Vidas entrelazadas 21 (Nikolas-IV)
18/12/3843 (lunes)
Antes de darse cuenta, su hijo ya estaba en el autobús, de camino a su excursión con sus amigos y el resto de sus compañeros, y él se quedaría sólo casi una semana. ¿Qué había pasado los dos últimos días? Apenas podía recordarlo... Sólo sabía que estaba enfadado, y asustado... El viernes todo lo ocurrido había sido tan... imposible. Estaba empezando a pensar que realmente sólo había sido un sueño, aunque seguía teniendo la sensación de que le faltaba algo.
No quería pensar en aquello. Sería mejor si simplemente lo ignoraba, y fingía que nada había ocurrido. Además, ni Joe ni nadie más le había llamado ni había intentado hablar con él durante el fin de semana, así que la probabilidad de que sólo hubiese sido un sueño aumentaba. Aún así, no estaba de humor para ir a trabajar. Cuando pudo calmarse un poco y encontró las palabras adecuadas, llamó a Leo. No tuvo que esperar mucho para escuchar su voz al otro lado del teléfono.
-Dime, Nik.
-Oye, Leo... Hoy no me encuentro bien, así que no sé si...
-No, no, está bien. Puedes tomarte el día libre. De todas formas, esta semana no te prostituyes. Ya hablamos eso. ¿Te acuerdas?
-Oh, sí... Se me había olvidado... Gracias...
-No hay de qué. Por cierto... ¿Vas a pasarte hoy por el supermercado?
-Eh... Sí. Iba a pasarme ahora por la mañana... Para las compras de navidad y eso...
-¡Estupendo! ¿Te importaría pasarte antes por la licorería de enfrente del supermercado que hay delante de tu casa? Te pilla de camino, creo... Tengo algunas cosas reservadas a mi nombre... Les dije que te pasarías tú a recogerlas en mi lugar.
-¿Dijiste que me pasaría yo? Entonces tendré que ir igualmente... Está bien... Me pasaré en cuanto haya comprado lo mío...
-¡No! Pásate lo antes posible... Tendrían que haber cerrado por hoy. Es un favor personal, y no me gustaría que tuviera que esperar nadie demasiado...
-... Está bien... Supongo que es justo, después de que me dejes el día libre sin pedir explicaciones...
-No te iba a pedir explicaciones... Sé que a veces darlas resulta un poco embarazoso... ya me entiendes... ¡Nos vemos!
-Espera. ¿Qué has querido...? ¡Joder!
Tan pronto como se percató de que el león le había colgado, volvió a llamarle, pero ahora, al parecer, el móvil de su "jefe" estaba desconectado o sin cobertura... ¿Por qué hacía aquello? Sería mejor ir a comprar, tratar de tranquilizarse un poco y, después, ya iría a hablar con quien tuviese que hablar. Ponerse nervioso no iba a solucionar nada.
Después de coger el coche y llevarlo de nuevo hasta su casa, fue en dirección al supermercado, buscando la licorería que, según Leo, estaba allí. Tampoco es que se hubiera fijado en si la había o no... No solía beber, y si lo había era en el trabajo, cuando alguno de sus clientes se empeñaba en invitarle, durante alguna comida o por alguna celebración. Rápidamente encontró el establecimiento en cuestión, llamado "El caballo mareado". Seguramente, el dueño del local era algún tipo de equino... La gente era así de original...
Cuando abrió la puerta y entró, sin embargo, no fue a un caballo al que vio tras el mostrador, ni a una yegua, ni a ninguna clase de equino, sino a un akita inu. Un macho bastante atractivo, al menos en opinión de Nik. Músculos no le faltaban, pero tampoco le sobraban. Su pelaje estaba realmente reluciente, claramente bien cuidado y muy limpio, y además parecía suave, y los cambios de color en el pelo de unas zonas a otras resultaba asombrosamente hermoso, al menos en su opinión.
Debía medir en torno a 1,70m de estatura, y en ese momento llevaba puesto un reloj plateado en la mano izquierda, una camisa de color verde claro, casi blanca, relativamente ajustada y con un par de botones desabrochados, dejando ver parte del peludo pecho del akita, así como un colgante dorado en forma de pentágono estrellado dentro de un círculo. Los pantalones eran de color marrón oscuro y le llegaban por debajo de la cintura e incluso de la cola, dejando ver más de lo que era conveniente dejar al descubierto, al menos en aquella época del año. A modo de cinturón llevaba una delgada cuerda del mismo color del pantalón, que sujetaba una pequeña bolsa a un lado de su cintura.
En cada muñeca llevaba una pulsera diferente. En la de la mano izquierda, la pulsera estaba formada por pequeñas piedras moradas translúcidas, y en la de la derecha, la pulsera tenía pequeñas láminas metálicas de formas extrañas, aunque indudablemente bien fabricadas para ser lucidas. Cuando Nik le miró a la cara, lucía una sonrisa blanca que no dejaba lugar a dudas sobre su higiene ni sobre su salud, al menos dental. Sus ojos eran grises. El conejo casi se ruborizó al verle. ¿Se había dado cuenta de cómo le había mirado?
-Buenos días. ¿Deseas algo?
-Soy Nikolas... Venía a por algo que había encargado un amigo... Me ha dicho que te había dicho que vendría yo...
-Sí. Me dijo algo de un tal Nikolas. Un conejo enorme, dijo... Supongo que eres tú, claro, je, je... Aunque por las orejas podrías ser una liebre... Pero es tu jefe, ¿no? Como has dicho amigo...
-Nos conocemos desde hace veinte años... Pero sí, es mi jefe... Supongo... Entonces, ya sabes en qué trabaja...
-Sí, claro. Solemos hablar de vez en cuando. Cuando no tiene el rabo entre las piernas de otro, claro... ¿Cómo es que hoy no "trabajas"?
-Día libre. No estoy de muy buen humor para hablar de eso... ¿Puedes darme el encargo, por favor? Aún tengo que ir a comprar algunas cosas al supermercado de enfrente... para las fiestas...
-Claro... Vuelvo enseguida.
Sin decir una palabra más, el canino se giró y entró por una puerta que, seguramente, llevaría a un almacén, o algo por el estilo. Mientras se alejaba, Nik pudo ver aquel redondeado y ligeramente pomposo trasero moviéndose al mismo tiempo que la cola, de un modo extrañamente adorable. ¿Lo estaba haciendo a propósito? Dos minutos después, el akita estaba de vuelta con tres cajas de cartón apiladas y colocadas sobre una carretilla, aunque no parecía haber sudado lo más mínimo.
-Aquí tienes. ¿Puedes tú sólo, o te ayudo a llevarlas?
-Sinceramente, creía que iba a ser menos... ¿Pesan mucho?
-Hombre, si las he traído en carretilla en vez de en bolsas es por algo... Te ayudo a llevarlas, ¿ok?
-No, no. Me las llevo como pueda y ya está... ¿Cuánto hay que pagar?
-Esto ya está pagado de antemano. Aún así, insisto en ayudar. Tengo que cerrar la tienda ahora mismo, así que no tengo nada que hacer. No me supone ningún problema ayudarte a llevarte todo esto. Así, si quieres, podemos hablar un poco, a ver si te mejora el humor, que no pareces muy contento...
-... Está bien... Supongo que si Leo se fía de ti, es que eres de fiar...
-Ja, ja... Espero que no pienses eso realmente... Me llamo Anael, por cierto. Bueno, vamos... Querías pasarte por el supermercado, ¿no?
Mientras hablaba, el canino le pasó una de las cajas, que realmente pesaba más de lo que parecía (Anael se la había pasado con una mano, pero en su opinión pesaba demasiado como para llevarla con una sola mano...).
-Sí, pero... ya vamos bastante cargados...
-Puedo llevar yo las cajas, si quieres. No me cuesta nada...
-No, no... Esta pesa ya bastante. No quisiera que te hicieses daño en la espalda...
-No es molestia, hombre. Pásamela, anda, que llevo yo las tres, y así tú puedes comprar lo que quieras tranquilamente. Además: tengo una carretilla, por si te quedas más tranquilo...
-¿Seguro que no es mucha molestia?
-¡Claro que no! Venga, dámela...
-Gracias...
Sin decir nada más, ambos salieron de la tienda, y Anael la cerró, bajando la persiana metálica y colocando un cartel para informar a la gente de cuándo volvería a abrir. A Nikolas la atención se le fue cuando se agachó a cerrar la persiana metálica con llave. Aquellos pantalones dejaban ver demasiado, aunque no iba a quejarse... El canino tenía un buen trasero. De eso no había duda...
Un par de minutos después, ya dentro del supermercado, Anael consiguió que le permitieran dejar bajo una de las cajas registradoras las tres cajas con bebidas. Nikolas entendía la cara de la tigresa que había en la caja cuando Anael le dio la espalda para coger una de las cajas (agachándose de nuevo un poco) y enseñársela... Seguramente él había puesto una cara muy parecida cuando el canino se agachó antes... Ni siquiera se había puesto ropa interior...
Después, Nikolas empezó a hacer la compra, ayudado por el perro, que le seguía a todas partes con aquella sonrisa, y moviendo la cola constantemente, aunque sin molestar a nadie con ella. Durante unos tres minutos mantuvieron una conversación sobre por qué Nikolas sólo cogía verduras y similares, con lo buena que estaba la carne, hasta que el conejo se dio cuenta de cuál era el verdadero tema de conversación.
-¿Y cuándo te diste cuenta de que te gustaba la "carne"?
-Que no... Oh... Hablabas de ese tipo de carne...
-Sí, claro. Creía que te darías cuenta...
-Estamos en un supermercado. ¿Qué querías que pensase?
-Je, je... Sí, bueno, pero tú eres... ya sabes... Creía que lo entenderías... Pero bueno, da igual. ¿Cómo te diste cuenta de tus gustos? ¿Te diste cuenta cuando eras pequeño, o de más mayor?
-...... Oye. Casi no nos conocemos. No creo que ese tema sea el más adecuado...
-¿No? Bueno, a mí no me importa... Pensé que a ti tampoco... Yo me di cuenta hace ya mucho...
-Mira... ¿No podemos hablar de otra cosa?
-Manecillas dijo que te gustaba hablar...
-Hoy no estoy de humor para estos temas... Además, ¿quién es Manecillas?
-¡Oh! Es Leo... Un apodo que tiene...
-¿En serio? ¿Por qué "Manecillas"?
-Bueno... por algunas cosas que hace...
-Ah... ¿Yo también tengo un apodo?
-Je, je... No. Creo que no...
-¿Y tú? ¿Tienes un apodo?
-Claro. Pero no te lo voy a decir...
-¿Por qué? Sólo es un apodo...
-Ya, pero no me has querido contar cómo supiste que eras gay...
-Pero eso es muy personal...
-¿Si te digo cuál es mi apodo, me lo contarás?
-No es lo mismo... Además: ¿a qué viene tanta curiosidad?
-Soy curioso... Y si alguna vez pasa algo muy peligroso, y estás a punto de morir, pero yo estoy cerca... ¿Me lo contarás, si te salvo la vida?
-Supongo que estaría en deuda contigo... ¿Pero a qué viene eso? Sugerir algo así...
-Je, je... Bueno... Nunca se sabe lo que puede ocurrir un día cualquiera, tomándote un refresco, o con un amigo, jugando con tu hijo, o en el trabajo. Incluso...
De repente, todas las luces del local se apagaron de golpe. Estando dentro de la tienda, la luz de la calle no era suficiente para iluminar su zona, y quedaron a oscuras unos segundos.
-... mientras hablas con alguien a quien apenas conoces, en el supermercado al que has estado yendo a comprar toda tu vida.
