"Un Toro En El Taller"

Story by AngelFurry on SoFurry

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Hola a todos,

Aqui traigo una historia yiff con mucho sabor, es un regalo de cumpleaños para un amigo (un regalo retrasado). Espero les guste


La transición del campo a la ciudad nunca es sencilla, el proceso está plagado de problemas y más problemas. Pero como toda regla, existe una excepción, y la excepción en algunos casos puede ser... muy placentera.

Nuestra historia comienza con un joven toro llamado Lucas, y como individuo joven de su especie, su vitalidad y sueños eran inagotables.

Al cumplir los 20 años, decidió probar suerte en la ciudad. Esperanzado e ilusionado se adentró a la colosal y extendida urbe, confiado de que su buen corazón y responsabilidad en el trabajo le traerían vastas oportunidades de éxito. Lástima de la cruel realidad que no compartía su visión, y como era de esperarse, Lucas fue sometido a las reglas de la nueva sociedad y la vida urbana con dolor y decepción.

Entre avenidas congestionadas, edificios tan altos cual montañas, miles de fursonas pasando y caminando en su destino aparente. La gente fue mal educada con él; nunca respondieron sus dudas, lo ignoraban o lo alejaban con insultos y amenazas. Su perseverancia le consiguió algunas entrevistas de trabajo, su esfuerzo le supo amargo al no conseguir ningún puesto porque su vestimenta, sus estudios y su manera de expresarse no estaban al "estándar" de lo que los jefes y las empresas requerían. Con sus habilidades y experiencias en el campo, nadie lo necesitaba en el piso de concreto.

Su día empezó bien con el radiante amanecer y a las 3 de la tarde ya no podía más, completamente fatigado y decepcionado, se tardó en darse cuenta que no podía con el ambiente. En el peor de los colmos, una zarigüeya fingió ayudarlo solo para robarle todas sus pertenencias. No lo soportó más: cayó rendido y reprimido en una banca del parque. Sin dinero, sin pertenencias, sin un lugar a donde ir.

"¿Y ahora qué hago?", se preguntaba angustiosamente. En fin, los minutos continuaban, la tarde avanzaba sin atraso, el sol cada segundo más cerca del horizonte. Debía buscar un refugio donde pasar la noche. Su búsqueda lo llevó a un barrio de mala muerte: calles con grafitis, basura, sonidos de patrullas, disparos, gritos de violencia intrafamiliar, vagos intimidantes y posiblemente drogados. Cuando se percató del hoyo donde se había metido, quiso regresar pero olvidó el camino.

Eran las 6, media hora más y la oscuridad tomaría la ciudad. En un último rayo benevolente de sol, iluminó al final de la calle un establecimiento pequeño, una oportunidad. Se aproximó al local, leyó un letrero que colgaba detrás de una ventana sucia: "SE SOLICITA AYUDANTE, CON O SIN EXPERIENCIA".

Un taller automotriz, la única opción que el destino le ofrecía. Miró por la ventana, se apreciaba una reducida oficina mal cuidada y mal ordenada. A lado de la oficina estaba el taller, con dos autos dentro y posiblemente en reparación, tres fursonas continuaban trabajando a pesar de la hora. "Trabajar en un lugar como este... ¡Pero si yo no sé de autos!", algo pesimista después de las incontables desventuras de su día. No perdía nada con intentar, y si lo rechazaban, al menos preguntaría como salir de aquel barrio tan deprimente y un buen lugar para pasar la noche.

