Vive Dentro de Mí: Parte 3
#3 of Vive Dentro de Mí
¿Qué estarías dispuesto a hacer para salvar a un ser querido? Es una pregunta que Kiowa se verá obligado a responder en una naturaleza cruel. Un padre decide arriesgar todo para salvar a su hijo, su travesía por ayuda lo llevará a conocer a un ser poderoso quien le ofrecerá la ayuda que necesita a cambio de un precio muy alto.
Un dragón furioso.¿Qué harás? ¿Relevarte contra él o intentar acceder a su lado bueno? Nunca puedes confiarte que saldrás ileso
Al llegar a la montaña, entrar a la cueva y encontrarme con los primeros rastros de oscuridad, la presencia del dragón me sorprendió. Estaba a punto de salir y al verme me sonrió con cierta satisfacción.
--Vaya... llegaste un poco tarde. Estaba a punto de ir por ti.
No me gustaba como me miraba, en sus ojos podía apreciar una satisfacción irritante para mi ser. ¿Qué podía hacer todas formas? El dragón había ganado. Con su enorme pata sujetó todo mi cuerpo y con gracia me alzó. El dragón partió hacia la oscuridad, a las profundidades de su hogar desconocido.
--¿Qué quieres de mí? Prefiero conocer mi destino de una vez. --Un dragón carnívoro con un lobo pequeño, la idea de mi destino estaba clara, al menos para mí.
--No seas tan ansioso... Kiowa. Por ahora tu vida me pertenece, por lo tanto, decidiré cuando podrías morir. Pero no te preocupes por eso. Tu tiempo y el plan que tengo contigo es complejo y necesita tiempo.
Sin respuestas, sin familia y sin claridad en el futuro, al parecer ya no me quedaba nada. Dentro de una negrura asfixiante, transportado como juguete en la pata escamosa de un dragón colosal. Más y más profundo, como si quisiera llegar al centro del mundo.
Luz, poco a poco logré distinguirla, también pude respirar un aire verdaderamente fresco. Me cuestioné de mi cordura al llegar y conocer la morada del dragón. Un espacio inmenso y lleno de sorpresas; como su sorprendente luz, cuyo brillo era emanado por largos cristales incrustados en todas las paredes, alumbraban todos los alrededores con una luz clara azulada.
Baúles, libros, piedras preciosas, pociones, botellas, oro por montones, un cúmulo de artilugios de variados tamaños. Un dragón acumulador de objetos y conocimiento, jamás había visto tantos libros y pergaminos en mi vida, acumulados en muebles hechos de troncos o en repisas talladas en las mismas paredes.
El lugar era enorme, el sitio perfecto para que un dragón viviera sin atosigarse. Por fin me bajó de su pata y al acercarme a algunos de sus objetos para comparar mi tamaño no pude evitar sentirme tan diminuto.
--Bienvenido a mi casa. En este lugar se encuentran maravillas y secretos que muy pocos saben o son capaces de soportar. Si eres inteligente y obediente te mostraré algunos en el futuro. --El dragón entró a una de las tantas cámaras que había en la cueva, muchas estaban cerradas con puertas de metal--. Tal vez te sientas agobiado por el ambiente tan diferente del exterior o porque los recuerdos y las ilusiones te hagan aferrarte en el pasado... o imaginarte momentos que jamás tendrás. Confío en tu fortaleza, que lograrás sobreponerte a ello. Tu trabajo será simple, me ayudarás a limpiar, desde mis cosas hasta mi hogar, y cuando lo requiera se solicitaré para que me hagas compañía. Sin duda uno de los últimos miembros de la Tribu del Bosque de la Luna Eterna tiene buenas anécdotas para contar.
--¿Me trajiste solamente para ser tu sirviente? --No sólo me parecía irritante, era insultante.
--Si lo vez de esa manera... sí. --El dragón regresó con un cojín enorme considerando mi tamaño, lo arrojó en uno de los escondrijos de la cueva--. Esta será tu cama, cuídala bien, no tengo muchos cojines para tu tamaño.
--Está ben. --Dije con molestia. El dragón se percató de ello.
