Como destrozar una vida.

Story by kingpanther on SoFurry

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#7 of Tigre de compañía


La séptima entrega de Tigre de Compañía. Si eres menor no lo leas.. aunque se que te dará igual así que no te toques... bueno.. tampoco sale mucho yiff en este episodio, quizás en el siguiente.

Capítulo 7. Como destrozar una vida.

Pequeños pajaritos despertaron a Leo con su canto que resonaban en la cueva. El lobo permaneció abrazado a él durante toda la noche y lo miro con una sonrisa tierna. Estaban vivos, y su amigo permanecía caliente, respirando profundamente sobre su pecho.

El tigre apartó la mano de Ronie de forma pausada. No quería despertarlo. Salió de la cueva a vigilar los alrededores. Se desperezó y consiguió escuchar el leve murmullo del agua en la lejanía. -Estamos cerca del lago, susurró en voz baja cuando una sombra marrón captó su atención.

Un puma salvaje lo acechaba. Ambos felinos se observaron en un profundo duelo de miradas. Los dos gatos estaban frente a frente, y el puma empezó a mostrarse más agresivo. Leo permanecía inmutable. Sus ojos tenían la determinación necesaria para achantar al depredador salvaje que retrocedía lentamente, intimidado por los ojos ámbar del tigre.

Leo volvía a estar a salvo por el momento. El puma se marchó tal y como había llegado, en completo silencio. Ronie comenzaba a despertarse lamentándose mucho. Su cuerpo había filtrado la droga y el dolor que sentía por la brutal paliza sobrecogió al lobo. Lo que más le molestaba no era el tajo de su vientre, sino su cadera. Por un momento pensó que el oso se la había partido. El tigre le ordenó que se quedara inmóvil.

-Tenemos que volver a la casa, afirmó Leo sorprendiendo al cánido por la determinación y las serias implicaciones de esa frase. Necesitas atención médica y no llegaremos muy lejos en tu estado. Allí debe de haber un teléfono.

El lobo protestó ante tal proposición. Eran dos asesinos, tenían que deshacerse del cadáver del oso, y se dejó abrumar por el pánico. -Me entregaré por ti si hace falta, exclamó el tigre valientemente, confiando en que si lo detenían podría intentar aclarar el asunto con las fuerzas del orden.

-¡Eso no servirá de nada Leo! Carl era policía, te machacarán en cuanto vean a su compañero muerto en el suelo. Ronie movía su mano con énfasis, no quería que el tigre asumiera su culpa y mucho menos perderlo después de lo mucho que habían vivido juntos.

-Ves demasiadas películas Ronie, fue la contestación del tigre que le indicó que se quedara allí. De todas maneras el lobo no podía moverse, así que tan solo le dijo que no tardase mucho, mientras observaba como el tigre desnudo se marchaba encorvado.

A Leo no le costó demasiado orientarse. Estaban colina abajo y la casa en la cima. Puso especial atención en la senda que estaba siguiendo. Encontrar la casa era fácil, pero tendría que volver a por el lobo. Memorizó cada pisada, y rompía ramas de vez en cuando para poder reconocer el camino de vuelta.

Vislumbró la puerta trasera de la casa y se introdujo en ella sigilosamente. Oteó posando su mirada por encima de los muebles de la cocina. Todo estaba en silencio, y parecía que el tigre flotaba sobre sus pies sin hacer ni el más ligero sonido.

La luz de la habitación subterránea permanecía encendida, iluminando el interior de la casa levemente. Contrastaba con los halos de luz solar que irradiaban los ventanales de la construcción. Leo tragó saliva y asomó tan sólo su cabeza, para verificar la zona cero del escenario. El sótano.

Abrió sus párpados al comprobar que el cuerpo del señor Carl no estaba allí tal y como pensaba. Un charco de sangre carmesí y unas huellas era el único testigo de lo que había ocurrido en aquel infierno. El tigre sentía un ligero cosquilleo en la nuca, que le advertía del inminente peligro. Corrió de vuelta a la cocina dando grandes zancadas y agarró el cuchillo más afilado que encontró. Su lengua estaba seca y sus sentidos a flor de piel. Escuchó como una gota de su propio sudor caía al suelo. El macho anaranjado deambulaba por la casa buscando el tan ansiado teléfono, esperando que el asesino saltase de cualquier rincón oscuro. El aparato estaba en una mesita cerca de la entrada y respiró aliviado al percatarse de que el coche color café del policía había desaparecido.

-Nos estará buscando, debo ser rápido. El salvavidas marcó el número de la comisaría e intentó explicar lo mejor que pudo los hechos y donde se encontraban. Tardó más de diez minutos en que la persona al otro lado del teléfono comprendiese el lugar exacto del bosque donde se situaba la casa. Tardaremos veinte minutos, fueron las últimas palabras de los agentes de la ley, y leo colgó.

