Una partida de póker.

Story by kingpanther on SoFurry

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#2 of Tigre de compañía


Continuación del capitulo dos de la serie Tigre de compañía. Contiene lenguaje adulto M/M.

Una partida de póker. Capitulo dos.

No se escuchaba ni el aleteo de una mosca en el ascensor. La situación era tensa, y el tigre evitaba las miradas de los compañeros de piso que fingían hacerse los distraídos.

Leo notó cierta presión en su entrepierna. Era el zorro que se encontraba de espaldas a él y que arqueó levemente su trasero hasta ponerlo en contacto con su bañador. Sus nalgas estaban justo paradas en la mitad de su paquete. Comenzó un leve vaivén moviendo su cuerpo de forma inocente. Si el tigre no tuviera puesto el bañador y el zorro sus jeans, su verga ahora dura como una roca se deslizaría entre ellas.

-El diablo con forma de zorro... pensó para si mismo.

Tenía muchas ganas de follarlo ahí mismo. Cada golpecito contra su miembro hacía que se volviera loco por cogerlo. Incluso sus manos se movieron lentamente para sujetar su cintura, pero el pitido de las puertas del ascensor lo sacaron de ese trance hipnótico. Retirándolas justo a tiempo.

El único que se despidió del gran felino fue el caballo. -Hasta luego...- articuló con una voz grave y un tanto seria. El equino le intimidaba. No solo era el más alto del grupo, sino que sus palabras tenían algo escalofriante. Como si insinuase que se volverían a ver pronto. La cola de Leo se erizó de tan solo en pensar en esa idea.

El cierre corredizo del ascensor se cerraba, y el tigre salió con gracia al darse cuenta de que estaba en su piso. Eso significaba que los nuevos vecinos vivían puerta con puerta con él. Sacó las llaves de su bolsillo medio temblando y se le cayeron al suelo. No hizo falta que las recogiera a pesar de haberse agachado para hacerlo. Unas manos de pelaje oscuro se las ofreció. La boca del lobo negro estaba a tan sólo un palmo dejando entrever sus blancos dientes con una sonrisa.

-Así que somos vecinos, observó el cánido que puso mis llaves en mi mano mientras miraba al tigre con sus ojos morados. El corazón de Leo latía a toda prisa. Estaba muy nervioso y no sabía que decir. Que hacer. Pero el lobo se adelantó a cualquier pensamiento:

-Damos una fiesta por la mudanza esta noche, ven tu y tu novia... invitó el lobo, haciendo que el tigre se sintiera como la presa en lugar del depredador. No tengo novia contestó Leo, sintiendo un escalofrío cuando la garra del lobo le acariciaba el cuello de forma amistosa.

-Entonces mejor, jugaremos a algo. La sonrisa del vecino se volvió mucho más amplia. Le ofreció la mano y se presentó. Me llamo Ron... Ronie para los amigos.

-Yo Leo, le indicó sin dejar apreciar en su tez el disgusto que le ocasionaba que le manosearan de aquella forma la nuca.

El Lobo negro se marchó por la puerta de su apartamento, no sin antes anunciarle la hora. ¡A las nueve! terminó por decirle, cerrando lentamente la puerta de su vivienda. A Leo no le hacía ninguna gracia quedar con estos tipos. Le pareció un poco estúpido como se dejó convencer. Tenía que haberle dicho que no desde el principio, se repetía una y otra vez. ¡Oh! espera un segundo, ni tan siquiera tuvo opción de negarse desde el comienzo.

Engullía apresuradamente un plato de pasta boloñesa. Sus inquietos ojos observaron las manecillas del reloj colgado en la pared de su salón. Sólo faltaban diez minutos. Se sentía acorralado, como el cerdo que espera su hora antes de entrar en el matadero.

Armándose de valor se cambió de ropa. Solo será un momento, luego volveré a casa. Agarró una botella llena de Jack Daniels de su apartamento antes de golpear el pórtico de sus vecinos, al que llegó con tan solo unos pasos. Suspiró profundamente. La espera lo estaba matando por dentro.

La puerta hizo un sonido estridente con la apertura. Leo tuvo que mirar hacia arriba para reconocer al equino, que lo observó de arriba abajo analizando cada minúsculo detalle de la figura del tigre. Te esperan, fue lo único que le dijo. Tomó la botella de güisqui de las manos del tigre, y se sentó en el sofá mirando la televisión, ajeno a lo que los otros tres y el invitado hacían. Ronie fue el primero en saludar.

-Leo que bien que hayas venido, incluso trajiste bebida, exclamó el lobo moviendo su cola alegremente. Tiró de la mano del tigre quien se avergonzó por esto y lo llevó a la mesa del salón donde se preparaba un partida de póker. Estos son Francis y Lan, dijo el lobo, refiriéndose a la orca y al zorro respectivamente. Aquel grandullón enojado del sofá es Marcus. Una vez hechas las presentaciones le explicaron las reglas del juego.

"Póker prendas y chupitos", según le expusieron. Se trataba de una partida normal del juego. La única diferencia estaba que en lugar de apostar con dinero, quienes perdían tenían la opción de o bien quitarse una prenda o bien dar un trago. El tigre hizo el amago de marcharse levantándose de la mesa, pero el lobo de pelaje negro como el carbón lo convenció.

