Vidas entrelazadas 10 (Leonard-I)
18/12/3843 (lunes)
-Vamos, vamos. Cada grupo a su habitación. Dejad las cosas y venid de nuevo a la sala común. Cuando volváis, id con vuestro monitor y él os explicará las actividades que llevaréis a cabo durante la semana.
Todos los alumnos estaban nerviosos, después del largo viaje que habían hecho hasta allí. El autobús había tenido problemas al intentar subir la montaña y llegaron después de la hora de la comida, y como los profesores no habían podido preparar nada, habían dejado la tarde libre para que los "niños" exploraran la zona. Aparte de los alumnos del curso correspondiente, destacaban dos especialmente jóvenes: Kevin y Andrew, el hermano pequeño de Dean, que habían ido con sus respectivos hermanos mayores por causas familiares y de forma excepcional.
Curiosamente, aunque era probable que se hubiera hecho a propósito, Dean y Marcus iban en el grupo 2. Tony y Héctor iban en el grupo 4. Jir y Tom iban en grupos diferentes (1 y 6, respectivamente), así que no estaban con ningún "amigo" en su grupo. Supuestamente, los grupos se habían hecho al azar para que la gente se conociera mejor, aunque el hecho de que Dean y Marcus estuvieran en el mismo grupo no dejaba de llamarles la atención.
Kevin y Andrew iban con sus hermanos mayores en el mismo grupo, ya que eran más jóvenes que el resto y no querían ponerles con alumnos a los que no conocían y que seguramente no volverían a ver con demasiada frecuencia, pero tampoco querían tenerlos "abandonados" sin hacer nada.
Cada grupo estaba formado por siete u ocho alumnos, a excepción del grupo 2 (donde estaban Marcus y Dean), que estaba formado por nueve alumnos, contando a Kevin y Andrew. Cada uno de los grupos tenía un monitor, que organizaba las actividades del grupo correspondiente. El tutor de Marcus, por ejemplo, era Frank, el profesor de gimnasia, mientras que el de Tony y Héctor era Patricia, la profesora de matemáticas. Los tutores de Jir y Tom eran, respectivamente, Leonard (el profesor de ciencias) y Goert (el profesor de historia y padre de Marcus).
La excursión se llevaba a cabo en las montañas junto a la ciudad, en una casa que se había habilitado para acoger a grupos grandes de gente precisamente para aquellas excursiones. El objetivo básico era que la gente se conociera y aprendieran a convivir un poco mejor unos con otros, y que aprendieran un poco del hábitat natural que rodeaba la ciudad (¿es necesario decir lo contento que estaba Tony con eso?). Por eso los grupos se hacían al azar, y sólo se cambiaban si había demasiados alumnos que ya se conocían en un mismo grupo.
Durante una semana, los grupos hacían diferentes actividades, como cuidar algunos animales en la pequeña granja que había al lado de la casa o identificar animales y plantas de la zona, entre otras cosas. Además, cada día uno de los grupos se encargaría de preparar las mesas del comedor o limpiar los platos y cubiertos después. Por supuesto, todo estaba bien organizado para que todos los grupos hubieran hecho lo mismo al final de la semana.
En cuanto los alumnos se marcharon a sus respectivas habitaciones, Leonard se acercó a Duncan. Sin embargo, su hijo no parecía demasiado contento con la idea de que su padre se le acercara a él.
-Duncan, hijo...
-Los niños tienen hambre. Voy a preparar la cena.
-Pero...
-Tengo que preparar la cena.
-Yo...
Antes de que siguiera hablando Astra, su ex-mujer, se interpuso entre padre e hijo.
-Por favor, Leonard. Ya le has oído. Ya ha hecho bastante con ocuparse de uno de los grupos de alumnos, cuando no le pagan para eso.
Leonard estuvo a punto de contestar, pero no quería hacerlo con tanta gente cerca. Estaba claro lo que ocurriría si hacía algo así. Astra no se andaba con rodeos, y si podía gritar a los cuatro vientos lo enfadada que estaba con él no dudaría en hacerlo.
-¿No tienes cosas que hacer?
-... Hasta luego.
