Vidas entrelazadas 18 (Nikolas-III)

Story by nadie on SoFurry

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15/12/3843 (viernes)

Sin separar sus labios de los del conejo, el ogro condujo a Nik a la cocina, cogiéndole por las nalgas y llevándole en brazos hasta allí. Nik no entendía lo que le ocurría, pero sentía la fuerte necesidad de someterse a los deseos de aquel ogro. Instintivamente, recorrió con sus manos en torso de Joe, descendiendo lentamente, admirando como nunca lo había hecho con ningún cliente aquella formidable musculatura, sintiendo en las yemas de sus dedos la fuerza contenida bajo cada milímetro cuadrado de piel de aquella bestia que trataba de dominarle, y que poco a poco lo conseguía.

Cuando sus manos llegaron a los costados del ogro, éste le detuvo y le cogió por las muñecas. Entonces levantó sus brazos, juntó sus muñecas y, para sorpresa de Nik, le esposó a una tubería con las manos sobre su cabeza, usando unas esposas cuya existencia, y presencia en la habitación, habían sido hasta entonces desconocidas para el conejo.

-No, no, no... Cosquillas al tito Joe no...

-Oh... ¿Tienes cosquillas en los costados y por eso me esposas de esta manera?

-Je, je, je... Bueno... Cada uno tiene cosquillas en una zona diferente, pero no... No te esposo por eso...

-Y... ¿tenías esto preparado para alguien en especial?

Lentamente, Joe pasó la mano derecha por debajo de la camisa que llevaba en ese momento Nik y empezó a acariciar su pecho suavemente. Al mismo tiempo, fue dándole mordiscos flojos por el cuello y las orejas. Por un momento, separó su boca del cuerpo de Nik para contestarle.

-No... es de Jack... por si se trae a alguien a casa...

Sin más dilación, continuó dándole mordiscos, y con la mano derecha llegó al fin a su cicatriz, recorriéndola con la punta de sus dedos, y después bajó de nuevo la mano, aún frotando su pecho, hasta llegar a sus pantalones. Con la mano izquierda, que estaba ya bajo sus pantalones, masajeaba su nalga derecha y daba pequeños "apretones", casi pellizcándole.

-¿Vivís juntos?

De nuevo, separó los labios del cuello del conejo para contestarle, mientras desabrochaba el botón de sus pantalones con la mano derecha.

-Hacemos muchas cosas juntos, en realidad... Mmm... ¿Sin ropa interior? Creía que llevabas cuando no estabas trabajando...

-Es muy incómoda a veces, ya sabes... Me gusta ir preparado por lo que pueda pasar, y muchas veces la ropa interior se pone en medio... Además, en casa suelo ir desnudo...

Tan lentamente como había hecho todo lo demás, el ogro fue desabrochando los botones de su camisa, uno a uno, desde abajo hacia arriba, esta vez con ambas manos, mientras Nik trataba de deshacerse de sus pantalones, desabrochados ya y a la altura de las rodillas.

-Mmm... Así que desnudo... si tu hijo no era gay desde el principio, ya debe de serlo si te ve desnudo todos los días... ¿Nunca has pensado en tener más hijos?

-Lo he pensado un par de veces, la verdad, pero no...

Sólo quedaban dos botones por desabrochar, y seguramente no quedaba ninguna parte del cuello de Nik sin morder ni lamer.

-¿Sí? Y... ¿cuántos has pensado?

-No seas tonto... no me gustan las mujeres... ¿Tú quieres tener hijos?

-¡Oh! ¡Sí! ¡Desde luego!

-Vaya... no te imaginaba yo a ti queriendo ser padre... Ahora me dirás que te gustaría tener un pequeño ejército de 20 o 30 niños, je, je...

Por fin, el ogro terminó de desnudarle, y empezó ya a centrarse en darle leves pellizcos en el pezón derecho mientras lamía el izquierdo y manoseaba su trasero. Al parecer, a Joe le estaba costando contenerse, y ya estaba dando pequeños embates al aire con la cintura. Un monstruoso bulto descendiendo desde su entrepierna por una de las perneras, y una amplia mancha en los pantalones, debida al líquido preseminal del propio ogro, confirmaban su nivel de excitación.

Por un momento dejó de lamer su pezón izquierdo y lo pellizcó con dos dedos, mientras continuaba la conversación.

-Tantos no, pero... media docenita no estaría mal...

-Ja, ja... y eso que el conejo aquí soy yo, je, je... A mí tampoco me parecería mal media docena, pero... ya ves... tampoco tengo dinero para cuidar a tantos y, de todas formas, siguen sin gustarme las mujeres... Así que no voy a tener más hijos... Habrá que hacerse a la idea...

-Ah... Mmmm... ¿Hasta que hora puedes quedarte?

-Le dije a mi hijo que volvería a casa a las 2:00 de la madrugada... Pero no vas a tenerme aquí tanto rato, ¿no?

-Ajá... Son las 17:00... Hay tiempo...

Rápidamente, el ogro se quitó los pantalones, prácticamente destrozándolos (más de lo que ya estaban cuando abrió la puerta para recibir a Nik) de un tirón, y su monstruoso miembro quedó expuesto al aire de la habitación. Sin decir nada, cogió Nik por los muslos y lo levantó en el aire, sorprendiéndole por el repentino cambio en la actitud del ogro, que parecía ahora impaciente. Sin embargo, en cuanto le tuvo en aquella posición se detuvo de nuevo y, bajando la mirada al suelo y cerrando los ojos, tomó aire, suspirando hondo y estremeciéndose ligeramente.

-Elige un número del uno al seis...

-¿Qué?

-Elige un número...

-Emmm... Eh... ¿Cuatro?

Joe levantó la vista de nuevo y le miró directamente a los ojos.

-Bien. ¿Fuerte o rápido?

-Un poco de cada, supongo... ¿A qué vienen estas preguntas?

