Vidas entrelazadas 19 (Duncan-I)

Story by nadie on SoFurry

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27/7/3838 (viernes)

Al fin llegaron a la casa en la que, si Dios quería, vivirían mucho tiempo, y donde trabajarían para ganarse la vida. Duncan y Astra, su madre, se habían ganado la vida trabajando en hoteles o bares desde poco después de que Leonard se fuera, aunque Duncan no recordaba por qué se había ido. Su madre decía que su padre les maltrataba, y que era una mala persona, pero que no se acercaría a ellos más. Astra siempre le mostraba un gran afecto, así que no tenía razones para no creerla.

En cuanto bajaron del coche que les había conducido hasta allí, Duncan cogió las maletas de ambos y las llevó al interior de la casa, dirigido por un león marino que, a juzgar por lo callado que estaba, debía de ser muy tímido. En cuanto llegaron a cierta habitación, el león marino la abrió e indicó con un gesto a Duncan que entrara. Una vez dentro, sacó una libreta, escribió algo en ella y se la enseñó al koala.

"Me llamó Orión. Ésta es nuestra habitación. La de tu madre está en el piso de arriba"

-¡Ah! ¿No puedes hablar?

Otra vez, el león marino escribió algo en la libreta antes de enseñársela.

"Soy mudo"

-Oh... Yo me llamo Duncan. Voy a dejar las cosas de mi madre a su cuarto... ¿Me acompañas?

Orión asintió, y le condujo hasta la habitación de su madre, donde dejó su maleta, antes de volver al coche a por más equipaje, ayudado esta vez por Orión. En cuanto terminaron de llevar el equipaje de un lado a otro, Astra le llamó para hablar con él, así que el joven koala fue con su madre sin rechistar.

-¿Qué, cariño? ¿Te gusta tu nueva habitación?

-Ay... no me llames "cariño"... La habitación es muy chula... Orión parece muy simpático.

-¿Orión?

-Sí... El león marino... Es mudo y tiene que escribirlo todo en una libretita que lleva encima. Vamos a dormir en la misma habitación.

-¡Aaah...! Es uno de los cocineros. Él te enseñará a cocinar bien todo lo que haga falta, así que intenta llevarte bien con él, ¿eh?

-¡Sí!

-Muy bien, cielo... Venga, ve a arreglarte un poco, que en seguida vamos a cenar, y luego a dormir, que la gente de aquí está cansada de trabajar todo el día...

-Vaaale...

28/7/3838 (sábado)

De pronto, se despertó. Aún era de noche, y todo estaba oscuro mirase donde mirase. Aunque eso no significaba que tuviera problemas para ver a su alrededor. Por alguna razón, no tenía problemas para ver en la oscuridad. Al abrir los ojos, se encontró cubierto por una delgada capa de sudor, y sintiendo bastante frío. Se sentó sobre el borde de la cama y observo la habitación en la que se encontraba. Estaban allí otra vez...

Aquellas sombras. ¿Por qué siempre le seguían? Le acechaban desde los rincones de la habitación, desde las ventanas y sobre las estanterías. Casi nunca le decían nada, ni se acercaban demasiado a él, pero estaban allí, y sabía que le observaban. Ya estaba acostumbrado a ellas, pero no podía evitar sentirse inquieto cada vez que iban a visitarle y le despertaban en mitad de la noche.

Giró la cabeza a su derecha, hacia la cama al otro lado de la habitación, y la vio vacía. ¿Acaso no podía dormir tampoco su compañero de habitación? Lentamente y en silencio, se levantó y salió del cuarto, poniéndose la chaqueta antes, para no pasar frío fuera, aunque dudaba que fuera a hacerlo en julio... Fue al baño, pero el león marino no estaba allí, así que siguió su búsqueda fuera de la casa, para no hacer mucho ruido y no despertar a nadie.

No tuvo que buscar demasiado, ya que nada más salir vio a Orión sentado en un banco, a varios metros de la casa, de espaldas a la misma y mirando hacia el cielo. Al acercarse más, vio que sólo llevaba un jockstrap negro y una camisa a la que le faltaban varios botones. Cuando Duncan se acercó a él, bajó la mirada y le sonrió. Sin comprender bien por qué, el koala se sonrojó unos segundos. Entonces, Orión le puso una mano en la barbilla para indicarle que levantara la cabeza, sacó la pequeña libreta de antes del bolsillo de la camisa y, con un lápiz que se encontraba en el mismo bolsillo, comenzó a escribir un mensaje que luego le enseñó.

"¿No puedes dormir bien?"

-Sí, sí... es sólo que... me desperté por... una cosa... y no te vi...

"Jeje... Lo entiendo. ¿Viniste a buscarme tú solo?"

-Yo... uuuh... Sí... No quería dormir solo...

"¿Tienes sueño?"

-No mucho...

"Si quieres, puedo enseñarte un sitio que hay aquí cerca. En esta época del año está muy bien si quieres estar a solas. ¿Te gusta el agua?"

-No sé... normal... depende. No me gustan las piscinas porque hay mucha gente...

"Entonces esto te gustará..."

-Escribes muy rápido.

"Gracias, supongo... ¿Seguro que quieres venir? ¿No prefieres que volvamos al cuarto?"

-No... Sí... O sea... Quiero ir a donde dices... En el cuarto hay... bueno, nada...

"Jeje... ¿No te dejan dormir las sombras?"

10/7/3840 (viernes)

Con más fuerza y precisión que ganas, cortó otro tocón de madera, partiéndolo en dos con el hacha. Orión, a un par de metros, se acercó a recoger la leña resultante y la metió en el capazo de plástico que tenían cerca. Aunque el cielo estaba nublado y amenazaba la lluvia, seguía haciendo el mismo calor que el resto de julios que había pasado allí. Empapado en sudor, y cansado tras más de dos horas de recoger y cortar leña. Duncan no pudo evitar decir en voz alta su opinión.

-Se supone que somos cocineros, no leñadores... ¿Por qué demonios nos toca a nosotros hacer esto?

El león marino sonrió y señaló la nota que había dado hacía hora y media a Duncan, y que éste llevaba en un bolsillo de la camisa, sobresaliendo ligeramente. En ella decía: "Esta noche lloverá, y si no lo hacemos, la leña se echará a perder. Además, aquí no hay leñadores, y cuando le toca hacerlo a otro cocinero o limpiador no te quejas, así que calla y corta".

-Vale, vale, me acuerdo de la nota... Ese era el último tocón que faltaba por cortar, ¿no? Supongo que ahora tendremos que llevarlo a la caseta con el resto de la leña almacenada, para variar...

Después de una poco disimulada sonrisa de Orión, ambos cogieron los capazos, los colocaron sobre un par de carretas y los llevaron a la caseta con el resto de la leña que habían recogido y cortado ese mismo día, atravesando una relativamente pequeña zona llena de árboles. En cuanto llegaron y se pusieron a organizar un poco el montón de leña, comenzó a llover y soplar el viento, lo que, estando sudados como lo estaban, era más bien poco recomendable.

Vista la situación, decidieron esperar dentro de la caseta hasta que se pasara un poco pero, lejos de detenerse, la lluvia comenzó a caer con más intensidad, y el viento la acompañó con más fuerza. A pesar de todo, el viento era cálido, y dentro de la caseta hacía calor. Casi de mal humor por la situación en la que se encontraban, e indispuesto por completo a ir hasta la casa con aquel tiempo y sin nada con lo que cubrirse, Duncan se sentó sobre una caja de madera que había en la caseta y se cruzó de brazos.

-¡Genial! ¡Ahora llueve y hace calor! Y encima, estamos empapados en sudor... y no podemos volver con este tiempo... ¿Ahora qué hacemos?

"Esperar, supongo."

¿Esperar? No es que no lo hubiera hecho antes, pero... Prefería volver rápido a casa y darse un baño para quitarse aquel olor de encima... No es que fuera a hacerlo con aquel tiempo, pero, lo que se dice querer, quería volver, desde luego... Y no es que no pudiera... Estaba a punto de anochecer por completo, y de todas formas estaba lo bastante oscuro como para que pudiera llegar a la casa en un abrir y cerrar de ojos, pero no iba a dejar a Orión sólo, y menos teniendo en cuenta que era él quien le había ayudado a controlar su "poder"...

Aún se acordaba del susto que el león marino le había dado al decirle aquello de las sombras, como si fuera lo más normal del mundo, el mismo día que se habían conocido, hacía menos de dos años... Y en sólo ese tiempo, Duncan había aprendido a ahuyentar a las sombras o atraerlas, a esconderse y a moverse a través de ellas, gracias a Orión. Era extraño, cómo alguien que no podía manipular la oscuridad de ninguna manera podía, sin embargo, enseñar a quien sí era capaz de ello a hacerlo...

El so terminó de esconderse tras los árboles y la montaña, y quedaron a oscuras por unos segundos, hasta que el león marino encendió un pequeño farol que colgaba, a modo de lámpara, del techo de la caseta. Hasta allí no llegaba la electricidad, así que la vela del farol era en aquello momentos su única fuente de iluminación. Las sombras de ambos se proyectaron en el suelo. El tiempo había cambiado rápidamente, y ahora el aire se había vuelto frío. La lluvia no dejaba de caer, y grandes charcos de barro se habían formado alrededor de la caseta.

Aburrido, el koala comenzó a jugar con las sombras, a deformarlas y hacerlas bailar alrededor del farol. Aún no podía acercarlas demasiado a la luz sin que desaparecieran, pero sólo era cuestión de tiempo conseguirlo. Mientras jugaba con aquellas pequeñas sombras, sus ojos se desviaron hacia el lugar en que se encontraba Orión, y las débiles siluetas que danzaban con la luz desaparecieron de pronto.

El león marino se encontraba sentado en el mismo lugar en que se había colocado nada más entrar antes en la caseta, sobre una de las cajas de madera, pero ahora no llevaba la camisa ni la camisa de tirantes, sobre las que apoyaba las manos, que tenía detrás de cabeza, reclinado hacia atrás y con los ojos cerrados, sonriente como siempre. El sudor caía por su cuello y por su pecho, aunque claramente mucho menos que antes, ya que ahora empezaba a hacer más frío. La trémula luz de la vela iluminaba su rostro y su torso en algunas zonas, dejando otras escondidas en las sombras.

Bajo sus axilas había una mata de pelo más espesa que el resto, algo húmeda por el mismo sudor que caía por su cuello. Su cuello era grueso, sus manos grandes, su cola larga y ancha... Por un momento recordó el comentario que apenas unos días antes había hecho al respecto... Siempre le había parecido que los leones marinos tenían una cola extraña. Es decir, que no sabía porqué no tenía una aleta o algo parecido al final. Pensaba que así parecía más nutrias grandes que leones marinos.

