Historias paralelas

Story by Gariel on SoFurry

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#5 of Formas de contar una historia


â€"¡Levántate! â€"grita Luis al tiempo que retira la manta que cubre el cuerpo de Félix.

â€"¿Qué quieres? Déjame en paz. â€"responde molesto extendiendo el brazo intentando recuperarla.

â€"Son las diez de la mañana. â€"exclama el amigo al tomarlo del brazo y levantarlo.

â€"¿Eso qué? â€"espeta malhumoradoâ€" Es domingo.

â€"¡Vamos!

La noche anterior fue eminente. El Club rebosaba de individuos. El conglomerado que intentaba ingresar se hacía escuchar un par de cuadras antes de llegar a la puerta, y en ella los brazos y las súplicas fueron la bienvenida. Ambos, pantera y jaguar, eran conocidos por el guardia que custodiaba el acceso. Con una sonrisa y un par de billetes por debajo de la cintura penetraron al cúmulo claroscuro. Música estridente y efectos estroboscopicos inundaron las pupilas de los recién llegados.

Desde la parte superior, una tarima que fungía como segundo nivel, un grito alcanzó a abrirse paso entre los tumultuosos estruendos. Una gacela agitaba los brazos aumentando el punto de atención. Luis fue quien la encontró y guiados por ella se dirigieron a la zona exclusiva. Elvira los recibió sonriente, abrazando a ambos a la vez. Contagiaba con sus besos la alegría que desde hacía un par de horas había adquirido a causa de las varias copas de alcohol ingeridas.

Entre risas y encuentros, ambos furs alcanzaron la mesa en la cual Manuel se encontraba. Lo rodeaban su novia, Esmeralda, y otras dos parejas. La discusión sobre un tema de moda era interpelada entre gritos y voces cercanas a los oídos. Aun así, ninguno de ellos soltaba los vasos y en cada agitación el contenido vibraba estrellándose los pequeños bloques de hielo en las paredes de cristal. Félix y Luis se colocaron frente a Manuel quien al verlos esbozó una enorme sonrisa ya monótona a las dadas a lo largo de la noche. Se levantó y maniobrando salió del atropello de los demás comensales hasta encontrarse al lado de sus amigos. Cada uno de ellos abrazó efusivamente a Manuel, incluso Félix lo levantó del suelo en son de camaradería. Manuel regresó a su asiento y luego de una cuantas palabras de cortesía el jaguar y el pantera se vieron libres para instalarse en otro lugar del establecimiento.

Unos treinta minutos duró su estadía en una mesa cercana a las escaleras. Luis pidió una cerveza mientras que Félix una limonada gasificada. Veían a todos, muchos de ellos eran amigos suyos y otros sólo conocidos. Varios fueron compañeros durante la preparatoria, pocos en la universidad mantuvieron los vínculos. Con esa evidencia sabían que la única razón de estar ahí era que ambos estaban. La aceptación de Félix fue la aceptación de Luis. Uno al otro se hacían soportable tales reuniones en las cuales poca afinidad encontraban con los demás. Luis giró la cabeza y miró a Félix quien también le miraba, le sonrió y éste correspondió al gesto. Se estaban burlando.

Pero la noche apenas iniciaba. Luego de escudriñar el terreno Félix decidió actuar. Bajó a la pista de baile y en cuestión de segundos se encontró bailando con una encantadora perrita. Luis, de pie, los miraba desde la plataforma superior mientras reía dentro de sí sobre lo desconocido para ella. La música era rítmica, obligaba al corazón a adecuarse al compás. Eran notas mezcladas y en consistencias diversas, subían y bajaban los tonos pero el volumen era constante. Embriagaba el interior de sus escuchas. Luis permaneció un rato más viendo a las parejas y grupos danzar hasta que a una señal de su amigo bajó y se unió al aquelarre.

