Vidas entrelazadas 17 (Diego-I)

Story by nadie on SoFurry

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24/12/3843 (domingo)

El sonido del despertador le obligó a abrir los ojos. Con la misma tranquilidad de todas las mañanas, se desperezó y se levantó de la cama, se puso unos calzoncillos y se dirigió al baño, donde el deprimente reflejo de un lobo que, más que dormido, parecía a punto de morir de agotamiento, le devolvió la mirada. Abrió el grifo y cogió un poco de agua fría con la palma de la mano, que luego se restregó por la cara y la nuca. Durante varios minutos se quedó allí, rascándose los bajos como sólo lo hace uno cuando sabe que nadie mira y haciendo muecas frente al espejo.

Cuando se encontró ligeramente (sólo ligeramente) más despierto, salió del baño y se dirigió a la cocina para prepararse un café bien cargado. Hacía un par de años que no era él mismo si no se tomaba un buen café nada más levantarse. Dichoso Nahual... Aquello había sido cosa suya... Le había acostumbrado a aquello y ahora no podía vivir sin un miserable café por las mañanas... En cuanto llegó a donde estaba la cafetera, encontró una nota diciendo: "Desayuno servido. Con café bien cargadito. Que aproveche".

En parte irritado por la nota del otro lobo (más que nada porque se sentía como una rata de laboratorio cada vez que Nahual hacía algo así) y en parte por lo predecible que podía llegar a ser su vida, se dirigió esta vez al comedor, y en cuanto llegó encontró a Nahual sentado en la mesa, con un periódico en la mano izquierda, apoyado sobre las piernas, un café en la mano derecha y la ropa ya puesta.

Nahual era un lobo de 25 años, de en torno a 1,80m de estatura, ni muy musculoso ni muy delgado. Su pelo era gris en todo el cuerpo, y sus ojos amarillos. En la cabeza, su pelo era largo, y lo llevaba siempre recogido en una coleta (seguramente porque en el laboratorio era obligación llevarlo así, y a fuerza de trabajar allí todos los días se había acostumbrado a ello, aunque Diego no estaba seguro de si era por eso). En el brazo derecho tenía tres cicatrices que normalmente iban cubiertas por su ropa.

Lo cierto es que su trabajo parecía ser muy apropiado para alguien como él. Nahual trabajaba en unos laboratorios, dedicándose a la investigación de diferentes clases de venenos, tanto naturales como artificiales, y de formas de neutralizarlos, o de crear "antídotos" para los mismos. El lobo había estudiado biología, y mostraba un gran interés en... en realidad se interesaba por todo, para qué negarlo... Era curioso, observador y atento en general.

-Buenos días, Diego. ¿Has dormido bien?

-Sí, gracias... No hacía falta que prepararas mi café...

-Lo sé. Tampoco es necesario que te haga masajes de espalda, o de pies, y sin embargo eso no lo dices.

-Tú no me das nunca ningún masaje...

-Yo no he dicho que lo haya hecho. Por cierto... ¿Sabías que han restaurado el edificio que antes era el viejo mercado de la ciudad y ahora está otra vez funcionando como tal? Es algo pequeño, pero se ve que alguien le tenía cariño y lo han arreglado en vez de derruirlo...

-¡No cambies de tema así! ¡¿Además, que tiene eso que ver con nada?!

-Es que estaba leyendo el periódico, mientras me tomaba el café nuevo que compraste ayer... Que por cierto está asqueroso... No le pienso volver a echar azúcar nunca más...

-No nos quedaba azúcar...

-Oh... Eso explicaría al menos un par de cosas...

-¿Si no te gusta por qué te lo bebes?

-No me lo he bebido. Este es café del de siempre. Había guardado un poco del otro, para ver si averiguaba qué tenía para estar tan asqueroso..., pero supongo que ya no hace falta analizarlo... ¡Ah, sí! He estado buscando información al respecto, y tengo que decir que... Primero; mis ojos son perfectamente normales para un lobo, así que no tienes ningún motivo para llamarme raro. Los raros sois los demás. Y segundo; Bruce tiene razón sobre las instalaciones del edificio donde están los laboratorios, así que supongo que podría exigir una compensación económica por el problema que le han ocasionado, o que arreglen un poco el edificio para que quepa. Lo de la compensación económica sería demasiado caro, así que no interesará al centro, por lo que supongo que tendrán que volver a dejar la cafetería como estaba...

-¿Cuándo has mirado todo eso? ¿Y cómo sabes que tiene razón?

-Lo miré ayer, después de cenar. Y sé que tiene razón porque la zona de la cafetería era originalmente suya, eso lo primero, y aunque la haya "cedido" al centro de investigación el local estaba pensado para atender a gente de su tamaño. De hecho, el trozo de terreno sobre el que está la cafetería pertenece a la zona de la ciudad reservada para la construcción de casas o establecimientos para grandes mamíferos u otros ciudadanos de estatura bastante superior a la media. En otras zonas no es obligatorio que los edificios tengan en cuenta esto, pero justamente en la zona de la cafetería la Ley obliga a que cualquier construcción sobre ese terreno cumpla ese requisito.

-Espera, espera... ¿Pero ayer no estuviste revisando los análisis que hiciste por la mañana?

-Claro. Y ya de paso busqué información... Bueno, si no te importa, me tengo que ir a trabajar.

