El cambio

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#1 of Historias sueltas


¡Hola! Hacía mucho que no escribía y de repente me entraron ganas de algo distinto rozando temas que nunca había tratado.

_ WARNING

La historia que os presento es una auto narración que contiene lenguaje adulto, interacciones homosexuales y algunas perversiones contadas desde el punto de vista de alguien que las ha vivido en primera persona. Contiene algunos fetiches de forma suave o alusiones a temas delicados como_

incesto, watersports, violación, underage, prostitución, sexo entre criaturas antropomórficas y humanos, diferencia de tamaño etc...

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La historia no la he repasado bastante por que a decir verdad era un ejercicio para mí "por los viejos tiempos" pero espero que la disfrutéis y si a alguno le hace pensar un poquito ya me doy por satisfecho.

Abrazos y como de costumbre las críticas y comentarios son bienvenidos.

¡Hasta otra!

El Cambio

Me llamo Pedro y tengo veinticuatro años. Hace ya tres años y medio desde que vivimos con miedo. Tenemos miedo de cambiar. Nadie sabe como empezó, pero quedamos cada vez menos personas cada día que pasa. Las antiguas escrituras dicen que el hombre nace o muere dos veces, pero ahora tendrán que reescribirlas.

Se dieron muchas explicaciones y se hicieron muchas preguntas que aún no tienen respuesta. Al principio se escuchaba mucho por la televisión que se trataba de un virus. Cuando no encontraron nada en la sangre de la gente que enfermaba, vinieron los que creían que se trataba de alienígenas y todos los telescopios empezaron a apuntar al cielo. Más tarde cuando la ciencia parecía estar sin respuestas y los conspiradores acusaban a los gobiernos de mentirles vinieron los teólogos.

Algunos decían que era el juicio final, otros se refugiaron en la ciencia y aún siguen buscando respuestas. La población seguía cambiando, tomaban formas más animales y menos humanas combinando ambas partes en una "criatura" nueva. Sólo se hablaba de los antros en todos los medios. Incluso hubo algunos que hicieron negocio con la nueva crisis que asoló el planeta, hasta que el propio presidente de la farmacéutica que inventó la vacuna contra el mal del cambio sufrió sus consecuencias.

Había mucha confusión, algunos antros se volvían violentos cuando cambiaban o tenían ideas revolucionarias acerca del siguiente paso en la escala evolutiva del ser humano. La idea de acabar con los antros potencialmente peligrosos se fue haciendo cada vez más y más sólida entre los gobernantes de los gobiernos que se enfrentaban a la mayor crisis que hubiera vivido la humanidad refugiados en sus lujosos despachos. Cobijados por la ilusión que da el poder político ante una situación para la que nadie en esta u otras eras habría estado preparado.

Aquellos antros con psiques no apropiadas o aquellos con capacidades reproductivas elevadas, como los que tienen forma de insecto eran perseguidos. Podríamos decir que hubo un gran holocausto en silencio. Un secreto a voces del que todo el mundo era consciente. Inclusos aquellos que promovieron medidas tan drásticas como acabar con la vida de otros no se veían exentos de que ellos mismos o algún miembro de su familia sufriera las consecuencias de su voraz ética.

Al parecer cuando cambias te quedas con gran parte de lo que lleva el animal dentro, aunque otros dicen que el cambio es hacia el animal que llevas en el alma. En lo que todos coinciden es en que cuando cambias se te altera la personalidad, ya no eres el mismo.

Lo que de la noche a la mañana eran derechos se convirtieron en privilegios en muchos casos pero la mayoría de la población mundial estaba de acuerdo, al menos al principio. Hubo una etapa de mucho crimen, caos y confusión. Pero cuando incluso aquellos que tenían que proteger al pueblo se convertían en criminales lo que vino fue una era cambios.

Lo peor ocurrió cuando empezaron las guerras que aún seguimos viviendo. Por suerte mi país fue de los tolerantes con los "nuevos" habitantes de la Tierra. No entramos en guerra civil, pero seguimos estando amenazados constantemente por los que si lo hicieron. El odio recorre el mundo y no hay lugar para el amor incondicional son pensamientos que hoy en día son bastante comunes entre algunos círculos.

Algún día una de estas guerras llamarán a la puerta de nuestras casas, para llevarse las pocas cenizas que quedan de los lazos que conservamos de nuestras anteriores vidas. Y aunque todo ha sido una locura desde hace tres años y medio, los que nos quedamos como estábamos antes de que el gran grueso de la gente cambiara, somos los que más estamos sufriendo.