Pasaron las horas jugando y divirtiéndose con todos ellos. Félix conquistó a varias hembras y a más de una le robó un beso, pero al final de la noche terminó en un cubículo del baño de caballeros montado en un robusto toro. Luis dejó fluir sus galas de seductor: logró atraer a una zorrita de ojos violeta. Tomaron asiento en una mesa lejana a los acústicos. Manteniendo el control lanzaba preguntas a su interlocutora a quien increpaba a cada afirmación o negación que realizaba, pero su maestría se encontraba en hacer sonar importantes e interesantes tanto sus palabras como las de ella. La zorrita quedó encantada y poco a poco se abrió a su galante macho, mientras que las gesticulaciones de él y movimientos indicaron su deseo. Él terminó la noche con un número telefónico y un beso insuperable en la memoria.

Cuando la madrugada corría ante la llegada del sol, los dos furs salieron del club. No se despidieron de Manuel, lo más probable es que ya no estuviera en condiciones de ver a nadie. Noche de excesos y diversión, la felicidad debía tenerlo en algún callejón vomitando. Luis condujo hasta la ciudad, mientras Félix cantaba cada canción que sonaba en la radio. Tan embriagado se encontraba que olvidó que no había bebido esa noche ni desde hace más de cinco años. Al llegar a la casa del pantera Félix se dejó caer en el sofá, no se preocupó de desnudarse, sólo se rindió al sueño. Luis bajó una manta y lo cubrió, pensó dejarlo dormir lo que quisiera pero cuatro horas después una llamada entró a su teléfono celular: Nora iría a visitarlo.

â€"Te digo que ya es hora.

â€"¿Para qué? â€"pregunta el jaguar ya puesto en pie, las ojeras son evidentes como el desaliño.

â€"Que no quiero que te encuentre Nora aquí, tirado en el sofá. â€"responde el pantera mientras sube las escaleras

â€"¿Viene?

â€"Si, me acaba de llamar. Que me tiene una sorpresa y no quiero yo darle otra. â€"grita desde su habitación. De regreso en la sala arroja a los brazos de Félix un paquete diciendo: â€"Así que toma tus cosas y adiós.

A regañadientes y con una pelota hecha con la ropa del día anterior Félix es sacado de la casa. Los pensamientos y razones se hayan aún enmarañados, la réplica no tuvo tiempo para salir. Camina pues hacia la esquina ha esperar el autobús. En el cristal de una ventana mira su reflejo, horrendo rostro de una noche bacanal. Pretende aliñarse y recobrar el lustre que le caracteriza. Esfuerzos en vano han sido: su cabello alborotado no cede a sus dedos en el intento de peinarse, la camisa arrugada solamente se permite ceñir en los pantalones. El guapo jaguar duerme debajo de la simpleza de un desgarbado. Se sonríe en el reflejo y reanuda su camino.

Minutos después, en el asiento de un autobús, recupera los planteamientos de la velada anterior. El día con Gariel... y de pronto algo en su interior se devela.

â€"¡Qué estúpido! â€"se dice así mismo en voz baja a la par que golpea suavemente su cabeza contra el cristal. La vibración como azote a sus ideas. Se siente delatado, él mismo había violado su propia existencia dejando libre acceso al arsenal de palabras no precisadas en ser expresadas. El secreto después de todo fue revelado: ahora el lobo sabe sobre su soledad.

â€"Buenos días, hermoso. â€"dice un coyote luego de besar en los labios a un oso.

â€"Buenos días. â€"responde éste esbozando una sonrisa.

Permanecen recostados. En algún punto de la noche ambos cayeron rendidos y durmieron hasta que las voces de la ciudad les despertaron. Danny fue el primero en tomar conciencia. Se encontró abrazado a un oso. Por varios minutos lo observó dormir. Miró el perfil de su rostro cuadrado, liberado de los anteojos azules que escondían la veracidad de sus ojos. Pequeños y negros cuando frente a sí los tuvo. El Julián dormía aún, respiraba con el hocico entreabierto levantando y bajando su lanudo pecho en cada inhalación y exhalación. Sentía ese movimiento, le gustaba sentirlo.

Desde un par de semanas atrás, en la primera vez que lo vio, quedó encantado con él. Suerte destinada que aquella noche, de un mal día, una compañera en el café enfermara y tuviera él que hacerse cargo de sus mesas. Molesto comenzó su labor hasta que la llegada de un grupo le despertó de su mal sueño. Ecléctica camaradería tomó asiento en la mesa final. La primera atención fue atraída hacia el jaguar que presumía de sí mismo, pero luego, tras él, alguien más apareció.

