Vidas entrelazadas 4 (Jacob-I)

Story by nadie on SoFurry

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12/7/3841 (lunes)

-No, no, no, no... Ni hablar. ¡Me niego! No pienso hacer algo así. Me da igual que sea mi hijo. No aceptaré esto. Es vergonzoso. Por el amor de dios, ya hago bastante aguantando que sea un... un... ¡bah! No voy a hacerlo.

-Vamos, cariño... Es un día muy importante para él... Entiéndelo. Cuando tú y yo nos casamos, tu padre estuvo apoyándote en todo momento, incluso siendo yo con quien te ibas a casar... Jacob sólo quiere que le aceptes. Para él tampoco ha sido fácil tomar esta decisión. Además, si se quieren...

-¡Qué bonito! ¡Se quieren! ¡¿Y qué?! ¡Nunca tendrán hijos! Ni siquiera podrían, aunque Jacob no fuera estéril. No es normal, y no toleraré que esta situación mancille el apellido de mi familia. ¡Sería vergonzoso!

-Por favor, John... Es tu hijo... ¿cómo puedes hablar así de él? Quedan cinco días para su boda y aún le tratas como si fuera un crío... Tiene 28 años... Hace tiempo que empezó a tomar sus decisiones, y sabes que le cuesta... No le hagas esto más difícil... Esta tan ilusionado... Lleva un año entero planificando todo esto... Sólo será un día...

-... ¿No lo entiendes? No es normal. No lo es, y punto. Me da igual lo que piensen los demás. Puedo soportar hasta cierto punto que se líe con ese tío, ¿vale? Pero no voy a ayudarle a que se case con él y saber que van a hacer todas esas... cosas... horribles... Me dan náuseas sólo de pensarlo. Ni siquiera son de la misma especie...

-John, por favor... Hazlo por mí, si no por él...

-Pero Margaret... No... es que... ¿por qué no podía ser como Samuel? Con él todo fue mucho más fácil... Yo no tengo edad para estas cosas... No quiero discutirlo más... Vamos, por favor... Estoy cansado... ¿Por qué no "jugamos a los trenecitos" un rato y dejamos el tema?

-John... Es la última vez que te lo digo. Vas a ir a esa boda, vas a llevar a tu hijo junto a su futuro marido y vas a sentirte tan orgulloso de él que pensará que eres el mejor padre del mundo. Eso, o tu "trenecito" se va a tener que buscar otra estación donde dejar a los pasajeros. No es una petición. Es una orden. ¿Entendido?

-Pero... Yo sólo quería que fuera un poco más... como Samuel... Que fuera un hijo normal...

-¡John! Por favor... ¿Cómo puedes decir algo así? Sabes cuánto le duele que le compares con su hermano... Y sabes cuánto le duele ser como es, sólo porque tú no le aceptas... ¿Es que no vas a respetar ni siquiera el valor que ha necesitado para decidir casarse?

-¿Respeto? No me hables de respeto... Si él me respetase, no me haría esto...

-Él te respeta. Te respeta demasiado. Eres tú quién no le quiere entender. ¿Acaso tú respetaste los mandatos de tu padre cuando te intentó casar con aquella mujer?

-No es lo mismo. A mi padre le daba igual lo que yo pensase. Sólo quería casarme con una mujer que me diera dinero y una buena posición social, y sabes perfectamente que te preferí a ti porque te amo más que a cualquiera de esas dos cosas, y que él estuvo fingiendo su aprobación toda la ceremonia. Jacob se va a casar con otro hombre, y eso no es normal.

-Hemos discutido esto tantas veces... Tu padre quería que dejases a un lado tus sentimientos para hacer lo que él quería que hicieras, y tú le estás pidiendo lo mismo a tu hijo... Haz lo que quieras, pero si sigues comportándote así... No podré seguir amándote como antes... Tú no eras así...

-¡Oh! ¡Por favor! ¿Me estás diciendo que vas a dejar de amarme por una tontería así?

-¿Lo ves? Tu hijo se va a casar con la persona a la que más ama, y tú piensas que sólo es una tontería... Hay veces que no te reconozco... Buenas noches...

-Margaret...

-Buenas noches.

*********************************************

Abrió la puerta que conducía al vestuario con las duchas y entró, seguido de Daniel. El resto de sus compañeros se estaban quitando la ropa para ducharse. Dos de ellos ya sabían que era gay, porque les había invitado a la boda, pero eso no había cambiado la relación de amistad que les unía. Habían apagado demasiados incendios juntos como para que algo así les importase. Además, Jacob no era el único "de la otra acera" por allí.

Aaron, un enorme mamut de 52 años, hacía un par de años que había admitido su homosexualidad frente a sus compañeros, algo que le había resultado bastante difícil, y se arrepentía de no haber aceptado antes su condición. Precisamente por eso, cada vez que necesitaba hablar del tema, acudía a Daniel, que era más abierto en la materia que Jacob.

A él aún le costaba admitir su condición, al menos en público. Nunca había llevado bien su aspecto, y el trato que recibía de su padre no había ayudado. Jacob era un toro de 28 años y 2,65m de altura, muy inteligente y con una complexión física más que envidiable. En 7 años había estudiado las carreras de Arquitectura, Informática y Matemáticas, obteniendo magníficos resultados, y hacía tres años había pasado a formar parte de los bomberos de la ciudad.

Sabiendo esto, cabría esperar por parte de su padre un enorme orgullo al ver cómo uno de sus hijos había obtenido tantos méritos en ese tiempo. Sin embargo, su padre no se sentía orgulloso de él en absoluto. Para empezar, la mayor parte de su pelo no sólo no era de un color normal, sino que además era fucsia. No ligeramente alilado, o rosado. Era fucsia, como sólo lo puede ser algo antinatural. Al menos, ese era el razonamiento de su padre, y el de la mayoría de gente.