Sin decir nada más, se giró y se marchó con Frank a su habitación. No había ido allí para estar a malas ni con Astra ni con su hijo. ¿Qué demonios le pasaba a Duncan? Le había estado enviando cartas, contándole lo mucho que le echaba de menos, enviándole regalos en sus cumpleaños... Estaba claro que aquello no podría sustituir jamás a la compañía de un padre, pero si estaban así no era precisamente por su culpa.
Frank pareció notar la preocupación en su rostro, y en cuanto llegaron a la habitación se acercó a él.
-¿Sigue enfadada?
-Sí... No entiendo por qué aún sigue así... Ya lo hablamos hace tiempo... Lo que más me preocupa es Duncan. No entiendo por qué no quiere hablar conmigo. Me ha costado mucho poder venir aquí, después de tanto tiempo sin verle... He tenido que pedir un permiso especial para acercarme a él, y ahora ni siquiera me quiere ver...
-Hace mucho tiempo que no os veis. Es normal que se muestre... molesto... porque vengas de golpe, como si nunca hubiera pasado nada.
-Pero es que no tendría por qué haber pasado nada. Yo no quería esto... Le llevo escribiendo desde que Astra y yo nos separamos, al menos un par de veces a la semana. Le envío regalos en su cumpleaños y por navidad... No lo entiendo... Comprendo que esté molesto, pero... No sé que pensar...
-Tranquilo. Ya verás cómo en un par de días estáis hablando tan tranquilos. Bueno... quizás no tanto, pero... Ya me entiendes... Eres demasiado bueno como para que no os volváis a hablar pronto.
-Gracias, Frank.
-De nada.
El cerdo se le acercó, le cogió por la cintura y se acercó aún más a él, pegando sus labios a los del koala. Durante unos segundos se besaron, hasta que la puerta de la habitación se abrió de pronto y entró Astra. Entonces, se separaron rápidamente y la miraron. Tenía la cara ligeramente sonrosada, probablemente por la furia. Los koalas nunca eran demasiado propensos a sonrojarse demasiado, a menos que fuera por un exceso de calor en el ambiente.
Sin decir nada, Astra pasó junto a Leonard, evitando su mirada, dejó unas sábanas que había traído sobre su cama y salió de la habitación. Cuando la puerta se cerró, Leonard y Frank siguieron colocando sus cosas en el armario y en las mesillas que había junto a sus camas. Cuando el cerdo ya había terminado, se acercó a Leonard por detrás, le pasó las manos por debajo de los hombros, por debajo de la ropa, colocándolas sobre la parte baja de su estómago, y le besó en la espalda, justo debajo de la nuca.
-Ey... Vamos... No te pongas triste, grandullón... Se acerca la navidad. Es tiempo de estar felices...
-Lo siento, Frank. No estoy de humor.
Frank se apartó un poco de él, le frotó la espalda unos segundos y se dirigió hacia la puerta. Sabía que no iba a conseguir animarle. Nunca lo lograba cuando el problema se debía a algo relacionado con su hijo o con Astra.
-Está bien... Te esperaré abajo.
-Lo siento.
En cuanto Frank se marchó, el koala se sentó sobre su cama. ¿Qué demonios tenía Astra contra él? Hacía doce años que se divorciaron porque Leonard descubrió su orientación sexual y no quería engañar a Astra y meterles en una vida llena dementitas. ¿Acaso habría preferido seguir casada con él, viviendo una mentira? Ya lo habían hablado, y ninguno de los dos quería algo así.
Y sin embargo, Astra no podía dejar las cosas así. Un día, después del trabajo, Leonard llegó a su casa y se encontró a su hijo y a la que aún era su mujer llenos de golpes, y una denuncia por malos tratos. Leonard se lo tomó como un enfado por lo que había pasado, y trató de no darle demasiada importancia, pero tuvo que contratar a un abogado para protegerse de aquellas acusaciones y, a falta de pruebas (ya que ni siquiera existían realmente) se libró de acabar entre rejas, pero se quedó sin poder acercarse a ella y a Duncan.
