con dificultad debido a la subida de tensión que experimentaba su cuerpo. -¡Cerdo miserable, nos has engañado!

-Era necesario. -el chico se aproximó al borde del féretro y lo acarició con una mano, pensativo. -Necesitaba que algunos de vosotros se lo creyeran. Era la única forma de hacer que los medios no sospechasen; de lo contrario, se habría notado que todo era un montaje... Y aunque me sepa mal, tanto tú como Shinke y Baka, sois los que más nerviosos os ponéis. Los periodistas se han fijado tanto en vosotros que no han visto que los demás simplemente hacían un papel... Un papel necesario.

-¡Necesario! -ahora era Shinke el que parecía unirse a la carnicería de Anne, aunque poseía mayor autocontrol, eso no evitaba que el brazo de Odayaka que ponía delante le impidiera avanzar. -¡Tio, estás loco! ¡Has jugado con nuestros sen... Todos lo habéis hecho! -gimió. -¡Tiene que ser una razón muy de peso!

-¡Y lo és! -Bryce cerró el ataud de un golpe tan fuerte que el grifo se quedó sin palabras y se apartó de un sobresalto, mirando al híbrido ahora con cierto miedo. Los ojos del lobo destinaban tanto odio y miedo que parecía que en cualquier segundo lo desgarraría por momentos. En realidad, todos los que estaban ahí se encontraban exactamente igual: Con ganas de partir la cara del de al lado. El canino apoyó la cadera donde había estado echado antes, y miró primero al grifo, y luego a Anne, buscando las mejores palabras para explicar lo ocurrido. -Escuchad. La única forma de ir a buscar a Tora, es precisamente ir hasta donde está él sin que opongan resistencia. Haciendome el muerto, será mucho más fácil acercarse, y tendremos menos problemas.

Anne, en un despiste del lagarto, consiguió soltarse y ponerse bien la ropa, cruzándose más tarde de brazos y poniendo mirada de autosuficiencia. Aquello no era suficiente explicación ni justificación para ella, pero dejó que el lobo siguiera: Parecía que había más.

-Leon ha perdido el control. -Bryce depositó a Mioko en el suelo, y se apoyó con ambas manos encima del ataud, cogiendo aire y dejando que el frescor entrara en su cuerpo. Siendo híbrido, podía sudar, lo que generaba que su pelaje ahora estuviera empapado y sudoroso. -Ha descubierto que conozco su secreto, el que me ocultaba Tora, y ahora está actuando mediante un ataque de nervios que no puede con él; pero sabemos donde está. Y esto, chicos, es nuestro billete de ida al mismísimo infierno.

-Leon se encuentra en Alemania. -prosiguió la orca, acompañando el hacer del lobo. -Pero la única forma de introducir a Bryce allí es haciéndole el muerto. No le interesa un cadaver, y pensará que sin él, nosotros no somos amenaza alguna; será fácil entrar en el país con el féretro delante de sus narices sin que se haya dado cuenta.

Shinke miró unos segundos a los ojos de Odayaka, e inmediatamente, su cerebro actuó como un engranaje en el que todo empezaba a cuadrarle. Ahora todo tenía sentido, y a pesar de haberse sentido engañado, estafado, y mentido, empezaba a entender el porqué de todo ese teatro de mal gusto. Sí, había sido una mala jugada, y podrían haberselo dicho; pero tenía sentido. Una vez muerto, Bryce debía ser enterrado en occidente, como dictaban las leyes de aquel país, por lo que, al no tener patria alguna, podía ser elegido donde quería ser enterrado, y elegir Alemania era un buen lugar. Si todo marchaba sobre ruedas, entonces el hecho de que Bryce estuviera muerto era, realmente, una llave de entrada sin opción a salida en el momento en que se descubriera todo el tinglado.

Pero aquello no pintaba tan bien, gracias a la pregunta que hizo Anne.

-¿Y que era lo que nos ocultaba Tora para que Leon haya quedido llevárselo?

Bryce esbozó una sonrisa de complicidad, y inmediatamente se estiró entero, alzando las manos y soltando un gemido de alivio al notar sus músculos estirarse tras tantas horas metido ahí dentro sin comer, ni beber, ni poderse mover siquiera.

-Ahora os contaré su secreto. Y entenderéis porque Lizar y yo os hemos engañado.


El Secreto de Tora:

La Vida de Bryce


Oriente, 12:35 11 de Octubre 2511 27 días antes de la muerte de Bryce.

Bryce permanecía echado en la cama mirando al techo, su cabeza dándole vueltas a la imágen vivida en la escuela, y su pelaje moviéndose suavemente por el aire que entraba por la ventana. Horas antes, había visto a su novio morreándose con otro; ahora, residía al lado suyo, durmiendo plácidamente e incluso ronroneando alguna que otra vez con cada expiración. Se había hecho el dormido en cuanto llegó para no hablar con él, con la intención de darse un poco de tiempo para acabar de asumir el choque recibido.

Tora, que siempre le había sido fiel, que lo había dado todo por él, había hecho un cambio radical. Era más, Bryce esperaba que cuando le viera en la cama le diera un beso o algo a modo de buenas noches a pesar de estar haciendo ver que dormía, pero lo único que había conseguido es que soltara un "No se porqué nunca tienes cuidado" y se había echado en la cama de golpe, sin cuidado ni nada. De repente, el mundo estaba patas arriba, y si no fuera por lo que sabía de Tora, se podría decir que hace horas que habría estallado en ira. Pero había sido capaz de mantener la mente fría.

