Dos fuerzas opuestas (Spanish)

Story by ShiroUzumaki on SoFurry

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A story I made for my friend Ozy, AKA sageofoz, ozaru, etc...

Check her content at http://www.furaffinity.net/user/ozyosa and in sageofoz.deviantart.com


Ozuma no paraba de mirar el reloj de clase, a medida que sus párpados no podían soportar mas el sopor de la clase de historia, la última del día. Habían pasado demasiadas cosas en aquél día, y tan solo deseaba que se terminase.

"Maldito Shiro" mascullaba Ozuma mientras retorcía una hoja blanca de su bloc de clase para tratar de calmarse.

Ozuma era un simple chico de 15 años de la Escuela preparatoria Kenomoda, en un tranquilo pueblo de las montañas de la prefectura de Gunma, Budotsu. Se trataba el segundo mejor alumno del club de Judo y un glotón bien conocido entre las chicas por su preciosa cara. Vivía en un piso al norte de la ciudad con su hermana gemela melliza Ozima (que sin embargo prefería llamarse Ozy). A pesar de su carácter de duro y lindo, Ozuma tenía la fama de sereno e indiferente, aunque era todo un galán con las nenas de su prepa.

Sin embargo, había armado todo un escándalo a la hora del recreo. Toda la preparatoria Kenomoda lo había visto todo. Ozuma se había peleado con un alumno del último curso, un lobo de 16 años llamado Shiro. Era el capitán del equipo de karate de Kenomoda, de pelaje grisáceo y blanco y un pelo oscuro entre el ópalo y el azabache. Se había ganado a pulso el título de banchô del colegio, es decir, el jefe de los alumnos abusones y problemáticos. Su aspecto esbelto y musculoso causaba que muchos alumnos se intimidaran por él, aunque era mucho más social y gozaba de mayor reputación que su anterior dueño al cargo.

La pelea empezó con algo típico: Satsuki, una compañera de clase de Ozy (y una de sus mejores amigas) era una de las chicas más conocidas de la escuela. Cualquier chico, humano o animal, no podía evitar en posar su mirada en ella. Ese cabello corto liso entre castaño y pelirrojo, los ojos grandes, una boca chiquita pero fina. Todos esos detalles agitaban tanto la mente de Ozuma como lo de los otros chicos, pero el glotón tenía una diferencia aparente: La quería a toda costa.

Los pasillos estaban borboteando de gente que iba para cada una de las clases, llenando los pasillos estrechos. Como siempre, Satsuki caminaba junto con Ozy por el pasillo del segundo piso, de camino al aula 3-A. Ozuma solía estudiar al otro lado, en la clase de 3-B. Aquél día no era nada favorecedor para Ozuma. Se había quedado para charlar con sus compañeros del equipo de judo, hasta que miró la hora en el gran marcador digital que había en la torre de la escuela. Quedaban 5 minutos para entrar en clase. "MALDITA SEA!" Ozuma se despidió de manera muy repentina "¡Recordad, hoy nos enfocaremos en las llaves de pierna y escapes, adiós!" dijo él, como si escupiera las palabras como una mezcladora de naipes se tratase.

Ozuma apartaba a todos los alumnos mientras pasaba por esa maraña de gente en la planta baja y el primer piso, saltando los pasos de las escaleras de dos en dos. Al llegar a la segunda planta, Ozuma vio lo que menos podría gustarle ver. Satsuki estaba sentada en la pared, charlando con una gran silueta, vestida como los alumnos: Era Shiro. En ese mismo momento, la mente de Ozuma sufrió un cambio radical. Era como si la paranoia lo hubiera hundido como en un maremoto. No podía evitar en apretujar sus manos, garras y colmillos con desprecio, a medida que sus ojos quedaban inyectados de sangre por la rabia de ver a Satsuki, como si ella fuera una damisela en apuros. Hasta en su mente se hervía tal escena. Se la imaginaba a ella entre los brazos del lobo, a punto de besarse, y de que el glotón, condenado por llegar tarde, caía en una oscuridad sin fondo, soltando un grito interminable y sin nadie que lo pudiera escuchar.