Afortunadamente, después de someterse a varios "exámenes" por parte de médicos y psicólogos, ese año podía por fin pasar una semana cerca de ellos. Y así era como le recibían. ¿Acaso su hijo le odiaba? ¿Es que las cartas no habían servido para nada? ¿Qué le había contado su madre de él? En cuanto se tranquilizó, bajó de nuevo a la sala común y se sentó en una de las mesas, donde ya le esperaban algunos de los alumnos de los que se debía encargar.
Más tarde cenaron, y todos menos él y Frank se fueron a dormir. Aquella noche, al menos hasta la medianoche, les tocaba a ellos vigilar que ninguno de los alumnos se marchara de su habitación. Mientras vigilaban, vieron salir a alguien del edificio. Al acercarse para asegurarse de que no era un alumno (ya había anochecido, y no se podía ver en el exterior con facilidad), vieron que se trataba de uno de los cocineros, un león marino bastante musculoso y con algo de tripa.
El león marino les miró e hizo un gesto con la cabeza, como queriendo preguntar si querían algo. Cuando le indicaron que no querían nada, siguió su camino, y un rato después regresó con algo de leña en un cubo de plástico, les saludó sin decir nada y entró al edificio de nuevo.
19/12/3843 (martes)
Sonó el despertador y se levantó. Rápidamente (dentro de las posibilidades de un soñoliento koala) se vistió, despertó a Frank, que dormía en la litera que había sobre su cama y, en cuanto los dos estuvieron preparados, se marchó con el cerdo rumbo al comedor, donde le esperaba el desayuno.
Duncan se encargó de servirle el desayuno a la mayoría de los alumnos, algo que hizo sospechar a Leonard que no tenía demasiadas ganas de darle una oportunidad para comenzar un diálogo. Astra y el león marino al que habían visto la noche anterior sirvieron el desayuno a los profesores y a los alumnos restantes.
Mientras les servían, Leonard vio cómo su hijo miraba varias veces, algunas de ellas de reojo, al león marino y hacia donde él se encontraba, aunque sólo un par de veces hacia él. Después del desayuno, se dispuso a ir a la cocina un momento, pero los alumnos de su grupo ya estaban listos, así que decidió dejarlo para más tarde. Se despidió rápidamente de Frank, y fue con sus alumnos, que ya le esperaban.
A lo largo del día, todo transcurrió con relativa normalidad, a excepción de la mala costumbre de Jir de trepar a cualquier árbol con la más mínima excusa, y que no pudo sacar tiempo suficiente para acercarse a la cocina y tratar de hablar con su hijo. Cuando ya anochecía, decidió ir a darse una ducha. El tiempo estaba empezando a empeorar, y parecía avecinarse una pequeña tormenta. Seguramente sólo duraría aquella noche, pero no le gustaba nada la idea de una tormenta en mitad de la montaña.
Fue a su habitación, y se dirigió al baño. A diferencia de las habitaciones de los alumnos, las de los profesores tenían su propio baño. No es que fueran ninguna maravilla, pero tampoco estaban nada mal. Rápidamente se dio la ducha. En cuanto salió, la tormenta había comenzado, y llovía bastante.
Por fin, una vez estuvo lo bastante seco, se vistió y bajó a la cocina, esperando encontrar allí a su hijo. Sin embargo, sólo vio a Astra y al león marino que parecía negarse a ser visto por Leonard menos de cinco veces al día. Estaban hablando. Bueno, en realidad la que hablaba era Astra, mientras que el león marino movía las manos y la cabeza, como dándole la razón. Parecían preocupados.
En cuanto Leonard se acercó y Astra le vio, la koala quedó en silencio, como esperando a que se marchase, pero esta vez no pensaba hacerlo.
-¿Ha pasado algo?
-Nada que te importe.
-¿Y Duncan? ¿No tendría que estar preparando la cena?
-¿Realmente te importa eso?
-... Es mi hijo. Claro que me importa...
-Ahora no...
Antes de que siguiera hablando, el león marino tapó la boca a Astra, y se puso entre ella y Leonard. Rápidamente, sacó una pequeña libreta y comenzó a escribir en ella. Luego, se la mostró a Leonard.
"Duncan fue a por leña. Aún no ha vuelto."
-¿A dónde a ido? ¿Se fue hace mucho?