Las luces volvieron de nuevo, y casi esperó tener al lado a alguien con una pistola, o algo peor, amenazándole. O quizás algo peor... Pero no había nada. Nada más que el supermercado en que estaba comprando, Anael a su lado, y todo lo demás tal como estaba antes. Al parecer sólo había sido una casualidad... Maldito perro. Le había asustado... Y ahora le miraba directamente a los ojos, con la misma sonrisa que llevaba todo el tiempo.
-...... Joder...
-Je, je... El apagón momentáneo te ha asustado, ¿eh?
-Sí. La verdad es que sí... Con lo que has dicho ha quedado bastante siniestro
-Lo siento. No quería preocuparte.
Cinco minutos después, cuando terminaron de hacer las compras y se dirigieron a la caja registradora de antes a pagar, Nikolas se dio cuenta de que no quedaba nadie más que ellos allí, aparte de la tigresa, por supuesto... Normalmente estaba bastante vacío en aquellas fechas, por extraño que pareciese, pero aquel día la falta de gente resultaba inquietante.
En cuanto llegaron junto a la tigresa, Nikolas empezó a dejar las cosas del carro sobre la cinta transportadora, y la felina las empezó a pasar una por una de un modo extraño. No era la primera vez que Nikolas la veía, y parecía haber algo extraño en sus movimientos. Quizás sólo fuese que estaba nervioso, por el apagón y todas las cosas que le rondaban la mente los últimos días.
Al menos, eso fue lo que pensó hasta que, sin que pudiese llegar a verlo venir, una de las franjas de pelo blanco en el cuello de la tigresa se deformó y se alargó, formando una delgada y alargada lanza, de pequeño tamaño pero muy afilada, y trató de atravesar la cabeza del conejo. Sin embargo, un empujón propinado por Anael provocó que aquel extraño ataque sólo le alcanzara de refilón, haciéndole un delgado corte en la oreja derecha.
Un instante después era el propio canino (después lo sabría) el que, de algún modo extraño, le cortaba la oreja por completo. Lo único que vio fueron tres pequeñas piedras moradas sobre su cabeza y un brillo grisáceo, y su oreja quedó dolorosamente separada del resto de su cuerpo, aunque la herida no sangró lo más mínimo. Luego Anael se echó sobre él, interponiéndose entre la tigresa, cuyo cuello había vuelto a la normalidad, y el conejo.
Rápidamente, la tigresa saltó por encima de la cinta transportadora sobre Anael, quien simplemente hizo un gesto con una mano en el aire, trazando un círculo invisible ante él. La felina, antes de alcanzar al akita, pareció chocar contra un muro invisible, y retrocedió de nuevo. Sin embargo, no pareció asustarse ante lo ocurrido, al contrario de lo que ocurría con Nikolas, quien no entendía qué estaba ocurriendo.
Menos aún comprendió cuando, de pronto, la oreja que hacía escasos segundos había perdido se movió sola y saltó contra el akita, que apenas la vio por el rabillo del ojo, esquivándola por pocos milímetros antes de que el trozo de carne y pelo se deformara y se alargara, igual que antes el cuello de la tigresa, atravesando la pierna izquierda de Anael por debajo de la rodilla. El akita cogió entonces cuatro piedras moradas pequeñas, como hechas de cuarzo, y las tiró junto a su pierna.
Rápidamente, los pequeños trozos de mineral flotaron en el aire, formando un cuadrado alrededor de su pierna, y un instante después ésta cayó al suelo, manchándolo de sangre, mientras el akita saltaba como podía hacia Nik, con cara de dolor y quitándose el colgante del cuello con la mano izquierda. En cuanto se encontró a su lado, colocó el colgante en el suelo y susurró algunas palabras. A su alrededor apareció entonces un círculo brillante en el suelo, con un pentágono estrellado dentro, y dentro del pentágono ellos dos. Tanto la tigresa como la pierna cortada del akita y la oreja del conejo quedaron fuera, y al tratar de acercarse fueron repelidas. Además, en el caso de la oreja y la pierna, ambas ardieron rápidamente y quedaron hechas cenizas en pocos segundos.
La tigresa empezó a retorcerse y hacer extraños movimientos, sufriendo lo que parecían espasmos, hasta que de pronto su espalda se abrió y de dentro salió, sorprendentemente limpio, un zorro ártico enorme, de casi dos metros de altura, completamente desnudo y con bastantes más músculos que cualquier zorro que Nik hubiera visto en su vida.
El cuerpo de la tigresa cayó al suelo, como un disfraz hueco, manchando todo el suelo con su sangre y algunos órganos que cayeron fuera, aparentemente destrozados. Ante tal visión, el conejo sólo pudo apartar la vista y vomitar a un lado. Anael, aunque claramente disgustado, no pareció tan impactado. El zorro, por su parte, simplemente les observó, dando vueltas alrededor del círculo en el suelo. Sus ojos eran tan rojos como la propia sangre, y su mirada tan fría como el hielo, y no dejaba de sonreír.
-Un santuario de cinco puntas, sólo por mí... ¡Qué gran honor! Recuérdame que sólo te arranque los ojos antes de cortarte el cuello. Dame al conejo antes de que cambie de idea, y quizás mueras rápidamente.
El akita no se movió ni dijo nada, y Nik permaneció también donde estaba, hasta que su estómago no encontró nada más que expulsar y consiguió respirar de nuevo con relativa normalidad, aunque el olor a sangre era intenso y desagradable. El zorro se limitó a acercarse a él todo lo que pudo, y se sentó en el suelo a mirarle, ante la falta de una respuesta. Sonriéndole ampliamente, empezó a hablarle.
-Hola, Nikolas. ¿Qué tal estás? Has crecido mucho desde la última vez que te vi. Y tienes mucha mejor cara. El corazón de tu hermano funciona bien. ¿A qué sí? Parecía tan desesperado por ayudarte cuando le vi aquel día... Dijo que daría cualquier cosa por salvarte... Al principio no me importaba, la verdad... Pero al ver que por mucho semen que depositara dentro de él no podía fertilizarle, me di cuenta de que aquel corazón estaba en el cuerpo equivocado... Me enfadé tanto, que no me pude controlar. Tendrías que haberle oído gritar mientras le arrancaba la piel y le habría el estómago...
Nikolas le observaba horrorizado. ¿Era aquel el asesino de su hermano? El zorro le seguía sonriendo, como halagado, u orgulloso, por la reacción que conseguía en el conejo. Anael seguía quieto, respirando con cierta dificultad, cada vez más débil, y la herida en su pierna había empezado a sangrar ligeramente.
-¿Alguna vez has oído gritar a un cerdo cuando le cortan el cuello? Tu hermano gritaba igual... Y ese akita de ahí lo hará pronto, ¿sabes? He de admitir que ha reaccionado muy rápido, y bastante bien, aunque lamentablemente se ha intoxicado con mi sangre... No lo suficiente como para que pueda matarle, aunque es obvio que está notando los efectos. Pronto el santuario desaparecerá, y no podéis hacer nada para evitarlo.
-¿Por qué haces esto? ¿Por qué te intereso?
-¿Tú? ¿Interesarme? No seas presuntuoso... Sólo eres una herramienta. La última que fabricamos de tu clase fue un fracaso. Un demonio la corrompió y se volvió infértil antes de lo debido. Además, la mayoría de veces, cuando lográbamos fertilizarla, nos daba demonios, o ajenos. Sólo unas pocas veces nos dio ángeles como nosotros. Era un experimento fallido. Pero tú no estás corrupta, incluso después de follar con Joe... Por eso eres útil. Nada más. No me interesas tú. Sólo lo que podemos hacer contigo.
Anael estiró el brazo entonces y cogió débilmente a Nikolas por una mano, indicándole que se acercara, y en cuanto lo hizo le susurró al oído.
-Cuando se rompa la barrera... ah, ah... corre todo lo que puedas.
-Pero tú...
-Corre... ¡¡YA!!
En cuanto el akita le gritó, se levantó lo más rápidamente posible y empezó a correr como si le fuera la vida en ello (en realidad, le iba la vida en ello... así que de momento lo estaba haciendo bien). Sin embargo, no había corrido ni cuatro metros cuando el zorro se le echó encima, saltando sobre su espalda y derribándole contra el suelo.
-Estúpido. No creerías que realmente ibas a escapar así, ¿verdad?
Antes de seguir hablándole, acercó su boca al oído del conejo y lo lamió por dentro. Justo después, Nikolas sintió cada una de las garras de su captor en cada hombro, y un instante después varios crujidos, junto con un intenso dolor tanto en sus brazos como en sus piernas, que el zorro aplastaba contra el suelo con sus rodillas. Por último, pasó su garra por la boca del conejo, y sus labios se juntaron de golpe, impidiéndole hablar de ninguna de las maneras. No sólo sentía un dolor y un miedo terribles, sino que además no podía moverse ni gritar.
-Así aprenderás a estarte quieta y calladita, guarra.
Una fuerte zarpa cogió su camisa y su chaqueta, sujetándolas firmemente por unos momentos, y las destrozó, dejando su espalda expuesta y su pecho desnudo pegado contra el frío suelo.
-Bonito cuerpo, puta... Je, je... Y lo mejor de todo es que realmente lo eres... Vamos a ver lo que hay por aquí abajo...
Después vinieron los pantalones, que acabaron tan mal como su camisa y su chaqueta, y su ropa interior no duró mucho más.
-Mmmm... Tienes un buen culo, ¿sabes? Y... ¿Qué es esto?
Con bastante menos delicadeza de la que Nik estaba acostumbrado a dedicarle a sus partes íntimas, el zorro cogió entre una de sus garras sus dos testículos o, más bien, la zona en que estos se unían a su cuerpo, apretando con fuerza y separando ligeramente sus genitales del cuerpo, aunque sin llegar a provocar un daño real.
-No creo que los vayas a necesitar más, pero... creo que mejor los dejaremos donde están, hasta que tenga un microondas cerca. No me gustaría hacerte el feo de comérmelos fríos...
Obviamente disfrutando de aquel momento, el vulpino empezó a lamer su cuello y a morderle, mientras con las garras le hacía cortes en la espalda. Nik no gritaba simplemente porque no podía, ya que el dolor era horrible, tanto en sus extremidades como donde el zorro le hería. La herida que había dejado su oreja derecha al ser cortada empezó a sangrar. ¿Significaba aquello que Anael estaba aún peor que antes?
Su humillación fue aún mayor cuando su torturador cogió entre sus dedos lo poco que había quedado de aquella oreja y la estrujó, empapando sus dedos en la sangre del conejo, para justo después usarla a modo de lubricante, aplicándola contra su ano justo antes de posicionar su miembro contra él.
-Apuesto a que tú disfrutarás de esto más de lo que lo hizo tu hermano.
Sin más aviso, el vulpino dio un fuerte empujón, y salvo el bulbo el resto de su miembro le penetró por completo. Era más grande de lo que Nikolas esperaba y, aunque no lo era tanto como muchos que ya había tenido dentro antes, el pene del zorro le hizo bastante daño, ante la ausencia de un lubricante adecuado. Eso, sin embargo, no le detuvo en lo más mínimo, y con rápidos y potentes movimientos de cintura siguió violándole sin que pudiese defenderse, jadeando encima suyo, clavándole las garras y haciéndole cortes por todo el cuerpo.
Podía sentir el líquido preseminal de su violador dentro de él, fluyendo como un diminuto pero constante riachuelo y llenando sus entrañas. Cada vez había más, y el bulbo que amenazaba con penetrarle cada vez se notaba más hinchado y más caliente. Cada vez con más ferocidad, el zorro le empezó a dar fuertes mordiscos en el hombro, cerca del cuello, y cuando no le mordía le susurraba cosas horribles al oído.