-¡Pero si es domingo! Además... ¿cuándo has terminado tú de desayunar?

-Mientras hablábamos. ¿No me has visto? Si no sabes hacer dos cosas a la vez no es culpa mía...

-¿Cómo te voy a ver con el periódico en medio? Si me mirares cuando me hablas...

-Si ya te tengo muy visto... Bueno, que aproveche. ¿Tú no tenías que ir al hospital a cuidar a algunos pacientes? Te recuerdo que tu querido mentor tiene cosas más importantes que hacer que esperar a que llegues... ¿Cómo hiciste para sacarte la carrera tan joven? Con lo tarde que llegas a todas partes...

-¡Ya vale! Hoy no tengo que ir al hospital. Es domingo. Tengo el día libre...

-Lo sé. Sólo quería ver si te acordabas. Me gusta hacerte rabiar nada más levantarte. Bueno, te espero en el laboratorio.

-¿Por qué iba yo a ir allí? Además... ¿por qué vas tú?

-Yo tengo que recoger unas muestras que metí ayer en la mufla y asegurarme de que están bien y que no se ha quemado nada... Le pedí a Phil que la apagara y cogiera las muestras antes de venirme, así que supongo que todo va bien, pero prefiero asegurarme. Y sé que hoy irás porque hoy hay una enorme, musculosa y, por lo que me has contado, bastante bien dotada orca esperándote allí. ¿No te acuerdas de qué día es hoy?

-¿Hoy qué...? ¡Agh! ¡Mierda!

-Lo suponía... ¿Has comprado algo?

-No... Se me había olvidado completamente... Con todos los pacientes que tengo que tener en la cabeza se me...

-Déjate de excusas... Tienes un regalo para Bruce en tu mesilla. Ya está envuelto, y tienes al lado una tarjeta de regalo para poner la dedicatoria que quieras.

-¡¿Quéeee?! ¿En serio? ¿Qué es?

-Un delantal de cocina hecho a medida y una cadena de eslabones plateada para el cuello. Me he fijado y tiene la suya a punto de romperse, así que pensé que le vendría bien... Ya me lo pagarás.

Diego se lanzó contra Nahual y le abrazó. El otro lobo no parecía tan entusiasmado con la idea del abrazo, pero al fin y al cabo, conocía a Diego y sabía que si no le dejaba abrazarle en ese momento lo haría en el laboratorio, y sería poco prudente por su parte si permitiera que algo así ocurriera.

-¡Gracias! ¡Gracias! Si no tuviera ya pareja, te daría un beso ahora mismo.

-¡Ah! Eso si que no. El beso se lo das a Bruce, que para eso sois novios. Y ahora en serio... Me tengo que ir a trabajar.

Sin decir nada más, Nahual se apartó de él y se dirigió a su habitación, de donde cogió sus cosas, para luego salir por la puerta y marcharse a trabajar, dejando allí a Diego, con su café y sus pensamientos. Nahual había accedido a compartir piso con él hacía un par de años, en parte porque echaba en falta a alguien con el que hablar, y en parte porque Bruce, el cocinero del centro donde se encontraba su laboratorio, le había pedido que lo hiciera, como un favor, después de que Diego y la orca decidieran que estaban hechos el uno para el otro.

Desde el día en que entró a vivir al piso de Nahual (pagando, eso sí, su correspondiente parte de los gastos), Diego pudo conocer de primera mano a un auténtico adicto al café y, tras varias semanas preguntándose cómo alguien podía volverse adicto a algo así, él mismo pudo comprobarlo en sus propias carnes. También pudo ver la gran habilidad que tenía Nahual para sacar información hasta de debajo de las piedras. Aún habiendo vivido con él desde hacía dos años, no dejaba de sorprenderle su capacidad para "almacenar" información.

En el laboratorio, por ejemplo, era capaz de trabajar con varias buretas con distintos valorantes y analizar varias sustancias diferentes, pero de aspectos idénticos a simple vista, o de tener varias muestras para observar en el microscopio o con el espectrofotómetro, y saber qué es lo que estaba manejando en cada caso y dónde se había quedado en cada análisis, sin necesidad de anotar nada más que las medidas tomadas cada vez. Al menos para Diego, algo así no dejaba de ser sorprendente...

En cuanto terminó de desayunar, se vistió con la ropa que solí llevar cualquier día normal, aunque arreglándose un poco para ver a Bruce, se aseguró de llevar los regalos (con la dedicatoria ya escrita) y se marchó rumbo al centro de investigación.

Cuando llegó allí, un guarda le detuvo, pero al reconocerle le dejó pasar sin problemas (no era la primera vez que iba, y gracias a Nahual no le ponían travas a la hora de entrar allí siempre que el biólogo estuviera dentro). El lobo fue directamente a la cafetería/bar, donde la orca estaba esperando la posible llegada de algún cliente, sentado en el suelo tras el mostrador. Bruce era una orca de 26 años, con ojos de color verde azulado, grande como pocos. Aparte de su tamaño, algo característico en él era un tatuaje en el brazo derecho de un ancla, alrededor de la cual se enroscaba una serpiente marina. Diego sabía que también tenía otro de una serpiente marina en otra parte, pero ese no lo veía todo el mundo...