De nuevo, el león marino empezó a escribir en la pequeña libreta, y se la volvió a mostrar al koala.
"Hay un pequeño cobertizo bajando la montaña, siguiendo el camino entre los árboles. Se fue hace dos horas. No debería tardar tanto."
-Gracias.
Sin esperar a que nadie dijera nada, Leonard cogió la mano al león marino y la estrechó. Luego, salió corriendo fuera de la casa, hacia donde le había dicho. El agua caía con fuerza y hacía viento. Además, el cielo estaba muy oscuro y si no se daba prisa pronto no podría verse nada a más de dos palmos de distancia. Sin importarle el tiempo que hiciera, fue corriendo y siguió el camino, pero por más que lo seguía no parecía llegar a ninguna parte.
El camino empezó a mostrar en su recorrido otros pequeños caminos, de los que no le habían advertido. Cuando quiso volver, la lluvia había borrado sus huellas. Estaba completamente empapado, hacía mucho frío y no podía encontrar el camino de regreso. Debía mantener la calma. Había sido muy imprudente al hacer aquello, pero le preocupaba lo que le hubiera podido pasar a su hijo. Ni siquiera tenía cobertura para el móvil, así que no podía llamar a nadie.
Tenía que mantener la calma. Con cuidado, empezó a buscar árboles que le resultaran familiares, y rocas que llamasen la atención. No había nada. Todo parecía igual allí. Parecía como si estuviera dando vueltas en círculos. El viento cada vez era más fuerte, el frío más intenso y la lluvia más densa. Se había comenzado a levantar una pequeña niebla, que se había más densa por momentos. ¿Estaba realmente perdido? Tenía que haber alguna forma de regresar.
¿Por qué no se podía orientar allí? No era tan difícil... Lo había estado haciendo con los críos esa misma mañana. Pero entonces era de día, tenían una brújula y no había viento, ni lluvia, ni niebla, y se podían ayudar entre ellos. Ahora estaba solo. Solo y perdido, y además sin brújula. No tenía la más mínima idea de hacia dónde debía caminar. Había salido en busca de su hijo, y ahora tenía que encontrarse a sí mismo. ¿Qué debía hacer? ¿Cómo debía actuar?
De pronto, vio cómo algo se movía entre la niebla, y dio un grito en la dirección de aquel movimiento, esperando una respuesta de quien o lo que fuera, pero no la recibió. Otro movimiento, esta vez a su izquierda. Otro grito. Siguió sin respuesta. ¿Realmente se había movido algo, o alguien, cerca suyo, o sólo eran el viento y su imaginación? Más movimientos. Se intentó acercar al lugar en el que le parecía verlo pero al hacerlo, de pronto, algo se movía desde otra posición. O al menos, eso parecía, ya que no podía estar seguro de que realmente hubiera algo.
Oyó un fuerte crujido y se dio la vuelta. Luego otro, y otro, y otro... Cada vez el ruido se acercaba más, desde todas direcciones. ¿Qué demonios estaba pasando? Aquello no era normal, ni siquiera con el tiempo que hacía. Los árboles a su alrededor empezaron a caer, aunque la mayoría no lo hicieron hacia donde estaba él. Sin embargo, tres de ellos amenazaron con aplastarle. Con la densa niebla, apenas tuvo tiempo de esquivar dos de ellos, cuyas ramas le hicieron cortes en los brazos y el cuerpo, no demasiado profundos pero bastante molestos.
El tercer árbol le golpeó más directamente, tirándole al suelo y atrapándole entre los otros dos árboles. Una de las gruesas ramas le atravesó una pierna y se clavó en el suelo, dejándole completamente inmóvil, a merced del tiempo. La herida no era letal, pero notaba la sangre salir más de lo que hubiera resultado tranquilizador (si es que una herida puede ser en algo tranquilizadora), y estaba razonablemente seguro de que la pierna estaba rota al menos por un sitio.
Para más desesperación, había comenzado a nevar, y en cantidades bastante más que apreciables. Sin darse cuenta, empezó a reírse solo en voz alta de forma histérica, mientras sentía la nieve caer sobre su rostro. ¿Era así como iba a terminar todo? ¿Qué clase de humor tenía el destino, riéndose de él de aquella manera?