Desplegó atenciones especiales hacia aquel grupo. Servicio rápido y eficiente, constantes excusas para acercarse a ellos y genuinas sonrisas hacia un oso de pelaje blanco y gris. Todos los comensales comprendieron el juego seductor que frente a ellos se producía. El oso, Julián, respondía sutilmente al coyote quien al alejarse sólo escuchaba el murmullo que se alzaba en relación a sus acciones y a las respuestas de Julián. Ambos sin saberlo se encontraban avergonzados.

Pero anoche todo cambió. Se arriesgó. Entre los números de la cuenta entregó una servilleta con su número telefónico. Un par de horas después una llamada entró al teléfono celular de Danny, una voz opaca pero suave se dejó oír al otro lado de la línea. A la medianoche encontró en una esquina, descansando su hombro bajo un farol, al galante oso vestido de frac. Julián al verlo caminó hacia él mas éste retrocedió por instinto, algo en su interior le indicó que algo mágico ocurría.

Unas cuantas palabras de cortesía fluyeron entre uno y otro pero el objetivo final era claro para ambos. Danny y Julián caminaron un par de calles hasta alcanzar el departamento del coyote. Frente a la puerta, al penetrar la llave en el orificio de la cerradura un intenso abrazo sorprendió a Danny. Dos poderosas garras cubrían su pecho mientras su cuerpo era empujado sin escapatoria a tal ataque. Tal fuerza imprimió Julián que el coyote sintió como la verga del oso se erectaba. La puerta se abrió.

En la oscuridad los cuerpos de ambos se encontraron. Danny había logrado escapar del abrazo de Julián y ahora él era quien lo tenía prisionero en sus besos mientras con las garras examinaba aquel cuerpo oculto bajo las ropas. Ambos se buscaban, jadeaban a cada nueva parte que encontraban en el otro. En el primer asalto golpearon la mesa del pequeño comedor, en una de sus sillas la camiseta de Danny encontró asilo. El saco de Julián cayó a los pies de la puerta en la recamara del coyote. El resto de las ropas desapareció en las tinieblas.

Julián cayó en la cama, desnudo sintió una brisa que penetró por la ventana. El cosquilleo erectó sus pezones los cuales empezaron a ser mordisqueados por el coyote. Calor se elevó dentro de su cuerpo. Danny comenzó a subir hacia el rostro de su amante, inhaló el tibio aroma en el pecho del oso, luego alcanzó su cuello al que cubrió de besos y lengüetazos. Lo saboreaba, impulsos bestiales lo impelían a morderlo, a devorar una presa. Encontró su rostro. En sus bocas fundieron besos y hálitos, inundándose uno al otro de sus esencias. Mientras con una garra manoseaba la verga del oso.

También Julián lo buscaba, tocaba sus brazos fuertes pero delgados, recorría con los dedos la espalda del amante sintiendo las formas de los huesos y músculos alcanzando por último los muslos los cuales manipuló como grandes frutas a disfrutar. Lo tocaba, lo acariciaba y al final etéreas imágenes despertaban en su imaginación. En medio del delirio una mente se implantó en otro cuerpo. Estaba excitado y el producto de ello era que no se trataba de un coyote a quien tenía encima sino a un lobo. La fantasía sin nombre no hacía mal, a ninguno de los otros les hizo mal.

Se giraron, el oso, gran creatura en huesos y cuerpo, ahora era quien tomaba las riendas. Mordiscos, lamidas, besos y caricias recorrieron la anatomía de Danny. Descendió hasta alcanzar los genitales del coyote; metió el hocico entre el pelambre del vello púbico. Memorizó el aroma, lo imaginó, lo comparó, lo consumió al chupar los testículos escondidos. Luego, ligeros golpes en el rostro imploraban ser tomados en cuenta. Una verga fuerte y carnosa se erguía. La tomó entre sus garras, jugueteó con ella masturbándola, golpeándola, besándola, todo ello como preámbulo a ser sumergida en la cavidad bucal del oso.

