Un premio agridulce

Story by kingpanther on SoFurry

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#13 of Tigre de compañía


Capítulo 13. Un premio agridulce.

Otra entrega más del fic Tigre de compañía. En esta historia aparece yiff homosexual entre personajes antropomórficos ficticios, un tigre siberiano y un caballo. Si sois menores de edad, no se que haceis con el filtro quitado, o bueno si lo se, así que mejor no os digo nada por que yo no me haría caso a mi mismo. Si os gustó dejadme un comentario, una crítica o un cum. Muchas gracias

Ronie golpeó la pared de un oscuro callejón con su puño desnudo. El lobo dejó una marca de sangre en el concreto de un edificio de la rabia que sentía. El pelaje oscuro de sus nudillos goteaba el líquido carmesí, mientras daba pequeños saltos por el dolor, por un momento se le olvidó por que lo había hecho. Fue una mala idea.

Lamiéndose la herida se marchó para ir a un lugar apartado. Siempre buscaba estar sólo cuando algún problema le atormentaba, pasaría un rato pensando hasta que se le fuera el enfado, y después volvería a casa.

Encontró el lugar ideal. Se sentó en un puente metálico que unía los dos extremos de un pequeño lago artificial, en el parque. Las horas transcurrían, y el cielo se cubrió con un manto de estrellas brillantes cuando el sol desapareció en el horizonte. Los ojos violetas del nervioso lobo observaban cada detalle del estanque. El agua tenía algunos peces de color naranja que por desgracia le recordaban al tigre por su tonalidad parecida al caramelo. Para ser sinceros cualquier cosa le recordaba a Leo, pero el le echaba la culpa a los cebados peces.

Siempre le pasaba lo mismo. Cuando sentía algo por alguien, una tercera persona se interponía en su relación. Ya le había pasado tres veces con ésta, y no fue la primera ocasión que se prometió a si mismo que sólo tendría sexo. El amor duele. Ronie lo sabía demasiado bien, la historia siempre se repite. El miedo de ser herido constantemente le había llevado a ser así, no se mostraba tal y como era a los demás, prefería que nadie se enamorase de él, no entrar en ese juego cruel y despiadado. Él no se dejaría llevar por el titiritero universal que a su juicio obligaba a las personas a caer en sus garras, para justo después romper su corazón en pedacitos.

Rebuscó en el bolsillo delantero de sus jeans la billetera, y sacó una foto modificada de Leo. Sus dedos alargados sostenían la imagen cuidadosamente recortada para que sólo se viera su carita de ángel durmiendo. La dejó escapar sin querer, cuando la palabra "marica" hizo que se volteara para ver como un trío de furries estaban discutiendo a pocos metros de donde se encontraba. Se levantó y se dirigió a ver que estaban haciendo aquellos dos matones con un chico de pelaje rosa.

La espalda desnuda de Leo estaba recostada en las suaves sábanas estampadas con gatitos de su cama. El tigre no tenía nada de ropa en la intimidad de su cuarto, y se encontraba bastante nervioso. Sus ojos ámbar no apartaban la vista de su amante, que exploraba su cuerpo despacio con sus manos aterciopeladas. El caballo pasaba los dedos por cada una de las rallas oscuras de su pelaje naranja que se volvía blanco al llegar a la zona delantera. Primero fueron las líneas de su torso pero la sensación electrizante se acentuaba a medida que esas manos vigorosas y suaves se acercaban a su vientre.

El tigre gimió de pura excitación cuando la respiración de Marcus erizó el pelaje de sus testículos. La rosada lengua del caballo, enorme y caliente, humedecía cada rincón de las zonas mas privadas de Leo, que ya tenía el principio de una erección descansando sobre el morro del semental.

El caballo mantenía aún la ropa de calle puesta, una camisa de manga corta y unos jeans ajustados. Quería agradecer al tigre todo lo que había hecho por él los últimos días y se sentía extremadamente afortunado por tenerlo entre sus manos. El olor en la entrepierna de Leo le resultaba exquisito, y el hecho de tener la verga de su chico chorreando pre sobre su hocico no ayudaba mucho a calmar sus deseos por ir un poco más lejos. Introdujo la punta de su lengua dentro del culito de caramelo que tenía para disfrutar delante de él, y dio una gran pasada recorriendo cada centímetro de todos los provocadores atributos sexuales del tigre. Llegó hasta el extremo de la verga mojada con saliva y pre de tigre, haciendo que el felino se retorciera apretando sus puños contra las sábanas, y comenzó a succionar pasando su lengua por debajo de la piel que recubría el músculo carnoso.