Se asomó al taller, olía a líquidos químicos y a sudor. Tres fursonas batallaban con una camioneta vieja y por la expresión de sus rostros se notaba un historial de muchas frustraciones con aquella camioneta. Un lobo, Un chita y un oso. El chita; delgado y con apariencia frágil, excepto con una cara de pocos amigos y una mirada fría, movía mucho la cadera. El lobo tenia cierto parecido con su compañero de trabajo, también era delgado, con cara de pocos amigos y muchas manchas de aceite en su pelaje gris. Ambos con pantalones de mezclilla sucios y playeras sin mangas. El tercer integrante era un oso que captó curiosamente y extrañamente el interés de Lucas. Era "pachoncito", aunque cansado en su rostro se apreciaba la calma y la simpatía, usaba lentes y tenía pelaje espeso de un café intenso. No tenía prenda alguna en el pecho, una abultada panza inspiraba inocencia.

-Hola... disculpen. Vengo por lo del anuncio. -Lucas tan tímido como siempre, chocó su mano suavemente con el primer auto cercano para llamar la atención del grupo.

El lobo y el chita, interrumpieron su trabajo y observaron con ojos celosos y cara antipática al nuevo, sin deseos de entablar comunicación con él. Frecuentemente eran así de recelosos, hoy lo fueron más por las gran jornada de trabajo sufrida. Lucas dudó de su acción al sentirse rechazado, cuando quiso retirarse entonces el oso volteó a verlo y rápidamente se acercó al toro.

Cuando el oso volteó a verlo, de la nada la sangre le hirvió y su pelo se erizó. Un toro alto, fuerte y varonil estaba dentro de su establecimiento. Con una cara inocente, actuando incluso como una cría asustada. Su camisa a cuadros con los botones superiores abiertos, dejaban ver parte de su pecho duro y abultado, sus pantalones ajustados que permitían apreciar sus piernas fornidas, su trasero bien torneado y lo que parecía un enorme paquete en la entrepierna. Sus cuernos largos lo hacían verse mal alto, se podía escuchar incluso su profunda respiración.

El oso se desbordaba en calor, trató de contenerse, mostrarse normal y "profesional" ante el toro. Tragó saliva, y esperando no estropearlo, fue a atenderlo.

-Lo siento, no quise interrumpir.

-¡Espera! No te apures. No mordemos. ¿Cómo te llamas?

-Lucas. -Sus ojos oscuros, asustados y cansados.

-Mucho gusto Lucas, Mi nombre es Edran y soy el encargado. ¿En qué podemos ayudarle? -Al oso se le notaba nervioso. El chita y el lobo se burlaban de él entre dientes.

-Vengo... eh, eso. El letrero... de allá. -Lucas, torpe en comunicarse como siempre, Edran lo miraba con ojos tiernos.

-¿Cuál letrero?... ¡Oh cierto! ¿Tiene experiencia?

-Eh... no. -La pregunta lo puso más nervioso.

-Bueno, no importa. Vamos a la oficina.

Edran y Lucas fueron a la desordenada oficina, donde el toro llenó algunos papeles. Por fin, después de tantos intentos fallidos, Lucas consiguió su primer trabajo en la ciudad. Le agradaba su nuevo jefe, lo consideraba buena persona (demasiado amable con él), por ahora no se atrevería a decir nada por no echar a perder todo, ya tenía un empleo y debía mantenerlo.

Edran por lo tanto, disfrutaba la figura vigorosa del bovino. Una mirada lasciva a su entrepierna y a su grande y bien formado trasero, suficiente para deleitarse por ahora. Nunca jamás una fursona le provocó una explosión en su libido tan alta. En su mente pensaba en desnudarlo, sentir ese cuerpo envuelto en pelaje oscuro e introducir su pene en ese apretado trasero. El lobo y el chita, muy bien sabían las intenciones de su jefe, se reían de él y del toro porque ambos se comportaban tan ridículos, uno por ignorante y otro por sus lujuriosas intenciones.

-Muchas gracias. -Una vez firmado el documento final; Lucas, en una muestra de supremo agradecimiento, tomó la mano derecha del gordinflón oso y la besó como si fuese un rey o un líder religioso. Un movimiento desesperado, que el oso no supo cómo tomarlo. Tan solo sentir su mano al tacto de aquellos labios húmedos y tibios, su pelaje se volvió a erizar y la piel le transpiró-. ¿Cuándo empiezo?