Con su lengua y saliva provocaba sensaciones intensas al coyote. Con los dientes laceraba ligeramente la cabeza del pene logrando con ello sacudidas de placer en Danny. De continuar así el coyote eyacularía en medio de un orgasmo punzante. Intuitivamente Julián se detuvo, ahora era el culo del coyote su punto de atención. Jugaba con la lengua en el orificio. Cuando estuvo lo suficientemente lubricado metió un dedo. Un gemido escapó de la garganta de Danny. Entraba y salía hasta que el esfínter se acostumbró a la manipulación. Con ello ingresó otro y otro hasta que cuatro de ellos penetraban sin dificultad. El coyote sólo se estremecía de placer.

Escupió en el culo de Danny un par de veces, luego lo penetró. Se miraban fijamente cuando las embestidas dieron inicio siguiendo luego una batalla de besos entre los dos. Lentos y suaves fueron los embates iníciales, rápidos y violentos cuando el clímax estaba cerca. La gruesa verga de Julián empujaba las cavidades en el interior del coyote logrando producir oleadas de placer a lo largo del cuerpo del amante. Al mismo tiempo el oso tomó con su garra derecha la verga de Danny y la masturbó según la intensidad con la cual él lo penetraba.

Ambos alcanzaron el orgasmo al mismo tiempo. Danny salpicó el torso de Julián mientras su semen invadió el interior del coyote. Ambos amantes exhaustos y bañados en sudor durmieron mientras se daban el último beso.

â€"Fue mágico. Anoche fue mágico. â€"dice Danny al recostar nuevamente su cabeza en la almohada.

â€"Si, en realidad lo fue. â€"responde satisfecho.

â€"Tenemos que repetirlo. â€"sugiere el coyote al incorporarse y subirse sobre el estomago del oso.

â€"Quizás. â€"dice con un toque de indiferencia pero sonriendo.

â€"Sabes, â€"comienza a decir Danny recostándose en el pecho de Juliánâ€" yo me enamoré de ti aquel día en que te vi entrar a la cafetería.

â€"Yo sinceramente nunca que te había visto hasta entonces. â€"y lo abraza.

â€"Obvio, sólo soy un mesero. â€"le dice al oídoâ€" Pero que importa, al fin estamos juntos.

â€"Hasta que otra noche nos reúna. â€"señala Julián señalando su intención de levantarse.

â€"¿Otra noche? â€"pregunta Danny puesto en pie viendo al oso buscar sus ropasâ€" ¿No te quedarás?

â€"No puedo. â€"dice al ceñirse los pantalonesâ€" Prometí a mi hermano que comería con él. ¿Qué hora es?

â€"Las diez y media. â€"responde sorprendido el coyote.

â€"Es tarde. â€"señala mientras se calza los zapatos y toma del suelo la camisaâ€" En fin, espero verte pronto. Me encantó, hace mucho que nadie me hacia sentir tan bien como tú.

â€"Me alegro. â€"dice sonrojándose.

â€"También yo me alegro. â€"puesto frente a él Julián toma su rostro con ambas garras y lo besa. â€"Pues bien, me retiro. Te llamaré en la noche.

Julián sale del departamento aún abotonándose la camisa mientras sostiene el saco con el brazo izquierdo. Baja las escaleras para encontrarse con una mañana fresca y reluciente. La vitalidad de la ciudad es absorbente.

â€"Que lástima â€"piensa mientras recorre las calles en busca de su automóvilâ€" creo que ya no podremos ir al café. Pobre muchacho. Bueno, sé que no soy un galán ni un gran intelectual pero ¿terminar yo con un mesero de cafetería? Qué se habrá creído. Pero creo que si se enamoró de mi. Hice bien en llamarlo desde un teléfono público. Aunque la verdad que lástima, es un excelente amante sin duda. Pero, después de todo quizá si lo llame, no tengo nada que hacer la próxima semana.

