El Secreto de Tora: La confusión del amor.
#13 of El Secreto de Tora
El Secreto de Tora
Capítulo 13: Lejos de la Ciencia
Advertencia: Para comprender este capítulo debes haber leído los anteriores. ¡¡Feliz Lectura!!
Advertencia (y II ): El Secreto de Tora relata una relación homosexual entre un tigre antropomorfo y un humano híbrido, por lo que si a) No te esperabas una escena picante, b) No te gustan los fics españoles, c) Esperas que sea este último o d) No has salido todavía del armário, una de dos, o sigues leyendo, o retrocedes en tu explorador de internet.
-Eres tu, ¿Verdad?
Capítulo 13: Lejos de la Ciencia
Él se llama Bryce.
Es un lobo híbrido, y a causa de ello, tiene el pelaje azul y además, es daltonico, lo que hace que normalmente acabe vistiendo siempre de negro.
Es novio de Tora Tiger, un tigre antropomorfo con el que lleva ya casi dos años de vida.
Ha sido producto de algún experimento de Leon, el director de la universidad de Tora, del cual se sabe muy poco.
Es débil físicamente, y además, le falta prácticamente toda la memoria, ya que por desgracia, los experimentos y la pastilla que debe de tomar para no fallecer le cubren la mente.
Y parece ser que cuando uno salió, conoció al otro.
Bryce aun seguía sin explicarse como era posible todo aquello. Allí, en plena noche, en una habitación ordenada, de pié delante de un lagarto antropomorfo. Le resultaba extraño, pues le daba la sensación de que todo aquello ya lo había vivido antes, pero por alguna razón, no lograba ni siquiera situarse entre todas las puertas cerradas que se iba encontrando la memoria de su mente.
Para Lizar la situación era distinta. Reconocía la cara del híbrido, (No al zorro que tenía arriba en su cabeza.) puesto que ya la había visto antes. De hecho, la había visto un día antes de que desapareciera su cuerpo de imprevisto y se quedara solo. Pero, ¿Quien era aquel muchacho? ¿Y porqué no reaccionaba a la hora de verle? ¿Que estaba ocurriendo?
-¿De donde diablos... has salido tu?
Esa fue la primera pregunta que logró sacar de sus mandíbulas, pero no observó ninguna reacción por parte del muchacho, que continuaba completamente de piedra, sin que nada ni nadie fuera capaz de hacerle reaccionar.
-Yo te conozco... -logró decir Bryce al final. Solo de pensarlo, se le erizaba el pelo. El lagarto comenzó a acercarse poco a poco hacia él, hasta que finalmente, se encontraban prácticamente a un metro de distancia el uno al otro.
-Tu eres el chico que estaba allí...
-¿Allí?
Lizarman se lo quedó mirando un rato mas, hasta que finalmente asintió con la cabeza, admitiendo lo que estaba diciendo antes.
-Si. En aquel extraño laboratorio, aunque no recuerdo muy bien donde era y que era.
-Un laboratorio...
Bryce no lograba recordar nada. Ciertamente, era otra de esas puertas que permanecían cerradas en su mente, y por mucho que las forzara, no lograba abrirlas. Sin embargo, sabía que estaba ahí la información. Se llevó una mano a la cabeza, cabreado, y finalmente se dió por vencido. No iba a lograr nada.
-Lo siento... No se de que me hablas.
-Me lo temía. Cuando te vi, estabas desorientado. Parecía que te hubiesen lavado el cerebro.
¿Lavado el cerebro? ¿Como? Bryce abrió los ojos, y miró un momento a Lizar, sorprendido. Ese chico aparentaba saber muchísimo mas de lo que en realidad se suponía que él mismo sabía. Miró un momento a los ojos del lagarto, con aquellas pupilas rasgadas. De repente le vino una idea horrorosa a la mente: Si ese chico le conocía, si decía que le vio en un laboratorio, entonces es que era seguramente un aliado de su peor enemigo.
-¡Tu estas con Leon!
-¿Con quien? -Lizar puso una mueca extraña, algo nada normal para ser un lagarto, lo que sorprendió a Bryce, que se quedó un momento sin poder reaccionar. Sin embargo, rápidamente devolvió las piezas mentales a su sitio, y continuó atacándolo verbalmente.
-No te hagas el tonto. ¡Sabes perfectamente de quien hablo! -de repente, acogido por un ataque de ira de procedencia desconocida, le cogió por la camisa del pijama y lo giró sobre si mismo, empotrandolo contra la pared, y acercando sus ojos a los de él. Mioko, espantado, saltó de su cabeza al suelo, y echó a correr fuera de la habitación. Con una voz calmada, pero llena de ira, murmuró. -Dime... donde... está.
-¡No se de que me hablas, te lo juro!
Bryce continuó forjeceandolo, hasta que finalmente Lizar, en un rápido movimiento, logró deshacerse de él y apartarse, haciéndose atrás, en dirección hacia su cama, mientras lo miraba asustado. El muchacho se giró para verle mejor, e hizo crujir sus puños.
-Me temo que vamos a tener una charla... -murmuró.
-¡Y una mierda! ¡Odayaka!
De nada sirvieron sus gritos, porque instantáneamente el híbrido se le lanzó encima, a punto de pegarle un puñetazo que casi lo enviaría al hospital. Lizar le detuvo de forma muy fácil, por lo que rápidamente llegó a la conclusión de que aquel humano era mucho mas débil que él. Bryce, sin embargo, continuó haciendo presión sobre su garra, intentando llegarle, hasta que de repente, sus músculos detuvieron el proceso. Lizar le miró a los ojos, que parecían estar desviados, como si estuviera mirando al espejo que tenían detrás de los dos.
De repente, con un gesto brusco, el lobo se salió de encima de él, mirándolo como quien mira un extraterrestre, sorprendido por algo que Lizar no entendía. El lagarto, asustado, se apartó un poco, hasta que topó con el mismo espejo del suelo, y se lo quedó mirando.
-Tu no eres un lagarto, ¿verdad?
¿Le habían descubierto?
Lizar abrió enormemente sus ojos de pupilas rasgadas, asustándose aún mas. Miro a bryce como si este fuera un demonio, y tragó saliva. Sin darse cuenta se le habían puesto las púas de la nuca en punta, en plan defensivo, aunque Bryce no parecía estar viéndolo en ese momento, quizás por la distancia que habia marcado entre los dos.
Observó con cuidado como se incorporaba y se quedaba mirándolo con ligera sospecha, como quien analiza un cuerpo sabiendo que va a encontrar. Lizarman se temía lo peor: Si se lo decía a Odayaka, ya estaba perdido...
-¡¿Ocurre algo?! ¡Ese maldito zorro ha venido prácticamente como si se cayera el mundo!
No le podían ir las cosas peor. De repente se había abierto la puerta tras Bryce, dejando ver el cuerpo musculoso de la orca en cuestión, a la ofensiva por si pasaba algo. Miraba a todos lados, como si estuviera buscando su presa, enseñando la hilera de dientes afilados que tenía. Aquello estaba complicando seriamente las cosas. Demasiado.
-Ha tenido una pesadilla. -comentó Bryce.
Odayaka lo miró un momento, atónito, y se rascó un poco la cabeza con textura de plástico, extrañado.
-¿Una... pesadilla?
-Si. Cuando he entrado estaba durmiendo, y al querer despertar ha empezado a moverse y se ha caído de la cama. -explicó Bryce con tranquilidad. -Y yo, pensando que era sonámbulo, no me he entrometido.
-Ah, ya veo... -dijo, mirando extrañado a Lizar. -¿Te encuentras bien?
-Oh... ¡Oh, si! ¡De maravilla! ¡No me ha pasado nada, en sério! -exclamó Lizarman, siguiéndole la trabeta al chico desconocido. Todo fuera porque no le descubrieran. Se incorporó de repente, mostrando lo bien que se encontraba. -¿Ves?
-Ya veo... Bueno, os presentaré. Lizar, es...
-Bryce. -le cortó el lagarto de inmediato. La orca se quedó parada, y luego, miró a Bryce, pero el chico le hizo un ademán con la mano, de tal forma que al final, se cruzó de brazos.
-Pues vale, tortolitos, os dejo solos. -exclamó, algo molesto. Viendo que allí no pintaba nada, se dio la vuelta y se largó, cerrando la puerta tras de sí. El híbrido se acercó al inmueble, y apoyó el oído, para comprobar que no había nadie detrás. Viendo que no era así, suspiró tranquilo, y se incorporó, echando un vistazo al lagarto, que parecía bastante tranquilo.
-Gracias... Por no decírselo. -comentó al final Lizarman.
-No hay de que. -contestó Bryce. -Aunque no entiendo el motivo de ocultárselo. Bueno, si, lo entiendo en parte.
Lizar tardó unos segundos, pero finalmente se atrevió a acercarse a él, mirándose el uno al otro. Había algo en el chico que le recordaba a un lobo: Sus cejas, quizás, tan amplias... O quizás esos ojos azules de brillo amenazador. Quien sabe también si era esa nariz chata o quizás ese exceso de vello que tenía en brazos y manos. Posiblemente era el pelo largo y listo que tenía, oscuro como la noche y con brillos azules. O esas orejas, algo puntiagudas. Ciertamente, podían ser muchas cosas.