Cuando dijo a Orión que le parecía impropio que los leones marinos no tuvieran aleta alguna en la cola, éste se limitó a recordarle que él controlaba la oscuridad, y nadie se había quejado al respecto. Después le golpeó con la cola y le hizo caer al suelo, y le "dijo" que, por la misma regla de tres, él (Duncan) debería medir al menos un metro menos de alto, alimentarse de hojitas de eucalipto y dormir más de veinte horas al día.

Sonriendo al recordar aquello, y olvidándolo un instante después, no pudo evitar fijar la vista de nuevo en su compañero y amigo, que movía la cola de un lado a otro como un perro al que acababan de alimentar con su comida favorita. Levantando la mirada un poco, y siguiendo el cuerpo del león marino, se encontró de nuevo con aquella imagen. No es que la buscase, pero no podía evitar darse cuenta de aquello. En cierto modo era grotesco, pero era algo que le llamaba poderosamente la atención.

Al igual que ocurría con otras "especies", Orión disponía de genitales internos, lo que le hacía parecer, en general, poco dotado. Era como si realmente no hubiese nada... La mayoría del tiempo, al menos. Porque en ese momento, no era precisamente "nada" lo que bajaba por uno de los camales de los pantalones (no había dudas de por qué Orión prefería los pantalones holgados a los ajustados...) del león marino, casi hasta su rodilla, marcando una grotesca silueta a la luz del farol que le iluminaba.

¿En qué demonios pensaba cuando hacía aquello? Estaba claro que no estaba excitado sexualmente, porque si no la forma del bulto sería más acusada, recta y... bueno... se entiende cómo sería... Y no era el caso. Pero es que, claro... aquello no podía ser normal... Y si lo era, entonces es que los leones marinos debían de ser discretos, porque ya había oído lo de "tenerla como un caballo", pero nunca había oído la comparación con los leones marinos... Y, bueno... tampoco es que se la hubiera visto a un caballo, pero, si lo de Orión era normal, entonces lo de los caballos debía de ser para asustarse.

Sin darse cuenta, como ya le había ocurrido otras veces, comenzó a sufrir una erección de las que sólo conseguían incomodarle, aunque afortunadamente se encontraba de espaldas a la luz, así que era poco probable que Orión pudiera darse cuenta. Pasado un rato alzó la vista hasta encontrarse con el rostro de su amigo y, para bien o para mal, éste le devolvió la mirada con una sonrisa, moviendo por unos segundos los delgados y largos bigotes junto a su nariz. Aquellos ojos verdes le miraron, reflejando serenidad y sus propios ojos azules, llenos de dudas, y Duncan se vio obligado a apartar la mirada.

¿Le había visto observarle como lo había hecho? Le miró de nuevo a los ojos, y Orión simplemente le devolvió la mirada, reincorporándose ligeramente y frotándose el estómago, algo curvado (no estaba mal alimentado, no...) pero claramente musculoso, pasando el dedo índice por el ombligo y rascándolo quizás de un modo innecesario y poco discreto. Casi involuntariamente bajó otra vez la mirada, y aquel bulto seguía allí, algo escondido ahora entre las sombras, pero allí.

Vale... ahora le había visto seguro. Avergonzado, giró la cabeza hacia otro lado unos segundos, y luego miró otra vez a Orión, que tenía cara de estar esforzándose para no reírse, aunque sonriendo igual que siempre. Con la cara completamente roja por la vergüenza, dio la espalda al león marino y bajó la cabeza, frotándose las manos y tratando de excusarse.

-No... Eh... yo no... No...

Sin dejar que siguiera hablando (tartamudeando más bien...) Orión le cogió por un hombro desde detrás, le acercó una nota escrita sobre una pequeña hoja de papel de su libreta, abrió la puerta de la caseta y salió. En cierto modo confundido, el koala leyó la hoja de papel.

"Ya no llueve. Volvamos"

Mordiéndose un labio, avergonzado y casi lleno de rabia, se levantó y, sin decir nada, siguió a Orión hasta la casa, donde su madre les recibió sonriente. Ninguno de los dos comentó nada de lo ocurrido en la caseta, y la noche transcurrió de un modo especialmente silencioso y, para Duncan, también tenso. Cuando terminaron de cenar, el koala se fue al baño de su cuarto y se metió en la ducha. Quizás habría sido más recomendable hacerlo antes de la cena, pero no había querido hacer esperar a los demás para cenar, y no estaba dispuesto a irse a la cama con aquel sudor encima.

Una vez terminó de ducharse y se encontró completamente seco y limpio, se puso los calzoncillos blancos que había dejado preparados (no eran sus favoritos, pero tampoco tenía mucho entre lo que elegir, de todas formas...) y el pantalón del pijama, y entró en su habitación, cerrando la puerta tras de sí. Entonces se encontró de nuevo con el león marino, apenas a un metro de él, que al parecer esperaba para poder entrar a ducharse, o quizás sólo a lavarse los dientes, aunque era de suponer que eso ya lo habría hecho a esas alturas.

Durante apenas unos segundos se quedó quieto, con la mano izquierda aún sobre el pomo de la puerta del baño, que fue retirando lentamente mientras observaba a Orión de pies a cabeza. Sólo llevaba un jockstrap de color verde oscuro, y tenía otro de color rojo en la mano (¿es que sólo tenía jockstraps?). Algunas manchas de tierra, sudor y resina cubrían pequeñas zonas de su cuerpo, y olía a una mezcla entre hierbas del monte, madera y sudor, aparte de su propio olor, por supuesto...

Ninguno de los dos dijo nada, aunque Duncan entendía que Orión no lo hiciese. Después de todo, era mudo. Y entonces lo hizo. Como impulsado por alguna extraña fuerza, se echó hacia delante y pegó sus labios a los del león marino, cerrando los ojos y besándole, probando el sabor de sus labios y de su saliva, junto con el ligero sabor a pescado que había quedado en su boca, casi imperceptible tras el aroma a menta de la pasta de dientes que usaba. Con una mano sujetó su mejilla, y con la otra frotó su estómago.

Pero aquello sólo duró unos pocos segundos. Aunque Orión no parecía en absoluto molesto (si le hubiese molestado, seguramente no le habría tocado el culo de la forma en que lo hizo...), tan pronto como había iniciado aquel momento, fue el propio koala el que se separó, con la cara completamente roja y a punto de sufrir una ataque de nervios, y se dirigió a su cama, a apenas un metro de donde estaban, pasando junto al león marino, quien le miró por unos instantes sin moverse del sitio, frotándose con un dedo los labios.

-No... No significa nada... Ha sido... no... Bu... Buenas noches...

Orión hizo un amago de querer acercarse, pero enseguida se giró de nuevo y entró en el baño, con la cabeza gacha y, por primera vez desde que le conocía, sin sonreír. ¿Por qué le había besado así? Se suponía que eran amigos, no... eso... De todas formas, era un chico, y debía de tener al menos cinco o seis años más que él... ¿Por qué nunca le había preguntado su edad? Cerró los ojos y se lamió los labios. De alguna manera, aquel sabor en su boca le resultaba extrañamente agradable. Recorrió mentalmente, casi sintiéndolo de nuevo en la yema de sus dedos, el pecho de Orión, y su mejilla.

Y de nuevo fue como si volviese a ocurrir... la mano en su trasero y aquellos grandes dedos acariciándolo, y el sabor en su boca y el olor a sudor, a hierbas y a madera... y el olor de Orión. Y recordó su sonrisa y sus ojos, y el color de su pelo y su tacto suave, y el calor que desprendía. Cerró los ojos con fuerza, se abrazó a la almohada y la apretó contra su cuerpo. Trató de fingir que no le había gustado, pero la erección que estaba sufriendo decía todo lo contrario.

Cuando, media hora después, Orión salió del baño, fingió estar dormido y no haberle oído salir. Quería contarle cómo se sentía, y al mismo tiempo tenía miedo. ¿Y si le rechazaba? ¿Y si no sentía lo mismo que él? ¿Y si sólo jugaba con él, tratándole como a un niño? ¿Y si era él mismo quien estaba haciéndolo mal? Orión era su amigo, y no quería decepcionarle, o hacerle daño. Era su único amigo... No quería que le odiase. Quizás era mejor seguir así. Fingiría que no sentía nada y simplemente serían amigos. Así ninguno haría daño al otro... Un grueso "muro" de oscuridad se formó a su alrededor, sin que él se diera cuenta, y permaneció allí incluso después de que se durmiera, quince minutos más tarde.

11/7/3840 (sábado)

En cuanto se levantó, "chocó" contra el muro que él mismo había hecho, inconscientemente, alrededor de la cama. ¿Desde cuando podía hacer sombras tan "sólidas"? Con cuidado y cierta dificultad, deshizo aquella extraña barrera con la esperanza de que nadie hubiera entrado y la hubiera visto. Afortunadamente, aún era de noche. La cama de Orión estaba vacía, y no pudo evitar preguntarse dónde podía estar. No tenía sueño. No estaba cansado... De repente, algo tiró de su pierna, y al mirar hacia abajo vio que el muro que acababa de deshacer se estaba formando de nuevo bajo sus pies y en torno a ellos. ¿Qué demonios estaba pasando?

Instintivamente movió las piernas y se aportó de allí, pero aquella "oscuridad", más densa de la que había sido capaz de crear en los dos últimos años, cambió de forma y reptó hacia él, como tratando de cogerle. Al verlo, se desvaneció entre las sombras lo antes posible, huyendo hasta el exterior de la casa y apareciendo de nuevo. Lamentablemente, había olvidado transformar también su ropa (la poca que llevaba), y al aparecer se encontró desnudo en mitad de la montaña, y con el cuerpo extrañamente dolorido. Quizás se había dado demasiada prisa en desaparecer, pero... ¿Por qué le dolía todo el cuerpo?

Al mirar alrededor, para asegurarse de que nadie le había visto, se percató de algo que casi le aterrorizó. Todas las sombras se estaban doblando de extrañas formas, como apuntándole, de una forma más siniestra aún a como lo habían hecho cuando era más joven. Las sombras de los árboles y de las rocas, de la casa y de los pequeños arbustos, se alargaban y se retorcían, adoptando formas afiladas, como tratando de atraparle. Tenía que encontrar algún sitio al que huir, donde no hubiera sombras que pudieran intentar atraparle, o hacer aquello.

Entonces se acordó del pequeño lago en el claro, algo más arriba. No estaba muy lejos, y tardaría aún menos si se transportaba como antes. No es que no hubiese sombras allí pero, en mitad de la noche, o durante el propio día, ¿dónde no había una sombra? Quizás, al menos, Orión estuviera en el lago, que era a donde iba cuando no podía dormir bien. Tal vez él supiera qué estaba pasando. Sin pensarlo dos veces, se hundió en su propia sombra y pensó en el recorrido que debía seguir para llegar al lago desde allí. No era difícil, ni era largo. En apenas unos instantes emergió de otra sombra. Bajo uno de los árboles que rodeaban el claro y al pequeño lago.

