El lugar natural.
#10 of Tigre de compañía
Décima entrega de la serie tigre de compañía. Accion m/m sexo.. blab bla bla.. si eres menor no leas.. blab y si te gusta dejame un comen bla bla.. o un cum bla ..
Capítulo 10. El lugar natural.
El humo del cigarrillo de Leo se elevaba con extraños círculos en el aire. Las primeras caladas eran dolorosas, asfixiantes, pero cuando entendió como debía fumar el tigre empezó a sentirse muy relajado. Sonreía plácidamente. Guardó la foto de su amiga en la cartera, y apagó la cabeza incandescente del pitillo en el grifo del lavamanos de su cuarto de baño.
La tigresa había dejado su olor en el pelaje del salvavidas, y fue una lástima para él tener que desprenderse del dulce aroma, pero su piel necesitaba cuidados. Se introdujo bajo la regadera y sintió el agradable tacto de la ducha caliente arropándolo. Esa sensación le reconfortaba. Recogió la esponja impregnada de jabón de baño y se frotó sus marcados abdominales tricolores. Rayas de color negruzco cubrían todo su cuerpo en el que predominaba el contraste naranja intenso y blanco nieve de su pelaje.
Puso especial atención en su trasero, limpiándose el interior introduciendo su dedo índice recubierto de gel. Suspiró con la frente apoyada en la pared, al rozar su propio punto G con la yema de su falange. Las piernas le temblaban y tuvo que parar de autocomplacerse al escuchar el inoportuno timbre de su hogar. El tigre enrolló una toalla alrededor de su cintura y fue al encuentro del visitante, maldiciendo para si mismo el inoportuno
Con pequeños pasos para no perder la única prenda que tapaba sus intimidades, abrió la puerta, asomando tímidamente su rostro empapado y encontrándose de bruces con unos ojos morados, que relucían brillantes con la tenue luz del pasillo.
El lobo negro saludó al tigre con una amplia sonrisa, ignorando la desnudez de su anfitrión. Portaba un bulto. Una bolsa con una letra oriental impresa, que contenía un trío de recipientes herméticos, con comida china para llevar. Ronie volvía a moverse con normalidad, a pesar de que tan sólo habían pasado cinco días desde que se lesionara la cadera. Cerró la puerta detrás de si, puso el almuerzo en el suelo y se pegó al cuerpo húmedo del tigre.
-Creo que interrumpo algo, pero tengo un buen motivo para hacerlo, gatito. El lobo negro se aproximó tanto al tigre, que su ropa se marcaba en las fuertes líneas de su torso por la humedad. Tomó al tierno salvavidas que le sacaba unos diez centímetros de altura por la nuca, y acercó violentamente su hocico ancho hacia los carnosos labios de su amante.
Leo cerró los ojos y dejó que la lengua del lobo lo explorase. Era un beso salvaje, ambas bocas luchaban por la dulce mezcla de saliva que se escurría en el morro del tigre. El gran felino ronroneó mientras su toalla se desprendía de su cuerpo. La mano fuerte y grande de su perrito estrujaba sus nalgas firmes con complicidad. Barajando la posibilidad de penetrarlo ahí mismo con uno de sus largos dedos. El lobo sabía como tocar a su chico que se disolvía por el trato.
-Gatito, ve a terminar tu ducha. Susurró Ronie en su fino oído, haciendo una leve pausa. -Para cuando termines, tendré preparada la mesa. El tigre asintió, y su novio de pelaje nocturno se despidió, propinándole un vigoroso cachetazo. Leo se sentía deseado.
No pasaron ni dos minutos bajo la regadera, y su erección era notable. Estaba de frente a la pared, cuando unas manos lo enjabonaban sin ningún pudor desde atrás. Ronie estaba denudo, apoyado en su espalda. Comenzó a lavar su miembro resbaladizo, haciendo una broma sobre la excitación del felino. -Vaya, no eres el único que está contento por verme.
El tigre se enrojeció por ese comentario. El cuerpo del lobo se sentía maravilloso, húmedo, fuerte, masculino. A pesar de no estar unidos físicamente, sus corazones latían al mismo tiempo. Se deleitaba por como su lobo tocaba sus dorsales húmedos y lo sujetaba apretando su pecho. Leo ronroneaba. Tenía la verga caoba de su novio entre sus nalgas mojadas, avergonzado por como se estaba hinchando por momentos separándole los cachetes.
El masculino cuerpo del lobo era menos corpulento que el de Leo. Su musculatura ligeramente menos voluminosa que la del tigre deportista, pero igualmente sensual y vigorosa. El cánido, volteó al embobado gatito y le besó. El agua bañaba sus cuerpos que se frotaban deslizándose desnudos, mientras las garras rayadas de leo se apoyaban en la pared sin saber muy bien donde ponerlas.
La escena era tierna, íntima y sumamente caliente. El tigre se dejaba masturbar por su novio que no paraba de jugar con su sexo, y pronto el sonido de la regadera estaba siendo apagado por ronroneos y profundos jadeos. El lobo se volteó y elevó su cola, sorprendiendo por completo a Leo que sabía que no se había acabado de curar de su herida.
