Un gran lío
#5 of Tigre de compañía
Quinto capitulo de la serie un tigre de compañía. Esta historia no contiene yiff, aunque es importante para el hilo argumental. Siguen pasando algunos pensamientos impuros por la mente del protagonista. En el siguiente capitulo habra YIFF.
Capítulo 5. Un gran lío.
Carl entró a su apartamento en silencio y dejó caer su gorra azul de oficial en el sillón. Trabajaba como policía y estaba acostumbrado a encontrar la casa en completa quietud cuando llegaba del turno nocturno. Llegó a su piso antes de lo esperado, no se encontraba demasiado bien de su úlcera. Tomó unas pastillas de un bote blanco y se encaminó al dormitorio de los niños. Los observaba con una sonrisa, iluminados por la tenue luz del pasillo.
-Mis ángeles, dijo en un murmullo y los besó dulcemente en sus frentes. La pequeña apenas se movió, tenía los genes de ambos padres y parecía una linda raposa de pelaje negro, con sus caderas un poco más anchas de lo normal y su hocico algo más corto. El gen recesivo del abuelo oso le daba ese impresionante aspecto. Sin embargo el chico, de once años, era la viva imagen de Carl a su edad, y por eso sentía cierto favoritismo hacia él. Los amaba con locura.
Con pasos atenuados por su lento caminar, abandonó a sus hijos y se acostó en la cama de matrimonio de su propia habitación. La fragancia a ambientador de limón era muy intensa. Odiaba ese olor, él ya sabía lo que significaba. Encendió la luz de la mesita de noche sin que su mujer despertase y comenzó a desvestirse. Estaba cansado, pero su sexto sentido como gendarme se disparó como una pistola. Algo desencajaba en el entorno. Había cuatro fotos sobre la mesita de noche de Wendy...
A Leo le encantaban los Martes. No tenía que despertarse temprano ya que era su día libre. Estuvo en la cama hasta casi el medio día, y se encontraba realmente de buen humor. Abandonó su lecho desnudo para atender su higiene personal. Le encantaba estar en bolas en su piso, sin duda uno placeres más gratificantes que tenía la vida de soltero.
El agua de la ducha recorría su cuerpo mientras cantaba. Puso especial atención en sus genitales, últimamente estaban siendo muy codiciados y deseaba que se encontrasen perfectamente limpios, en el caso de que la orca materializase su oferta.
De pensar en sus últimas experiencias, su verga rosada comenzaba a ponerse dura, pero no se la tocó demasiado. Prefería reservarse. Era como si supiese de antemano que algo iba a pasar hoy. Salió de la ducha y se puso a ordenar su apartamento. Ahora tenía amigos y deseaba pasar más tiempo con ellos, por lo que hacer limpieza en su día libre no le pareció algo tan malo. Luego los invitaría a tomar unas copas y a lo que surgiese.
Mientras guardaba la colada, encontró su antiguo cuaderno de fotos en el armario de los calcetines. Se sentó por un momento a observarlo en la cama. Echaba de menos a su hermano mayor. Estudiaba atentamente las páginas, evocando sus recuerdos antes de que se fuera al internado, y más tarde a la universidad en la que se graduó.
Sus padres se divorciaron y pensaron que la mejor solución para todos fuera que los hijos estuvieran en colegios privados. Los dos tigres fueron al mismo instituto aunque se separaron cuando el mayor de los dos terminó sus estudios. El primogénito abrió una tienda de reparación de automóviles, mientras que Leo continuaba estudiando para convertirse en maestro de educación física. Apenas se llevaban un año, por lo que pasaron gran parte de su infancia juntos como uña y carne. Estaban muy unidos, pero se fueron distanciando poco a poco al no vivir en el mismo lugar.
Siguió pasando las hojas, allí estaba ella. Una tigresa de cabello rubio. Imponente como siempre, Elisa. Fue su amor platónico durante toda su juventud, pero nunca le hizo caso alguno. No llegaron a ser más que amigos. Incluso Leo se le declaró una vez, pero Elisa, o Liz como solía gustar que la llamaran, lo rechazó.
-Conmigo nunca serás feliz, fue la excusa que le dio a Leo, quién nunca pudo asimilar por qué no lo aceptó si realmente era como ella decía. La tigresa estuvo con varios novios, pero nunca con él. Quizás yo seré el siguiente, repetía Leo tras las numerosas rupturas. Siempre la esperaba haciendo de pañuelo de lágrimas cuando los chicos le hacían daño, era su único amigo incondicional. Se recostó sobre la cama ahora un poco más cómodo. Pensativo.