-Puedes empezar mañana mismo. Solo un pequeño favor, quedate con nosotros a recoger las herramientas porque ya vamos a cerrar. Si no es mucha molestia. -Una forma convincente de seguir mirando a Lucas por un lapso más.

-Por usted haría lo que sea, jefe.

-Por favor, llamame Edran.

Lucas estaba demasiado emocionado, el destino le sonrió con una oportunidad única. Decepciones anteriores, frustraciones cargadas desde que llegó a la ciudad, por fin olvidadas gracias al oso Edran. Quizás exagerado en su agradecimiento, incitaba más a Edran para mantenerlo cerca.

Lucas estaba demasiado emocionado, el destino le sonrió con una oportunidad única. Decepciones anteriores, frustraciones cargadas desde que llegó a la ciudad, por fin olvidadas gracias al oso Edran. Quizás exagerado en su agradecimiento, incitaba más a Edran para mantenerlo cerca.

Salen de la oficina, el oso detrás del toro. Así Edran podía mirarlo caminar y mover esas piernas suculentas. Sus pensamientos lo deseaba, su cuerpo lo quería desnudo junto a él.

La presentación de compañeros era obligatoria. No fue el ambiente propicio, al menos fue tranquila.

-Quiero presentarles a Lucas, será nuestro nuevo ayudante. -Edran sonriente y animado, Lucas temeroso y el resto indiferente. El chita fue el primero en presentarse, no porque quería hacerlo sino por compromiso.

-Buenas. -Un apretón de manos con mucha fuerza, a Lucas le dolió.

-Hola, mi nombre es... -El toro, con su costumbre de presentarse a pesar de que su jefe lo había ya presentado. El chita se retiró sin importarle, lo dejó con las palabras en el aire.

-Se llama Jonathan. No te preocupes, solo está molesto por este día. -Edran, trataba de calmar el mal ambiente, no quería al toro incómodo-. Ahora vamos con el lobo, se llama Ciro.

El lobo, sin prestarle atención, concentrado al máximo en corregir los errores del motor. Lucas se acercó y le ofreció la mano como saludo formal. -Me tapas la luz, estoy en algo importante. -Casi con un gruñido, Ciro así lo rechazó. Edran no veía la agresividad de sus amigos como algo gracioso. Lucas ya no sentía tanta comodidad, aquellos 2 animales le inspiraron desconfianza y miedo.

Edran iba a ponerlos en su lugar, pero un evento inesperado cambió por completo la situación. Ciro, logró lo que juntos no pudieron en 3 días. Cerró el chasis, tomó las llaves y arrancó el motor. Este funcionó, su satisfacción no se comparaba, el solo fue capaz de arreglar la camioneta. Por supuesto que festejó con todos, al unísono expresaron groserías de victoria. Lucas los miraba sin poder hacer nada.

Arreglar este maldito cacharro significaba un pago con algo extra al finalizar la semana. Para el jefe oso, significaba un cliente satisfecho que seguramente volvería. En una muestra de júbilo, de una hielera sacaron varias latas de Cerveza y bebieron como si fuesen verdaderos triunfadores.

Lucas miraba, algo extraño había entre ellos. Festejaban demasiado juntos, o en otras palabras, se comportaban muy íntimos. Se abrazaban mientras juntaban mucho los cuerpos y sujetaban sus caderas, acercaban sus hocicos mucho, incluso se lamían el cuello y se acariciaban. Una atmosfera sugestiva, completamente ajena a Lucas que solo permaneció observando. Por lo que a él respecta los machos nunca hacen eso, no le molestaba en absoluto a pesar de su idiosincrasia, incluso deseó sentir un abrazo.

