Descubriendo el futuro

Story by kingpanther on SoFurry

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#15 of Tigre de compañía


Capítulo 15. Descubriendo el futuro.

Capítulo de la serie Tigre de Compañía, donde personajes antropomórficos adultos mantienen sexo en mas de una ocasión del tipo m/m. Espero que me dejeis un cum o un comentario si os gustó. Me da muchos ánimos para seguir escribiendo y en cierta manera me ayuda a saber que más cosas os guataría saber de cada personaje. Ahora sin más aquí os dejo con el texto, espero que lo disfruteis.

Leo estaba en un estado catatónico. Un ligero aroma proveniente del sexo del veterano invadía su nariz. Aunque era incapaz de ver el miembro por que la mesa se lo impedía sabía perfectamente que el vicioso tigre mantenía su orgullosa verga al aire, esperando a que lo lamieran. El joven tigre reflexionó por un instante. Pensó en su novio por un momento. No podía hacerle esto a Marcus.

-Lo siento no soy la puta de nadie. Se levantó apoyándose en los brazos de la silla de oficina y dio un portazo al salir de aquel despacho.

-Maldito tigre vicioso, se repetía una y otra vez, cansado de que el sexo le buscase siempre como si el fuera la ramera de la vida. Marchó andando a casa. Tan sólo tenía ganas de abrazar a su dulce caballito después de aquel día tan horrible. En el portal la esbelta figura de un lobo negro le aguardaba.

-Genial, justo lo que necesitaba, las bromas de Ronie. Pensó para si mismo, pero para sorpresa del tigre, el lobo le saludó sin hacer ningún tipo de comentario.

-¿Qué tal, Leo?

-Bastante bien, vengo de buscar trabajo y tengo muchas posibilidades de encontrar empleo. El tigre mintió, no quería darle ningún motivo al cánido para que se burlase de él, y se quedó observando la reacción del lobo que seguro hacía algún tipo de broma molesta.

-Me alegro por ti. Respondió el lobo ajustándose la ropa, sin mirar en ningún momento al gato.

El tigre no podía creérselo. ¿Era éste nuestro Ronie? Parecía una persona completamente diferente. Seguro. Serio. ¿Más maduro? No, era imposible. Las personas no cambian de la noche a la mañana. La voz masculina del lobo interrumpió los pensamientos del felino, mientras paseaban separados por el pasillo, hasta que llegaron a las puertas de sus respectivos hogares.

-¿Vas en serio con Marcus? El tigre se paró en seco y por primera vez pensó en los sentimientos del lobo. Ahora que lo meditaba, nunca se había planteado que su situación actual pudiera hacerle daño a Ronie. El tigre echó de su propia casa al lobo por que se sintió engañado y ahora resultaba que el cánido también tenía sentimientos.

-No es asunto tuyo Ronie, pero te contestaré igualmente. Sí, vamos en serio. El felino fue muy tajante con sus palabras, y cruzaba los brazos a la defensiva. No quería mostrarse débil ante su primer amante, y en el fondo Leo se negaba a reconocer que sentía algo por este chico por todo lo vivido, lo cual acentuaba su postura de querer apartarse de su lado. Con un aire despreocupado que sorprendió al gran felino, el lobo de color carbón le dio sus mejores deseos.

-Espero que seáis muy felices.

Leo ya no sabía que pensar. Completamente indefenso ante tal cambio de actitud, tan sólo pudo ruborizarse y agradecer al vecino su comentario. El lobo se despidió del salvavidas con la mano abierta y cerró su puerta lentamente. El tigre se encontraba sólo en el pasillo. Sin darle mucha importancia, entró en su apartamento y escuchó la voz del presentador del noticiero. La televisión estaba encendida.

Unas manos desde la oscuridad se abalanzaron sobre el distraído visitante que chilló del sobresalto. Los pies de Leo se elevaron en el aire mientras intentaba forcejear, pero el abrazo era tan fuerte que no podía mas que retorcerse en las férreas extremidades de su atacante. Una voz conocida calmó el instinto de supervivencia del tigre.

-Leo, para amor mío, soy yo. Los susurros de su pareja devolvieron al felino el estado de calma, cuando comprendió que quien lo sostenía era Marcus.

-Menudo grito has dado. Añadió el semental, que apoyaba su cabeza por encima del hombro del tigre. Con la mente en blanco, Leo no sabía sin sentir enfado o alivio. Empujó con la palma extendida de su mano el hocico del caballo sin intención de hacerle daño, tan sólo la de para separarse un poco de él.

Miraba con la boca torcida al semental y los brazos cruzados. Cuando aceptó que no fue tan grave lo que su novio sordo acababa de hacer, comenzó a recriminárselo con lengua de señas para que no volviera a ocurrir. Sin embargo el semental parecía pasar por alto cualquier cosa que el tigre le dijera, con una sonrisita dibujada en su morro, que Leo encontraba bastante irritante.