-¿Grande o pequeño?

-Grande... ¿Por qué de preguntas todo esto?

-¿Quieres hacer el amor conmigo?

-¿No lo estamos haciendo ya?

-¡¿Quieres?!

-S... Sí...

-¡¿Sí quieres qué?!

-Joe... ¿por qué...?

  • "Quiero hacer el amor contigo" ¡Dilo!

-¿Estás bien...?

De pronto el ogro comenzó a sudar, y Nik sintió como si las manos que se sujetaran estuvieran ardiendo, los ojos de Joe se volvieron de un color rojo intenso otra vez, y un hilo de baba chorreó desde la boca del ogro hasta el pecho del conejo.

-Dilo... ¡Que lo digas, joder!

-¡Está bien, está bien...! ¡Quiero hacer el amor contigo!

-Y yo contigo... ¡Aaaaaagh!

De pronto, Joe comenzó a gritar con tanta fuerza que Nik sintió sus oídos a punto de estallar. El cuerpo del ogro creció hasta adoptar el tamaño que había tenido cuando Nik abrió la puerta justo esa misma tarde. Una enorme cantidad de tatuajes apareció por toda la superficie del cuerpo de Joe, y sus cuernos crecieron desmesuradamente, pasando por los lados de la cara de Nik y clavándose en la pared como si ésta fuera de mantequilla. Sin dejar de mirarle directamente a los ojos, y mientras acercaba su cara a la del conejo, Joe comenzó a susurrar palabras que Nik fue incapaz por completo de comprender, aterrorizado por la transformación de Joe en aquella cosa otra vez.

El conejo comenzó a sentir un enorme calor dentro de su propio cuerpo, como si sus entrañas estuvieran ardiendo. Pero en cierto modo, no era un calor que le produjese dolor, ni incomodidad. Simplemente, era como si algo dentro de él estuviera cambiando. ¿Era aquello parte de la "magia" que Joe decía ser capaz de hacer?

De golpe, Joe se detuvo, cerró los ojos y quedó en silencio por unos segundos.

-¿Joe? Joe... me estás asustando...

-Lo... lo siento... El ritual ya ha comenzado...

-¿Ritual? ¿De qué hablas? No... no me gusta esto, Joe... Deja de jugar...

-Aquí nadie está jugando.

Sin avisar, el ogro le sujeto con fuerza por las piernas, las separó y se posicionó de modo que el enorme (aún más grande que antes) miembro de Joe quedara justo pegado al ano de Nik. El conejo no tuvo tiempo para resistirse, o intentarlo siquiera, cuando el ogro dio un fuerte empujón y casi le aplastó contra la pared. El glande, aunque empapado en abundante líquido preseminal, era demasiado grande, y el ano de Nik no estaba lo bastante preparado como para que la penetración fuera posible en ese momento.

-Demasiado grande...

-Joe, no... No va a entrar...

-Ya lo creo yo que va a entrar...

De repente Nik notó algo extraño. El glande que amenazaba con destrozar su recto pareció menguar, al menos en su anchura. No lo suficiente como para poder asegurar que fuese a entrar, y mucho menos para tranquilizar a Nik. Sin embargo, para Joe pareció suficiente. De nuevo, el ogro empujó, con más fuerza que antes, y al mismo tiempo acercó más sus labios a los del conejo, uniéndolos en un beso justo en el momento de la penetración.

Sólo el glande, o quizás sólo parte de él, atravesó las primeras defensas de la, ahora bastante dolorida, "entrada trasera" del cuerpo de Nik. Era la primera vez que algo tan grande penetraba el cuerpo del conejo de un modo tan salvaje. A punto estuvo de gritar, pero Joe cubría su boca con sus labios, y el grito no llegó a escucharse más que dentro de la propia casa. Unos segundos más, el persistente empujar de Joe y un más que simplemente sonoro <pop>, confirmaron que el glande de Joe estaba, ahora sí, completamente dentro de su cuerpo.

El ogro se detuvo un tiempo, como dejando que se acomodara a aquella sensación. Pero algo así era imposible. Era la primera vez en toda su vida que no podía controlar sus impulsos. Los músculos en su ano hacían todo lo posible para tratar de expulsar al monstruoso invasor, pero estaban tan tensos que apenas podían contraerse. Joe pareció notar estas intenciones y retrocedió un poco, pero entonces fue como si tirasen de él desde dentro, haciéndole retroceder a él también.

Entonces lo comprendió. El miembro de Joe estaba especialmente diseñado para evitar que pudiera extraerse del cuerpo de aquel con quién hacía el amor. El glande tenía la forma precisa para que, una vez dentro, quedase atrapado dentro de la pareja. No importaba cuánto se esforzase. Con el tamaño y el grosor de aquella "bestia", no había manera de sacarla de su recto sin destrozarlo.

-Shhh... Tranquilo, Nik... Aún queda mucho por delante... Te prometo que esto valdrá la pena...

-Duele... duele... Sácalo, por favor...

-No, no, no... No puedo hacer eso ahora... Dentro de poco te gustará, ya verás... Tengo que seguir o no estarás en tu casa a tiempo...

-Joe, no... Por favor... ¡Aaagh!

Ignorando sus lamentos, Joe comenzó a empujar más, y más, y más... De alguna manera, el enorme monstruo que tanto le llenaba por dentro no parecía encontrar obstáculo alguno más allá de lo estrecho del camino que debía seguir. Al mirar hacia abajo, en el punto en que el miembro de Joe desaparecía dentro de su cuerpo, se horrorizó. Aquella monstruosidad debía de ser tan gruesa como su propio brazo, y estaba ya casi por completo dentro de él, haciéndole sentir a punto de estallar.