-Voy a hacerte sangrar por todas partes. Voy a estar así hasta que en tus entrañas lleves una descendencia digna para mí, y cuando no nos sirvas para nada seguiré llenándote de semen hasta que se te abra el estómago y se te desgarren los intestinos. Joe ya te ha fertilizado una vez... Puedo olerlo dentro de ti, pero no me importa, ¿sabes? Cuando acabe contigo ni el mejor de los olfatos podrá detectar tu olor bajo el mío, y menos aún el suyo...
De pronto, una de las garras del zorro cogió sus testículos de nuevo, y el conejo sintió cómo empezaban a hincharse, a estar más calientes, como a punto de arder. Al intenso dolor que había estado sintiendo se unió un enorme placer en ese instante. Se sentía al borde de un orgasmo, y al mismo tiempo lejos de él. Y entonces llegó, más fuerte de lo que jamás lo había sentido. Incluso más que la noche con Joe. Un chorro de semen escapó de su miembro con tal potencia que casi le hizo daño al golpearle en la cara, y siguió durante varios minutos. El placer era tan inmenso que se sobrepuso durante un tiempo al dolor, y le hizo olvidar que aquello era, de cualquier modo, una violación.
No era posible que hubiese eyaculado tanto. Simplemente no era posible. Había un charco en el suelo, empapándole la cara y el pecho, los brazos y las piernas, y el chorro había alcanzado una distancia de varios metros más delante de donde él estaba. Y aún sentía que podía eyacular más. Le faltaba el aliento, las lágrimas y su propio semen cubrían su cara y, aún así, seguía sintiendo el placer del orgasmo y la humillación de ser violado de aquella manera.
-... Te va a gustar... NUNCA olvides que eres... ¡¡¡MÍO!!!
Con aquel grito, el vulpino terminó de empalarle en su miembro, penetrándole por completo, bulbo incluido, y tras algunos rápidos y cortos empujones más un torrente de semen inundó sus entrañas. Era igual que lo que le había hecho Joe, pero esta vez el torrente de esperma recorrió todo el camino a través de sus intestinos y hasta su estómago, que se empezó a hinchar dolorosa y alarmantemente.
Cuando, pasados un par de minutos, el zorro terminó de eyacular dentro de él, el volumen de su estómago hacía que su cuerpo se levantase algo más sobre el suelo de lo normal. Sin embargo, aquello no era lo único que su violador tenía previsto para él, y enseguida un nuevo líquido, más caliente que el anterior, le llenó aún más, provocándole un dolor aún mayor, y haciéndole sentir todavía más humillado al darse cuenta de que el zorro acababa de orinar dentro de su propio cuerpo, marcándole como a un objeto de su propiedad.
Luego le masturbó un rato más, frotándose contra su cuerpo y lamiendo la sangre de sus heridas, hasta que, entre dolor que su daño sufría y la humillación que sentía, cada vez más grande, el conejo no pudo evitar correrse de nuevo, forzado por el zorro.
Sin más, el vulpino se echó hacia atrás con rapidez, manteniéndole en el sitio y extrayendo bruscamente de su cuerpo aquel enorme bulbo, causándole más dolor y dejando que un chorro de semen mezclado con orina abandonaran su cuerpo, justo antes de sellar su "entrada trasera" igual que había hecho poco antes con su boca. Luego le dio la vuelta, dejándole boca arriba sobre el suelo, y meó de nuevo por todo su cuerpo y por su cara, manchando de amarillo su pelo, ya manchado de rojo con su propia sangre, y cubierto de blanco por su semen.
Cuando terminó de marcarle, tanto por dentro como por fuera, le miró durante unos segundos, como satisfecho con su trabajo, sonriendo y llevándose un par de dedos, manchados con la sangre y el semen del conejo, a la boca.
De pronto, las luces se pagaron de nuevo por unos segundos, y se encendieron otra vez. No había cambiado nada. No había sido una pesadilla. Él seguía allí. El zorro seguía sobre él, y por el rabillo del ojo podía ver a Anael tirado en el suelo, sin moverse y con un no muy grande, pero aún así respetable, charco de sangre junto a la pierna seccionada. El vulpino vigiló todo a su alrededor para asegurarse de que no había nadie más. Y entonces, se dio cuenta justamente de eso. No había nadie más.
-Joder...
No había gente en el supermercado, pero tampoco se veía a nadie en la calle. Sólo había una cajera. Las cámaras de seguridad habrían gravado algo si no fuera porque él mismo las había desconectado, pero entonces. ¿Por qué no había ido nadie a revisar lo que ocurría, y por qué se habían apagado las cámaras? ¿Por qué, en aquella época del año, no se veía a nadie en ninguna parte, salvo justamente al conejo al que había ido a atrapar y a Anael?
Por supuesto, Nikolas no se había planteado ninguna de esas preguntas, dado su estado de pánico y el dolor que le inundaba, aunque también se había fijado, cuando habían entrado a la tienda, en que había muy poca gente. Incluso tras las lágrimas, podía ver la sorpresa evidente en la cara del zorro al percatarse de todo aquello. El vulpino le miró unos instantes.
-Tú eres real...
Rápidamente, corrió hacia donde estaba el akita, le cogió por el cuello y le levantó en el aire. El perro estaba casi inconsciente, si no inconsciente ya, y muy pálido. Probablemente ya hubiese muerto por desangramiento, o le faltaría poco para ello.
-Tú eres real...
Con evidente rabia, lanzó el cuerpo de Anael contra el cristal del supermercado que daba a la calle. El cristal se agrietó y algunos trozos cayeron al suelo, pero enseguida volvieron a su sitio y el cristal se recuperó, como si nunca hubiese sido golpeado. ¿Qué estaba pasando? El zorro pareció entenderlo, porque al ver aquello se dejó caer al suelo de rodillas, llevándose las manos a la cabeza.
-Bastardo... Muy bien... Tú lo has querido... Si nosotros no le tenemos, tampoco vosotros.
Sin vacilar un solo instante, caminó hacia Nik con la cara llena de furia. El cuerpo de la tigresa flotó en el aire hasta su lado y se deformó de nuevo, adoptando el aspecto de una lanza, del mismo color que el marfil, que el zorro empuñó con aparente gran habilidad.
Cada vez estaba más cerca, y el miedo en Nik cada vez era más fuerte. Un frío sobrenatural le invadió, calándole hasta los huesos. Casi le parecía que de su boca salía vaho. No... Estaba saliendo vaho, y lo estaba viendo cada vez más claramente. El frió le estaba helando, y el semen, la orina, el sudor y la sangre que cubrían su pelo incluso cristalizaron. De pronto, tras el zorro apareció una enorme figura, casi el doble de grande que el vulpino. Había aparecido de la nada, como siendo inicialmente una leve niebla que rápidamente había condensado por completo, y luego hubiera tomado una forma sólida.
El zorro apenas tuvo tiempo para girarse antes de que una enorme maza con pinchos le golpeara, haciendo que su cuerpo quedara destrozado en un instante y se esparciera por el suelo en forma de... ¿trozos de cristal? No era posible... La enorme figura avanzó hacia él. Era un toro, de casi cuatro metros de altura, y detrás de él lo que parecía un gorila enorme, de piel negra y pelo blanco como la nieve. El toro era de color azul oscuro, salvo por varias marcas en ciertas partes del cuerpo, que eran de un claro azul celeste en ese momento extrañamente luminoso.
El bovino tenía una venda negra sobre los ojos. Sus orejas eran alargadas, y el pelo de su cabeza largo también, con dos trenzas a cada lado de la cabeza, y el resto del pelo suelto. Llevaba un taparrabos como única prenda de vestir. En la mano derecha, además, llevaba una maza grande, con el extremo redondeado y con cuatro pinchos alargados colocados en línea. La propia maza parecía hecha de algún tipo de cristal, aunque pronto Nikolas se dio cuenta de que todo lo que le había parecido cristal no era sino hielo. Y aunque le costaba creerlo, le pareció reconocer al toro. No había visto a muchos con aquellas marcas en el cuerpo, ni de ese color. Aún así, tampoco es que pudiese hablar en su estado, así que no pudo preguntar.
Sin embargo, sus dudas se despejaron cuando de detrás del enorme gorila salió lo que parecía un ogro de color morado claro, levemente rojizo, poco más bajo que el toro y con ropa de abrigo bastante gruesa, aunque el pecho al descubierto (¿porque hacía aquello la gente? Si te pones ropa de invierno, que abrigue, caray...).
-Brian, coge al akita. Yo cogeré a...
Interrumpiéndole, la lanza que el zorro empuñaba hacía sólo un instante se alzó en el aire y estalló, y muchos fragmentos salieron despedidos en todas direcciones. Aún así, el bovino pareció ser capaz de predecir el ataque, y con un ágil movimiento se apartó de un salto. El frío se hizo aún más intenso que antes, y dos muros de hielo aparecieron: uno entre la lanza y el bovino, bloqueando casi todos los fragmentos que iban en esa dirección, y otro frente a Nikolas, protegiéndole del estallido y de todos los proyectiles.
No obstante, algunos de los proyectiles alcanzaron al toro en el brazo izquierdo. Sin dudarlo, éste colocó la mano derecha sobre el hombro izquierdo, y con un fuerte golpe y u crujido el brazo izquierdo cayó al suelo, rompiéndose en pedazos cristalinos al impactar. El bovino sólo hizo un pequeño ruido, como si aquello apenas le resultara una leve molestia.
Acto seguido, el ogro fue corriendo al lado del toro. ¿Dónde estaba el gorila? Hacía un momento estaba allí... No tuvo tiempo para pensar aquello mucho más, cuando de pronto el toro fue a su lado corriendo y le cogió, seguido del ogro, quien llevaba al akita sobre el hombro derecho como si no pesase nada. Todo a su alrededor estaba helado, pero de alguna forma la piel y el pelo del bovino le resultaban cálidos y acogedores. Las marcas en su pecho y en sus brazos, que eran las únicas que el conejo veía en ese momento, estaban brillando.
-Delante de mí, Brian.
De pronto, el toro se detuvo y se giró, y justo cuando el ogro pasó por su lado, siguiendo hacia la puerta de salida del supermercado, Nik pudo ver al zorro (su mitad superior al menos...) y el brazo del bovino acercándose a ellos. ¿Qué clase de monstruo era aquel zorro, para hacer aquello? El toro no pareció sorprenderse en lo más mínimo. De pronto, su brazo izquierdo creció de nuevo, quedando como si nunca lo hubiese perdido, y extendiéndolo en dirección a los dos pedazos de carne (básicamente era eso lo que les seguía...), lanzó un rayo de brillo azulado y blanquecino (¡¿qué coño era esa gente?!) por sus dedos, que se hizo cada vez más amplio y le deslumbró.
Cuando pudo ver de nuevo, apenas un segundo antes de que el toro se girase y siguiese al ogro, todo lo que había ante él estaba completamente congelado, y tanto el zorro como el brazo del toro eran completamente irreconocibles. El frío era tan intenso que el conejo no pudo soportarlo más. Sus heridas habían dejado de sangrar por el frío, y apenas podía sentir el dolor que hasta hacía poco le dominaba, ni las pocas partes de su cuerpo que no habían sido dañadas. Todo lo que había sucedido era demasiado para él, y era lo que hasta ese momento le había mantenido consciente: la necesidad de entender todo aquello. Pero ya no aguantaba más.
Cerró los ojos, y perdió el conocimiento. Quizás habría sido más sabio, o al menos mejor para él, perderlo antes. Así no habría sentido cómo el zorro le violaba, ni habría visto todo lo que había visto. Así seguiría siendo un pobre ignorante...
??/??/???? (????)
Al abrir los ojos, lo primero que hizo fue tocar su oreja derecha, y la notó allí. Su estómago parecía estar como antes de todo aquello, y desde luego podía abrir su boca con completa normalidad. ¿Estaba todo bien? ¿Sólo había sido un sueño? Una pesadilla, más bien... Sólo tuvo que esperar a que su vista se acostumbrara a la iluminación de la habitación en que se encontraba para darse cuenta de que no había sido ningún sueño... Al menos no todo...