Solo bastó unos segundos para reaccionar. Ozuma comenzó a verlo todo en cámara lenta. Sus piernas empezaron a correr hacia la pareja. Ignoraba completamente a los alumnos que apartaba con sus manos armadas con sus garras afiladas, haciendo algún que otro corte accidental en los uniformes. Aquél alboroto llamó la atención a Satsuki y Shiro. No pudieron evitar en torcer la mirada y girar la cabeza para averiguar que era aquello.

"Dejalá en paz, mal nacido!" gritó Ozuma. En una fracción de segundo, Ozuma agarró la camisa del lobo por la zona del esternón, con una precisión quirúrgica y reflejos sobrenaturales, el joven glotón, mas pequeño, pero ágil, aprovechó el impulso de su cuerpo para situar la pierna derecha tras la izquierda del matón, y así empujarle para que, con su propio peso, cayera sobre su espalda en el suelo al mismo tiempo que Ozuma añadía peso con su cuerpo y se amortiguara la caída al golpear el suelo con la espalda de su oponente. El lobo solo podía lanzar un quejido grave tras tal empujón, hasta que al terminar la llave estaba en el suelo, paralizado por la fuerza de la musculatura que Ozuma ejercía para mantenerlo quieto en el suelo. Una llave sencilla pero efectiva de judo.

"¿Pero qué huevos te pasa? ¡¡¡Suéltame!!!" exclamaba el lobo, retenido. Ozuma mordisqueaba los nudillos de la mano que sujetaba. Ozuma mascullaba "¡Te madade, ejcodia, gupadange, lagón de nogias!" al no poder soltar la mano.

Ozy solo pudo salvar la situación como la buena hermana y conocida de Ozuma que era. Suspiró, se sacudió el uniforme estudiantil, tomó su cartera de cuero negro tachonado y... lanzó un fuerte latigazo con el lateral a su hermano gemelo. Ozuma soltó su boca de engendro de la mano del abusón, sin antes deformarse la mitad de la cara por un segundo tras el impacto. Sin embargo, aquél golpe bastó para que el soltase al lobo y cayera de knock-out al suelo. Solo faltaba un minuto para clase y ya habían empezado los líos para Ozuma y Shiro.

Lo único que faltaba para que evaluaran la actitud de Ozuma era un castigo ejemplar. Los profesores y el director no titubearon en tal, ni se molestaron en malgastar su tiempo. Decidieron que lo mejor era que, para acostumbrar a Ozuma a confiar en los demás (y, mientras tanto, no hacerle daño en el proceso), era enseñarle disciplina. Y la forma mas rápida, por desgracia, era que después de clase limpiaran ellos solos las aulas de clase, dejando a los demás alumnos libres. La limpieza de las aulas era algo importante en Kenomoda.

Más tarde, hacia un cuarto de hora tras el final de clase, Ozuma estaba sumergiendo la esponja grande que le habían dado en un cubo de metal con alguna que otra costra de óxido en el fondo. El glotón solo podía ver como esparcía y extendía la espuma burbujeante de esa agua sobre los pupitres y como limpiaba los restos de lápiz, bolígrafo y goma incrustados.

A Shiro le había tocado la fregona para fregar los suelos, lo cual era muy fastidioso al haber que tener que mover las sillas y alguna que otra mesa, para luego colocarlas exactamente como estaban antes. No le encantaba trabajar de una manera monótona y ni mucho menos tan exacta.

Shiro gruñía mientras restregaba el cabezal de la fregona "No entiendo porque tengo que hacer esto. Solo estaba hablando con Satsuki para que pudiera organizar la tabla del equipo de gimnasia. ¿Ni sabías que ella es la responsable del equipo de rítmica?"

Ozuma ignoraba por completo aquella acusación, pensando que lo que estaba haciendo era lo correcto y de que solo quería proteger a Satsuki como un perro guardián a su amo (irónicamente extraño para alguien como su especie, los glotones).

Shiro, esperando alguna respuesta, no podía mas sino probar a provocar al solitario de Ozuma "Bien, sigue en silencio..." y con respiro no tardó en decir de lo más despectivo en lo posible: "Pendejo..."

La esponja de Ozuma chorreaba más y más, a medida que su mano se cerraba en puño. La palabra que menos podía soportar el glotón era ese insulto: Pendejo. Ozuma retorcía sus colmillos entre sí de rabia, se giró rápidamente y gritó:

"¡¡¡No soy un pendejo!!!"