Finalmente, el conejo sintió contra sus nalgas los gigantescos testículos del ogro. ¿Dónde coño escondía todo aquello el ogro? Su sorpresa fue mayor al observar su abdomen y ver el enorme bulto que había aparecido en él, como consecuencia de la brutal penetración. Casi podía tocar el bulto "creado", al menos aparentemente, por el glande. Aquella cosa había seguido la ruta que formaba su intestino grueso como si fuera una serpiente.

Al mirar a Joe a los ojos, en parte horrorizado, y en parte perplejo tanto por lo que acababa de ver como por el "poco" dolor que sentía (en relación al que pensaba que debería haber sentido...), el ogro le sonrió y trató de besarle en los labios de nuevo, pero Nik apartó la cara, con lágrimas en los ojos.

-¿Por qué...? ¿Por qué haces esto? ¿Qué demonios eres tú?

-Yo te amo, Nik... Por eso hago esto... Sé que duele, pero valdrá la pena... Enseguida llegará el placer, te lo prometo... Más placer del que ningún otro pueda darte jamás... Puedo darte lo que deseas... Sólo pido que me ames como yo te amo.

-......

-Me obligas...

De golpe, el ogro le mordió en la zona de unión entre cuello y hombro, clavándole los colmillos inferiores y haciéndole sangrar. Por un instante, su cerebro registró una punzada de dolor en aquella zona. Sin embargo, al momento siguiente fue algo bien distinto lo que sintió. Ahora sólo había placer. Un placer tan indescriptiblemente fuerte que estuvo a punto de perder la consciencia. Inmediatamente sufrió el orgasmo más fuerte de su vida, empapando el pecho y la cara del ogro, y su propia cara, con su semen.

Aquello no era, sin embargo, el fin de lo que Joe tenía previsto para él. De repente, el enorme miembro que llenaba buena parte de su intestino grueso empezó a vibrar de un modo extraño, como ondulando dentro de su cuerpo. O al menos, eso fue lo que pensó. Cuando Joe dejó de morderle, miró hacia debajo de nuevo, mareado por la fuerza de su orgasmo y sólo semiconsciente, ahogándose en su propio placer, vio que el bulto en su abdomen era aún mayor, y el glande parecía haberse movido más hacia dentro de su cuerpo, penetrándole más profundamente, y aún seguía avanzando mientras él observaba, lenta pero constantemente.

-¿Cómo...? ¿Hasta dónde va a...?

-Es una sorpresa... ¿Te sigue doliendo?

-... No...

Antes de continuar hablando, al ogro lamió la cara de Nik, cogiendo con la lengua una buena cantidad de semen que el conejo había eyaculado sobre su propio rostro.

-Me alegro. Mmm... Dulce... El mío tiene un sabor un poco más... picante... Aunque sigue siendo bastante dulce...

-Tendré que probarlo... ¡Uuungh!

-¡Oh! Perdona... Tienes un intestino grueso bastante... poco grueso... y lleno de curvas... Cuesta enderezarlo... Me gusta...

-¿Cómo puedes... hacer eso? Tu... ¿cómo la controlas así? ¿Por qué crece?

-¡Oh, eso! Es... un don, supongo... Simplemente, puedo...

-¿Puedes hacer... que se haga... más pequeña?

-Sí, claro... Si no, no podría ponerme muchos de los pantalones que tengo... Aunque sólo puede menguar hasta cierto punto...Pero no voy a hacerlo ahora. En otra ocasión, quizás... ¿Preparado?

-Q... ¿Qué? ¿Para qué?

-Bah... No importa...

De pronto, Nik sintió lo más extraño que había sentido en su vida. Con otro sonoro <pop>, algo pesado entró en su estómago, y de pronto todo el miembro de Joe se hizo aún más grueso de lo que ya era, abultando aún más en su abdomen y la zona inferior de su estómago. Sus ojos se abrieron como platos al percatarse de lo que acababa de ocurrir, y una ligera punzada de dolor se hizo presente en algún punto de su intestino grueso.

-¡Ah!

-Perdona...

-Está... ¿Está en mi...?

-Sólo el glande... No puedo meter más dentro, o no quedará sitio para tu... regalo...

-¿Qué quieres... ungh... decir?

Sin contestarle, el ogro se mordió en un pulgar con uno de los colmillos, que parecían más afilados que antes, y empezó a dibujar un círculo y algunos símbolos sobre el estómago del conejo.

-¿Qué haces?

-No queremos que explotes, ¿no?

-No, claro... ¿Qué? No estarás insinuando que...

-Je, je... ¿Qué te sorprende? Acabo de meterte la polla en el estómago, pasando por el intestino grueso...

-¡No, no, no, no! ¡Espera, espera!

-¡Tarde! ¡No se admiten devoluciones!

De pronto, todo el cuerpo del ogro se estremeció, dio un embate (como si fuese a servir de algo...) y entonces comenzó lo que, para Nik, sería uno de los momentos más importantes en su vida, más por las consecuencias que por el momento en sí. Un torrente de semen comenzó a inundar su estómago a una velocidad tan asombrosa que en apenas unos segundos ya estaba lleno. O al menos, estaba todo lo lleno que habría podido estar en condiciones normales, porque justo en ese instante empezó a hincharse como si fuera un globo de agua, solo que ni era un globo, ni era agua lo que contenía.

Durante medio minuto su estómago continuó creciendo, desplazando el resto de órganos de su cuerpo para hacer espacio y deformando su pecho y sus abdominales, normalmente bien esculpidos. De repente, el flujo cesó por unos segundos, y Joe comenzó a gruñir.

-Viene uno... ¡Aaaah! ¡Ahora!

-¿Qué vien...?

Justo en aquel instante, recordó la conversación que acababa de tener con Joe hacía, como mucho, media hora. Sobre tener hijos, el número del uno al seis, grande o pequeño... En cierto modo, la idea de tener hijos él mismo era algo absurdo y completamente imposible, pero esa misma tarde habían sucedido ya varias cosas que también pensaba que eran imposibles.