Debido a la estructura del edificio, que estaba pensada para gente más pequeña (de la estatura de lobos, zorros, o incluso quizás toros o caballos, pero no más), la orca, de 4,5m de altura, tenía bastantes problemas para moverse por allí, y la mayor parte del tiempo la pasaba sentado detrás de la barra de pedidos, ya fuese en el suelo o sobre una especie de tabla con ruedas sobre la que se impulsaba con los pies para poder moverse "rápidamente" sin levantarse y darse golpes contra el techo. Al menos, las puertas eran lo bastante grandes como para que pudiera pasar por ellas...

Antes la cafetería/bar estaba fuera del edificio, pero al ampliarlo había acabado dentro, y aunque habían dejado un acceso desde fuera del edificio (para que Bruce no tuviera que recorrer todo el camino desde dentro del propio edificio, algo que habría sido bastante problemático tanto para él como para muchos de los que trabajaban allí), el hecho de que rebajasen la altura del techo en el bar ( por la "necesidad" de ganar espacio para un segundo piso) le estaba dando algunos problemas a la orca.

En cuanto Bruce le vio llegar se sobresaltó, y al hacerlo se dio un golpe en la cabeza contra el techo, por lo que se volvió a agachar y se frotó la cabeza, con cara de lamentarse por haber dado aquel respingo.

-Ay... Hola... ¿Qué haces aquí?

-Bueno... Nahual me ha dicho que hoy estabas aquí y... hoy hace dos años que... ya sabes...

-¡Oh! ¿Te has acordado tú solo?

-¡Oye...! Bueno... Nahual me ha ayudado un poco a acordarme...

-Je, je... Ya lo suponía yo, ya...

-Bueno... ¿Qué tal estás? No parece que vayas muy cómodo por aquí...

-Ya, je, je... Como rebajaron el techo...

-Sí... Ya me lo comentaste, pero no sabía que lo hubieran bajado... tanto...

-Pues mira... Habrá que aguantarse...

-Nahual me ha dicho que puedes quejarte y pedir una compensación por lo que han hecho con tu cafetería, o que la dejen como antes o algo. Se supone que cediste a que construyeran encima, pero de ahí a esto...

-¿En serio? En el contrato ponía que esto ya es propiedad suya, y me dijeron que la cafetería era más alta de lo que permite la Ley...

-Bueno... A mí Nahual me ha dicho que tienes tú razón, y no-sé-qué de unas leyes... Ya le preguntarás a él, que se entera más que yo... ¿Qué tal va el negocio, de todas maneras?

-Pues bien... No tengo el mismo tipo de clientela que cuando esto estaba fuera de las instalaciones, pero bueno... Vamos tirando... ¿Y tú qué tal en el hospital? Esta semana no nos hemos podido ver y casi estaba preocupado de que te hubiera pasado algo...

-Ya, bueno... Ya me ha dicho Nahual que sueles preguntar por mí. Pues por allí tirando también... El mismo tipo de pacientes de siempre... No me traen ni uno sano. Al que no esta enfermo le falta algo, o tiene algo roto. Pero bueno, cada paciente es un mundo, así que tampoco me aburro demasiado... Después de todo, si me metí a médico es porque me gustaba.

-Sí, claro, je, je... Ven y siéntate aquí, anda...

-No sé si...

-No seas tímido...

Sin esperar una respuesta, Bruce le cogió, le pasó por encima de la barra y le puso sentado entre sus piernas. Entonces empezó a frotarle el estómago con las yemas de los dedos de las manos, haciéndole cosquillas.

-¿Cómo está mi perrito bonito?

-¡Ja, ja, ja! ¡Para... para, Bruce! ¡Para, que nos pueden ver! ¡Ja, ja, ja, ja!

-¿Qué no le gustan las cosquillas al perrito bonito?

-¡No, no! ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Ay, ay!... Para, para... Que me duelen los riñones... ¡Ja, ja, ja...! Ay...

-Je, je, je... Vale, vale...

Cuando la orca dejó de hacerle cosquillas, Diego se dejó caer sobre su pecho. No se explicaba como alguien tan grande podía tener los dedos tan ágiles... Después de un par de minutos, cuando el lobo se recuperó del dolor de riñones, y la orca, esta vez sin hacerle cosquillas, ya le estaba frotando el estómago, Diego decidió hablar.

-Te he echado de menos esta semana...

-Y yo a ti... ¿Oh? ¿Qué es esa bolsa que llevas?

-¡Oh! Esto... Es... bueno... Es para ti. Para celebrar que hoy hace dos años que estamos juntos...

-¿En serio? ¿Qué es?

-Míralo tú mismo...

La orca sonrió ampliamente y cogió la bolsa, sacó lo que había dentro y prácticamente destrozó los envoltorios, obteniendo rápidamente sus regalos. Desplegó el delantal y lo miró por delante y por detrás. Después de observar también la cadena, dejó los regalos en un "pequeño" estante bajo la barra y abrazó de Diego tan fuerte que el lobo no tenía claro si después necesitaría hacerse una radiografía para asegurarse de que no le había roto nada.

-Bruce... Bruce... Me haces daño...

-¡Oh! Perdón... Es que me ha hecho mucha ilusión... Yo te había comprado también algo... pero no lo tengo aquí... No sabía que ibas a venir... Jo... que vergüenza...

-No digas eso, hombre... Si a mí me da igual si me compras algo o no. Con estar contigo me basta...