La caída del agua siempre relaja a Erika. En el jardín de su casa se mantiene permanentemente la fuente encendida. Sin el rumor que produce el líquido al chocar contra la cantera, sumado a su dulce y frío olor, es incapaz de conciliar el sueño. Y ahora en la ducha, sentada en el suelo de mosaico, contempla ante sí la caída de los delgados hilos que brotan de la regadera. Está desnuda, empapada, mantiene unidas sus rodillas frente a su pecho entrelazando sus manos sobre ellas. El agua es tibia. Una niebla blanquecina flota en todo el cuarto precipitándose en salir por la pequeña ventana abierta de cristales verde y azules.

Media hora ha permanecido allí, esperando. Es la campanilla de la puerta la que perturba su momento de silencio. Una sombra formándose en sus ojos indica la llegada de aquella a la cual no quiere ver, pero culpa es de la inminencia de acontecimientos y no está esa decisión bajo su dominio. Se levanta, cierra la llave, se estremece al sentir los sutiles cambios de temperatura en su cuerpo. Gotitas de agua comienzan a evaporarse en secreto. Toma la toalla cubriéndose con ella y sale del cuarto de baño. Un segundo tintineo hace vibrar la casa entera.

Baja despacio las escaleras, guarda para sí la mayor parte del tiempo posible antes de que se lo arrebaten. Tiene la idea nada descabellada de resbalar y caer para con ello morir dejando en espera perpetua a su invitada. Pero deja escapar las posibilidades, sólo continúa avanzando hasta tener en la garra la perilla de la puerta. Cierra los ojos, se consuela e inhalando una bocanada de aire lo expulsa en una sonrisa al abrir la puerta. Frente a ella una tigresa la saluda.

â€"Hermanita, tanto tiempo sin verte. â€"exclama tomando de los hombros a Erika mientras la besa en la mejilla aún húmeda.

â€"Meredith, â€"diceâ€" siempre es agradable tu visita.

â€"Mentirosa, mentirosa. â€"mueve el dedo índice en forma de negación frente a su rostro al tiempo que ingresa a la casa.

â€"Ya ves que la hipocresía no fue mi fuerte. â€"cierra la puerta y se encamina a la escalera, rumbo a su habitación para vestirse.

â€"¿Y mamá? â€"pregunta simulando no haberla escuchado y mientras toma asiento en la sala.

â€"Salió con Esteban de compras. â€"grita desde la planta superior.

â€"Siempre lo he dicho, â€"también eleva el volumen de su voz para continuar la conversaciónâ€" está mal educando a ese muchacho.

â€"Por favor, ya tiene veinticinco años. Ya está mal educado.

â€"Cierto, pero quien lo manda ser el menor.

â€"Y él único varón.

â€"Pobrecito. â€"concluye Meredith.

Erika se viste una delineada y ligera blusa verde, combinándola con el color de sus ojos, y una falda larga de color blanco con un par de líneas paralelas verdes en la parte inferior. Con premura se coloca una serie de accesorios: pulseras de diversos materiales y un collar de cuentas hecho de gráciles piedras pulidas. Se mira en el espejo del tocador, se mira linda, se sabe atractiva, pero no es suficiente.

Baja sin calzarse a encontrarse con su hermana mayor. Se deja caer pesada en el sofá mientras sostiene con la garra izquierda su cabeza apartando el cabello del rostro. Toda ella representa la efigie del enfado y cotidianidad. Imágenes mentales intentan hacerla escapar del tormento que se avecina.

â€"¿Y cómo has estado? â€"pregunta la invitada mientras descansa los brazos en el respaldo del sillón.

â€"Bien, â€"responde imitando la entrega en una conversaciónâ€" en el despacho me va de maravilla. Aunque los clientes son un fastidio.

â€"En todos lados es así. â€"dice al apartar la mirada hacia la ventana. La sombra de un rosal penetra por los opacos cristales.

â€"¿Y tú? â€"le toca interrogar a Erika luego de unos segundos de silencioâ€" ¿Qué tal la vida con Jerónimo?

â€"Muy bien, â€"responde girándose a su interlocutoraâ€" te lo garantizo ahora si encontré el amor de mi vida. Atractivo, inteligente, con una maestría para los negocios y sobre todo cumplidor en la cama. Créeme hermanita, tienes que dar el salto.

