Vidas entrelazadas 14 (Tony-II)
30/12/3843 (sábado)
Había resultado algo difícil conseguir que el lobo y el hipopótamo fueran al funeral a menos de cinco metros de distancia uno del otro, dada la reciente apatía de Héctor con Tony. No es que realmente pareciese enfadado con él, o que le insultara y se metiera con él. De hecho, a veces incluso parecía observarle con preocupación, aunque simplemente no se dirigía a él y, en caso de tener que hacerlo, siempre parecía algo molesto. Tony había dejado de darle vueltas temporalmente a todo lo ocurrido durante la excursión, dado el estado de ánimo de Marcus y Kevin, y en general la preocupación de todos los profesores y alumnos en su conjunto.
Lo que más había sorprendido a la gente era la preocupación que, de pronto, Dean mostraba por el mamut, y cómo no se separaba de él mientras fuera posible. Después del funeral, Marcus aclaró la relación que había entre ellos para desviar un poco el tema de la muerte de su padre, y eso sólo logró sorprender más al grupo, aunque al menos estuvieron hablando de otros temas. En realidad, después de eso Marcus se alejó del grupo. No parecía querer hablar con nadie, y posiblemente sólo les había contado lo de Dean para que dejaran de murmurar y le dejaran un poco tranquilo mientras hablaban de eso.
En ciertos momentos a lo largo de la conversación, Héctor pareció mostrarse más atento a los movimientos del lobo de lo normal, aunque cuando Tony le miraba bajaba la cabeza o la giraba, evitando el contacto visual con él.
Durante los dos días siguientes, Tony trató de disfrutar del fin de año, aunque ver a Marcus tan deprimido (y de mal humor...) no le ayudaba nada. Le habían estado acogiendo en casa junto con su hermano hasta que supieran qué sería de ellos, es decir, si acabarían en el orfanato o alguien les acogería antes de que tuvieran que hacer eso. El martes, Tony recibió una llamada inesperada.
2/1/3844 (martes)
Mientras se duchaba, sonó el teléfono. Obviamente, no iba a cogerlo... Estaba empapado, y además había más gente por la casa. Ya lo cogería otro. Así que siguió a lo suyo. Al cabo de medio minuto, sin embargo, la puerta del cuarto de baño se abrió y entró John. Y con John, entró la brisa fría que tanta gracia hace siempre cuando te estás duchando.
-Tony, es para ti...
-¡Agh! Vale, pero cierra la puerta, que entra aire frío.
-Vale, vale... Toma...
-Espera que me seque un poco las manos por lo menos... ¿Quién es?
-Es Héctor. Dice que quiere hablar contigo...
Tony se quedó extrañado... ¿Para qué iba a querer Héctor hablar con él? Claro que tampoco iba a negarse a hablar con él. En fin... era Héctor, después de todo...
-Sí... Gracias... ¿Puedes salir?
-Claro, je, je... Espero que sea algo bueno.
El lobo esperó a que John saliera del baño, y entonces acercó el auricular del teléfono a su oreja.
-¿Hola?
-Ho... hola... Soy Héctor...
-Sí. Ya me lo han dicho...
-... Yo... Quería pedirte perdón por lo de estos últimos días... No sé... Bueno... Me he portado mal y... lo siento...
-... Sí...
-Y... Quería compensártelo y... Me preguntaba si... ¿Tú querrías venirte a mi chalet dos o tres días?
-Pues... Eeemm... No lo sé... Quiero decir... Sí, claro, pero... tendría que preguntarlo y... ¿Estás bien? Se te oye un poco bajito...
-Sí, sí... Estoy bien... Pues... eso era y... me voy esta tarde, después de comer... Lo digo por...
-Ahora mismo voy a preguntar; un momento...