-Soy un lobo, en parte, no me mires mas.
Lizar se apartó al instante al recibir aquella respuesta, y negó con la cabeza rápidamente. Lo último que quería era una pelea con él, ahora que le había ayudado.
-Tranquilo, no muerdo. -se le adelantó Bryce al ver que el chico no sabía que decir. Le apoyó una mano en el hombro, y por primera vez, sonrió. -Perdona... Te he confundido. Disculpa. He tenido un viaje muy largo.
-No te preocupes, tranquilo. -dijo, quitando hierro al asunto. -Parece que en cuanto ha saltado ese tal Leon te has puesto una furia, igual que Odayaka... ¿Quien eres tu, por cierto? Te conozco, si, pero aun así...
-Soy Bryce, Bryce Qwolf. -dijo, soltándole. -Vengo de occidente. Y no me extraña que Odayaka se enfadara, la verdad es que nos tiene a todos bastante cabreados, sobretodo a mi. -se miró durante unos instantes, recordando la forma que tenía en el sueño, y negó con la cabeza. Por primera vez en su vida, comenzaba a anhelar su antigua vida. En otros momentos la hubiera despreciado, pero ahora había algo dentro suyo que le hacía sentir melancólico. -El daño que me hizo... Se lo voy a hacer pagar un día de estos.
-Es el hombre del laboratorio, ¿Verdad? -Bryce se quedó un rato pillado, mirándolo con cuidado de arriba a abajo, y Lizar prosiguió. -No se mucho de él, pero lo poco que recuerdo lo que me hicieron... Cada vez que lo nombráis, me viene a la mente ese laboratorio... O lo que queda de él en mi mente.
-Espera... Tu...
Bryce se acercó a él de inmediato y le cogió la cabeza bruscamente, mirándolo a los ojos. Por un momento, Lizar tuvo el impulso de meterle un lengüetazo y salir corriendo, pero se calmó: No era bueno hacer movimientos bruscos, y menos con aquel que casi le hacía la cara nueva.
-Tu eres humano. -concluyó Bryce al final. -No hay duda. Pensaba que lo eras por la foto, pero realmente no me he equivocado en mi suposición... Eres un experimento, igual que yo. Un experimento de Leon, por eso le recuerdas.
-Un... Experimento... Si, eso es cierto. -dijo. -No recuerdo muy bien como fue... Pero experimentaron conmigo... Yo... Era ese.
Se acercó a la foto que tenía en la mesita de noche, y la cogió, mirándose con melancolía. Había un efecto muy raro: En la foto había un chico humano, pero en el cristal, se reflejaba el rostro de un reptil, y ambos eran la misma persona. Incapaz de soportar el recuerdo, depositó la foto en la mesa, y se miró las garras.
-Yo era un humano, y todo me iba bien. Iba a conseguir pronto el título de traducción. -mencionó. -Pero de repente, un buen día... Me convertí en esto que soy ahora. En esta cosa asquerosa... -miró a Bryce un momento, mostrando la tristeza de sus ojos rasgados, y concluyó: -Destrozaron mi vida.
-Tu nombre real... No es Lizarman, ¿Cierto?
-No, Es Kima. -dijo. -Me lo cambié para que no me descubrieran.
-¿Como... lograste salir de allí?
-Me ayudaron dos personas: Una gata y un Dragón. -explicó, llevándose la mano a la cabeza. -Se lo tendré siempre agradecido a ambos.
Bryce se quedó pasmado al oír aquello. Una gata y un dragón: Sin duda eran los fallecidos Damaru y Laura. Ambos cuerpos los habían encontrado, con lo cual, se podía admitir que era del todo cierto. Bryce recordó que a él también le ayudaron en su momento, por lo que llegó a la conclusión de que siempre estuvieron del lado contrario al de Leon.
-A mi me ayudaron también. -dijo Bryce. -Y No recuerdo absolutamente nada por culpa de una medicación que me tengo que tomar. Pero veo que tu tienes mas capacidad que yo para recordar cosas, lo cual me da una ligera idea de lo que podríamos hacer.
-¿Que idea?
-Veamos, es fácil. -el híbrido se sentó en la cama y miró al lagarto. -Yo quiero volver a ser un lobo, y tu quieres volver a ser humano. Yo puedo hacer frente a Leon, pero tu tienes el material para hacerle saltar por los aires. -explicó. -Mientras esté con la medicación, me tendrá controlado. Así pues, se me ha ocurrido unir las fuerzas de ambos para vencerle.
-¿Como?
-No lo sé. De momento es solo una idea, pero yo quiero volver a ser el de antes, igual que tú. -dijo. -¿Que me dices? ¿Lo intentamos?
-¿Intentar que?
-Descubrir mas de Leon y como salvarnos. Por el momento ambos no podemos hacer nada. Esta proposición es para, de aquí a un tiempo, si a uno de los dos se le ocurre una idea, contar con el otro.
Lizar miró un momento a Bryce. Este tenía los ojos llenos de rabia, seguramente porque el tema le alteraba bastante, o porque estaba irritado debido al viaje que había mencionado hacía ya unos segundos.
-Esta bien.
Realmente la gustaba.
Si le pillaban, le daba exactamente igual ya. Estaba completamente enamorado de ella. De su forma de ser y de su forma de comportarse. Y no sabía porque realmente, aunque era muy distinto a lo del clan. Ciertamente, allí se iba fijando en todas solo por objeto sexual, pero con Ane era muy diferente... Y se le iba el corazón en cada segundo.
Desde su habitación podía ver la de al lado, la de la coneja, a través de la apertura de una madera que formaba la pared. La veía durmiendo plácidamente, y de repente, le vino una sensación extraña y cruel: La sensación de rechazo. Lo que había hecho Bryce estaba bien, pero dudaba mucho de que eso llegara a funcionar.
¿Pero porqué de repente se había enamorado de ella?
A decir verdad, conocía en parte su historia: La niña, con muy pocos meses, tenía su madre muerta. La verdad es que no la había dado ni tiempo a vivir con ella, y todo por culpa del padre de Bryce. A través de ello, poco a poco se había ido volviendo cada vez mas dura, seguramente porque de esta forma conseguía combatir la realidad en la que se encontraba.
Era esas ganas de vivir las que le gustaban tanto de ella.
Suspiró y apartó la mirada del agujero, enfocándola al techo. La cama en si le resultaba bastante molesto, puesto que normalmente en el clan solían dormir encima de paja, pero ahí era todo bastante distinto. Era tan suave, y tan recto, que incluso le estaba haciendo daño en la espalda. Era una autentica molestia que parecía no querer dejarle dormir en toda la noche.
Se incorporó de improviso, y se cruzó de brazos y piernas, quedándose sentado encima de la cama, dispuesto a dormir recto. No sería la primera vez que lo hacía después de tanto tiempo cuidando del pequeño Bryce. De hecho, incluso le había dado algo verlo ya tan mayor y tan adulto.
-No... No lo hagas... No...
Uros abrió los ojos de repente, y paró el oído. Otro gemido como aquel. Procedían de Ane, sin duda, que una vez mas, estaba teniendo pesadillas. En La Mansión las había tenido a menudo, pero parecía que no iban a cesar. Cerró los ojos, intentando concentrarse. Pero otros gemidos mas le volvieron a desvelar. Estaba claro que aquella noche no iba a dormir ni por asomo.
-Hoy es excesivo...
Dándose por rendido y viendo que iba a ser imposible dormir adecuadamente, se incorporó y miró un momento la pared donde, al otro lado, se suponía que estaba Ane. Echó un vistazo luego al pequeño zorro Mioko, que se había quedado durmiendo con él para que Bryce cuidara del otro tigre, y sonrió levemente contento. Si no iba a poder pegar ojo, iría a ver por cual santa razón era. No estaba enfadado, pero sí algo disgustado con la situación. Se fue caminando hasta la puerta, la abrió, se fue a la de al lado, donde se encontraba Ane. Tocó el manillar un momento, y luego tiró de él, pero no pudo entrar: Había echado llave.
-Vaya...
Por un momento, se sintió impotente. La oía gemir, y también moverse su cama, pero no podía hacer nada. En cierta forma no estaba en peligro, puesto que solo era una pesadilla, pero aún así, le molestaba. Se sentía mal por no poderla ayudar.
Escuchó un váter vaciarse, y miró hacia su izquierda, donde se habría una puerta de la cual surgía una figura conocida: Senko, que le miró un momento, y luego se fue hasta la habitación de enfrente, donde se introdujo y cerró tras él.
La verdad es que a Senko tampoco le gustaba la habitación, pero tenia cosas mejores de las cuales preocuparse. Miró en la oscuridad la figura de Bryce, levemente reflejada por la luz de la farola, vestido con un pijama a rayas y el pelo largo. Con las rodillas encogidas, parecía distante, alejado, fuera de aquel mundo. Era todo un acierto que se hubiera quedado con él para su idea inicial ahora que se había mencionado todo lo ocurrido al respecto durante la reunión, abajo.