A su derecha había una mesilla con una lámpara de luz tenue y amarillenta, y más allá otra cama. Sobre la cama había un perro. Un akita llamado Anael, al que apenas había conocido el día anterior (había sido el día anterior, ¿no?) le devolvió una mirada cansada, sentado en el borde de la cama, cubriéndose la entrepierna con la sábana. Por lo demás, parecía desnudo por completo. Su pierna izquierda estaba allí, y donde había sido cortada la última vez que le vio apenas se veía, asombrosamente bien disimulada, una cicatriz.
-¿Estás bien?
En otras circunstancias, quizás se hubiese preocupado por ser mínimamente educado, y habría contestado que, obviamente, NO estaba bien. Pero no estaba en otras circunstancias, así que se limitó a salir corriendo de aquella habitación. Fuera había un pasillo largo, con varias puertas a cada lado. Él había salido por una de esas puertas. Sin pensar, corrió todo lo que pudo por el pasillo, hasta llegar a una puerta al final. Aún llevado por el pánico, la abrió, cruzó al otro lado y dio un portazo, esperando frenar a Anael, quien seguramente le estaba siguiendo (aunque no lo sabía con certeza, porque no se había preocupado en comprobar si alguien le seguía).
Cuando se giró de nuevo, buscando una salida, o alguna otra puerta que le condujese a una por donde escapar, vio que se encontraba en una sala grande y redonda, sólo iluminada lo suficiente para poder moverse por ella sin muchos problemas. Parecía una especie de taberna, o similar, con dos barras semicirculares donde la gente se sentaba y pedía sus bebidas, o comida de cualquier tipo, o simplemente hablaba. En la zona central, aunque no en el centro, había un par de mesas de billar, y otro par de mesas para jugar a las cartas. El resto de la "habitación" estaba lleno de mesas circulares, distribuidas uniformemente y separadas lo suficiente para hacer cómodo el estar allí, sin provocar demasiada sensación de agobio pero sin desperdiciar espacio. Curiosamente, todo parecía colocado de forma que, vista desde arriba, la sala fuese simétrica con respecto al centro de la misma.
Algo de música que no reconocía sonaba por la sala, y pasados apenas un par de segundos desde su entrada, dejó de oírla, como si alguien la hubiese estado tocando y repentinamente hubiera dejado de hacerlo al llegar él. Como una especie de corona, a 3 o4 metrosde altura desde el suelo había, bordeando toda la sala y pegada a la pared, lo que parecía algún tipo de plataforma anular con balaustre, por donde había también más gente conversando, y aunque desde abajo no se podía subir hasta allí (no había escaleras ni ascensor, al menos...) sí que se podían ver varias puertas arriba. A dónde daban, era algo que desconocía, y que no le importaba lo más mínimo... a menos que le llevasen a la salida de aquel sitio, por supuesto.
Un gran número de individuos de diferentes especies, colores y tamaños llenaba la "taberna". Todos estaban tan desnudos como el akita al que antes había visto y como (pronto se daría cuenta) él mismo, y conversaban con completa normalidad, como si fuese así como solían estar siempre. Posiblemente así ocurriese, aunque no le importaba más que el hecho de estar en territorio desconocido y lleno de miedo.
Cuando cientos de ojos se posaron sobre él, hizo lo único que su instinto de supervivencia le sugirió, y que era lo que ya estaba haciendo: correr, e irse lo más lejos posible de aquella gente. Pegado a la puerta de entrada, y viendo que se trataba de esquivar a un akita o esquivar a decenas o cientos de otros individuos para buscar otra salida que quizás no existiese, se giró para escapar por donde había venido, pero en cuanto lo hizo vio a un lobo junto a la puerta, de complexión esbelta, con un brazo extendido en dirección a la única salida que el conejo conocía.
Aquel mismo brazo se deformaba a la altura del codo, dividiéndose en varias raíces gruesas, como las de un árbol, que se retorcían y cubrían toda la puerta, impidiendo por completo su huída. Sin darle tiempo a reaccionar, el lobo hizo un gesto con el brazo derecho (el que tenía libre), que al principio interpretó como un puñetazo dirigido a él, hasta que de pronto, como salida de la nada, una serpiente de casi cinco metros de longitud se desenroscó del brazo del lupino (¿de dónde había salido la serpiente? Antes no estaba ahí...) y le saltó al cuello. A pesar de sus intentos, pronto el reptil le inmovilizó, sujetándole fuertemente por los brazos y el cuello y haciéndole caer durante el forcejeo.
-No te muevas si no quieres que te muerda.
Sin decir más, su brazo derecho (o lo que fuese) se apartó de la puerta, y las raíces se enredaron en torno a su cuerpo, sujetándole con tanta fuerza que le costaba respirar. La serpiente se deslizó por las propias raíces hasta el cuerpo del lobo, dejando sitio a éstas para que pudieran estrujarle los brazos y el cuerpo sin hacer daño al reptil. Como si no pesase nada, le levantó en el aire, abrió la puerta y le llevó, bien sujeto, hasta el otro lado del pasillo, y después de varias puertas, algunas bifurcaciones y numerosos pasillos más, llegaron al fin a una habitación grande y cuadrada. Anael les siguió, pero el resto de gente en la "taberna" se quedó donde estaba, algo que no sabía si debía tranquilizarle o preocuparle.
En la nueva habitación había una mesa de madera redonda, tres sofás, una gran alfombra y un televisor, y al lado lo que parecía una cocina. En una esquina, además, había una cama bastante grande, y tres puertas (dejando a un lado aquella por la que acababan de entrar), dos de ellas en un lado y otra en el opuesto, conducían a otras habitaciones. ¿De qué tamaño era aquel lugar? En cuanto entraron, el lobo cerró la puerta con fuerza y le soltó, empujándole hacia el centro de la habitación.
-¡Joe! Tu estúpido conejo se ha colado en la taberna. ¿Se puede saber qué coño estabas haciendo? Si no llego a intervenir, podrían haberle matado, o haberle preñado otra vez...
Antes de que siguiera hablando, el akita le interrumpió para excusarse por lo ocurrido.
-Ha... Ha sido culpa mía... Tenía que vigilarle en mi cuarto, pero cuando se despertó estaba muy asustado y...
El lobo le dio un golpe de revés en la cara, haciéndole caer al suelo a un par de metros de distancia. El lupino parecía enfadado, y no poco, mientras en perro trataba de mantener su sonrisa como antes al mismo tiempo que se levantaba, algo que contrastaba bastante con el hilo de sangre que ahora chorreaba por su cabeza y su ojo derecho, que parecía más hundido en el cráneo de lo normal y no se movía igual que lo hacía el izquierdo.
-¡Perro estúpido! ¡Tendrían que haberte cortado la cabeza al mismo tiempo que las alas! ¡No sirves de nada!
El lupino hizo un gesto de nuevo con la mano derecha, de la que creció, como si de un árbol y no un lobo se tratase, una especie de bastón de madera con un extremo en forma de garfio, con el que trató de golpear de nuevo a Anael en la cabeza. El perro no hizo ningún gesto para defenderse o esquivar el golpe, para sorpresa de Nikolas, que observaba paralizado lo que ocurría ante él.
Antes de que se produjese el impacto, la puerta de entrada a la habitación pareció estallar en un millón de astillas, y muchas de ellas se clavaron por todo el cuerpo del lobo, aunque ninguna alcanzó al akita ni al conejo. Entonces un león demasiado familiar apareció, como de la nada. Con asombrosa facilidad cogió la "vara" con la mano izquierda, y con la derecha dio un zarpazo al lobo en el pecho, que gritó al ser herido y ver cómo su sangre manchaba la pared y parte del techo.
Rápidamente, Leo partió la vara y golpeó en las piernas con ella al lupino, haciéndole caer, y como desapareciendo y apareciendo instantáneamente, el león le aplastó contra el suelo pisándole, e impidiéndole moverse, mientras le apuntaba a la cara con lo que quedaba de la vara.
-Vuelve a tocar a Anael o a Nikolas sin mi permiso o el de Joe, y te saco las tripas.
-El perro es tan tuyo como mío... ¡Agh!
Interrumpiéndole con un fuerte pisotón en el estómago, el león continuó su discurso.
-El perro se llama Anael. Y si es tan tuyo como mío, entonces creo que deberíamos decidir entre los dos qué se hace con él. ¿No?
Aprovechando la pelea, el conejo trató de escapar de nuevo de allí, saliendo por el hueco que había quedado donde antes estaba la puerta que había "estallado" a la llegada de Leo. El akita, que hacía unos momentos estaba aún en pie y con la cara empapada en sangre que brotaba de su ojo derecho y una brecha en su cabeza algo más arriba, caía al suelo sin que su mano derecha, que había empezado a levantar hacia su cara, llegara a tocarla.
En cuanto Nik llegó al pasillo, una fuerte ráfaga de viento le empujó hacia atrás, y apenas un instante después varias cadenas negras aparecieron de la nada, unas sujetándole por el cuello, casi estrangulándole, otras pegando sus brazos a su cuerpo con fuerza y otras juntando sus piernas, inmovilizándole por completo. Ante su incrédula mirada, su cuerpo continuaba el camino que había comenzado un par de metros más, antes de caer al suelo.
Las cadenas le mantuvieron sujeto y tiraron de él hacia el interior de la habitación sin que pudiera resistirse. Acababa de ver su cuerpo caer ente él... ¿Qué significaba aquello? Quizás lo más extraño de todo era que no había sentido ningún dolor, y que ya no sentía miedo. Ahora simplemente estaba confuso. Pronto, quien fuera el que le había encadenado de aquella manera le llevó hasta uno de los sofás en la habitación. Leo y el lobo habían estado hablando/discutiendo algo, pero no les había prestado atención.
Le costaba escuchar lo que ocurría a su alrededor. Era como si toda su atención se la llevaran aquellas cadenas, aquella extraña sensación, y todo lo demás casi parecía borroso, como "mal definido", de algún modo extraño. Incluso cuando le arrastraron al sofá le había costado darse cuenta de que lo que había debajo suyo era el sofá que había visto hacía poco.
Algunas siluetas se reunieron a su alrededor. Una de color marrón claro, algo amarillenta, y otra gris, con la parte central roja... Debían de ser Leo y el lobo. Luego una silueta de color más bien morado, y arriba de ésta otra de tamaño más pequeño, de color marrón y blanco. Seguramente sería alguien cargando a Anael. Por último, una silueta más, de color azul oscuro, con un bulto blanco encima. No tuvo, sin embargo, ningún problema para ver a la cebra que había entre todas las siluetas, y que sujetaba sus cadenas... ¿O las cadenas salían de las rayas negras que había sobre su cuerpo?
La cebra debía ser más o menos de su misma estatura, y tenía los ojos verdes. Músculos no le faltaban... En todo caso le sobraban. Un pequeño vistazo le permitió comprobar que todas las cadenas parecían "brotar", efectivamente, de las rayas negras que cubrían el brazo derecho del musculoso equino.
-No temas, Nik. Debes escucharnos. Sólo queremos ayudar. Entendemos que estés asustado, pero corriendo como un histérico de un lado a otro no conseguirás nada.
-¿Qué me has hecho? ¿Quién eres?
-Soy Alex. He separado tu alma de tu cuerpo. Voy a juntarlos de nuevo, pero debes prometerme que NO saldrás corriendo, o volveré a separarte de tu cuerpo.
-...... Vale...
-Bien. Quiero que te tranquilices.
-Estoy tranquilo...
-No. Esa es la sensación que tienes porque te he separado de tu cuerpo. Un momento...