Leon estaba detrás de todo aquello, de alguna forma. Era evidente: Había aparecido detrás de él para restregarle por la cara si aun hacía falta el revolcón del tgre en medio de la universidad. De hecho, era extraño que el director mismo permitiera algo así cuando podía ganarse una denúncia por semejantes hechos. Las piezas no le cuajaban, y luego estaba lo que le había comentado Lizarman el otro día... Nada tenía sentido. Sin embargo, le faltaban pruebas, así que tampoco podía justificar muchas cosas.

Bryce estaba hecho un lio.

-¿A que le das vueltas?

La voz del tigre sonó de golpe en su cabeza y el lobo se sintió por unos segundos grávemente sorprendido. Esperaba que su pareja estuviera ya más dormido que despierto, pero el felino solía ser lo bastante silencioso como para tomarle el pelo sin problemas. Y sus suspiros posiblemente habían ayudado a poner a Tora aun más nervioso. No medió palabra, permaneció callado, esperando a que el tigre se tragara que ya había caido en el dulce hogar de los sueños.

Mala intentona.

Tora se dio la vuelta hasta que le tuvo cara a cara. Los ojos redondeados de Tora siempre le habían fascinado: Era como entrar en un cúmulo sin fin de secretos que nunca conseguiría descubrir, teniendo en cuenta que además, ya había vivido antes con él. Pero esa parte de su vida estaba rasgada, rota, como si fuera un espejo roto a pedazos y hubiera ido cogiendo diferentes cachos. Antes de que pudiera decir nada, su compañero le rozó el brazo, juntando su pelaje anaranjado a rayas con el suyo azul.

Sabía que era naranja por definición, porque él lo veía todo con los mismos tonos que su pelo.

-Tora... ¿Que has hecho esta mañana? -logró articular el lobo tras un rato dándole vueltas a la frase adecuada para decirle. No es que fuera difícil, pero entre que él estaba con la cabeza en otro sítio, aun traumatizado por lo que había visto, y Tora, que parecía enfadado con él, era evidente que si no iba con pies de plomo, su relación se iba a ir al cuerno. Era precisamente lo que buscaba Leon, lo sabía.

-Bueno... -el tigre se llevó una mano a la barbilla, y añadió: -Estudiar, estudiar, seguir estudiando... He hablado con Senko de unos apuntes y... Bueno, sí, pegarme una siestecita debajo de un arbol. Nada más arriesgado que tú.

Nada, no conseguía sonsacarle nada, como si le fallara ese fragmento, lo cual no le molaba en absoluto: Bastante había con un amnésico en casa; juntar dos ya sería una aberración en toda regla. Decidió pasar a la segunda parte del asunto y postergar ese para más adelante: Forzarlo a recordar sería toda una salvajada, más teniendo en cuenta que el tigre estaba en tensión con un tema que desconocía.

-¿Era eso lo que te preocupaba? ¿Senko? -le preguntó.

-No... -Bryce se incorporó hasta quedarse sentado, apoyando la espalda en la pared y mirando al otro extremo de la habitación. La luz de la luna iluminaba levemente la sala, aunque fuera granizaba, y eso ofrecía un efecto extraño en todo el lugar. -Me preocupas tú. ¿Porqué estás enfadado?

-Pues... Por lo que hiciste en el metro, básicamente.

Bryce desvió los temas que tenía en su cabeza para centrarse básicamente en el que Tora acababa de mencionar, empezando a juntar piezas. Marionette, la chica, el minotauro, la pelea en la estación, la patada... Sí, a eso se debía referir, muy posiblemente. De cuando había ido a la central Dorei a reclamar ciertos datos, y se había encontrado con todo aquel tinglado a la vuelta. Un tío que quería pelea con una pobre chiquilla; tenía que recuperar el contacto con aquella chavala un día de esos. Marionette... Cruel nombre, incluso para un Dorei, si hacía falta mencionar.

Ahora venía la segunda parte, y era la mejor de todas: ¿Como cuernos lo supo él, si nisiquiera había estado allí? ¿Le vio? ¿Como? Estaba en la universidad, ¿No? Exceptuando, claro, que...

-... ¿Me seguiste?

-No, ¡Pero ojalá lo hubiera hecho! -el tigre salió de la cama y se puso de pies, mirando a Bryce unos segundos con los brazos cruzados. Era en aquellos momentos en que la diferéncia física de Tora y Bryce era enorme: No solo la raza; Bryce era delgado, de apariencia delicada y enfermiza; Tora, en cambio, era bastante grande y corpulento, aunque lo suficiente para poder correr a una determinada velocidad y encestar sin problemas sin que su peso le supusiera un impedimento. Si no fuera que había dejado de jugar al baloncesto, a Bryce le gustaba verlo moverse; otro pedazo de ese espejo roto de su otra vida que conseguía recordar.

-Tora... Eh...

-No, escucha. Me prometiste... -le señaló con el dedo, y añadió. -... Que no te ibas a meter en líos. Y de repente, me entero, vía pajarito, que te liaste a ostias con un extraño. Ei, y no es un pajarito cualquiera; ¡Es un vídeo!