No tuvo tiempo siquiera de pensar si aquello era bueno o era malo, porque un enorme bulto justo a la entrada de su ano, dentro del propio miembro de Joe y realmente intimidante, hacía fuerza para entrar en su cuerpo. Instintivamente, trató de resistirse, pero no sirvió de nada. El dolor era realmente indescriptible, y no pudo evitar empezar a gritar, intentando mover las piernas, y llorando de puro dolor. Aquel bulto avanzaba a una velocidad desesperantemente lenta, y el dolor que causaba al pasar era insoportable.

De pronto, al llegar a su cadera, se detuvo, tratando de empujar y sobrepasar la barrera que el propio cuerpo de Nik, y su esqueleto, imponían al paso del bulto. Sólo unos segundos después, con un fuerte crujido y un dolor aún mayor que el anterior, el conejo sintió cómo su pelvis quedaba partida en dos y el bulto continuaba su inexorable avance hasta su destino. Entonces, el semen contenido en su estómago trató de escapar de su cuerpo por el único camino viable, y tras varias arcadas, Nik pudo probar el potente, picante, y a la vez dulce en cierto modo, sabor del esperma de Joe.

En ese mismo instante, justo cuando el semen del ogro empezaba a chorrear por los labios del conejo, Joe cubrió sus ojos con una mano, susurró palabras indescriptibles y todo quedó en silencio, a oscuras, y distante, para Nik, que perdió a consciencia.

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De pronto, un dolor punzante en el estómago le hizo abrir los ojos, y se encontró bajo el cuerpo del ogro, pero esta vez tumbado sobre una cama, al borde de perder de nuevo la consciencia, con Joe aún pegado a él pero sin moverse, aún con su miembro hundido en las entrañas del conejo. Al bajar la mirada, vio algo que casi de dejó sin aliento. Su estómago estaba tan horriblemente hinchado que, si hubiese sido una mujer, habría tenido que estar embarazada de al menos 12 meses, y de gemelos, para poder considerar aquello "normal". Alzó la vista y miró a Joe a los ojos. Aunque parecía cansado, se le veía bastante contento. Había regresado a su forma "normal", y no dejaba de sudar.

Entonces se fijó en algo. Justo donde el cuerpo de Joe terminaba, comenzaba el suyo, de un modo más literal de lo que habría sido tranquilizador. No es que estuviera muy cerca de él. Es que sus cuerpos estaban mezclados, como si fueran uno, unidos por las piernas y las caderas, y también en las manos, como si fueran dos figuras de plastilina mezcladas en estas zonas, aunque hasta cierto punto se podía reconocer qué trozo pertenecía a cada uno.

De nuevo, un cierto dolor le advirtió de la presencia de algo en su interior. Algo que se movía dentro de su cuerpo. Algo vivo. De repente, fue como si el enorme miembro que invadía sus entrañas las abandonara, dejando un gran vacío dentro de él, y aquello que había dentro de él comenzó a avanzar por ese espacio de un modo lento, pero sin detenerse, haciéndole respirar con dificultad y de forma acelerada. Joe gruñó y cerró los ojos. Su rostro palideció, y el ogro se mordió el labio inferior, aparentemente dolorido.

Nik sintió otros dos corazones, que no eran el suyo. Uno, el de la pequeña criatura que ahora abandonaba su cuerpo, y el otro, el corazón de Joe, conectado al suyo de una forma que no habría sabido explicar. Boquiabierto, miró al ogro a los ojos, y en cuanto éste los abrió le devolvió la mirada, sonriendo débilmente. Cada vez que se fijaba en ello, era cono si el ogro fuera un poco menos pesado, y algo más delgado, que antes.

-Joe... Joe... Esto... ¿Cómo?

-Shhh... ¿No era esto lo que querías?

-Yo no... no lo sé... Pero esto no puede ser... Es una locura... Es... es imposible... Soy un hombre, y los hombres no...

-En el mundo hay muchas cosas que ni tú ni yo podemos explicar, pero... Eso no significa que no podamos disfrutar de esas cosas...

-¿Por qué me haces esto?

-Es mi regalo a la persona a la que amo.

-Pero... ¡Pero apenas nos conocemos! ¡Me has preñado en la primera cita! Y... y... es absurdo... ¿Qué voy a hacer ahora? Yo no tengo sitio en casa para cuidar a más hijos y... ¿Qué le voy a decir a Tom? Ni siquiera sé qué demonios va a ser el niño... ¿Un ogro? ¿Un conejo? ¿Una mezcla? ¡Todo esto es de loc...! ¡Aaagh!

-Shhh... No es bueno que te alteres durante el parto...

-¡¡¡¿Quéee?!!! Pero... No puede ser... ¿Y los nueve meses? ¿Y las horas de angustia y las contracciones, la rotura de aguas...?

-¡Ja, ja, ja! No eres una mujer... Las cosas no funcionan igual... Si hasta me va a tocar "fabricarles" un ombliguito, para que la gente no les mire mal... Por eso de que no tienen cordón umbilical que cortar, y tal...

-¿Tienen? ¿Cuántos hay? ¡Uuugh...! ¡Joder! ¡Duele!

-Shhh... No grites... Son cuatro, tal como dijiste... Dos conejos, un ogro y un toro. El toro es por mi culpa, igual que el ogro... Los conejos son cosa tuya. Es buena señal, porque eso significa que ambos queríamos esto por igual.

-No puede ser... Yo no puedo cuidar a cuatro hijos más... ¿Y qué pensará mi hijo cuando me vea con este estómago...? Parezco un puñetero globo...