Durante alguno minutos se quedaron mirando, creando ese extraño silencio que resulta incómodo (a veces incluso desesperante) para cualquier ser vivo en 50m a la redonda pero que, por alguna razón, parece completamente maravilloso para los que se quieren como lo hacían Bruce y Diego.

Nahual llegó en ese momento, con la bata blanca del laboratorio doblada y plegada en una mano y una carpeta, aparentemente llena de papales, en la otra. En cuanto estuvo lo bastante cerca, carraspeó para dar a entender que había llegado y que quería hablar con ellos, y tanto Diego como Bruce se giraron hacia él.

-Bueno... Perdonad que interrumpa, pero yo ya he terminado, y los demás han salido por la otra puerta, así que ya podemos irnos...

Bruce le observó unos instantes, en cierto modo perplejo.

-¿No teníais más trabajo que hacer? Quiero decir... Es... temprano...

-Sí, pero ya no nos queda nada más por hacer. A las fechas a las que nos encontramos, es normal... El año pasado pasó lo mismo... y el anterior también...

-Ya... pues podrían haber venido a despedirse o algo...

-No se lo tengas en cuenta, Bruce... Todo el mundo tiene ganas de marcharse a sus casas... Se les habrá olvidado y ya está...

-...

En cuanto Bruce tuvo todo recogido y cerró la cafetería se marcharon, despidiéndose del guarda e informándole de que ya no quedaba nadie dentro (seguramente a los guardia al otro lado del edificio le habrían avisado los demás... o eso esperaban...). Cuando llegaron a donde se encontraba el coche de Nahual, vieron a Phil esperándole, así que Bruce y Diego se despidieron de Nahual y el zorro con un menor sentimiento de culpa, ya que Nahual no pasaría el día solo, y se marcharon caminando a casa de la orca, a unos 15 minutos andando desde el centro de investigación.

La casa de Bruce no era demasiado grande (no para una orca de su tamaño), y aunque era un hogar modesto resultaba sin lugar a dudas acogedor y a Diego le resultaba un lugar muy agradable, aunque posiblemente eso fuera por quién vivía allí más que por la propia casa. En cuanto entraron y Bruce cerró la puerta (tenía que cerrarla él, porque a Diego aquellas puertas le resultaban difíciles de mover...), se dirigieron a la mesa del comedor. Aún no era la hora de comer, así que mientras esperaban a una hora más adecuada jugaron un rato al mahjong (Bruce le había enseñado a jugar hacía un par de meses, y le había acabado por gustar bastante) y charlaron un rato.

Antes de comer, Bruce decidió dar a Diego su regalo, así que le pidió que esperara un momento mientras iba a por él. La orca se dirigió al baño y, tras revolver en algunos cajones, volvió al comedor con el lobo y se sentó frente a él, con el regalo detrás de la espalda para que no lo pudiera ver.

-¿Guardaste el regalo en el baño?

-Claro. Nadie miraría allí, je, je... Venga... cierra los ojos, que es una sorpresa...

-Está bieeen...

Diego cerró los ojos y, sólo por si acaso, o quizás para da más énfasis al concepto de "no estoy mirando", se cubrió la cara con las manos. Tuvo que esperar varios segundos, pero finalmente la frase "Ya puedes abrirlos" llegó a sus oídos, y al abrir los ojos y quitarse las manos de la cara pudo ver su regalo. Delante de él había una cadena delgada y larga con un colgante, similar a un cascabel pero con muchos más detalles de los que un cascabel tendría jamás, completamente plateados y con un brillo tal que casi hacía daño a los ojos.

-Oh... es... es muy bonito... ¿Puedo cogerlo?

-Claro... Es tuyo.

El lobo cogió el regalo, y al hacerlo un suave y agudo tintineo, extrañamente hermoso y relajante, llegó a sus oídos, y los cortos pelos sobre su hocico se pusieron de punta por un instante.

-¿Qué es? Parece muy caro... Tampoco quiero que te gastes mucho en estas cosas...

-No seas tonto... Lo que cuesta no importa... Si hiciera falta vendería esta casa y todo lo que tengo por verte feliz... Sólo es un colgante bonito para un perrito bonito...

-Je, je... Me gusta mucho, de verdad...

-Me alegro de veras de oír eso.

Durante casi toda la tarde, estuvieron hablando más rato, sobre el trabajo, la gente a la que conocían, lo mucho que se habían echado de menos, y todo ese tipo de cosas... Mientras, vieron una película tan terriblemente empalagosa en ciertos momentos que habría matado a una persona normal por sobredosis de glucosa... si una película pudiera hacer algo así, claro...

Finalmente, cerca de la hora de cenar, fueron a celebrar aquella noche con Nahual. No está bien dejar de lado a los amigos, y menos en un día (o una noche, según cómo se mire) como aquel... O al menos, Bruce y Diego compartían aquella opinión, y Nahual no parecía estar en desacuerdo.

4/1/3844 (jueves)

Justo cuando daba un último sorbo al café llegó su superior, un león que aparentaba menos años de los que tenía y al que le encantaba llevar gafas, aunque en realidad no tenía ningún problema de visión. Rápidamente, tiró el vaso de plástico a la basura y fue a saludar a su "jefe".

-Buenos días, Dr. Leonardo.