El tiempo siguió pasando, y cada vez le costaba más permanecer consciente. Estaba nervioso. Le temblaba el pulso, y ya ni siquiera podía sentir bien dónde estaban sus manos o sus pies. Tenía demasiado frío. Demasiado miedo. ¿Cuánto tiempo llevaba allí atrapado? Si no volvía con los demás pronto, acabaría cediendo al cansancio, y quedar atrapado en mitad de una montaña, en esa época del año, no era ni de lejos la mejor de las ideas. Pero no tenía elección. No podía moverse, y aún suponiendo que fuese capaz de desenganchar la pierna sin destrozarla por completo, dudaba que fuera a moverse más de veinte metros de donde estaba con tantas ramas bloqueando su única vía de escape.
Se había prometido que jamás volvería a hacer algo tan imprudente, y aún menos hacer exactamente lo que había hecho. Pero... ¿Cómo no iba a salir allí a buscar a su hijo? Era su hijo el que le necesitaba. Y sin embargo, allí estaba, atrapado, cuando se suponía que era él quien iba a ayudar. El miedo había hecho mella en él, y empezó a llorar. Cerró los ojos e intentó alejarse, al menos mentalmente, de aquel lugar, pero el viento aullaba sobre él, arrastrando palabras que hacía algún tiempo había tratado de olvidar. Arrastrando recuerdos que había intentado borrar. Arrastrando hacía él la misma desesperación que había sentido años atrás.
_ Leonard era un joven koala de apenas 13 años de edad. Aquella tarde se había peleado con su padre porque no le había llevado a ver a su madre. Su padre y su madre no podían vivir juntos porque ella estaba muy enferma, y debía mantenerse aislada el mayor tiempo posible, por lo que muy pocas veces recibía visitas._
_ Leonard y su padre vivían en la ciudad, mientras que su madre viví en una pequeña cabaña aislada en la montaña, donde a pesar del tiempo del exterior se mantenía bien protegida de los cambios bruscos de temperatura y el riesgo de que su salud empeorase._
_ El joven koala no había estado de acuerdo con la decisión de su padre, y logró llegar hasta la montaña, que empezó a ascender a través del bosque que en ella había, en busca de la pequeña cabaña. Sin embargo, nunca se le había dado bien orientarse en territorio desconocido. Su padre, que le había seguido, logró alcanzarle, pero para cuando lo hizo el tiempo había empeorado bastante, y siendo ya finales de año la esperada nieve comenzó a caer, acompañada de un fuerte viento y el sonido que éste producía al pasar entre los árboles._
_ La niebla se alzó a su alrededor, acechándoles desde todos los rincones. El viento les embistió y les hizo difícil avanzar, pero lograron por fin llegar al camino en la montaña, a partir del cual no habría problemas. Pero Leonard no lo vio hasta que fue demasiado tarde. Uno de los árboles al borde del camino cedió ante el viento, amenazando con aplastarle, y lo habría hecho de no ser por su padre._
_ Cuando se quiso dar cuenta, Leonard se encontraba debajo de su padre, atrapado en un pequeño y oportuno agujero en el suelo. Le dolía un pie. Seguramente se había torcido un tobillo, pero él era el mejor parado. Justo encima de él, su padre le miraba directamente a los ojos. De su boca salía un poco de sangre, y en su rostro había dolor._
_ El joven koala comprendió entonces lo ocurrido. Uno de los árboles había estado a punto de aplastarle y su padre, que lo había visto, se había lanzado para evitar que esto ocurriera, pero no le había dado tiempo a esquivarlo él mismo, por lo que había usado su cuerpo como escudo. Una de las ramas atravesaba su cuerpo a la altura de un riñón, y otra pasaba a escasos centímetros de su cabeza, mientras que otras dos, algo más pequeñas, atravesaban una de sus piernas y la clavaban en el suelo._
_ Leonard comenzó a llorar. Estaban allí por su culpa. Si no hubiera sido tan tozudo, aquello no habría pasado. Si hubiera hecho caso a su padre, los dos estarían en casa cenando. Y sin embargo, estaban allí atrapados. Su padre le miró fijamente y le dio la sonrisa más amplia que pudo._
_ - No llores, Leo..._
_ -Papá..._
_ -No importa, hijo... Todo se arreglará... todo... se arreglará..._
_ -Papá... lo siento..._
_ -Te quiero._
_ Al día siguiente, un par de excursionistas les encontraron. Leonard había logrado sobrevivir aquella noche, resguardado por el calor que el cuerpo de su padre le había ofrecido durante sus últimas horas de vida. Curiosa y tristemente, esa misma noche, y aunque nunca lo llegaría a saber, su madre había salido de la cabaña, como sonámbula, llamando a su padre en sueños, cuando su corazón se detuvo sin razón aparente._
20/12/3843 (miércoles)
Cuando abrió los ojos, se encontró arropado en una cama, cubierto de mantas hasta el cuello. Le dolía la cabeza, y aún más la pierna, tenía calor y le costaba respirar por la nariz. Al menos, sabía que no estaba muerto. Intentó levantarse, pero le dolía todo el cuerpo. Lentamente, sus ojos se fueron ajustando a la iluminación de la habitación y pudo ver el lugar en que se encontraba.