Le habían grabado, maldita sea.

En ese momento, Bryce se incorporó y encendió las luces inmediatamente, empezando a revisar por todos lados la habitación, empezando por la mesita de noche, y continuando por debajo de la cama. Recordaba cuando llegaron, que Stallion le llevó al hospital gracias a que durante su ausencia habían instalado cámaras y micrófonos para espiarlos a la vuelta; y le sonaba haberlos quitado todos, pero quizá los habían vuelto a colocar. Maldita sea, ¿Como se había podido colar?

-¿Que coño estás haciendo? -le preguntó el tigre.

-Buscando micrófonos. Creo que nos están grabando...

-Ya... Y así, como siempre, mi novio Bryce elude un tema y se va a otro.

-¿Como?

-¡Pues eso! -soltó el tigre, empezando a dar vueltas de un lado a otro mientras movía los brazos para reforzar aun más sus palabras. -¡Que siempre consigues que empiece un tema y todo degenere en otro! ¡Esta vez no! ¡Me prometiste que irías tranquilo, y te metiste en un pollo, y te podrían haber enviado de vuelto al otro barrio en un billete solo de ida esta vez! ¡¿En que coño estabas pensando?!

-¡Intentaba salvar a una chavala, maldita sea! -Bryce estaba como a punto de explotar, sintiendo que aquello no iba a llevar a ningún lado. En cuanto a Tora se le metía algo entre ceja y ceja, no había ni cristo que se lo sacara de la cabeza. -¡Se trataba de una Dorei que estaban maltratando! ¡No podía quedarme de brazos cruzados, Tora! ¿O lo habrías hecho tú? ¿Que habrías hecho, eh? Será posible...

Bryce empezó a andar, pasando de largo del tigre, y saliendo por la puerta de la habitación. Necesitaba salir de ahí y centrar ideas, porque aquello empezaba a ser demasiado grave. Se les estaba escapando la situación de las zarpas, les estaban controlando, y ninguno de los dos parecía querer poner fin a eso. Él sí, pero Tora se iba metiendo siempre enmedio.

-Yo habría pasado de largo.

A medio camino del pasillo, el lobo azul se detuvo congelado de la respuesta que acababa de oir. De haber sido un humano, habría soltado algo como "¿Como dices?" pero era un ser antropomórfico, con un oído bastante fino, así que no había posible error al haberlo escuchado; realmente había sonado tan frío como parecía. Sin capacidad siquiera para darse la vuelta, alzó un poco la cabeza, y tragó saliva.

-...

-Bryce, esto es la ley de la selva. -la explicación no iba a comenzar con buen pie, sin lugar a dudas. -Aquí imperia la ley del más fuerte. Si empiezas a preocuparte por cada persona que se encuentra a tu alrededor, o por cada minuto de tu vida... Bueno... No eres un superhéroe; ni lo has sido nunca. Y eso que hiciste allí -con la mano, señaló una zona al azar, como si supiera realmente donde ocurrió. -fue el típico heroísmo que te llevó la otra vez a la condena. ¡A la condena! Y tardé dos años en encontrarte de nuevo, ¡Dos!

La tensión era tan palpable que con solo pasar por ahí, se podía cortar con un cuchillo. El lobo miró a los ojos del tigre unos segundos, los dos manteniendo la mirada del otro a ver quien cedía, hasta que finalmente, Bryce fue el primero que rompió el silencio.

-Ya... -se apoyó a la barandilla que daba cara al pequeño hueco de la escalera, y dijo. -Pues sí, mira, fuí yo. Lo admito. Estuve allí. -hablaba con toda la calma del mundo, aunque en sus gestos, en su forma de ser, se le notaba totálmente tenso y estresado, a punto de saltar encima del tigre si hacía falta. -Y salvé a una niña. ¡Perdone, señor Tora, por no haberle pedido permiso por realizar un acto de buena fé! Es que me encontraba muchísimo más ocupado salvando a una cría para generar polémica con mi pareja, el cual nisiquiera se preocupa de la procedéncia de un vídeo que misteriosamente llega a sus manos.

Ahora era Tora el que se encontraba estupefacto, sin nisiquiera saber como reaccionar ante el giro de los acontecimientos que acababa de realizar Bryce de golpe y porrazo, delante de sus morros, a pesar de que seguía entozudido en lo que había hecho su pareja por ahí.

-Porque sí, claro, es mucho más importante supervisar un vídeo de vete a saber de donde ha venido, y ver que tiene, a preguntarse sériamente si debería o no llevarlo a la policía. ¡Pero no! Tora Tiger tiene que meter las narices donde no le llaman, sin plantearse siquiera si nos están espiando con tal de encontrar cualquier dilema para generar conflicto. Muy inteligente por tu parte, Tora. Nunca pensé que caerías de una forma tan estúpida y actuarías con algo más de responsabilidad.

La respuesta le había sentado como un jarro de agua fría. El tigre había bajado las orejas, la mirada, antes de rábia, ahora de tristeza mientras veía como el lobo se incorporaba y empezaba a bajar las escaleras corriendo. Intentó moverse, detenerse, pero el cuerpo se negaba a reaccionarle; era la misma situación que había vivido dos años antes, cuando perdió a Bryce. Su cerebro se negaba a reaccionar, otra vez.