-Leopoldo. "Leo" de "Leopoldo", no de "Leonardo"... Ya te has equivocado 9 veces... Al menos esta vez no me has llamado "Leónidas", "Leonel", "Leocadio" ni "Leobardo"...

-¡Tampoco me habré equivocado tanto, digo yo!

-¿Jugamos a ver quién tiene más memoria?

-Ni hablar. Seguro que entonces me hace preguntas de historia, y de eso ni papa...

-Ya... sólo de eso, ¿no? ¿Cómo llegaste a médico tan pronto?

-Tú me enchufaste porque "parecía un chico con talento"...

-Touche. Bueno, no importa... Y se dice "buenas tardes", no "buenos días"

-Pero si...

-Nah, nah, nah... Son las 13:25, así que ya se dice "buenas tardes". Que por cierto, es la hora perfecta para que llegue algún paciente en estado crítico... ya sabes... siempre llegan a la hora de la comida... o cuando has quedado con alguien para follar y tienes que ser puntual, o cuando tienes que ir al baño... Deben de hacerlo a propósito...

-Tampoco diga eso... No tienen la culpa de sufrir ataques, o tener accidentes... las cosas pasan y...

-¿Quieres aclararte? O me hablas de "tú" o de "usted", pero no cambies a cada frase que dices...

-¿Tú qué prefieres?

-Voy a elegir "tú", porque acabas de decir "tú". Gracias. Y ahora, si no te importa, voy a lavarme las manos. Acabo de meterlas en el culo de un rinoceronte y me huelen a mierda... ¡Y eso que llevaba los guantes!

-¡¡¡¿Por qué?!!! ¿Qué le había pasado?

-Pues mira... ¿Tú te crees que una almohada cabe dentro de un culo? Pues yo ahora ya sé que sí. No me preguntes cómo ha terminado ahí... El caso es que, según termino de sacarle la almohada del culo y le echo un poco de agua para limpiar, coge el tío y me suelta "¡Eh, eh! ¿Qué hace? ¡Ni se le ocurra meter nada ahí dentro, que yo soy muy macho!". No te jode... Así que le he dicho que le quedaba algo dentro y le he metido un brazo hasta el codo. Al final resulta que aún quedaba un trozo de almohada por sacar, que se había roto mientras estiraba, así que he metido el otro brazo, y a tirar... No es muy profesional por mi parte, pero bueno, más daño del que tenía ya él no le he hecho, y la almohada está fuera, que es lo que cuenta... A ese no era la primera vez que le metían algo por el culo... Se le ha puesto como una piedra, y al final me ha estado comentando algunas cosillas sobre su dudosa sexualidad... Así que hemos quedado este sábado para ir al cine. A ver si hay suerte y follamos. O me la chupa al menos... porque el culo no lo tiene para fiestas... Y yo con las manos apestando a mierda mientras el pobre hombre se me confesaba y lloraba (como una nena, por cierto)... Bueno... Él lo estará pasando peor, que además de estar hecho un lío no se va a poder sentar en dos o tres semanas... Las dos manos, tú... A ese en cuanto tenga el culo bien se lo destrozo yo mismo...

Diego le estaba mirando boquiabierto. No es que no conociese a Leo, pero... Existía una diferencia demasiado grande entre la capacidad de hablar de sexo del león y la del lobo... Básicamente porque Leo hablaba de meter brazos por el culo a la gente como quien habla del tiempo, y a Diego le costaba hablar del trasero de cualquiera, incluso si se trataba de un asunto médico. Después de ir a lavarse las manos y volver, el felino le miró, y siguió hablando como si nada.

-¿Y tú con tu novio qué? ¿Folláis o no folláis? Dicen que las orcas se corren que da miedo... A ver si un día tenemos que ingresarte porque se te ha desgarrado el estómago de tragar demasiado, je, je... O bueno... los intestinos, si te va la sodomía, claro... A mí personalmente me parecería más interesante lo de los intestinos, porque los estómagos como que me dan un poco de asco, ¿sabes? Ya sabes... en las comidas se sirven longanizas y chorizos, cosas de esas... que originalmente se hacen con intestinos y carne picada, pero claro... ¿tú has visto algún plato de comida que sea "estómago relleno"? ¿A que no? Pues por algo será, digo yo... No me mires así, que sólo te he hecho una pregunta...

-... Sabes que no me gusta hablar de ese tema...

-Vale, vale... Tampoco quería meterme donde no me llaman... Pero te advierto algo... Hace unos años había un toro que venía aquí a que le vaciáramos de semen los testículos porque no se desahogaba... Tú verás... Porque por tu reacción supongo que tú y Bruce no...

-No... No hemos hecho nada, ¿vale? ¿Contento? No me gusta que...

-¡¡DEJEN PASAR, POR FAVOR!!

De repente, una enfermera del hospital, acompañada por un par de médicos, fueron corriendo a través del pasillo, y Diego apenas tuvo tiempo de apartarse y ver al joven lobo, prácticamente irreconocible, que ocupaba la camilla que el grupo llevaba consigo, y que estaba empapada de lo que, muy probablemente, debía ser la sangre del pobre desgraciado. La enfermera se paró un instante e hizo algunos gestos a Leo, que les siguió rápidamente, despidiéndose con una mano de Diego.