-Tranquilo... A nuestros hijos puedo cuidarlos yo si quieres, y crecerán muy rápido, así que no te tienes que preocupar por tener que cuidarlos demasiado. Y tu estómago está así porque estás preñado. En cuanto salgan todos, podré devolverlo a la normalidad. Deja de quejarte, ¿vale? Estoy mezclado con tu cuerpo, y puedo sentir lo mismo que tú. Sé que quieres todo esto, aunque estés nervioso. Y yo también lo quiero, sin duda... Hagamos algo, ¿ok? Te voy a dejar inconsciente como antes, hasta que hayan nacido todos. Después, te despertaré, y hablaremos esto tranquilamente, sin dolores, ni estómagos hinchados, ni nada de eso.

-......... Está bien...

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16/12/3843 (sábado)

Cuando sus ojos volvieron a abrirse, se encontraba en la misma cama que antes. Sin embargo, ni su estómago estaba hinchado ni Joe sobre él ni "mezclado" con él. En la zona donde antes Joe le había mordido no había marca alguna. Lo que sí sentía era una extraña sensación de vacío dentro de él, como si le faltara algo importante. Al reclinarse y sentarse en el borde de la cama, se dio cuenta de que estaba completamente desnudo y, además, cubierto de semen. Semen del ogro, sin duda. Toda su barbilla estaba también manchada, igual que la superficie de la cama.

Se frotó el estómago, esperando que aquella sensación de vacío se fuera, pero eso no ocurrió. Lo único que consiguió fue esparcir el semen en su estómago por toda la mano. Maldita sea... estaba pegajoso... Ya casi se había secado por completo, y a juzgar por la poca luz que había debía ser de noche, quizás desde hacía ya bastante. El ruido de una puerta abriéndose le alertó, y al girarse vio a Joe. El ogro se encontraba muchísimo más delgado que antes, con una mirada cansada, pálido y con todas las costillas marcadas.

-¿Joe? ¿Qué te ha pasado?

-Nada, nada... Estoy bien. El ritual requería mucha energía, eso es todo... En unos días estaré como nuevo, tranquilo... ¿Quieres ver a los niños? Están dormidos, por suerte...

Obviamente, quería verlos... Eran sus hijos, ¿no? Casi sin pensarlo, asintió, y Joe le condujo a la habitación que había al lado, que parecía ser otro dormitorio. Jack estaba allí, desnudo, sentado en el borde de la única cama que había en la situación, que estaba pegada a la pared del fondo, vigilando a los pequeños, que estaban en cuatro cunas separadas, todas ellas de un color que recordaba en cierto modo al del marfil. Nik nunca había visto unas cunas con ese aspecto.

-¿Ya se ha despertado? Le dormiste mucho tiempo... Podrías haberle quitado todo el semen de encima, ya que estabas, antes de que se despertase...

-Sí, bueno... No puedo cuidar a mis hijos, fabricarles cunas y limpiar a Nik, todo a la vez... Sabes que este ritual me deja muy débil...

-Ya, ya...

El conejo se alarmó al oír aquellas palabras. ¿Ya había hecho eso alguna otra vez?

-¡Eh, eh! ¿Ya has preñado a alguien más así? Creía que yo...

-Un momento... no quiero que haya malentendidos... Es cierto que ya lo he hecho antes, pero sólo una vez, y fue un error...

De pronto, Jack se levantó de la cama, con cara de estar enfadado.

-Muchas gracias, ¿eh? Podrías cortarte un poco cuando dices eso, ¿no? Que estoy delante y me duele, joder...

-¡¿Lo hiciste con Jack?!

-¡No, por Dios! Fue con mi "madre"... Pero yo no sabía que era mi "madre"... y nació Jack...

Nik se quedó con la boca abierta durante medio minuto. Eso no era posible... Jack no podía ser su hijo... Además, Joe era gay y... ¡Se había tirado a su madre!

-Pero, pero... Jack no puede ser tu hijo y... Y tú eres gay... No puede ser que hicieras "eso" con tu madre y, aunque fuera así... ¿por qué ibas a usar el ritual con una mujer?

-Porque mi "madre" es un tío... Y Jack es mi hijo... Ya te he dicho que crecen rápido...

-Pero, pero... ¡Era tu "madre"! ¡Tu "madre"!

-No sabía que era mi madre...

-......

-...

-......... ¡Tu "madre"!

-¡Nik, por Dios, tranquilízate! Vas a despertar a los niños...

-Los... niños...

De nuevo, Nik recordó el tema de los niños. Por unos segundos se le había olvidado, y no le había dado importancia, pero ahora lo volvía a tener en mente y era demasiado para él. Apenas conocía a Joe, y en la misma tarde, la primera vez que hacían el amor (bueno... vale... esa mañana ya lo habían hecho, pero aquello era trabajo...), Joe se la había metido literalmente hasta el estómago (no es que le pareciera mal...), le había hecho vomitar semen (aquello también le había gustado, para qué negarlo... era la primera vez que alguien anunciaba que se correría dentro de él hasta que vomitase semen, y además lo conseguía) y le había dejado preñado.

Durante un tiempo se quedó en silencio, y los otros dos ocupantes "adultos" de la habitación lo respetaron. Lentamente, se acercó a las cunas y las observó. ¡Eran todos enormes! Es decir... todo lo "enormes" que pueden llegar a ser cuatro niños de... ¿media hora? ¿Dos horas? No lo sabía... Pero aún así, parecían grandes para ser recién nacidos. Uno de los conejos era de color blanco, ligeramente azulado, y el otro grisáceo, con pequeños matices marrones. El ogro tenía la piel de un color morado claro, ligeramente rojiza, sin un solo pelo sobre su cuerpo ni en su cabeza.

El último era el más llamativo de todos, al menos para Nik, por varias razones. La primera, que era un toro, y ni él ni Joe lo eran. La segunda, que su pelo era de color azul oscuro en todo el cuerpo, salvo por algunas marcas bajo los ojos, en el dorso de las manos, en la frente y bajo los pezones y el ombligo, al menos por lo que veía, aunque quizás hubiera más. Estas marcas eran de color azul claro, y cuando Nik se acercó comenzaron a brillar, emitiendo una extraña luz. El pequeño abrió los ojos ligeramente entonces y pareció mirarle a él, directamente a los ojos, sonriente. Sus ojos eran completamente azules, del mismo color que las marcas, aunque no brillaban del mismo modo que éstas. Aparte de eso, sus orejas parecían más grandes y alargadas de lo normal en un toro... Probablemente eso fuese por su culpa...