Durante unos segundos, también la cebra se empezó a ver como una silueta mal definida. Podía oír un murmullo... ¿Estaba hablando con los demás? ¿Qué estarían diciendo? Pronto la cebra apareció igual que antes y le habló de nuevo.
-De acuerdo. Lamec va a inyectarte algunas sustancias tranquilizantes. Te sentirás algo adormilado, pero es posible que aún te notes nervioso, así que debes intentar permanecer tranquilo...
-¿Quién es Lamec?
-Es el lobo... Intenta estar tranquilo, ¿vale?
-Sí...
-Vuelves a tu cuerpo... Una... dos... ¡Tranquilo! Y...
Le dolía la cabeza, la mordaza en la boca le apretaba demasiado y los grilletes le hacían daño en los tobillos y las muñecas. Llevaba casi una hora así. Vale que "tranquilo" habría sido la palabra menos adecuada para describir cómo se encontraba cuando Alex le devolvió de nuevo a su cuerpo, pero aquello le parecía exagerado... Tal vez no tanto teniendo en cuenta lo rápido que había empezado a correr en cuanto le dejaron en el suelo, pero aún así le había molestado.
Hagos, el toro azul que resultaba ser realmente el hijo que había tenido el viernes con Joe, estaba sentado sobre una especie de sillón o trono improvisado que él mismo había hecho con hielo. Brian, el ogro, también hijo suyo, le observaba de reojo agazapado en la esquina opuesta del cubículo en que se encontraban, con la boca abierta, babeando y frotándose una oreja con la mano derecha. Básicamente era como una celda cúbica de piedra maciza, con una puerta de metal gruesa por la que se entraba o salía.
A todos los efectos estaba encadenado y amordazado en una especie de prisión de piedra, vigilado por dos de sus cinco hijos... A menos que tuviese más y no se hubiese enterado. Hagos y Brian resultaban ser más pequeños que en el supermercado. Debían medir unos tres metros de alto cada uno. Ya ni le importaba que cambiasen de tamaño... Aquello era demasiado increíble como para pensar que seguía cuerdo. Así que, una hora después de que le tuvieran allí, habiendo pataleado todo lo que había podido patalear (nada con aquellos grilletes, para ser más exactos), y después de decidir que la histeria y los nervios no le iban a sacar de allí (no vivo, al menos) se encontraba mejor para hablar con quien hiciese falta y escuchar lo que tuvieran que decirle.
Hagos, cuyas marcas brillaban en todo momento, pareció darse cuenta, algo que Nik no entendió, ya que el bovino seguía con aquella venda en la cara... Lentamente se acercó al conejo y le quitó la mordaza de la boca, que estaba empapada en saliva y lágrimas. Su garganta, sin embargo, estaba completamente seca.
-A... agua...
-Brian. Llama a los demás y trae un vaso de agua para madre.
En cuanto el ogro desapareció de su vista y la puerta se cerró de nuevo, el toro colocó sus manos sobre el rostro del conejo y comenzó a palparle con asombrosa delicadeza. Cuando le cogió las orejas y las recorrió con sus enormes manos, sonrió levemente, y justo después se frotó sus dos orejas, tan alargadas como las de Nikolas.
-¿Eres ciego?
-... No puedo veros con mis ojos, si es eso lo que preguntas. ¿Eres un conejo o una liebre?
-... Un conejo.
-Tienes unas orejas muy largas para un conejo... Son como las de Thor...
Con el mismo cuidado con el que había palpado su cara, comenzó a palpar su pecho, casi como acariciándole, y acercó la cara un instante para olerle a la altura del cuello.
-¿Thor?
-Uno de nuestros hermanos. El otro era Pit.
-¿Dónde están?
Antes de contestarle, dejó de palparle por unos segundos. Luego sus manos recorrieron su abdomen, frotándole el ombligo de una forma extraña, como fascinado por aquello. Tras un suspiró, continuó.
-... Murieron. Cuando Pit despertó se transformaron en piedra. Brian y yo buscamos una forma de devolverles a la normalidad, pero les hicieron pedazos antes de poder ayudarles.
-¿Se transformaron en piedra? ¿Cómo?
-Era el poder de Pit. Podía convertir a la gente en piedra... despertó en un mal momento y... bueno...
-...... ¿Quieres decir que se levantó de la siesta o algo así, y se convirtieron los dos en piedra?
-No. Tanto ángeles como demonios, y la mayoría de ajenos, solemos tener algún poder. En principio, nuestro poder está limitado hasta cierto punto, pero si por cualquier razón sobrepasamos ese punto nuestro poder aumenta. El momento en que se sobrepasa ese nivel se llama "despertar". También hay mortales y semi-mortales que albergan algún poder. Son ángeles o demonios reencarnados. El momento en que vuelven a transformarse en el ángel o demonio que fueron en su vida anterior también se llama "despertar", así que un ángel o demonio reencarnado en un mortal o semi-mortal puede despertar dos veces. Esa es la teoría, al menos... Muchas veces los ángeles y demonios reencarnados en mortales no llegan a "despertar", y viven como simples mortales toda su vida.
Mientras decía aquello, el bovino se había arrodillado ante él, apoyando su cabeza contra el pecho de Nikolas, como intentando escuchar algo dentro, o simplemente por el placer de estar tan cerca de su "madre". Con sus manos empezó a masajearle las piernas con sorprendente... ¿dulzura? No lo sabía. Pero no era lujuria, desde luego, y Hagos le transmitía una extraña tranquilidad. Aquellas enormes manos se mostraban tan hábiles como placentero el masaje, y pronto empezó a olvidar el dolor que los grilletes le provocaban en los tobillos.
-¿Quieres decir que eres un ángel, o un demonio, o la otra cosa?
-Ajenos... No son ángeles ni demonios, pero no son mortales, desde luego... Y sí. Yo soy un ángel, igual que Brian o Lamec, por ejemplo... Lamec es el lobo de antes.
-¿Y los demás? ¿Qué son?
-Eso no es importante. Es como preguntar si alguien es un gato o un perro, o si tiene el pelo áspero o suave. Aún así te puedo decir que Thor y Pit también eran ángeles. Joe es un demonio. Supongo que tienes derecho a saberlo. Somos tu familia, ¿no?
-...... un demonio... He tenido sexo con un demonio...
-Ya te he dicho que eso no es importante... Melchor era un ángel y no ha dudado en violarte... El del supermercado...
-¿El zorro era un ángel? Mató a la tigresa...
-¿Era un zorro esta vez? Un zorro ártico, o albino por lo menos, ¿verdad?
-Sí... ¿Cómo lo sabes?
-Le encantan los zorros. Sobre todo los zorros árticos. Ese no es su verdadero aspecto, aunque no sé cuál es... Y no te preocupes por la tigresa. No era real.
-¿Cómo que no era real? Lo vi delante de mis propios ojos...
-No te lo puedo explicar. Pregúntale a Anael si quieres, cuando le veas. Y no intentes escapar de nuevo, por favor... En este plano, éste es el único sitio donde no se te quiere muerto, o al menos está prohibido matarte. No conviene hacer que eso cambie.
-¿Por qué quieren...?
La conversación se vio interrumpida repentinamente, ante la súbita aparición de Leo, que esta vez abrió la puerta antes de entrar en la "celda", aunque con tal sigilo que Nik no pudo evitar sorprenderse al verle a apenas dos metros de él, mientras que el toro, aún ciego, se había percatado de su presencia antes siguiera de que la puerta se moviera. En el mismo instante en que el león hacía aparición, Hagos ya se había levantado y apartado del conejo, sentándose rápidamente de nuevo en su "sillón" de hielo.
-Buen oído...
-Me ayuda a sobrevivir.
-¿Estás mejor, Nik? Sé que todo esto es un poco violento para ti, pero no te puedo dejar ir sin explicarte antes algunas cosas. He pensado que agradecerías que fuese yo quien hablase esto contigo, antes que un grupo de gente a la que apenas conoces... Si no te importa, Hagos y Brian van a estar delante. Llevan algún tiempo buscándote, y sería cruel no dejarles ver a su "madre" aunque fuera sólo un rato.
-...... ¿Sabías todo esto?
-Por supuesto...
-¿Desde hace cuanto tiempo?
-Lo siento. Esa pregunta no tiene sentido para mí... Si te digo que desde siempre, supongo que te bastará.
-¡¿Y por qué nunca me has dicho nada?!
-Porque no puedo actuar cuando no puedo actuar... Ahora puedo. Puedes preguntarme lo que quieras.
-...... ¿Sabías que había tenido cuatro hijos con Joe este viernes?
-Sí. Creía que mi indirecta cuando hablamos por el móvil la última vez había sido bastante directa...
-Y... sabías lo que iba a pasar en el supermercado... ¿Verdad?
-Sí, claro. Envié a Anael para que te ayudara. Aunque no pasó en el supermercado. Pero sigues vivo, que es lo importante. Quemé toda su ropa, por cierto. Te he guardado el colgante de tu hermano y el móvil. Lo demás estaba infectado.
Antes de que hiciera la siguiente pregunta, se oyeron algunos golpes en la puerta, que Leo abrió y por la que entró Brian, que se fue de nuevo a una esquina a observarle. Ahora que se fijaba, iba vestido... Y Hagos llevaba aún su taparrabos. Era extraño. Todos los demás estaban desnudos. Al menos, a los que había visto... El ogro había traído con él un vaso de agua, que el león cogió y del que, tras acercarlo a los labios del conejo, éste bebió el líquido como si estuviera muriéndose de sed. Luego, Nik respiró hondo, antes de hacer la siguiente pregunta, dando tiempo a Leo a apartarse un poco.
-... ¿Qué eres? Hagos me ha dicho que él es un ángel...
-¡Oh! Bien, bien... Yo soy un demonio. ¿Contento? Apuesto que no. A los mortales les asusta... Seguro que a ti también.
-...... Dios...
-No, no, no... Deja tus creencias para otro rato... Mira. Ser un ángel o un demonio es algo completamente trivial... Lo que pasa es que... yo qué sé... los ángeles tienen mejor fama, ¿sabes? Tienen políticas de no-acción sobre el mundo mortal y esas cosas. La mayoría, al menos, las cumplen. Los demonios no, y por eso de vez en cuando alguno la arma, y los mortales se escandalizan, pero... los ángeles son iguales, ¿sabes? Pero eso es por la fama que nos dan algunos desgraciados que se aburren mucho y no tienen nada mejor que hacer que armar follón. Mira... hace unos años... O siglos, yo qué sé... Tampoco importa mucho... El caso es que algunos demonios acabaron hasta los huevos de los ángeles, y su rollo de "yo molo más y te mato si quiero, por impuro", y no me preguntes cómo pero al final los ángeles acabaron todos estériles, y la inmensa mayoría de las hembras murieron, así que no pueden procrear... No es que importe mucho, en mi opinión... Ángeles, demonios y ajenos somos inmortales al tiempo, ¿sabes? Pero algunos querían tener hijos y les jodió, así que se pusieron a experimentar. Resumiendo, eres un experimento, el viernes se te forzó a "despertar" y... ¡Ah, sí! Despertar es...
-...... Ya sé lo que es...
-... Hagos, se te va la lengua... Bueno, no importa. El caso es que eres el bicho más fértil que habita tu plano, pero sólo parirás ángeles. Así que los ángeles quieren follarte como conejos, lo que no deja de ser irónico, porque eres un conejo...
-......... ¿Por qué yo?
-Mira... Te toca a ti porque tú eres el experimento. Has sido creado exclusivamente para ese fin... Es obvio que si iban a intentar preñar a alguien era a ti, y no a otro.
-¿Pero por qué no a una hembra cualquiera?