Recuerdo que la primera persona de mi entorno en cambiar fue mi novia de aquella época. Me cuesta recordar incluso su nombre, creo que se llamaba Marta, o quizás era otro. Suelo tener ese periodo de mi vida un poco nublado en mi memoria a pesar de que ha pasado poco tiempo. Le pilló en la etapa de las cuarentenas, y desde que se fue ya no sé nada de ella. Al principio llamaba a su familia, y me interesaba mucho por lo que ellos sabían, que resultaba ser prácticamente nada. Otros miembros de la familia de Marta cambiaron más tarde, e incluso tuve que abandonar los estudios cuando me metieron en observación por estar relacionado con todo aquello.

Lo pasé bastante mal, pero acabé asumiendo que no volvería a verla a medida que los días pasaban y mi cuerpo permanecía igual. Algunos miembros del hospital donde estábamos empezaron a mostrar los primeros síntomas del cambio. Si yo hubiese cambiado en aquel momento, quizás hubiera podido seguir con ella, pero en lugar de eso permanecí algo menos de un año mirando las paredes de una habitación de hospital y aislado de prácticamente todo lo que conocía salvo por un pequeño teléfono móvil que me dejaron conservar siempre que llamara a mi familia directa.

Cuando pude volver a casa, lo que quedaba de familia me apoyó todo lo que pudo. Mi madre y mi hermana, la intermedia de los tres, ya no estaban ahí. Aunque no fue al volver del aislamiento cuando me enteré del por qué de su marcha. Las seguía queriendo como el primer día pero la sociedad o quizás los políticos aún no estaban preparados para las reformas que vinieron después, cuando ya se estabilizó todo un poco.

A decir verdad hubiera acabado en un agujero de depresión absoluta si no hubiera sido por el apoyo de mi padre. Con muchos de mis amigos desaparecidos de mi vida, las mujeres de la casa fuera del núcleo familiar y teniendo miedo por salir a la calle era bastante habitual que los chicos de mi edad acabasen bastante mal. O bien se transformaban y ya no escuchabas nada más de ellos o jugaban las veinticuatro horas del día videojuegos recluidos en sus hogares por miedo al contagio. En algunos casos más extremos se metían en asuntos más turbios como drogas, o incluso la prostitución ya que aquellos que no conseguían cambiar cuando toda su gente lo hacía intentaban por todos los medios contagiarse.

Era pensado por muchos que el contacto físico con los fluidos de los antros era una vía de contagio, ya que la mayoría de antros, veían como su libido se disparaba mientras asumían su forma definitiva. En lo personal pienso que tiene que ver con que el ser humano no tiene celo, y al lidiar con las nuevas necesidades de su cuerpo tienen más difícil contenerse.

Volviendo a mi historia, he de reconocer que apenas hablaba con mi padre antes de toda esta crisis, pero en algunos momentos la vida te sorprende. De tener una relación nula con él, de prácticamente demandar comida, cobijo y dinero por mi parte, se convirtió en mi apoyo y en mi confidente. Descubrí que aquel hombre que me había dado su cariño desde el primer día de mi vida había pasado por la mía siendo un desconocido en todos los aspectos para mí y me sorprendió lo mucho que nos comprendíamos el uno al otro.

Su soledad al faltar mi madre, su preocupación por como estaba creciendo mi hermano menor de doce años en aquel entonces, las dificultades que encontraba en el trabajo por todos los conocidos suyos que cambiaban... Sus problemas eran increíblemente similares a los míos, y entonces comprendí algo bastante tarde. Aunque él no me había elegido como hijo, ni yo como padre era evidente que en cierto modo compartíamos la misma vida simplemente añadiendo pequeños cambios.

Desde ese momento las cosas fueron un poco mejor. Me tuve que poner a trabajar, ya que las universidades cerraron una temporada a medida que los antros empezaban a reclamar más y más derechos y no sabían muy bien que hacer con ellos.

A medida que más y más población cambiaba recuerdo que incluso se atrevieron a poner a algunos presentadores en los informativos y lo extraño que nos parecían sus voces a todos. Si encontrábamos algún presentador nuevo en televisión, tenía un juego con mi hermano pequeño en el que intentábamos adivinar su sexo, ya que nunca sabíamos si se trataba de un hombre o de una mujer, hasta que salían sus nombres en pantalla.