-Hagos...

Rápidamente, puso una mano sobre sus propios labios. ¿Realmente había hablado él? Se giró, y miró a Joe, que parecía tan confuso como él, aunque en apenas un instante la cara del ogro cambió y una gran sonrisa apareció en su rostro.

-Le has puesto rápido el nombre, ¿eh?

-Yo no... No sé por qué...

-No importa. A mí me pasó lo mismo con Jack.

Antes de seguir hablando, Joe se acercó a otro de los pequeños. En concreto, al ogro, que babeaba sobre las sábanas como si le fuera la vida en ello. Con cuidado, le cogió en una mano, manteniéndole siempre cubierto con una pequeña mantita.

-¿Te parece bien si le llamamos Brian?

-Oye, Joe... mira... esto es mucho para mí... Y no... Yo no sé si todo esto está bien... Quiero decir que... Joder... Me has preñado y me has hecho tener 4 hijos contigo y... apenas nos conocemos... Son muchas cosas... Yo no estoy preparado, ni económica, ni física, ni emocionalmente... Tengo casi cuarenta años, Joe, y... no puedo cuidar a cinco hijos... Y aunque es cierto que quería tener hijos, no es... no es así como quería... No quiero que crezcan sin conocerme, porque soy su... su... "madre", pero... Yo no puedo con todo esto... Hoy ha sido un día difícil para mí... no me malinterpretes... no estoy diciendo que seas una mala persona, soy yo... Demasiadas emociones contradictorias... Hoy ha habido muchas cosas que me han hecho sentir bien, y otras mal y... necesito pensarlo...

De la cara de Joe fue desapareciendo, según brotaban las palabras de los labios de Nik, aquella sonrisa que llevaba todo el rato, y lentamente el ogro dejó al que, según parecía, iba a llamarse Brian, en la cuna, donde estaba antes. Entonces se acercó a Nik y le acarició una mejilla.

-Nik, por favor... Yo te amo... te juro que...

-Joe, no... No te estoy diciendo que no quiera estar contigo, pero... necesito pensarlo... Dame un poco de tiempo... ¿De acuerdo?

-...... Está bien...

-¿Puedo usar la ducha?

Joe le observó de pies a cabeza, con cara de no haberse dado cuenta hasta entonces de lo terriblemente cubierto de semen que se encontraba el conejo.

-Sí, sí... claro... Usa el baño de abajo, por favor. No quiero que se despierten los niños, que ya es tarde...

-Gracias. ¿Qué hora es?

Fue Jack quien miró un reloj que había sobre una mesita, en esa misma habitación, y le indicó que eran las 00:23. Aún tenía tiempo para ducharse. Eso era lo que necesitaba: una buena ducha, con agua bien fría, para tranquilizarse un poco y refrescarse las ideas. Y ya de paso, para quitarse aquella gruesa capa de semen, que además de apestar a sexo, estaba ya medio seca y hacía que se le pegasen los pelos a todo lo que tocaba.

En cuanto encontró el cuarto de baño, entró, abrió el grifo de la ducha y ajustó la temperatura para que el agua saliera caliente. Aunque quería una ducha de agua fría, sabía por experiencia que todo aquel pringue no se iría si no usaba agua caliente. Afortunadamente, el jabón estaba en uno de los bordes de la bañera, así que no tuvo que buscarlo demasiado para encontrarlo. Algo que le llamó la atención fue que no había ningún espejo en el cuarto de baño. Tampoco recordaba haber visto ninguno en ninguna de las otras habitaciones en las que había estado, aunque no se había fijado demasiado, así que no le dio importancia...

Con cuidado de no resbalarse (maldita sea... hasta las plantas de los pies estaban empapadas en... bueno... en semen...) se metió dentro de la bañera, copio el cabezal de la ducha, lo orientó de manera que no le diera, y reguló la temperatura hasta que estuvo a su gusto.

En cuanto la temperatura del agua fue la que deseaba, reorientó el cabezal de la ducha para que el agua cayera sobre él, con cuidado de no mancharlo demasiado, y empezó a quitarse todo el "pringue" de encima. Primero la cara y el pecho, luego la espalda, y finalmente el resto. Debía de llevar un cuarto de hora sólo par quitarse todo aquello de encima... Ahora tocaba lavarse bien con jabón y quitarse aquel olor.

¿Qué debía hacer? Acababa de tener hijos con alguien a quien apenas conocía, y sin su consentimiento. Aquello era una violación... ¿O no lo era? Es cierto que quería follar con él, y que quería tener más hijos, pero... No las dos cosas a la vez... ¿O sí? ¿Por qué se sentía tan confuso? Ese mismo día había tratado al ogro de mala manera, y en cambio se había desesperado ante la marcha de Kyle, justo después de su visita. Y ahora, era Joe el que le parecía encantador, y por alguna razón no sentía ya tanto el que Kyle no estuviera con él.

¿Qué demonios le ocurría? ¿Es que estaba enfermo, o algo así? ¿O se estaba volviendo loco? ¿Por qué sentía que le faltaba algo importante? ¿Por qué no era amor, o algo así, lo que echaba en falta? ¿Amor? Él nunca... Es decir... No es que no creyese en él, pero... Llevaba años negándolo... ¿Por qué le daba ahora aquella importancia? Per o aquel hueco seguía ahí... Era como si dentro de él faltase algo que siempre estaba antes, pero no sabía decir qué... No estaba seguro de si era algo que existía realmente, o sólo en su imaginación, si era algo físico o no. Pero faltaba algo importante...