No había más por hacer, con el día a punto de terminar y el cansancio en las espaldas, el chita y el lobo se retiraron a sus aposentos. Lucas y Edran que quedarían en el taller hasta recoger todo el desorden. Cuando ellos dos se quedaron solos, Edran le ofreció una cerveza a Lucas, quien aceptó con su peculiar forma un poco torpe. Una bebida que disfrutó porque desde hace ya varias horas la sed lo mataba, y el hambre aún más.

Ciro y Jonathan, caminaban juntos por la calle, pensando en el nuevo compañero. Se preguntaron cuando duraría en el puesto, ya que Edran imponía una cierta condición que muy pocos machos eran capaces de aceptar y mucho menos de soportar. Si Lucas sobrevive la semana con el voluptuoso oso, entonces podrán aceptar a Lucas con la mejor de las caras. Sus predicciones con el nuevo no eran altas, consideraban que no duraría siquiera 2 días, lo vieron muy inocente (por no decir estúpido), jamás aceptaría una noche con Edran. Se reían de la suerte del toro, no esperaban nada de él, aunque coincidieron ambos en algo positivo: Lucas era muy atractivo, con la personalidad que Edran quería, eso era un gran punto a su favor.

Un oso y un toro, su único trabajo era limpiar el desorden. No perdieron ni un segundo y pusieron manos a la obra. Si eran responsables y disciplinados, terminarían en media hora.

-Muy bien, terminemos pronto para irnos a dormir. ¿Te parece? -Edran, con un tono bastante tranquilo.

-Está bien. -Lucas, sentía un agrado especial por su jefe. Era considerado con él, el único ser que lo trató con dignidad y comprensión en toda la asquerosa ciudad.

-¿No eres de aquí, cierto?

-Eh... no. ¿Cómo se dio cuenta?

-Por tu acento y tu forma de vestir puedo apostar que no eres de aquí, y menos de un barrio tan cutre como este. ¿Y porque estás aquí? -Edran miraba como trabajaba el toro; era rápido y limpio, un buen trabajador. También miraba la suculenta carne-. ¿Cómo llegaste a este barrio? Veo que eres respetuoso y muy trabajador.

-No sé, me perdí en el camino. Pero gracias al cielo encontré este lugar.

-Qué suerte. ¿Y en donde te hospedas?

-No lo sé.

-¿Cómo que no lo sabes?

-Es que... no tengo lugar a donde ir.

-¡No es cierto! Pero si eres una buena fursona. Ok... Si quieres, puedes dormir esta noche en mi casa. Está a pocas calles de aquí.

-Muchas gracias, pero ya me dio demasiado con este trabajo. No quiero ser una molestia.

-No es molestia. Si cambias de opinión, no dudes en decírmelo. ¿Puedes mover estas cajas al rincón? Están muy pesadas y estos huesos viejos ya no pueden con tanto.

-Con gusto.

Edran era mucho mayor que Lucas, posiblemente por unos 15 o 20 años, pero no era pretexto para no hacerlo. Era una mentira intencional, simplemente para evaluar al toro desde dos perspectivas diferentes. En primer lugar estaba la obediencia, disciplina y respeto; el deleite visual quedaba implícito. Con su calma habitual, Edran se puso contra la pared mientras miraba al toro inclinarse, elevar el trasero, tensar los músculos de las piernas y brazos, moverse y repetir tres veces el proceso. Como si ofreciera esas suculentas nalgas, con cada caja que levantaba.

El oso, tapó la zona de su entrepierna con sus manos y una camisa, su miembro erecto expresaba lo que le gustaba, listo para poseer al toro. Quería morderlo, lamerlo, poner su virilidad en el hocico largo de Lucas y descargar su pasión dentro de sus glúteos. Era vital no precipitarse, desconocía como Lucas reaccionaría, además, era un buen empleado y podría hacer falta en cualquier momento.