-¿No es obvio? Mantienen una política de no-acción. Ya te lo he dicho. Ellos no interfieren en el mundo de los mortales... No lo hacían antes al menos... Sólo a veces... No pueden ir a tu plano y raptar hembras como si fueran... yo qué sé... no lo hacen... Además, casi todos son estériles, salvo algunos que nacieron después de aquello... Y tampoco iban a probar a fertilizar a otros machos... ángeles, quiero decir... Los ángeles penan las relaciones carnales de carácter homosexual con la muerte, ¿sabes? Sé que es una ley absurda. Muchos ángeles lo piensan, pero no lo admiten. Así que crean a alguien como tú, a quien se pueden follar a placer, y arreglado. No eres el primero... Aunque intentamos que seas el último.
-Pero... pero... soy un tío...
-Bueno... lo pareces... técnicamente lo eres. Has tenido un hijo. Eso demuestra que tienes cojones y que funcionan. Pero sigues siendo un experimento, así que eres un objeto o una herramienta. Para muchos eres "algo", no "alguien". Así que no importa cuántas veces tengamos sexo contigo: no somos gays, porque no eres un tío. Divertido, ¿verdad? A mí tampoco me lo parece...
-... ¿Cómo haréis que yo... sea el último? Cómo sabéis que no habrá más...
-Mmm... Esa es una pregunta más delicada... Hay dos posibilidades... La primera es matarte y destruir tu cuerpo, y algunas cosillas más etéreas... También habría que destruir todo lo que respecta a investigaciones, datos recopilados, etc. que puedan tener los ángeles que se encargaron del estudio, y por supuesto habría que matar a esos ángeles por lo menos. Los ángeles nacidos de tu vientre y del de anteriores experimentos son fértiles, así que ya podrían reproducirse... Todos ganan...
-¿Y por qué no les basta con esos ángeles?
-Porque esos ángeles están de nuestro lado, o bien los que están del suyo simplemente no tienen a ninguno otro del sexo opuesto para procrear... Y los que están de nuestro lado están bastante enfadados, por cierto... Con los "mandamases" de su clase, quiero decir...
-... ¿Cuál es la otra opción?
-Todo igual, pero te dejamos vivir y corremos el riesgo de que te cojan. Como entenderás, la primera opción es, en general, más cómoda, porque no nos obliga a defenderte una y otra vez... Y nos permite atacar sin ningún problema a quien haga falta.
-¿Por qué no me habéis matado entonces?
-Hubo una serie de votaciones al respecto entre los líderes de nuestro bando. Por suerte para ti, yo y Joe tenemos bastantes contactos... dejando a un lado que somos parte de los líderes del bando... Así que... trato aquí, y trato allí... sigues vivito y coleando, para resumir. Aunque en teoría fue una votación objetiva y justa, sin trampas ni tratos, así que mejor ten la boquita cerrada sobre eso, o me veré obligado a cortarte las cuerdas vocales y todo lo que las rodea. No me obligues a hacerlo, por favor... Joe se enfadaría conmigo... Y además, aunque sea un lapso de tiempo insignificante para mí, nos conocemos desde hace veinte años, y te he cogido algo de cariño...
-...... Quieres decir que... soy... un experimento y... los que no me quieren muerto me... me... quieren usar como... a un objeto... ¿o algo así?
-Dicho así, suena muy mal... pero vamos... Hay alguna gente a la que le da igual si vives o mueres, y hay gente que hasta te quiere... Y no conozco a nadie de tu plano que te tenga un odio especial... No está tan mal... Joe, concretamente, ha hecho de todo para que no te ejecutaran, y a mí me caes bien, y varios de los líderes de nuestro bando opinan que tienes derecho a vivir...
-......
-Bueno. Supongo que quieres estar tranquilo un rato después de esta pequeña charla, y yo tengo algunos asuntos que atender, así que te dejo con Hagos y Brian. Podéis soltarle cuando queráis, por cierto... Anael no ha terminado aún su visita a la sala de penitencia, así que podéis charlar con vuestra "madre" un rato y animarle, si queréis. Supongo que no será necesario avisaros cuando salga Anael...
Sin decir nada más, Leo abrió la puerta y se dispuso a salir, justo antes de que Hagos le detuviera con una pregunta.
-¿Cómo está padre?
-Aún se está recuperando... Pronto estará bien.
Sin más, el león desapareció de su vista, y el toro simplemente se acercó a Nik, sacando una llave de la nada, aparentemente de hielo, y usándola para quitarle los grilletes a su "madre". De pronto, las marcas en su cuerpo, que habían estado brillando todo el tiempo, se "apagaron" por un instante, como si se tratase de un leve parpadeo.
-...... Mentiroso...
No se lo estaba diciendo a él. De eso estaba seguro. ¿Se refería a Leo, entonces? Tampoco le importaba demasiado. Acababa de enterarse de que su simple existencia sólo tenía sentido porque alguien le había concebido como un experimento, como un objeto... que muchos le querían muerto, y que el león que había estado con él la mitad de su vida, y al que había considerado un amigo, o lo más cercano a uno, ya lo sabía y nunca le había dicho nada. ¿Cuánta gente más había que sabía aquello, que le saludaba todos los días y nunca le había contado nada?
Quizás más horrible que el saber que sólo era fruto de un experimento era la sensación de que toda su vida estuviese controlada por otros, conocidos o desconocidos, y la impotencia que sentía ante aquella situación. Su vida no tenía ningún sentido. Incluso era posible que todo lo que creía que le gustaba, todo lo que había hecho, hubiese sido "programado" de antemano. ¿Y si las decisiones que había creído tomar habían sido tomadas siempre por otros, y estuviese siendo controlado de alguna manera? No tenía ninguna forma de averiguarlo, pero sólo aquella idea le hacía sentir aún más miserable.
¿También los pensamientos que cruzaban su cabeza en ese momento habían sido "colocados" allí por alguien, o algo? En otras circunstancias aquella idea habría sido absurda, y habría pensado que estaba loco, pero había visto a Hagos congelar medio supermercado, a Leo desaparecer y aparecer en menos de lo que dura un pestañeo, al lobo, Lamec, hacer brotar raíces de uno de sus brazos e invocar a una serpiente, y Joe le había dejado preñado, le había hecho parir la misma noche, y sus hijos habían crecido en apenas dos o tres días lo que él habría tardado en crecer veinte años por lo menos.
Cuando Hagos le quitó los grilletes, la falta de comida, el excesivo bombardeo de una información que no podía asimilar tan rápido como le llegaba, la sensación de que su vida no tenía ningún sentido y de que todos aquellos en quien confiaba le habían engañad o traicionado en cierto modo hicieron que no se pudiese mantener en pie por sí mismo. ¿Para qué iba a moverse de allí? Muerto estaría mejor.
Aunque saliese de aquella celda, o de todo el edificio (si es que era un edificio), y corriese y lograse huir, y aunque le dejasen escapar, y todos le dejasen tranquilo, incluso si todos muriesen y él fuese el único que quedase sobre el planeta Tierra, la sensación de que todo lo que hacía estaba siendo controlado, y de que no era él quien decidía sobre sus propias acciones le resultaba tan agobiante y le hacía sentir tan impotente que, en ese instante de su vida, estaba convencido de que la muerte era la única forma de conseguir algo de libertad.
Sobrepasado por aquellas sensaciones, se dejó caer, o simplemente cayó sin quererlo, sólo para ser recogido antes de golpear el suelo entre los brazos del toro que le había quitado los grilletes. Lo que ocurrió después no quedó registrado en su memoria. Podría haber ocurrido cualquier cosa, y no se habría enterado. Físicamente estaba allí, y quizás también en espíritu, si es que le habían dado un alma al "crearle", pero su consciencia desde luego no estaba presente. Su cuerpo sudaba un sudor frío y sus pupilas estaban dilatadas, su boca abierta y sus brazos, al golpear contra el cuerpo del bovino, se habían extendido sin permiso de su dueño y se habían agarrado a él con fuerza, y así permanecerían durante lo que, al recobrar la consciencia, le parecerían días.
??/??/???? (????)
Abrió los ojos, que estaban aún humedecidos e hinchados por las lágrimas que hacía aún poco tiempo había derramado. Contra su rostro, una suave capa de pelo azul oscuro le hizo recordar dónde (o al menos junto a quien) estaba. Rápidamente se separó del bovino y salió de la habitación en que se encontraban. Corrió a la cocina, abrió el cajón de la cubertería y cogió el cuchillo más afilado que encontró. Era el cuchillo que su madre siempre usaba para cortar las zanahorias y las cebollas.
De pronto se dio cuenta de por qué había tardado tan poco en orientarse, en llegar a la cocina y en coger aquel cuchillo, que tan fácilmente había reconocido. Sorprendido, con el filo del cuchillo a escasos centímetros de su muñeca, dejó caer el cubierto y miró a su alrededor. Aquella era la casa en la que había vivido con sus padres y su hermano, cuando era joven. El reloj de pared en la cocina, los pequeños armarios, llenos de cazos y sartenes, la mesa en el comedor, con cuatro sillas alrededor, una de ellas con una pata medio partida, y el sofá, lleno de cortes y manchas, cerca de una mesita donde estaba la radio que su madre encendía todos los días, después de las comidas, para escuchar algún culebrón, o que su padre ponía en marcha cada mañana para conocer las noticias.
De pronto, una puerta se abrió, y de ella salió Tom. No su hijo, sino su hermano, aunque con el aspecto que tenía la última vez que le había visto con vida. El joven conejo le observó, al principio con cara de sorpresa, pero después una gran sonrisa cruzó su rostro.
-¡Nik! ¡Estás bien! ¡Mamá, papá! ¡Nik se ha despertado!
-¿Tom...?
Otra puerta, la del cuarto de sus padres, se abrió también, y dos conejos adultos salieron de la habitación y entraron en el comedor, donde Nikolas aún no podía creer lo que ocurría. Tom había ido corriendo hacia él y le estaba abrazando, sin importarle que estuviera desnudo, o que obviamente no tuviese la misma edad que él. Sus padres también sonreían, y se acercaban a él más lentamente, aunque con el mismo entusiasmo con que Tom lo había hecho.
-Papá, mamá... ¿Cómo...? Y... Tom... ¿Qué hacéis aquí?
Antes de responderle, sus padres le abrazaron, y su madre le dio un beso en la mejilla (poniéndose de puntillas par poder llegar...). Quizás fuera el hecho de que lo necesitaba, o de que hacía años que su madre no le daba ningún beso (por razones obvias...) pero aquel le pareció el más cálido y reconfortante de todos lo que había recibido en, al menos, los 20 últimos años. Su padre se separó un poco y le miró de arriba abajo, sorprendido de verle así.
-Has crecido mucho, hijo... Y por todas partes, por lo que veo. Ya me estás dando envidia. Seguro que tu madre me habría dejado por ti si no fueses su hijo, je, je...
-¡No digas eso, cielo! Yo nunca te dejaría por otro, por muy guapo o fuerte que fuese... ¿Y tú cómo estás, Nik, cariño?
-Pues... yo...
A partir de ahí, Nik no pudo contarles todo lo que había averiguado sobre sí mismo. Quizás estuviese muerto, o quizás sólo estuviese soñando. Eso no lo sabía, y no le importaba, siempre que pudiera estar con su familia. No iba a estropear aquel día pensando en todo lo que había descubierto, y menos aún contándoselo a sus padres o a su hermano. El simple hecho de ver de nuevo a sus padres y a su hermano le había devuelto la sonrisa, y le había hecho llorar de felicidad, aunque sólo fuera por un rato.
Durante horas hablaron, a veces de asuntos triviales, y otras de cosas más importantes... Le dieron, por supuesto, algo con lo que taparse, y se mostraron atentos y comprensivos todo el tiempo. Incluso cuando confesó a sus padres su orientación sexual y en qué trabajaba, algo que no se había atrevido a hacer cuando aún estaba vivo, ambos le siguieron ofreciendo una amplia sonrisa, y le felicitaron por tener el valor suficiente para contárselo (Tom no estaba delante cuando se lo contó, claro...).