El tigre se vio en la obligación moral de registrar la casa. Pensó que si el fuera Carl, retiraría el coche de la vista para atraerlos, y se ocultaría dentro. La vivienda estaba adornada con fotos de los padres del oso. Su padre era negro en lugar de pardo y eso explicaba el extraño color de la pequeña hija de Wendy. Al tigre le asoló un sentimiento de tristeza al pensar en los hijos de la pareja. Estaba siendo descuidado, abría los armarios, distraído por sus propios sentimientos, dejándose llevar por sus meditaciones internas.

Al tirar del pomo de un mueble empotrado de color miel, el cuerpo inerte de la mujer zorro se derrumbó en el suelo. Leo no pudo evitar dar un tremendo grito de miedo al ver a la mujer del violador estrangulada, y salió corriendo de aquella casa. Los autos de policía se detuvieron con un derrape cuando un tigre armado con un cuchillo cargaba como loco contra ellos.

Lo apuntaron con sus armas y Leo tuvo que tirar el cuchillo al césped. Esposaron al tigre sin ningún tipo de delicadeza y lo encerraron en el coche patrulla. Tardó un buen rato en explicar a los agentes que había sido él quien llamó y que un amigo suyo necesitaba ayuda médica. No sacaron al felino de la jaula que suponían los asientos traseros del vehículo, hasta que comprobaron que el lobo estaba justo donde les dijo Leo.

Se montó un buen escándalo. La prensa tardó poco en llegar al lugar, la noticia se había filtrado. Ambos vecinos tuvieron que taparse con mantas con las que habitualmente cubrían los policías a los muertos para evitar ser filmados desnudos.

Finalmente se sabía la identidad del asesino de las cunetas, o al menos eso sería lo que demostraría la investigación posterior, porque a Leo le dijeron que no saliese de la ciudad como medida cautelar. Le hicieron muchas preguntas, lo atosigaron tanto a él como a Ronie en un momento tan delicado para ambos. Los metieron dentro de una ambulancia que fue su salvación de todo aquel caos. Con la sirena encendida los apartó de aquel tumulto de personas y cámaras, para llevarlos a la seguridad del hospital.

Un equipo médico examinó a Ronie detenidamente que tuvo que esperar junto con Leo para obtener las radiografías de su cadera y su cabeza respectivamente. Por suerte para el lobo tan sólo tenía una fisura. Tendría que llevar muletas y sentarse en un cojín durante un par de semanas, pero se pondría bien.

Los médicos estaban mas preocupados por Leo, al que se le podía estar formando un coágulo en el cerebro. Las repercusiones de tal lesión, pueden ser muy graves, desde quedarse idiota de por vida hasta permanecer por siempre en una silla de ruedas, por lo que mantuvieron al tigre en observación durante tres días.

Lan, Francis y Marcus lo visitaron cada uno de ellos. Tenían que convencer al tigre de que permaneciera en cama, a pesar de que él afirmaba encontrarse bien. Incluso Ronie fue a visitarlo, aunque a solas. Le habían ofrecido ir a un programa de televisión para hablar del asesino y de su valiente actuación pero lo había rechazado. Gracias a Ronie lo habían identificado, pero incluso los amigos del cánido desconocían el dolor que llevaba por dentro. Les dijo que sus heridas eran producto del forcejeo y no de una violación.

Por suerte para la dignidad del lobo la noticia de que Carl lo había profanado no trascendió a la prensa. Tan solo Leo y algún alto cargo judicial que conocía el secreto de sumario eran los únicos seres vivientes que conocían dicha información. Eso sin contar al propio Carl.

El tigre tomó su mano y lo miró a sus ojos violetas. -Aquello nunca pasó Ronie, te prometo que nunca se sabrá. El lobo abrazó al felino y rompió a llorar por última vez a causa de los sucesos.

Una enfermera caniche los observó desde la puerta y Leo bromeó con su amigo. -¿Qué va a pensar el personal si ven llorando a un activazo como tú que le hace fotos pervertidas por la noche a un inocente gatito como yo? Le susurró mientras elevaba su barbilla y volvía a ver los dientes blancos de Ronie dibujando una sonrisa. El lobo se secó los ojos con su puño apartándose de la mirada del tigre, al que golpeó amistosamente en el hombro.

-Incluso después de todo esto sigues siendo un bombón. Leo no pudo resistirse a darle un lengüetazo en la mejilla al lobo por ese comentario. Ahora que el juego de seducción se había reestablecido entre él y su vecino parecía que podría volver a su vida habitual.

Mantuvieron un buen rato una conversación un tanto caliente, pero a la vez coloquial. El tigre se sonrojaba mucho por algunos comentaros del lobo, aunque evitaba mostrar excitación alguna. Pasaron un buen rato en compañía, pero las enfermeras le dijeron a Ronie que tenía que abandonar el hospital por la noche, ya que se había acabado el horario de visitas.