Ozuma lanzó aquella esponja amarillenta, como si fuera una bola de softball y rauda como una pelota de tenis, apuntada directamente a la cara del lobo. Solo se escuchó un chapoteo. Aquella masa amarillenta y porosa le había dado de lleno en la cara de Shiro.

Ozuma sonreía entre jadeos, al ver como ese lanzamiento había dado de lleno al lobo y ver como la esponja se despegaba de arriba abajo. Ozuma solo podía decir -¡Diana!-

Pero en el otro lado, Shiro tenía la cara fría y con el ceño fruncido, mientras levantaba con la mano derecha la cubeta de agua de la fregona. La mandíbula de Ozuma se desplomó al mismo tiempo que los ojos se abrían de par en par, prediciendo lo que iba a pasar. Así, el lobo decidió vengarse tomando el asa y el fondo de la cubeta y lanzar el agua de la cubeta directamente a Ozuma. El agua turbia recorría el aire como las olas en el mar, mientras que la fuerza de Shiro proporcionaba la suficiente velocidad como para alcanzar al descuidado Ozuma, quien por acto reflejo solo podía poner los brazos entre gritos de miedo.

El agua se desparramaba por el suelo del aula, mientras Ozuma, con la ropa y el peinado oscurecidos por el agua jabonosa, no paraba de gotear de cada extremo. El flequillo vasto se había desplomado sobre sus ojos, mientras que su boca se estiraba y se preparaba para lanzar un rugido desde lo mas acumulado de su rabia. Sin embargo, en cuanto el glotón levantó sus manos para apartarse esa cortina mojada que se había vuelto su peinado, Ozuma contempló una mirada de sorpresa y posible espanto en los ojos de Shiro. Ozuma dio un respingo y se miró rápidamente su camisa de estudiante, de algodón blanco. Se había transparentado, dejando ver sobre su torso una forma negra y demasiado típica en las hembras... salvo que Ozuma lo llevaba. Era ropa interior femenina, de encaje negro. Un sujetador de lo mas fino y cuidado.

Ozuma comenzó de temblar por el frío del agua y el miedo de haber estado escondiendo aquél terrible secreto de los ojos de los demás. Siempre se vestía alejado en el vestuario a la hora de gimnasia. Siempre solía estar ajustándose la ropa, disculpándose después de tener algún picor en el costado o la espalda. Y mucho más si su hermana Ozy estaba cerca, para evitar algún escándalo familiar. La primera persona que tenía que saber su más oscuro secreto, su comodidad por la ropa femenina, y tenía que ser uno de los seres menos respetados y brutos de su colegio. Sin duda no era un temor infundado.

El lobo caminaba lentamente con una mirada seria y fría, haciendo que Ozuma se sintiera más tenso e incómodo por momentos. La cabeza del glotón no podía de pasar de pensar y predecir lo que iba a ocurrir. Lo chantajearía, le daría una paliza, lo vejaría hasta que dejara de respirar... puede que todo junto, debidamente ordenado e incluso cosas aún peores.

Al no parar de pensar, Ozuma no pudo ver como el lobo estaba frente a él, y al no saber como reaccionar, por haber perdido todo su valor y orgullo, solo por saber ese pequeño capricho gustoso de él, se había vuelto el ser mas vulnerable jamás imaginado. Ozuma cerró sus ojos, preparándose para lo peor...

Y en cuanto los abrió, solo pudo notar una gran presión rodeando su cuerpo. El lobo había abalanzado sus brazos alrededor del joven glotón, cerrando sus dedos curtidos sobre la espalda. Pero no era un abrazo rudo y doloroso. Era un abrazo suave y delicado. Shiro solo podía decir una frase ante tal situación: "Lo siento, se que debe ser duro para ti."

Las orejas grandes pero sensibles de Ozuma se erizaron al instante, respondiendo a medida que estas orejas volvían a caer "No lo creo... además, solo te gustan las nenas."