-¡¿A donde vas?! -exclamó al final.

-¡A dormir abajo! -respondió el lobo desde el piso inferior. -¡No sea que te dé por incrustrarme una cámara en el culo!

Tora apoyó la espalda contra la pared, la cabeza en la zona fría de la misma, y cerró los ojos, suspirando con cierta dificultad. Una parte de él le decía que no solo lo que había cometido Bryce había sido una calamidad, y que por la forma desgraciada que había tenido de reaccionar, era para darle dos ostias y dejarlo. Pero en cuanto pensaba en ello, se acordaba de las palabras de su parjea y se daba cuenta que tenía razón; había caído en la trampa. Quien quiera que hubiera puesto ese vídeo, sabía que lo miraría, y sabía que acabaría en esta situación.

Pero el lobo, a pesar de todo lo que había dicho, había caído en la misma trampa que Leon y Stallion habían planeado, siguiendo sus pasos continuamente. Solo tenían que esperar, un poco más, y entonces, conseguirían encontrar el método perfecto de separarlos. El momento ideal para volverse a hacer con Bryce.

***

Oriente, 13:35 12 de Octubre 2511 26 días antes de la muerte de Bryce.

-Así que... Según tú... Lo mejor fue esta mañana coger y no decirle ni pio. -la voz de Lizar sonaba un poco distorsionada, más que nada por el arroz que tenía en la boca, y aún le costaba hablar un poco con aquel morro y esa boca extraña. -No se yo si ha sido la mejor de las opciones, Bryce.

Bryce tiró la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, dejando por un momento que el ruído del bar-restaurante de Anne le envolviera y le dificultase pensar por unos segundos para poder poner en orden sus ideas más tarde. Las palabras de Lizar sonaban con un peso infalibre, y tenía toda la razón del mundo: Despertar por la mañana e irse sin mediar palabra con Tora no había sido la mejor de las ideas.

Pero de todas las qu tuvo, era la más adecuada, sin duda. Necesitaba un poco más de tiempo para procesar todo aquello. Tora no se había dado cuenta que los estaban espiando, y quien sabía si en aquel momento, a través del cristal que tenían a su lado, les estaban observando comer Suriyaki, Tochi, y algo de sake. Dios, sake, no había tomado desde que dejó de ser Dorei. Y ahora tenía la sensación de que le ardía el cuello cada vez que lo tomaba.

-Lo sé, lo sé... -volvió a poner la mirada en el lagarto, el que una vez fue humano. Lizarman se llamaba, otra víctima como quizá muchas otras hubo tras él. Un chaval transformado en un ser antropomórfico contra su voluntad, una idea que había tenido que hacerse a la larga. Le había prometido devolverle a su forma original, y estaba completamente seguro de que lo haría; en cuanto pillara a Leon por sus partes pudentes, iba a hacerle pagar por todo lo que había hecho sufrir a todo el mundo; empezando por él. -No estamos pasando por una buena racha.

Entre lo del vídeo, y haberle visto con Senko, la situación se le había escapado de las manos. Ya bastante nervioso había estado durante todo el día, que lo de la noche anterior había pasado a ser marrón oscuro. En el momento en que la imagen del tigre blanco se le había pasado por la cabeza, desvió la mirada para comprobar que el mismo no se encontraba por ahí cerca: No, detrás suyo había una pareja con unos críos que montaban un sarao insorportable, y al otro, una chica que bebía sola un smoothie.

-Me encontré... -empezó a susurrar, acercando el morro a la mesa como si eso fuera a disminuir aun más su voz; a veces olvidaba que en un mundo como en el que vivía, en el que había cientos de oídos finísimos, eso que hacía era inútil. -... a Tora... tirándose a Senko en la universidad.

-No jodas...

-Lo que oyes... -se frotó el morro con la mano, y añadió: -Pero he intentado sonsacarle algo y parecía que eludía el tema, pero desde la pelea de ayer estoy seguro que, por alguna razón u otra... No se acuerda de nada.

-¿Estaría borracho?

No había caido en ello. Bryce permaneció un momento mirando a Lizar y luego alzó la cabeza, finalizando aquella conversación, aunque la pista que acababa de darle era importante. Borracho... ¿Borracho de feromonas? Podría ver; sabía de casos que no recordaban nada después de la temporada de reproducción -algunos leones, por ejemplo - por lo que era una opción. O lo habían drogado, y le habían provocado una necesidad nunca antes descrita. El lobo cogió unos fideos con el cubierto, distraido, y se los llevó a la boca mientras se quedaba meditando. Tenía que investigar el asunto.

-A todo esto... ¿Mioko estará bien ahí?

El lagarto le señaló detrás de él, y Bryce giró la cabeza. En su respàldero, peleándose con un hueso, se encontraba su compañero de batalla particular. Se trataba de un zorro peculiar, feral, pequeño y blanquecino, pero con la particularidad de saber hablar ciertas frases y con una capacidad de pensamiento del tamaño de una nuez. Se les llamaba "Miosorentos" y eran el terror de la mayoría de antropomorfos, posiblemente, porque recordaba demasiado a los origenes de ellos mismos.