Casi sin darse cuenta, terminó de ducharse y salió empapado. Sin preocuparse por lo mojado que estaba, o por el frío que hacía, cogió el pequeño espejo de mano que había junto a la pila (lo bastante pequeño como para cubrirlo con una mano) y comenzó a examinarse. Ya estaba bien limpio, pero no era eso lo que miraba...

Todo parecía estar allí... Las orejas, las manos, la boca... No parecía que hubiera nada fuera de lugar. El espejo estaba allí y le devolvía su imagen... Le devolvía aquella mirada casi perdida y confusa con completa nitidez. ¿El espejo? Cuando entró no había ningún espejo, o al menos no lo recordaba. Y desde luego, con la humedad que había allí era un milagro que estuviera seco, y no cubierto de humedad, que es lo habitual.

De pronto, una mano le cogió por detrás, cubriéndole la boca e impidiéndole hablar, y apenas un segundo después, si llegaba, algo frío y afilado presionaba contra su garganta.

-Quieto, o te corto el cuello. Vamos a subir arriba, con tu amiguito, y vas a portarte bien si quieres volver a casa con vida. ¿Entendido?

Temiendo por su vida, el conejo asintió como pudo con la cabeza. ¿Qué había hecho él para que le pasara todo aquello en un día? Ahora sólo faltaba que le abdujeran unos alienígenas, por ejemplo... Claro que, en su situación, aquello de cómico tenía más bien poco... No podía ver a quien quisiera que le estaba haciendo aquello en la posición en la que se encontraba, pero parecía ser más grande que él, si bien no por mucho, y de complexión menos musculosa. De todas formas, podría perfectamente haber sido todo lo contrario. En aquel momento, el sexo, tamaño, especie o edad de aquel individuo ocupaba un escalafón muy bajo en la escala de prioridades de Nik. Pero por la voz, podía decir que, casi con total seguridad, era de su mismo sexo.

Con cuidado pero con firmeza, su agresor le condujo hasta el piso superior y se dirigió al cuarto de Joe, presionando de vez en cuando más de lo necesario aquel afilado objeto contra su cuello, como para recordarle lo que pasaría si se resistía.

-Abre la puerta... Y que vea esas manos bien. Si me la intentas jugar, no dudaré en matarte.

Temblando, Nik colocó la mano sobre el pomo de la puerta y la abrió. La cama sobre la que Joe y él habían estado haciendo el amor seguía igual de sucia que antes. Nadie parecía haberla tocado. Al otro lado de la habitación, la otra puerta estaba abierta, pero no se veía a nadie. Esta vez más rápidamente, su atacante le obligó a moverse hasta allí y en cuanto estuvieron dentro de la habitación descubrieron que ésta se encontraba vacía. No había nadie dentro, aunque las cunas seguían allí, igual que la cama y las mantas que acompañaban a cada uno de estos elementos. Pero allí no estaban ni los bebés, ni Joe, ni Jack.

-Joder... ¡Sé que te escondes aquí y que tienes la semilla! ¡¿Es que no vas a mostrarte ni en tu propia guarida?! ¡Ven a luchar conmigo si tien...!

Antes de que continuara hablando, algo aparentemente grande y alargado entro en la habitación atravesando la pared. Nik no supo lo que era en aquel momento, por varias razones. La primera, que no lo vio venir, ya que la habitación estaba sumida en las sombras. La segunda, que el objeto se movió demasiado rápido para él. La tercera, fue el intenso dolor en su pecho, que le distrajo de todo lo demás.

Su atacante le soltó y le dejó caer al suelo. Respirar se le había hecho una difícil tarea de pronto, y al intenso dolor que sintió le siguió la sensación de algo húmedo y caliente empapando su pecho. Abrió la boca, y de ella sólo salió un lamento, una pequeña brizna del dolor que sentía en forma de sonido, y algo de sangre. Al mirar hacia abajo, en su pecho, vio la herida. Un agujero casi perfectamente circular, de tal diámetro que competía con el grosor de su propia muñeca, y que cruzaba su cuerpo de un lado al otro. La sangre que por él salía empapaba su pelo, chorreando por su pecho y sus piernas, y un charco de la misma empezaba a crecer bajo su cuerpo, sobre el suelo de la habitación.

Su atacante aún seguía en pie, retrocediendo hasta quedarse apoyado sobre la pared, sangrando y tirando también algo de sangre por la boca. Nik le vio nítidamente sólo durante un par de segundos, antes de que su vista comenzara a nublarse. Se trataba de un mapache, y por lo visto bastante esbelto, con los ojos de un extraño color plateado, que recordaban al brillo que caracteriza a muchos espejos. Llevaba puestos únicamente un pantalón algo holgado, un cinturón con muchos cuchillos (todos ellos tan brillantes y relucientes como sus propios ojos) y un manto de colores blanco y azul claro con motivos florales.

Su pelo era de color blanco donde en un mapache suele serlo. Si embargo, donde suele ser marrón, en su caso era plateado, y donde suele ser negro era azul claro, también brillante. Además, aunque cubiertas por el manto, y pese a lo extraño que pudiera parecerle, Nik advirtió dos grandes alas plateadas en su espalda.

En el pecho del mapache había un agujero igual al que tenía Nik, y tras él, en la pared, otro más, al parecer provocado por lo mismo que les había herido a ellos dos. Aparentemente débil y dolorido, el mapache se arrodilló en el suelo, apoyándose con una mano para no caer, pero apenas un instante después volvió a levantarse, emitiendo un extraño brillo, y su herida dejó de sangrar, al menos, tanto como hacía apenas unos instantes.

-¡Muéstrate, cobarde! Ungh... ¡Te mataré aunque sea lo último que haga, miserable! Aah...