Es verdad que hubo disturbios en las grandes ciudades, ya no digamos en otros países como en los islámicos, pero no llegaron a mi barrio. A mi no me costó mucho encontrar trabajo como cocinero en un local de comida rápida. Al parecer en el mundo de la hostelería se apreciaba mucho la... ....carencia de pelo en las manos, y tuvieron dificultades en encontrar personal cuando abrieron una franquicia de pizzas a domicilio cerca de mi casa.

Mi primer contacto con un antro de verdad fue ahí con Mar, la chica gata que tomaba los pedidos a los clientes. Éramos casi todos humanos los que trabajamos ahí, y aunque supongo que la contrataron para cuidar la imagen de la empresa, para que no tachasen de antrofóbicos a sus directivos a mi me caía bastante bien.

No estoy muy seguro de si debería de decir esto, pero creo que lo voy a hacer de todos modos, a mi me gustaba. Me gustaba con mayúsculas.

Los constantes coqueteos que tenía conmigo, su forma de ser, que fuera mas bajita que yo, sus pechos, como olía, no sabría decir que es lo que me volvía loco de Mar pero la verdad que cada vez que se rozaba conmigo me entraban ganas de llevármela a casa y acostarla en mi cama.

Incluso cuando tenía momentos íntimos para mí, en la soledad de mi habitación, buscaba las fotos que tenía de ella en el móvil y miraba su carita preciosa, su pelaje color café con aquellas manchas blancas que acentuaban el contorno de su rostro redondito y achatado. Vivía en mi cabeza una y otra vez cada broma que me hacía entre cliente y cliente, cada conversación, cada minuto que me dedicaba al día, como se le quedaba en los bigotes restos de salsa y para quitárselos se relamía como si en lugar de ser una persona fuera un gato de verdad. Estaba colado por ella, diría incluso que me llegué a obsesionar con la idea de que fuéramos pareja.

Sin embargo nunca me atreví a declararme. La presión por lo distinta que era de mí, por su nueva forma, por si cambiaría yo o si lo aceptaría mi familia era demasiado fuerte, si cuando tuviéramos niños saldrían con mi aspecto o con el suyo. Me dejé llevar por el miedo o mejor dicho los miedos que sentía dentro de mi cabeza, aunque todo cambió el día de la cámara.

Fue ella quién me dijo lo que sentía por mí. Allí en medio del frío de la gran nevera donde me besó, donde intercambiamos saliva en nuestras bocas mientras sujetaba su cintura y ella apoyaba sus manos en mi pecho, donde me dijo que iba a abandonar el trabajo por culpa de sus sentimientos por mí y donde yo lloré desde hacía ya bastante tiempo.

Y los días pasaron ahora sin Mar, combatiendo los propios demonios de mis pensamientos. Pensando en la posibilidad de que los miembros varones de mi propia familia fueran resistentes o completamente inmunes al cambio. Pensando en cómo ese beso que llenó de alegría y tristeza mi alma por igual no me había cambiado. Y ahí fue dónde por segunda vez en mi vida quise cambiar.

Es curioso como cuando deseas algo con mucha fuerza, al final lo acabas consiguiendo, aunque a veces no de la manera que esperabas.

Con el tiempo he llegado a comprender el porqué de la decisión de mis padres al separarse. Cuando me pasó lo de Mar, llegué a pensar que mi padre tenía miedo al cambio, como yo mismo tenía. Aunque ahora he entendido por la vía mas dura que realmente trataron de proteger a mi hermana intermedia.

Lo comprendí después de que mi hermano menor hace un par de meses cayera muy enfermo. Tenía fiebres altas y mi padre estaba en un viaje de negocios, en unas conferencias que daba su empresa, lo cual era poco habitual. Yo cuidaba del pequeño Carlos que ahora tiene quince y aunque ya sé que no es un niño, quizás al haber tanta diferencia de edad entre él y yo bajé la guardia.

Mientras le cuidaba repetía entre murmullos una y otra vez lo bien que olía, lo que achaqué a algunos delirios de la fiebre. Y aunque con la medicación encontraba cierto alivio, yo no dejaba de preocuparme por esos síntomas, ya que en mi nariz el único aroma que se repetía era el pesado olor de una habitación cargada por falta de ventilación.

Una noche mientras dormíamos pude oír perfectamente el girar del pomo de la puerta de mi cuarto. No me sobresalte a pesar del ruido inesperado. Al principio pensé que simplemente estaba soñando, por lo que no le di demasiada importancia y seguí durmiendo.