5/1/3844 (viernes)

-Bien, Héctor... He inmovilizado el brazo para que no lo muevas, así que no intentes usarlo, ¿vale? Voy a recetarte unas pastillas. Si te duele el brazo, que sería lo más normal, tómate dos, pero no tomes más de dos al día, ¿vale? Si aún así te sigue doliendo, llámame. Te voy a dar mi número de teléfono por si necesitases algo...

-......

-... ¿Estás bien? ¿Héctor? Te llamas Héctor, ¿no?

-¿Cómo está Tony? ¿Puedo ir a verle?

-... Está muy grave... No puedo dejar pasar a nadie, lo siento... ¿Me has oído lo que te decía de las pastillas?

-... Sí...

-Eres menor de edad, así que necesito la autorización de tu padre...

-Está muerto. Ayer mi hermano le pegó un tiro en la cabeza...

-... Lo siento... no sabía...

-Me da igual... Era un cabrón y se lo merecía... Por su culpa Tony está así...

-...... ¿Ese lobo y tú erais amigos?

-Íbamos a salir juntos, pero... Creo que mi padre descubrió que Tony y yo... Hijo de puta... Supongo que tendré que esperar hasta que se recupere...

-... Aunque haya hecho algo así, tu padre sigue siendo tu padre, y aunque se haya podido equivocar seguro que se preocupaba por ti...

-Sí, claro... Mi padre era un homófobo de mierda... Ni siquiera le importan mis sentimientos... Veía a los homosexuales como monstruos... No era la primera vez que le hacía algo así a alguien... Se merece estar muerto.

-...... Lamento que opines así, pero tú sabes más que yo como era tu padre... No voy a intentar hacerte cambiar de opinión.

-......

-... ¿Todavía te gusta ese chico? Quiero decir... Por lo que me has dicho, parece que estabais juntos...

-No lo sé... Pero quiero estar con él... Me da igual si está destrozado... y me da igual lo que pienses...

-Je, je... No me digas eso así, que parece que te haya dicho yo algo malo... Yo también soy gay, y de momento nadie ha demostrado que eso sea una enfermedad. Me parece muy noble por tu parte que sigas queriendo a Tony en su estado. He visto mucha gente que se separa de su pareja porque ha sufrido algún accidente que le ha desfigurado la cara, o simplemente le ha dejado cojo, o tuerto...

-......

-Voy a tener que vigilar tu brazo con regularidad, así que vas a tener que venir aquí bastantes veces. ¿Qué te parece si consigo que te dejen ver a tu amigo un rato cuando vengas?

El hipopótamo le observó con los ojos abiertos y, a través de la tristeza que reflejaban, Diego vio un leve brillo de alegría.

-¿Puede hacer eso por mí?

-No prometo nada, pero puedo intentarlo...

-Gracias... ¡Ah! ¿Mi hermano...?

-... Él está bien. Sólo perdió el conocimiento. Antes estaba aquí, pero un policía vino y se lo llevó a otra habitación para interrogarle por lo ocurrido, hace ya un rato...

Precisamente en ese momento llegó un policía.Según el indicativo colocado a la altura del corazón, se llamaba Samuel. Aparte de eso, sólo sabía que era un toro y, por la cara, que parecía estar de mal humor.

-¿Puedo hablar con el muchacho? Necesitamos que nos de su versión de lo ocurrido.

-No estoy seguro de que...

-... Da igual. Que me pregunte lo que quiera...

-E... Está bien... Por favor, no haga mucho ruido. Estamos en un hospital, y la tranquilidad de nuestros pacientes es muy importante.

-No se preocupe. Seré lo más breve posible.

-Estaré en la habitación 318, con tu amigo... Si necesitas algo, avísame. Aquí tienes mi teléfono, por si no puedo atenderte hoy de nuevo. Y me llamo Diego, por cierto... No sé si me he presentado...

Algo preocupado por la situación en la que aquel muchacho se encontraba, el lobo se marchó a la habitación en la que Tony se encontraba. Todo lo necesario para tratar sus heridas y protegerlas de cualquier posible infección estaba ya allí, así que sin más dilación se puso manos a la obra.

Justo cuando terminaba de colocar todos los vendajes limpios sobre el cuerpo del lobo y se disponía a salir de la habitación, vio acercarse al mismo policía que antes había interrogado a Héctor. Rápidamente salió y se puso en frente de la puerta. El bovino se detuvo frente a él y le habló.

-Necesito ver al chico.

-Lo siento, pero no puedo dejarle pasar.

-Tengo que verle...

-He dicho que no. No me importa quién sea. Se encuentra en un estado muy grave y no están permitidas las visitas. Ni siquiera las de la familia. Márchese, por f...

De pronto, justo en el instante en que el policía tocó su pecho para pedirle por favor que se apartara, sucedió algo que resultó, cuanto menos, extraño. En un instante, todo estaba normal, pero al siguiente su cuerpo no respondía. Entonces lo escuchó. El sonido del colgante que le había regalado Bruce inundó sus oídos y retumbó por todo el lugar con una fuerza asombrosa. Por un momento sintió como si le fuera a estallar la cabeza, y quiso gritar de dolor, pero no pudo. Después sólo hubo silencio.