En realidad, en su pecho, bajo sus brazos y entre sus piernas era más bien rosado, pero eso no cambiaba la repulsión que John sentía por su hijo. Y en su cabeza lucía una melena de color más oscuro, casi morado, y una pequeña perilla del mismo color. Pero, para John, y siempre que no se tratase de Samuel, todo lo que llevara melena era una mujer, un león o un maricón. Para hacer juego con el color de su pelo, también las pupilas de Jacob eran de un intenso color fucsia.

Lo peor de todo era que Jacob había crecido con esas mismas ideas en la cabeza, y se tenía a sí mismo un gran desprecio por haber nacido así. A esto se sumaba su sexualidad y que, para su desgracia, lo que le colgaba entre las piernas era más un trozo de carne que poder sujetar al mear que otra cosa. En los 28 años que había vivido, cualquier persona sin brazos podría contar con los dedos de sus manos la cantidad de erecciones que había tenido Jacob.

Sus testículos producían semen, pero no tenían dónde verterlo, y ya habían tenido que ir más de una vez al hospital para extraer todo el esperma acumulado y evitar posibles problemas. Para mejorar la situación aún más se había comprobado que, independientemente de que se le pusiera o no dura, y de si se acostaba con un hombre o una mujer, era más estéril que las piedras y jamás tendría hijos. Así que allí estaba, apagando incendios, intentando satisfacer los deseos de su padre, siendo profundamente detestado por él y por sí mismo.

También estaba Samuel, que no le había hecho nada directamente, pero que parecía ser el hijo perfecto. Un hijo a los 18, una hija a los 19, casado, dándose de tortas con luchadores profesionales por dinero, y permitiendo a John hacer comparativas entre él y Jacob, en las que Jacob salía perdiendo el 100% de las veces. Jacob admiraba a su hermano mayor, pero sabía que nunca sería como él.

Daniel era un rinoceronte, de unos 36 años, más bajo que Jacob pero igualmente muy musculoso y ojos verdes. Era ocho años mayor que Jacob, sí, pero no le importaba. No tenía realmente nada de especial en comparación con otros rinocerontes, salvo por el hecho de que Jacob era feliz a su lado y, vale, sí, tenía músculos hasta en las pestañas. Le amaba, y gracias a él había sido capaz, por una vez, de aceptar su sexualidad hasta cierto punto y de proponerle el matrimonio. Dani sólo le pedía su compañía, un poco de amor y mucho cariño. No dejaba de darle a entender que le daba igual que fuera rosa, o estéril, o que no se le pusiese dura, y eso era algo que a Jacob le ayudó mucho en aquella relación.

Se desnudaron, se pusieron bajo las duchas, las abrieron y dejaron que el agua cayera sobre ellos. No tenían prisa. Después de pasarse una tarde yendo de un sitio a otro, lo que menos apetece hacer es darse prisa en una relajante ducha. El día había sido bastante tranquilo. Un pequeño incendio, una mujer atrapada... Pero todo había salido bien, y estaban muy contentos.

La mujer incluso les había pedido un autógrafo. El calendario que habían hecho ese año había sido bastante famoso en la zona, por lo visto. Seguramente había tenido bastante que ver con la falta de ropa y las poses provocativas. A John no le hizo gracia, por no decir que se enfadó, aunque Samuel compró una par para su mujer y para alguien más, y su madre tenía otro en su mesita.

Los propios bomberos tenían uno, o al menos se le había dado uno a cada uno... Muchos se lo habían regalado a algún familiar, a la novia, o a cualquiera. Aarón tenía el suyo y siempre que estaba a solas lo disfrutaba lo máximo posible. Fred lo sabía bien. Era el cuarto en el grupo de amigos, un lobo relativamente grande y musculoso, casado y con hijos, para disgusto de Aarón, que le quería más de lo realmente necesario entre amigos.

Un día Fred entró al baño sin llamar antes. Una ducha de líquido blanco y espeso disuadió al lobo de volver a hacerlo, y al mamut de masturbarse sin cerrar antes la puerta con pestillo. A partir de ahí, dejaron claros los límites que no debían sobrepasar al relacionarse unos con otros, y Aarón informó a sus compañeros de la atracción que sentía por otros de su mismo sexo.

-Qué ganas tenía de una ducha...

-Sí... Las vistas son agradables...

-No lo decía por eso... Ya sabes que no soy gay, Aarón...

-Ya, ya... perdona por cuestionar tu hombría...

-No, eso no cuestiona mi hombría. Lo que la cuestiona es esa cosa... Seguro que la podrías usar como bufanda si quisieras...

-En realidad no. Ya lo he intentado, pero no puedo. Sin doblar demasiado la espalda, como mucho me toco el paladar con ella, pero usarla de bufanda ya no puedo hacerlo.

-No lo dices en serio...

-¿Qué pasa? Me siento muy sólo, y no me gusta pagar a nadie por una mamada. Para eso lo hago yo y ya está.

-A Jacob le gustaría tragarse todo lo que le des. ¿A que sí?

-¡Dani!

-Era una broma, hombre... No te pongas así.

-Vaya... yo que me había hecho ilusiones...

-¡Aarón...!

-Venga, dejadlo ya, que sabéis que a fresita no le hacen gracia esas bromas.

-¡No me llames fresita!

-Vaaaleeee... Era una broma... Que por cierto, con lo tarde que es podríamos ir a cenar por ahí, ¿no?

-Sí, claro, una cena romántica a la luz de la luna. Así mientras Dani y Jacob se lanzan miraditas, yo te puedo emborrachar y en cuanto no veas ni a dos palmos de distancia... ¡Zas! ¡Hasta el cuello!

-No, venga. Lo digo en serio.