-Gracias por aguantarme. -le dijo antes de acercarse a la cama y echarse otra vez. -Tengo unas ganas de devolver...
-¿No lo acabas de hacer? -le dijo Bryce, en susurro.
-Si... Pero me da igual. Joder... creo que me pasé con la comida.
-Un poco, si.
Bryce se incorporó y se acercó hasta su cama, echándole la manta encima, y cogiendo de la mesita de noche un termómetro. Se lo puso al tigre en la boca, y luego, le puso la mano en la frente. Se sentó en el suelo, al borde de la cama, y volvió a quedarse callado, cerrado en sus pensamientos, mientras miraba la habitación: Rectangular, alargada, con una cama, un armario, una mesita de noche, y una ventana cuadrada al fondo. Ciertamente, era sin duda de invitados, porque la lampara simplemente era un fluorescente decorado con buen gusto. Notó de repente la zarpa del tigre revolverle el pelo, y se rió un poco.
-Apuesto a que Tora te suele hacer lo mismo a veces... -le dijo.
-Si, a menudo. -comentó Bryce mientras le sacaba la zarpa de encima y la volvía a apoyar en la cama. -¿Como lo sabes?
-Bueno... Solía hacerselo yo cada vez que la liaba a base de bien. -comentó. -Ciertamente, siempre ha sido muy trasto. El que conoces ahora no es ni mucho menos el que fue de pequeño, aunque creo que tu no te acuerdas.
-No me acuerdo de nada... -añadió Bryce. Se sumió en un profundo silencio nuevamente, que a Senko le resultó un poco molesto. -Oye, Senko... ¿Te puedo hacer alguna pregunta?
-Si, claro. -contestó el tigre, poniéndose boca arriba, y llevándose una zarpa a la frente.
-¿Es cierto que tu querías a Tora?
Menuda pregunta le acababa de hacer. En cierta forma no es que le hubiera querido, es que seguía queriéndolo. Quizás intentó, en algún momento, hacerse con Tora, pero este siempre había negado el hecho. Para el novio del híbrido, su amor solo estaba dedicado al muchacho, por lo que no podía corresponderle en ningún momento. Y aunque estaba en cierta forma enfadado por esa forma de pensar del tigre...
-Si, y le quiero. -dijo. -Pero una vez escuché algo que me hizo al menos dejar de pensar en él. Al menos un poco... Hasta hoy.
-¿Y que fué?
-Precisamente porque le quiero me dí cuenta que no podía competir contra tí... De momento.
El híbrido le miró de reojo, sin entenderle.
-Quererle es... Verle feliz. Hubiera hecho cualquier cosa por hacerle feliz, pero a mi lado solamente era un amigo, nada mas. Hay sentimientos que no son correspondidos, y los míos nunca lo fueron. -explicó. -Como mucho llegamos a un par de besos pero... Nada mas. Me confesó al día siguiente cual era el problema... Y a pesar de que no le dije nada, me he dado por vencido.
-Lo siento...
-No tienes que sentir nada, Bryce. Pero escúchame bien. -dijo, seriamente. -Tu no eres completamente humano, pero él si. Da gracias a que ambos estáis en épocas diferentes, pero si vuelven a cogerle para hacerle lo mismo que en el partido de basquet...
-Te has enterado...
-... Perderás a Tora para siempre.
Para siempre.
Perder a Tora para siempre era un auténtico suicidio, al menos para él. Sin embargo, había algo que no le estaba cuadrando en Senko. Había algo en su tono que le estaba propulsando a un reto, pero no lograba averiguarlo hasta que, finalmente, se le encendió la luz. Era un tono que tiraba al egoísmo.
-No dejaré que te quedes con Tora, ¿Te enteras?
-Vaya, no eres tonto. Acabas de averiguarlo, ¿Verdad?
-Igual que la treta de Ane. -mencionó Bryce, con un tono de voz que denotaba frialdad. -Solo ha sido juntar las piezas: Si dos tigres están en celo, es imposible que uno se resista a los deseos del otro, ¿No es cierto?
No obtuvo respuesta por unos momentos. En realidad, poco a poco, fue escuchando una leve risa, que se iba transformando mas en una sonora carcajada, hasta el punto en que empezó a asustar al chico.
-Madre mía, que gracia me haces. -dijo Senko, medio riéndose aún. -Pues me acabo de equivocar contigo, muchacho. En realidad no lo decía por Tora, si no por ti.
Ahora le cuadraba todo. Bryce abrió fuertemente los ojos, asustado, mientras le venía a la cabeza las escenas de Tora cuando este se encontraba en la misma situación en casa. Se encarantoñaba con Bryce, le hacía cientos de mimos, y aunque contenía el deseo, había que admitirlo, el tigre estaba entrenado en ello, pero él no.
-Que...
-Tu no tienes tanta fuerza como Tora para controlarse. Será fácil hacerte contigo aunque tu cerebro no lo quiera admitir. -explicó. -Te conozco, y has perdido la memoria. Es perfecto para hacerme con él.
-No...
-Será fácil. Te poseeré, haré que a Tora le lleguen las fotos que iré haciendo, le engañaré, y le tendré solo para mi...
Senko notó de repente la cama mojada, haciendo que se levantara de ipso facto. De pies, delante de él, se encontraba Bryce, que en un momento se había incorporado y había lanzado el vaso de agua de un manotazo encima de él. Su mirada denotaba un miedo terrible, forzado a ser ira.
-No te duele el estómago, ¿Verdad?
Senko le miró unos instantes, y luego, sonrió.
-Te has dado cuenta.
-Normalmente cuando a uno le duele el estomago no está hablando constantemente. -predijo Bryce. No le comentó nada mas, simplemente se dio la vuelta hasta la puerta, y salió tras ella, cerrándola de inmediato.
Y en ese momento se puso a llorar.
Primero era Ane, y ahora se trataba de Senko. ¿Que pasaba? ¿Que todos habían decidido hacerle daño constantemente? ¿Es que no se iba a acabar esa pesadilla nunca? ¿Acaso era él quien tenía que tomar cartas en el asunto? ¿Y porqué ahora ellos dos?
"Ambos quieren a Tora, pero ambos parece ser que me encuentran un obstáculo" -pensó. -"Tengo que encontrar la forma de bordearles... Tengo que encontrar esa forma... Uros... Uros es la persona que me va a tener que ayudar. Es la única... Que me puede enseñar a controlarme."
-Hiciste muy bien en acordarte de la casa que teníamos ambos. ¿Como lograste acordarte?
De hecho no se había acordado él, al menos de momento. Uros había sido quien le había informado de la situación de La Casa de Pinocho, el nido de amor que tuvieron en su momento cuando recaudaron suficiente dinero para vivir fuera del hotel, en cuanto le preguntó al lobo que hicieron Tora y él cuando llegaron a la ciudad. Ciertamente no hubiera aguantado un día mas en casa de Odayaka teniendo a una coneja enfadada y a un tigre que planeaba hacerse con su cuerpo en el momento en que no pudiera negarse, por lo que la idea le había venido de perlas.
-Cosas mías.
Y había mentido, ciertamente, diciendo que había sido él quien se había acordado. Miró detrás suyo, en el coche de Tora, para comprobar que en el asiento de atrás se encontraba al lobo completamente dormido.
"Esto es lo que llaman JetLag..." pensó, dando por imposible el caso de Uros. Se sentó nuevamente en la silla, y miró hacia adelante. Atrás habían dejado los edificios altos, internandose en una zona de torres, tranquila, y con calles amplias y vecinos de caras agradables. El ambiente que se respiraba era muy familiar, lo que hizo que por momentos olvidara lo ocurrido la noche pasada. E sol incluso le iluminaba la piel y quien sabe si también sus ideas.
-Bueno, ya hemos llegado.
Frenó de repente, lo que hizo a Bryce anotarse mentalmente no volver a subirse en el coche de Tora. (Lo había olvidado, ahora que lo pensaba) Ya en su sitio, se sacó el cinturon, y se bajó de él pasando por la puerta, para mirar a su alrededor. ¿Donde estaba la casa?
-Es esta, Bryce.
El chico giró en redondo para seguir la voz del tigre, y se topó de lleno con algo impresionante. Tras Tora, había una pequeña pared blanca de piedra, que debía medir lo mismo que él (Tora la sobrepasaba bastante), y tras aquella pared, había una enorme casa de madera algo abandonada a juzgar por las ventanas, todas ellas con una X hecha con celo blanco. Además, no parecía tener cortinas, ni tampoco ningún mueble en su interior.
Pintada de blanco, consistía en dos partes y dos plantas. La parte de la izquierda era mas alta, tenía por lo visto un altillo, acabando con un tejado en punta, y abajo estaba el garaje. El otro lado consistía simplemente en un piso superior, y además, la puerta.
Era increíble para llevar dos años abandonada.
-Y esto... ¿Lo compramos nosotros? -preguntó Bryce.