Justo cuando iba a empezar a caminar de nuevo para acercarse al lago, sin embargo, se dio cuenta del terrible dolor que sentía en todo el cuerpo. Le costaba moverse y notaba todos sus músculos entumecidos. Trató de dar un paso, pero su pie no respondió. Al bajar la vista, vio que su pie izquierdo aún no había salido de la sombra de la que acababa de emerger todo su cuerpo. Entonces fue el pie derecho el que se hundió en la misma sombra, como si no hubiera suelo bajo él. A partir de ese instante su cuerpo entero se fue hundiendo en la oscuridad sin que pudiera evitarlo. Al tratar de empujar con la mano derecha contra él suelo, también ésta empezó a hundirse, arrastrándole aún con más velocidad.

La frustración, por sentirse impotente al luchar contra el "elemento" que él mismo controlaba, o se suponía que controlaba. El miedo a desparecer de aquel mundo de aquella manera, y el miedo a no saber qué estaba ocurriéndole ni por qué. El dolor, atenazando su cuerpo, pero también el dolor por no haber sido capaz de ser sincero con Orión ni con sus propios sentimientos. El odio a sí mismo por no ser más fuerte, ni más valiente, y también el odio a su padre, que le había abandonado cuando era sólo un niño y al que ni siquiera conocía. La tristeza y la desesperación de no ver nunca más a su madre, ni al león marino, ni a ninguno de sus compañeros de trabajo en aquella casa y conocidos, aunque nunca les hacía demasiado caso.

Y aún había más... Pánico, dolor, frustración, tristeza, odio, furia, confusión, corazones rotos, gritos desesperados, gente perdida, deseos de muerte, sufrimiento ante una gran pérdida, alguien traicionado... No sabía de dónde venían muchas de las emociones que estaba sintiendo en ese momento. Algunas eran suyas, pero otras eran ajenas a él. ¿Por qué sentía todo aquello? La oscuridad en torno a él pareció soltarle por unos instantes, pero entonces fue como si cayera de golpe dentro de ella. Ahora parecía como un líquido que le cubría hasta el cuello. Podía moverse con más libertad, aunque seguía sintiéndose muy dolorido y le costaba "nadar", buscando algo sólido donde sujetarse.

Entonce una de sus manos chocó contra el suelo. ¡Suelo sólido! ¡Podía usarlo para levantarse de nuevo y escapar de allí! Tan rápido como pudo trató de sujetarse con la otra mano y "subir" a tierra, pero en cuanto apoyó el cuerpo contra el borde que separaba aquella oscuridad "líquida" y la tierra, ésta última se hundió y desapareció, y con ella cayó él de nuevo. No quería desaparecer de aquella manera. No iba a hacerlo...

De pronto, su vista se nubló y todo se volvió negro.

Estaba completamente descontrolado. No podía hacer nada para detenerse. Tampoco quería parar. Aquello era lo que deseaba. No importaba si alguien le veía. No iba a renunciar a algo así. Sujetó con fuerza al león marino por la cintura mientras se besaban. Olía a sudor y a tierra, y a hierbas del monte y él. Ambos estaban empapados en su propio sudor y en el del otro, en la caseta con la leña. Fuera no paraba de llover, pero tampoco les importaba.

_ Orión y él se besaban del modo más agresivo que jamás hubiera imaginado. Ni siquiera se podía decir que fuera un beso con lengua. Prácticamente se estaban mordiendo. Podía sentir la lengua del león marino casi en el fondo de su garganta. Al parecer, lo que tenía entre las piernas no era lo único grande en él... De todas formas, él no iba a ser menos... Sin avisar, cogió los pantalones del Orión a la altura de la cadera y se los arrancó, rasgando la tela y haciéndole dar un pequeño salto por el repentino movimiento._

_ El león marino, como respuesta, hizo lo propio con los de Duncan, y separó sus labios de los del koala. Entonces tiró de la camisa del koala y la abrió de golpe, haciendo saltar varios botones, y empezó a besar su pecho y frotarlo fuertemente con ambas manos, casi dejando marcas sobre su piel. Duncan le mordió el cuello, aunque sin llegar a hacerle daño, pero lo bastante fuerte como para mantener el mordisco a pesar de sus movimientos._

_ Las manos de Orión llegaron, descendiendo rápidamente, hasta su trasero, y se colaron por debajo de sus calzoncillos, sujetando ambas nalgas con fuerza, apretándolas, frotándolas y separándolas una y otra vez. El león marino levantó la cabeza de nuevo, no habiéndola podido bajar más allá de sus pezones debido al mordisco que Duncan le había dado en el cuello. El koala dejó de morderle, y se miraron a los ojos._

Podía sentir cómo se ahogaba, y podía ver de nuevo con cierta nitidez. Desesperado, se sujetó al borde de tierra más cercano, pero éste cedió como había ocurrido con el anterior, y se hundió de nuevo. Aquella oscuridad le envolvía y trataba de dominarle. Podía sentirla sobre cada pequeña porción de su cuerpo, cogiéndole y arrastrándole dentro de ella. Como entrando por su boca y por su nariz y ahogándole poco a poco.

Entre las sombras, vio aquellos ojos verdes, observándole a apenas un par de metros de donde él se encontraba. El león marino permanecía con el rostro serio, como confuso, vestido únicamente con el jockstrap rojo que la noche anterior tenía en la mano, aunque parecía que le apretaba más de lo normal a la altura de la cadera, como si fuera más pequeño que el resto. ¿O quizás era Orión quien era más grande de lo normal? También parecía tener algo en la mano derecha, como un palo alargado y retorcido, aunque no lo podía ver bien. Bastante tenía ya con tratar de no ahogarse como para encima fijarse en esos detalles...

¿Por qué no le ayudaba? Le estaba viendo. Estaba allí, mirándole. ¿Por qué no hacía nada? La oscuridad le arrastró de nuevo, y se vio otra vez cubierto en ella. Todo negro otra vez...

Con asombrosa fuerza, Orión le cogió por las manos y le obligó a levantarse, y después le tiró hacia atrás, haciéndole caer de espaldas. Cuando creía que iba a chocar contra el suelo, no obstante, dos grandes manos le cogieron por debajo de las axilas, y amortiguaron el golpe. Ahora se encontraba debajo de Orión, que se había dejado caer sobre él tras tirarle. Y detrás de él... ¿Orión? Podía verle con sólo girar un poco la cabeza. Estaba allí, detrás de él. Era él quien le había sujetado para que no se hiciera daño, y era sobre él sobre quien se encontraba ahora mismo.

_ El primer león marino cogió entonces sus calzoncillos a la altura de la goma elástica y se los quitó rápidamente, dejando su trasero completamente expuesto, y metiéndole de nuevo dicha prenda en la boca para impedirle hablar, mientras el segundo león marino le cogía por las muñecas y le forzaba a colocar los brazos tras su propia espalda, atándolos de pronto con alguna cuerda que Duncan no había visto antes. Entonces le movieron entre los dos sobre una de las cajas de madera, dejándole tumbado boca arriba sobre ésta._

_ Uno de los dos se agachó entonces a su izquierda y empezó a lamer su pecho y a morder sus pezones, mientras acariciaba su cabeza y uno de sus muslos. El otro, al mismo tiempo, acababa de meterse tres dedos de su pie derecho en la boca, y no dejaba de chuparlos como si le fuera la vida en ello. Con las manos, masajeaba la plante de ese mismo pie, turnándose ocasionalmente con el pie izquierdo, y le lanzaba de vez en cuando una mirada atrevida acompañada de una sonrisa casi siniestra._

_ Entonces apareció un tercer león marino, a su derecha, que se acercó a él completamente desnudo, paso una de sus piernas por encima de su cintura y se sentó, con una pierna a cada lado del koala, frotando con la cola su miembro erecto y con una mano sus testículos, e inclinándose para besarle en la boca, sacando antes de ésta los calzoncillos._

Le sujetaba por todas partes. Ya no era como antes. Ahora apenas podía moverse a través de aquella oscuridad. Era como si cada vez fuera más densa y menos "líquida", y apenas podía sacar los brazos o asomar la cabeza par respirar. Casi no podía sentir dónde estaban sus piernas, o su torso en general, aunque el dolor no se había ido. ¿Cuánto había tragado? ¿Había tragado algo de "oscuridad", realmente, o sólo era su imaginación? Se sentía lleno, como si hubiera comido más de lo que debía, aunque obviamente no había sido así.

Orión seguía observándole, aunque ahora parecía casi frustrado, a juzgar por sus movimientos nerviosos. ¿O no se movía? A lo mejor sólo era él. Quizás el problema era él. A lo mejor el león marino sabía algo que él no. Quizás aquello era lo que debía ocurrir. Quizás sólo debía dejar que la oscuridad se arrastrase, y todo estaría bien... Por unos instantes logró levantar la cabeza por encima de aquella masa negra.

-¡Orión...!

No pudo decir nada más. No tenía más fuerzas. Su cuerpo cayó como si estuviera hecho de plomo y la oscuridad le envolvió. En los instantes que tardó en hundirse, sólo vio a Orión moverse ligeramente, quizás hacia él, aunque tampoco podía saberlo. Todo se volvió negro por tercera vez.