-Por mí, perfecto. A mi no me espera nadie en casa.

-A mí me parece buena idea... ¿Jacob?

-Sí, por mí vale.

-¡Viva! Bueno, mi mujer ya está avisada, así que todo listo... Si no os importa, me voy saliendo ya, para que hagáis lo que queráis...

-Sí, yo también me voy. Hasta luego, tortolitos. Os esperamos fuera.

-Pero si apenas os habéis duchado...

-Déjales, Jacob. Ellos se pierden la fiesta.

Cuando sus compañeros ya habían salido, Daniel se le acercó por detrás, le abrazó y le susurró al oído.

-Te quiero...

-Y yo a ti.

-Este sábado... Es el gran día. Sé que te lo he pedido muchas veces, pero...

-Sí, Dani. A partir del sábado sí. Te lo prometí.

-Tengo tantas ganas... no sólo de eso... ¿No estás nervioso?

-En teoría está todo preparado, y mañana voy a asegurarme de que así sea. No hay de qué preocuparse.

-Pero... ¿Y tu padre?

-...

-Aún no te ha dicho ni que sí ni que no, ¿verdad?

-Me detesta. Sólo quería intentarlo. De todas formas, mi hermano se ha prestado voluntario si él no fuese a ayudarme al final.

-Lo siento...

-No importa. Debería haberlo sabido sin necesidad de preguntarle. Es sólo que... parece que algo no vaya bien... Nada de lo que hago le gusta. Estudiar es para mujeres y maricones. Me metí aquí con los bomberos y sólo se le ocurrió que lo hacía para ver a mis compañeros desnudos... Y el color de mi pelo... Yo no pedí nacer así... No pedí ser así... Ojala no fuera así...

-Jacob... Yo te quiero como eres. Nunca me casaría con alguien sólo por lástima. Eres una de las mejores personas a las que he conocido, y desde luego a la que más amo. Si tu padre no te valora, es que no merece ser tu padre.

-Ya sé lo que piensas, pero aún así... Prométeme que nunca me darás la espalda y me rechazarás.

-Bueno, si un día se te levanta y quieres que me de la vuelta...

-No, Dani. Lo digo en serio. Prométemelo.

-Te prometo que, pase lo que pase, estaré a tu lado y te haré ver lo maravilloso que eres.

-Te quiero...

-Y yo a ti... Nos estamos empezando a repetir... ¿Me ayudas a lavarme y nos vamos? Nos esperan.

-Claro. Pero me tendrás que ayudar a lavarme tú también.

-Por supuesto. No te me ocurre un bovino mejor sobre el que poner mis manos... y lo que haga falta...

Empezaron a lavarse mutuamente, frotándose uno contra el otro, para mayor deleite de Daniel que de Jacob. Hacer aquel tipo de cosas hacía que Jacob se sintiera de una forma extraña. Por un lado, lo deseaba, pero la educación que había recibido le hacía pensar en aquello como una aberración, y en cierto modo le repugnaba saber lo que hacía y desearlo. El placer que debería sentir se veía sobrepasado por la angustia y el rechazo por lo que estaba haciendo, y pronto se separó del rinoceronte.

-Jacob...

-Lo siento... No sé si...

-... No pasa nada... Esperaré lo que haga falta...

-Lo siento... lo siento...

Se terminaron de lavar y se vistieron. ¿Cómo podía hacerle aquello? Era patético... Ni siquiera podía satisfacer a Daniel en algo así, cinco días antes de su boda... ¿Cómo podría darle aquel sábado su cuerpo? ¿Cómo podría entregar a alguien su virginidad si no era capaz de tocar su cuerpo desnudo sin sentir nauseas por lo que hacía? Patético...

Fred y Aarón les esperaban fuera. Cuando estuvieron todos reunidos, fueron a cenar a una pizzería cercana. Solían ir allí de vez en cuando, cuando el trabajo les impedía salir antes, y la comida estaba bastante buena. Además, siempre tenían algo de "público" mientras cenaban, y el ambiente del local era muy agradable.

Charlaron un rato sobre cómo sería la boda, lo nerviosos que debían de estar y algunas cosas más triviales, aunque haciendo alusión a otras personas para que nadie supiera quienes se iban a casar, por si les oían desde otra mesa. Sería una boda bastante íntima, con pocos invitados. Sólo los familiares más cercanos, Fred, Aarón y ellos dos (evidentemente, los que se casan tienen que ir...).

Luego cada uno se fue a su casa. Aarón, Fred y Daniel volverían a verse al día siguiente en el trabajo, pero Jacob no iría en los dos días siguientes, para preparar los últimos detalles con ayuda de su madre y celebrar el cumpleaños de su padre.

13/7/3841 (martes)

-Vamos, que la comida ya está lista. Todos a la mesa.

Jacob se dirigió a la mesa, igual que el resto de la familia, menos su madre y la mujer de Samuel, que estaban terminando de colocarla. Todos los "hombres" estaban sentados ya, y John no dedicaba a Jacob precisamente la mejor de sus miradas. Llevaban toda la mañana igual, aunque Jacob ya estaba acostumbrado a ello.

Samuel se situaba a la derecha de Jacob, a un par de sillas de él, junto a su padre. A la izquierda de Samuel estaba su hijo, Tobías, y enfrente suyo se sentaría Margaret. Entre Tobías y Jacob se sentaría Anna, la mujer de Samuel, y a la izquierda de Jacob estaba sentado Bruno, su hermano pequeño, con sólo doce años. La hija de Samuel estaba estudiando y no había podido ir.

-Bueno, papá, ya cumples... ¿cuántos? ¿Dieciocho?

-Ja, ja, ja... muy gracioso, Sam...

-¿No? Vaya... pues yo te veo hecho un toro, je, je...