Shiro apartó su abrazo con Ozuma "Yo también tengo secretos como tú..." y entonces dejó escapar un fino sonrojo en sus pómulos. "Me... me" Shiro casi tartamudeaba, como si confesara ante un sacerdote, pero en cuanto tragó saliva, lo soltó sin miramientos "Me gustan los machos también."

El silencio se apoderó de la habitación en ese momento. Hasta las gotas cayendo de las ropas de Ozuma y la esponja que chorreaba en el suelo cesaron de hacerlo. Un silencio incomodo, sepultado y profundo. Los dos estaban sonrojados cual tomate maduro, apartándose poco a poco, pasito a pasito, hasta que Ozuma chocó con la mesa del profesor de espaldas. Ozuma rompió aquél silencio "En realidad, a mí también me atraen, si... hasta el punto de tener envidia de ellos cuando no... bueno... ya comprendes." Ozuma tiraba nerviosamente del extremo derecho de su camisa mojada, para luego tomar un respiro, largo y tendido.

"Lo cierto es..." continuó Ozuma "Es que todo comenzó cuando mi hermana Ozy recibió su primer sujetador. ¿Sabes toda esa idea de que los gemelos sentimos lo mismo, sea algo físico o psicológico? Digamos que... sentía la curiosidad de que es lo que sentía mi hermana cada vez que se vestía esa prenda. Luego... fueron también los pantis. Llegué hasta el punto de tomar la ropa interior que desechaba e incluso espiarla mientras mi madre le enseñaba a vestirse con él..."

Ozuma se detuvo un momento, mientras temblaba de tanto confesar "¿Soy un desquiciado por eso?"

Shiro respondió con una sonrisa y rápidamente se abalanzó sobre el glotón, besándo sus labios dulce y despreocupadamente. Ozuma cerró los ojitos mientras palpaba aquella lengua grande y rugosa con la suya. No tardó en notar las manos grandes del lobo, que rodeaba con sus dedos fuertes los botones de la camisa y la hacían soltar de par en par. Ozuma no pudo evitar en responder a eso, haciendo prácticamente lo mismo. La chaqueta y camisa de ambos se desplomaron en el suelo, dejando sus torsos expuestos al frío aire acondicionado del aula. Ozuma apartó sus lentes redondas tintadas para ver con más claridad el vientre del lobo: marcado, duro, grueso, cubierto de un pelaje igual que la nieve recién caída. Casi hasta podía notar envidia de aquella muestra de belleza física.

"Se ve que entrenas mucho..." decía Ozuma mientras se sonrojaba.

"Tú también" respondió Shiro, a medida que conectaba su torso con el del glotón. "Pero no lo suficiente. Me pudiste tirar al suelo con tu judo."

Ozuma restregaba sus abdominales contra los del lobo. A pesar de llevarse un palmo o dos en altura, el físico de Ozuma no era ni mucho menos atractivo. No pudo evitar en masajearse sus músculos con un cierto nivel de nervios. "Lo siento, es que..." decía Ozuma, apartando su mirada sonrojada de Shiro. "Lo cierto es que..." Ozuma paró por un segundo, mientras notaba como el latido de su corazón se volvía tan rápido y fuerte, que lo podía escuchar en retumbos, dentro de su cabeza. "me gustaría verte desnudo, Shiro" confesó Ozuma, temblando mientras la curiosidad lo hundía como un submarino.

Shiro mantuvo su cara con un gesto casi congelado, pero a los pocos segundos, pudo responder "Está bien. No hay problema." y se despojó rápidamente de su ropa interior flexible, dejando que la luz descubriese lo que la curiosidad del glotón no paraba de ansiar y desear. Los ojos de Ozuma se abrieron de par en par, sorprendidos de terror por lo que estaba viendo: era enorme y venoso, como un delicioso trozo de carne a la parrilla. Hasta su mente no podía mas que otra sino en el hambre que daba la visión de aquél miembro, de tamaño sobrenatural y suculento. "Es... es enorme. No sé si será buena idea..." dijo Ozuma.