_ Sus labios y los del león marino se unieron de nuevo, y se besaron durante casi tres minutos, mientras el otro, a su lado, besaba su cuerpo y, junto con el que ya tenía encima, frotaba su estómago. El que tenía a los pies, después de haber empapado todos y cada uno de los dedos que había encontrado a su alcance, se levantó y se acercó a él, situándose entre sus piernas, oculto a su vista por el león marino que le besaba en los labios. Entonces cogió su miembro y, como quien se toma un caramelo, se lo metió entero en la boca, lamiéndolo y sorbiendo con fuerza de vez en cuando, haciéndole dar pequeños empujones con la cintura involuntariamente. Al misto tiempo que hacía esto, no paraba de jugar entre sus dedos con los testículos del koala, lo que no le ayudaba a recobrar para nada el control._

_ Cuando por fin el beso llegó a su fin, el león marino sobre él se levantó y avanzó, hasta que la cabeza de Duncan quedó entre sus piernas y, manteniéndole sujeto por los hombros, se inclinó hacia delante y descendió ligeramente, dejando al mismo tiempo que su miembro saliera del escondite en que, hasta hacía unos segundos, había permanecido oculto. No necesitó que Orión le dijera nada, aunque... ¿Qué podía esperar que le dijera un mudo? Abrió la boca, y el extremo de aquel enorme miembro (quizás sólo fuese la perspectiva...) pasó sus labios y se colocó sobre su lengua._

_ Un par de segundos después, su boca estaba tan llena que por unos instantes temió morir ahogado (vale... no era la perspectiva...). Sus mofletes parecían a punto de explotar, pero eso no impidió a Orión "dar un pequeño empujoncito al asunto", y en breves momentos Duncan supo lo que se sentía al respirar con una enorme verga alojada en la garganta. Pero eso no fue lo único que sintió, porque apenas diez segundos después otro de los leones marinos, el que se encontraba entre sus pierna, se puso en pie y, de un solo empujón, alojó más de la mitad de su miembro en los estrechos confines de lo que Duncan acostumbraba a llamar sus intestinos._

_ El dolor que sintió por aquella brutal penetración fue mayor de lo que había sentido jamás. No había habido ningún tipo de preparación, ni aviso alguno, y aquella monstruosidad, por lo que acababa de sentir, debía de haberle movido todos los órganos internos al menos veinte centímetros más arriba de su posición habitual. Todo su cuerpo se puso tenso de golpe, sus ojos se abrieron como platos y sólo el colosal miembro en su garganta, que avanzó aún más, fue capaz de ahogar el grito de dolor que, de haber salido de su boca, seguramente le habría hecho daño en los oídos._

_ Pero eso tampoco detuvo a ninguno de los leones marinos. De hecho, el tercero y último de ellos se levantó y se puso a su lado, cogiéndole por el pene con la suficiente poca delicadeza como para haber sospechado que trataba de castrarle. Su otra mano se colocó justo sobre su miembro, tocando el pequeño orificio con un dedo mientras le masturbaba con aparente furia. Unos instantes después lo soltó, cogiendo con los dedos todo el líquido preseminal que había expulsado y restregándolo por sus manos, que bajaron lentamente por entre las piernas del koala hasta llegar al miembro del león marino que le sodomizaba de aquella manera._

_ Repentinamente, todo pareció acelerarse. El Orión que tenía justo encima de la cabeza le cogió por las orejas y empezó a dar fuertes embates con la cintura, haciéndole daño en la garganta por el rozamiento que semejante miembro ejercía contra ella. Al mismo tiempo, el que tenía entre las piernas aceleró también el ritmo de sus embates, y cuando ya pensaba que no podía sentir más dolor, el tercer león marino se situaba también entre sus piernas y, con fuerza, al tiempo que el otro tras de sí penetraba al koala, unió sus manos al colosal miembro violando sus entrañas, masturbando a su compañero desde dentro del propio koala, y desgarrando el recto de Duncan, haciendo que la sangre brotara y chorreara al suelo de forma alarmante._

_ Sin poder gritar, llorando y ahogándose sin poder hacer nada para escapar, levanto la vista para ver la cara del león marino más cercano, sonriente. Y más aparecieron a sus lados, y detrás de él, desde todas las direcciones, todos con la misma cara. Eran tantos que no podía ver las paredes de la caseta en que se encontraban, ni la luz en el techo. Todos sonreían, como si no vieran el terrible dolor que sentía, y se masturbaban a su alrededor, apuntándole con aquellas monstruosas vergas._

_ Tras lo que pareció una eternidad, por fin los leones marinos que le estaban violando alcanzaron su orgasmo. Quizás así le dejarían en paz. Sin embargo, tras casi dos minutos el semen siguió llenando su cuerpo, y su estómago empezó a hincharse. Podía sentirlo, como a punto de explotar. El viscoso líquido no pudo escapar de su cuerpo hasta que, de pronto, los dos leones marinos que le llenaban de tal manera, dejaron libres de nuevo las dos vías de entrada (y/o salida...) del semen de Orión. Angustiado, empezó a vomitar lo que parecieron litros de esperma, mientras sentía volúmenes parecidos del mismo abandonar su cuerpo a través de su destrozado y ensangrentado ano._

_ En cuanto recobró el aliento, trató de pedir piedad y que le dejara marchar, pero antes de que pudiera salir de su boca ni una sola palabra, el miembro de otro de los leones marinos, uno de los que le rodeaban y hasta hacía un momento sólo estaba mirando, llenó su boca y, en sólo unos segundos, también su garganta. Su trasero fue también invadido de nuevo, esta vez por el miembro del león marino que antes había metido ambas manos por su recto de aquella manera, pero también por el de otro de los leones marinos de entre la multitud, aumentando así, si era posible, su dolor._

_ El resto de leones marinos que les rodeaban sacudieron sus miembros con furia y, en cuestión de un minuto, le cubrieron por completo en litros y litros de espeso semen, que se coló por su nariz y se quedó pegado por todo su cuerpo, entre los dedos, tras las orejas y en sus oídos, y se vio obligado a cerrar los ojos para que no le dieran allí. Entonces una voz le susurró al oído y, por alguna razón, supo que era uno de aquellos leones marinos el que le hablaba, aún sabiendo que Orión era mudo._

_ -¿No es esto lo que querías? Ya sabes... follar con ese estúpido león marino... ¿No te gusta? Nos estamos esforzando tanto por ti... ¿No eres feliz sabiendo que te vamos a llenar de semen hasta que se te desgarre el estómago y se te inunden los pulmones de sabroso esperma? O quizás tiene que ver con no dejarte respirar, y desgarrarte el recto... ¿No te ha gustado eso? ¿No es maravilloso todo este dolor? ¿Quizás preferirías un poco más? Resultaría un poco difícil meterte otra polla por el culo sin romperte la pelvis, y claro, entonces se perdería esa maravillosa sensación de culo estrecho cuando te follamos, pero... quizás castrándote, arrancándote las uñas una a una, desollándote vivo o rompiéndote unos cuantos huesos, consigamos que grites un poco más, porque no se te oye suplicar demasiado... ¡Oh, claro! Tienes la boca llena... Tampoco importa mucho, ¿no?_

_ Antes de seguir hablando, el león marino que le amenazaba se acercó aún más y lamió una buena parte del semen que había quedado dentro de una de sus orejas._

_ _ -Eres... ¿cómo decirlo? Eres asqueroso... Eres cobarde y débil... Eres repugnante... No mereces nuestro poder... Y ya eres bastante mayorcito... Así que... Tienes dos opciones. La primera, es dejarnos el control y jurar lealtad eterna. A cambio, podrás disfrutar siempre que quieras de aquello que desees... No será algo "real", tal como tú lo entiendes, claro, pero... Todo esto tampoco lo es según tu criterio, y apuesto a que te está doliendo bastante. Y si no quieres cedernos el control... bueno... siempre podemos torturarte, o corrernos dentro de ti hasta que explotes o hasta que te ahogues en nuestro semen, que por cierto tampoco es real, así que técnicamente morirías sin saber a qué sabe la polla de tu querido Orión... una pena, ¿verdad? En realidad el chico tampoco vale mucho la pena porque, sinceramente, tienes muy mal ojo, enamorándote de tu verdugo de esa manera... Además de débil eres estúpido... ¿No lo sabías? ¡Claro que no! Te preocupas mucho por el tamaño de su polla y tus estúpidas fantasías sexuales con él... ¿Así como vas a saber que su misión es matarte? Ya le has visto antes, ¿no? Observándote desde ahí fuera, sin hacer nada por ayudarte...

_ De pronto, sintió un fuerte golpe en la entrepierna. Que por poco no le machacó literalmente los testículos, a juzgar por el terrible dolor que le causó en tan sensible zona._

_ -Uy, perdona... Estamos tan ansiosos por tener un cuerpo otra vez... ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí...! Es que mira, resulta que es muy gracioso, ja, ja... Mientras tú dormías todas las noches creyendo que estabas seguro cerca de tu queridísimo león marino... Porque claro, ya podías controlar la oscuridad, y no te molestaría nunca más... Orión es taan simpático, ¿verdad? Él te enseñó a controlarnos... o eso pensaste... porque claro, no te mencionó que esto iba a ocurrir y... es curioso, porque sabía que iba a pasar tarde o temprano. Verás... resulta que nosotros... bueno, es difícil de explicar a alguien tan estúpido como tú... Realmente no somos exactamente "nosotros", ni tampoco "ella". Pero bajos a fingir que somos "nosotros", para no marear demasiado esa débil mente tuya._

_ 'El caso es que "nosotros" somos aquello que te permite controlar la oscuridad, es decir, a "ella", siempre que tú nos puedas controlar a nosotros... y ya ves que no puedes... La oscuridad no sólo está allí donde no hay luz físicamente. Porque la oscuridad no es una sombra, o la ausencia de luz. No es energía, ni materia. Es simplemente... nada... pero a la gente no le gusta decir que puedas controlar "la nada". Pero tampoco es "nada"... es todo aquello que conduce a las almas a hacer lo más descabellado y estúpido que puedas imaginar. Puedes llenar de oscuridad un corazón y destruir a una persona desde dentro, o puedes hacerla enloquecer, obligarla a vivir sus peores pesadillas, sus más horribles y dolorosos recuerdos. A diferencia de la luz, que necesita una fuente de energía, la oscuridad se puede "proyectar" en cualquier lugar donde exista la más pequeña de las sombras._

_ 'Y tú eres cobarde y débil. Estás lleno de dudas y miedos. Tú eres el único capaz de manipular a la oscuridad a través de "nosotros", pero debes demostrar que eres digno de poder hacerlo. O, bueno... deberías haberlo hecho ya... Técnicamente, deberíamos esperar 16 años para ver si eres capaz de dominarnos, pero... está claro que en dos meses no vas a poder aprender a hacerlo... ¡Mírate! Eres patético... Ni siquiera puedes distinguir lo que ocurre aquí de tu "realidad"... Si estuvieras mínimamente preparado, siendo quien eres, nada de esto debería dolerte o darte placer, pero... Ya ves... Fíjate cómo te duele ahora esto..._

_ Sin previo aviso, los tres leones marinos que le estaban violando eyacularon dentro de él, y esta vez pareció incluso más intensa que la anterior. Su estómago se hinchó aún más rápido que antes y le temblaron las piernas. El dolor era indescriptible, y no podía parar de llorar. Sólo había dolor, y aquella terrible sensación de estar a punto de explotar. Por alguna razón, aún no se había ahogado con aquella enorme verga en la garganta. Entonces volvió a escuchar la voz del león marino._

_ -¿Te has dado cuenta? Te duele porque te lo estás creyendo. Se supone que eres tú quien puede hacer esto a otras personas, pero somos "nosotros" quienes te lo hacemos a ti. Y no lo soportas. No puedes resistirte... ¡Eres patético! Normalmente, respetaríamos el "tiempo de prueba" y te daríamos los 2 meses que te quedan para que aprendas a dominarnos, pero hay demasiada gente que te quiere muerto, y no nos interesa estar en manos de alguien tan débil como tú. De momento, tu conciencia no ha sido destruida, lo que significa que aún te queda algo de fuerza... Pero como tu queridísimo Orión no te ha enseñado más que a hacer estúpidos truquitos con sombras, no tienes bastante "fuerza" para resistir un par de horitas de tortura. Así que... ¿Qué eliges? ¿Prefieres ser destruido lenta y dolorosamente, o nos juras lealtad y te damos placer eterno a cambio de tu cuerpo? Personalmente, la segunda opción me parece más tentadora... Venga, vamos a dejarte la boca vacía para que contestes..._

_ Los tres leones marinos se apartaron entonces, y sólo el que estaba su lado, susurrándole, se quedó en el sitio. Igual que ocurrió antes, comenzó a vomitar semen, y de su trasero salió también, casi como de una manquera a presión, un imponente chorro de esperma, que empapó el suelo. Cuando ya llevaba diez segundos vomitando, el león marino que esperaba la respuesta pareció cansarse de esperar, y decidió darle un fuerte puñetazo en el estómago, que agilizó el proceso, pero que le hizo vomitar también algo de sangre._

_ _ -¡¿Y bien?! ¿Cuál es tú respuesta? ¿Muerte lenta y dolorosa o placer eterno?