A un lado suyo, a un metro medio de distancia, se encontraba otra cama, que estaba vacía. En el techo había una lámpara que reconoció enseguida. En la "casa" a donde habían ido había muchas como esas, y se tranquilizó al saber que se encontraba allí. Justo a su lado había una pequeña mesita, con una foto de Duncan y Astra, así que supuso que se encontraba en la habitación de su exmujer.
Intentó levantarse de nuevo, pero le dolía demasiado todo el cuerpo. Más que dolor, en realidad, se sentía agarrotado, con bastante dificultad para moverse. Sin querer, movió la pierna que se había herido, y dio un (afortunadamente no muy sonoro) grito de dolor antes de dejarse caer de nuevo sobre la cama. Sólo con el esfuerzo que había hecho, se sentía terriblemente cansado, y estaba sudando bastante.
La puerta de la habitación, en la esquina opuesta de la habitación, se abrió, y entró Astra. Al ver que estaba despierto, se acercó a él y se sentó en el borde de la cama.
-No te muevas. ¿No ves que no estás bien? Voy a ponerte el termómetro.
-¿Qué ha...? ¿Qué ha pasado?
-Un viajero te encontró en mitad de la montaña. Has tenido suerte de salir vivo de esta. ¿Qué te creías que estabas haciendo? Salir corriendo de esa manera, con la tormenta que se avecinaba...
-Lo siento... ¿Y Duncan? ¿Está bien?
-... Sí... Llegó cinco minutos después de que te fueras. Deja de hablar. Estás muy débil. Te voy a traer un vaso de leche caliente, y luego quiero que te duermas.
-Gracias...
Cinco minutos después de colocarle el termómetro, Astra lo cogió de nuevo y lo miró.
-Mmmm... tienes más de 40 de fiebre... Necesitas descansar.
-Lo sé... lo sé...
Sin decir más, Astra se marchó y le dejó solo. Un par de minutos después volvió con una taza de leche caliente con miel. No era lo que más le gustase, pero en ese momento Leonard agradecía cualquier atención.
-Bébetela toda y duérmete. El médico no podrá venir hasta que la tormenta amaine del todo, así que es mejor que estés bien cuidado hasta entonces.
Cuando Astra se iba a marchar, Leonard habló de nuevo.
-Astra... Gracias...
Astra se detuvo un instante, y después salió de la habitación sin decir nada. Aunque le dolía la cabeza, tenía una pierna más que lesionada y sentía el cuerpo entumecido, el cansancio logró sobreponerse, y pronto cayó dormido de nuevo.
21/12/3843 (jueves)
De pronto, una aguda sensación de dolor en la pierna derecha le hizo despertar de un salto. En cuanto abrió los ojos vio a Frank, justo a su lado, sujetando su pierna derecha, aparentemente sobresaltado ante la repentina reacción de Leonard. Durante apenas unos segundos, se miraron mutuamente, y Frank esperó a que el koala se tranquilizara.
-Lo siento. No pretendía hacerte daño.