Me llevé un buen susto cuando la ví abierta de par en par por la mañana. Con grandes pasos fui por el pasillo hasta la habitación mi hermano, un poco nervioso. El suelo estaba mojado de un líquido que no reconocí pero que se veía con el reflejo si ponías la mirada en un ángulo concreto. Evité pisarlo.

Cuando abrí la puerta de Carlos y encendí la luz pude ver los pantalones del pijama de mi hermano en el suelo, completamente manchados de humedad. Carlos parecía un poco nervioso para su estado de debilidad. Acabo confesándome que había mojado la cama por la noche. Le pregunté por la puerta de mi habitación y me confirmó que se había cambiado de pijama, evadiendo la respuesta mas directa, aunque ambos sabíamos que me había ido a buscar en el silencio de la noche. Le hice otras preguntas pero ahora no recuerdo demasiado bien cuales, pero si recuerdo que intenté consolarle.

Como era difícil hablar con el le obligué a abandonar la cama y a que se sentara en una silla mientras cambiaba sus mantas y sábanas, que dejé sobre el pantalón del pijama mojado. Le dije que tenía que cambiarse los que llevaba puestos en ese momento, pero hizo lo posible por que me saliera de la habitación antes de desvestirse, se estaba haciendo mayor demasiado rápido, le daba pudor hacer esas cosas delante de mí.

Aproveché mientras se mudaba de ropa para fregar el reguero de pis que había entre su habitación y la mía. Al volver a entrar el ya estaba arropado en su cama, y me miraba con los ojos entrecerrados, muy cansado. Me dio un poco de lástima, posiblemente no habría dormido bien por la noche pensando en que lo iba a reñir por mearse en la cama. Le dejé con la luz apagada y durmiendo mientras transportaba el abultado montón de camino a la lavadora entre mis brazos. Recuerdo que me paré en seco cerca de la mesa del comedor como hipnotizado.

Había algo en aquel bulto. No sabría decir a ciencia cierta que era lo que me estaba afectando pero comencé a notar el cuerpo pesado. Casi podía masticar la fiebre que estaba sufriendo Carlos. Me sentía muy caliente, y lo que es peor mi entrepierna parecía responder fuera de control.

Recuerdo sentirme culpable por aquello, pero no podía separarme de aquellas sábanas. Estaba en medio de donde solíamos comer toda la familia, con ropas mojadas de mi hermano pequeño entre mis brazos, y pegando la cara a ellas mientras tenía una erección de caballo. Creo que ese pensamiento fue el que me sacó de mi embriaguez. Eso sumado al hecho de darme cuenta de que había estado cerca de veinte minutos allí de pie al mirar por el rabillo del ojo el reloj circular que colgaba de la pared, fue lo que me ayudó a dar esos pasos que me catapultaban fuera de la delgada línea que separa lo cuerdo de la locura, aunque mi cuerpo físico se dirigiera simplemente hasta el cuarto de pila.

Al separar mis antebrazos de sus ropas para meterlas en la lavadora noté algo extraño. Aquella humedad tenía una viscosidad distinta a la esperada. Busqué restos mas condensados por dentro de su pantalón del pijama y encontré lo que tanto temía entre mis temblorosas manos. No se trataba de pis sino de semen y en cantidades alarmantes.

Parecía que hubieran metido una manguera con zumo de hombre y hubieran abierto el grifo de par en par. Aunque había ya gran parte del líquido condensado encontré la aplastante evidencia con forma de borbotones perlados. Ningún humano podía venirse de aquella manera, me repetía una y otra vez, intentando recomponerme del terrible shock que acababa de sufrir entre mascullidos incoherentes.

Entré en la habitación de Carlos armándome de valor aunque no pude ver nada. Intenté afinar la vista entre luz y sombras pero solo escuchaba a mi hermanito roncando con una voz que era un poco mas grave de lo habitual.

Ante aquel sonido áspero me sentí indefenso. El poco valor que tenía en aquel momento se esfumó como una estrella fugaz, pero aún así sabía que si hacia mucho ruido podría despertarse. Cerré la puerta muy despacio, y a hurtadillas cogí el teléfono para intentar localizar a mi padre.

No respondía.

Mi cabeza no paraba de dar vueltas, aunque mi cuerpo seguía en ese estado de hipnosis del que he hablado antes. Al final se me ocurrió llamar a mamá, ella podría saber que hacer, pero cuando acabó de explicarme la situación real de lo que estaba pasando me quedé aún más confuso de lo que estaba al principio.