El día transcurrió tranquilamente, ya fuese en la casa o en el parque al que Tom iba a jugar, acompañado por Nik, que de pequeño sólo miraba, pero que ahora pudo también participar en la diversión de su hermano y la suya propia. Cuando el sol amenazó con desaparecer tras la línea del horizonte, y el cielo se oscureció, volvieron a su hogar y cenaron. Luego se despidieron unos de otros, y cada uno fue a su habitación a dormir. En cuanto atravesó la puerta de su cuarto, sin embargo, una parte de su sonrisa se esfumó. Sobre la cama estaba Hagos, a quien había olvidado en el mismo momento en que había visto a Tom, y a su lado estaban Brian, dormido, y Anael, con el torso cubierto por vendas, y aunque estaba vestido se podía intuir que debía tener heridas en otras partes del cuerpo también.
-... ¿Qué hacéis aquí? Estáis... ¿muertos?
-No. Ninguno de nosotros cuatro está muerto.
-... ¿Por qué jugáis conmigo?
Tanto Hagos como Anael parecieron sorprendidos por aquella pregunta. Brian, dormido como estaba, obviamente no reaccionó. Fue el akita el que habló esta vez.
-No jugamos contigo. ¿Por qué preguntas eso?
-¿Cómo que no jugáis conmigo? ¡Estáis jugando conmigo! Os... os... ¿os parece gracioso? ¡¿Os estáis riendo de mí?!
-Ya te he dicho...
-¡Me da igual lo que me hayas dicho! Primero vas de amiguito conmigo, luego casi morimos, ahora... ahora... ¿qué coño era todo eso? ¿Son marionetas, robots o algo así? Eran... eran muy reales... ¡Y no os consiento que juguéis conmigo de esta forma! Es muy cruel... No sabéis lo que es verles de nuevo... ¡Creía que estaba muerto, y que iba a estar con ellos para siempre! ¡Me hacía sentir alguien! ¡Y me gustaba! ¡Y era todo mentira, ¿verdad?! ¡¡¿Verdad?!!
Brian se despertó ante los gritos, y Hagos se levantó con cuidado, acercándose a Nik y tratando de cogerle por el hombro.
-Madre...
-¡No me toques! No... ¡No tienes derecho a tocarme! ¡Y no me llames madre! ¡Yo no quería tenerte, ni a ti, ni al ogro, ni a los otros dos! ¡Joe no me dijo nada de lo que iba a pasar! ¡Prácticamente fue una violación! ¡No deberíais haber nacido nunca!
De pronto, el ogro se puso a gritar como un histérico y le saltó encima, tirándole al suelo mientras hacía ruidos incoherentes. Sin dejarle moverse, empezó a darle puñetazos en la cara y en el pecho, aunque afortunadamente sólo tuvo tiempo de golpearle tres veces antes de que Hagos le cogiera por los brazos y les separara. Brian tenía los ojos inyectados en sangre y algunas lágrimas resbalaban por sus mejillas. El bovino le habló con una voz quebrada, cargada de rabia y frustración.
-Me da igual quien seas. No tienes ningún derecho a hacer llorar a Brian. Sácanos de aquí, Anael.
-... Pero...
Quizás por la súbita oleada de frío que les invadió, congelando incluso la sangre que salía por la nariz de Nik tras los golpes propinados por el ogro, el akita quedó en silencio antes de terminar la frase.
-Sácanos. Por favor...
Con un suspiro y un movimiento de mano, en la mano derecha de Anael apareció un libro, que abrió rápidamente, y tanto Hagos como Brian desaparecieron sólo un segundo después. El perro le miró durante algunos segundos, mientras él se levantaba, con la mandíbula dolorida, la nariz y la boca sangrando levemente y lo que pronto sería un moratón en el hombro izquierdo.
-... ¿Por qué les has dicho algo así?
-...... ¿A ti qué te importa? Sólo son unos críos... Me da igual qué aspecto tengan. Sólo tienen dos o tres días de edad, y ya van de listos, ocultándome cosas y engañándome... ¡Como todos vosotros!
-Sólo tienen dos o tres días para ti... El tiempo no avanza igual en tu plano que en el nuestro... Ni siquiera sigue un orden lineal... Para ellos podrían haber pasado segundos o siglos, mientras que tú pasas unos minutos de tu vida ajeno a ello... Y te aseguro que no han pasado sólo segundos buscándote... Llevan buscándote toda su vida, desde que se enteraron que estabas en peligro, para protegerte. Los ángeles entre los que se han criado son los que intentan capturarte, y les están persiguiendo porque decidieron ayudar a su "madre", a la que no conocían hasta hace dos días. Así que los demonios les odian por ser ángeles, y los ángeles por ser unos "traidores". Sólo les faltaba que su "madre" les dijese que no deberían haber nacido...
-Yo no...
-Déjalo... No importa. Vámonos a tu casa...
De nuevo, el akita abrió el libro. Todo se volvió borroso por unos instantes, y pareció dar vueltas, pero pronto aquella confusa sensación desapareció, y tanto el conejo como el akita se encontraron en la habitación de Nikolas. Esta vez, en el piso en que vivía actualmente con su hijo Tom.
-Vengo a vivir aquí contigo y con tu hijo. Me encargaré de crear barreras de protección por toda la zona, mantenerlas, vigilar todo lo que ocurra a tu alrededor y si fuera necesario protegerte de cualquier ataque... No discutas lo de por qué tengo que vivir aquí o por qué no, por favor... Son órdenes de Manecillas. Para cuando pregunte tu hijo, soy el sobrino de un compañero tuyo de trabajo y me estás haciendo un favor. Te pagaré un alquiler, para disimular... Manecillas me ha pedido que te de el billete de lotería que saldrá premiado estas navidades, para compensarte por las molestias...
Mientras hablaba, el canino se fue quitando la ropa, dejando a la vista las vendas que cubrían su torso. En la espalda se podía observar sin problemas una gran mancha de sangre, aunque ya debía de estar seca, porque no olía demasiado. En las piernas, a la altura de las rodillas, llevaba más vendas, también manchadas de sangre, y tenía una marca, seguramente hecha con hierro al rojo vivo, en la nalga izquierda, con la forma de un círculo con tres líneas dentro, y un círculo más pequeño en el centro.
-¿Qué te ha pasado?
-...... Lamec ha renunciado a su poder sobre mí, así que ahora pertenezco a Manecillas. Lamec tenía derecho a recordarme que antes era también suyo...
-Eres un... ¿esclavo?
-... Supongo. Pero Manecillas me trata bien. Ha comprado cosas para curarme la cara después de que Lamec me golpeara... Y no me humilla delante de los demás... Y me llama por mi nombre...
-Pero... eso es horrible... No deberías ser propiedad de nadie...
-Eso dice Manecillas, pero si me deja libre cualquiera puede reclamarme y hacerme cualquier cosa. Por eso me ha marcado. Así nadie tiene control sobre mí salvo él...
-¿Pero por qué no puede liberarte y que nadie te haga nada?
-...... En mi plano hay ángeles y demonios, y también hay otros seres, llamados ajenos. Los ángeles tienen alas, y viven en una isla flotante, que el resto de seres no pueden ver desde abajo. Cuando sale el sol... Bueno, no es como en la Tierra, pero es algo parecido... La isla lo cubre, e impide a los demonios que hay abajo ver su luz. Los demonios, malditos con dos cuernos sobre su cabeza, viven abajo, sobre tierra negra y roja, entre llamas que nunca se apagan. Un ajeno puede ser el fruto de la unión entre un ángel y un demonio. Es una unión prohibida, un pecado que ni unos ni otros perdonan jamás. También puede ser un ser, no-mortal, creado para cumplir un cierto fin. En ambos casos, un ajeno nace sin honor, dignidad ni derechos. Esa es la ley... Tú eres un ajeno, supongo...
-¿Y tú? ¿También eres un ajeno?
-No... A veces, quizás por accidente, o porque ha alcanzado el poder suficiente, un demonio puede llegar a la isla, pero nunca tocará su superficie con vida. Eso es lo que se dice. Otras veces, un ángel que haya perdido su "honor" o su "dignidad" será arrojado desde el punto más bajo de la isla. Se le clavará en el pecho una daga de luz de luna. Sus alas serán atadas fuertemente por delgadas cuerdas de sangre de demonio, sus ojos vendados y sus extremidades inmovilizadas. Al caer, lo cables se tensarán y le arrancarán las alas, impidiéndole volar de nuevo hasta la isla, en caso de sobrevivir a la caída. La daga le impedirá curarse, o defenderse siquiera, al sellar su poder, y las ataduras no le permitirán moverse ni huir, y una vez abajo, el ángel quedará a merced de cualquier demonio que pase, rodeado por las llamas que nunca se extinguen, o quemándose en ellas. Yo soy un ángel sin alas, como deducirás... No se pueden regenerar como el resto del cuerpo una vez son cortadas con esos cables...
-...... ¿Qué hiciste para... bueno... todo eso?
-Enamorarme y no hacer nada para evitarlo... De Ariel, mi hermano. Hicimos... hicimos el amor el día anterior a su boda. Fue... Fue una idea suya, en realidad, pero no le pude detener y... nos descubrieron. Así que yo perdí mi "honor" y mi "dignidad"... Ariel dijo que había sido todo culpa suya, que me había violado y que yo era inocente, pero... era evidente que no fue así y... Como no podían demostrar que me hubiese gustado, se tuvieron que conformar con tirarme de la isla, en vez de matarme. Me cortaron las alas antes de lanzarme, para que no usase ninguna barrera para protegerlas, así que caí a plomo directamente... Ni siquiera traté de amortiguar la caída. No sé cómo sobreviví... Lamec me encontró un tiempo después y decidió no matarme... A Ariel le mataron delante de todos, incluido yo...
-¿Cómo le mataron?
-...... Ariel era un pecador confeso y orgulloso de ello a ojos de cualquier ángel... Además, con quien se iba a casar ocupaba un importante puesto dentro de la jerarquía de los ángeles... su castigo fue uno de los más crueles jamás vistos... Su propio ejecutor fue castigado más tarde por permitir que se llevara a cabo semejante castigo...
-... Lo siento...
-No. No lo sientes. Si lo sintieses, ni se te habría pasado por la cabeza preguntarme cómo murió Ariel...
Mientras hablaban, el akita había estado buscando algo dentro de una enorme maleta junto a la cama de Nikolas. Finalmente, pareció encontrar lo que buscaba: una sábana de tela blanca cuadrada, de aproximadamente 1m de lado, que extendió sobre el suelo de la habitación, al pie de la cama. Luego, se sentó sobre ésta lentamente, y empezó a quitarse las vendas. Primero las de las piernas, y luego las del torso. Al quitárselas, el conejo pudo ver un gran número de cortes y heridas en la espalda del perro, y lo que parecían agujeros en sus rodillas, aunque no debían haber roto nada, o de lo contrario no habría podido andar...
-Espero que no te importe que haga esto aquí... En cuanto termine, limpiaré todo lo que haya podido manchar.
Respirando hondo, Anael metió el dedo índice de su mano derecha en el agujero en la rodilla del mismo lado, de donde brotó algo de sangre, que empapó el dedo del akita. Con ágiles movimientos, y gestos suaves, el canino extendió la sangre sobre la sábana, dibujando un círculo a su alrededor.
-... Perdona, pero... ¿Qué haces?
-Pinto. Para curar mis heridas. No soy un buen sanador, pero esto acelerará el proceso...
-¿Puedes hacer eso?
-Sí. Puedo pintar y puedo escribir. También hago runas con distintos efectos, aunque me centro en hacer barreras de protección, repulsión y ocultación. Cuando hablo de pintar y escribir, me refiero a "crear" con la pintura o la escritura algo, claro... Asumo que tú también puedes escribir y pintar más o menos bien... Ésta es una runa curativa. No hace mucho, pero es relativamente fácil de hacer si sabes cómo... No está terminada, claro...