-Si. En realidad a ti no te gustaba, pero a mi me encantaba, y al final, la compramos. -dijo el tigre, agachándose un poco para dar un par de golpes en la ventanilla e intentar despertar a Uros. Sin embargo, lo único que logró de este fue que se girara inconsciente y continuara durmiendo, abrazando al zorro, que seguía en el mismo estado. Justo cuando estuvo a punto de abrir la puerta, Bryce le detuvo, y le miró a los ojos.
-Déjale. Ayer no pudo dormir bien por culpa de Ane. -explicó Bryce.
-¿Y porqué ha venido, entonces?
-Bueno... Es una misión que tiene que cumplir. -luego cogió de la zarpa a Tora y tiró de él para que le acompañara a la casa. -Vamos, vamos, déjale en paz y que descanse. Vamos tu y yo a ver la casa.
-Si, pero... Está bien.
Tora dejó el tema de Uros aparcado, y decidió apuntarse con Bryce a revisar la casa. A revisar viejos recuerdos de antaño, recuerdos que, quien sabía, quizás infectaban la mente de Bryce y le hacían recordar aún mas cosas. Aunque eran suposiciones que, seguramente, no se cumplirian. La mente de Bryce no estaba tan preparada.
El interior de la casa estaba bastante vacía, a excepción de unos cuantos muebles ocultos bajo sabanas blancas. El piso de abajo se componía de una entrada pequeña, y que conducía a un comedor enorme completamente vacia. A continuación daba a un pequeño salón que contenía una puerta con acceso al garaje, y unas escaleras para el piso de arriba. Realmente era una casa muy complicada a primera vista.
-Es enorme... -exclamó Bryce, mirando el interior. Nunca se la había imaginado tan grande.
-Pues espera a ver esto. Sígueme.
Sin darle tiempo a negarse nada, Tora agarró el brazo del chico, y echó a correr hacia las escaleras, subiéndolas con él rápidamente. Bryce no pudo ver si no una sinfonía de diferentes pasillos y lugares. El sinfín de escaleras acabó cuando ambos llegaron a la enorme habitación que Tora quería enseñarle, un lugar único y preciado para el tigre.
Era una habitación de matrimonio, enorme y gigante, y a diferencia del resto de la casa, la madera que parecía rellenar las paredes era diferente, por lo que Bryce no tardó en tocarla para conocer el tacto, reconociéndolo al instante por sus conocimientos de Dorei: Era material insonorizante, de tal forma que no se mostraba el ruido al exterior. La habitación tenía dos armarios, uno a cada lado de la puerta, y enfrente, una enorme cama, dos veces mas grande que una de matrimonio. A la izquierda de esta, había una ventana enorme, cubierta por las que debían ser las únicas cortinas de la casa, tan llenas de polvo que hacía de la habitación un lugar completamente oscuro y tenebroso. Notó de repente los fuertes brazos del tigre rodeando los hombros suavemente, mientras apoyaba su cabeza en su cuello y se lo olía con suavidad, restregándose contra él suavemente. El chico podía notar el pelaje tocándole los brazos repetidamente.
-Aquí es donde tu y yo, por primera vez, lo hicimos.
De repente le soltó, y se fue hasta la cama. Agitando la cola de un lado a otro, Tora se acercó hasta el mueble, y lo tocó con suavidad con sus zarpas. Recordaba cada momento vivido, cada segundo experimentado. La mejor noche de su vida, seguramente porque la cama, al ser tan grande, les daba una amplia gama de movimientos increíble.
Con un suave haz, se deshizo de la tela, dejando ver lo que había debajo: Una colchoneta gris, completamente envuelta por un plástico. Una presencia a su izquierda hizo que desviara su atención de nuevo hacia el chico, que se había acercado a él para ver mas de cerca la cama.
-Esto es increíble.
-Si.
Bryce lo miró un momento a los ojos, pensativo, buscando en los ojos del tigre algún recuerdo anterior suyo. Sin embargo, solo se encontró con unas pupilas rasgadas que le miraban con paciencia y alegría. Unas pupilas que parecían no querer olvidarse de ningún detalle de él, de su cara o de su cuerpo, a saber, o quizás también de su alma.
¿Porqué se enamoró de él? ¿Por su forma de ser? ¿Por su forma de amar? Seguía sin entenderlo, pero Tora era de aquellos que tenían un carácter difícil de explicar. Y lo peor de todo es que eran aquellos momentos, donde la luz era tan tenue, que lo único que podía ver eran los ojos del tigre.
-Bryce...
Recordaba los momentos en que ambos habían estado juntos alguna vez en aquella casa, ambos estudiando separados, con sueños juntos que derrocaran la condición de vivir a cargo de sus clanes, teniendo una vida juntos por delante. Y hubieran cumplido juntos ese sueño si no hubiera sido por aquel entonces.
Y le tocaba el cabello y recordaba las veces que habían sido sus dos cuerpos uno, con la intención de demostrarle lo mucho que le quería. Y ahora estaba ahí, indefenso... No quería, pero una parte de él quería volver a...
-¿Hay alguien ahí?
Esa voz le resultaba gravemente conocida.
Tora apartó la zarpa que había acercado a su cabello, y miró un momento a la puerta de entrada de la habitación. E cuanto volvió a escuchar una voz, miró a Bryce un momento, asintiendo con la cabeza, y se apartó de él.
-Ahora vuelvo.
-Vale.
Tora dejó solo a Bryce, yéndose de la habitación, y bajando las escaleras poco a poco mientras la voz conocida iba insistiendo y se iba haciendo cada vez mas audible. En cuanto llegó al piso de abajo pudo deslumbrar una sombra muy conocida por ser parecida a la de Uros, pero en ningún momento llegó a pensar que era él. Uros no iba a tener en ningún momento una voz tan femenina, por lo que no tardó en averiguar que se trataba de la persona que menos esperaba.
Esa loba.
-Rikai... -empezó a decir.
La loba, que parecía haber estado mirando el techo, volvió la vista hacia el tigre. Al principio puso un rostro de sorpresa, pero pronto sus ojos oscuros volvieron a relajarse, mirándole medio sonriente.
-Vaya... ¿Tora?
-El mismo.
Rikai le miró de arriba a abajo, y volvió a sonreír de nuevo, esta vez atreviéndose a acercarse a él. Se detuvo un momento, mirándole mucho mas de cerca, como si le examinara, mientras que Tora, con todos sus músculos en tensión, permanecía con los brazos cruzados, a la espera de que la loba dijera algo.
-Definitivamente eres tu. -dijo al final. -Realmente has crecido... Supongo que sin mi hijo, ¿no?
-Vaya... ¿A que viene esa acusación?
-No me seas tonto, Tora... Shinke me lo ha contado todo.
Tora tragó saliva y la miró con rabia, mientras se acordaba de los padres de Shinke. Había olvidado por completo que la madre de Bryce llegó a conocer a Shinke en el momento en que tanto el lobo como él llegaron a instalarse. Cogió aire, cargándose de paciencia, y negó con la cabeza, sumamente enfadado.
-Bryce está conmigo, en esta casa. Arriba.
-¿Y piensas que me lo voy a tra...?
-¿Tora? -sonó la voz de Bryce detrás del tigre. Este vió como se le estaba escapando todo de las manos, y cerró fuertemente los ojos defraudado consigo mismo, mientras cogía aire intentando hacerse la idea de la situación. Delante tenía a la madre, detrás al hijo, y seguramente uno no reconocería al otro... Se apartó cauteloso, dejando ver al muchacho, que estaba en el primer escalon, sujetado a la barra.
La madre pasó de tener un rostro sonriente y seguro, a uno de sorpresa y quizás de decepción también. Tora comprendió, solo con verla, que le había reconocido, pero por lo visto, la había pillado de sorpresa, o eso parecía, porque no se atrevía a formular ninguna palabra, a pesar de que aparentaba estar a punto de llorar.
-Tu eres... Eres... ¿El novio de Tora?
-Esto... Si. -asintió Bryce mientras miraba al tigre con cara de "¿Y esta quien es?"
-Bryce, te presento a...
-Una amiga. Muy lejana, por cierto. Hacia mucho que nos nos veíamos, Tora. Y ni siquiera me habías dicho que tenías novio. -dijo de repente, cortando a Tora, y actuando con normalidad. Luego se acercó a Bryce con cuidado, y acercó una zarpa a su rostro, acariciándole la mejilla. Por un momento le entraron ganas de llorar, pero se contuvo y dijo: -Que guapetón que eres. Ese pelo tan largo te queda muy sexy.
-Ah... -El chico se puso rojo al oir aquello, llevándose una mano a la cabeza. -Gra... Gracias.
-De nada. -respondió la loba. Luego miró a Tora, y se cruzó de brazos, inclinando una ceja con la intención de señalar al chico, pero sin que le viera. -Pues me vas a tener que contar muchas cosas, Tora, pero viendo como tienes la casa creo que he llegado en un muy mal momento... Bueno, eso tiene fácil solución. -se acercó a Tora con cuidado, con una seriedad en su rostro que denotaba frialdad. -Voy a hablar con Shinke. Llama esta noche allí, no lo olvides. Te estaré... Esperando...