-No, no... Perdona... Me he sobresaltado demasiado. ¿Estás bien? Perdóname por preocuparte...
-No importa. Lo importante es que estás bien. Tengo que ver esa herida, si no te importa. Ya hemos tardado mucho en atenderla como es debido. Apenas la hemos lavado con agua. Orión ha recogido algunas hierbas y ha preparado una especie de... pasta... para mantener la herida protegida de infecciones y ayudar a que se cure.
-¿Orión?
-El león marino que vimos el otro día durante la guardia nocturna. Es uno de los cocineros, aunque parece que sabe bastante de hierbas medicinales, dónde encontrarlas y esas cosas... Me ha sorprendido bastante. No me esperaba algo así de un león marino. Ya sabes... no es que sean muy de montaña, normalmente...
-Ya... yo tampoco... ¡Au!
-Venga. No seas quejita. Tengo que tratar esta herida e inmovilizar la pierna.
-Lo sé. Intentaré no quejarme demasiado... ¡Ah! Perdón.
-Je, je... No pasa nada. Lo entiendo. No quiero preocuparte, pero tienes la tibia y el peroné hechos añicos en al menos dos zonas.
-Muy tranquilizador... Sobre todo teniendo en cuenta que uno de los dos huesos es mi favorito...
-Ya... la tibia...
-... porque no está ni frío ni caliente.
Frank sonrió ante el chiste que tantas veces le había contado el koala, y eso que no tenía muchas situaciones en las que poder contarlo.
-Tus chistes son horribles.
-Mientras te hagan sonreír, me bastará. ¡Ouch!
-Bueno... Ahora sólo falta inmovilizarlo, y antes voy a tener que ponerte la pierna bien colocada. Y ni se te ocurra intentar levantarte. Ya es bastante suerte que no te desangres con la pierna tal y como está.
-¿Tan mal está?
-Prefieres no verla. Hemos tenido que cambiar dos veces las sábanas, y un par de alumnas se han desmayado al ver lo manchadas que estaban, y no precisamente de café...
-Vaya... ¡Oh, sí! ¿Qué tal están los niños? Ahora no puedo hacerles caso yo...
-No pasa nada. Quien te trajo aquí necesitaba un lugar donde dormir, y a nosotros nos hacía falta alguien que nos ayudara. A los niños les cae bastante bien, y parece conocer bien esta zona. Se ha integrado muy rápido, eso desde luego.
-Oh... espero que no me quite el puesto de ¡Ah... Ah... Ah...!
Sin dejarle tiempo para que se preparase, Frank le había cogido la pierna, la había colocado entre dos "delgadas" tablas de madera y las había "atado" con fuerza, inmovilizando parcialmente la pierna.
-Avísame antes de... ¡Mmmmm! ¡Te he dicho que me avises!
-Bah... tonterías. Esto ya está listo. Si te hubiera avisado y esperado a que estuvieras listo, nos metíamos en el año nuevo, y lo sabes.
-Supongo que sí... Gracias...
-De nada, grandullón. No me vuelvas a dar un susto así.
El cerdo acercó su cara a la del koala, pero justo cuando iban a besarse se abrió la puerta de la habitación, y en ella entró una enorme cebra, con más músculos de los que Frank o Leonard hubiera considerado natural en un equino. Frank se apartó un poco y se levantó. La cebra, que vio cómo trataban de disimular, sonrió y les miró, primero a uno y luego a otro.
-Je, je... Así que entre vosotros dos hay rollito...
-No es...
-No importa. Personalmente, a mi me parece que estáis los dos como para encender una hoguera.
-Por favor...
-Perdón, perdón... No debería haber sido tan poco educado. No he podido evitarlo. Si queréis estar a solas, puedo marcharme y ya está. Es sólo que Astra me ha dicho que ya está el baño preparado para Leonard, y pensé que necesitarías ayuda para llevarle.
-Sí... Emmm... Gracias. Por favor, no le digas esto a nadie...
-Soy una tumba. Por cierto, Frank... Orión me ha pedido que te diga que vayas a la cocina un momento. Si quieres, me encargo yo del baño de Leo y tú...