Rápidamente, se cubrió con una toalla, abrió la puerta del baño y fue corriendo a la cocina. En cuanto llegó, vio allí a sus padres. Ted estaba detrás de Tony, y le cogía por la cintura (en realidad, un poco por delante, aunque prefería pensar que era de la cintura de donde le cogía). Sus labios estaban a apenas unos pocos milímetros de una de las orejas del bull-terrier cuando el lobo les vio. Tony (el bull-terrier) estaba troceando algo de carne, probablemente para la comida, mientras trataba de ignorar lo suficiente al oso como para no cortarse con el cuchillo, aunque parecía bastante feliz con lo que quisiera que le estuviera diciendo Ted.
-Hola, chico. ¿Pasa algo?
-Era Héctor. Me acaba de invitar a ir a su chalet. Dos o tres días, dice...
-¿Sí? ¿Cuándo? Quita esa mano de ahí...
-Esta tarde...
-Oh... Pero ya has estado casi una semana con él... Y es navidad... Es tiempo de estar en familia... Además, ¿no es un poco precipitado? Sigo notando la mano...
-Venga, Tony, que al chico le gusta Héctor, ya lo sabes... Y además, así tenemos más tiempo para hacernos mimitos...
-Ya, pero...
-Porfiiii...
-Mmmm... no sé si... ¡Oh!
-¡¿Qué pasa?!
-Nada, nad... ¡Agh!
-Creo que dice que sí que te deja, chico. Ve a terminar de ducharte y comemos.
_ _ -Sí... Ve a ducharte que esto está casi a punto...
-Si la carne no está ni terminada de trocear aún...
-¡A ducharte, que acabo en seguida!
-Vale, vale...
Sin decir más, Tony volvió rápidamente al baño, y mientras lo hacía terminó de hablar con Héctor.
-¿Oye? ¿Estás ahí?
-Sí, sí... di...
-Que sí que puedo. ¿Dónde quedamos?
-Pues... eh... ¿en mi casa bien?
-¡Claro! Voy después de comer, ¿vale? Hacia las 16:00 o así estoy allí. ¿Hace falta que lleve algo en especial?
-Vale... eh... Sólo tráete ropa de abrigo... y lo que quieras...
-Bien, si. ¿Seguro que estás bien?
-Sí, sí... no pasa nada, de verdad... Bueno, hasta luego...
-Hasta luego...
Casi antes de que hubiera terminado de despedirse, el hipopótamo ya le había colgado. Tony se metió en la ducha de nuevo, encendió el agua y, esta vez algo más feliz que antes, terminó de ducharse. Luego salió, se secó lo mejor que pudo y se vistió. Entonces cayó en la cuenta de que Marcus y Kevin estaban pasando unos días en su casa, y se le había pasado por completo, así que decidió ir a comentárselo.
Cuando llegó a la habitación que le habían "dejado" temporalmente a Marcus, vio que la luz estaba apagada. Aún seguía así... Pasaba casi todos los días igual, tumbado en la cama con la luz apagada y sin siquiera dormir. Al parecer, últimamente dormir le resultaba casi imposible, y se mostraba cansado y de mal humor. Abrió la puerta de la habitación y entró.
-Marcus... Marcus...
-...
Marcus ni siquiera se molestó en girarse para mirar hacia donde se encontraba el lobo.
-¿Estás despierto?
-... ¿Qué quieres?
-Me ha llamado Héctor para que vaya a su chalet dos o tres días, y quería saber si te importaba que me fuera o...
-Me da igual. Haz lo que quieras...
-... Vale... Gracias...Y... vamos a comer enseguida y...
-No tengo hambre.
-... Ya... Bueno... Hasta luego...
-Adiós.
Quitando las diferencias obvias con lo que se puede considerar "normal", el tiempo hasta que Tony fue a casa de Héctor para ir a su chalet transcurrió con relativa normalidad, aunque a la hora de la comida sus padres parecían algo más cansados de lo normal y parecía haber un exceso de ambientador en el aire, como si estuvieran intentando ocultarle algún olor... Claro que debía de ser sólo una impresión suya...