Tan rápido como se había levantado, volvió a caer, y la sangre volvió a salir de su herida en cantidades alarmantes. Justo cuando su mano chocó contra el suelo, Joe apareció de nuevo, como de la nada, y cogió a Nik, poniendo una de sus manos sobre la herida del conejo, que en cuestión de segundos se curó por completo. El ogro le alejó con él de aquel extraño personaje, llevándole al otro extremo de la habitación, y otro ser apareció justo delante del mapache, con la piel roja como la sangre y dos alas enormes de murciélago en la espalda, y piernas peludas, terminadas en pezuñas como las de los toros.

-Ya basta, Chris, por favor...

-¡No me llames Chris como si me conocieras! ¡Tú mataste a Ismael!

Con fuerzas aparentemente renovadas, Christopher cogió un cuchillo con una mano y, levantándose por un instante, se lo lanzó a la cara al otro ser pero, antes de llegar a tocar su piel, el cuchillo pareció estallar, o hacerse pedazos de alguna extraña manera, y el mapache cayó otra vez, aún más débil que antes, contra el suelo.

-Déjalo, ¿quieres? Deberías centrarte en huir y curar tu herida... Este imprudente comportamiento no es propio de ti...

-Le mataste... le mataste y le robaste su nombre y su alma... Le arrebataste todo lo que era y pagarás por ello...

-... Márchate por donde has venido antes de que mueras desangrado y lo lamentes.

-No me voy a ir ahora... Al menos debo recuperarla... ¡No me iré sin ella! ¡No debo fallar! Si fallo, él...

Negándose a ser derrotado de un modo tan humillante, Christopher se levantó por tercera vez y lo que pareció una brillante explosión de luz llenó la habitación. Cuando Nik pudo ver de nuevo, cientos ( o quizás miles) de diminutos espejos flotaban en el aire alrededor del que, por la conversación, debía llamarse Ismael. La enorme criatura, que casi tocaba el techo aún estando encorvada, sujetaba por el cuello al mapache, que tenía en las manos dos cuchillos rotos, que dejó caer sin fuerza. Los pequeños espejos fueron cayendo rápidamente y desaparecieron antes de tocar el suelo.

Christopher, ahora completamente desnudo salvo por lo que quedaba del manto sobre su espalda, parecía tener dificultades para respirar, aunque no era para menos. Su herida no había dejado de sangrar en ningún momento, salvo los pocos segundos en que la hemorragia parecía haberse detenido antes. Ismael, por su parte, se encontraba completamente intacto. Aunque parecía bastante serio, preocupado o enfadado... Nik no habría sabido con certeza qué reflejaba aquel rostro...

-Lo siento Chris...

Como si el mapache no pesara nada, Ismael lo lanzó contra una pared. Sin embargo, esta no se vio golpeada en ningún momento ya que, instantes antes de que Christopher la golpeara, un gran círculo negro apareció en mitad de la pared y pareció "tragarse" al mapache. Segundos después, Ismael le siguió, y el ccírculo desapareció.

-¿Estás bien, Nik?

-Sí... ¡No! ¡Claro que no estoy bien! Qué es... ¡¿Qué ha sido todo eso de repente?!

-¿El qué?

-¡Todo! El... el mapache con alas y el murciélago mutante, o lo que fuera... todo ese... rollo... ¡¿Y cómo me has curado?! Es todo... es de locos... ¿Dónde estabais todos? ¿Y los niños? ¿Y Jack? ¿Cómo habéis desaparecido y habéis vuelto así...? ¡Puff! Y de repente estabas otra vez aquí y... ¡Han estado a punto de matarme! ¡Me han roto el corazón, me han cambiado de puesto de trabajo, me han preñado y han intentado matarme en menos de 24 horas! ¡¿Cómo quieres que esté bien?!

Rápidamente se levantó y se apartó del ogro, casi resbalando con la sangre que había en el suelo, hasta estar junto a la puerta de la habitación. Le temblaban las manos, aunque no era por le frío, y estaba razonablemente nervioso.

-¿Dónde está mi ropa?

-En la cocina. Creo que es de lo poco que se ha salvado de todo el pringue, aunque no me explico cómo...

-Me... me voy a casa...

-...... Oye, Nik, hay algunas cosas que debería contarte, sobre todo esto...

-¿Sí? ¡Qué bien! Pues me las cuentas el lunes, si decido volver por aquí, ¿vale?

-¿Cómo que...? No pensarás que te deseaba algún daño hoy...

-¡Nooo! ¡Claro que no! ¿Cómo voy a pensar algo así, cuando sólo he estado a punto de morir? Me han amenazado de muerte, y no tengo ni idea de por qué... Sólo sé que venían a por algo o alguien en esta casa, y que me han usado de escudo. Después, me han hecho un agujero en el pecho de lado a lado vete tú a saber cómo, y lo mismo me han perforado un pulmón, un riñón o el estómago, y ni lo he visto venir. Pero es que justo entonces aparecéis de la nada tú y esa otra... cosa... Y resulta que os conocéis todos, pero tú actúas como si no hubiera ocurrido nada fuera de lo normal. Y ahora, resulta que tienes algo que contarme sobre lo que ha pasado. ¡¿Qué coño quieres que piense?! ¡Dímelo! ¡Dímelo, porque yo no sé qué debo pensar!

-.........

-Déjalo... Estoy cansado... Me voy a mi casa... Todo esto es... demasiado, y... yo necesito descansar... Buenas noches.

Sin dejar que el ogro tratara de contestarle, salió del cuarto y cerró la puerta. Luego fue a por su ropa, se vistió y salió de aquella casa, rumbo a su coche. Nadie le siguió en el camino de regreso a casa, y si lo hizo no le vio. Necesitaba averiguar como fuera por qué tenía la sensación de que le faltaba algo importante. Pero antes, debía descansar. Al menos, pese a lo ocurrido y a que le costó más de lo normal, pudo dormirse sin demasiados problemas.