El pelaje de Tora se puso levemente de punta, aunque en ningún momento cedió ante las amenazas psicológicas que lanzaba la madre de forma indirecta. En los ojos de esta podía ver una amenaza cruel, mas bien tirando a la de un lobo reclamando un territorio que había cedido hacía ya un tiempo. Había reconocido a Bryce, sin duda, y viendo en el estado en el que se encontraba, fijo que le iba a llamar simplemente para decirle que se lo llevaba de su lado.
Con la mirada la siguió, hasta que desapareció de la vista, alejándose. Tora miró un momento como su figura desaparecía en uno de los lados de la calle, y cerró inmediatamente la puerta, suspirando.
-¿Quien era, Tora? -preguntó Bryce.
-Ya lo has oído... Una amiga.
-Pero...
-Bryce, ¿Y si lo olvidamos... -volvió la vista al chico, sonriendo calmado. -... sacamos las sabanas de los muebles y nos vamos a comprar ropa y comida para ir tirando? Recuerda que como jugador, aún me queda muchísimo dinero. Total, no era yo quien pagaba la estancia en el hotel.
-Vaya... Que buenas ideas tienes...
Bryce se acercó paso a paso hasta Tora, y se quedó cerca de él, cogiéndole con suavidad de la camiseta, sin atreverse a mirarle a los ojos, pensativo. En esos momentos a Tora le entraban las ganas de cogerle y llevárselo a la cama, aunque eso no iba a hacerlo si a él no le apetecía, ni mucho menos. Sin embargo, era difícil saber lo que se le estaba pasando por la cabeza a su novio, así que al final, cansado, le dió un toque en la frente.
-Ei, tu. ¿Que te ocurre? -le preguntó.
-Tora... ¿Te acuerdas de como nos conocimos? -le preguntó. -Tu salías en ese momento de un gimnasio...
-Aiba, es cierto. El gimnasio del Hotel...
-Exacto. -comentó Bryce. Volvió a quedarse callado, mirando a la camiseta, como si fuera incapaz de decir nada. Tora suspiró unos instantes, hasta que al final, harto de esperar, acabó negando con la cabeza
-¿Que quieres decir con eso, Bryce?
-Me gustaría ir a un gimnasio, o que tu me entrenases. -acabó soltando Bryce, sorprendiendo a Tora. El chico, aprovechando el silencio momentáneo, miró inmediatamente a Tora, acariciándole el morro. -Escúchame, no aguantaré mucho si sigo en este estado, Tora. Estoy débil, y aunque nunca llegue a ser tan fuerte como tu... Al menos unos segundos mas de vida si me encuentro en un aprieto me iran muy bien...
Tora le miró un momento, y mas tarde sonrió levemente, mientras asentía con la cabeza. La verdad es que tenía toda la razón: Si se hacía mas fuerte, aunque solo fuera un poco, probablemente incluso enfermaría menos o no se haría daño tan fácilmente. En cuanto volvieran a la facultad estaría completamente a riesgo de que cualquiera le pillase y le metiera una zumba. Quizás así se ahorrarían disgustos, y quien sabe... Quizás descubrirían algun que otro secreto.
-Haremos las dos cosas. -le dijo. -Prefiero estar presente y al lado tuyo a la hora de entrenarte o de usar el gimnasio. Mas que nada porque soy de los pocos que conocen tu secreto y tengo que cuidar de tí. ¿vale? Mira, tengo una idea... Desmontamos casa, vamos de compras, pasamos por el gimnasio, y volvemos, ¿Vale?
No hubo falta palabas. Bryce abrazó al tigre fuertemente, sintiendo cada uno de sus músculos, mientras que Tora se dejaba llevar. Quizás después de todo lo ocurrido, ahora estaban mas unidos que nunca.
-¿No lo sabias?
Shinke ya se esperaba que Rikui volvería en aquel estado de depresión al enorme parque. Habían quedado ambos ahí, para regresar juntos a casa, donde habían pactado que por unos días la madre viviría ahí, pero cuando la vió con aquel rostro cabizbajo, lágrimas enormes asomando por los ojos, a punto de estallar a llorar, Shinke se levantó de inmediato y echó a correr tras ella, abrazándola y mirando de reconfortarla.
-Shinke... No puede ser... -logró decir la loba.
-Ya te lo dije que a Bryce le habían hecho mucho daño. Y no por culpa de Tora. -dijo Shinke. -Nos lo quitó de todos. Todos queríamos a ese lobo, le teníamos en gran estima por su forma de ser... Y nos derrotó a todos y se lo quedó.
-Mi hijo...
Finalmente estalló a llorar, abrazándose a Shinke, con la única salida de desahogarse. Shinke no supo nunca si realmente lo hacía de rabia o de desesperación, pero la pobre parecía con el corazón roto, destruido, hecho añicos, y le sabía realmente mal, muy mal, que la pobre estuviera así.
-Pero está vivo. -la dijo suavemente. -Increíblemente, ha sobrevivido. Y está luchando, por lo que me ha dicho Odayaka hace un momento. Tora y Bryce están luchando juntos para acabar con esa pesadilla. Ahora no podemos llorar, ahora debemos... -la cogió de los hombros y la miró a los ojos. -.. apoyarles en lo que sea.
-No puedo apoyarles, Shinke... Bryce no tiene porqué verme.
-¿Que? -El grifo se quedó mirándola durante un buen rato, abriendo aquellos ojos de cazador, y con el pico completamente abierto. -¿Pero que quieres decir con eso? ¡Es tu hijo! ¡Ha vuelto y con vida, a pesar de todo! ¿De que vas?
-Por eso mismo no puede verme, Shinke... ¿No lo entiendes?
El grifo miró de escudriñar entre su mente, y luego, apartó las zarpas de sus hombros, cogiendo aire para mirar al cielo. En cierta forma, pensaba, tenía razón con aquel comentario. En esos momento, no podía permitirse el lujo de que él la descubriera, pero al mismo tiempo, no podía dejar de ver como sufriría ella por no poder abrazarle como una familiar mas.
_-_Pero se les puede ayudar de algún modo sin que tengas que intervenir... Rikai, es tu hijo...
-Si, quizás tengas razón...
Shinke la soltó suavemente, y la siguió con la mirada, mientras veía como esta se iba caminando poco a poco en dirección hacia el banco. En cuanto estuvo algo cerca, comenzó a caminar tras ella, hasta que la vio sentarse. No se quedó con ella, si no que se esperó de piés, delante, mirándola minuciosamente.
-Shinke... Me has contado que Laura y Damaru murieron... ¿Que se sabe de ellos y porqué?
-Por lo que me ha contado Odayaka... Ayer noche les metió a Tora y a Bryce a un test de primer grado pero... No sacó absolutamente nada. No tienen ni idea.
Rikai le miró un momento, algo triste, y se secó las lágrimas con una zarpa, mirando de calmarse. Laura y Damaru... Poco sabían de ellos, excepto que fueron los que ayudaron a Bryce a salir de aquel experimento. Sin embargo, parecía que se habían llevado bastantes secretos a la tumba.
-Algo me dice que sabian mucho mas, Shinke. -dijo la madre, mirándole. -No se como, pero voy a ponerme a investigar. Creo que esos dos necesitan una ayuda... Y quizás Laura y Damaru nos la podrían ofrecer.
El gimnasio estaba bastante vacío, quizás porque habían venido muy pronto, quizás porque hoy mucha gente se lo daba festivo. En el momento en que entraron, Bryce se encontró con una sala cuadrada. En el centro había un enorme ring, iluminado por varios focos. Alrededor residían varias maquinas y "juguetitos" con los cuales uno se entrenaba. Al lado de la puerta de entrada había una mesa de recepción, con una rata al otro lado, fumándose un pitillo, de perfil y sentado a lo lejos, y vestido con una camiseta negra que poseía el símbolo de la muerte en le pecho. Al ver a Tora con una mochila en el hombro, se giró, mostrando lo tuerto que era, y se acercó a la mesa, sonriente.
-¡Aquí esta ese tigre! -exclamó, mostrando una voz grave y gastada. -¡Choca esos cinco, chaval! ¡Uy, no tengo cinco, jejeje! -Tora le siguió el juego, riéndose mientras agitaba levemente las orejas, y la rata continuó mirándole hasta que, pasado un rato, su mirada se volcó hacia alguna cosa que había al lado del tigre: Un chico con rasgos lobeznos, lo que le sorprendió.
Tanto Bryce como Tora habían ido a comprar, y de paso, habían dejado a Mioko con Uros para que se encargara de él, lo que hizo que el lobo protestara al principio, pero al final aceptó a dejarles solos un rato, si a cambio le llevaban con Ane, que había ido a trabajar. Una vez acabadas las compras (Aprovechadas para comprarse alguna de gimnásio), habían depositado la ropa en el maletero del coche, y se habian llevado lo justo para practicar un rato.
-¿Un... Dorei? -dijo, extrañado.
-Si, y va a venir conmigo en el gimnasio. Tranquilo, Charey, yo me encargo de él. -dijo, haciendo un ademán con la zarpa. La rata le miró con una ceja alzada, y al final, suspiró.