-Eso es inevitable. Todos aquí lo somos, ¿no? No, espera... todos no...

Acto seguido miró a Jacob con el mismo desprecio con el que siempre lo hacía, y Samuel trató de enfriar los ánimos.

-¿Sabes? El otro día estuve luchando contra uno que... ¡pufff! Se creía muy bueno el tío. Me estaba intentando vacilar, aprovechando que era más rápido que yo, pero claro, la velocidad no es lo único que cuenta. También hace falta potencia y saber utilizar lo aprendido correctamente.

-Sí. En eso te doy la razón. Hay que saber usar lo que uno tiene, ¿verdad, Jacob?

-... ¿Qué quieres decir?

-Ya lo sabes perfectamente. Si no sabes utilizar lo que dios te ha dado, no eres nadie. Aunque claro, si ni tan siquiera funciona...

Jacob se sobresaltó. ¿Qué estaba insinuando? No podía saberlo. Sólo lo sabía su madre, y le prometió que nunca se lo contaría a nadie. Ni siquiera a su padre.

-¿Qué insinúas?

-No insinúo nada. Lo estoy afirmando. Eres un puto maricón que ni siquiera puede dar por culo a nadie, porque no te funciona. Eres la escoria de la escoria. Y no lo dudes. No voy a ir a esa boda. Antes me pegaría un tiro. Ojala os muráis tú y ese maldito degenerado al que llamas novio. Apuesto a que se siente frustrado teniendo a alguien tan inútil como tú a su lado. Me avergüenzo de tener que llamarte hijo mío.

Su madre entraba justo en aquel momento, con algunos vasos y un par de platos, y se quedaba clavada en el sitio al oír aquellas palabras. Samuel estaba perplejo. Había estado a punto de detener a su padre, pero lo que acababa de decir era algo que no esperaba. Tobías parecía también sorprendido al encontrarse en medio de aquella discusión, y Bruno no comprendía del todo lo que decían.

-...... Me... me voy... no tengo hambre... lo siento... me encuentro mal...

-¡Eso! ¡Huye con el rabo entre las piernas! ¡Cobarde! Eso es lo único que sabes hacer. Correr y llorar... ¡Venga! ¡Ve a llorarle a tu novio, maricón! Ojala no vuelvas nunca. ¡Eso sí que sería un buen regalo de cumpleaños!

-Papá, cállate.

-Hijo, cariño, no te vayas... quédate un poco, venga...

-... Me prometiste que no se lo contarías a nadie...

-Hijo...

-Llevo mucho tiempo aguantando esto... pero no puedo más... me voy... al menos espero que papá me apoye en eso...

-¡Jacob! ¡Espera!

-¿Qué...?

Samuel se le quedó mirando a los ojos, como queriendo decirle algo, pero no parecía encontrar las palabras.

-... No importa... Ten cuidado...

-Claro... lo siento...

¿Cuidado? ¿Qué cuidado debía tener? ¿Qué más les daba? Si seguía vivo, su padre tendría alguien al que ignorar o con el que meterse, y si moría, sería un poco más feliz.

Mientras se marchaba, su madre le siguió e intentó varias veces convencerle de que volviera, mientras oía cómo su padre insistía en que le dejara irse de una vez. Cogió el coche y se dirigió a su apartamento. Estaba harto. Siempre tenían alguna discusión así, pero ahora que su padre sabía aquello... Su madre había traicionado su confianza.

Abrió la puerta del apartamento y entró. Había algo de ropa sucia por el suelo. Pensó que se le había olvidado recoger la ropa que Daniel había dejado por ahí el día anterior, pero al agacharse para cogerla se dio cuenta de que era la de ese mismo día, y se preocupó. Daniel nunca llegaba tan pronto a casa del trabajo. Entonces vio otras prendas, más grandes de lo "habitual", que no eran ni suyas ni del rinoceronte, y se alarmó al recordar las palabras que su padre le había dirigido hacía pocos minutos.

Fue silenciosamente al dormitorio y le encontró allí. Desnudo, con Aarón. El mamut estaba inclinado en el borde de la cama, también desnudo, y tenía un rastro de semen en la espalda. Daniel estaba justo detrás, descargando sus frustraciones en el trasero de Aarón. Allí, demostrando a Jacob su "lealtad", su "amor" y sus esfuerzos por mantener una relación seria.

Con el mismo sigilo se marchó de aquel lugar y fue a la casa que había comprado con sus ahorros para irse a vivir allí con Daniel. Iba a ser una sorpresa, pero eso en aquel momento no importaba. Cuando llegó abrió la puerta de la entrada, subió a la que había decidido que sería su habitación y se tumbó sobre la cama, intentando encontrar la razón por la que su vida había tomado aquel rumbo.

No tenía hambre. Sólo estaba allí, tumbado, dejando que el tiempo pasara y lamentándose de su penosa, horrible y amarga existencia. Nunca debería haber nacido... Así todo el mundo habría sido más feliz. Ni siquiera Daniel... Le había prometido que esperaría para hacer el amor con él. La noche anterior, justamente, se lo había vuelto a prometer. Y él le había creído.

Era patético. Nada de lo que hacía hacía feliz a su padre. Nada conseguía que alguien le aceptase. Ni siquiera había sido capaz de satisfacer a Daniel. Llevaban dos años saliendo ya, y a cuatro días de su boda se enteraba de aquello. ¿Qué pretendía? Quería ser fiel a sus sentimientos, y se avergonzaba de ellos. Los rechazaba. Los negaba. Había prohibido a Daniel el contacto físico por ello, y entendía perfectamente su reacción. Tendría que haberlo esperado.

Se quedó allí durante horas, hasta que su móvil sonó de pronto. Era Daniel. Vaciló unos instantes, al no estar seguro de si debía o no responder, y al final descolgó.

-Hola, Dani...