Lucas era tímido, incluso algo torpe, pero no era un estúpido. Sabía cómo Edran lo observaba. Al principio fue molesto e incómodo, guardó silencio porque no quería problemas, no deseaba perder el empleo. Se preguntaba en su cabeza, posibles razones de porqué su jefe lo miraba de tal manera (había razones que no quiso pensar por vergüenza). Optó mejor por callarse y concentrarse en el trabajo. La oferta de dormir en casa de su jefe aún seguía en pie, era la única y no podía ser exigente.

Gracias a la preciada ayuda de Lucas, el oso por fin pudo descansar con un trabajo bien terminado. Incluso Lucas quitó muchas manchas de aceite y ordenó la basura. Edran quedó más que agradecido, incluso olvidó por unos cuantos instantes sus perversos deseos de "violarlo".

-No cabe duda, eres un chico genial. Te mereces un premio. -Edran, ideando un plan para llevarlo a la cama, sencillo y rápido. Lo único que encontró a la mano fueron 2 latas de cerveza en la hielera, insuficientes considerando su objetivo. Lucas se sintió halagado, nunca en su vida alguien le dijo que fuera genial.

-Gracias, pero no es necesario.

Edran cerró por completo el local, si quería ejecutar su plan debía tener privacidad. En su camino a la hielera, donde guardaba la cerveza restante, la tenue luz del taller le hizo dar un mal paso. Un tambaleo seguido de una caída junto con algunas cajas de objetos con las que inútilmente Edran intentó sujetarse.

-¡Jefe! -Lucas lo vio todo, el momento del tropiezo y el momento de chocar la carne contra el piso frio, todo con algunas cajas, que al caer regaron botellas y herramientas al piso.

-Maldita sea. -Edran se levantó pronto, no quiso ayuda alguna, el accidente lo hizo sentirse estúpido. Lucas llegó a socorrerlo y Edran la rechazó con cortesía.

-¿Está bien?

-Sí, no te apures, no me pasó nada. Ya te dije que no me llames "Jefe"... Dejame pasar a la oficina, mientras tu limpia el desorden.

Momento embarazoso y cómico, no para Edran, que se encerró en su oficina a sentarse en su sillón y sobarse los golpes, la caída dolió bastante. Lucas no quiso molestarlo más, mejor hizo lo que le ordenaron.

Tomó escoba y recogedor, barriendo con cuidado las botellas rotas de las cajas caídas. Lucas no sabía nada de autos, y por lo tanto no tenía alguna absoluta idea de los vastos peligros que hay entorno a los autos. Un empleo donde arreglas autos y ni siquiera saber cómo abrir una puerta, puede ocasionar un trágico accidente. Nunca se imaginó que muchas de las sustancias de las botellas eran sumamente toxicas y volátiles. Al momento de acercarse a las botellas rotas, una de ellas captó rápidamente su atención por su olor.

No pudo describir tales olores, pero excitaron demasiado sus fosas nasales y de la nada todo su angustiante apetito desapareció rápidamente de su estómago. No se detuvo a reflexionar siquiera lo que pasaba en su cuerpo, agarró un trapo y empezó a limpiar la sustancia derramada del piso, una sustancia pegajosa y de color amarillo. El aroma continuaba en su nariz, y pronto los efectos tomaron su cuerpo. El sentido del equilibrio, la razón, la voluntad, sus sentidos sufrieron una especie de entumecimiento. Después de varios minutos, Lucas era incapaz de pararse y de hablar fluidamente, y como su cerebro no estaba acostumbrado la intoxicación fue rápida.

Cuando Edran salió de su diminuta y mal ordenada oficina, vio a Lucas hincado. Le extraño ver que no se levantaba o expresaba algo negativo, al contrario, tenía una especie de mueca sonriente. Después detectó el olor, se asustó al saber que Lucas en su ignorancia se drogó por accidente. Lo tomó de las axilas y con todas sus fuerzas lo alejó de los venenos. Abrió las ventanas, esperando no provocarle otro malestar a Lucas.