-Muy bien, tu te haces cargo de él. Tienes un nivel 3 en tu materia, así que tu mismo. -argumentó la rata. -Espérame aquí, ahora me hago cargo de su inscripción.
En cuanto la rata se alejó, Bryce miró el cuerpo de Tora, mientras este permanecía despistado, y comprendió de repente porque estaba tan musculoso. Aquel gimnasio nunca había sido uno normal, si no que se trataba de una escuela de entrenamiento, con exámenes y todo. Eso explicaba, sin duda, la cantidad de higiene que resaltaba toda la sala.
-¿Ocurre algo? -la voz del tigre hizo que desviara la mirada hacia su rostro, y rápidamente hacia otro lado, mientras se tapaba la cara de vergüenza. Tora se limitó a sonreír para sus adentros, a sabiendas de lo que le ocurría a Bryce, y volvió la vista hacia el frente, esperando pacientemente a que Charley volviera. No tardó demasiado en hacerlo, con un par de papeles en una zarpa, y un boli en el otro, y se los entregó al tigre.
-Toma, aquí lo tienes.
-Vale, gracias. Oye, Charley... ¿Podemos ir a los vestuarios y rellenarlo ahí?
-Eh... Si, claro. Vosotros mismos. Y tu. -exclamó, mirando al chico. -Bienvenido, no desfallezcas, ¿eh?
-Eso está por ver aún.
La respuesta le pilló de improviso, pero antes de que se pusiera borde, Tora cogió a Bryce por el hombro y se lo llevó consigo, dirigiéndose hacia la puerta del fondo. El chico pasó de la rata, y se centró en el resto del gimnasio, mirándolo con curiosidad, y fijándose sobretodo en el ring.
-Tora... ¿Tu estabas aquí cuando vivíamos los dos?
-No... Me inscribí... Por ti.
Bryce fue a decir algo, pero una máquina de estimaciones le llamó la atención, desviando el tema por unos instantes. Tora le miró unos segundos y sonrió levemente, pensando en el entrenamiento. No le fallaría, seguro, su fuerza de voluntad era superior a la de cualquier otro que hubiera visto, y por esa razón quería entrenarle él mismo: Porque haría cualquier locura si le dejaba en manos de cualquier otro.
Ambos se introdujeron mas tarde en los vestuarios, un lugar enorme, bien limpio, constituido de ***** a pares, grupos separados cada tres metros, y entre cada par, un armario lleno de taquillas. Estaba completamente silencioso, no había ni siquiera una sola alma, excepto ellos dos, lo que daba una sensación fantasmagórica. Bryce comenzó a avanzar un poco, por simple curiosidad, y Tora, discretamente, cerró el pestillo de la puerta mientras le miraba, aún con la hoja en la mano y la mochila en el hombro. Agitando la cola de un lado a otro, comenzó a seguir a Bryce poco a poco, que se iba alejando de la puerta, y se iba acercando a las duchas, mirando cada uno de los armarios. Cuando llegó a las duchas, se fué hasta la última de todas, y la abrió, mirando el interior.
-¡Dios, son enormes! -exclamó. -¡Tora, ven rápido!
Ni siquiera sabía porque le llamaba, ya que era obvio que Tora las habría visitado cientos de veces. Sin embargo, se le veía tan ilusionado, que hasta el mismo tigre echó a correr un poco para alcanzarle. Con la cantidad de cosas que pasaban, y continuaba sin dejarse sorprender con simples objetos. Y encima ponía esa cara de inocente que no se resistía.
Sin embargo, todo era un engaño. En cuanto Tora estuvo lo suficientemente cerca, Bryce le cogió la mochila de repente, sorprendiendo al tigre, e introduciéndose en la ducha, cerrando la puerta de cristal de repente, y sacandole la lengua al tigre, aunque poco le veía ya.
-¡Ei! ¡Pero si tengo que hacer tu ficha aún! -exclamó el tigre indignado.
-La puedes hacer sin mí, ¿No? ¡Jajajaja! -se empezó a escuchar de repente el sonido del agua, y a Bryce riéndose. -¡Guau! ¡Hasta puedes decidir la forma en que quieres que te caiga el agua! Oye, Tora... ¿Me dejas que me duche?
-Aish... Eres un caso, tío. -el tigre se alejó hacia los bancos, y se sentó en uno de ellos, de cara a la ducha, mientras miraba las hojas. -Como quieras.
La respuesta fue oir el cinturón caerse al suelo, y la camiseta desabrocharse poco a poco. Tora sintió un escalofrío, y procuró centrarse en los papeles, comenzando a escribir, como podía, el nombre del muchacho y el apellido. Anotó la edad, y la nueva dirección, y de repente escuchó a Bryce reirse...
"Joder..."
¿Era estudiante? Tendría que preguntárselo después. ¿Mayor de dieciocho? Si. ¿Llevaba la renta? No. ¿Trabajo? Dorei. ¿Acreditación? V42 ¿Enfermedad? Daltonismo...
"Bryce..."
No podía sacárselo de la cabeza. Realmente tenía últimamente un problema muy grave con él. Desde que se habían roto las barreras que lo separaban, casi que le deseaba semanalmente. Deseaba abrazarlo, besarle, hacerlo todo suyo, compartir su calor, dejar que le mordiera la oreja, que le acariciara el pelaje, que jugara con él como si jugara con un peluche... Nada mas pensar en eso, tenía la sensación de estar ardiendo.
Depositó la hoja y el bolígrafo a un lado, y se dirigió con paso decidido a la ducha, abriendola de repente, y entrando en él. Al ir descalzo, no tenía porque sacarse nada, así que dejó que su ropa se mojara mientras se acercaba con cuidado a Bryce y le abrazaba por detrás con sus fuertes brazos, una manía que tenía siempre, y evitó, de paso que el bote del chico le hiciera resbalar.
-¡Tora!
-Perdona, Bryce... Perdona...
Sentía que una mariposa florecía en su estomago, a punto de salir, y con cuidado, se quedó así unos instantes, abrazándolo con cuidado, sin querer espantarlo ni dejarlo caer, ni mucho menos hacerle daño. Sin embargo, se sentía muy bien notando su cuerpo contra su pelaje, y con e agua mojandolos, ofrecía una sensación especial.
Le quería.
Quería a Bryce con todas sus fuerzas, y esa necesidad de querer proteger su corazón le obligaba a cometer locuras como aquellas, en las que simplemente le abrazaba por detrás y apoyaba la cabeza en su hombro, mientras dejaba que el aire, el tiempo, el mundo, girara alrededor de los dos. Bryce tenía la respiración normal, pausada y cronometrada, por lo que dedujo que simplemente había sido el susto del principio y que en realidad ahora estaba mucho mas tranquilo.
Le lamió con cuidado el cuello del muchacho, con mucho cariño, una manía persecutoria e instintiva que tenía. A veces, incluso cuando despertaba, lo hacía a menudo con Bryce, y ambos se reían a la vez. Bryce llevó una mano a la cabeza del tigre, acariciándole con dulzura, mientras notaba sus mimos. Le gustaba que Tora le hiciera aquello. No sabía porqué, pero le entraba la sensación de que estaba mucho mas protegido y que el cariño era mutuo. Estuvo un rato sin colaborar, sin decirle nada, hasta que finalmente, con ganas de demostrarle lo mucho que le amaba, acabó girando un poco la cabeza para lamer el morro. El tigre se sorprendió, deteniéndose al instante para ponerse a su altura, y en cuanto lo hizo, Bryce aprovechó para besarle.
No tuvo otro remedio que soltarle, porque inmediatamente el chico le forzó a hacerlo, intentando ponerse cara a cara, cuerpo a cuerpo. En un gesto de quererle solo a él, rodeó con sus brazos su cabeza, y continuó besando con mucha mas pasión. Tora no lo entendía. En sí solo había querido abrazarla, nada mas, pero parecía que Bryce quería llegar mas lejos.
-Tora... -dijo, en un momento en que dejó de besarlo. -No sabes lo mucho que te amo...
-Bryce... -pero no pudo añadir nada mas. De repente Bryce le volvió a besar durante un buen rato, desenfrenado, y finalmente, se detuvo. -¿Que quieres?
-Vamos, tigretón... Demuéstrame lo que ocurrió la primera vez que lo hicimos.
Ahora ya sabía de que iba el tema. Bryce no era tonto, ni mucho menos, y parecía dispuesto a aprovechar el momento a cualquier costa. El tigre, estando de acuerdo, volvió a besarle de nuevo. No podía separarse un momento de él, le amaba demasiado... En cuanto se separó, le lamió el cuello de nuevo, y finalmente, se posó en su oreja, dispuesto a hacerle la pregunta del siglo.
-¿Otra vez a conciencia?
-No...
Antes de que pudiera decir nada, Bryce se lanzó a morder cariñosamente la oreja del tigre, lo cual le hizo reir durante unos segundos. Sin detenerse un momento, el tigre comenzó a moderle el hombro sin hacerle daño ni siquiera, sin ejercer ninguna presión sobre sus mandíbulas, a la vez que ronroneaba un poco cortado. El agua sobre ellos dos animaba la cosa, y convertía el cuerpo de Bryce en algo resbaloso y fácil de tocar al tacto, lo que permitió a Tora, con las zarpas, comenzar a abrazarle por todo el cuerpo. Notaba el calor de Bryce, que se reía ante las caricias del tigre.