--Kiowa... seguramente no lo entiendes ahora, por ahora solo te pido obediencia y paciencia. Todo cobrará sentido en el futuro.
Mi vida como sirviente daba comienzo y sin oportunidades para relevarle, accedí a sus exigencias.
No fue una vida tan pesada como lo imaginaba y por muchas ocasiones fue silenciosa, pues este dragón era perezoso y le encantaba dormir. Su comportamiento a veces fue muy extraño, muchas veces me prohibió hacer ruido alguno, a veces hasta la perturbación auditiva más insignificante fastidiaba sus estudios o meditaciones.
Limpiar los enormes objetos del dragón no solo fueron extenuantes, también fueron peligrosos. Si una de sus lámparas raras o libros gruesos se cayera sobre mí, podrían aplastarme. Afortunadamente el dragón no era tan cretino y en la mayoría de las ocasiones él me ayudaba. Barrer, limpiar, eliminar el exceso de polvo, cumplir alguno de sus caprichos, este nuevo estilo de vida se convirtió en mi rutina por mucho tiempo.
En esa vida no todo fue trabajo, hubo momentos verdaderamente increíbles que disfruté; como dormir en ese cojín tan suave, mi piel era tan mimada con esa tela tan sedosa y cómoda. La hora del baño era una de mis favoritas, en la cueva del dragón había estanques con aguas termales, siempre limpias y calientes. Como era de esperarse, al dragón le gustaba estar bastantes horas sumergido en el estanque más grande, había un remanente de un estanque viejo que me pertenecía a mí. No me quejaba, era muy relajante estar ahí. Aunque prefería hacerlo cuando el dragón no estuviera presente, ese desgraciado a veces quería que le rascara o limpiara en zonas donde sus garras no podían llegar. Además, era un animal muy libidinoso, con una dependencia casi adictiva al placer sexual, pues en el estanque le gustaba masturbarse sin importar que estuviera ahí.
Sin el sol, la luna y las estaciones de la naturaleza para ayudarme con el tiempo ya no pude contar los días y me perdí a tal punto que dejó de interesarme. Mi vida y mi tiempo le pertenecían al dragón: me despertaba, limpiaba y le ayudaba cuando él quería. Muchas veces fue extraño, compartió mucha de su literatura obscena conmigo, de vez en cuando me mostraba y enseñaba como preparar brebajes, infusiones y pociones realmente interesantes. Alguna vez me hizo tomar una de esas pociones y me transforme en unos minutos en un pequeño dragón. Y sí, por un momento me sentí más poderoso, aunque volvería a nacer como lobo sin dudarlo.
¿Y qué pasaba con la comida? Un dragón de un tamaño tan considerable debería comer mínimo una docena de vacas al día, sin embargo, en muy pocas ocasiones lo vi comer carne. Uno de sus mejores tesoros era su enorme bodega donde guardaba toda clase de alimentos y bebidas; alcohol, carne deshidratada, fruta en almíbar por si quería un postre. Había un montón de barriles con una etiqueta especial, el dragón me advirtió que si derramaba un poco por accidente me arrancaría la cabeza de un solo mordisco sin dudarlo. Esos barriles tenían un líquido invaluable, magia en su máxima capacidad. Solamente debías ingerir un sorbo y la energía junto con la saciedad en el estómago te duraban por una semana completa. A pesar de extrañar la carne natural y las recetas de mi tribu, los resultados de esta trampa eran incuestionables.