Mi padre estaba cambiando.

Entre sollozos, mi madre me ordenó abandonar el piso y que me buscase un hotel para esa noche. Le pregunté si sería ella quien viniera a cuidar a mi hermano y me respondió con una negativa. Era peligroso para una hembra estar cerca de un adolescente que cambiaba de esa forma. Mamá estaba al tanto de lo del semen, por lo que me prometió que encontraría a alguien fuerte para que hiciera compañía a Carlos. Ella hablaba con eufemismos para no introducir la palabra violación en la conversación, pero lo entendí rápidamente.

Tras colgar el teléfono comencé a hacer la maleta. Al principio apresuradamente, pero a cada minuto que pasaba la idea de abandonar a mi hermano pequeño en el momento mas difícil de su vida me revolvía el estómago. Incluso estuve tentado en esos momentos de indecisión de llamar al teléfono de atención para el cambio, pero acabé descartando la idea por miedo a lo que le pudiera pasar a él.

Dejé lo que estaba haciendo y volví a llamar a mi madre, y tras una reprimenda no pudo convencerme para que me marchara. Yo tampoco pude tranquilizarla para acabar con su intento de enviar algo de ayuda, a pesar de que tenía la seria convicción de que yo sólo me bastaba para manejar la situación. Al final quedamos en que su amigo vendría por la mañana del día siguiente, y en el fondo sabía que ella se sentía mejor con mi decisión.

Le hice una sopa de pollo con fideos para comer a Carlos, con la idea de que repusiera líquidos. La devoró mientras le miraba asombrado como le estaba creciendo la barba, y la extraña forma que tenían sus piernas ocultas por las mantas. El hacía lo posible por ocultar su cuerpo ante mis ojos, llegando casi a lo ridículo, pero no le dije nada. Recogí la bandeja sobre la que había comido mientras el me mentía diciendo que quería seguir durmiendo. Creo que hice bien en esperar al día siguiente para tener la conversación que tenía pendiente con él. Cuando viniera el amigo de mamá tendría un apoyo más sólido por si la conversación se me escapaba de las manos.

Pasé lo que me quedaba de día preparándome para ir a trabajar. Me costaba concentrarme a causa de la inyección del potente cóctel de feromonas que había sufrido por la mañana. Recuerdo que no paraba de sobarme y jugar con mi entrepierna. Incluso ahora mientras hablo noto la sangre hervir al recordar el sabor que se quedó en mis labios al probar el semen del pijama de mi hermano. Aunque me tachen de degenerado cuando lo cuento, he de reconocer que no lo lavé hasta hace bien poco.

Aquella noche, tras volver del trabajo, comprobé que todo estaba en orden. Yo solía llegar bastante tarde cuando trabajaba, sobre las una y media o las dos de la mañana, así que me sentí un poco aliviado al ver que no había nada de embutido en la nevera. Sabía que Carlos había asaltado la cocina a la hora de la cena, estaba recuperando sus fuerzas. Por mi parte cansado tanto psicológicamente como físicamente no me costó demasiado conciliar el sueño.

No fue hasta ya muy entrada la madrugada, despreocupado ya de los problemas de aquel día bajo el suave tacto de mis sábanas, que la realidad me volvió a azotar como un mazo de cien toneladas.

Sentía un peso mullido y un agradable calor encima de mi cuerpo. Unas manos grandes y fuertes sujetaban mis caderas mientras subían con ternura el borde de la camiseta a cuadros de mi pijama. El tacto de aquellas garras era firme pero aterciopelado. Entre sueños, recostado sobre mi pecho, algo húmedo y caliente dejaba un surco caliente en mi espalda, al mismo tiempo que con mucho cariño me masajeaban los hombros.

La forma erótica con la que manoseaban mi cuerpo entre sueños era irresistible. Aunque estaba algo atontado por el profundo letargo del que acababa de despertar reconozco que me dejé hacer durante un buen rato. Apartó con sus patas mis cachetes y buscó mi entrada con su hocico. Su lengua me lamía primero tímidamente por fuera, casi con culpa, rozando mi intimidad como nunca nadie lo había hecho, para más tarde abandonar esos sentimientos e introducirla con pasión abandonándose a sus instintos más primitivos.