-Hola, Jacob. ¿Dónde estás? Acabo de llegar a casa y no estabas.

-Ya, claro...

-¿Estás bien? Te noto extraño.

-Os he visto, Dani... A ti y a Aarón.

-... Yo...

-No importa... Yo nunca... no sé qué se siente, ¿sabes? Pero... supongo que se está muy bien, ¿no? No lo sé... Pero si realmente necesitabas tanto el sexo... Quizás... deberías habérmelo dicho...

-Jacob, yo no... perdóname...

-No. Perdóname tú a mí. No soy suficiente... lo siento... lo siento...

-Jacob, yo...

Antes de que acabara la frase, Jacob colgó el teléfono. No podía seguir escuchándole. Se marchó a la cocina, busco por los pequeños armarios y sacó la primera botella que vio que podría emborracharle lo suficiente como para que al día siguiente el zumbido de una mosca le taladrase la cabeza. Se tiró sobre un sofá y se la empezó a beber.

Cuando llevaba bebidas tres cuartas partes, sonó el timbre de la casa, y fue a responder. Le costaba moverse. Todo daba vueltas a su alrededor, pero al final logró ver con un poco más de claridad, y fue a ver quién era. Era Daniel. Su cerebro le decía que no abriera, pero el resto de su cuerpo ya lo había hecho. ¿Qué hacía allí? No se suponía que fuera a saber que aquella casa existía.

-Jacob, perdóname, yo...

Jacob fue a responderle, pero en el momento en que abrió la boca un chorro de vómito golpeó a Daniel en el pecho, dejando su camiseta hecha un asco.

-Has... bebido...

-Muy observadoouor... qué mareo... Pero no... no esstoy borracho, ¿eh?

-Jacob...

-Ese soy yo, sí... ¿qué... quieres? Hasss... ¿traído a Aarón? Podemos hacer... ¡una fiesta! ¡Sí! Será divertidd... divertido... Tú pones los cuernos, él el culo y... yo... no sé... ¿la casa? Sí... suena divertido... ¿tú qué dices...? Puaj... qué mal me sabe la boca...

-Jacob, por favor... déjame pasar... necesito hablar...

-¡Qué bien! Pourque ressulta que... que... ¿qué iba a decir? Bueno, no importa... ¡pasa! No... Esspera... a ver... qué era... bueno, da igual... pasa. ¿Quieres algo de beber?

Daniel entró lo antes posible, evitando que el portazo que Jacob acababa de dar le golpeara, y sujetándole justo antes de que se cayera.

-Qué fuerte eres... ¿cómo lo hacess? Y qué piel tan... gris... es como... como... gris...

-Jacob, ¿estás bien? No quería hacerte daño, te lo juro... sólo necesitaba desahogarme... no significa nada más para mí...

-Pero... pero a mi me duele... soy un inútil, ¿sabes? No... no sirvo para nada... Mi padre me odia... y mamá me traiciona... y soy un mal novio... no te dejo tocarme, ni hemos hecho el amor... y creo que no te mereces esso... tú eres tan... tan guay... siempre sabes lo que decir... lo que hacer... y... y puedes estar con... con quien quieras y yo... yo no te dejo y... yo te quiero... y quiero que seas...<vomita de nuevo> Lo siento... quiero que... que seas feliz y no... no te dejo... y... ¿quieres algo de beber?

-Jacob, por favor... deja esa botella... no estás bien...

-Eso... ¡eso te digo yo!... que doy asco... que no te merezco...

El rinoceronte le forzó a sentarse en el sofá, y al hacerlo cayó sobre él, y apunto estuvo de darse un cabezazo contra los morros de Jacob, que no le soltaba. Entonces le cogió la cabeza con las dos manos y le forzó a mirarle a los ojos.

-Jacob, Jacob... Mírame. Mírame... Mira... Soy un imbécil, ¿vale? No debería haber hecho lo que hice. Soy un idiota, ¿vale? Eres lo mejor que me ha pasado en mi vida. Eres guapo, eres listo, eres... eres sincero, y eso es algo que no se puede decir de mucha gente. Y además eres simpático, siempre haces lo que puedes por ayudar a los demás... pero te preocupas demasiado, y te tragas todo lo que te echen. Tratas de ser como tu padre quieres que seas, y como tú quieres ser, y como yo quiero que seas... y no puedes hacer eso, ¿vale? Yo quiero que seas tú mismo, y te quiero así. Y tu padre puede decir lo que quiera, pero yo te amo tal como eres, con tus cosas buenas y tus cosas malas... si las hay... ¿vale? La culpa es mía, porque no te he valorado como debía y me he dejado llevar.

-Qué bonito... ¿De verdad?

-Pues claro...

-No... ¿no me vas a... dejar? ¿No te doy asco...?

-Jacob... Nunca... Jamás te voy a dejar solo. Te amo. Lo que pasa es que... a veces necesito desahogarme... Perdóname por no habértelo dicho... Tenía miedo de que me odiaras...

-Si quieres... puedes... puedes desahogarte...

-Yo... tú... ¿qué? Pero... ahora yo...

-¿No quieres?

-Estás... ¿seguro? Has bebido... no creo que...

-Hazlo... si me quieres... yo no... no creo que sobrio...

Daniel le miró a los ojos. Estaban llenos de tristeza y de desesperación. El toro no quería perderle. El rinoceronte no quería abusar del estado en el que se encontraba, pero incluso borracho pensaba con más claridad que él. Si no lo hacía, Jacob pensaría que no le quería. Lentamente se fue desnudando, y luego ayudó a Jacob a quitarse la ropa.