No se podía mover, pero podía ver todo lo que le rodeaba, aunque de un modo diferente a como lo veía antes. Delante de él, una luz tan resplandeciente que casi le cegaba, y al mismo tiempo podía ver sin problemas a su través. El suelo, las paredes, el techo... Todo el edificio había desaparecido de su vista, aunque podía sentirlo aún bajo sus pies. A su derecha, de reojo, pudo ver algo acercándose. Una bestia gigantesca, de varios metros de altura, con enormes cuernos que debían de ser, cada uno, tan grandes como él, si no más. A su alrededor parecía haber llamas y oscuridad mezcladas, y no pudo evitar sentir un terrible pánico por unos segundos. Nada más, de entre todo lo que estaba viendo, parecía moverse.

Trató de mirar en otra dirección, buscando un modo de escapar de aquella terrible criatura y para su sorpresa descubrió que, aunque incapaz de moverse, o de girar siquiera la cabeza, podía "alejarse", o al menos alejar su "punto de vista" de allí... cambiarlo de lugar, por decirlo de alguna manera. Al hacerlo, y mirar detrás suyo, vio un extraño espectáculo... En el lugar en que, creía, debía de estar el lobo, tumbado en la camilla, había una especie de columna, como formada por tallos de plantas entrecruzadas, de color completamente negro, pero con "grietas" que desprendían un brillo blanco tan fuerte que tuvo que dejar de mirar.

De repente todo volvió a la normalidad y cayó, sintiéndose débil y cansado, y el policía tuvo que cogerle para que no se golpeara contra el suelo. Por un instante volvió a ocurrir lo mismo que antes, esta vez sin el tintineo del colgante, y vio dos enormes alas blancas sobre él, como formadas únicamente por luz, rodeándole. Luego todo se volvió oscuro.

6/1/3844 (sábado)

-No creo que debas ir a trabajar hoy, Diego...

-¡No digas tonterías, Nahual! Hay mucha gente trabajando en el hospital... estamos a principios de año, y hay muchos accidentes y mucha gente a la que atender... No puedo faltar hoy...

-No te encuentras bien. Deberías descansar aunque sea sólo un día más. Ayer te tuvieron que traer y apenas podías tenerte en pie...

-¡No! Tengo que cambiarle las vendas al muchacho y vigilar el brazo de ese otro...

-¿Pero qué te ha dado con esos dos? ¿No ves que estás enfermo?

-¡No estoy enfermo! Sólo es que ayer... me encontré mal de golpe, y ya está...

-Ya... ¿Y qué dices de esto?

Rápidamente, Nahual le cogió la mano derecha, en el dorso de la cual había aparecido una marca, como un rombo con una elipse dentro y un triángulo en su interior, concéntrico a la misma elipse. La marca parecía haberse hecho quemando la piel, pero eso era algo imposible, y además no le dolía. Sin embargo, en cuanto Nahual le tocó la mano le volvió a invadir aquella sensación. Todo estaba oscuro esta vez, aunque por un instante pudo escuchar lo que parecían lamentos de gente torturada y vio dos gigantescos ojos, similares a los de una serpiente, pero muchísimo más terroríficos, observándole desde arriba, por encima de la casa.

Todo volvió de nuevo a la normalidad cuando Nahual le soltó la mano, y el más joven de los dos lobos se hizo un ovillo, tratando de calmarse por lo que acababa de ocurrir.

-¿Qué ha pasado?

-N... Nada... Me voy a quedar en casa mejor... No me siento bien...

-¿Otra vez te encuentras mal? Deberíamos llamar a un médico para que viese qué te ocurre... Ya sabes... no te puedes diagnosticar a ti mismo en este estado, je, je...

-Está bien... Gracias...

-De nada, hombre... Voy a prepararte un buen desayuno y a llamar al médico. ¡No te muevas!

Una hora después de que Nahual le preparara el desayuno, el médico llamó a la puerta, y el mayor de los lobos fue a abrir. Medio minuto después, un cabrón (macho de la cabra, para que no haya malentendidos) que parecía haber alcanzado la madurez hacía ya bastantes años entró en el cuarto en el que se encontraba Diego y pidió a Nahual que saliera para diagnosticarle más tranquilamente. En cuanto Nahual salió, el médico cerró bien la puerta, dejó caer el maletín que llevaba y se acercó a él rápidamente, hasta estar junto a él, momento en que le cogió por el cuello y le levantó en el aire con asombrosa fuerza.

Entonces ocurrió de nuevo. Todo se oscureció, pero frente a él no estaba ya el médico, o al menos no con el aspecto que antes tenía. Ahora, en cambio, un monstruo similar en cierto modo al que había visto el día anterior, pero mucho más pequeño, del tamaño del médico, y con algunos rasgos que recordaban al mismo, ocupaba su lugar. Entonces sonó otra vez el tintineo del colgante, y la criatura le soltó y le dejó caer al suelo. Todo volvió otra vez a la "normalidad", y otra vez se sintió cansado y débil. El médico parecía haberse quemado, de alguna manera, la mano con la que le había cogido por el cuello, y le miraba con los ojos llenos de furia.

De pronto, el cabrón sacó una especie de cuchillo de debajo de la bata, completamente negro y con un brillo violeta en el filo, y más grande de lo normal para un cuchillo. Justo cuando iba a atacarle, Bruce apareció de la nada completamente desnudo, agachado (para no chocar contra el techo) justo detrás del médico y, en un instante, Diego vio varias líneas brillantes que aparecían y desaparecían a velocidades tan altas que no habría podido asegurar si simplemente no había ocurrido nada. Menos de un segundo después, el cuerpo del médico caía hecho pedazos al suelo y desaparecía en lo que parecía una nube de cenizas oscuras que ni siquiera debían ser cenizas realmente, porque no mancharon nada. Simplemente, desaparecieron.

