A través de tu ventana
#4 of Tigre de compañía
La cuarta entrega de la serie Tigre de compañía. Esta historia contiene lenguaje adulto M/M y bla, bla, bla ... tan solo poneos cómodos y disfrutadla.
Capítulo cuatro. A través de tu ventana.
El tigre estaba atónito. Las dos personas que más repudiaba en el edificio tenían sus bocas unidas en un profundo beso. Sacó su lengua rosada mostrando asco mientras le venían arcadas de su estómago.
-Quita la mano de ahí Leo, ordenó Wendy que se separó lo justo de la boca del lobo para propinarle una mirada inquisitiva. El felino obedeció, y las puertas automáticas de la cabina se cerraron. Volvía a estar sólo.
Su cabeza le dolía de la cantidad de pensamientos que pasaban por sus neuronas. La arpía mujer del presidente y lobo bromista. No podía dejar de pensar en ellos y en cómo se sentiría el pobre Carl cuando se enterase de las dedicaciones de su mujer. El oso no se merecía aquello. Siempre era amable y tenía una sonrisa para Leo. Incluso le llevó comida el año pasado cuando se partió un brazo haciendo esquí. Llegó a la conclusión de que no podía ser él quien le diera la noticia. No era capaz de partirle el corazón al oso que era lo más parecido a un padre en la comunidad.
Volvió a su apartamento. Lo primero que hizo fue cambiarse de ropa, tan sólo quería cenar y dormir, deseando que el día terminase pronto. Se vistió con un patalón corto de gatitos negros y unos tirantes. Después puso agua a hervir para preparar un plato de ramen precocinado, que venía en un sobre de color rojo.
Escuchó un par de fuertes golpes, alguien llamaba a su puerta. Eran la orca y el zorro que traían una película y algunas patatas en sus manos.
-Hola Leo ¿quieres ver una película? Invitó el zorro que mostraba mucho entusiasmo, que se vio mermado al escuchar las palabras del tigre. Lo siento chicos estoy muy cansado, quizás mañana.
Lan insistió. Comentó al gran felino que Francis estudiaba de quiropráctico y que si necesitaba relajarse no existían mejores manos que las suyas. Ante tal oferta el anfitrión no pudo resistirse y les indicó que esperasen un momento en la entrada. Leo recogía rápidamente la ropa sucia de su salón y la almacenó en el cuarto de pila. Abrió el charlón, dejando espacio de sobra para los tres en el sofá y llevó los vasos sucios al fregadero. Tras unos minutos ordenando los trastos de su apartamento, accedió a dejar pasar a sus invitados, que encontraron el lugar bastante acogedor.
La ballena le indicó al tigre que se tumbara boca abajo y se quedase desnudo. Leo se quitó la ropa, y aunque no encontró necesario despojarse de sus pantalones accedió. Mostraba su trabajado cuerpo por la natación a la orca, que se sentó encima de él. Lan se sentó en el borde del sofá e introdujo el dvd en la consola, que servía de reproductor.
-Ésta es mi película favorita, exclamó el pequeño zorro afeminado, dando un par de palmadas de excitación. Leo observaba su figura con la cabeza apoyada en el sofá, mirando hacia la pantalla, mientras las grandes manos de la orca comenzaban a tratar sus cansados hombros. El tigre no dudó en admitir que la orca sabía como tocar a un chico. Le sacaba suaves ronroneos y sus ojos medio se cerraban, atontado por las caricias del gran mamífero marino que ahora puso énfasis en su espalda.
La película era en blanco y negro. "Con faldas y a lo loco", la comedia en la que unos músicos tenían que travestirse para escapar de la mafia. Tan sólo pudo reconocer a Marilyn Monroe entre los actores, ya muertos, jubilados u olvidados hace tiempo. Sin embargo, el tigre perdía el hilo argumental continuamente babeando en la tela de su sofá mientras las dulces manos de Francis comenzaban a sobarle el culo.
Le abría las nalgas, las presionaba y pasaba sus falanges entre la raja de su trasero. El fuerte felino elevó su cola y la dejó apoyada en el cabecero de su sillón, dejando un mejor acceso a la experta orca. Francis tomó esto como una invitación. Con mucho descaro pero suavemente, rozaba la yema de sus dedos con la base de la cola del tigre dado pequeños circulitos.
El zorro permanecía ajeno a lo que estaba haciendo su compañero de piso al salvavidas. Su mirada estaba atenta al televisor, repitiendo los diálogos de la película en voz baja. Leo se mordió el labio y dio un fuerte ronroneo cuando la orca se adentró un poco más en él, estimulando su ano virgen que deseaba ser follado. Apretaba su dedo con sus músculos internos. Apenas estaba un centímetro dentro de él con su culito de caramelo. A Francis le pareció que Leo se veía espectacular, tan fuerte pero a la vez tan tierno...
El orca no podía esperar mucho mas para tener al tigre entre sus piernas, quería esucharlo gemir, gritar su nombre y que pidiera más de su verga, se bajó el bañador y posó su gran falo negro entre las nalgas del gato que se dejaba sobar excitado.
Chorreaba pre, y manchaba la entrepierna de Leo. El tigre notaba el calorcito de las bolas de Francis. Estaban justo sobre las suyas, que ahora asomaban entre sus piernas. El tacto era muy agradable. Viscoso por la humedad natural que desprendía la orca, que retiró el dedo. Daba un vaivén entre las nalgas del felino hasta que la punta del venoso miembro topaba con la base de su cola. La humedecía con el líquido que chorreaba el lejano pariente de los delfines, y caía justo en su entrada lubricándola antes de ser penetrado.