He de decir que fui cómplice de aquello haciéndome el dormido. Tenía que apagar los gemidos que me sacaba, para evitar que sospechase que estaba despierto. Jugaba con mi interior volviéndome loco. Recuerdo que por un momento estuve tentado de agarrarle el hocico y apretarle contra mí, ya no sólo por la curiosidad que me daba tener una pista de en qué se había transformado, sino por pura necesidad de satisfacerme aunque la bestia que tenía encima se tratase de mi propio hermano. Era un placer prohibido que acababa de descubrir tras años de relaciones con chicas, no podía arriesgarme a estropearlo dejándole saber que estaba despierto, así que le dejé que siguiera sin protestar relajándome a sus encantos.

Si Carlos me hubiese penetrado directamente tras sacar su lengua. creo que no podría haberme resistido. En lugar de ello elevó mis caderas y restregó mi trasero contra su miembro. Aún recuerdo su tacto contra mi culo abierto anteriormente por su hocico. Aquella polla sin glande tenía el grosor de un vaso, con algo redondo en la base. Chorreaba tanto, que pensé que se estaba corriendo en mi espalda, aunque descarté la idea cuando comprendí que el líquido que emenaba tan continuamente sólo podía ser su pre.

Su pecho caliente se recostó sobre mí dejándome inmovilizado. Su virilidad no paraba de moverse en la prisión que formaba mi culo virgen y su vientre plano. Entre mis jadeos me lamía la nuca con su hocico alargado y a cada movimiento se ponía mas violento. Sus huevos, cada uno del tamaño de una manzana, gordos y cargados, rebotaban contra los míos. Estaban tan pegados que con el roce me los llenó de aquella viscosidad que se escurría entre nosotros buscando la gravedad hasta formar un gran charco en las sábanas de mi cama.

Su pecho caliente se recostó sobre mí dejándome inmovilizado. Su virilidad no paraba de moverse en la prisión que formaba mi culo virgen y su vientre plano. Entre mis jadeos me lamía la nuca con su hocico alargado y a cada movimiento se ponía mas violento. Sus testículos, cada uno del tamaño de una manzana, gordos y cargados, rebotaban contra los míos. Estaban tan rebosantes, que con el roce me los mios se bañaron de aquella viscosidad que no paraba de emanar de su miembro. No olvidaré como se escurría entre nosotros buscando nuestras curvaturas por acción de la la gravedad, formando un gran charco morboso en el santuario que conformaban las sábanas de mi cama.

Sus garras me apretaban con más y más fuerza a medida que el olor en la habitación se cargaba y viciaba a al del sexo. Comenzó a lamerme las orejas, a darme pequeños mordisquitos en la nuca y sus embestidas poco a poco tenían más recorrido y velocidad. Con movimientos cada vez más bruscos noté sus afilados dientes cerrándose en ambos lados de mi cuello.

Presa del pánico, moví mi brazo bruscamente intentando levantarme, pero la bestia que tenía encima me lo controló con el suyo que casi doblaba mi tamaño. La punta de su miembro buscaba mi entrada en embestidas brutales, y al final consiguió ganar la poca resistencia que le dió mi ano excesivamente lubricado. Cada vez metía mas la punta de su polla dentro, incrementando la fuerza con la que me tenía sujeto hasta el punto que incluso me llego dejar una marca en el cuello con sus caninos. Mis exigencias y lamentos caían en oídos sordos, hasta que por fin reaccionó ante su propio nombre.

Inmediatamente se retiró de mí dejando el espacio de un metro entre nosotros.

Pude apreciar en la oscuridad la forma de algo que se asemejaba a la mezcla de un can o un lobo. Me incorporé en silencio, él me miro creo que con las orejas agachadas, y salió corriendo de mi habitación a cuatro patas con tanta prisa que parecía un borrón.

Oí la puerta de la calle cerrarse con un fuerte golpe y el corazón me dio un pálpito. No creo que haya visto a nadie vestirse más rápidamente que a mí en aquella noche en todos los días de mi vida. Corrí por todo el barrio buscándole como alma que lleva el diablo, pero yo no era rival para su velocidad. Me paré en seco jadeando, pensando donde podría haber ido, y decidí ir a aquellos lugares que él conocía.

Al final lo encontré cerca del colegio donde estudiaba, montando a una mujer cuervo un poco obesa desde atrás como había intentado conmigo. Ambos permanecían inmóviles. Pude reconocer a mi hermano por los restos del pijama que él llevaba, aunque desde lejos fueran dos figuras anónimas y oscuras en una esquina dándose el gusto. Me temía lo peor creía que estaba violando a aquella mujer, pero a medida que me acercaba las protestas de la cuervo me sacaron de esos pensamientos. Se quejaba de que le hubiera metido el nudo y que iba a cobrarle de más por el tiempo perdido.