Hubo momentos de tranquilidad, donde el dragón me llevó a su cámara especial donde dormía, ahí le conté al dragón mis grandes historias de mi vida; mis primeros recuerdos, lo bello que era el bosque en sus épocas de abundancia, la vez que le ayudé a mis padres a construir nuestra casa, cuando por intentar alcanzar a un pichón me rompí una pata. También le conté ciertos secretos, como la vez que vi a una hembra de la tribu de los venados completamente desnuda por accidente y no pude evitar soñarla por varias semanas. Tantas memorias felices que poco a poco fueron eclipsadas por la tragedia, jamás olvidaré cuando todo empezó a ir mal. La naturaleza comenzó a castigarnos con la falta de agua y esto provocó peleas entre el resto de las tribus. Poco a poco la interacción entre los nuestros se tornó caótica, los valores se estaban perdiendo, a mis compañeros lobos lo único que les importó fue sobrevivir. Peleas por los recursos que terminaron por fragmentar todo lo que habíamos construido y muchos optaron por abandonarnos. Por si no fuese suficiente, una extraña enfermedad apareció y de todas las tribus infectadas la nuestra fue la que obtuvo los peores resultados. Vi morir a mis padres, a mis amigos y a mi compañera por las consecuencias de una enfermedad terrible. Sin agua, sin alimento, sin cura, los pocos sobrevivientes de la enfermedad tuvieron secuelas que los persiguió de por vida y no duraron mucho, yo me quedé con mi hijo con la intención de ayudarlos, pero eran muchos y los recursos pocos.
Tantas historias tristes y el dragón las escuchó todas, no emitió sonido alguno, permaneció acostado en su cama de monedas de oro y cojines gigantes, nunca lo escuché bostezar o hacer algún sonido de fastidio. Era un dragón extraño, entre toda esa figura de perversión, había una parte de bondad y empatía, aunque le costaba mucho trabajo salir. Él también me contó historias y la mayoría fueron perturbadoras.
Hubo una que jamás olvidaré por lo sórdida que fue. Antes de usar los barriles para alimentarse, estaba enfermo con glotonería y le gustaba sacarle el máximo placer a la carne que ingería, así que ideó un experimento. Secuestró a una familia de rumiantes y les lavó el cerebro para que cometieran incesto. Así, las hijas fueron preñadas por el padre, y la madre fue inseminada por el hijo. Tiempo después nació una nueva generación de comida potencial. Pero el dragón quería más, para él, la carne salida de la perversión le sabía mucho mejor. Continuó incitando el apareamiento entre consanguíneos y los hijos siguieron naciendo. Pronto se llenó de un montón de descendientes producto de un retorcido amor filial. Entonces el dragón se dio un festín. Me contó que los convenció de que su hocico era la entrada del paraíso y una vez dentro conocerían el éxtasis más extraordinario del universo. Había peleas por ser los elegidos para entrar a su boca y ser engullidos, los mismos padres eran los que le pedían que llevará a sus hijos a un lugar mejor. Al principio le gustaba toda esa carne con tanta locura de sazonador, se hinchaba la barriga de tantos estúpidos. Lentamente se fue aburriendo y finalmente los devoró a todos.
No entendía por que su curiosidad y en especial su perversión eran tan sobresaliente. Era un ser poderoso, que probablemente jamás conoció el sufrimiento de los mortales como nosotros, tampoco tuvo un sentido de pertenencia, estaba solo. Alguien tan poderoso no obtiene consecuencias de sus actos y la satisfacción rápidamente se agota, por eso siempre iba un paso más allá. Lo reconoció, no quería que solo su libidinosidad descarriada fuese la única característica que lo definiera.
No sabía cuantos años habían pasado desde que abandoné a mi hijo. El dragón me trataba bien y aquí no me faltaba nada, pero nunca pude olvidar a mi hijo y todo el tiempo me preguntaba por él. Aún podía sentirlo, sabía que estaba vivo.
Un día el dragón desapareció y por varios días me quedé solitario en esta enorme cueva. No me faltó nada, el dragón preparó todo para mantenerme sano en su ausencia. Cuando llegó, lo vi muy sonriente.
--Kiowa... ven aquí. --Tenía una cara de satisfacción muy curiosa. En una de sus patas ocultaba algo.
--¿Sí? ¿Qué necesita? --Yo estaba con una escoba, pues en su partida aproveché para limpiar su cama, ya olía medio raro.
El dragón se acostó frente a mí y mostró con especial énfasis su abdomen. Con su pata libre le dio un par de palmadas a su panza reptiliana.
--¿Quieres saber quién está aquí? --La pregunta me extrañó y me perturbó por un momento.
--No le entiendo. --La respuesta me asustaba, era claro que había devorado a un conocido.