Lucas intentó levantarse pero estaba tan intoxicado que cayó al piso igual que un tronco. Edran otra vez corrió en su ayuda, de nuevo con todas sus fuerzas lo quiso poner en una posición más cómoda, apenas podía por el cansancio y el peso significativo de semejante animal. Sin darse cuenta, puso el rostro de Lucas en su entrepierna, cuando lo advirtió, su pene ya se le había adelantado a sus intenciones. Alarmado, quiso disimular, esperando no molestar a Lucas. Una interesante sorpresa ver a Lucas en silencio y sin objeción alguna, no mostraba algún signo de expresión en torno al mundo exterior. Su mente estaba hecha puré, era un zombi temporal, sin razón y sin voluntad.

Edran, confundido: tenía ante el la enorme bestia sin voluntad, podría hacer lo que él quisiera y nadie lo detendría, por otro lado el riesgo de los recuerdos y la ética dificultaban sus deseos. "Tan solo una chupada, solo si él quiere", la única excusa que se le ocurrió. Unas cuantas pruebas más por seguridad, y ya que Lucas no pensaba, lo sentó entre la pared y el piso. El oso desabrochó su cinturón, abrió el bragueta, bajo un poco sus pantalones y su bóxer.

Su verga erecta e impaciente por ser lamida, descansaba sobre el hocico del Lucas. Le gustaba sentir el pelaje en su miembro y las exhalaciones de la nariz en sus testículos. Ya no me importaba el mundo, solo quería disfrutar del toro.

-Muy bien. Abre el hocico.

-Lucas obedeció y abrió la boca, acción que al oso le sorprendió. Una especie de esclavo sexual por accidente, era demasiado bueno para ser verdad-. Bien, ahora lame.

Lucas, con su lengua rasposa, empezó a estimular el glande de esa enorme verga de su jefe. Tan complacido por la lengua y la oportunidad, Edran se dejó llevar por el placer, hasta reía porque jamás espero terminar así el día. Cada lengüetazo, era un golpe eléctrico a todo su sistema nervioso, una cucharada de placer al máximo. Lucas, con los ojos entreabiertos, no tenía idea alguna de lo que estaba haciendo, solo obedecía sin tener conciencia de ello.

Edran quería algo más fuerte, con una simple orden lo obtuvo. -Muy bien torito, ahora abre bien la boca y chupala entera.

Abrió la boca, y Edran simplemente empujó su verga hasta el fondo. La sensación, suficiente para hacerlo jadear por varios minutos. Lucas chupaba como si tuviera una paleta derritiéndose en su hocico, succionaba con fuerza mientras lamía todo el cuerpo del pene y se tragaba todo el líquido pre seminal, la punta llegaba hasta su garganta. Edran, que se dejó llevar por el estímulo de la mandíbula completa en su enorme verga, quiso llevarlo a la intensidad máxima. Sujetó los cuernos blancos del toro y con ellos lo obligó a que tragara más su miembro.

Su pene grueso y grande, Lucas le costaba trabajo respirar y tragar saliva, aunque no dijo ni expresó nada, continuo hasta el final como un zombi inofensivo. El oso, deseoso de terminar, empezó a mover su pelvis, atrás y adelante. Cada vez más rápido, sin dejarlo respirar, su miembro salía y entraba por los labios de Lucas, hasta el fondo. Su sueño se había cumplido, Lucas estaba a su merced, de pensar en las cosas que le haría lo excitaba más. No resistiría demasiado, estaba al borde de un orgasmo, quería exprimirse en el hocico de Lucas.