_ ¿Qué debía decir? ¿Qué harían "ellos" si les daba su cuerpo? No quería seguir sufriendo aquel trato, pero tampoco quería que otros sufrieran por su culpa. No quería ser torturado... De pronto, uno de los leones marinos le cogió una mano y, con fuerza sobrehumana, le arrancó una de las garras de cuajo. Al mismo tiempo, otro de los leones marinos le sujetó la cara y le obligó a abrir el ojo izquierdo, en el que rápidamente clavaron la garra que le acababan de arrancar, y que retorcieron en la cuenca de su ojo para hacerle sufrir aún más. Cuando empezó a gritar por el dolor, otro de los leones marinos le obligo a cerrar la boca y la cubrió, hasta que finalmente dejó de gritar._

_ _ -¡Dame tu respuesta ya! Cuanto más tardes, más sufrirás, y te aseguro que lo que acaba de pasarte no es nada comparado con lo que te podemos hacerte. Podemos hacerte vivir este momento tantas veces como queramos, por si te interesa saberlo, ahora que se ha convertido en un recuerdo doloroso para ti... ¡¿Cuál es tu respuesta?! Controlaremos tu cuerpo una vez accedas a ello, y créeme... Tenemos medios y paciencia para conseguirlo... Nos gusta torturar mientras esperamos... Y prefieres que no tengamos que esperar. De eso puedes estar seguro.

_ ¿Realmente podían hacer algo así? Estaba horrorizado. Iban a hacerse con el control dijera lo que dijera, y desde luego no quería sufrir de aquella manera. Era sólo cuestión de tiempo que le dominaran. No había nada que pudiera hacer. Con la cara llena de sangre, terriblemente dolorido y gimiendo de dolor, se giró hacia el león marino y, ahogando el grito que luchaba por atravesar su garganta y conocer el exterior de su cuerpo, habló._

_ -Yo no... No quiero sufrir así... si cediendo termina todo, yo..._

Un golpe en la cabeza le anunció que acababa de chocar contra el suelo. Empezó a toser, casi ahogándose, y abrió los ojos. Le costaba respirar y le dolía todo el cuerpo. Sus músculos no le respondían, y apenas podía ver bien. Todo estaba oscuro. ¿Aún era de noche? Movió levemente la cabeza hacia un lado. A pesar del terrible dolor, pudo sentir contra su rostro el tacto de la hierba. ¿No se estaba ahogando en aquella terrible oscuridad? ¿Qué había ocurrido? Cuando, poco a poco, fue recuperando la visión, vio a Orión de rodillas en el suelo. Al principio, no se dio cuenta del cambio, pero a medida que su vista mejoraba poco a poco, vio lo que parecían dos enormes alas en su espalda, hechas de algo que parecía cristal, a simple vista, pero que ondulaba con el aire de la noche, como si estuvieran formadas por simples trozos de tela llevados por el viento.

En su mano derecha había algo extraño, aunque no supo decir qué era. Los dedos parecían extrañamente grandes y deformes, como ganchos cerrados hacia el interior de la mano, que parecía haberse alargado y haberse vuelto más rígida. En la mano izquierda parecía llevar un sable, de un aspecto que recordaba a las plumas de sus alas. Entonces se dio cuenta de que sus alas estaban formadas por cientos, si no miles, de aquellos sables, semejantes a plumas en cierto modo.

En ese momento se percató de que Orión parecía más grande que antes, y su pelo parecía haberse vuelto más oscuro y azulado, casi negro, pero conservando en cierto modo parte de su color cobrizo, casi como un camuflaje perfecto para aquella zona, aunque obviamente no funcionaba muy bien, porque de lo contrario Duncan no le habría visto. El pelo de su cuerpo, en ciertas zonas, se había hecho mucho más largo y caía en forma de delgadas cintas formadas por el propio pelo, que ondulaban al viento.

Además, en su espalda habían aparecido unos extraños tatuajes de color verde. Dentro de una circunferencia grande había tres circunferencias más pequeñas, tangentes entre ellas y a la circunferencia que las contenía, y sus centros formaban un triángulo equilátero, que tenía dos vértices cada uno en un omoplato y el otro hacia el medio de su espalda, no muy bajo. Superpuesto a aquel tatuaje había otro, de color negro, de un arco con tres flechas encima, casi coincidiendo el dibujo del arco con la parte superior de la circunferencia. Dos de las flechas apuntaban, cada una, a un hombro, y la tercera apuntaba hacia debajo, estando justo en el medio de su espalda, y cortándose las tres flechas en el centro del círculo grande. Debajo del arco había dos sables similares al que tenía en la mano, también tatuados en color negro, cruzados por las empuñaduras y con los filos apuntando cada uno hacia uno de sus costados, hacia el punto medio entre las axilas y los riñones. Por último, lo que parecía un escudo aparecía dibujado entre el arco y los sables.

Entonces, una sombra "saltó" hacia el león marino, quien la esquivó con facilidad, y se giró rápidamente haca donde estaba él, aparentemente enfadado, o preocupado, o triste o frustrado. Nunca le había visto poner esa cara antes. Y nunca antes había visto en ella el tercer ojo que ahora adornaba su frente. No tuvo tiempo, ni energías, para preguntarle qué había pasado, antes de que Orión le cogiera por la cintura y le cargara al hombro izquierdo como si no pesara nada. Realmente era bastante más grande que antes, y al parecer también mucho más fuerte. El león marino saltó con tanta fuerza que le hizo daño en el estómago (maldita inercia... siempre haciendo de las suyas...), pero no se quejó. El viento chocó contra su espalda y pasó por los lados de su cabeza con fuerza, haciendo que se mareara aún más.

Un par de segundos después pudo ver los árboles de la montaña, el claro y el lago, e incluso la casa donde dormía, trabajaba, comía y vivía en general... Sólo con aquel salto habían alcanzado al menos cincuenta o sesenta metros de altura en un par de segundos, aunque con lo cansado que estaba y todo lo que le había ocurrido esa noche, ya no estaba seguro de qué era normal y qué no. Quizás aquello no fuera real, después de todo... Al mirar hacia abajo de nuevo, vio miles de sombras y lo que parecían cuerdas, o tentáculos, completamente negros, acercándose hacia ellos desde el suelo y desde todas las direcciones, aunque afortunadamente algo alejados... de momento.

Rápidamente, muchos de los "tentáculos" se unieron, formando tentáculos más grandes y largos, y trataron de cogerles. Mientras esto ocurría, una de las alas de Orión se puso sobre él, cubriéndole, y la otra se "enroscó" alrededor del brazo derecho del león marino. De pronto, del brazo derecho de Orión pareció salir una especie de de luz extraña, ligeramente lila y azulada, y menos de un segundo después salieron de nuevo despedidos en otra dirección, pasando a escasos centímetros de varios de los tentáculos, y chocando con el suelo de la montaña en un punto más alto.

¿Cuántos metros había recorrido en tan poco tiempo? Ni siquiera había tenido tiempo de ver lo que les rodeaba, de lo rápido que se habían movido, y de repente frenaban en seco al chocar contra el suelo de una zona más alta de la montaña. En cuanto se le paso un poco el mareo, miró alrededor, y vio la casa. ¡No habían bajado! ¡Sólo se habían movido en horizontal! Orión le dejó en el suelo, y entonces se dio cuenta de que allí las sombras no les atacaban. ¿Qué lugar era aquel? Al mirar tras de sí, vio al león marino en medio de un círculo de grandes rocas, en el centro del cual había una especie de altar.

Él, al parecer, también estaba dentro del círculo, y aunque había sombras acercándose, parecían no poder hacerlo más a partir de cierto punto, en que se detenían y "trepaban" por lo que debía ser un muro invisible a sus ojos. Orión movió la cabeza de forma extraña, de espaldas a él, del mismo modo en que un pájaro regurgita la comida, y cayó de rodillas al suelo, apoyándose con las manos para no golpearse la cabeza. De su boca salieron entonces, acompañados de algunos rastros de sangre, tres pequeñas esferas tan brillantes que iluminaron sin dificultad toda la zona de la montaña donde estaban, casi cegándole por la intensidad de aquella luz.

Cogiéndolas en una mano, volvió a donde estaba Duncan, le cogió por el brazo y le llevó hasta el altar, obligándole a tumbarse sobre éste boca arriba. Estaba demasiado cansado y dolorido como para resistirse, y los músculos aún no le respondían correctamente. Los tres luminosos orbes flotaron a su alrededor, girando lentamente en torno a ellos y formando un triángulo equilátero perfecto. Con asombrosa velocidad, el león marino se sentó sobre su estómago, casi aplastándole pero, desde luego, haciéndole daño. Al parecer, también pesaba ahora más que antes, y no poco precisamente... Suavemente, acarició su pecho con la mano izquierda, en la que no llevaba, no sabía desde qué momento, el sable, acercó su cara a la de Duncan, besándole rápidamente y, en cierto modo, de forma tímida en los labios.

Luego le acarició con la mano derecha una mejilla, y por un instante la observó de reojo. En la palma de su mano había dibujado una especie de círculo con extraños símbolos dentro, de color violeta. Entonces, el león marino dobló el brazo hacia atrás y cogió uno de los sables que formaban su ala izquierda, sin llegar a cortarse con ninguno de alguna manera y, sin mostrar sentimiento alguno en su rostro, colocó el filo del mismo sobre el cuello del koala, al mismo tiempo que colocaba su mano derecha sobre la cara de Duncan, cubriendo su ojo izquierdo, y apretaba con fuerza, para evitar que la moviera.