--Tal vez esto refresque tu memoria. --Dejó caer desde su pata el huevo verde que alguna vez le perteneció a mi amigo Meiko. La reconocí perfectamente, su forma, su tamaño, incluso su peso. Corrí a recogerla. Los sonidos de su panza eran fuertes, como si estuviese luchando por destruir algo. Miré el rostro satisfecho del dragón y la forma en que acariciaba su panza, para él devorar era más que un acto de supervivencia, era un acto fetichista.
--Seguramente estás preguntándote un montón de incógnitas... la respuesta es sí, me comí a tu amigo, hace un par de horas. No te preocupes, el aceptó esto y le concedí la oportunidad de una muerte digna... ya estaba cansado de vivir por tanto tiempo. ¿Quieres tocar? Mi estómago lo está procesando ahora mismo, escúchalo trabajar.
¿Realmente quería hacerlo? Una parte de mí quería tomar una espada y abrirlo en ese mismo instante, por otra parte, seguramente tenía información sobre mi hijo, no quería hacerlo enfadar. Esa barriga enorme con sus sonidos desagradables y Meiko estaba ahí, su cuerpo estaba en una tina de ácido, seguramente se había reducido en una papilla nutritiva irreconocible. El dragón lo convertiría en su propia energía.
--¿Sufrió? --Me aterraba la idea de mi amigo siendo digerido vivo, que mientras el ácido quemara su cuerpo, él con todas sus fuerzas quisiera salir de esa prisión mortal. Sin embargo, me acerqué y extendí mis brazos para abrazar su estómago, como si de una u otra forma me conectara con mi amigo tejón. Ojalá tuviera una oportunidad más de agradecerle todo lo que hizo por nosotros.
--No, se fue en paz. Se tomó un brebaje para dormir plácidamente. Este era un trato que tenía con él desde hace mucho tiempo y cumplió con honor.
--¿Y mi hijo? --Me atreví a preguntar, necesitaba saber que había pasado con él después de tantos años.
--Tu hijo está bien, ya es un adulto joven muy vigoroso... se parece a ti. Le dije que se largara de este bosque lo más pronto posible.
--¿Qué? --Me enfureció su respuesta tan poco asertiva.
--No te preocupes... estará bien. Te dije que lo cuidaría y lo estoy haciendo. Claro que si no fuera por ti y el trato que me ata a ustedes... pues si me lo comería. Pero ese no es el punto, le hablé un poco de ti... tal parece que te quiere mucho.
--¿Le contaste sobre mí? --Necesitaba hacerle esa pregunta, aunque me aterrada la respuesta.
--Sí... le dije que lo cuidas aunque no te vea...
El dragón eructó con fuerza y cientos de pelos de tejón salieron de su boca. No había dudas de sus palabras, los colores de ese pelo maltratado por el interior de este dragón le pertenecían a Meiko. Por un momento, no supe que decir y hacer, yo sabía que mi hijo estaba vivo, podía sentirlo. Sin embargo, la necesidad de verlo y abrazarlo una vez más me carcomía el alma. Todos esos años; su transición a la adultez, ver como florecía su juventud hasta ser un macho adulto capaz de hacer cualquier cosa... y yo no podía estar ahí con él, jamás compartiría esos momentos. Los sentimientos le ganaron a mi temple y comencé a llorar, me sentía tan culpable por abandonarlo. Todos los sacrificios hechos, no parecían valer la pena en estos momentos.
El dragón me tomó con sus patas y me aproximó a su hocico. En un acto fuera de lo común de empatía y aprecio, con sus enormes labios escamosos me besó.
--No te preocupes, todo saldrá bien. Cumpliré mi promesa sin importar el esfuerzo.
Me dejó con suavidad en el piso y después el enorme animal se fue a dormir.
Estuve todo el rato pensando en mi hijo hasta que el sueño me venció, me preguntaba a donde iría, que estaría pensando, cuales eran los planes para su vida. El destino es un camino incierto, que intercambiaba grandeza y felicidad con pena y calamidades sin avisar, yo solo quería su felicidad, una vida digna para él, del que se sintiera orgulloso.