Cuando al fin llegó a la puerta del edificio donde estaba la casa de Héctor y se dispuso a llamar a la puerta, apareció Jaime, el hermano de su amigo.
-¡Hola, Tony! Mmmm... ¿Qué tal todo?
-Bien, gracias. Bueno... menos por lo del padre de Marcus...
-Ya... Mmmm... normal... Estas cosas es mejor olvidarlas... porque darle muchas vueltas es peor... Mmmm ¿Qué tal está Marcus?
-Psch... Sigue sin querer hablar con nadie, y casi no come... Y encima Kevin parece enfadado con él...
-Mmmm... Pobre... Lo debe de estar pasando muy mal... Pero bueno, entre, entra. Mmmm... En seguida terminaremos de prepararlo todo y nos vamos. Héctor está en su cuarto, terminando de coger sus cosas. Si quieres ir a ayudarle... Mmmm...
-¡Claro! ¡Gracias!
-Je, je... Mmmm... No hay de qué...
Corriendo, fue al cuarto de Héctor y le ayudó a terminar de guardar sus cosas.
-Bueno, pues ya está... ¿Cómo es que has decidido invitarme a tu chalet tan de repente?
-Yo... eh... Pensé que te gustaría... No... no has venido nunca, ¿verdad?
-No... Y... ¿Qué haremos allí?
-Pues... Pensé en enseñarte la zona y... no sé... Hay bastante nieve en esta época...
-Oh... bien... vale...
Por lo general, la conversación no se desarrolló más de eso durante el viaje, y el hipopótamo parecía no querer mostrarse demasiado amistoso. Jaime y el padre de Héctor parecían bastante agradables, aunque a veces Karl le miraba con lo que parecía asombro. Tony, evidentemente, no entendía aquella mirada.
Por fin, terminaron de dejar sus cosas en la correspondiente habitación. Ya eran en torno a las 19:00. El viaje no había sido demasiado largo, pero habían gastado bastante tiempo entre coger las cosas antes de ir y dejarlas al llegar, y calentar un poco la casa (hacía tiempo que la familia de hipopótamos no iba, y una buena aislación térmica no era suficiente para tener la casa a una temperatura decente después de tanto tiempo).
Héctor parecía algo más cómodo allí, y en cuanto terminaron de dejarlo todo invitó a Tony a dar una vuelta para conocer la zona. El lobo, lógicamente, aceptó más que gustoso. Jaime, que no tenía nada mejor que hacer, les acompañó mientras daban el paseo, y Karl se quedó en la casa terminando de arreglar unas cuantas cosas.
La casa en el chalet de Héctor no era especialmente grande para tres hipopótamos, aunque tampoco era por ello pequeña. Tenía dos pisos. En el de arriba había tres dormitorios, una cocina, un baño y una habitación "central" que conectaba a las anteriores y que usaban como comedor. En el piso inferior había una gran habitación, ocupando casi todo el piso, con una mesa de billar, un futbolín y algunas cosas más, como una mesa relativamente amplia para jugar a las cartas. Al parecer, era algo así como la "zona de juegos", ya que también allí tenían un gran televisor y una consola (algo vieja... al parecer ya no jugaban mucho a la consola allí...). También había un baño.
Fuera de la casa pero dentro del chalet tenían una piscina, que en ese momento estaba tapada con unas tablas de madera que la cruzaban de lado a lado y una gran "sábana" de plástico, para evitar que cayera algo al agua. De todas formas, el agua que aún quedaba dentro estaba cubierta por una apreciable capa de hielo, y no había tiempo aún así para darse un baño en ella...
Las calles de la urbanización donde estaba el chalet parecían no estar demasiado bien cuidadas, y algunas parcelas aún sin comprar mostraban un aspecto completamente salvaje. Según parecía, las cuidaría quien las comprase, y no otro. De todas formas, aquello, en opinión de Tony, daba un cierto encanto al lugar. Al final, llegaron a la zona más alta del monte sobre el que se encontraba el chalet. Desde allí, a la hora a la que llegaron, se podía ver el cielo, cubierto de estrellas.