-Ro... Ronie... pero... Balbuceó el tigre nervioso, que comenzaba a notar como su novio introducía aquella erección necesitada en su culito oscuro.
-Ve despacio Leo. Ordenó el lobo que ahora apoyaba sus manos en el borde de la bañera para ejercer más fuerza sobre el miembro rosado y grueso del tigre. Sus ojos morados se clavaban en aquella preciosa e inocente mirada ámbar, observando a su chico por el rabillo del ojo. Incluso ahora Ronie era quien tenía el control, se movía suavemente ordeñando al jadeante tigre.
El lobo masturbaba su verga negra rápidamente. Tenía el nudo formado, anunciando su gusto por ser penetrado Las contracciones estaban matando al tigre, que empezaba a tener la imperiosa necesidad de embestir para saciarse. El gran felino abrazó el cuerpo del lobo por detrás y comenzó con un vaivén muy suave.
-¡Te he dicho que te estés quieto! Gritó el lobo y el tigre se paró en seco dejando que su amante llevara el ritmo. Sus orejas caídas y sumisas ante aquella voz profunda y dominante. No era justamente lo que había ordenado al principio, pero el salvavidas podía comprender que posiblemente le seguía doliendo el trasero. Se sintió afortunado por tan sólo poder disfrutarlo de aquella manera. Así que se relajó y se concentró en como el cuerpo caliente de Ronie le daba placer, le consumía las fuerzas, por fin estaba unido a la persona que realmente amaba. Leo sonreía tragando algo de agua sin poder evitarlo por sus profundos gemidos.
Los movimientos de las caderas del lobo eran poco a poco más violentos. Tenía un gesto adorable en el morro y los ojos cerrados. El tigre empezó a notar impacientemente como su propio orgasmo estaba a punto de estallar. Las contracciones del cuerpo del cánido se repitieron y masajearon el miembro de Leo, que abrió su boca para advertir a su novio que se iba a venir dentro. Pero justo en el mejor momento, el lobo se desacopló del tigre. Ya había acabado de venirse.
Aquellos ojos ámbar miraban con lujuria a su novio que ahora restregaba la masa pegajosa de su semen contra su pecho blanco y trabajado por las horas de natación. La garra negra volvía a estar limpia y Ronie salió de la ducha complacido, secándose con una toalla.
-Cuando termines de masturbarte, ven a la mesa. Ordenó el lobo que se marcho del cuarto de baño, mientras el frustrado tigre se tocaba casi en trance, con mucha necesidad de venirse. No pudo consumar su orgasmo, a pesar de que tenía fresco el recuerdo de la penetración. Pensamientos de fracaso invadían su mente, y su erección se desvanecía entre sus dedos. Entendía que al lobo le doliera el trasero, pero al menos podía haber terminado lo que empezó.
El salvavidas se secó el cada rincón de su pelaje tomándose su tiempo. Una mitad de él estaba enfadada. La otra parte repleta de amor, comprendía que su novio acababa de hacer algo maravilloso. Sin estar completamente curado le había ofrecido su cuerpo, ya tendría otras ocasiones para poder disfrutar mejor de él cuando pasara cierto tiempo y sus heridas cerraran.
Caminó desnudo y limpio al salón para comprobar que la mesa estaba puesta para dos y había una vela encendida entre los platos. El lobo lo esperaba con una sonrisa viciosa al ver que seguía sin ropa. Todo era muy romántico. Todo, excepto Ronie.
-Putita ¿has disfrutado? Sabía que no ibas a resistirte a que tu macho te cabalgase. Después de comer me la chupas como postre. Se rascaba su entrepierna por encima de la ropa, le había dado tiempo a vestirse de todo el rato que llevaba Leo en el baño.
-Es tal y como dije cuando hice aquella apuesta, el primero que te montase sería tu dueño. Afirmó el lobo que aún ocultaba el verdadero contenido de lo que hablaron los amigos cuando el tigre trabajaba en la piscina, y que a pesar de haber sido el pasivo, tenía la necesidad del control. A Ronie, solo le importaba ser el macho de la relación. Humillaba a su pareja por esa estúpida idea.
No hizo falta mucho más para que Leo se sintiese profundamente herido en el orgullo. Esta vez no se iba a dejar llevar por su ira. Con una mirada amenazadora y una expresión muy seria, se dirigió al cánido.
-Fuera de mi casa.
Ronie protestó con un tono juguetón. -Venga no te enfades, tan sólo estaba bromeando, sabes que te quiero. El tigre seguía inmóvil, con una expresión sombría. El lobo no le iba a comprar con jerga barata. Sus labios volvieron a articular las mismas palabras haciendo una leve pausa entre ellas, en un tono mucho más amenazador
-Fuera de mi casa, Ron.