Otra vez hubo un brillo violeta entorno al brazo derecho de Orión. El símbolo en su mano brilló junto a su ojo, casi cegándole por unos instantes. ¿Iba a matarle realmente? ¿No le habían mentido aquellos seres que, tomando el aspecto de Orión, le habían torturado poco antes? Una lágrima negra brotó de su ojo derecho y resbaló por su mejilla. Cerró los ojos, esperando lo inevitable, y el ruido de una fuerte explosión llegó a sus oídos.

Abrió los ojos de nuevo, sorprendido. La mano de Orión ya no sujetaba su cabeza, sino que apuntaba en otra dirección. Miró hacia donde apuntaba y vio que, donde antes había una roca de las que formaban el círculo ahora había un enorme agujero, y uno de los orbes de luz había desaparecido, cayendo los otros dos al suelo. El león marino se levantó y se apartó de él un par de metros, con cara de encontrarse confundido por completo, y en cierto modo enfadado y frustrado por algo.

Con todas las fuerzas de las que se vio provisto, Duncan se levantó y quedó a un metro de él, mirándole a los ojos, también confundido por lo que acababa de ocurrir. Entonces notó algo húmedo en su cuello y decidió palparlo con la mano, descubriendo un corte poco profundo donde el sable de Orión le había tocado. Sangraba sólo ligeramente, así que tampoco eso le preocupó demasiado. Pero al levantar la mano, con la sangre en la punta de los dedos, vio que ésta era completamente negra.

De pronto, el rostro de Orión cambió repentinamente, giró la cabeza un instante hacia un lado y, rápidamente, saltó sobre él, tirándole al suelo, y sus alas se desplegaron por completo, cubriendo a ambos y protegiéndoles del exterior. Cuando Duncan trató de reincorporarse, vio al león marino sangrando por la boca, con algunos agujeros en los brazos y piernas que también sangraban y, al mirar por encima de su hombro, un enorme mar de oscuridad cubriéndoles. Al parecer, al romper aquella roca, de alguna forma, la oscuridad del exterior había entrado, como si aquello no fuese ya una zona en la que estar a salvo.

Sin embargo, las sombras en el suelo parecían no poder atacarle, como si el suelo siguiera siendo seguro, y el león marino estaba usando su propio cuerpo como un escudo para protegerle. Sonriendo, Orión levantó la cabeza ligeramente y le miró a los ojos, frotando su nariz y sus bigotes contra la nariz del koala. Todos los sables que formaban sus alas estaban desplegados formando una barrera sobre ellos y a su alrededor, dejando sólo unos pequeños huecos, cubiertos por el cuerpo del propio león marino.

Orión cerró los ojos con fuerza y abrió la boca en una mueca de dolor, aun tratando de disimularlo, y bajó la cabeza para que Duncan no le viera. En su estómago y en sus brazos y piernas aparecieron más agujeros, por los que empezó a circular aquella oscuridad "líquida", que se pegó a la piel del koala y empezó a trepar hacia su cabeza. De la boca del león marino salió aún más sangre que antes, que cada vez salía más oscura.

Otra vez aquellas emociones le invadieron. Odio, confusión, frustración, angustia, miedo, impotencia... ¿Habían cambiado con respecto a antes? ¿Por qué ahora habían cambiado algunas de las emociones que sintió la última vez que le atrapó la oscuridad? No tuvo mucho tiempo para pensarlo antes de que La oscuridad se envolviera por completo y entrara por su boca, por su nariz y por sus oídos. No podía ver nada, ni oír nada. Sólo sintió, por un momento, los brazos Orión rodeándole y abrazándole, antes de que todo a su alrededor pareciera desaparecer. ¿Realmente no podía hacer nada? Debía haber alguna forma de tomar el control... no podía permitir que Orión muriese de aquella manera...

Abrió los ojos, y la luz del amanecer le dio la bienvenida a un nuevo día. Por primera vez, se alegraba de que hiciera sol. Nunca le habían gustado los días calurosos con el sol brillando y ni un árbol cerca para protegerse del calor o de su intensa luz, pero aquella vez era distinta. Orión seguía abrazándole, sobre él y sin moverse. Entonces el olor a sangre llegó a su nariz, y empezó a recordar lo sucedido el día anterior con más nitidez. Alarmado, se apartó con cuidado de debajo del león marino, rompiendo el abrazo, y le giró, colocándole boca arriba.

Estaba cubierto de sangre y bastante pálido, pero aún respiraba. No había agujeros en su cuerpo, al contrario que la noche anterior. En ese momento se dio cuenta de que volvía a tener el aspecto normal de un león marino vulgar y corriente. Bueno... estaba cubierto de sangre y pálido pero, por lo demás, todo parecía normal, aunque, ahora que lo pensaba, parecía más pequeño de lo normal...

Entonces se fijó en sus propias manos, y luego en sus brazos y el resto de su cuerpo. ¡Todo su pelo, donde antes era gris, ahora era negro! Y donde era blanco con tonos grisáceos, ahora se había oscurecido también, aunque en comparación con el negro intenso del resto de su pelo, casi parecía igual que antes. Por un segundo se asustó tanto que todas las plumas de sus alas se erizaron... ¡Alas! ¡Tenía alas! ¡¿Qué le había pasado?! ¡Eso no lo recordaba! ¡Y eran negras como las de un cuervo! ¡O más!

-¡Orión, Orión! ¿Estás bien? Despierta... despierta, por favor... ¡Despiertaaaa!

Histérico, cogió al león marino y empezó a agitarlo de una forma muy poco conveniente cuando se trata de reanimar a alguien que ha estado al borde de la muerte. Aún así, la poco astuta maniobra pareció dar resultado, y en unos segundos Orión le dio un guantazo en la cara por despertarle con tan poca delicadeza, avisándole de que ya podía dejar de agitarle.

-¡Ah! ¡Bruto! ¡No me des así! ¡Estaba preocupado por ti! ¡¿Qué ha pasado?! ¿Por qué tengo este aspecto? ¿Y por qué no tienes heridas, si anoche tenías? ¡No puedo volver así a la casa! Y tú tampoco... Estás cubierto de sangre...

-No te preocupes por eso... Heridas así no le van a matar.

Duncan se sobresaltó al oír aquello y se apartó algunos metros del león marino, buscando la fuente de aquella voz... Orión acababa de palidecer aún más, los pelos en su nuca se habían erizado y se movía nervioso, mirando a su alrededor. También el koala observó su entorno en busca de quien quisiera que hubiese hablado, sin ver a nadie, hasta que de pronto, de la sombra de Orión, vio salir a alguien, al principio de un color tan negro como la oscuridad que el día anterior había intentado acabar con ellos, pero que después fue adquiriendo su verdadero color.

Al principio le pareció un demonio, al menos tal como se los describía en muchos libros, con la piel roja como la sangre, el pelo de un intenso color castaño oscuro, casi negro, dos pequeños cuernos sobresaliendo y los ojos verdes. Sin embargo, no todo su cuerpo era así, ya que a partir de la cintura y hacia abajo parecía tener las mismas piernas que un toro o similar, con el pelo que las cubría de color marrón oscuro, igual que el pelo en su cabeza y axilas. Sólo llevaba, por lo que pudo ver, un taparrabos de colores verde y azul, aunque no parecía importarle. Y era enorme. Debía medir unos cuatro metros, aproximadamente. En cuanto salió, Orión intentó alejarse de él, pero el demonio le cogió rápidamente por el cuello y, según salía de aquella sombra, le fue levantando en el aire.

-¿Qué hacías? ¿Huías de mí? ¿Así me pagas los cuidados que te he dado? Si no hubiese llegado a tiempo estarías muerto, junto con el koala al que te ordené matar... No importa... Ya termino yo el trabajo...

Antes de que tuviera tiempo de reaccionar, el demonio hizo un gesto con la mano que tenía libre, apuntándole con una de las garras y moviéndola hacia su izquierda, como intentando rasgar el aire con ella. Al mismo tiempo, Orión alzó su brazo derecho, que tomó de nuevo el mismo aspecto de la noche anterior, apuntando al brazo libre del demonio que, como empujado por una fuerza invisible, se desvió hacia un lado.

Un instante después, algo le cortó en el cuello, como si alguna clase de cuchillo alarmantemente afilado o espada delgada le hubiera cortado en la zona. La herida empezó a sangrar, aunque no parecía letal. ¿Qué demonios había hecho aquel... demonio? El ser en cuestión se enfadó de pronto, y lanzó a Orión contra el suelo.

-¡¿Qué coño crees que estás haciendo?! ¡Yo soy tu dueño! ¡Ni se te ocurra volver a dispararme, ingrata alimaña! Intenta salvarle de esto si puedes... Si tanto te importa, lo harás...

Ignorando al león marino a su lado, el diablo señaló al koala de nuevo, abriendo la mano en su dirección. Estaba dispuesto a apartarse en cuanto hiciera el más mínimo gesto... Sólo debía saltar hacia algún lado y esconderse en alguna sombra... De pronto, sus pies crujieron, partiéndose por varias zonas, y se hundieron en el suelo. Cayó de rodillas dolorido, y sintió cómo sus piernas, y no sólo los pies, empezaban a pesar cada vez más. A cada segundo el dolor era más intenso, y no podía moverse del sitio. Pronto, dos fuertes crujidos y un intenso dolor le informaron de que sus piernas acababan de partirse bajo las rodillas. Miró al demonio, que seguía el la misma posición que antes, y este le devolvió una sonrisa.

-Vamos, Orión... voy a matarle si no te das prisa... Ya se ha arrodillado ante mí y se le han roto las piernas. Sabes qué es lo siguiente... Hasta voy a gesticular para hacerte más fácil "frenarlo".

Sangrando por la boca, y mostrando un gran esfuerzo para levantarse, el león marino se alzó, y su cuerpo cambió de nuevo, pero esta vez no adoptó el aspecto de la noche anterior, sino otro bien diferente, aunque su cuerpo se hizo aún más grande de lo que había sido en su anterior "transformación". Una capa de lo que parecía algún tipo de escamas gruesas y amarillentas o doradas cubrió todo su cuerpo, y un par de alas con similar aspecto aparecieron en su espalda, aún más grandes que las del día anterior. Sus brazos se habían vuelto gruesos, y sus manos enormes, formado lo que parecían palas de alguna extraña forma.

Rápidamente, casi en el mismo instante en que el demonio alzaba su mano izquierda hacia el cielo y la bajaba con rapidez, e incluso furia, Orión saltó hasta donde estaba Duncan, y sus alas se desplegaron formando una cúpula sobre ellos. Entonces Duncan lo sintió, y vio sus efectos a apenas unos metros de ellos, alrededor de la cúpula creada por el león marino con sus propias alas. Apenas un instante después de que Orión le cubriera con aquellas alas, todo el suelo a su alrededor se hundió, y la gravedad en la zona en que se encontraban pareció aumentar de forma terrible, aunque de alguna manera parecía que dentro de la zona cubierta por las alas de Orión el efecto no era, ni de lejos, tan acentuado, y ninguno de los dos quedó aplastado contra el suelo.