A partir de ese día, mi relación con dragón se transformó a una amistad mucho mas sincera e igualitaria. Antes, yo solo era un entretenimiento temporal, una ayuda extra para limpiar cuando él no tuviera ganas de hacerlo, no parecía una relación de la que yo pudiera sacar provecho alguno. Por mucho tiempo lo odié aunque no lo expresara, siempre deseaba su fin. A veces las intenciones de sabotearlo para hacerlo enfadar estaban a punto de materializarse, así terminaría rápidamente con mi vida y dejaría de ser su esclavo. Si lo toleré por tanto tiempo fue por mi hijo y porque aprendí a tratarlo, incluso llegué a comprender al desgraciado. Era más conveniente tenerlo de aliado, por tu poder y conocimiento. Pero después de ese día, su actitud hacia a mí cambio para bien.
El dragón vio mi tristeza por el alejamiento de mi hijo, y al día siguiente decidió elevarme los ánimos a su propio estilo.
--Ven, levántate. Tengo una sorpresa para ti. --El dragón volvió a dejar la cueva por un momento y ni siquiera me di cuenta, cuando volvió su emoción estaba incontrolable. Había una villanía picara en la expresión de su cara.
--¿Qué clase de sorpresa? --No estaba del humor adecuado como para ilusionarme con una sorpresa, decidí seguirle el juego por hipocresía.
En sus patas había algo, oculto entre sus palmas y dedos. Lo bajó con cuidado al piso y extendió las palmas. Un ser vivo apareció ante mis ojos.
Yo no esperaba nada y al principio me confundió. Después, con su mirada sugerente y por la presentación de lo que había ahí, hice una risita nerviosa. Había una venado hebra; joven, hermosa, con una mirada cautivadora y un hocico tan fino que solo la belleza de su especie podría darle. Su pelaje era hermoso, moteado blanco sobre un café brillante en un cuerpo esbelto. Podría suponer un destino similar para la venada como el de mi amigo tejón, aunque hubo algo que me confundió, la nueva inquilina estaba completamente desnuda, sin prenda alguna más que algunos collares pertenecientes a su tribu. No estaba asustada, ni adormilada y esto lo hacía más extraño y mucho más atrayente.
--¿Quién es ella? --Me aproximé a ella, curioso por encontrar la verdadera razón de su presencia y por ver un poco más de cerca su deslumbrante belleza.
--Su nombre es Lily, es una venada de la tribu de venados que viven cerca de la montaña... y está ansiosa por conocerte.
--¿Estás insinuando que...?
--No te hagas el tonto, es obvio. No podía soportar tu tristeza, por eso decidí hacer un trato con los venados y me dieron esto, para que puedas divertirte... o si quieres a un macho puedo cambiarlo ahora mismo.
--Estamos hablando de un ser vivo, no de cualquier objeto. Sé que a ti te vale la vida de los demás, pero yo no pienso aprovecharme de los demás seres de este bosque.
--¿Y realmente eso importa? ¿Crees que a ella le importa? Lo que tu hagas o creas no cambiará el resultado final. Ella está aquí porque quiere, ella se ofreció a mí. Le conté sobre ti y lo que haría, accedió de todas formas. Tu me contaste que sentiste curiosidad por aparearte con una hembra herbívora.
--Realmente no lo decía en serio. --No quería sucumbir ante mis tentaciones más perversas. Después de estar tanto tiempo recluido en esta cueva, ver tan perfecta belleza debilitaba mis valores. Era muy difícil ignorarla, en especial por esa mirada sensual que iba directo a mí.
--Sigue engañándote a ti mismo. La dejaré contigo de todas formas. Tengo pensarla devorarla un par de días después, te aparees con ella o no. Yo aprovecharía esta oportunidad única.
La venada se levantó de la palma del dragón, se aproximó a mí, se presentó y luego me abrazó. Esto era tan inmoral, tener relaciones con una especie diferente era considerado por muchas tribus como un acto aberrante, si mi tribu supiera seguramente me expulsarían. Pero no me había cruzado con una hembra en años, mi parte primitiva de macho me rogaba que tomara la oportunidad. Y luego ella lo quería... no sé si era por deber o porque realmente le gustara, pero estaba tomando demasiada iniciativa. Su destino estaba marcado, el dragón la pondría en su hocico y jamás volvería a verla. Decidí dejar de escuchar a mi moral y me dejé llevar por mis fantasías.