"¿El qué? ¿Acaso te doy envidia? Tu tampoco estás mal, mira" dijo Shiro, mientras se acercaba a la mesa donde Ozuma posaba su trasero y pegaba su entrepierna a la suya. "Eres el doble de grande que yo..." contestaba Ozuma, sin poder parar de mirar ambas intimidades. Shiro abrazaba con sus brazos la espalda de Ozuma, para arrimarse a él con una dulce sonrisa y así darle un repentino pero dulce lametón en félido hocico del glotón. Ozuma ya no podía sonrojarse más, pues en ese instante todo aquél enrojo y sonrojo desapareció de su cara y dejó que sus ojos, casi sin poder parpadear, se dejaran llevar por aquella belleza imposible. Solo entonces cerró los ojos y devolvió el beso por varias veces del tiempo que duró ese cariñoso lametón. Sus labios y sus lenguas peleaban entre sí, mientras la excitación los hacía rozarse más y más, hambrientos de poder estimularse entre sí. Ozuma no pudo más que soltar su lujuria y deseo carnal a borbotones, a medida que su respiración y pulsaciones se aceleraban como un motor desenfrenado. Ozuma lentamente dejó que su cuerpo se reclinara otra vez en la mesa, pero esta vez levantó las piernas hasta dejarlas en ángulo de cuña, y relajó su preciosa cola de glotón para que la gravedad la actuase y cayese de manera suave y atractiva. Entonces el glotón dio paso al lobo con solo decir "Hazme lo que quieras..."

Shiro miró hacia el precioso trasero, grande y carnoso del rival glotón. Los ojitos de Ozuma se habían entrecerrado, dejando que sus ojos brillaran como si estuviera a punto de llorar, pero sin abandonar la lujuria que mostraban sus suspiros acalorados de deseo. "Antes, déjame que compruebe el terreno" dijo el lobo. Su lengua salió de su boca mientras se agachaba para abalanzarse sobre las caderas de Ozuma.

La boca de Shiro no tardó en lamer el liso y endurecido miembro del glotón. Con cada pasada, Ozuma se estremecía y retorcía de placer, cerrando los ojitos mientras no podía evitar masajear los largos cabellos del lobo. Todo ese placer lo estaba desbordando, a medida que su excitación engrosaba aquella erección y su corazón palpitaba cada vez con más rapidez. También dejaba escapar algún murmullo traidor, cuando se le podía escuchar susurrando "Shiro... se siente bien." Pero Ozuma no pensaba que el agudo oído del lobo pudiese escuchar aquellas lindas palabras. Los nervios seguían dando una mala pasada a Ozuma, haciendo temblar con escalofríos. ¿Y si alguien los descubriera? ¿O les escuchasen sus gritos de pasión, duros y potentes, a través de toda la planta de la prepa?

Todo ese riesgo se marchó de repente de la mente de Ozuma en cuanto el lobo apartó la calidez y humedad de su boca, chupeteando lo más íntimo de él. Ozuma miró hacia delante "¿Pero qué pasa?" hasta que un instante después, notó una serie de lamidas repentinas y súbitas entre sus nalgas anchas y atractivas. Ozuma no paraba de suspirar con cada pasada de lengua que el lobo no paraba de dar. No era su primera experiencia con alguien del mismo sexo, sin duda, pero jamás estuvo con alguien tan apuesto y dotado como ese lobo feroz, un auténtico terror para las nenas, y un sueño aparentemente inalcanzable para ciertos chicos.

Había llegado el momento. Shiro se levantó, apartando su hocico del ano de Ozuma, y se acercó a las lindas orejas en punta del glotón, susurrando "¿Preparado?"

Ozuma vió como Shiro apartaba la mirada, como si quisiera atravesarle al glotón con ella. Ozuma esbozó una sonrisa y asintió con la cabeza, de arriba abajo. Los tersos abdominales del glotón se tensaban mientras el lobo pasaba su lengua lenta pero sugerentemente por toda la superficie pelosa y suave que era el lindo pelaje de Ozuma. Era una situación extraña pero muy íntima e excitante para el joven glotón.

Parecía que nadie iba a molestar en aquél momento, como si en todo el universo toda la vida se hubiera extinto o incluso llegado a un plano superior para dejarlos a solas. Ozuma notaba aquellos lengüetazos sinceros y húmedos por todo su torso, a medida que aquél miembro grande y carnoso se deslizaba con suavidad y cariño entre las nalgas turgentes de glotón de Ozuma. Ozuma abrió la mandíbula, dando cada vez mas bocanadas de aire en el momento que el lobo separaba sus labios y daba un respiro por la boca ancha de su hocico canino. Ozuma tan solo tenía la esquina inferior de los ojos abierta, con sus pupilas mirando hacia abajo. Su mente le quería prohibir en ver aquello, pero su cuerpo no.