Lo que sí vio, y oyó, fue la rotura en muchas zonas de las alas de Orión, que empezaron a crujir por muchos puntos y doblarse en ángulos extraños, aunque no llegaron a hundirse del todo. Sin embargo, de ellas, y de otras partes del cuerpo de Orión, de entre sus "escamas", empezaron a chorrear pequeños riachuelos de sangre, formando un pequeño, pero creciente, charco de la misma en el suelo.

Aquella situación se mantuvo durante casi medio minuto, hasta que Orión pareció "relajarse" por un instante, justo antes de caer al suelo desplomado. Su cuerpo volvió a su estado normal, aunque apareció cubierto de heridas por todas partes, que sangraban en abundancia. La gravedad, o la presión que antes les intentaba aplastar, o lo que fuera, había cesado, aunque, con las dos piernas rotas, moverse resultaba casi imposible, y tuvo que arrastrarse con las manos hasta donde estaba el león marino. El demonio se acercó entonces a ellos mientras hablaba, aparentemente contento, y al mismo tiempo triste.

-Está bien... Ya veo que va en serio... Sabes que podría mataros sin problemas, pero... Yo también tengo mi corazoncito... Después de todo, tú sólo eres un instrumento y lo tienes... Si no, habrías cumplido con tu cometido, y no sólo no lo has hecho, sino que además te has atrevido a atacarme a mí, tu dueño... Hagamos una cosa... Puesto que tanto te importa, a partir de ahora eres suyo. Te encargarás de protegerle y de vigilarle para que no pierda el control de nuevo. Si eso ocurriese, os mataré a los dos, empezando por ti, y procuraré que sufras todo lo posible. Ya que me has traicionado y me has fallado, al menos confío en que no lo hayas hecho por una causa perdida.

'En cuanto a ti, koala, te felicito por haber engatusado a Orión y por haber sido capaz de controlar la oscuridad, aún siendo un estúpido semi-mortal y... bueno... Espero estar cerca de ti cuando mueras para poder devorar tu alma. No me gusta que haya más gente que controle la oscuridad... Sois muy molestos. La mayoría estáis locos, y a la mínima provocáis masacres... Mientras tanto, espero que te lo pases muy bien con tu adorado león marino. Cuídalo bien, si no quieres enfadarme, o te mataré yo mismo. Sólo hablará con y para ti a partir de ahora... Básicamente hará todo lo que le pidas... No, no es mudo... simplemente tiene prohibido hablar con alguien que no se a su dueño... siento desilusionarte... Está muy mono cuando no habla...

'Pasando a otras cosas... os voy a hacer algo de ropa para que podáis volver vestidos a casa, aunque técnicamente no será ropa "real", así que desaparecerá dentro de veinticuatro horas. Asumo que os cambiaréis las vestimentas antes de que eso pase... Tengo mis detalles... Y... supongo que convendría arreglaros los huesos rotos y las heridas... Pero di algo, koala estúpido... parece que esté hablando solo... De Orión no espero una sola palabra, viendo su estado, pero tú sólo tienes rotas las piernas...

Duncan le miró a los ojos, más con dolor que de forma desafiante, pero apartó la mirada apenas un par de segundos más tarde. Realmente aquel ser era temible... Aún así, al final pudo hablar.

-P... Por favor... Ayúdale...

-¡Ja! No te preocupes tanto por él... ha estado en situaciones peores... Tú, sin embargo... Apuesto a que ni siquiera has pensado en cómo vas a explicar las alas negras en tu espalda, o el color de tu pelo... En fin... Tienes suerte de que en el fondo sea un tipo sensiblón...

Sin decir nada más, el demonio se acercó a él aún más y alargó el brazo hacia él, con la aparente intención de cogerle. Temeroso, Duncan intentó apartarse, pero al final no pudo evitar que le cogiera y le levantara cogiéndole por el brazo.

-Estate quieto, coño, que hago esto por ti, joder...

Ignorando los esfuerzos del koala por apartarse de él, colocó su mano libre sobre el pecho de Duncan, a la altura del ombligo, y por unos segundos el koala no pudo evitar estremecerse al sentir un extraño y gélido frío en la zona, justo antes de que su cuerpo menguara y recuperara su aspecto normal. Al mirar hacia abajo, a su estómago, vio en torno al ombligo una especie de tatuaje, como dos alas negras, similares a las que él mismo tenía hacía menos de medio minuto, curvadas y formando un círculo abierto por la parte inferior, donde quedaban sólo ligeramente separados los extremos de ambas alas.

Sin darle tiempo a preguntar qué era aquello, aquel extraño ser le forzó a tumbarse boca arriba sobre el frío suelo, contra el cual casi le aplastó con una de sus piernas. Entonces, en su mano derecha apareció de la nada una especie de daga, completamente negra, con la que se cortó a sí mismo en la palma de la mano opuesta y, forzando a Duncan a abrir la boca, le obligó a beber algo de la sangre que de la herida emanaba.

-Bebe... Te dará fuerzas y curará tus heridas. Date prisa. Orión está esperando...

Cuando al fin aquella criatura le dejó y se apartó hacia donde estaba el león marino, el koala pudo levantarse, comprobando que, de alguna forma, su cuerpo estaba curado, y se encontraba más lleno de energía de lo que había creído. Entonces vio a Orión, apoyado sobre el brazo izquierdo del extraño demonio, que se había sentado y le había ayudado a colocarse. El león marino mordía suavemente la mano derecha del otro y bebía, al parecer con bastantes ganas, mientras se sujetaba débilmente al brazo del demonio, quien a su vez le susurraba algo al oído, sonriéndole y acariciándole una pierna con la cola.

Durante un par de minutos permanecieron así, y Duncan no pudo evitar sentir envidia de aquel demonio que tocaba a Orión y le sujetaba de aquella forma, y cómo el león marino le observaba y se sujetaba a su brazo, llorando. Después, la criatura le soltó y se alejó de ellos, haciendo un gesto con las manos y batiendo las alas, y haciendo que de la nada surgieran un par de pantalones y camisetas de color negro, que dejó en el suelo mientras se marchaba.

-¡Espera! Este... este tatuaje... ¿qué es?

-Je, je... Es un sello, no un tatuaje. Orión te enseñará a usarlo... Y enjuágate bien la boca antes de volver a la casa, koala, si no quieres que sospechen cosas "raras"... Más te vale hacer feliz a Orión si no quieres que te destripe y devore tus entrañas mientras agonizas... Seguramente vuelva a visitaros alguna vez, y a pedirte que me prestes a Orión. Confío en que no haya problemas si lo hago... Por tu bien... Te llamas Duncan, ¿cierto?

-Sí...

-Mi nombre es Ismael. Recuérdalo. Yo recordaré tu nombre.

Un instante después, Ismael desapareció, como si nunca hubiera estado allí, dejándoles solos. Aún confundido por todo lo ocurrido en tan poco tiempo, el koala miró a Orión, que se estaba poniendo en pie, aún mirando hacia donde hacía sólo unos segundos estaba su anterior "dueño", como se había definido el tal Ismael. Ya no había sangre ni heridas sobre el cuerpo del león marino, que aún parecía tener algunas lágrimas mojando sus mejillas, pero que ya no lloraba.

-Orión...

El león marino se giró hacia él y le miró unos cuantos segundos, con la cabeza ligeramente inclinada hacia delante, justo antes de darse la vuelta, coger su ropa del suelo (la que Ismael había "creado" para él) y marcharse en dirección al lago, caminando con pesadez y mirando al suelo.

-Orión... ¡Espera! ¡Para!

De golpe, Orión se detuvo, pero no se giró. Sólo se quedo quieto donde estaba, sin hacer nada más.

-¿Qué ha sido todo eso? ¿Quién era ese tal Ismael, y por qué le conocías? Primero casi nos mata, y ahora nos cura yo-qué-sé-cómo, nos da ropa y se despide como si no hubiera pasado nada... Y cómo... ¿cómo has hecho todo eso? Transformarte de esa forma y... ¡todo! Nunca me habías contado nada de eso... Y mi cuerpo también, cuando desperté... ¿Qué soy...? ¿O qué somos? Nunca me has dicho nada sobre que hubiesen más como yo, e Ismael dijo que había otros que podían controlar la oscuridad, como yo... ¿Es eso cierto? ¿Y qué es todo eso de que si eres suyo, y que ahora me perteneces, como si fueras un objeto? No... No entiendo nada... Necesito una explicación... Orión, por favor... Si realmente puedes hablar, respóndeme...

-Le diré lo que quiera en el lago, mientras se lava.

Un rato después, cuando se encontraban en el lago, Orión se sentó cerca de la "orilla", mientras Duncan se metía en el agua para lavarse las manchas de sangre del cuerpo. Al ver al león marino fuera, se extrañó. Era él quien iba cubierto de sangre hasta las cejas. ¿Por qué no se lavaba?

-¿Por qué no te metes al agua y te quitas la sangre de encima?

-No lo ordenó... amo...

-¡¿Qué?! No... ¡No me llames amo! No eres un objeto, y yo no soy tu dueño...

-Lo siento, no pretendía ofender... No se me ha enseñado a ser libre. Rogaría que no me liberase... amo...

-Hábleme de "tú", al menos... ¡y deja de llamarme amo! Se supone que somos amigos... No te... no te entiendo... ¿Y qué quieres decir con que "no se te ha enseñado a ser libre"?

-Mi nombre es Orión. Soy el cuarto prototipo de arma en una serie de cien unidades, creado para servir, proteger y matar. Se me otorgó el derecho a un nombre tras aniquilar al resto de prototipos, considerados defectuosos. No debo hablar si no en presencia de mi amo, y no tengo derecho a hacer nada que éste no me permita hacer. Tampoco debo revelar ningún tipo de información concerniente a anteriores amos, a no ser que éstos lo hayan ordenado explícitamente, o en caso de que el nuevo amo haya matado al anterior en mi presencia como muestra de dominación. Acataré todas las órdenes de mi amo sin dudar y sin fallar. De lo contrario deberé ser castigado en el modo en que el amo considere más oportuno. El placer y la felicidad del amo son la prioridad máxima. No tengo derecho a ningún tipo de sentimiento hacia nadie, amenos que el amo me otorgue tal derecho. Soy un arma de mi amo, un objeto de éste, y como tal puedo ser rechazado en cualquier momento por el amo. Si esto sucediera, significaría que no soy útil. Un arma inútil no es un arma, y no cumple la función para la cual fue creada. Es inútil y debe ser destruida. La muerte es el único modo de libertad al que un arma tiene derecho.