-Yo preferiría que se ocupara Frank de mi baño... No sé si...
-Oh... si es por "eso", ya lo ha visto. Se ve que cuando te recogió de entre los árboles tenías la ropa destrozada y...
-Ya... entonces supongo que no importa...
-Tú tranquilo, Leo. Con que no os deis el lote mientras no miro, me basta. Además, tiene unas manos muy buenas. O eso dijo Patricia...
Entre los dos, con cuidado, transportaron a Leo hasta el baño, donde había hasta vapor del agua que había en la bañera. En cuanto llegaron, le quitaron toda la ropa con cuidado (tampoco había mucho que quitar realmente...) y le metieron dentro del agua, dejando fuera solamente la pierna derecha, que se apoyaba sobre el borde de la bañera y una silla, para evitar que le doliera. Luego, Frank se despidió y les dejó solos, aunque no sin antes darle al koala una pequeña toalla con la que se cubrió la entrepierna.
En cuanto Frank se marchó, la cebra se acercó con una esponja y un bote de jabón para empezar a limpiarle. En cuanto lo hizo, Leonard estiró una mano para coger la esponja y el jabón.
-Preferiría lavarme yo mismo, gracias.
-Se supone que estoy aquí para lavarte...
-Lo sé, pero... puedo yo solo y... me siento incómodo con gente cerca...
-Tienes fiebre y una pierna rota. Sé que no nos conocemos, pero no me puedo ir y dejarte aquí solo, así que me vas a tener cerca de todas maneras.
-Aún así, prefiero lavarme yo.
-No estás en condiciones, y desde luego en esa posición no te puedes lavar todo el cuerpo tú solo. Tómatelo como una compensación. Yo te salvo la vida, y tú me dejas lavarte.
-...... Está bien. Pero no intentes nada extraño.
El koala apartó la mano, y dejó que aquel desconocido se le acercara y empezara a lavarle. Mientras tanto, fueron hablando.
-Ya veo que ahora las excursiones con los alumnos son más "interesantes" que antes. Ya sabes... Venir a esta montaña, en esta época del año... No me extraña que os hayáis quedado atrapados. Ahora tendréis que esperar a que los caminos vuelvan a estar transitables para poder volver.
-Me temo que sí... Este es el primer año que vengo yo, pero Frank nunca me dijo nada de tormentas así otros años. Supongo que atraigo a la mala suerte o algo...
-¿Este es el primer año que vienes? ¿Por qué no viniste el resto de años?
-Bueno... no sé si... Bah. Da igual, te lo cuento... No es algo que le cuente a mucha gente, pero bueno, tampoco suelo dejar que me laven... ¿Ya has conocido a Duncan y a Astra?
-He hablado con ellos una par de veces, sí.
-Duncan es mi hijo, y Astra mi exmujer.
-Sí, lo sé. Ya me lo ha comentado Frank... Perdón, sigue.
-Hace doce años nos separamos, y logró culparme de malos tratos. No fui a la cárcel ni nada... Tampoco habría sido justo, porque no hice nada... Pero se me prohibió acercarme a ellos a menos de 1km. Este año he conseguido que retiren la orden de alejamiento una semana y he venido, pero no parece que mi hijo se alegre de verme en absoluto... No entiendo por qué retiró la orden si no me quiere ver... Cumplió los 18 hace un par de semanas, ¿sabes? Creo que me odia...
-Lamento oír eso, aunque... por lo que he hablado con Duncan, no me parece que sepa nada de una orden de alejamiento, porque él también se pregunta por qué has decidido venir a verle justamente este año.
-¿Qué? Pero... eso no puede ser... Ya es mayor de edad. Sin su consentimiento, no me puedo acercar a él... Y yo recibí la carta con la autorización...
-En ese caso, creo que deberías hablarlo con él.
-Pero no puedo. Quiero decir... Cada vez que intento hablar con él, me evita. Y si no, Astra se pone en medio.
-Si quieres, puedo intentar que me cuenten algo.
-Pero no te puedo pedir eso. Apenas te conozco... ¡Ni siquiera se tu nombre!
-¡Oh! Es cierto... Disculpa mi falta de modales. Me llamo Alex...