-Sí... Sí, sí, no te preocupes por él. Mientras esté ahí, estará tranquilo.

Lizar no parecía demasiado convencido. Sin embargo, dado que no le afectaba en absoluto los origenes de Mioko, decidió dar carpetazo a ese tema y fiarse del lobo, por lo que puso en marcha los procesos oportunos para sacar la conversación por la que habían venido ahí; rebuscando en su mochila de la derecha, le sacó una carpeta DIN-A4 de un grosos de unos treinta centímetros y con apariencia universitaria. Toda la misma era azul, excepto el logo blanquecino que rodeaba un lado, y las gomas rojas que sujetaban el interior. Nadie sospecharía que ahí había una información más importante que unos apuntes.

-Bueno... Esto es todo lo que te encontré. -lo puso en las zarpas del lobo, y añadió, mientras comía: -Te juro que no me esperaba semejante percal del director, pero espero que sepas lo que haces... Y yo no te he dado nada de esto. -le contó, señalándole con el dedo. -Si te pillan, estás solo, ¿Entendido? Bastante me la he jugado esta noche.

-Tranquilo...

Abriendo la carpeta, Bryce contempló por encima el interior: Habían impresiones varias; recortes de prensa, fotografías, textos de maquina, textos a mano, algunas presentaciones de hace siglos, datos varios... Incluso lo que parecía fotocopias de pasaportes. Estaba todo realmente desorganizado, y las fechas iban y venian de un lado a otro. El lobo se imaginaba a Lizar, ahí, imprimiendo todo aquello a las tantas de la madrugada; posiblemente esperaba mucho de él para que se esforzara tanto.

-¿Alguna cosa de interés que te haya llamado especialmente la atención? -le preguntó, sin apartar la vista de los papeles.

-Mhrff... Fi. -dijo con la boca llena. -Veraf, ¿Fabiaf que Leon era un tio fuperfotado? -tragó lo que llevaba masticando desde hacía unos segundos, y con el cubierto listo para coger más, añadió: -Cuando murieron sus padres, sus notas subieron como la espuma e incluso se adelató un curso. Ahora, lo mejor de todo. -soltó, empezando a comer de nuevo. -No efifte gefiftro alguno de lo que hifo. -explicó, tragando de nuevo. -Es decir; nadie le pagó los estudios, o al menos, nadie conocido. No tenía familiares, pero estuvo en universidades de alemania muy importantes. Y sin embargo, nadie sabía de donde salía ese dinero.

-¿Heréncia?

-Eso pensé yo. Así que decidí rebuscar por ahí. Los papeles están distribuidos en varios grupos: Su vida, fotografías, momentos de prensa, y temas financieros. Mírate los primeros papeles de esa parte.

El lobo volvió a mirar el interior, encontrando más sentido a la distribución aparentemente aleatoria que había aplicado el lagarto y revisó un momento los papeles que decía, sacando uno de ellos y mirándolo de arriba a abajo. Era bastante vieja la fotocopia, y se notaba escrita a mano, como si lo hubiera escrito un niño pequeño... O un doctor con su manía de no acertar bien la caligrafía, quizá.

-Espera... Esto es de cuando Leon debía de tener... ¿Dieciséis años? -Bryce centró la vista en uno de los datos, y añadió: -No me salen las cuentas... A finales de curso, estaba casi en saldo negativo; pero se pudo permitir una segunda matrícula, y aun así, tenía para...

-... Un alquiler de un piso de 970 y pico. Vivió toda la vida en ese piso, sí... Pero no he conseguido mirar de donde sacaba el dinero porque, directamente, no tiene sentido ningún número. El dinero va y biene como si esto fuera una maldita lotería. Esos papeles están manipuladísimos, Bryce. No se que tiene ese tío entre manos, pero si ya ahora da miedo, antaño manejaba temas muy oscuros.

-Demasiado... -guardó el papel, y cerró la carpeta, con la idea de que iba a pasar una noche en vela la mar de mona. Tendría que encontrar una forma de darle una excusa barata a Tora para que le dejara algo tranquilo y no le pillara revisando todas aquellas hojas; le pediría explicaciones, le obligaría a dejarlo todo, y en definitiva, volvería a intentar cubrirlo y protegerlo, algo que él ya estaba harto. Sabía que Leon quería algo de él, e iba a averiguar de que se trataba. Depositó la carpeta a un lado, y volvió la vista al lagarto, que se había quedado mirando el cristal quieto, como congelado.

-¿Ocurre algo?

-Sí... -el lagarto apartó la vista del cristal, y disimulando, desvió la mirada hacia otra lado. -Quiero decir, no, no. No pasa nada. Es que estaba... Así, medio atontado, pensando en mis cosas. Y bien, ¿Que vas a hacer con todo eso?

-Mirarlo con calma... Mucha calma. Uh... -y dejar de comer, pensó, porque entre una cosa y la otra, se le había llenado el estómago de nervios de tal forma que ya no le entraba nada más, y en cambio, su compañero seguía zampando como si tal cosa. Permaneció un rato mas mirando los papeles, mientras su cabeza empezaba a realizar ideas complejas sobre el tema que tenía entre manos.