Entonces Jaime se detuvo, al borde de la "carretera" (que era más bien un camino de tierra por el que pasaban los coches).
-Mmmm... Bueno, yo me quedo aquí. Héctor...
-Sí... Tony... Ven...
Sin que pudiera evitarlo, el hipopótamo le cogió del brazo y le llevó con él hasta la base de un árbol, donde le invitó a sentarse, para luego sentarse él mismo a su lado.
-Yo... Lo siento... Te he tratado mal y...
-Ey, ey... ya vale... Ya te he dicho que no pasa nada... Volvemos a ser amigos, ¿no?
-¡Sí! Sí... Pero... Es que... Con lo del padre de Marcus... He visto tan mal a Marcus y... Y no quier tener ese dolor... si te alejaba de mi, era como si te hubiera perdido y... yo...
-Héctor... qué quieres decir... no...
-Tony... yo... me gustas...
Tony le miró. No podía haberle dicho aquello... Es decir... Sí, era un lobo, y tenía buen oído, y conocía a Héctor lo suficiente como para saber que aquel sudor era de puro nerviosismo, y había oído lo que había oído... No es que no quisiera que fuera así. De hecho, por un instante había sentido cómo su corazón intentaba detenerse y bombear sangre con el doble de fuerza, todo a la vez. Y claro, eso le había dejado un poco sorprendido, pero sobre todo sin aliento. Y bueno, quizás sólo fuera una metáfora, ¡pero qué metáfora, que casi sucede realmente!
Así que se quedó allí, con la boca medio abierta, con el cuerpo medio paralizado y, en general, todas las funciones vitales y todas las acciones posibles a medias. Y Héctor siguió sudando, cada vez más, esperando una respuesta que no llegaba. Y entonces se levantó y se dispuso a marcharse, seguramente decepcionado por la reacción (más bien falta de reacción) de Tony.
-Lo siento...
Cuando Tony oyó estas dos palabras, fue como si de pronto le dieran una bofetada y le devolvieran al mundo real. Tan velozmente como pudo, se levantó y se abrazó a Héctor por detrás, cogiéndole por el cuello.
-Tú también me gustas...
El hipopótamo se detuvo y se giró, aunque al tener a Tony colgado del cuello sólo consiguió perder del equilibrio y, mientras caía, logró darse la vuelta para no aplastar al lobo.
-Aaay...
-¿Estás bien?
-Sí... Tranquilo...
Con cuidado, Héctor se dio la vuelta, y Tony consiguió mantenerse sobre él, de forma que se quedaron mirando a los ojos. Héctor estaba llorando un poco, y le sangraba un poco la nariz. De pronto, hubo silencio, y se miraron durante unos segundos. Tony empezó a llorar un poco, y se abrazó con fuerza a Héctor, que le devolvió el abrazo, y se frotaron un poco bajo el cuello mutuamente, y en el caso de Héctor también acarició las espalda del lobo.
-Lo siento... lo siento...
-No vuelvas a hacer nunca algo así...
-Nunca...
De pronto oyeron unos pasos acercarse.
-Venga, tortolitos... Mmmm... Que hay que volver a casa...
Héctor y Tony se giraron, y vieron a Jaime cerca suyo, mirando hacia otro lado (seguramente para no hacerles sentir demasiado incómodos...).
-¡Eh! ¿Desde cuándo estás ahí?
-Desde hace unos segundos... Mmmm... No te quejes... la idea fue mía... Mmmm...
-¡¿Qué?!
-Sí... Mmmm... A Héctor le daba vergüenza llamarte... mmmm... después de la discusión que tuvo contigo. Así que... mmmm... tuve que convencerle.
Tony miró a Héctor de nuevo, en parte sorprendido por aquello. El hipopótamo bajó la mirada y se sonrojó, avergonzado.
-No le digáis nada de esto a papá, por favor...
-Ya sabes que yo no le voy a decir nada... mmmm...