-¿Eres el único que puede hacer esas runas?
-Mmmm... No, pero no las puede hacer cualquiera... Dudo que tú pudieses hacer una sola runa que funcionase. No te ofendas... Las runas y los sellos son difíciles de hacer... Yo sé hacerlas gracias a mi padre... Quiero decir, que la capacidad para hacerlas me viene de familia por parte de mi padre...
Después de casi un minuto de silencio, durante el cual el akita terminó de hacer aquellos dibujitos y cosas sobre la sábana, el canino siguió hablándole.
-Mira... Sé que es difícil oír todo lo que has oído estos dos últimos días... Pero debes tranquilizarte, mirar la vida por el lado positivo, y animarte un poco... Tienes hijos, casa, trabajo, una vida relativamente estable... Y creía que ver hoy a tus padres y a tu hermano te animaría... Me ha costado años recoger toda la información que necesitaba para recrear a la perfección la imagen y personalidad de tus padres y de tu hermano, la casa donde vivías, el parque al que ibas y las calles que transitabas... Y bueno, toda la ciudad, por si te salías. Tengo centenares de libros sólo para describir todo eso, y no parece haberte animado lo más mínimo...
-Me da igual lo que escribas, o cuantos libros tengas... Eso no cambia nada... Sólo son mentiras... ¿O me vas a decir que algo de todo eso es real?
-¡Por supuesto que lo es! Todo aquello con lo que has interactuado hoy, cuando has visto a tu familia, son objetos que he creado yo mismo, escribiéndolos o dibujándolos en libros. Y si tienes que poder interactuar con esos objetos, o con tu familia, como has hecho tú, la cosa se complica... Mi poder es ese: escribo, o pinto, y aquello que pinto o escribo se vuelve "real" en un plano paralelo. Toma una forma física, si lo prefieres. También se pueden aplicar normas a esos "lugares" o a esos "individuos" nuevos. Por ejemplo, el supermercado el otro día, era idéntico al supermercado al que sueles ir a comprar, pero no era el mismo. Se le aplicaba la norma de que sólo tú y los ángeles podían entrar dentro, y la runa que activaba esa norma se encontraba justo a la entrada... Ahora mismo, Melchor está atrapado en ese espacio, en uno de mis libros... Esa es la única razón por la que no te ha capturado. Así que no debería darte igual lo que estamos haciendo por ti...
-¡Muy bien! ¡¿Y mis padres y mi hermano hoy?! ¡¿Me vas a decir que ellos eran reales también?!
-... No eran los verdaderos. Pero eran reales...
-¿Y qué...? Están muertos. Y yo debería estar muerto también...
-No. No deberías. Estás vivo porque mucha gente ha sacrificado muchas cosas por ti... Y no sabes verlo...
-¿Sí? ¿Qué han sacrificado por mí? ¿Eh? ¿Un poco de tiempo? Me estáis controlando... Me quitáis mi libertad, y encima queréis que os lo agradezca...
Por un instante, el akita pasó la mano por encima de la sábana sobre la que estaba sentado, y la runa que le rodeaba y todas las palabras escritas en sangre brillaron, desprendiendo una luz roja que se fue volviendo morada poco a poco. Las heridas en las rodillas de Anael se cerraron lentamente, y el perro dio un suspiro de alivio antes de continuar la conversación.
-Eso no es cierto. Nadie controla tu vida... Estamos protegiéndote... Si no te estuviéramos ayudando, ahora no estarías aquí, en tu casa, y nunca volverías a ver a tu hijo... A ninguno de ellos. Yo... yo he visto a quien ocupa el puesto que tenían reservado para ti y... realmente no quieres estar allí... Joe también le ha visto. Por eso quería salvarte y protegerte él mismo si era necesario... se enamoró de ti...
-¡¿Sí?! ¡¿Y dónde está?! ¡Si tan enamorado de mí está, ¿por qué no viene él a protegerme, en vez de enviar a un estúpido chucho en su lugar?!
-Porque está muerto.
-.........
-Si no tienes nada más que criticar, deberías irte a dormir y descansar un poco. Las barreras de protección y ocultación ya están colocadas por toda la casa, así que no tienes que preocuparte por tu seguridad... Haré guardia toda la noche aún así. Estaré en el salón si quieres algo.
Dicho esto, Anael se levantó y cogió la sábana, que estaba completamente blanca de nuevo, y que ya no emitía ninguna luz. Luego cogió las vendas que se había quitado antes y la ropa del suelo, y Nikolas pudo ver que las heridas de su espalda, aunque aún marcadas, estaban prácticamente curadas del todo. Tras sacar de un bolsillo de la camisa el colgante con el pentágono estrellado, y ponérselo, el canino se marchó de la habitación, dejándole allí solo.
Cuatro horas después, aún cansado como estaba, no había podido dormirse todavía. ¿Y si realmente estaba enfocando mal su situación? Seguía sintiendo que no era libre, y en cierto modo preferiría estar muerto y no tener que vivir todo aquello. Pero también era cierto que tenía un hijo... Bueno, tenía más... Pero a Tom le había criado desde que había nacido, y no quería dejarle solo. Era una sensación extraña... Era la primera vez que sentía que su vida sólo tenía sentido porque tenía a alguien cerca a quien cuidar. No es que antes tuviese mucho más sentido, si se paraba a pensarlo...
Nunca se lo había planteado hasta ese momento, pero realmente su vida no tenía ningún sentido desde un principio, hasta que se planteó la posibilidad de darle uno. Así que tampoco estaba mucho peor que al principio, y ahora sabía mucho más de sí mismo de lo que había sabido el resto de su vida. Se sentía mal por ser tan egoísta como para haber intentado suicidarse sin pensar en su hijo... En ninguno de ellos... Hagos y Brian no tenían la culpa de su situación, e incluso le habían salvado de un futuro que, por lo que le habían dicho, y era poco, ya parecía lo bastante horrible como para no deseárselo a nadie... y les había dicho algo horrible...
Percatándose de la evidencia de que aquella noche no iba a poder dormirse sin pedir perdón a nadie, se levantó y se dirigió al salón, donde el akita estaba, tal como había prometido, despierto y vigilante ante cualquier cosa que pudiera ocurrir.
-Mmm... ¿No tienes sueño?
-No duermo normalmente. No me hace falta, por lo general. No nos hace falta a la mayoría de ángeles ni demonios, al menos... ¿Qué quieres?
-... Siento lo de antes... No tenía ninguna razón para insultarte a ti o ninguno de los demás... Sólo intentáis ayudarme y... Todo esto es demasiado para mí... Voy a necesitar algo de tiempo para asimilarlo...
-Está bien. Pero deberías pedirle perdón también a Hagos y a Brian... Han perdido a su padre hace poco, y lo que les has dicho les ha hecho bastante daño...
-...... ¿Puedes invocarles o algo así, para que les pida perdón? Antes les hiciste desaparecer...
-Están ocupándose de algunos asuntos... Y de todas formas, no puedo invocar a nadie. Antes les hice salir de uno de mis libros a través de otro en el Nexo. Lo de tus padres y tu hermano era dentro de uno de mis libros... Pero no puedo meterles en otro libro mío si no les tengo cerca.
-¿El Nexo? ¿Qué es eso?
-El lugar donde te despertaste después de lo del supermercado. Es el punto de encuentro y "base de operaciones", por llamarlo de alguna forma, donde se reúnen ángeles, demonios y ajenos que no están de acuerdo con la diferenciación entre las tres clases o la superioridad de unos sobre otros... También se da refugio a quienes piensan esto mismo pero no tienen medios para defenderse...
-Pero... el lobo casi te mata...
-Era Lamec. En ese momento aún era uno de mis dueños. Ya te lo dije antes... No podía defenderme. Tengo prohibido hacer cualquier cosa que vaya contra la voluntad de mi dueño, o que pueda hacerle algún daño.
-...... No entiendo por qué siempre sonríes, si siempre te tratan así...
-No siempre me tratan así... No todos... Pero de todas formas, eso no tiene por qué quitarme la sonrisa de la cara. Sigue saliendo el sol todos los días, siguen creciendo las flores y sigue habiendo cosas hermosas con las que alegrarte. Mientras siga vivo, podré disfrutar de todo ello, aunque me arranquen la piel a tiras o me azoten un día entero. Y aunque a veces no pueda encontrar sentido a mi vida, o piense que lo ha perdido por completo, sé que no debo renunciar a algo tan maravilloso como es el simple hecho de estar aquí y disfrutar de lo que me rodea. Tarde o temprano, alguien puede necesitar que le preste mi mano para levantarse, o le arrime el hombro para apoyarse. Y quiero estar allí cuando eso pase, con una sonrisa en la cara. Es la mejor manera de animar a la gente. Sonreír. Eso decía Ariel...
-...... Ojala pudiera pensar lo mismo... Supongo que es porque no soy como tú... Bueno, no... Quiero decir... Tú eres un ángel...
-... No tiene nada que ver... Sólo necesitas tiempo para pensar y recapacitar todo lo que ha ocurrido y todo lo que sabes. Yo he vivido mucho, y por eso he tenido más tiempo para pensar. Esa es la única diferencia. Además...
Antes de continuar, Anael levantó ambas manos y le mostró las muñecas, donde había cicatrices de cortes que un día fueron, aparentemente, bastante profundos.
-... a mí me costó bastante tiempo aprender esa lección tras la muerte de Ariel...
Tras un minuto de silencio, Nikolas no pudo contener más la pregunta que había querido hacer al akita durante toda la conversación.
-¿Cómo murió Joe? ¿Cuándo? No parecía tan mal la última vez que le vi, y... en cierto modo creo que su muerte tiene que ver conmigo...
-... Ocurrió durante tu último parto. Estabas infectado y casi mueres, así que tuvo que reconstruir casi todo tu cuerpo de nuevo, pero sin contaminar por la sangre de Melchor. Pariste dos ángeles, y el aura de un ángel es tan dañina para un demonio como lo es la de un demonio para un ángel. No quería dañarlos, así que recibió todo el daño él mismo anulando su propia aura. Y la carne con la que reconstruyó tu cuerpo era suya. La sangre de Melchor acabó dentro de su cuerpo, así que durante el poco tiempo que se mantuvo con vida Joe fue un demonio con la sangre de un ángel corriendo por sus venas. Además, el pasado viernes (hoy es martes, por cierto...) también te ayudó con el parto de otros cuatro ángeles, así que estaba bastante débil. Al parecer, no pudo soportar tanto...
-Entonces es culpa mía que muriese...
-No es culpa tuya. Fue su decisión. Si pensó que valía la pena salvarte, y actuó en consecuencia, sabiendo a lo que exponía, entonces hizo lo correcto.
-...... Gracias por contarme todo esto y... por tratar de animarme...
El canino e dirigió en ese momento la que había sido, quizás, la sonrisa más serena y tranquilizadora que había recibido en todo el día. Mirándole a los ojos, hizo un ligero movimiento de cabeza. Después, hizo algunos gestos con la mano derecha en el aire, en su dirección. Como una ligera neblina, de la mano del akita surgió lo que parecía una leve aura azulada, que flotó hasta el pecho de Nikolas, donde apareció un extraño símbolo de ese mismo color.
-Una runa de serenidad, para que puedas dormir. No durará más de diez minutos, aunque tú no tardarás tanto en dormirte en tu estado, así que vete rápido a la cama. Necesitas descansar.
Nunca llegó a estar seguro del todo, pero el conejo habría jurado que esa noche no llegó a la cama por sus propios medios. Sin embargo, seguramente fue la noche más tranquila de su vida, al menos mientras estuvo dormido.