-Eh... Tierra llamando a Bryce. -hizo el lagarto de golpe, chasqueando los dedos delante de él para desviarle la vista igual que había hecho con él mismo hace unos instantes. En cuanto vio a Bryce volver con él, se echó a reir unos segundos. -Madre mía, estamos los dos hoy un poco despistados, ¿eh? -bromeó, volviendo a su plato. -Por cierto... ¿Que te han dicho del tema de la memoria? ¿Has ido a hacértelo ver?

-El hermanastro de Anne dice que es normal, y que mientras mi cerebro siga intentando reconstruir hechos anteriores a mi vida actual, es absolutamente necesario que alguien me acompañe todo el día, si acaso.

-Y... Eso es algo que no estás haciendo, ¿No?

-Bueno... Esto aquí contigo, ¿No? -bromeó Bryce. Los dos se echaron un par de carcajadas, aunque Lizar no paraba de recriminarle que aquello no era lo correcto ni de lejos. Y tenía toda la razón, aunque ahora mismo no estuviera en su mejor momento con Tora para que pudiera acompañarle.

-Oye, he estado pensando... ¿Se te ha ocurrido la idea de ir a un hipnotizador? -la sugeréncia pasó como un rayo por los pensamientos del lobo, que le miró con absoluto interés. Viendo que había captado la atención de su compañero, decidió seguir antes de perderlo: -Puede sonar estúpido, pero puede servir, y quizás te ayuda a juntar piezas que te faltan para resolver todo este rompecabezas. Lo mismo con eso te curas.

-Sí... Si no fuera que no me fío. Es decir... No... No tengo ganas de que alguien se meta en mi cabeza y empiece a mirar cosas personales. Cosas que... Que no recuerdo, pero que lo mismo, quizá no me interesa ni que se entere nadie más... -depositó la carpeta a un lado, y soltó un leve suspiro. -Es mi mente, Lizar, y prefiero ir a poco a poco.

-Mi amiga.

La respuesta había cogido de imprevistio al lobo, que no acababa de entender durante unos segundos lo que le acababa de decir hastaque su cerebrio empezó a encajar poco a poco las piezas de una forma un poco resolutiva, lo mínimo para darle una respuesta coherente y decente:

-¿Es hipnotizadora?

-En prácticas, está a punto de sacarse el título, pero... Puedo pedirle que te haga una sesión por un módico precio. -le explicó. -Ya se que no te gusta, pero es una amiga en la que confío, y en serio, ganarás bastante. Inténtalo... Y si no sacas resultados, bueno, pues te frenas y punto, Lo que no puedes hacer es intentar... Esto que estás intentando hacer, y al mismo tiempo, ir divagando porque no recuerdas lo que hiciste dos años antes, Bryce.

Lo cual tenía mucho sentido y destruía por completo todas sus excusas. Se pensó la respuesta durante unos segundos, valorando las opciones, y finalmente, decidió empezar a coger el asunto por la mano. Cogiendo la cartera, sacó unos cuantos billetes y los desplazó hacia el lagarto, mientras sonreía levemente.

-Págate con esto la comida de ambos. Y pídeme hora para mañana, si puede ser. -le pidió. -Está bien, confío en ella... Gracias por tu ayuda, Lizar.

-No, yo te agradezco lo que estás haciendo por... Nosotros. -sonrió el otro, aceptando el dinero. En otras ocasiones posiblemente habría rechazado semejante pago, pero ahora mismo andaba sin mucho en el bolsillo, y siempre se agradecía algo de dinero. Que cuernos: Con toda la faena que acababa de realizarle, lo mínimo que esperaba como recompensa era un poco de metálico, aunque fuera tan solo un par de dígitos más a su cuenta bancaria.

-Tranquilo... ¡Vamos, Mioko! -exclamó, chasqueando los dedos. El zorrito alzó las orejas y con el hueso en la boca, se fue corriendo hasta alcanzar el hombro del lobo, donde se quedó colgando commo si nada. Con un leve movimiento de mano, se despidió del lagarto y giró sobre si mismo, con la mente en otro lado. Ahora que tenía esos papeles, quizás averiguaba más de lo que llegó a descubrir lo que vio Tora. La rabia que le había dado siempre que aquella habitación se quemara con todos los datos dentro... Cientos de documentos que, posiblemente, habrían tenido algún sentido, al cuerno. Era volver a empezar, otra vez, partiendo de cero y empezando por el pasado de Leon. Quizás, averiguando su vida, encontraba porque iba a por él, porque intentaba hacerle daño.

Porque le había espiado.

Porque no era el único que realmente lo estaba siendo. El lagarto no tardó demasiado en acabar de comer ahora que ya no tenía que hablar, con una leve presión en el pecho del miedo que le daba que Bryce perdiera los papeles y le pillaran. Se había infiltrado en hacienda, en servicios sociales, en servidores privados de la universidad, y en otros cientos de lugares nunca mencionables. Si le pillaban, se iba directo a que le cortaran la cabeza, y su madre, a la carcel por permitirlo. Estaba dejando en manos del híbrido no tan solo su salvación de volver a ser humano, si no su perdición si le cogían. No debía aceptar encargos de esos con tanta facilidad.