El toro temblaba. Era su primera vez, y Daniel sabía lo mucho que le costaba dejarse tocar, incluso por él, y tocar a otro. Pero debía hacerlo. Una parte de él lo deseaba, otra le decía lo asqueroso que era aprovecharse de él de aquella manera, intentándole convencer de que no lo hiciera, y otra parte le decía que debía hacerlo. Eran dos partes contra una.

Cuando ya estaban los dos desnudos, Daniel le abrazó, paso su cabeza por el lado de la de Jacob y empezó a darle suaves besos y mordiscos por el cuello y las orejas. Mientras, acarició su espalda, casi frotándola con fuerza, con las manos, explorando cada centímetro cuadrado de su cuerpo.

Jacob se sujetaba a él con fuerza, sujetándose con ambas manos a su espalda. El rinoceronte podía escuchar pequeños sollozos, y al mirarle a la cara algunas lágrimas caían por sus mejillas, pero el toro le pedía continuamente que no se detuviera. Daniel intentaba que disfrutase lo máximo posible, aunque el cargo de conciencia que tenía le dificultaba la tarea.

Poco a poco, parecía que Jacob se acostumbraba al trato de Daniel, aunque no paraba de temblar. Un buen rato después, Daniel decidió que debía empezar con zonas más "peligrosas", y descendió su cabeza hasta la entrepierna de Jacob, y sus manos hasta su trasero. Luego, le miró a los ojos de nuevo, esperando su aprobación. Jacob palideció aún más, y dijo las últimas palabras coherentes de aquel día.

-Hazlo, por favor...

14/7/3841 (miércoles)

Abrió los ojos. Le dolía la cabeza. Muchísimo. Era como tener un globo hinchándose dentro de su cráneo. O al menos, si hubiera experimentado algo así, seguramente la sensación habría sido muy parecida. Le rugían las tripas. Se frotó los ojos y se dispuso a levantarse.

Al intentarlo, sin embargo, sintió que algo le mantenía sujeto donde estaba. En primer lugar, tenía un brazo pasándole por encima del torso. Y no había ropa cubriéndolo, por lo que empezó a ponerse nervioso. En segundo lugar, una pierna igual de desnuda se colocaba sobre las suyas. Pero lo que más nervioso le puso fue la sensación de tener algo atravesándole el recto. Colocó la mano debajo de su cola, y comprobó que efectivamente había algo. Algo terriblemente familiar, con otros dos "algos" horripilantemente conocidos un poco más abajo.

El brazo empezó a moverse, y también la pierna, y el resto del cuerpo de Daniel empezó a moverse sobre él. De pronto el movimiento se detuvo, y el rinoceronte le habló al oído.

-Buenos días, Jacob...

-Da... Da... Dani... Qué... ¿qué ha pasado?

-Pues... ayer te pedí perdón por ser un imbécil y... en fin... el resto habla por sí solo. ¿No te acuerdas?

-Pues...

Como queriendo hacer que su cabeza explotase, una andanada de imágenes asaltaron su mente. Eran recuerdos. Recuerdos de la noche anterior. Recuerdos tan asombrosamente pornográficos y homosexuales que por un instante no se los creyó. Pero estaba allí, en el sofá de su casa, y cualquier pequeño movimiento hacía que los fluidos en su interior se movieran de una forma obscena, dejando claro lo ocurrido.

-Dios mío... Me acuerdo... Es... es... ¿me gustó?

-Bueno, yo diría que después de dejar los llantos y las penurias, cuando te hiciste a la idea, te encantó... aunque es raro... pensé que te quejarías del dolor de cabeza antes de hacer cualquier pregunta...

-¡¿Qué más da el puñetero dolor de cabeza?! ¡Hemos hecho el amor! Joder... mi cabeza...

-Sí...

-Pero... pero... ¿qué es esto?

-Semen. Tienes más dentro del culo.

-¿Te has corrido en mi estómago y luego en mi culo?

-No. Sólo en tu culo. Lo demás es tuyo.

-¡No seas ridículo! (Agh... me voy a morir... necesito algo para la cabeza...) A mi no me funciona...

-Eso sería hasta ayer... ¿No decías que te acordabas?

-Pero no del todo... aaah... mi cabeza...

-Normal que te duela... te bebiste casi una botella entera de licor del bruto... Entonces... ¿no te importa que estemos tan... pegados?

-¿Cómo quieres que me preocupe por eso con el dolor de cabeza que tengo? ¿Y por qué sigues dentro?

-¿Dentro de qué...? ¡Ah! ¡Eso! Es que la primera vez que la saqué se armó un empastre...

-¿La primera? ¿Cuántas veces has...?

-No lo sé... perdí la cuenta... ¿Qué hora es?

Jacob miró el reloj en el brazo de Daniel. Eran las cuatro de la mañana. Al menos, eso parecía, aunque parte del reloj estaba cubierto de semen.

-Las 4a.m.

-Aún tenemos rato para un poco más...

-Yo... no sé si...

-Venga, hombre, que hay tiempo y ya estoy dentro... Además, se te está poniendo como una piedra y... en fin... querías que te demostrase que te amo, ¿no?

-Está... está bien...

-Gracias... gírate. Quiero ver tu cara ahora que no estás borracho, je, je...

Jacob se giró. Estaba sorprendido de que, de pronto, aquello no le resultaba tan desagradable. De hecho, tener a Daniel con y dentro de él era lo más maravilloso que había sentido jamás. Rápidamente, el rinoceronte se recolocó, de forma que se miraban cara a cara, y él aún estaba dentro.

Jacob sonreía. Le dolía la cabeza, pero estaba sumamente feliz por encontrarse en aquella situación. Daniel le amaba, él amaba a Daniel y, tras tanto tiempo, había sido capaz de complacer sus deseos carnales. Alzó su mano y tocó el cuerno más grande de los dos que había frente a los ojos de Daniel. Con la otra mano comprobó que, efectivamente, se le estaba poniendo como una piedra, y su sonrisa se hizo aún más grande.