-Bien. ¡Tomalo todo! ¡Ahhhhhh! -Un impulso hacia delante para meter toda su verga y sus testículos en el hocico, mientras lo tenía bien sujeto por los cuernos. Llegaron las descargas continuas, con el pelaje erizado y un tremendo orgasmo. Leche inundaba el hocico de Lucas, que aunque tragó la semilla de su jefe no pudo tragarla toda y mucha de ella escurrió por la boca. Largos gemidos de Edran hasta que orgasmo terminó, sin embargo dejó descansar su pene dentro de Lucas sin perder la erección. La sumisión de su nuevo empleado le dio confianza para expresarse más "suciamente"-. Muy bien torito, bebe el semen de tu jefe. Complace a tu jefe, sigue chupando. Toca las nalgas de tu jefe, lame sus testículos... los quiero bien limpios.

Perdidamente excitado, acostó a Lucas sobre el chasis de la camioneta y lo desnudó completamente. Acarició su pelaje, tomó el miembro del toro y lo acarició hasta estimularlo, un órgano también grande y sabroso al olfato, vista y gusto. Besaba su pelaje, lamía su torso, saboreaba el cuerpo completo, desde las pezuñas de sus patas hasta los parpados de sus ojos. Frotaba su pene en diferentes partes del cuerpo, así impregnaba su olor en Lucas.

-Muy bien, dale la vuelta y eleva la cola. Seguro eres virgen, ahora llegó el momento de entregársela a tu jefe.

Lucas, con movimientos torpes logró ponerse boca abajo. Aún tenía rastros de semen en el pelaje de la boca. La intoxicación seguiría por un par de horas más, su cuerpo sería un deleitante depósito de semen durante un tiempo más.

Edran, a punto de saciar el deseo que se le vino a la mente desde que vio a Lucas. Estaba ante él, acostado boca abajo, con la cola en un lado, el bien formado y gran trasero a su disposición. Virgen, seguramente muy apretado, el sería el primero en adentrarse en aquellos dos hemisferios de carne.

Unas largas lamidas en los glúteos, igual los apretaba con las manos y garras. Palpar su ano, pronto sería la entrada para su verga deseosa de penetrar, de adentrarse en las nalgas, de hacer contacto con el interior del vigoroso toro. Para hacer la primera envestida más fácil, le untó un poco de saliva en el ano. No se tomó el suficiente tiempo como a los demás, a los otros tenía para ellos lubricante y un masaje, pero hoy la ocasión ameritaba un comportamiento brusco, más animal que nunca.

Abrió las piernas de Lucas, Edran se subió al chasis de la camioneta. Estaba tan deseoso de poseer a Lucas, casi no le importó el dolor del tercero, el solo quería montar a alguien y ese alguien perfecto estaba disponible para penetrarlo como mejor le pareciera, esta vez con salvajismo. Situó su pene en la entrada sin estrenar de Lucas, puso sus manos en la espalda del toro para acomodarse mejor y de un solo empujón hundió su pene. Lucas expresó unos cuantos gemidos de dolor y se retorció un poco, estaba drogado pero experimentaba las sensaciones de sus sentidos algo entumecidos. Experimentó que un objeto grande entró detrás de él, y abrió violentamente su orificio. Le ardió, le dolió y todo eso se combinó con un calambre en todo su trasero, alguien quería partirlo a la mitad.

Edran solo metió la mitad de su pene en el trasero de Lucas. El efecto era casi indescriptible: apretado, caliente, incluso algo de dolor en la punta, signos habituales cuando se monta a un delicioso virgen. Los gemidos dolidos de Lucas excitaron aún más al oso, que de otro movimiento brusco la metió entera en el culo del toro. Lucas volvió a gemir con más dolor, Edran se acostó sobre de él y fue mordiendo con leve violencia su nuca. Su vientre estaba pegado con el trasero carnoso de Lucas.

-Como me encanta violarte. Ahora deja que tu papi oso te coja por completo. Tu flojito, igual que siempre, que mi verga te hará gozar. Pronto me llamarás como único macho.