Una luz brillante sacó a Leo de su sueño ya bien pasada la medianoche. Cuando abrió los ojos la habitación estaba vacía y a oscuras. Se escuchaban pasos en el pasillo y el tigre se sobrecogió al pensar que el oso había vuelto para terminar lo que empezó. Los segundos pasaban rápidamente pero al tigre le parecían horas. Finalmente pudo ver a su hermano cruzar el umbral, dando un gran respingo al confundirlo por un instante con el violador.

-James, ¡Gilipollas! Me has dado un susto de muerte, acusó a su hermano mayor. A diferencia de Leo, el pariente tenía la mayoría del pelaje de color albino, con rayas negras. Era menos musculoso que el salvavidas, que había dedicado toda una vida al deporte, pero tenía una buena figura delgada. Los ojos también conservaban esos reflejos ámbar característicos de la familia. Era el único parentesco físico que los identificaba como hermanos.

-Yo también me alegro de verte "Fiera", contestó el hermano plateado de Leo. El paciente estaba mitad sorprendido por el hecho de que hubieran dejado pasar a James fuera del horario de visitas, y enfadado por escuchar el apodo con el que solía nombrarlo cuando eran niños. El tigre blanco comenzó a llamarlo así a raíz de su desengaño amoroso con Liz, pero tras una temporada dejó de ser un insulto para pasar a ser un sobrenombre cariñoso.

James explicó a Leo que al ser familia podía quedarse a pasar la noche en el hospital. Hablaron de muchas cosas. El tigre plateado tenía novia desde algo más de nueve meses, todo un logro en la ajetreada vida sexual de James quien era muy popular entre las chicas. Una mujer gato de pelaje color verde. Leo intentó imaginar como serían sus sobrinos, pero no pudo.

También le comunicó que su papá vendría al día siguiente, pero que su madre no podría verlo hasta que saliera del hospital. Estaba trabajando en el extranjero y le sería imposible volver antes de la fecha.

Pasaron los días y los médicos no vieron nada raro en la cabeza de Leo, por lo que le dieron el alta. Las visitas se sucedieron y el tigre anaranjado se alegró mucho de volver a tener contacto con la familia. Su padre bromeó acerca del papel que tuvo con el asesino mas buscado del país. -Ese es mi hijo. Exclamaba una y otra vez orgulloso a cada ocasión que una foto bastante antigua de Leo aparecía en las noticias o en alguna tertulia.

Tras su recuperación, el tigre volvió a su apartamento. Su hermano se ofreció a pasar unos días con su novia Iris para no perderlo de vista, pero el tigre menor se negó. Quería volver a la tranquilidad del hogar y restaba importancia al suceso.

Cuando traspasó la cancela de la comunidad, pudo ver a los hijos de los ex-presidentes jugando en el patio bajo la atenta mirada de su tío. Ellos eran demasiado jóvenes como para entender lo que ocurrió, pero Leo sintió algo de satisfacción por saber que no acabarían en un orfanato.

Recogió el numeroso correo. Había una carta de la presidencia de la comunidad cuya responsabilidad recaía en manos de otros vecinos. Atravesó la puerta de su apartamento, tomó una cerveza helada de la nevera y se recostó relajadamente en el sofá. Abrió el sobre desechando el resto de la correspondencia, y comenzó a leer con las piernas en alto apoyadas en una mesita de madera. Sus ojos estaban atónitos. Le habían despedido.

Por lo visto, la comunidad no deseaba identificarse con el escándalo, y decidieron contratar a una empresa privada para que llevara el socorrismo de la piscina. Le dieron un buen finiquito, muy superior al que le correspondía por su contrato. Lo hicieron para evitar una posible denuncia por parte del tigre. Si reclamaba legalmente posiblemente cobrase mucho menos y tendría que pagar los costos del abogado. No lo encontraba rentable.

Tomó un gran trago de la botella e hizo un brindis consigo mismo. -Por una comunidad de mierda.

Siguió bebiendo un buen rato a solas pensando en como le había chafado la vida todo aquello. Se hacía de noche, pero finalmente Leo se levantó del sofá. Tiró el resto de cartas en la basura de la cocina y se dirigió rápidamente a la puerta de enfrente. Su intención era aceptar la proposición del caballo acerca de probar lo que suponía acostarse con un chico. Iba a entrar por la puerta grande de su sexualidad. Quería montarse una orgía con sus vecinos. Estaba decidido.

Epílogo del capítulo 7

El apartamento de Leo se quedó en silencio cuando el tigre lo abandonó. Tan solo se escuchaba el gotear del grifo de la cocina. Debajo del fregadero, el cubo de la basura permanecía inmóvil, a pesar del importante contenido que guardaba en su interior. Una fotografía que pasó desapercibida entre la publicidad. En ella salía Leo durmiendo en el hospital, tapado con las sábanas blancas de las frías camas del lugar. El tigre mostraba una expresión angelical, sumido en dulces sueños. Por detrás estaba manuscrita.

"Te tendré dentro de un tiempo, por ahora tengo que huir. Tu papá oso."