-... Yo tampoco...
-Gracias...
Sin decir nada más, volvieron a la casa, arreglaron el problema del sangrado de nariz de Héctor, cenaron y se fueron a dormir, cada uno a "su" habitación.
3/1/3844 (miércoles)
El miércoles fue un día bastante tranquilo y, ya puestos, empalagoso en ciertos aspectos, ya que Héctor y Tony aprovecharon cualquier mínimo momento de intimidad para decirse el tipo de cosas que sólo le dices a alguien a quien aprecias de veras como algo más que un amigo, y ya de paso para darse algún que otro beso más o menos "inocente". Aparte de eso, recibieron una llamada de los padres de Tony. Según parecía, Marcus ya tenía un nuevo padre, y no era precisamente pobre, ni mucho menos... No es que fuese aquello lo más importante en una padre, claro, pero al menos quedaba claro que no iban a pasar hambre.
Por la tarde, Héctor terminó de enseñarle la urbanización, aunque esta vez su padre les estuvo acompañando un buen rato, por lo que no pudieron mostrarse su afecto como habrían deseado hasta que éste se marchó a la casa a preparar la cena. Aquel lugar, lejos de ser una especie de "paraíso", sin embargo, no parecía estar mal, aunque Tony no podía evitar sentirse intrigado por ver la poca agua (relativamente...) que tenían allí. Considerando que Héctor, su padre y su hermano eran hipopótamos, le costaba creer que tuvieran un chalet en un sitio como aquel.
4/1/3844 (jueves)
Por la mañana, estuvieron jugando a las cartas y al billar, compitiendo los más mayores contra los más jóvenes, y hablando de temas triviales, para amenizar un poco más el juego y conocerse un poco mejor. Antes de la comida, Héctor y Jaime se fueron a comprar algo para la comida de los tres hipopótamos. Para Tony habían comprado demasiada carne el segundo día, así que para él no hacía falta comprar nada más, y se quedó ayudando a Karl a preparar su comida.
El hipopótamo encendió la freidora y la preparó, con el aceite conveniente, para echar las patatas fritas en cuanto tocase. Mientras tanto, colocó una sartén al fuego y le echó algo de aceite también, para colocar encima la carne para Tony.
-Bueno, Tony... Supongo que tú sabes cocinar carne, ¿no? Porque si no, je, je... Yo no estoy acostumbrado... Ya viste cómo me salió ayer...
-Bueno... Un poco sí que sé... Es que suelen prepararla mis padres...
-¡Oh! ¡Claro! Que eres adoptado... Se me había olvidado... ¿Y qué son? ¿Son los dos lobos como tú?
-No... Son un bull-terrier y un oso...
-Vaya... ¿Y quién es el padre?
-¿Cómo que quién es?
-Sí, claro... Quién hace de padre y quién de madre... Que quién de los dos es el hombre y quién la mujer...
-¡Ah! Pues no lo sé... no se me había ocurrido que funcionase así esto... Tendré que preguntárselo...
-¿Cómo? Pero... ¿No sabes distinguir a un chico de una chica?
-Je, je, je... ¡Claro que si!
-¿Entonces?
-Pero es que son los dos chicos...
El hipopótamo le miró con los ojos abiertos como platos, y por un momento se le resbaló la sartén y a punto estuvo de caérsele de las manos. Había empezado a sudar por algo más que el calor de la cocina, y parecía haberse puesto tenso de golpe.
-O sea, que tus padres son maricas...
-¡Eh! No llame así a mis padres...
Karl le miró fijamente, como lleno de furia por alguna razón que Tony no llegaba a comprender.
-¿Tú estás de acuerdo con eso? ¡¿Te parece bien que dos tíos estén juntos?!
-¿Pero qué le pasa? Me da igual... Si dos personas se quieren, no me importa...