Un joven perro, cuya raza Diego no reconoció, salió de detrás de Bruce, también desnudo por completo, con la mirada perdida y una sonrisa ausente en la cara. El canino le miró directamente a los ojos y sintió como si todo su cuerpo quedara completamente agarrotado, hasta tal punto de que casi le costaba respirar.

-¿Te ha dado tiempo a verle, Comodín?

-Sí... Pero me llamo Tim...

-Bien... Lo que tú digas... Copia su aspecto y hazte pasar por él. Dile a Nahual que sólo tenía fiebre por una infección estomacal, o algo... No queremos que la gente empiece a sospechar.

-Pero no ha pasado nada de eso... ¿Por qué debo mentir? No me gusta mentir... No es divertido...

-Si no lo haces, habrá problemas, Co... Tim. La gente normal no puede protegerse sola de los demonios... ¿Estás bien, Diego? ¿Diego? Comodín, digo... Tim, deja de mirarle a los ojos...

-Lo siento... Me pareció interesante... Si me cuentas un cuento esta noche, le cuento la historia esa que dijiste antes...

-¡Está bien, te contaré un cuento! Pero ten cuidado... Podrías haberle hecho daño.

-¡Ups! He roto la burbuja. Viene Nahual.

-Bien... Diego... Llámame después y quedaremos para hablar de esto. Tim, no permanezcas aquí demasiado tiempo.

-Vaaale. ¿Puedes volver a casa tú sólo?

-Sí.

-¡Vale! Me debes un cuento.

De repente la orca desapareció y el perro adoptó el aspecto del médico (ropa incluida). La puerta se abrió y entró Nahual.

-¿Ha pasado algo? Me pareció oír un ruido poco después de irme.

-No ocurre nada. Gracias por preocuparse. Creo que su amigo no tiene nada grave, pero si no le importa, preferiría asegurarme de que todo esta bien, tal como le estoy diciendo. Sólo serán cinco minutos. Apenas he tenido tiempo para examinarle.

-Por supuesto... Lo siento.

En cuanto Nahual salió de la habitación, Tim retornó a su aspecto original y se acercó a él. Sin preguntar siquiera, cogió su mano derecha, pero esta vez nada ocurrió. De repente, sintió como si su mano empezase a arder, y la marca de su mano empezó a brillar, cambió de forma y se extendió como una enredadera por su brazo hasta llegar casi al codo. De las tres figuras que había antes en su mano quedó sólo el triángulo, rodeado por aquellas líneas que habían aparecido sobre su piel y que tanto quemaban. Un instante después, todas las marcas desaparecieron junto con el dolor, y el perro le miró de nuevo directamente a los ojos.

-Intenta no tocar demasiado ese colgante con la mano derecha, pero nunca te lo quites, y no cuentes nada de esto a nadie. Dentro de dos años volverán las visiones. Cubre tu brazo entonces y...

La oreja derecha del canino tembló un segundo, y sus ojos se entornaron hacia el lado de la puerta.

-¿Quién eres? ¿Cómo has...?

Sin dejarle continuar, Tim puso un dedo sobre sus labios, sonrió, se apartó un poco y adoptó de nuevo el aspecto del "médico".

-Está usted perfecto, joven. Sólo necesita un poco de descanso y comida ligera. Este mismo lunes no creo que tenga ningún problema en volver al trabajo...

En cuanto Tim abrió la puerta, después de coger el maletín médico, apareció Nahual, que por lo visto estaba justo al otro lado de la puerta, quizás escuchando su conversación.

-¡Ah! Mira qué casualidad... usted por aquí... Espero que no tratara de escuchar un diagnóstico médico que no le corresponde...

-No... yo no...

-Sé perfectamente hasta donde llega el oído de un lobo, chico... No me importa, realmente... Tampoco es que hayamos estado planeando un asesinato, je, je... Si tiene tanto interés en escucharme, no obstante, diré que realmente agradecería un vaso de agua antes de marcharme. Tengo la garganta seca... A mi edad resulta cansado hacer estos viajes, je, je... Ya no soy el mismo de antes...

-Ahora mismo le traeré agua... Muchas gracias por venir...

-No, no... gracias a ustedes... Uno vive de esto, ya saben...

Cinco minutos después, el perro ya se había marchado, y Nahual volvió junto a Diego.

-¿Qué te ha dicho de la marca en la mano? ¿Es algo serio?

-No me ha dicho nada...

-¿Cómo que nada? Pero... no puede haber salido así, sin más, sin ninguna razón aparente...

-Mira...

Diego extendió el brazo derecho y le enseñó la mano, donde ya no había marca. Nahual se quedó perplejo unos segundos, sin saber qué pensar de aquello.

-Quizás sólo fuera una reacción a algo, y ya se ha ido. Dijo que necesitaba descanso y comida ligera, que sólo había tenido un pequeño desmayo y me hacía falta comer algo que me diera fuerzas, pero que fuera ligero...

-Sí... algo he oído...

-¡Estabas escuchando de verdad!

-Bueno... estaba preocupado... Sólo he oído ese trocito...

-Mmm... Bueno... voy a... voy a llamar a Bruce...