Tener relaciones con una herbívora, con alguien diferente a mi especie, fue una experiencia que nunca olvidaré. Su pelaje era tan terso, sus pechos tan cálidos, sus labios tan sabrosos. Al olfatear su pelaje y lamer su cuello la sensación de probar la más fina presa se vino a mi mente. Si tan solo fuera una venada primitiva, con sus cuatro extremidades como patas, no dudaría en morderá en el cuello para probar su sangre y su carne joven. Me la hubiera comido. Aún estaba lo suficientemente cuerdo afortunadamente, primero me haría daño antes que hacérselo a ella.
La traté como una igual, la monté como una loba de mi especie. Cuando ella se presentó y elevó su retaguardia para esperar el acto, su erotismo natural me obsesionó, con esa cola pequeña que apenas le tapaba su bien formado trasero, la movía a propósito para hacerse desear, para alterar aun más mis deseos. La monté con mucha pasión y fuerza, me uní a ella en un acto tan placentero como adictivo. Tal vez en los primeros contactos fui algo brusco, pues ella no estaba acostumbrada al pene de los caninos con ese famoso nudo para atorarme en su interior.
Ella tomó la iniciativa por momentos, me acostó boca arriba mientras ella subía a mi cintura. Así podía ver como el placer se le transmitía directamente en el rostro, además, era el momento ideal para saborear nuestros labios con cada orgasmo. Ya extrañaba la compañía de una hembra, interactuar con una a un nivel tan íntimo y salvaje. Como nunca podríamos crear descendencia por nuestros destinos y diferencias, a ella no le importó que derramara mi semilla en su interior.
Cuando no estábamos apareándonos, platicábamos por horas. Me contó momentos de su vida, como sus dificultades para conseguir alimento en un bosque poco benevolente, gracias al dragón quien les ofrecía agua pudieron subsistir y prosperar. Por desgracia, la tribu era numerosa y la comida finita, por eso debían tomarse ciertas decisiones. Para ellos, el dragón era su Dios; la veneración hacia su figura y el respeto a su poder nunca se cuestionaban. Un Dios podía quitar vida, también podía hacerla florecer, fuimos sus favoritos por mucho tiempo y por eso logramos sobrevivir. Pero un Dios requiere muestras de fe, requiere ofrendas o, mejor dicho: sacrificios. Era una enseñanza que todos debían aprender y aceptar, y por esta vez ella fue seleccionada.
Le pregunté si realmente conocía su destino, ella me respondió afirmativamente. Aceptaba la idea de ser devorada, morir en las fauces del dragón, entregarle su cuerpo como una muestra de agradecimiento, como un pequeño retorno de todo lo que le ha dado a la tribu. El dragón nos advirtió de los días posteriores; como el ser superior que es, puede ponerle fin a los ciclos y decidió ponerle punto final a este bosque, reiniciarlo. Lo quemaría todo, plantas y carnes serían el nuevo alimento para la tierra, el fuego los convertiría en cenizas. A cambio de ser parte de las bondades de este gran reinicio, los sacrificios debían ser entregados. Muchos se ofrecieron sin importar la edad y seleccionó a 10 voluntarios. Uno por uno fueron desapareciendo de su hocico y vimos como su panza se fue hinchando. Para un venado de esa tribu no había reconocimiento más grande que ser parte de un dios, ella sería la última en ser devorada, pero tenía una tarea más, cumplir los deseos de uno de sus amigos, un lobo viejo. Me sentí un poco culpable por mis pensamientos posteriores, sobre lo suertudo que era el dragón por comerse a esta pieza de carne tan fina y deliciosa.
Así pasó... y aunque el dragón me invitó a función especial, no pude ser testigo de ello. No importaba lo que dijera, ella estaba convencida de ello. Despedirme de ella y desearle una muerte satisfactoria fue lo único que pude hacer por ella. El dragón la llevó a los estanques y yo me quedé fuera, esperando el momento de su final.