Leo no se había auto complacido en días y tener su miembro atendido por aquella boca experta, hacía que no parase de fluir líquido dentro de la garganta de Marcus. Los labios del caballo bajaban y subían despacio enviando oleadas de puro placer a través de todo su cuerpo, mientras la necesidad por venirse aumentaba. A pesar de ser un tigre, se maravilló por la diferencia de tamaño que tenía con el equino, cuando notó que sus bolas estaban posadas sobre la lengua de Marcus.

Las piernas del furry tricolor descansaban encima de los hombros del caballo, elevando su trasero, y permitiendo a Leo ver como la mandíbula de su gran semental estaba prácticamente sujetando su vientre. Agarrado por su miembro y testículos, que estaban dentro del hocico de su amante, daba pequeños gritos, tan solo ahogados por el constante sonido del chorrear que caía por todas partes.

El caballo devoraba con pasión al felino, jugueteando con los orbes masculinos y redonditos de Leo justo en su base. Se los pasaba de un lugar a otro de su húmeda boca, mientras que la verga rosada que tenía dentro era completamente estimulada por los músculos de su garganta. Cerró los ojos para disfrutar más de ese momento, y sin darle ni un respiro, lamió justo en la entrada trasera del tigre, que no pudo contenerse más.

La lengua de Marcus parecía un tobogán que llevaba la leche del gatito desde su propia verga palpitante hasta su culo. En tal cantidad, que al semental incluso le salió por la nariz aquel líquido blanco y espeso. Tuvo que apartarse a los pocos segundos, mientras el esperma de Leo seguía manchando su cara y parte de la crin alargada del caballo, de un color un poco más oscuro que el marrón habitual de su cuerpo, dándole un aspecto mucho mas sexy con todos aquellos disparos de semen sobre el pelaje.

Leo estaba jadeando cuando se dio cuenta de que la ropa de Marcus estaba hecha un desastre, manchada por todos lados de su semilla. Quiso pedirle perdón, pero apenas había luz para que viera las señas, así que se puso sobre sus rodillas y comenzó a desnudar al semental.

Marcus permanecía inmóvil, mientras le despojaban de su ropa. Las garras del tigre recorrían sus pectorales sensualmente y una oleada de ternura le invadió cuando Leo lamió el semen de su nariz. Desde luego le había gustado, y ahora el semental notaba dolor por culpa de la erección aprisionada dentro de los pantalones.

Los ojos canela del caballo no perdían de vista la expresión de entrega que tenía el tigre mientras acariciaba su enorme miembro negro azabache. Marcus no podía escuchar, pero el lenguaje corporal de Leo gritaba en deseos de ser montado. Especialmente por como miraba y acariciaba la verga del semental que se ruborizó por como el tigre transmitía la necesidad que sentía por tenerlo dentro.

-¿Estas seguro? La voz de Marcus sonaba un poco distorsionada por no poder escucharse a si mismo, pero no obtuvo una respuesta audible, como era de esperar. En lugar de ello, el felino le dio la espalda ofreciéndole su trasero, mientras le miraba por encima del hombro. El brillo de los ojos de Leo fue más que suficiente para convencer al semental, que llevaba años sin acostarse con otro furry. Una chispa en su interior, dormida durante mucho tiempo, encendió su lado más animal. El instinto de semental por montar salvajemente a alguien que se ofrecía así a él, era irrefrenable. Tomó con su dedo índice y corazón todo el semen que pudo, y lo restregó contra la base de la cola de Leo, para justo después poner su abultado pecho sobre la espalda del felino.

El tigre se sobresaltó al notar como las yemas de los dedos gruesos de su amante, lo lubricaban con su propia semilla. Se sentían mucho más gruesos que la verga del lobo, y por un momento se sentía un poco humillado, por el hecho de que usara su propio semen como lubricante, como si el lugar natural para aquel líquido fuera dentro de su culo.

La respiración de Marcus sobre su la nuca de su lindo tigre se acentuaba y Leo podía notar como el semental se dejaba cada vez más guiar por sus instintos. El tigre gritó de dolor cuando el monstruoso miembro del caballo comenzaba a penetrarlo. Era como si lo estuvieran partiendo en dos, separando la carne con aquella verga dura y gruesa que lo empalaba sin piedad. Podía sentir cada vena hinchada del macho. Centímetro a centímetro, el cuerpo de Leo cedía mientras que Marcus abría la boca chorreando saliva sobre la cabeza del salvavidas, ajeno a los sonidos que emitía el felino.