Levantándose, volvió a mirar un momento tras la ventana y luego fue hasta el mostrado para realizar el pago. Bryce le había dado de mas porque ignoraba a cuanto subía seguramente, por lo que el dinero que le sobraba lo iba a agradecer de sobras. Guardándolo en la cartera, se puso bien su camiseta de manga larga dedicada al grupo de música BShop, y salió por la puerta, esquivando de paso a una mujer que arrastraba a su hija llorando por toda la calle.

El panorama fuera era desalentador; a Lizar le agotaba un poco ver que, entre toda esa multitud, existían una serie de personas destinados a joderles la vida, y en cambio, la gran mayoría les ignoraban con absoluta facilidad, como si no pasara nada. Todos tenían algo que hacer, nadie se preocupaba de los demás, era la ley del mas fuerte, y el lagarto no se sentía integrado en esa sociedad a pesar de que ahora tenía la oportunidad de ser uno de ellos. Pero no quería; eso implicaba perder parte de su ser de un tajo demasiado radical.

Trazó ruta en dirección a su casa, pero se desvió en el primer tramo para cruzar la calle e introducirse en un callejón de mala muerte, lleno de contenedores y de olores apenas indescriptibles. No es que fuera un atajo, precisamente, pero tenía una serie de asuntos pendientes que debía ajustar y la persona con la que debía hablar se encontraba esperándole al fondo de aquel lugar de apariencias cuestionables. Tras unos segundos avanzando, y dejando cada vez más la bullición de la gente en la zona central de la ciudad, se topó con una figura que ya había visto con anterioridad. Se trataba de una figura con un traje gris de la cabeza a los pies que cubría todo su cuerpo y una capucha enorme que impedía ver lo que había dentro. No era la primera vez que se lo encontraba, pero siempre era tras un foco de luz en su espalda que aumentaba la oscuridad de su traje.

Lizar retrocedió un par de pasos y contempló la figura, con bastante temor, y tragó saliva, esperando ordenes por parte del desconocido, o desconocida. Era difícil de adivinar; muy posiblemente porque hablaba a través de un distorsionador de voz; daba lo mismo, la cuestión es que le presionaba, y le estaba haciendo bullying de manera considerable y descarada.

-¿Se lo has dicho? -la frase sonó carrasposa y digitalizada, y Lizar no tuvo otro remedio que admitir. Sí, la idea de la hipnosis no se le había ocurrido a él, si no a esa figura, que desde el día 1 le había estado siguiendo allá donde iba. Primero en la biblioteca, luego en su casa, y finalmente, antes de ayer, le había cogido por banda. Prometía -o al menos eso decía- querer ayudar a Bryce desde el absoluto anonimato; y se sentía un cabrón haciéndole eso a Bryce y, incluso, le habría soltado la verdad a su compañero si no fuera porque parecía que realmente le ayudaba. La información que le había ofrecido para lo de Leon había sido impresionante.

-Bien... -la figura asintió con la cabeza e inmediatamente dio un salto atrás hasta subir a una escalera que colgaba de lo alto de un edificio. Sin mediar ni palabra, empezó a escalar, dejando al lagarto ahí en el suelo, tirado, sin saber que hacer siquiera, excepto plantearse contarle la verdad al lobo. Pero si lo hacía, perdería el apoyo de esa figura, que de momento, parecía conducir a los dos a la verdad. Por el momento, pensó, era mejor jugar en ambos bandos, hasta que pudiera sonsacar algo en claro.

***

Oriente, 19:35 12 de Octubre 2511 26 días antes de la muerte de Bryce.

En cuanto introdujo la llave en la puerta y giró la muñeca, supo inmediatamente que Tora aun estaba dentro de la casa; muy posiblemente no habría ido a la universidad, bien porque necesitaba estudiar, bien por la pelea que habían tenido la noche anterior. Y conociendo al tigre y su capacidad de sentirse cláramente ofendido o sufrir una leve depresión por cualquier comentario, se lo esperaba.

Lo que quizá no se esperaba es que la casa entera estuviera a oscuras y con las cortinas bajadas, sin una luz abierta. El lobo cerró la puerta detrás de él con la cadera y contempló el habitáculo durante unos segundos sin saber a ciencia cierta si Tora siquiera había levantado las cortinas al mediodía y luego las había vuelto a bajar, o si no se había levantado de la cama. En cuanto avanzó hacia la cocina-comedor, una leve luminosidad le respondió todas las dudas.

El foco procedía del sofá, en el que se encontraba un tigre sentado prestando mucha atención a una tableta que disponía en aquel instante entre sus zarpas, la única luz que había en toda la zona. Cogiendo aire, decidió aproximarse para hablar seriamente con él. Quería a su novio, lo conocía en cierta forma... Sabía que si permanecía demasiado tiempo callado, aquello se agravaría demasiado. El tigre, al oír los pasos, giró la cabeza para verle, la mirada tranquila, como si no hubiera ocurrido nada.

-Ah, hola. -comentó, sorprendido. -Te esperaba más tarde...

-Bueno... He ido a dar una vuelta... Una vuelta muy larga. -intentó bromear para romper el hielo, y posteriormente se sentó a su lado, apoyando con cierto cuidado su peluyda cola encima de la del tigre en un gesto de cariño y de apertura. -Oye... Siento... Lo de ayer noche. Te alcé demasiado la voz.