El koala le observó, paralizado por unos segundos. ¿Creado? ¿Cómo? Es decir... ¿Era una especie de robot, o algo así?

-Espera, espera... ¿Qué quieres decir con "creado"? ¿Y qué significa que hayas sido creado para servir, proteger y matar? ¿Eres un... asesino a sueldo, o algo así?

-No. Las armas no matan. Matan quienes las empuñan. Yo sólo cumplo órdenes. "Creado" en este caso significa fabricado, igual que una silla o una mesa, o quizás una prenda de ropa, si lo prefieres.

-...... Esto es ridículo... ¿Entonces qué eres? ¿Eres una especie de... monstruo... creado en un laboratorio?

-No. La producción en el laboratorio se descartó dos años antes de mi creación, por ser poco rentable. En mi caso, podrías entenderlo como una producción a nivel industrial, por lo que sé de este plano... En el plano del que provengo se nos conoce como "ajenos". Un ajeno es todo aquel que no puede ser clasificado como ángel, demonio ni mortal. En teoría, todo ajeno carece del nivel necesario de compatibilidad física con cualquiera de las otras tres "clases" para engendrar vida con alguna de ellas. No obstante, se conocen algunas excepciones. No tengo más datos al respecto. Existen ajenos "naturales", considerados normalmente una aberración, y también los hay artificiales, creados exclusivamente para cumplir algún propósito. Yo pertenezco al segundo grupo.

-... Y yo... ¿Qué soy?

-Tú eres mi nuevo amo.

-¡No! ¡No soy tu amo! ¡Se supone que somos amigos!

-Sin un amo no tengo a quien servir, y no debo existir. No me rechaces, por favor...

-¡Pero es que no quiero ser tu amo! No eres un objeto...

-Sí lo soy...

-¡No! Es que no... Mira... Si quieres, seré tu "amo"... Porque si te rechazo, se matarás, ¿no?

-Se me ha educado para hacerlo, sí.

-Joder con el "se me ha educado" y "se me ha enseñado"... Si estás bajo mis órdenes, harás lo que yo te pida, ¿cierto?

-Sí.

-Está bien... Pues quiero que pienses por ti mismo, y que hagas lo que te apetezca hacer en cada momento, y si ves que hago algo mal, me lo dices. Nada de hacerme la pelota y no corregirme porque soy "tu amo". ¿Entendido?

-Sí, amo...

-¡Y no me llames amo! Vamos a ver... ¿Qué quieres hacer ahora?

-Me gustaría lavarme a ser posible...

-¿Y por qué no lo haces?

-No me has dado permiso explícito.

-¡Sí! ¡Sí lo he hecho! ¡Te he dicho que hagas lo que te de la gana! Ahora te quieres lavar y tienes agua cerca. ¡Pues lávate, joder!

-Pero tú estás cerca, y desnudo... No debo acercarme a mi amo si está desnudo, a menos que éste me lo ordene o que se encuentre en peligro de alguna forma...

-Ah... Por eso te alejaste de mí cuando Ismael te dijo que yo era tu nuevo amo, ¿no?

-Sí.

-Está bien. Pues esa norma queda eliminada mientras yo sea tu "amo".

-Gracias.

-... Lávate, anda... Y cambia esa cara de una vez... Parece que vayas a morirte de un momento a otro...

-Lo siento.

Lentamente, el león marino se metió en el agua, aún algo apartado de Duncan, y empezó a lavarse lo mejor posible, de espaldas al koala pero mirándole de reojo de vez en cuando. Pasados varios minutos, cuando casi toda la sangre sobre le cuerpo de Orión había desaparecido salvo parte de la que había en su espalda, éste se decidió a hablar de nuevo.

-¿Puedo expresar mi opinión?

-Sí, claro... ¿Sobre qué?

-Antes dijiste que parecía estar a punto de morirme en cualquier momento, y debería dar una explicación... Físicamente estoy bien. Pero me siento extraño. La de anoche fue mi primera misión fracasada. Se me ordenó matarte y destruir la oscuridad que había dentro de ti, pero no pude hacerlo. Fallé a mi amo, y debería haber sido castigado, pero en lugar de eso mi amo me entregó a ti. Por unos instantes me sentí inútil. Debería estar muerto por fallar en un trabajo tan estúpido a mi amo. Llevaba sirviéndole más de dos milenios... Pero no me mató. Fue bueno conmigo...

-Espera, espera... ¿Cómo que fue bueno contigo? Si casi te destroza...

-Ismael no quería matarme. Ni siquiera se esforzó en hacerme daño. Si hubiese estado enfadado de verdad, ninguno de los dos estaríamos aquí ahora. No le habrías visto antes de estar muerto. Pero a ti te quería muerto, y no te mató... En lugar de eso te ayudó a controlar tu poder y te convirtió en mi nuevo amo. Estoy triste por haberle perdido como a mi amo, pero al mismo tiempo me alegro de estar aquí, incluso después de haber fracasado y traicionado a mi anterior amo. Debería estar muerto. Debería haber dejado que te matara, y haberme suicidado por fracasar y además traicionarle... Pero hay algo que dice que todo está bien ahora... E Ismael dijo que todo estaba bien si me quedaba contigo. ¿Por qué? No entiendo...

-......

-Ismael dijo que no podría matarte aunque lo intentase otras cien veces. Dijo que no podría servirle más a otro que no fueras tú. ¿Por qué? Estoy confuso... No debería dudar. No debería sentir nada. Debería matarte. Por tu culpa he perdido a mi anterior amo y por tu culpa he fracasado una misión. ¿Por qué pude matarte? ¿Por qué puse tu vida por encima de las órdenes del amo?

-Orión... Anoche, en el altar, antes de ponerme el sable en el cuello, me besaste... Realmente sientes algo por mí, o sólo fue... mi imaginación...

-Se me ha enseñado a imitar sentimientos. Es vital fingir tenerlos para pasar desapercibido entre la gente y cumplir las misiones lo mejor posible...

-Ya... ¿Y por qué me besaste entonces? No tenías por qué...

-...... No lo sé... ¿Lo sabes tú? Tú hiciste lo mismo hace antes de acostarte.

-... Me gustas. Bueno, me gustabas... No lo sé... Ya no sé qué pensar... Es decir... Es extraño. Empiezas a hablar y no me sorprende tanto como debería... Me dices que tenías que matarme y casi me suena normal...

-El sello en tu estómago contiene tu poder de controlar la oscuridad, y ese poder va ligado a tus sentimientos. Sólo parte de ellos se siguen reflejando en tu modo de pensar. Debes aprender a abrir o cerrar el sello en mayor o menor medida para poder vislumbrar bien tus sentimientos...

-Vale, pero aún así... ¿No crees que podría ser que yo te gustase?

-No se me ha enseñado a tener verdaderos sentimientos. No puedo analizar la situación con frialdad.

-¡Y dale! Pero es que si son sentimientos, entonces no los puedes analizar "fríamente"... ¡Por eso son sentimientos! ¡Si no, sería ideas, o pensamientos!

-... Lo siento...

-¿Qué sientes cuando me ves? Es decir... yo que sé... ¿En qué piensas?

-Pienso que te quejas mucho de todo, y tienes poca paciencia. Además eres indeciso y te sientes confuso con facilidad. Y cuando te pones nervioso te tiemblan la oreja izquierda y el meñique de la mano derecha. Además, para ser un koala eres muy grande, pero eso probablemente es culpa de tu padre, quien no te gusta nada aunque no le recuerdas. Además, se te pone dura cuando me miras la entrepierna y sudas más de lo normal, pero tu sudor huele a hierba y a barro, y en parte a eucalipto, así que no resulta molesto al olfato.

-¡¿Has hecho un análisis completo sobre mí?!

-En realidad no. Aún desconozco el tamaño, forma y peso de todos tus órganos. Aún así, podría estimarlos de modo aproximado si me permitieras analizarte más a fondo...

-... ¿Me estás pidiendo que tenga sexo contigo?

-No sé cómo has llegado a esa conclusión, pero...

-O sea, que tienes más de dos mil años y no envejeces con el paso del tiempo... ¿Y yo qué? Quiero decir... Esta claro que no soy como mucha gente que conozco...

-No lo sé... Tu edad física debería estabilizarse llegado cierto punto si fueses un ángel puro, pero eres medio mortal, así que no lo sé... Y bueno, lo de ángel tampoco está claro...

-Joder... Pues menuda mierda de clasificación... Si no soy un ángel, ni un demonio, ni un ajeno, ni un mortal... ¿entonces que soy? Deberían aclararse... ¿Qué diferencia se supone que hay entre un ángel y un demonio?

-Pues... A los ángeles se les dio alas en un principio, como un símbolo de libertad. Se suponía que actuaban de un modo más "correcto" que los que fueron llamados demonios, y las alas simbolizaban la libertad para volar por encima del resto y juzgarles... A los demonios se les puso cuernos en la cabeza para que todo el mundo supiera que no eran de fiar con sólo verlos. Pero las cosas han cambiado mucho. Eso me contó Ismael... Dijo que ese método de clasificación está obsoleto, y posiblemente sólo fuese un cuento para críos. Así que en teoría deberías ser un ángel... Tienes alas. Pero los ángeles no te aceptan como tal...

-¿Y los demonios?

-Tu aura les hace daño... Si son lo bastante débiles para que les dañe, claro... Así que tampoco e aceptan como demonio...

-Joder... Menuda mierda... Oye, una cosa...

-¿Qué?

-¿No íbamos a... en fin... hacer "eso"... hace diez minutos? Quiero decir... ¿Cómo hemos acabado hablando de esto?

-Pues... No estoy seguro... Un desarrollo lógico de la conversación anterior conducía al sexo de un modo inequívoco... Realmente no sé por qué estamos hablando en vez de practicar el coito... ¿Quieres tener sexo ahora?

-...... No. Mejor no... Ya deben de estar preocupados por nosotros... Además, no quiero precipitarme... No pienses que voy a tener sexo contigo el mismo día que casi me matan dos o tres veces, y en una de esas ocasiones eres tú quien está a punto de cortarme el cuello... ¿Volvemos a casa?

-Sí, si eso es lo que quieres...

-Vamos a casa entonces... ¿Qué les diremos si nos preguntan qué hacíamos fuera?

-Que eres un ángel, que controlas la oscuridad y que yo tengo más de dos mil años, vengo de otra dimensión y no soy mudo.

-¡No les podemos decir eso!

-Claro que podemos. ¿Quién nos va a creer? O mejor, quien te va a creer, porque yo "soy mudo", ¿recuerdas? Tendrás que hablar tú...

-No, claro... visto así...