El dragón primero jugó con ella, la frotó con su enorme pene y la baño en su propio semen, así se la comió. Lo siguiente no sé si creerlo, aunque seguramente el dragón si lo cometió. Deseoso de saborear hasta la parte más recóndita de su cuerpo, usó sus poderosos dientes para triturarla. Para él un cuerpo crujiente era una experiencia, saborear la sangre y el cuerpo en su totalidad le provocaba un placer inmenso. Cuando salió de los estanques y me dijo entre risas lo deliciosa que estaba, vi rastros de sangre en su hocico.
--Dime por favor, que no lo hiciste... ¿Sufrió? --Le dije con enojo y frustración.
--No... estaba dormida cuando todo pasó y no la mastiqué. Sé que me odias por esto, a veces yo también lo hago.
Al final de todo, era carne como yo y todos los demás. Si la masticara o no el resultado sería el mismo. Al final el dragón y la venada obtuvieron lo que querían.
Tal como la venada me había dicho, el dragón emergió de la montaña para quemar el bosque con sus llamaradas letales. Entendí en parte por qué la tribu de los venados lo consideraban un Dios, porque era capaz de esparcir la muestre a su conveniencia, de él pertenecía el destino y el control de todo el bosque. Mi hijo ya estaba en otra parte, estaría lejos de los horrores del fuego y la destrucción de un ser perturbado quien mostró su parte más oscura y sádica. Inocencia, el dragón la había perdido, el placer por destruir, devorar y aplastar no tuvieron comparación. Familias enteras entraron a sus fauces, animales inocentes se convirtieron el polvo por el fuego emanado de su hocico. Su estómago se hinchó a niveles peligrosos por la cantidad de animales que se tragó. A ellos no los trató con amabilidad, los devoró enteros y estaban bastante vivos cuando el estómago derramó sus poderosos ácidos sobre ellos. Escuché los gritos casi ahogados de su panza, las peticiones desesperadas de misericordia al acabarse el aire o al sentir su piel destruirse. Lamentos que se convirtieron en susurros de una barriga repleta de grasa resultado de tantos animales devorados. Le tomó un día digerirlos, desaparecerlos para siempre. Me da terror pensar como tantos animales, individuos diferentes, se convirtieron en la misma grasa de sus muslos, en nutrientes simples para todo su cuerpo. Tan rápido y fugaz los borró del mundo.
Otros desgraciados fueron víctimas de su otro placer culposo, cuando regresó a la cueva, después de cumplir con su masacre, dejó frescas huellas de color rojo, resultado de tantos seres que aplastó por diversión y goce. Me ocupé de limpiar sus huellas; toda esa sangre, pedazos de piel o hueso fueron alguna vez seres vivos con sus propios problemas e ilusiones, pero para este dragón desalmado solo fueron juguetes para sus patas. En esos momentos comprendí el nivel de su locura, la razón de su soledad... nadie estaba lo suficientemente loco como para aceptarlo. No quise verlo ni hablarle por varios días.
Morir para que la nueva vida florezca, todas esas víctimas anónimas, su sangre volvería a alimentar el bosque, de su desgracia volverá una nueva época de bonanza. Recordé todo lo que le pasó a mi tribu y lo enojado que aún estaba con el destino, mi único consuelo de todo esto fue que al final todos obtuvieron un poco del dolor que yo sentí por tanto tiempo. Tuve que pensar en eso o de lo contrario ya me hubiera ido en ese mismo instante.
Mi pelaje se había vuelto más pálido, mis músculos ya no tenían la fuerza de antes. No sé cuántos años pasaron, pero mi cuerpo se estaba volviendo viejo. Mientras le quitaba el polvo a la alacena del dragón, con todas sus botellas y cajas repletas de maravillas y misterios, el dragón me hizo un llamado para que lo viera.
--Kiowa... has cumplido con creces tus tareas... has probado ser un compañero y amigo el cual se puede confiar. Es hora de cumplir por completo la promesa de mi padre. Eres un ser mortal, tu tiempo en este mundo es limitado, pero tu especie es mucho más que un individuo, es un linaje, es toda una historia. Por eso te daré un regalo que nunca le había dado a nadie... es tiempo de devorarte.