Le daba vueltas a las palabras de su amiga, y las dudas que en esa semana asolaron sus convicciones sobre su propia sexualidad... ¿Tendrían algún tipo de relación? El semblante de Leo era un poco más triste, pero no tardó mucho en recuperarse. Él no era el tipo de persona que se dejase llevar por la negatividad.
Se vistió con unos jeans y una camiseta rosa que realzaba su color de piel. Cogió algo de dinero y salió por la puerta de su piso de soltero. Sin titubear llamó al timbre de sus vecinos, moviendo su larga cola de forma inquieta. Tenía muchas ganas de emborracharse y pasar un buen rato. Tras unos segundos, Marcus el caballo abrió la puerta.
-Hola Marcus, ¿está Francis o Lan? Preguntó el tigre, que hubiese preferido que hubiera sido uno de ellos quien le hubiera atendido. El equino informó a Leo de sus ausencias. La orca estaba trabajando y el zorro estudiando, no volverían hasta pasadas unas horas. El felino se despidió del semental y esté le dijo que les comunicaría que preguntó por ellos en cuanto llegasen.
De todas maneras necesito comprar tequila o cerveza, fueron los pensamientos del gran gato, que se metió en el ascensor y pulsó el botón para bajar. Las puertas metálicas se abrieron de par en par antes de llegar al portal. Ronie bajaba de la planta de los presidentes. Era evidente que acababa de estar en el piso del señor Carl. Seguro que acababa de follarse a la mujer zorro. La situación fue muy incómoda durante unos momentos pero Leo pulsó el botón de parada del ascensor.
-Tú y yo tenemos que hablar, dame la copia de las fotos que guardas, fueron las palabras del tigre. El lobo negro lo miró con una mueca culpable. Estaban cara a cara, aunque el cánido tenía un aire un tanto receloso como si supiese que había cometido un gran error. El lobo no sabía que decirle a Leo, su boca estaba seca e intentaba evitar la mirada del gran depredador. Ésta situación no fue lo que el tigre había imaginado que pasaría cuando se encontrasen. Él esperaba que el lobo se burlase por haberlo bañado en semen.
-Ronie no te voy a golpear, afirmó Leo, que tras una leve pausa siguió platicando. Incluso reconozco que en cualquier otra situación me hubiese parecido divertido... tienes una polla preciosa. El tigre se sonrojó al decir esto y Ronie recuperó algo de buen humor, aunque la confesión que le tuvo que hacer cambiase esa situación.
-Lo siento mucho Leo, ahora las tiene Wendy.
Estaba furioso, su trabajo peligraba y las manos de Leo elevaron al lobo por su camisa estampándolo contra la pared. El tigre daba miedo. Dejaba ver sus dientes afilados mientras rugía. Eran un arma perfecta y reluciente en su boca. Tenía ojos de asesino, con una expresión que amedrentaría a un elefante.
Por un momento el lobo negro temió por su vida, pero el sonido del traqueteo del ascensor bajando hizo que Leo se calmase un poco. Alguien lo había llamado.
-¡Las recuperaré! Gimió Ronie que casi se ahogaba con su cuello presionado contra su vestimenta.
-Si me despiden no te lo perdonaré, dijo el tigre arrojándole al suelo violentamente. Sabía que para trabajar con niños tenía que evitar ese tipo de escándalos, y que Wendy le había sonsacado las fotos al lobo descuidado para chantajearlo. Quizás para encubrir su propio romance con el pobre diablo que ahora yacía en el ascensor, aunque desde un principio el no desease decirle nada de su relación al señor Carl. Seguro que lo haría.
Las puertas del ascensor se abrieron con un pitido mientras Ronie se levantaba pesadamente. El presidente de la comunidad miraba a ambos, ajeno a lo que acababa de ocurrir.
-Leo, que bien que estés aquí, quiero decirte algo. Tanto el tigre como el lobo se petrificaron por un momento. El oso saludó al lobo y le dejó marchar, era evidente que quería mantener una conversación privada con el chico gato.
Cuando estuvieron solos, Carl le ofreció ir a su casa y Leo no pudo evitar dicha invitación. Volveré a estar desempleado pensó para si mismo. Pero el presidente estuvo muy amable en todo momento como siempre e incluso le ofreció una bebida.