  • Leo si no quieres quitarte la ropa, bebe con nosotros será divertido. El felino sabía que mientras mantuviera su cuerpo a cubierto todo andaría bien. Volvió a incorporarse a la mesa de juego y repartieron la primera mano. Ganó la primera ronda. Todos se despojaron de una prenda y vuelta a comenzar. Lo que en esa mesa nadie sabía era que el tigre ganó el torneo de chupitos anual de la residencia de su antigua facultad. Tenía un aguante al alcohol sobrehumano, haciendo gala de él durante las primeras pasadas.

Hicieron falta pocas jugadas para que todos se desnudaran y quedaran sólo en ropa interior. Menos la orca que decidió dejarse los tirantes. Bebían cerveza de un botellín, además de los pequeños vasos con diferentes aguardientes. Tequila, güisqui y vodka. Era increíble, un duelo de titanes, pero la suerte no estaba del lado del tigre que pasó muchas manos sin ganar una sola pasada.

Veía las cartas un poco borrosas, pero no estaba dispuesto a perder. Se quitó los pantalones y los tiró a un lado. Para acto seguido perder en la siguiente ronda su camiseta. El pecho de Leo estaba descubierto, Las risas y las bromas se sucedían una detrás de otra, acerca del tigre duro que no quería mostrar su cuerpo y que al final acabó haciéndolo.

La cara del gran felino se enrojeció apreciándose por encima de su pelaje, especialmente en la parte blanca de sus mejillas. Algo manoseaba su entrepierna. Era la cola resbaladiza de la orca, que estaba sentado justo enfrente. Jugueteaba con lo más sagrado de Leo por encima de sus boxers. Recorría su miembro apretujándolo torpemente. La sensación era muy intensa, ya que frotaba muy fuerte y sin delicadeza. La orca se relamía la lengua deleitado en la expresión de Leo.

El apéndice busco su lugar entre los muslos, por debajo de las nalgas del felino. Leo callaba. Aquellas caricias de Francis eran demasiado excitantes, y le vino a la memoria el recuerdo de la piscina.

La punta central de la aleta del musculoso chico orca presionó fuertemente la base de la cola del tigre, justo en su ano. Leo dio un salto y se puso de pie. Su erección asomaba por encima del calzoncillo, descolocado por las caricias. Sólo el zorro de piel color naranja se fijó en los detalles de la verga del tigre. Era gruesa, envuelta en la base por una funda de pelaje blanco, que contrastaba con el color rosado de su tronco. Apetecible. No podía esperar mucho para sentirla.

Las manos del lobo apretaron el trasero de Leo. El tigre apoyó sus dos garras encima de la mesa para evitar caerse. Su cuerpo estaba pesado por culpa del alcohol y comenzaba a sentirse muy caliente. Ronnie bromeaba entre risas mientras lo sobaba.

-Vaya Leo, tienes un culito de chica, dijo el huargo negro mientras retiraba su zarpa, y una pequeña gota de presemen de tigre caía en la mesa. Una fuerte mano agarró del brazo al tigre y lo volteó, dejando su espalda contra la superficie de madera. Algunas de las botellas de cerveza se volcaron dejando espacio a su cuerpo y la mejilla izquierda de Leo se empapó de una mezcla de alcohol. Su rostro olía a tequila, cerveza y algo de vodka, ya que los tres furs escupían los chupitos en los botellines para evitar emborracharse, aunque Leo ignoraba ese truco.

Marcus, el semental, tenía al tigre semidesnudo entre sus piernas. Se había movido del sofá para interrumpir la diversión de los tres pervertidos, y ahora estaba pinchando el cuerpo del tigre contra la mesa. Leo se sentía impotente. Se lo iban a follar ahí mismo, y el estaba demasiado borracho como para poder hacer algo. Miró al rostro del caballo. Marcus tenía una bonita mancha blanca que iba desde el hocico hasta sus ojos. Pasaron unos segundos trágicos mirándose así.

Leo esperaba que le arrancase los boxers de un momento a otro y que le arrebatase la hombría, pero ese momento nunca llegó. En lugar de ello los fuertes brazos del caballo, cultivados por las duras sesiones de gimnasio, lo abrazaron. El minino se sujetó en el torso del caballo mientras lo elevaba en el aire. Las manos del tigre encontraron su lugar natural en la férrea espalda del equino.

Marcus hizo una señal a Ronie el lobo para que recogiera su ropa terminando la fiesta. El cánido se puso sus propios pantalones para no salir al descansillo desnudo y recogió las pertenencias del tigre. Lo llevaron a su apartamento en silencio, botando a cada paso sobre el paquete del equino, sin que el tigre se quejara en ningún momento.

-¿Por que nos jodes la fiesta Marcus? preguntó el lobo a su amigo que recostaba al tigre en la cama. Violarlo no entraba en la apuesta, la voz del equino devolvió la lucidez al cánido, que no se había dado cuenta de lo tremendamente cerca que estuvieron de cometer un delito.

Además, si lo hubierais montado entre los tres, nunca sabríais quién es el ganador de vuestra estúpido juego. Marcus acarició el pelo del tigre que tenía la expresión de un ángel y se marchó. Estaba profundamente dormido con los brazos estirados sobre su cama. A Ronie le recordaba más a un gatito indefenso que el peligroso depredador que era.

-Bueno, está claro que yo voy a ser el ganador, exclamó el lobo en voz baja mientras se bajaba la cremallera de sus pantalones vaqueros y rebuscaba su celular en el bolsillo.