-Dani... Te amo...

-Y yo a ti, Jacob... Bonita casa, por cierto...

-Gracias... ¡Oye! ¿Cómo has llegado aquí? Se suponía que esta casa era una sorpresa para después de la boda...

-Bueno, tu hermano me dijo dónde estarías si no te encontraba en nuestro apartamento. Me alegro de que él y tu padre se parezcan tan poco. Aunque... me alegro más de que tenga un hermano tan maravilloso...

Antes de que Jacob pudiera responder, Dani dio un fuerte empujón, que le hizo enmudecer por un instante y cerrar los ojos. ¿Cómo había tardado tanto en dejarse hacer aquello? ¿Cómo se había prohibido a sí mismo y al rinoceronte aquel placer? Un pequeño mugido escapó de sus labios, y le hizo sonrojarse de la vergüenza.

-Me encanta que hagas eso...

-Yo... Dani... lo estoy sintiendo... es... es maravilloso...

-¿El qué?

-Tú... dentro... y... tengo... tengo una erección, Dani... Nunca había sentido esto...

-Pues será mejor que te acostumbres, porque nos vemos todos los días, y no tienes ni idea del tiempo que puedo estar haciendo esto sin parar...

-Dani...

-Shhh... no digas nada... sólo disfruta esto...

Lentamente fue retrocediendo, sacando su miembro de dentro de Jacob, para volver a empujar y meterlo por completo una vez más, enviando pequeños "calambres" por todo el cuerpo de Jacob, y por el suyo propio. Tenía los ojos cerrados, a diferencia de Jacob, que trataba de disfrutar de aquel momento con todos sus sentidos. ¿Qué importaba ahora lo que dijese su padre? Sólo le importaban Daniel y lo que en aquel instante sentía.

Jacob estiró el brazo y cogió a Daniel por la cabeza, acercándole a él. Sus labios se encontraron, y se dieron el beso más apasionado que jamás habían compartido. Una gran tensión empezaba a formarse entre sus piernas. Daniel daba cada vez empujones más erráticos, y no paraba de sudar, al igual que Jacob. De pronto, sus labios se separaron, y Daniel dio un fortísimo empujón.

Jacob podía sentir la presión que se empezaba a formar en la parte baja de su abdomen, y la fuerte presión en su próstata hizo que no pudiera aguantar más, y el segundo chorro de semen que su miembro había lanzado en toda su vida golpeaba a ambos manchando sus rostros y sus pechos.

Pero Daniel empezó de nuevo a moverse y a dar embates sin haber terminado siquiera de correrse. Su erección no disminuía lo más mínimo, y no daba señales de que fuera a hacerlo. De nuevo besó a Jacob, limpiando con la lengua algo del semen que tenía en la cara, y luego acercó su boca al oído del toro.

-Aún queda para rato, amor...

-Dani...

Cuando, dos horas después, Daniel le hizo el favor de sacar su pene del recto de Jacob, el toro se levantó y se dirigió a la cocina. Estaba un poco mareado, en parte por el hambre y en parte por la resaca, pero no tuvo demasiados problemas. Aparte de ir desnudo, tener el culo escocido y las piernas manchadas por el semen que había chorreado, además de a su novio también desnudo y el pecho cubierto con su propio semen, aquel era un día perfectamente normal. Es decir, que no lo era para nada.

Dani llegó por detrás de él y le abrazó.

-¿Qué hay para desayunar?

-Realmente... no lo sé... no tenía previsto estar aquí... y el dolor de cabeza no me ayuda a pensar...

-Je, je... eso pensaba... En ese caso sería mejor que nos diéramos una buena ducha y fuéramos a desayunar a alguna parte... Aunque mi desayuno... creo que ya está servido...

-¿Qué?

Mientras hablaban, Daniel se agachó frente a él, acariciándole mientras lo hacía el pecho con las puntas de los dedos. Era la primera vez que le veía actuar así, y por alguna razón no quería detenerle. Seguramente tenía que ver con su entrepierna más que con su dolor de cabeza.

-Bueno, ya sabes que mi postre favorito son las fresas con nata y... bueno, si tú eres mi fresita... y eso que tienes por encima es nata... no creo que sea tan malo pasar el postre a la hora del desayuno, ¿no?

-Oh, Dani... No creo que... ¡Ah! ¿Qué haces? No... no... oh, Dios... cómo... ¿cómo has hecho eso?

-No es que me enorgullezca de esto pero... bueno... Aarón la tiene bastante más grande... Tengo la boca bien entrenada... Y ahora, si no te importa... no me gusta hablar con la boca llena.

-Recuérdame que antes de darle un puñetazo por liarse contigo le de las graciaaaas... joder... me vas a dejar seco...

Sin decir nada, Daniel se levantó de nuevo y le besó, intercambiando con él su propio semen, y dándole el beso más asqueroso que creía posible aunque, para qué negarlo, le estaba gustando. Aquello no podía ser higiénico, pero... a tomar por culo la higiene. Le devolvió el beso lo mejor que pudo.

Aquel rinoceronte se había cargado en una noche tantas barreras en su cabeza... Le había engañado un tiempo sí, pero... le amaba... Se separaron y se miraron a los ojos.

-Ya sé donde tengo que tocar si quiero una buena ración de leche por la mañana...

-Lo siento... debería haber aguantado más...

-¿Bromeas? Bueno, vale... no has durado nada... pero eso no importa... Todo es cuestión de práctica.

-Tienes razón... Deberíamos ir a desayunar algo de verdad antes de que vuelvas a empezar con los toqueteos...

-Sí. Pero antes tendremos que pasarnos por la ducha.

-Sospecho que vamos a tener que hacer más de un enjuague...

-Sospecha, sospecha...