-Necesito tu ayuda, le pidió a Leo quien bebía el refresco intentando disimular que conocía todo lo que estaba pasando en su hogar. El oso lo trataba como a un hijo más que a un vecino y continuó explicándose. Al parecer, tenía una casa de verano cerca del bosque, y quería que el salvavidas le aconsejara sobre la construcción de su nueva piscina. Incluso había hablado con su otro compañero para que volviera a suplir su turno pasado mañana, y ofreció pagarle al tigre la jornada como si trabajara en la piscina.
Era un favor personal. El felino dejó su vaso vacío descansar en la mesa y accedió. Posiblemente el señor Carl, ignorase la situación de su mujer o quizás le importase poco. Muchas parejas fingen la felicidad, y por desgracia ésta era una de ellas. Lo que estaba claro es que el oso confiaba en Leo, y ahora necesitaba su ayuda.
Tras una breve charla poco trascendente acerca de la salud de la familia, el tigre volvió a marcharse a su casa. Se encontraba un poco confundido y se dejó caer en su sofá. Su vida se estaba volviendo frenética por momentos, con problemas que le llovían del cielo. ¿Pero quién era el para destrozar una familia?
Escuchó el timbre de su puerta. Era Marcus que lo llamó para decirle que Francis y Lan discutieron ayer y que, ahora, tras reconciliarse, estaban cenando juntos. Leo estaba bastante solo y no dejaba de pensar, así que le pidió al equino que se quedase un rato haciéndole compañía. El caballo le preguntó si tenía alcohol, y trajo unos botellines de cerveza fríos de su apartamento ante la negativa del tigre.
Ambos se sentaron en el amplio sofá y comenzaron a hablar de ellos mismos. Leo habló a Marcus sobre sus dudas internas, su antiguo amor platónico, sus frustraciones. Necesitaba saber si era gay, pero el caballo le quitó rotundamente importancia al asunto. Le aconsejó sabiamente que lo probase para decidir, y al tigre le pareció una buena idea. Se sonrojó muchísimo al interpretar esas palabras como una invitación a tener sexo con semejante macho. Decidió coquetear un poco con él para averiguar sus verdaderas intenciones.
-Pensaba que tú eras una persona asexual. Contestó el tigre con sus cejas arqueadas. El caballo soltó una carcajada.
-Leo, trabajo de striper. Hizo una breve pausa y añadió, de hecho me encanta el sexo. El tigre no encontraba mucho sentido a tal afirmación y no pudo evitar preguntarle acerca de como se ganaba la vida.
-Entonces... ¿te acuestas con todos tus clientes? El equino volvió a reír. -No, eso lo hacen las putas, yo solo bailo en despedidas de solteras, y algunos clubs. El gran felino estaba aún más confundido. Marcus que pareció leer la cara de Leo, aclaró su afirmación.
-No me acuesto con nadie desde hace años... por respeto. Realmente era críptico este furry. Conseguía dejar completamente en blanco con sus respuestas la mente de naturaleza curiosa del salvavidas, que tan sólo repitió medio balbuceando su última palabra. -Respeto?
-Si, contestó el semental y tras darle un gran trago a su cerveza continuó; Mi novio se mató en un accidente de moto. Quiero guardar su memoria. Leo se quedó boquiabierto, apenas podía llegar a comprender lo duro que tenía que ser perder a alguien especial.
-Lo siento mucho, Marcus. Es una historia muy triste. Los tiernos ojos del caballo se clavaron en la expresión del tigre y por un momento vio a su antiguo compañero sentimental reflejado en su rostro. Se acercó a su hocico y le dio un beso en la nariz.
-Gracias Leo, de todos mis amigos eres el único que no ha intentado cambiarme de opinión o burlarse de ese sentimiento. Significa mucho para mí. El caballo se levantó del asiento volviendo a notar como se paliaba su dolor. Comenzó a sentirse como en la noche anterior, y se despidió del tigre que pudo observar su paquete en una posición privilegiada a tan sólo unos centímetros de su boca.
Leo interpretó bien los gestos del equino que deseaba volver a su casa y lo abrazó fuertemente antes de que se marchase. Gracias por contármelo.
El equino acarició su pelo y como hipnotizado lo miró a los ojos. El tigre estaba irresistible. Le dio un beso en la comisura de sus labios y Leo casi se derritió de lo cerca que estaba de su boca. Sabía que el equino era inalcanzable para él, pero era muy romántico. Le correspondió el beso intentando alcanzar la nariz del semental, pero la diferencia de nivel entre sus cabezas era demasiado acentuada. Se lo dio en la boca.
-Lo siento, se disculpó el felino muy sonrojado, pero el caballo le contestó que estaba bien. Marcus se marchó de aquel apartamento, pensando en lo dulce que eran los labios del tigre.