Al escuchar su nombre propio sin ningún tipo de adorno, el lobo supo que el salvavidas hablaba en serio. Se levantó despacio y se encaminó hacia la puerta. No sin antes ser reprendido por el tigre que le ordenó que se llevase su apestosa comida china de su apartamento. El lobo se marchó del hogar de Leo, sin protestar. No hubo discusiones, ningún tipo de agresión verbal, tan solo tensión en el ambiente que se esfumó cuando la cola aterciopelada de Ronie salió de la vista del tigre, que se dejó caer en su sofá.
El felino pensaba en como lo habían utilizado. Estaba muy triste, con sus dedos índice y pulgar pegados a sus cejas, casi arrancando a llorar. Pero el sonido a la madera de su puerta siendo golpeada lo sacó de su soledad. Se vistió apresuradamente, recordaba a cada mirada de su vientre la escena del baño, sintiéndose sucio y en el fondo con ganas de más.
-¡Leo!, soy Marcus ábreme. Reconocía la voz del caballo que seguía aporreando la puerta. El tigre, ante la insistencia de su vecino, tuvo que ceder a atender a la llamada.
-¡Olvidadme! Fue la única palabra que propinó a sus dos amigos, observando que el zorro anaranjado acompañaba al equino en silencio. El caballo volvió a aporrear la entrada con insistencia. -Tigre obstinado, he venido para hablar sobre el empleo, si quieres no abras la jodida puerta, pero que sepas que me ha costado mucho convencer a mi jefe para que vengas.
Por un momento el felino se lo pensó. Aún seguía resentido, pero era un adulto. Meditó sobre su actitud inmadura por un momento y volvió a sus cabales. Se acercó otra vez al umbral e invitó a sus vecinos. -Pasad.
Tanto Lan, como Marcus se acomodaron en el sofá. El salvavidas tomó una silla y se colocó delante de ellos. Explotó, escupiendo casi las palabras con rencor. -Me habéis utilizado, para vosotros no soy más que un premio sexual, os desprecio. Afirmó como una fiera, ignorando el hecho de que había dejado pasar a sus vecinos para hablar del empleo. Simplemente deseaba decirles eso a la cara antes de echarlos de su casa, como hizo con el lobo.
-Todo eso es cierto. Admitió el equino frente a todo pronóstico, sorprendiendo al zorro amanerado que estaba empezando a balbucear una excusa. Pero Lan, ante la rotunda verdad tuvo que callar. -Y además tienes que reconocer que te ha gustado, te has dejado manosear y tentar constantemente, así que corta el rollo de gato despechado. En el fondo querías hacerlo. Marcus le señalaba con el dedo índice remarcando sus palabras, que se clavaban como puñales en el corazón de Leo.
El tigre estaba petrificado. Desarmado en sus argumentos, y toda su ira se volvió contra él. Se encontraba abatido, el caballo tenía razón. Asumió que no tenía motivos reales para mostrar enfadado con los amigos, sino consigo mismo. En el fondo lo que le molestaba era sentirse dentro de un amor vacío. Que equivocación más idiota, lo suyo con el lobo tan sólo se trataba de sexo.
El zorro animó al desgastado tigre con la verdad. Le explicó que en su caso, el empezó a mostrar cierto interés gracias a la apuesta. Desde un principio, tan solo querían un beso del salvavidas. Pero tras su encuentro en la carpa de helados, estaba más interesado en la amistad del felino. Por eso discutió con su novio cuando vinieron a ver la película hace unos días. Parecía que aquellas frases afectaban a Leo positivamente. Ahora conocía los motivos sinceros que se ocultaban tras tantos acontecimientos. Después de todo no era tan grave, e incluso bromeó.
-Entonces el ganador es Marcus. Manifestó el tigre con una sonrisa tonta, recordando la tierna escena de su beso, restando importancia a todo lo ocurrido y volviendo a mostrar buen humor. Lan golpeó el hombro del semental que apenas se movió por la fuerza minúscula del pequeño zorro comparada con la suya. -¡Tú ni siquiera participabas! Exclamó entre risas.
A Leo le dio un vuelco el corazón. Estaba completamente sonrojado. ¿Sería posible? Ahora que lo pensaba fríamente, el equino nunca intentó sobrepasarse con él. Quizás por su novio muerto, o ¿sería quizás por que le gustaba?-Leo, tienes mucho que hacer; indicó Marcus rompiendo la magia del momento.-Apenas faltan dos horas para que comencemos a trabajar y tenemos que ponerte sexy. Terminó de explicar, sujetando la garra del tigre que sentía un ligero hormigueo en la boca del estómago.
-¡Y para eso he venido yo! Se levantó con entusiasmo el zorro casi empujando a la pareja fuera del apartamento, aún agarrados de la mano. -¡Te voy a convertir en el gato mas provocativo, sensual y deseado de toda la ciudad!
Con una sonrisa el felino se dejó llevar por sus vecinos. Su vitalidad lo reconfortaba. Mientras caminaban hacia el coche de Marcus, tan sólo podía pensar en una cosa: Gracias chicos.