-Tora... Me haces cosquillas.
El tigre se rió ante el comentario y le soltó, mirándolo a los ojos. Ambos eran diferentes, muy diferentes, pero tenían algo que sin duda le agradaba al otro. Bryce envidiaba la forma de ser de Tora, tan calmada a veces, tan histérica en otras, y Tora... No sabía que era lo que le gustaba de Bryce, pero no dejaba de pensar en él ni un solo instante. Quizás su cariño en todas las cosas, o en su valentía.
-Bryce... ¿De que estas hecho? -murmuró. Se acercó a su cuello de nuevo, y lo lamió con cuidado, sin querer hacerle daño. -¿Que es lo que hace que no pueda soltarte ni un solo momento? ¿Que es lo que hizo que me dejara de fijar en las tigresas... Y me fijara... en ti...
Bryce tampoco lo sabía. Quizás había sido que desde pequeños se habían ido viendo de vez en cuando. Lo cierto es que la razón por la cual él era homosexual era diferente de la de Tora. Él lo era por culpa de su padre y por su condición de heredero, obligado a fecundar a algunas de ellas, cosa que le resultaba completamente desagradable y que violaba los principios que se había hecho él viendo la relación de los padres de Bryce. Pero Bryce era por una razón muy diferente: Había vivido tanto tiempo con los de su sexo que le resultaba mas fácil convivir con ellos. Y quizás era eso lo que además, los hacía tan naturales. Pero él no lo sabía.
A Tora le conllevó un gran esfuerzo evitar sacar las garras retráctiles al sentir cada una de las travesuras que estaba ejerciendo Bryce. Aprovechándose de la situación, había ido directo al tema dirigiendo una mano hacia el estomago de Tora, cubierta por la camiseta mojada y empapada, y la había dirigido de lleno hacia el pantalón, internándose en él. Sentía que se caía, y quizás esa fue la razón por la cual se abrazó mas fuerte a su compañero cuando sintió los dedos de este tocandole.
-Veo que no pierdes... el tiempo... -murmuró entrecortado, cerrando fuertemente las mandíbulas. Recordaba la primera vez que lo hicieron, la primera de todas, y coincidió que, igual que ahora, era Bryce quien estaba tomando la iniciativa, a pesar de que él quien había tenido la idea. Le podía sentir jugar sin frenar apenas , dispuesto quizás a provocarle un vuelco en el corazón mientras intentaba detenerle sin éxito.
Pero en realidad Bryce no tenía ese propósito. Lo cierto era que se había adelantado, pero en realidad era porque esta vez sería él quien se encargaría que Tora estuviera a gusto. Normalmente siempre era él quien empezaba el juego, pero ahora quería llevar la contraria, no ser tan egoísta, y permitir al menos que el tigre se divirtiera un poco. Notaba que la diversión estaba llegando un momento que imposibilitaba el espacio en el pantalón, lo que le decepcionó bastante. No iba a contentar a Tora tanto como esperaba.
Esperó un poco a que los músculos del tigre se relajaran, y subió una de las manos en busca del borde de la camiseta. No tardó demasiado en encontrarla y dirigió la otra mano para encontrar la ayuda, pero se detuvo al instante al notar que Tora se separaba de él y le miraba a los ojos. El pobre parecía debilitado por la acción de Bryce, y lamiéndose el morro, se agarró la camiseta con las garras, y la rompió, sacándosela de encima. Antes de que el chico pudiera decir nada, le besó de repente, queriendo explorar cada parte de su boca.
Bryce se quedó parado ante la acción, que no se la esperaba, y tardó varios segundos en reaccionar. Se notaba que Tora tampoco estaba perdiendo el tiempo. La verdad es que aquello se estaba desmoronando, y estaba perdiendo perfectamente el control. Cierto que había pedido que fuera como aquella otra vez, pero si fue así... Como la primera, ni una sola.
Dispuesto a calmarle como fuera, empezó a limitarse a acariciarle solo el pecho y los brazos. Le encantaba recibir esos tratos, pero tampoco quería que Tora se descontrolara tan pronto. El tigre, al notar que Bryce dejaba de hacerle cariños, empezó a detenerse poco a poco, hasta que al final, se separó y le miró a los ojos: En los del chico había cierta preocupación y decepción, y tragó saliva al ver que no lo había hecho bien del todo.
-Perdona... Me he emocionado, yo...
-Tranquilo...
Bryce le besó dulcemente, mientras llevaba las manos hasta su cintura, y las dirigía hasta la parte de atrás, donde desabrochó el botón que permitía a la cola de Tora tener un agujero por donde pasar. Luego las desplazó hacia adelante y tocó el botón. Notó la tensión de este, y se le escapó una leve risilla, comprendiendo el porqué Tora se había emocionado antes.
Se apoyó en el pecho de Tora con cuidado, queriendo sentir su corazón, y con cuidado, pasó la mano varias veces por el bulto que residía en el pantalón, haciendo que el tigre sufriera un poco por la espera. Notando que este tensaba los músculos de nuevo, se decidió por el botón del pantalón y lo desabrochó, liberandole.
Cierto que le había visto varias veces, pero casi nunca con tanta proximidad. Apoyado en el pecho del tigre, podía ver el miembro de este: Fuera de su vaina, era prácticamente parecido a la de un ser humano, con la peculiaridad que contenía un finísimo vello envolviéndolo y que quizá era un poco mas grande. Cerrando los ojos, con el proposito de hacer sentir bien a Tora, dirigió la mano hacia el miembro, y empezó a manosearlo.
A cada movimiento, notaba los músculos de Tora en tensión. Parecía no estar preparado para ello, pero Bryce ya tenía la experiencia después de aquella vez en la puerta. Manteniendo constantemente el ritmo, notaba la intención del tigre de mantenerse a pie sin fallecer, apretando las mandíbulas fuertemente. Le abrazó con cuidado con un brazo, acariciandole la espalda, mientras continuaba.
Ciertamente intentaba ir con cuidado con él. En Tora seguía residiendo esa parte instintiva que ya le había mostrado varias veces. A pesar de controlarlo para no morderle, la fuerza que demostraba siempre al final era de puras ganas de hacerlo, olvidando el amor durante unos segundos. No podía culparle, por eso. Aquello lo hacian para demostrar el amor del uno por el otro; seguro que a él le hubiera pasado lo mismo si realmente hubiera sido un lobo.
-Bryce... No... No... -Tora empezó a gemir de repente, pero Bryce no se detenía ni un solo momento. Con las fuerzas suficientes, Tora fue capaz de agarrar a Bryce y acercarle hasta la pared contrária, donde le besó al instante, obligando a separar su mano de su miembro. No quería disfrutar él solo, quería que el chico también lo pasara bien, y por tanto, no podía permitirse echarlo todo a perder antes.
Le cogió de brazos y lo alzó un poco, sujetándolo con una pierna, mientras continuaba besando. Se encargó de alzarlo un poco mas, lo suficiente para que los dos cuerpos se convirtiera en uno solo, e inició los movimientos.
Bryce se agarró fuertemente a Tora, abrazando fuertemente, mientras le sentía. Realmente la preparatoria anterior había servido, pero algo fallaba. Bryce mordió fuertemente la oreja de Tora, indicandole así que le estaba haciendo daño, y el tigre empezó a ir cada vez mas lento, hasta que al final, se detuvo. Con cuidado, lo separó de él y lo apoyó en la pared, sujetándole con un brazo.
-¿Duele? -le preguntó
-Bastante. -comentó Bryce. -Así no, Tora... Tu tienes mas fuerza que yo. Me romperás si continuamos.
-Tienes razón. -Tora agachó la vista, defraudado. Lo último que quería precisamente era que Bryce sufriera, así que tragó saliva, dando una única solución. -¿Lo dejamos aquí?
-No, eso tampoco. Ni se te ocurra. -le lamió la oreja, como pidiendo perdón, y mas tarde, susurró: -Esto tiene que finalizar.
-Entiendo... Creo que ya se como... Aunque nos va a dar un problema... Pero ya lo solucionaremos...
Le besó nuevamente en los labios, dulcemente. Sabía la forma de terminar eso, pero requería sin duda hacer algo que nunca se había planteado antes, y dudaba que Bryce quisiera además colaborar. Le cogió de la mano, y ambos, desnudos, comenzaron a caminar hasta llegar a una de las duchas que además, incluía una bañera. El chico no se lo esperaba.
-¿También teneis?
-Claro que si. Mira. -con fuerza, Tora giró los platos completamente, haciendo que el agua rasara por todos los lados, llenándola poco a poco. Cubrió el colador con un tapón, e inmediatamente, comenzó a besar a Bryce dulcemente. Esta vez intentaría que no fuera tan bestia, aunque tenía demasiado miedo de lo que habría que hacer.