Sin decir nada más, Karl se mordió un labio y se asomó un momento por la ventana. Entonces la cerró y movió las cortinas, fue a la puerta de la cocina y también la cerró. Luego se giró de nuevo hacia Tony, pasó por su lado y cogió de nuevo la sartén. Tony no pudo evitar extrañarse, pero el hipopótamo le bloqueaba el camino y no podía salir.
-¿Tienes alguna intención de seguir siendo amigo de mi hijo?
-¡Pues claro que sí! ¡Héctor es uno de mis mejores amigos!
-Entiendo...
Apenas un segundo después, Karl le golpeó en la cabeza con la sartén. Parte del aceite hirviendo cayó sobre la mitad izquierda de su cara, y entonces comenzó lo peor. Sin decirle nada, y sólo mirándole con un odio que Tony no era capaz de comprender, el hipopótamo le dio una fuerte patada en el estómago y le tiró al suelo. Después le cogió por el cuello y le arrancó la camisa (sólo llevaba una camisa y unos pantalones, ya que en la cocina hacía algo de calor), mientras le mantenía sujeto contra el suelo.
-La sociedad está enferma por culpa de escoria como tú... Ya deberían de haberos matado a todos...
Tony estaba completamente atrapado. La mano que le cogía por el cuello apretaba tanto que le costaba respirar. Además, la patada en el estómago le había hecho un daño terrible, y el dolor que le provocaba el aceite en la cara era indescriptible. Con la mano libre, el hipopótamo cogió un cuchillo cerca de él. Tony hubiera deseado poder gritar, pero de su boca sólo salía un lamento que seguramente no llegaba a oírse fuera de la casa, debido al fuerte agarre del hipopótamo. Los zarpazos que estaba dando a Karl parecían no tener ningún efecto, ya que el padre de Héctor no aflojaba la mano lo más mínimo.
-Vamos a divertirnos un rato, escoria... Al menos espero que sirvas para divertirme...
De pronto, Karl acercó la mano con el cuchillo a su cara, pero en vez de cortarle, o clavárselo, le empujó contra la pared, y puso una rodilla sobre su estómago para asegurarse de que no se moviera. La mano que le cogía por el cuello le soltó un instante, pero rápidamente le sujetó de nuevo, esta vez por la boca, manteniéndola cerrada para que no se oyeran sus gritos, y al mismo tiempo para que no se pudiera mover. Y entonces pudo sentir el acero sobre su piel, en su cara, apretando cada vez más, hasta que la atravesó. Y entonces pudo notar cómo la sangre descendía por su mejilla derecha, y como el metal atravesaba no sólo su piel, sino también su carne. No era un corte letal, pero eso no significaba que no fuera doloroso.
Unos minutos después, que le parecieron horas, el hipopótamo le quitó aquel cuchillo de la cara. Podía oler perfectamente su sangre en su mejilla, en el cuchillo, y en las manos del psicópata al que acababa de descubrir hacía pocos minutos en el padre de su mejor amigo.
-Así mucho mejor, ¿eh, maricona? Tu amiguito se va a enterar cuando vuelva... Me está empezando a tocar los cojones con lo de los putos maricas... Aunque claro... Es la escoria como tú la que le está haciendo esto a mi hijo, así que no puedo dejar que te vayas sin más... Vamos con la otra mitad, ¿te parece?
Lo que vino después horrorizó aún más a Tony. Tenía los ojos empapados en lágrimas, pero eso no le impedía intuir lo que estaba haciendo el hipopótamo. No le impidió verle coger la freidora, llena de aceite hirviendo, ni le impidió sentir el terrible dolor que le produjo al caer sobre su cara y quemarla. En el instante en el que esto ocurrió, Karl le soltó la cabeza para no quemarse él mismo, y entonces pudo gritar, y aquel grito, estaba seguro, se había podido escuchar a mucha, mucha distancia.
Pero además, pudo golpear a Karl en un descuido del hipopótamo (y también por "suerte", ya que Tony no estaba como para centrarse en algo que no fuese aquel dolor infernal), y al hacerlo se le cayó la freidora, quemando al hipopótamo en la mano derecha, aunque también a Tony en el costado, el brazo y ligeramente la pierna izquierdos.