-¿Que coño te crees que estas haciendo Francis? Apártate de ese tigre... fueron las duras palabras que salieron del alargado hocico del zorro, que giró su cabeza al notar los cambios de peso en el sofá de Leo.
-Cariño... pensaba en montarnos un trío, afirmó el quiropráctico que le aguantaba la mirada al pequeño furry como podía, con sus cejas arqueadas hacia arriba. Camufladas por las manchas blancas características de las orcas.
Leo no sabía si sorprenderse más por la propuesta de hacer un trío o por el hecho de que ambos eran pareja. El vulpino le pidió dejarlos un momento a solas, y Francis se apartó de encima del tigre para dejarle movilidad. Se marchó al dormitorio y cerró la puerta. Los gritos se sucedían, especialmente los del zorro que parecía recriminarle a Francis muchas cosas, entre ellas la imagen que había obtenido el tigre de ellos dos.
Si querían intimidad... ¿por qué gritan? Fueron los pensamientos del tigre que observaba como se desanimaba su erección. Decidió vestirse. Tras unos minutos Lan llamó a la puerta y aún con un tono un poco serio se despidió de su vecino.
-Leo, lo siento mucho, nos vamos ya. El tigre no pudo evitar intentar convencer al zorro de que cambiara de opinión, y le dijo que no estaba enfadado. Aquellas palabras reconfortaron a Lan. Su mayor preocupación era la imagen que estaba dando a su nuevo amigo, que no encontraba mucho sentido a los argumentos del vulpino tras recordar que lo había mamado hace tan sólo unas horas.
Lan terminó por abrazar al felino fuertemente con su delgado cuerpo, y hacerle un cumplido a modo de despedida. ¡Qué bueno eres Leo! dijo al tigre, que lo reconfortaba entre sus brazos notando toda la calidez del pequeño furry.
Acompañó a ambos hasta la salida, y la pareja traspasó apresuradamente el umbral, sin que el zorro perdiese demasiado tiempo en abrir la puerta de su propio apartamento. Francis se despidió del tigre ofreciéndole su mano derecha. Aprovechó el momento para pegar su cuerpo al de Leo y susurrarle algo al oído.
-Gatito. Te voy a follar tanto que vas a soñar con mi polla todas las noches, afirmó sobándose el paquete de espaldas al zorro que le gritó para que entrara rápidamente. La cola del tigre se erizó muy tiesa con sólo ese pensamiento. Observaba boquiabierto como ambas figuras se introducían en su casa y lo dejaban tan sólo en compañía del silencio del descansillo.
Estaba completamente rojo, y no dejaba de imaginarse una y otra vez con esos dos chicos dándole placer. Haciendo gemir al zorro con sus embestidas, mientras chupaba el miembro de Francis. Intercambiaba las posiciones constantemente en su mente, hasta que el sonido del agua desbordándose de la cacerola de ramen lo sacó de sus pervertidas visiones.
Apagó la cocina y fue directo a su oscurecida habitación. Necesitaba tocarse. Se despojó de la ropa tirándolas a un lado y se tumbó desnudo en la cama. Arqueó su espalda al notar que algo se le había pegado por el sudor. Eran las fotos. Las recogió y las observaba imaginándose haciendo el amor con cada uno de sus vecinos, incluido Ronie.
Las pasaba lentamente mientras en su cabeza materializaba la idea de estar con cada uno de ellos. Quería verse como en la última foto, bañado en zumo de macho tras haber echado innumerables polvos. Sentir el cuerpo de Lan alrededor de su masculinidad, las manos de Francis explorando cada rincón de su anatomía y el nudo del lobo bien enterrado en su culo. Quería estar unido a él durante horas hasta que decidiera sacarlo, frotándolo en su interior hasta que estuviera de nuevo duro para volver a follarlo. Esa idea le originaba un gran cosquilleo en sus testículos, aumentándo la velocidad con la que se masturbaba.
No tardó mucho en venirse manchando su pecho y dando un apagado rugido. Sus ojos le pesaban mucho y se durmió justo en la misma posición en la que había amanecido. Con su pecho también embadurnado de su propio esperma.
Lo que ignoraba el tigre es que el caballo Marcus había contemplado aquella escena en todo momento. Las ventanas de sus habitaciones daban la una justo enfrente de la otra, y su vecino había decidido fumar un cigarrillo con las luces apagadas cuando Leo empezó con su espectáculo. Lo miraba con ojos tiernos más que excitados, y a veces lo animaba a terminar en voz baja, disfrutando cada segundo de cómo el gran felino se daba placer a sí mismo.
Le asaltaban recuerdos felices al ver el cuerpo de Leo tan caliente, y apoyó sus codos en la cornisa en silencio, de forma cómplice. Se quedó observando un buen rato incluso después de que el tigre terminase. No miraba su cuerpo, ahora observaba su rostro. Tenía una expresión muy tierna.
-Es la viva imagen de él, susurró el caballo. Dulces sueños señor tigre, terminó por añadir y se fue a la cama con una sonrisa. Estaba asolado por su memoria pero a la vez maravillado por lo que acababa de ver. Por primera vez en mucho tiempo durmió liberado.