-Tora... Esto... ¿Sabes lo que... Implica? -le preguntó. No era tonto, no, se había dado cuenta. Tora se detuvo, intentando mirarle, pero no le dió demasiado tiempo, porque al instante Bryce estaba besandolo otra vez. Estaba claro que aquello iba a terminar allí de una forma bastante especial.
Estuvo un buen rato hasta que, finalmente, Tora contempló la bañera llena. Se separó de Bryce al instante y sin darle tiempo a este a reaccionar, le cogió de brazos y le introdujo en la bañera, dandole la espalda. Rápidamente se introdujo él detrás suyo, echando fuera gran cantidad de agua, y le lamió el cuello dulcemente.
-Ahora...
Volvió a repetir el proceso, lamiendo dulcemente el cuello, y lentamente, comenzó a arrodillarse, obligando a Bryce a hacerlo también. Este, instintivamente, se cogió de los bordes, y ya mas comodo que antes, dejó que Tora realizara el resto. Notaba todos sus músculos en tensión, como le abrazaba para que sintiera su corazón latiendo y su respiración acelerada. El cuerpo, acalorado por el agua, aumentaba su temperatura con sus acciones, y ambos se veían contrariados por el agua.
Y el final les llegó pronto.
Tora se detuvo tras eso, sin dejar de abrazar a Bryce ni un solo instante. Con el cuerpo intentaba averiguar si le había hecho daño aquella vez o no. La verdad es que había cogido mucho miedo desde aquella vez en el baño, y la bañera no le traía precisamente buenos recuerdos, una de las razones por las cuales en el momento en que el chico le había advertido, se había detenido. Tora apoyó el morro en el hombro del chico,y suspiró levemente.
-¿Como estas? -acabó preguntándole al final, en vista de que él no decía nada. Bryce le miró unos segundos, dudando de si mismo, y de repente, empezó a reir como un descosido, a causa de la tensión acumulada en el cuerpo.
-Estoy bien... Muy bien. -dijo. -Menos mal que no continuaste antes...
-Ya sabes que no quiero que te duela. Lo sabes de sobras. -le lamió un poco el rostro y continuó. -Y que si pasa, me lo tienes que decir. Lo único que quiero es que disfrutes, no que lo pases mal.
-Lo se, tranquilo. -mencionó mientras se separaba poco a poco, apoyándose en los bordes. Cuando lo logró se dió la vuelta, y se puso cara a cara con el tigre. Le tocó con la mano la cabeza, y sonrió. -Escucha, te he avisado, ¿No? Pues ya está, tranquilo. No pasa nada... ¿No lo has pasado bien?
Tora le miró durante unos instantes, dudando de que decirle. Físicamente si, pero no había parado de sufrir durante todo el rato. Estuvo a punto de mentir al chico, pero mirarle a aquellos ojos azules le hizo quitar la idea de la cabeza de repente.
-No. Lo siento, Bryce, no he estado a gusto.
-Ya... Esto temía. -ambos estuvieron un buen rato en silencio, ambos con cierto temor. Cuando la cosa empezaba así, aquella relación peligraba. Lo cierto es que a él si le había gustado, pero que Tora hubiera estado sufriendo simplemente era signo de que eso no podía seguir avanzando. -Tora... Vamos a tener que dejar esto por el momento.
-¡No! Oye, Bryce, no te preocupes, yo... -la frase quedó completamente cortada en cuanto el híbrido le puso la mano al morro, haciéndole callar.
-He dicho el sexo, no nuestra relación. -soltó. Esperó a que Tora se calmara, acción que podía ver por la posición de las orejas, y luego le soltó. -Te quiero mucho, Tora, y no quiero que lo pases mal. Supongo que estabas intentando hacer lo mismo que la última vez y no te ha sido posible porque mi físico de ahora no lo permite... Ni tampoco mi mente. Por eso... Creo que es mejor esperar a que se arreglen las cosas.
-Pero mientras tomes esa medicación...
-Lo se. Por eso quiero encontrar la forma de que solo me afecte en cuerpo, y no en mente. -explicó. -Quiero recordar, Tora, quiero volver a ser el lobo que era antes. Si no, lo nuestro va a empezar a irse abajo. Ya lo has visto, esto ha sido solo el principio. Si no hacemos algo... Acabarás harto de mi.
-¡Nunca! -la exclamación del tigre le pilló por sorpresa, que se lanzó a abrazarle fuertemente, temblando de miedo. -¡No quiero que te separes de mi! ¡No lo quiero! ¡¿Me entiendes?! ¡Nunca! ¡Así que no pienses en eso!
-Tora...
-No quiero perderte otra vez, Bryce. -mencionó, casi sollozando. -Lo siento mucho, de veras. Encontraremos la solución, te lo prometo. Pero aguanta un poco, ¿Si? Solo un poco. Esto no quiere decir que nuestra relación termine. Yo se esperar y... Yo...
-¿Y cuando esté en celo que, Tora?
No hubo respuesta alguna. Bryce pensó que no le había oído, pero mas tarde, el tigre se separó de él, mirándole fijamente. Parecía altamente asustado por el último comentario realizado, y le miraba de arriba a abajo.
-Mierda... No lo tuvimos en cuenta. -se cercioró al instante, llevándose una zarpa a la cabeza, tragando saliva. -No me jodas...
-Es de aquí a tres semanas, Senko me lo ha confesado. -explicó. -Dudo que pueda controlarme, pero la pregunta es si mi cuerpo será capaz de soportarlo. Yo no se que se siente, Tora, pero no se si mis nervios podrán soportar la tensión del momento.
El tigre continuó mirándole a los ojos, tragando saliva. Intentaba buscar las palabras adecuadas para poder calmarle, decirle que todo iría bien, que encontrarían la solución, pero... Maldita sea, eran demasiadas soluciones las que tenían que buscar, y todas apuntaban a que Bryce se recuperara del todo, cosa que en tres semanas era absolutamente imposible. Si Bryce entraba en celo, estaría completamente descontrolado, y quien sabe las locuras que podría cometer.
Justo cuando fue a decir algo, ambos escucharon el golpe de una puerta cerrarse. Quedándose en silencio, pararon oído para ver quien era o de que se trataba. Al muchacho le sonaban esos pasos que poco a poco se iban acercando, básicamente porque eran suaves y silenciosos. A medida que se iban acercando, se fue agarrando al pelaje de Bryce, temeroso que se le ocurriera abrir la puerta y descubrirles.
Pero no lo hizo.
La sombra pasó por delante del cristal borroso, y se sentó en un banco. Tora miro a Bryce, que parecía estar prestando atención a la figura que estaban viendo ambos. En cuanto la figura se inclinó un poco, el chico pudo distinguir algo en su espalda, y una enorme cola cetácea. Sin duda se trataba solo de una orca, pero... ¿Solo?
-Esto no puede estar pasándome a mi...
Bryce tuvo que cerrar fuertemente la mandíbula del tigre en cuanto este estuvo a punto de exclamar por la sorpresa, y volvio a fijarse en la orca, que parecía estar esperando con los brazos cruzados, o eso le parecía distinguir. Algo no estaba yendo bien con un Odayaka que, sin tener razón aparente, estaba allí.
Otra apertura de puerta obligó a los dos a retrasar la idea de salir en ese mismo momento, y esperaron a ver que ocurría. La verdad es que ninguno de los dos lograba entender que carajo pintaba la orca allí, pero rápidamente les saltó otra duda: La silueta de lo que parecía ser un toro pasó por delante de ellos, a través del cristal, y se acercó a la orca. La verdad es que no podían distinguir demasiado mas, pero en cuanto escuchó un pequeño gruñido, Tora se acercó a Bryce y le susurró un nombre. Parecía ser que aquel Toro estaba inscrito también en el gimnasio.
-¿Que, Odayaka? ¿Estas seguro?
-No, Brandom. No estoy seguro... Que alguien me explique porque me ocurre esto.
¿Ocurrirle que? ¿A Odayaka le pasaba algo y no lo había dicho? Bryce paró oido, pero al no escuchar nada mas, intentó fijarse mas en lo que estaba ocurriendo. Lo único que veía era a Odayaka, sentado, mirando arriba, y a un toro inclinándose cada vez mas y mas... Hasta que las dos manchas se hicieron una.
CONTINUARÁ
Nota del Autor
Tras el último retraso, decidí ir mucho mas rápido con este y volver a poner la emoción que tenía, así que fui hilando cosas. Número 13, día de la mala suerte, menos mal que no ha coincidido con el día trece.
En fin, ya sabéis lo mucho que me gustan los comentarios que recibo. Me animan mucho y además, con las dudas que me enviáis también, puedo fijarme si lo estoy haciendo bien o, si de lo contrario, me estoy dejando cosas por el camino que vosotros queréis saber. Por eso, si queréis decirme algo, no dudéis en dejar una respuesta a continuación, o enviarme un mail a [[email protected]](%5C) ¡Siempre atiendo todos los mensajes y los respondo! ¡No sabéis lo que me encanta!
Y si habéis leído hasta aquí, os lo agradezco de corazón. Un saludo, y espero veros pronto en el siguiente capítulo que ya esta siendo escrito.