-¡Aaaah! Hijo de puta... Ahora sí que vas a saber lo que es bueno, pequeño bastardo degenerado...
Lo último que vio el lobo fue la sartén, a apenas unos centímetros de su cara. Luego, todo se volvió oscuro, y el dolor desapareció.
_ Abrió los ojos y se encontró en su "casa". Bueno, eso pensaba, pero... ¿Era aquella realmente su "casa"? No estaba completamente seguro. Pero era tan familiar... No recordaba haber estado allí nunca, y sin embargo, era como si hubiese vivido allí una vida entera. Le gustaba aquel sitio. Podía respirarse la paz. Estaba lejos de la civilización. Allí el aire era puro, y podía escuchar los sonidos de los animales al caminar cerca de él, al revolotear sobre él..._
_ Aquella "casa" no era sino un montón de ramas que habían crecido de formas extrañas, formando una especie de pequeña cabina sobre los árboles. Dentro sólo había lo que parecía una cama hecha con hojas más o menos verdes. Y él estaba allí dentro, sintiendo que había vivido siempre allí, pero convencido de que era la primera vez que pisaba aquel lugar. Sin pensarlo dos veces, salió de la pequeña cabina, dispuesto a conocer todo aquello que le rodeaba._
_ En cuanto iba a salir, se dio cuenta de que aquella "casita" no estaba encima de ningún árbol, sino que era justamente parte de uno, y sólo logró asombrarse aún más. Con cuidado, descendió por el tronco, sujetándose a algunas enredaderas que crecían sobre su superficie, curiosamente, como si fueran unas escaleras de mano._
_ Ya abajo, miró a su alrededor. Pusiera donde pusiera la vista, sólo había árboles. Árboles, y el canto de las aves, y el ruido de las hojas secas al romperse cuando algún animal pasaba por encima de ellas. Pero sólo eso. No veía ningún animal. No, hasta pasados unos segundos. Y entonces apareció u ciervo cerca de él, que le miró y se empezó a acercar lentamente a él. Y después otro. Y algunos conejos, varias aves que sólo había podido ver en libros... Tony no podía creer lo que estaba viendo, y por un instante casi sintió miedo._
_ En cuestión de minutos, se encontraba completamente rodeado de animales que se habían estado acercando a él. Se sentó en el suelo y dejó que se pegaran a él. Y eso mismo hicieron. No entendía cómo había llegado allí, ni dónde estaba. Tampoco sabía por qué todos aquellos animales se acercaban tanto a él. Pero nada de eso le importaba. Todo aquello le llenaba de una paz que no llegaba a comprender. En cierto modo, sentía que aquel era su hogar, que él mismo era parte de aquel sitio, y que todos aquellos animales eran como su... familia..._
_ Cerró los ojos y dejó que aquella sensación le llenara. Durante varios minutos se quedó allí. En ese tiempo se percató de que estaba completamente desnudo. Sin embargo, allí no había nadie más que él y aquellos animales. ¿Realmente importaba? ¿No era aquello mucho más natural? Sin duda, lo era mucho más que todas aquellas estúpidas leyes y normas de comportamiento creadas por los "evolucionados" (los antropomorfos, para que quede claro)._
_ De hecho, aquellas leyes se habían basado en las de los humanos anteriores a ellos. ¿No era aquello estúpido? Los humanos habían dañado a la naturaleza, y se habían terminado por destruir a ellos mismos. Seguro que no todos ellos eran culpables, pero todos se regían por las mismas "leyes". ¿No deberían seguirse las leyes que ha dictado la naturaleza? ¿No sería mejor que unos y otros (antropomorfos y no-evolucionados) siguieran las mismas normas? Pero entonces ¿Qué normas serían esas?_
_ De pronto, escuchó pasos acercándose. En realidad era más bien como el trotar de algún animal con cascos, pero también como si el animal en cuestión fuese mucho más grande de lo normal. Abrió los ojos y lo que vio frente a él le llenó de admiración, pero también de temor._