-No, no te preocupes. Estábamos los dos muy nerviosos... Y tenías razón. Quizá debería darte algo de margen, y fiarme menos de lo que me cae del cielo. -depositó la tableta con cuidado encima de la mesa, y apoyando la espalda en el respaldo del sofá, pasó un brazo por encima de los hombros del lobo para atraerlo hacia él. Bryce sonrió, olfateándolo con cuidado y pasando su morro por entre el pelaje del otro, mezclando azul, amarillo y negro. -No ser tan... Confiado.

-También estabas en tu derecho de enfadarte de lo que hice... Bueno... Dejémoslo estar. -suspiró. -No quiero tocar más el tema... ¿Lo podemos olvidar?

-Solo... Si me prometes que no te volverás a poner más en peligro... -le tocó la napia con un dedo, y sonrió levemente, añadiendo a posteriori: -Yo te prometo no estar encima tuyo siempre... Pero necesito saber que puedo confiar en tí.

El lobo no respondió a eso. Incorporándose, asintió con la cabeza levemente y luego permaneció unos segundos manteniendo la mirada al tigre, contemplando esos ojos redondos dorados que tenía, tan felinos y tan preciosos... Le encantaban, y se pasaría la vida mirándolos. Inmediatamente le dio un beso calido y profundo, con su consecuente lametón.

-He estado con Lizar. -le explicó, con la mirada en la oscuridad. -Y... Bueno, me ha propuesto una sesión de hipnosis a cargo de su compañera. Quizá sea la mejor opción para recuperar mi memoria, pero... -juntó las dos manos, como si rezara, e inclinó un poco la espalda hacia adelante, el miedo poniéndole los pelos de punta, y en su caso, de forma literal. -¿Querrías venir conmigo? Me da algo de miedo...

¿Algo de miedo? Tora contempló a Bryce unos segundos, sorprendido. Solo había una cosa que le sorprendía de su pareja en cuanto a miedo, y era el curioso vértigo que, antaño, nunca tuvo y que ahora sufría. Respecto a eso, siempre había visto a su pareja como una piedra dura de moler, a pesar de ser él físicamente el más fuerte de los dos; psicológicamente, Bryce era duro de mollera. ¿Y le daba miedo? Apoyó una mano encima de las de su pareja, mostrándole cierto apoyo.

-Te acompañaré. -le dijo. -¿Vale? ¿Cuando será?

-Tiene que llamarme. -y como si alguien le hubiera oído, sus orejas captaron el sonido de aviso del teléfono inalámbrico que disponían en la cocina. El lobo se incorporó de inmediato y sonrió levemente, dejando a su pareja en el sofá y trazando camino. -Mira, justo ahora. Seguro que son ellos.

-¿Uh?

Bryce ignoró el comentario de sorpresa del tigre, y procedió a coger el teléfono, llevándoselo a la oreja y mencionando el nombre de Lizar como si fuera evidente que fuera él. Lo que obtuvo como respuesta fue algo desagradablemente familiar, un sonido como de interferéncias, como si hubiera un problema en la linea, y a continuación, unas palabras:

//Abre la puerta.

Bryce se apartó al instante del interfono, asustado, y luego, lo miró con cuidado, acercándolo de nuevo al oído.

-¿Quien... Quien es usted?

//Abre la puerta, por favor. Date prisa... La puerta.

El ruido de algo forzándose hizo que el chico se girara rápidamente. Empezó a buscar de que se trataba, por lo que, con el teléfono inalámbrico en la mano, comenzó a buscar la ventana, la puerta de la entrada. Incluso la escalera de caracol, pero no se veía nada.

-De que... ¿Que me está diciendo?

//Tu y yo moriremos si no abres la puerta.

La llamada se cortó, pero el miedo de Bryce se extendió por todos su cuerpo, como si esa fría voz familiar se hubiera metido en su alma. No era la primera vez que oía esa frase, no era la primera vez, siquiera, que oía esas mismas palabras., ni esa misma voz. Era la misma persona que le dijo, antaño, que abriera una puerta.

Creía que la puerta la había abierto hacía ya, tiempo, en el antiguo edificio donde vivieron.

Bryce avanzó hasta alcanzar a Tora mientras miraba los diferentes menús del teléfono en inglés, buscando la opción de recuperar la llamada anterior. Topándose con el sofá, el lobo hizo un ademán de querer sujetarse soltando el aparato y aferrándose al respaldo, dejando que el teléfono se cayera al suelo. Tora se apresuró a evitar que su pareja diera una vuelta de campana sobre sí misma, y le miró sorprendido, de la reacción.

-Bryce, ¿Estás bien?

-Sí, sí... Estoy bien... -Tora aprovechó entonces para coger el aparato y alzarlo del suelo. -Oye, ¿Te acuerdas de como se podían recuperar llamadas anteriores?

-¿Para? -le preguntó, mirándole sorprendido. -No ha llamado nadie en todo el día.

Se quedó estupefacto, incapaz de saber que responder ante la declaración. Tora miró, igualmente, de recuperar las llamadas anteriores, y se lo mostró inmediatamente, enseñándole que no mentía, y que la última pertenecía a dos días antes. No, Tora no estaba sordo, era él el que sufría alucinaciones...

¿Y la llamada que le avisó la otra vez... también había sido una alucinación?

Continuará en "Hipnosis"