Tan solo faltó un empujón de las caderas del lobo. El cuerpo de Ozuma se sacudió en el instante y segundo que aquél vigoroso trozo de carne se introdujo y atravesó lo más íntimo de su trasero. Un grito ahogado por la sorpresa salió de lo profundo de la laringe del glotón. Aquellos músculos que no paraban de moverse adelante y atrás lentamente lo hacían revolverse, así que trató de relajarse. Sus muslos cálidos de glotón querían agradecer por la experiencia a Shiro, haciendo que la mitad inferior de las piernas se enlazaran y sujetaran firmemente a los dos. Ozuma pronto esbozó una sonrisa llena de calor y dulzura mientras podía. A medida que aquellos golpes de cadera destrozaban mutuamente las suyas, Ozuma solo podía abrir su boca lo mejor que pudo y jadear fuerte y tendido.

Ozuma posó sus brazos finos pero fibrosos sobre la mesa del profesor, levantando la parte superior de su tronco para inclinar el cuerpo y así amortiguar todo ese impulso proveniente de las salvajes caderas de Shiro. El glotón empezó a posar sus manitas sobre los pectorales del lobo, mientras sus ojitos contemplaban y brillaban debilmente toda esa musculatura embistiendo hacia su cuerpecito esbelto y atlético. Aún con el dolor de aquel grosor estaba dividiendo sus nalgas y horadando lo mas profundo de su cuerpo como un ariete a la puerta de un castillo, Ozuma se dejaba llevar por aquel placer, notando como el también iba a explotar de un momento a otro. Unos escalofríos de mucha potencia comenzaban a recorrer su espalda de cabo a rabo. Cada segundo en el que Ozuma estiraba sus labios y mostraba sus colmillos, podía escucharse sus quejidos de placer, entre y durante los golpetazos que ambas caderas producían mutuamente. La única reacción que podía hacer el glotón mientras se dejaba llevar por toda esa dulce sensación era apretar las nalgas y el ano. Ozuma deseaba que el lobo no se parara ni se detuviera, haciendo que susurrase a Shiro "No pares, por favor... quiero que te..."

Antes de que pudiera terminar, Ozuma lanzó un grito placentero, dejándose caer sobre la mesa otra vez, y levantando las caderas a medida que con cada instante su miembro notaba que no podía ir a más. La punta, ruborizada que parecía una dulce cereza madura, comenzó a borbotar y brotar con un único pero copioso chorro de semen. La gravedad hizo que aquél amplio escape de placer se esparciera por todo el pecho cincelado del joven glotón. El lobo detuvo sus caderas en ese mismo instante, notando como el roce y fuerza de los muslos y piernas del glotón se desvanecía poco a poco. Ozuma no paraba de jadear, percibiendo como ese grueso miembro canino lo estaba intentando partir por la mitad, pero todo aquél dolor parecía ser completamente ignorado por su propia mente. En vez de eso, Ozuma solo pudo mirar con sus ojitos resplandecientes a Shiro y así implorar "Acaba dentro de mí, por favor, Shiro..."

No había sido la primera experiencia con un macho para Ozuma, desde luego, pero sin duda quería que acabase como cualquiera deseara en un sueño: de manera lenta, sutil y agradable. El lobo gruñía sin parar para poder arrancar el movimiento de caderas, el glotón lanzaba quejidos placenteros acompañado de una respiración pesada pero dulce, potenciado aún mas con los gruñidos graves y masculinos que sus picudas orejas de glotón percibían con cada embestida. Nadie sabía lo que estaba pasando en aquella prepa vacía después de clase, como si hubieran completamente evacuado el edificio para una catástrofe. No había alguien para ver toda esa pasión hirviente y candente que recorría el aire de aquella aula. El único sonido que había eran los producidos por aquellos dos chicos duros, y el de la mesa del profesor, que trataba de arrastrarse en vano por la poca fuerza que le estaba ejerciendo toda esa energía sexual, como una montaña ante el viento.