El semental tan sólo paró cuando su vientre estaba tocando la piel de Leo, que comenzaba a acostumbrarse a tener dentro semejante verga. Con su mano derecha Marcus palpó el vientre del gatito percibiendo el bulto que originaba su miembro dentro del cuerpo del felino y bajando poco a poco hasta encontrar el del sumiso pasivo. Comenzó a masturbarlo despacio, y el cuerpo que envolvía su miembro le gratificó devolviéndole contracciones en toda la longitud de su erección, haciendo que resoplase.

Por un momento el tigre pensó que el semental se acababa de venir dentro de él. Un gran chorro de algo caliente le recorría el vientre, pero descartó la idea justo cuando el semental comenzó a embestirle con cierta dulzura. Sólo era presemen, pero se sentía como la venida de Ronie por la gran cantidad que vertía el caballo dentro de él como si fuera una manguera a presión.

Las piernas de Leo temblaban, casi no podía mantenerse a cuatro patas por la enorme cantidad de sensaciones que estaba experimentando su cuerpo. Sentía dolor y placer al mismo tiempo, ternura y amor, pero sobre todo sentía impotencia por no poder decirle a su pareja que esa verga era demasiado para él. Tan sólo podía aguantar tanto como su cuerpo le permitiese.

Marcus tomó por la cadera al tigre y lo sentó sobre su verga. Guiaba el cuerpo del minino arriba y abajo hasta que su miembro desaparecía por completo dentro de aquel culito dulce y estrecho. Vio con satisfacción como el tigre se vino en las sábanas mientras le cabalgaba de forma forzada, en aquella postura. Sin embargo el semental tenía mucho más para darle, quería llevar a su felino hasta el límite de sus fuerzas y volvió a manejarlo con su férrea musculatura. Lo puso encima de su pecho, agarrando fuertemente al felino por el torso mientras lo penetraba ferozmente, y lamía sus orejas sumisas arqueadas hacia atrás.

El tigre notaba como los genitales del semental rozaban constantemente con los suyos. Tras su propio orgasmo que fue un mar de placer, sentía dolor. Más que dolor, su cuerpo se tornó extremadamente sensible y cada empujón que le propinaba con la verga era una mezcla deliciosa entre tortura y satisfacción. Al salvavidas no le quedaban fuerzas ni para gritar. Su boca estaba reseca, y su culo chorreaba constantemente sobre el vientre del caballo. Las caricias de Marcus se sucedían una y otra vez, y el equino le volteaba la cabeza para besarle mientras recibía su polla cada vez más rápido, pudiendo notar el sabor de su propio semen reseco en la boca de su amante.

La cama estaba arruinada con un mar húmedo de los jugos de hormonas que desprendían ambos machos. Leo había tenido ya tres orgasmos desde que el semental comenzó a montarlo, y perdió la noción del tiempo mientras complacía aquel activo que parecía no querer parar de cogerlo nunca. El tigre tenía la cara sobre su propia semilla, tan sólo podía oler a sexo, mientras escuchaba los embates contra su ya insensible culito. Miro por debajo de su torso, y vio sus testículos chorreando y pringando los del semental con los fluidos propios del sexo. Un charco demasiado grande para que pudiera ser absorbido por la tela de la colcha se formó justo debajo de los genitales de ambos.

Todos los músculos internos del tigre se contrajeron cuando un cuarto orgasmo era inminente. Por fortuna el semental no pudo aguantar más, aquellas contracciones hacían que le temblara la mandíbula babeando encima de Leo. Parecía que no iba a terminar de venirse nunca dentro del tigre, al que se le hinchaba el vientre para dejar hueco al esperma de Marcus. El caballo sacó su verga en mitad del orgasmo y terminó marcando la espalda de Leo con tres potentes disparos.

Se movió para verle la cara al felino, pero Leo estaba tan exhausto que apenas tenía los ojos entreabiertos. Marcus le dio un beso en la mejilla y le dijo entre susurros: -Te quiero, pero la única respuesta que pudo obtener por parte del tigre fue un pulgar hacia arriba, antes de que se quedase profundamente dormido.

El equino, se recostó a un lado de Leo, y lo acarició maravillándose de tener a alguien tan especial a su lado. Habían estado juntos más de tres horas, y los músculos del equino necesitaban un descanso acentuado por el inmenso placer que sentía. Sus parpados se caían poco a poco, y no pudo evitar el abrazo de Morfeo.