Me acerqué a ellos e intenté calmarla explicándole la situación. Pero ella estaba enfurecida. Su forma de discutir era entre los chirridos y graznidos propios de un cuervo. Aunque había ejercido la prostitución con un menor y la podía denunciar, decidí no decirle nada más para no agravar la situación. No quería tardar más de lo necesario antes el miedo de que apareciera su chulo, así que la convencí de que no dejara ir a Carlos hasta que yo volviera con su dinero de un cajero automático dos calles mas abajo.

De camino al cajero no pude evitar fijarme en que todas las personas con las que me topaba eran antros. Una pareja de chicos antros agarrados cariñosamente por la cintura tras una noche de fiesta se me quedaron mirando. Estaban un poco borrachos, y tras olisquear el viento que venía de mi dirección uno de ellos me sonrió. Me da bastante vergüenza decir lo que me propusieron cuando se acercaron a hablar conmigo. Fue una oportunidad perdida pero tenía la cabeza en otro asunto más urgente. Los tuve que rechazar, no sin que me lanzasen algunos piropos y me diesen de forma muy insistente sus números de teléfono antes de despedirme.

Pasaron más de veinte minutos hasta que Carlos pudo librarse de la unión que mantenía con la mujer de la noche. Él evitaba mi mirada volteando la cabeza. Hizo un esfuerzo titánico por pronunciar un intento de la palabra "perdón", pero tenía que volver a aprender a hablar de nuevo con su nueva boca sin labios. Le cogí de la mano y le dije que le quería y que no tenían por que enterarse papá y mamá de lo que había pasado esa noche. Su respuesta fue mover la cola y dibujar en su nuevo hocico amplio de lobo algo parecido a una sonrisa, para abrazarme con sus músculos sobre desarrollados antes de marcharnos de aquel lugar.

Es extraño volver a casa a las tantas de la mañana tirando de la enorme zarpa a un lobo de pelaje gris que podría elevar sobre uno de sus ejes un coche pequeño sin mucho esfuerzo. A veces bajaba la mirada discretamente para observarle el miembro que recuperaba flacidez y que bailaba de un lado a otro a cada paso que él daba. Sabía que él no paraba de mirarme desde arriba, ya que ahora me sacaba más de tres cabezas de altura, pero ninguno de los dos hizo un gesto de reproche por aquella situación embarazosa hasta que se acabó con la llegada a nuestro hogar. Era el primer síntoma de una aceptación mutua y sincera.

Terminamos la noche limpiando el desastre que había causado Carlos en la casa. Mañana vendría el amigo de mamá y teníamos que deshacernos de las evidencias mas obvias. Intenté vestir al enorme lobo con las ropas que teníamos a mano, pero al final un cinturón y una toalla a modo de taparrabos fue lo único que le sirvió para tapar sus vergüenzas, que muy a mi pesar recuperaban toda su gloria más de lo que me hubiera gustado soportar. Tras recolocar el colchón de su cama en el suelo, y mostrarme su cariño de la única forma que Carlos podía en aquel momento, con un lametón en mis mejillas humanas, nos acostamos cada uno en nuestros cuartos, aunque a mi me costó trabajo dormirme pensando en lo ocurrido.

Los siguientes días pasaron bastante rápido. Fran, el amigo de mi madre, era un imponente cocodrilo al que le gustaba vestir con colores oscuros y que no era más alto que mi hermano, pero si mucho mas abultado de musculatura. Me sorprendió la paciencia y la dulzura con la que nos trató, ya que de haberlo juzgado por su raza hubiera puesto mucha distancia antes de llegar a conocerlo profundamente. He de reconocer que la primera vez que lo vi cuando fui a recogerlo a la estación, me asusté bastante.

Aprendí mucho de los antros las dos semanas siguientes. Fran nos explicó que el trabajaba en una asociación para el cambio. No sólo ayudaban en casos como el mío sino que también promovían manifestaciones y luchas a nivel político por los derechos de los antros. Enseñó a Carlos a hablar y como debía de gestionar tanto sus nuevas fuerzas como sus nuevos instintos haciendo hincapié en como debía de tratar a los humanos que quedábamos sin transformar.