Y todo acabó en un instante. El cuerpo de Shiro dejó de sacudirse, paró sus caderas, levantó su cola grisácea y blanca y encorvó la espalda hacia delante al mismo tiempo que su hocico apuntaba hacia arriba. Y con todo eso: un aullido. El miembro grande y carnoso del lobo ya no podía hincharse ni contraerse mas. Había llegado el momento del orgasmo. A diferencia que el chorro súbito y contenido de Ozuma, este fue mas continuo. El glotón podía notar como sus entrañas estaban siendo calentadas por algo cálido y fluido. Como si un liquido aceitoso cayese gota a gota sobre la frente y que después bañase sus sienes. Lo notaba en lo mas profundo de sus entrañas: algo lechoso que poco a poco trataba de salir por su trasero, bloqueado y estimulado. El lobo rápidamente sacó su intimidad (muy intimidatoria ya por su tamaño) del hoyo placentero del glotón. No paraba de supurar aquél liquido gota a gota, con las paredes completamente enrojecidas de tanta fricción y fuerza contenidas. Los jadeos de Ozuma se volvieron mas ligeros, haciendo que no pudiera mas sino esbozar una sonrisa preciosa mientras trataba de ponerse de pie tras haberse sacudido, encorvado y estimulado de todas las maneras posibles por ese lindo lobo.

Ozuma podía sostenerse sobre sus patas, pero no duró mucho. Al ver como el lobo se tiraba para atrás, Ozuma miró hacia abajo y vio como el lobo aún seguía borboteando toda esa semilla. Ozuma solo podía agradecerle la experiencia: "Gracias, Shiro. Pero aún no he terminado. Tengo curiosidad."

El glotón no quería que toda esa ambrosía lechosa se echara a perder. Ozuma se arrodilló rápido y comenzó a lamer lo íntimo del lobo con lametones fuertes pero placenteros. No pudo evitar a probarse a si mismo. Pronto, los labios de Ozuma rodearon a ese miembro y comenzaron a succionar y chupar sin parar. Ozuma no paraba de soltar sonidos guturales, los únicos que podía hacer con aquella cosa bloqueando y silenciando su boca. Pero no era suficiente. Su cabeza empezó a moverse adelante y atrás, sin parar, con mas fuerza y velocidad, soltando cada vez sonidos mas placenteros y fuertes con cada golpe y movimiento. Shiro solo podía cerrar sus ojos mientras notaba como Ozuma limpiaba cada resto de su orgasmo canino, gota a gota, chorro a chorro. Sin darse cuenta, Ozuma había dejado que aquello sobrenatural estuviese rozando los límites de la boca y la garganta. Podía notar como su esófago se alimentaba de aquel fluído lechoso, casi bendito a estas alturas para él glotón.

Minutos después, el miembro del lobo ya estaba agotado. Ozuma lo notó y dejó de apretar tanto las paredes de su boca para liberar al lobo de su presión. Shiro levantó rápidamente a Ozuma y lo abrazó con cariño, dibujando una sutil sonrisa mientras posaba la cara del glotón, desnudo y atractivo, sobre su hombro derecho. Ozuma cerró los ojitos, también sonriente, tratando de rozar el gran miembro del lobo con sus patitas inferiores. Ozuma susurró a las orejas grandes del lobo "Gracias por todo, Shiro... me gustaría proponerte algo, si no te importa."

El lobo abrió los ojos con interés y respondió "¿Ah sí? Yo también estaría interesado en conocer a Ozima, tu hermana, sabes? Es muy atractiva y..."

El glotón apretujó sus brazos de judoka sobre el lobo con fuerza, mientras Ozuma fruncía el ceño y apretaba los dientes, dejando una expresión de rabia jocosa, para que mascullara desde lo mas profundo de su ser "NO CAMBIES DE TEMA, PERVERTIDO!" mientras Shiro trataba de conseguir el aire que podía que aquél abrazo nada agradable.

Fue un cambio total, aquél día. Desde entonces, el lobo y el glotón se convirtieron en socios. Socios de amantes. Se compartirían varios de sus clientes en busca de amor, ya fueran humanos o animales. Un buen negocio, sin duda.