â€"Si, si, el salto. Pero hay quienes no podemos hacer eso ‘Merle'.

â€"Eso es miedo, querida. â€"espeta molestaâ€" Miedo y gusto de andar por la vida como espíritu fantasmal.

â€"¿Qué mal hay en ello? â€"comienza a discutir, la indignación escapa entre las líneas de su discursoâ€" Tengo un buen empleo consigo lo que quiero y no me falta nada.

â€"Pero sin libertad. O dime ¿Por qué sigues en casa de mamá? ¿Por qué llevas cinco años en el mismo puesto? ¿Por qué no te hemos conocido a un novio que dure más de dos meses? ¿Por qué te la pasas vagando por todos lados sin poder dar palabras a tus actos?

â€"Bien, sigue juzgándome. â€"exclama, apunto del gritar, al incorporándose de su asientoâ€" Tú, mamá, y no dudo que Esteban e incluso Jerónimo ya lo hagan también.

â€"Cariño, no lo hacemos. Mucho menos yo, lo sabes.

â€"No, quieres que sea como tú. â€"sus palabras se cargan de iraâ€" Capaz de las proezas que tanto te vanaglorias en presentar: La que estudió el posgrado en el extranjero; la que tiene conexiones con personalidades de todos los medios; la que siempre está enamorada y llora desconsolada cuando termina; la que camina con la frente en alto señalando con desdén a los miserables que están bajo su dependencia; la que consigue lo que quiere adulando, mintiendo...

â€"Y esforzándome en conseguirlo. â€"interrumpiéndolaâ€" Sabes como nos educaron mamá y papá: siempre para conseguir lo que quisiéramos, sin remordimientos ni frenos, libres incluso de lazos éticos. No sé de dónde te viene esa explosión de decadencia que presentas. â€"inclinándose hacia delante clava su mirada en los ojos de su hermanaâ€" Haces lo mismo que hago yo pero digamos que en pequeña escala: En tu oficina, con tus amigos, en esta misma casa. ¿Qué te limita de ser una diosa entre los demás? ¿Acaso valores? Filosofía nos hicieron leer para no caer en puritanismos. ¿Moral? Jamás nos hemos comportado como la mayoría, siempre hemos sido soberbias. ¿Culpa? Pero si no tenemos religión, ¿Miedo? Eso es, consecuencias a las cuales no te quieres enfrentar. Cobardía que da por resultado menosprecio. Tienes el mundo en tus manos: belleza, elegancia, destreza, conocimientos y una familia que es odiada por la mayoría de las fursonas. No me culpes ni te enojes contra mi, entiende que la mala en tu historia eres tú misma.

â€"Sabes, tienes razón, siempre la tienes, pero no. â€"dice mientras se hunde en el sofá, su hermana la deja exhausta con sus alegatosâ€" Algo en todo ello no concuerda para mi, así que déjame en paz.

â€"Hermanita, Erika, tienes veintisiete años. Es hora de saber que quieres hacer. No te pido un plan detallado, ni una cosa específica, sólo que comiences a caminar. Salta. Deja de sentirte una santa.

La cerradura cede ante la entrada de una llave. Por la puerta ingresan dos tigres, una hembra mayor y un joven. Su madre les sonríe al encontrarlas en la sala charlando. Sabe sobre que versaba su discusión, siempre es el mismo tema pero no le importa; ninguna de ellas es su vida. Saluda a su hija mayor con un beso mientras Esteban deja un par de bolsas blancas en la cocina. Luego todos toman asiento. Un silencio apaciguador da pie a charlas vanas y discretas.

Durante horas nuevas conversaciones toman el lugar de la primera. Preguntas antes formuladas son respondidas con afirmaciones o negaciones menos lacerantes que las anteriores. Se miran, ríen y celebran que nuevamente son lo más parecido a una familia. Por breves momentos las vidas de todos en esa casa se vuelve de dominio mutuo. La salvaje afrenta entre las hermanas llama a tregua mientras es preparado el almuerzo cuando el calor de la tarde ya se desliza por debajo las puertas y a través de las ventanas. El tiempo termina cuando el sol marca las cinco de la tarde.