17/7/3841 (sábado)

Jacob estaba de pie sobre la hierba. Samuel se encontraba a su lado. Los dos vestían de un modo muy similar, con un traje negro, camisa blanca y corbata negra. Estaba lloviendo, pero eso era lo que menos le importaba en aquellos momentos a Jacob. Aquel día había sido preparado con sumo cuidado, hasta el más mínimo detalle.

El resto de invitados también estaban allí. Su padre, por primera vez en muchos años, le sonreía. Su madre no podía contener las lágrimas, y tanto Fred como Aarón se encontraban en un estado similar a ella.

La ceremonia llegaba a su fin. El cura, un lobo delgado y alto, terminaba de decir las últimas palabras, y la caja negra que debería contener el cuerpo de Daniel descendía lentamente.

Hacía apenas tres días, el edificio al que había entrado para sofocar las llamas y ayudar a escapar a los que quedaban dentro se derrumbaba con él en su interior. No encontraron su cuerpo, pero no había posibilidades de que hubiera sobrevivido a aquello. Algunos otros bomberos, Fred y Aarón habían salido a tiempo, pero no él. Según le contaron, perdieron el contacto con él unos segundos antes del accidente.

Cuando el ataúd ya estaba enterrado, la tierra sobre él y la lápida en su sitio, Jacob se acercó a dejar unas flores. Algunos de los que ese mismo día habrían acudido a una boda y ahora se encontraban en un funeral se acercaron a él y le dieron el pésame.

También su padre se le acercó, le colocó una mano en el hombro y acercó sus labios al oído de su hijo.

-Ya ves, hijo, que al final el tiempo pone a cada uno en su lugar. A ver si le sigues pronto... Nos harías un favor a todos...

-Papá, por favor... respeta al menos a los muertos.

-El respeto hay que ganárselo. Y ni tu hermano ni ese degenerado se lo han ganado.

-John, por el amor de Dios. Si no vas a decir nada positivo, no digas nada.

-Yo digo lo que me dé la gana, que para eso soy el hombre de la casa. Y digo que nos vayamos a casa ya.

-Yo... me gustaría quedarme un poco...

-He dicho que nos vamos.

-Vete tú si quieres. Yo me quedo con Jacob.

-Samuel. No me contradigas.

-Ya somos lo bastante mayores para decidir qué hacemos. Y cada uno somos el hombre de nuestra respectiva casa. Si no quieres estar aquí, vete, pero a mi ya no me das órdenes.

-Samuel...

-Hasta luego, papá.

-Sam, ¿puedo quedarme yo también?

-Sí, Bruno. Pero pórtate bien, que Jacob está muy triste, ¿vale?

-Claro.

-Papá. Mamá y Sara se encuentran mal. Las llevo a casa y vuelvo a recogeros, ¿vale?

-Sí, claro. Muchas gracias, hijo.

-No hay problema.

Tobías se acercó a Jacob y le puso la mano sobre el hombro.

-Lo siento de verás. Si necesitas cualquier cosa...

-Gra... gracias...

Tobías se alejó con Anna y Sara para llevarlos a casa, y John y Margaret se fueron por otro lado, también a su casa. Al final, sólo quedaron allí Jacob, Samuel y Bruno. Jacob no aguantó más. Se dejó caer de rodillas al suelo y empezó a llorar. Samuel se agachó y le cogió desde detrás.

-Jacob... tranquilo... llora lo que haga falta, ¿vale? No hay prisa...

-No es justo... no es justo...

-Sssshhh... tranquilo... la vida es difícil, pero si hay algo seguro es que algún día acaba... y Daniel ha muerto ayudando a que otra gente pueda seguir viviendo. Deberías estar muy orgulloso de él.

-Lo sé, pero... yo... él me quería... era... era feliz con él... y ahora...

-Oye, oye... que no estás solo... nosotros estamos contigo, ¿vale? Mira... vente a mi casa, ¿vale? Necesitas compañía, y sólo no la vas a conseguir. Quédate unos días con nosotros y verás como te sientes mucho mejor...

-No... no quiero molestar...

-No molestas, Jacob... tú nunca molestas a nadie.

Sin que Jacob le viera hacerlo, Samuel hizo un gesto a Bruno con la mano para que se acercara. Bruno le vio y se acercó a Jacob por delante y le abrazó.

-No estés triste, tete... yo te quiero mucho... si quieres puedo dormir contigo para que no llores...

-¿Qué...?

-A veces duermo con él cuando le entra miedo de noche para que no llore. No pasas mucho por casa, así que es lógico que no lo sepas... Pero te admira mucho, por si influye en algo para que vengas unos días.

Cuando Samuel le explicó aquello, no pudo evitar contener una leve sonrisa, y abrazó a Bruno con fuerza. Bueno, no era demasiado valiente para su edad, pero... en fin... para tener doce años tenía el "corazón" más grande que muchos adultos...

-Está bien... Gracias...

-Tete, que me haces daño...

-Perdón... Ha sido... ha sido sin querer... ¿Nos vamos? No quiero llorar más por hoy...

-Vamos, a ver si pillamos a los demás. Si no, vamos a tener que esperar un rato más hasta que vuelva mi hijo.

-Sí...

Se dirigieron al lugar en el que Samuel había aparcado. Ya se habían ido, así que se sentaron a esperar donde no se mojaran más de lo que ya estaban. Mientras esperaban, al cabo de unos diez minutos, recibieron una llamada de Tobías.

-¿Sí? Sí... sí........................vale... ahora se lo digo...

Samuel se giró hacia Jacob, que tenía la mirada bajada. Cada vez que veía que Bruno le observaba, intentaba sonreír, pero estaba claro que no le resultaba nada fácil.

-Jacob...

-¿Pasa algo?

-Papá y mamá... ha habido un accidente...