_ Delante suyo se encontraba una criatura realmente extraña y familiar, como todo lo que le rodeaba. En la mitología que había leído, lo más parecido habría sido un centauro. Pero no lo era. Éste parecía hecho en parte de materia vegetal, o de plantas, y en parte de carne y hueso. Por encima de su "cintura", donde en un caballo debería comenzar la cabeza, el torso parecía hecho de madera como la de los árboles, y estaba cubierto en algunas zonas por pequeñas enredaderas. Sin embargo, podía verlo (más bien sentirlo) latir, como si dentro hubiera un corazón de carne y hueso. Sus brazos parecían fuertes. Eran enormes y musculosos, y estaban recubiertos por una capa de pelo del color de las hojas secas que caen de los árboles en otoño._
_ Su cabeza tenía una forma alargada, similar a la de un lobo o un zorro, pero estaba cubierta por lo que parecía una máscara de madera. Era un ser realmente extraño y fascinante. Tenía también en la cabeza lo que parecían dos cuernos, como formados por ramas, que crecían de un modo similar a como lo hacen los de un ciervo. Tanto la "cara" como el "pecho" tenían lo que parecían ser marcas o dibujos cubriéndolos, con extrañas formas, curvadas y retorcidas, pero armónicas y hermosas en cierto modo._
_ Debajo de su cintura, el resto del cuerpo era con aquel de un caballo, aunque con algunos colores ciertamente curiosos, y sus pezuñas parecían recubiertas por algunas pequeñas enredaderas que el lobo no habría sabido decir de dónde salían. La criatura le miró a los ojos, y Tony le devolvió la mirada, abrumado por el "aura" que parecía flotar en torno a aquel ser, tan hermoso y, al mismo tiempo, tan temible, al menos para el lobo. Sin decir nada, la criatura extendió una de sus manos hacia Tony. Aquellas manos no tenían uñas, ni garras. Eran como ramas que crecían con la forma de una mano, y que estaban recubiertas por aquel extraño pelaje._
_ Tony no se movió al principio, y aquel ser no hizo ademán de forzarle a ello. Entonces el lobo se levantó y se acercó. Cuando estuvo a la suficiente distancia, estiró el brazo y tocó aquella "mano". Entonces la criatura estiró un poco más su brazo y empezó a acariciar su espalda. Tony comenzó a relajarse, y la criatura flexionó las patas, "tumbándose" como ya le había visto hacer a muchos caballos, de forma que las alturas entre los ojos de ambos estaban más igualadas, aunque los de la criatura aún estaban bastante por encima de los de Tony (sí... era bastante grande...)._
_ El lobo se acercó más, hasta que estuvo pegado a su pecho, y la criatura le abrazó con una asombrosa delicadeza, y le frotó el cuello y la espalda durante un rato. ¿Qué era aquella sensación? ¿Por qué sentía que no quería separarse de aquel ser? ¿Por qué no sentía ya miedo? Entonces se dio cuenta de que el corazón de aquella criatura, o lo que quisiera que estuviese latiendo en su interior, lo hacía al mismo tiempo que su propio corazón. Alzó la vista, y vio que el rostro del ser, que le devolvía la mirada, parecía haber cambiado de un modo casi imperceptible. Pero sus ojos seguían viéndose, y cuando Tony los observó se quedó completamente paralizado. Su ojo izquierdo era de color verde, y el derecho castaño._
_ Tony abrió la boca para decir algo, pero el ser puso con cuidado una mano sobre sus labios. Lo que seguramente era una lágrima cayó sobre la frente de Tony, y entonces fue como si todo lo que había a su alrededor se convirtiera en arena y fuera arrastrado por el viento. Lo último que el lobo vio fueron los ojos de aquella criatura, devolviéndole su misma mirada, apenas un instante antes de que también ésta desapareciera, como había ocurrido con todo lo demás._