A veces tenía charlas en privado con el lobo que convivía conmigo, y mi mente me jugaba malas pasadas pensando que se acostaban cuando yo no estaba presente, pero descarté esa idea cuando mi hermano me confesó que estaba enamorado de una chica de su clase que había cambiado antes que él. Creo que Carlos pensaba que había cambiado por ella, pero tanto Fran como yo sabíamos que se equivocaba. Por mi parte tenía la experiencia de Mar y del hospital, mientras que Fran comentaba que las últimas tendencias científicas lo explicaban como un cambio en las ondas alfas cerebrales que finalmente producían alteraciones genéticas a nivel celular. Su explicación me sonaba a japonés, como tantas otras que nos habían dado anteriormente.

Mi hermano y yo nunca hemos vuelto a hablar de la noche de su cambio, aunque mi relación con él es ahora mucho mejor que antes, salvo por el hecho de que ahora soy yo quien pierde cuando jugamos a pelearnos. Desde hace poco las tardes las pasa con la chica que mencioné antes, y aunque a veces le riño por que llega bastante tarde a casa creo que es bastante feliz con su nueva forma. Tan sólo espero que use los condones que tanto me costaron encontrar si acaba acostándose con ella.

Mi padre volvió al poco de irse Fran. Resultó un tanto chocante encontrarte con que su forma de pastor alemán era más bajita y débil que la de mi hermano, pero la encontré bastante apropiada. La lealtad que demostró hacia nosotros y hacia sus sentimientos por mamá, ahora la podía ver todos los días reflejada en su rostro. Creo que ellos llevan ya divorciados desde hace bastante tiempo, pero no le preguntaré por algo tan delicado sin que salga de él. Las ausencias de esta familia han hecho que mi forma de interpretar la moral férrea anterior a los días del cambio, haya dado un giro de ciento ochenta grados. Supongo que el mayor temor de mi padre es por que mi hermano se sienta rechazado, pero tarde o temprano tendrá que decidirse a dar el siguiente paso ahora que no hay un motivo para que no estén juntos.

En mi caso comencé a interesarme por los antros de forma mucho más activa que antes. Descubrí que ya existía una comunidad antro antes de que las personas comenzaran a cambiar involuntariamente. La verdad es que estaba sobresaturada de pornografía muy gráfica y explícita. Más bien gay que de otro tipo. No me estoy quejando por ello, últimamente lo estoy usando bastante, pero ahora con las asociaciones pro-derechos antros se nota mucho que páginas son antiguas y cuales las de la comunidad más moderna.

Aunque yo no he cambiado aún, quedé con los chicos que conocí en la calle aquella noche.

Resultaron ser encantadores a pesar de la impresión de depredadores sexuales que me dieron aquel día. Les conté mi historia por completo entre cafés, en un local de ambiente del centro. Me sorprendió su reacción mas humana que la mía propia ante el asunto. Ellos no pararon de reír mientras hablaba de mi casi violación, mientras por mi parte no abandonaba mantener el tono serio de la conversación constantemente.

Notaron mi enfado pero ellos contraatacaron con otras historias tanto o más surrealistas y disparatadas que la mía, como la de la portera de su instituto que no quería bajar de la torre de una iglesia por haber robado de una tienda una espátula, o la del guaperas de la facultad que se había enrollado toda la noche con un árbol en mitad de una multitud en la fiesta mas importante que organiza el campus universitario al cabo del año. En el caso de la portera tuvieron que llamar a los bomberos a pocas horas antes de que se celebrase una boda en la iglesia.

Cada día que pasa tengo más presente su oferta de aquella noche. Aún me recuerdan ocasionalmente que sigue en pie, aunque hasta hace poco pensaba que no estaba preparado y así se lo hacía saber. Hablar con ellos y conocer a sus amigos me ha ayudado mucho a aceptarme y a día de hoy me preocupa cada vez menos cambiar, hasta el punto de que tras esta entrevista psicológica creo que les llamaré para hablar de sexo con ellos.

-¿Sabe?-. Hay algo que he aprendido de los antros. Ellos van acordes con sus emociones, con lo que llevan dentro, y no pueden apaciguar lo que sienten durante mucho tiempo sin explotar.

Me siento privilegiado entre de los que quedamos como humanos, porque ya no tengo miedo de transformarme en antro, sino que siento ilusión cambiar a la persona que seré mañana. Espero que todo lo que le he contado sirva de respuesta a la pregunta de por qué quiero el visado del gobierno para que me declaren "psicológicamente apto".