Lucas en la sensación de dolor, le hizo recobrar una pequeña parte de su consciencia y voluntad. La percepción se intensificó, se dio cuenta que su jefe estaba sobre él, lo abraza a la altura del pecho mientras subía y bajaba su cadera en movimientos cada vez más rápidos. El dolor de su trasero era insoportable, cada empuje del oso era acompañado por una llamarada dentro de su culo difícil de describir y de soportar. El calor del pelaje desnudo con su pelaje en la espalda, los mordiscos en su nuca y cuello, la respiración detrás de él cada vez más pronunciada.

Con el paso del tiempo, Lucas fue perdiendo dolor y ganando placer. A pesar de que Edran estaba perdidamente en el instinto con el trasero de Lucas, se dio el tiempo suficiente para que se acostumbrara a su verga. Si quería hacerlo completamente suyo, entonces a Lucas debía gustarle ser penetrado. Así lo tendría a su merced, y cuando quisiera entonces Lucas simplemente se inclinaría y ofrecería las nalgas para complacer a ambos. Sus acciones mostraban resultados, porque Lucas poco a poco cambió los gemidos de dolor por los de complacencia, el ardor y el dolor cambió a un calor y a un cosquilleo a su propio pene que lo obligaba a ponerse dura y con ello al placer sexual. Pronto el placer lo consumió y le gustó sentirse montado, ser tratado como objeto para la recreación sexual de su jefe, incluso elevó un poco el trasero para que la verga pudiese entrar más al fondo.

-Oh, sí. Se mi perra personal. Dejame cogerte todos los días, quiero tu trasero perfecto a diario.

Edran estaba al máximo, sus movimientos ya eran demasiado rápidos, todo el cuerpo de su pene estaba sobre estimulado, pronto se vendría por segunda vez. Tomó las caderas de Lucas y en un último movimiento pélvico enterró su pene lo más profundo que pudo. El orgasmo llegó para ambos, en chorros de semen desparramados dentro de Lucas y en la camioneta. Edran se sintió en el cielo, nunca había sentido tanto placer con un culo tan apretado. Lucas también experimentó un placer fuera de su imaginación, nunca esperó que ser casi violado le traería después un placer de sentirse montado por otro macho. El placer máximo llegó a tal que lagrimas salieron de los ojos, un coche eléctrico pasó por sus cuerpos para caer rendidos y pegados sobre la camioneta.

Media hora más, Lucas poco a poco recuperó su voluntad y su razón, Edran se despegó de su nuevo "amante", vistió al sexy toro, salieron del taller y fueron a pasar la noche en su apartamento. Donde Lucas de nuevo fue montado y de nuevo su cuerpo fue un depósito de semen de oso, esta vez con más consciencia de lo que hacía, con menos dolor y más placer. Dentro de unas semanas, el deseo de verga en su culo traerá en su vida un trabajo y una estancia segura.

En la mañana siguiente, Ciro y Jonathan volvieron al taller, el trabajo diario nunca cesaba. Cuando entraron a la oficina, les sorprendió ver a su jefe rascando la espalda del nuevo, no hacía falta explicarse, la imagen mostraba razones obvias: Lucas había superado la prueba de Edran. Cuando todos se vieron, el nuevo saludo fue más fraternal y los compañeros más amigables. Lucas lo consiguió, ahora ya no necesitaba preocuparse por empleo o vivienda, ya lo tenía y hasta consiguió más de lo que esperaba.

Así Lucas, en su primer trabajo encontró también el placer de otro macho por un afortunado accidente. Los días pasaron y fue aprendiendo de autos, su timidez se esfumó y continuó realizando su excelente trabajo tanto en el taller como en el colchón. El lobo y el chita también saborearon el culo de Lucas, y hasta el propio Lucas disfrutó de las nalgas de sus compañeros.

Un gran taller mecánico, un santuario de amistad con derechos dentro de una ciudad frenética y un barrio deprimente. El nuevo problema será ahora, los horarios para saber quién monta a quien.