-¿Aún no te has dado cuenta? Preguntó Marcus interrumpiendo la regañina del tigre.

-¿Cuenta de qué? Respondió Leo con un tono serio por completa costumbre, utilizando su propia voz en lugar del lenguaje de signos dado su alterado estado de humor.

-De lo que tengo puesto en la oreja.

Con los ojos muy abiertos, el gran felino observó el aparato que llevaba Marcus ajustado a su oído izquierdo. Tenía un color oscuro y pasaba casi desapercibido por su pelaje marrón y oculto bajo el pelo liso y alargado que lo cubría. Era un audífono.

-¡Puedes oír! El tigre estaba tan contento que saltó encima de Marcus y enrolló ambas piernas en su cintura. Besaba al caballo continuamente con pequeños gestos de cariño, mientras estrujaba su cuerpo anaranjado contra el de su semental. Los repetidos "te quiero" eran como música en el nuevo oído de Marcus, que agarraba el trasero de su gatito firmemente con ambas manos. Cuando tal irresistible ataque de pasión terminó, el caballo volvió a dejar en el suelo a su chico con suavidad, y se dispuso a hacer la comida.

Leo miraba a su sexy hombre desde el marco de la cocina. Casi se le había olvidado el horrible día que había tenido con esa noticia tan buena y mantenía una charla amena con el caballo. Estaba tan contento, que sin ningún tipo de preámbulo preguntó si después de comer podrían tener sexo, clavando la mirada en el culo musculoso de su semental.

-¿Cariño, que te parece si tras el almuerzo vamos a la cama y te monto? Marcus sonreía ante tan descarada proposición. Miraba de reojo la silueta del tigre que se veía realmente seductor.

-Claro que si gatito, después te relleno de leche.

El tigre pensó que Marcus no había entendido lo que realmente quería decir. Ahora le tocaba a Leo ser activo, así que insistió, aclarándole a su novio que esta vez sería el quien recibiera verga. El caballo escuchó, y le dijo al felino que él era activo al cien por cien. No le gustaba que lo penetrasen, ni tan siquiera con los dedos. Leo resopló y acabó aceptando que si quería estar con Marcus tendría que entregarle el culo de por vida.

-Tranquilo, hoy lo haremos mas despacio que ayer, te irá doliendo menos a medida que te acostumbres. Aquellas frases consolaron al novato felino en cuestiones de cama, hasta que dejó de importarle quien estaba arriba y abajo siempre que fuera con su caballo de caramelo.

Tras una copiosa comida, la pareja disfrutaba de un café en la sobremesa. El tigre estaba encima del vientre del equino, con su redondo trasero pegado al paquete de Marcus. Acariciaba su suave pelaje marrón, deslizándolo entre los dedos y miraba continuamente el rostro del semental. Era una escena muy tierna e íntima. Con dulzura se manoseaban, dándose cada cierto tiempo suaves besos en los labios. Compartieron sus experiencias sobre como les había ido el día, aunque Leo omitió los detalles de la entrevista. Cuando fue el turno de Marcus, éste explicó que había ido a la asociación donde le proporcionaron el aparato de su oreja. Y dejó ver entre líneas que su enfermedad tenía cura, pero que el seguro médico no cubría los costes de dicho privilegio.

Marcus necesitaba bastante dinero para poder pagarse una operación en una clínica privada en el norte de Europa. Reemplazaban los huesos dañados con una prótesis especial. Básicamente, le reconstruirían ambos oídos desde cero con un tratamiento experimental de células madre, lo que explicaba el precio de dicha intervención. También existía otro inconveniente, el caballo tendría que pasar cierto tiempo en la clínica hasta que las partes orgánicas crecieran de acuerdo a su propia morfología, aproximadamente un año.

Leo se quedó pensativo mientras Marcus hablaba. El tono de voz del semental desvelaba la resignación que sentía por estar fuera de sus posibilidades. Tenía un semblante triste. El tigre dio ánimos a su pareja, si el problema era el dinero solo era cuestión de ahorrarlo.

-Marcus, ¿me enseñas a mamarte? Sonrió Leo intentando cambiar el estado de humor del semental.

Al semental le recorrió un fuerte cosquilleo en la nuca. Aquellas palabras le recordaron que su gatito apenas había empezado a explorar con su sexualidad, tenía a un tigre casi virgen encima de su entrepierna. Disfrutó de ese momento, parándose a ver los más mínimos detalles de su compañero. Marcus no dijo nada, fueron sus dedos los que hablaron por el caballo. Apretaba los dorsales del felino característicos por las horas de piscina y exploraba cada rincón de su fibroso cuerpo. La musculatura del caballo era muy distinta a la de Leo, mas hinchada y por tanto con mucha más fuerza, aunque seguramente el felino superaba en aguante y resistencia con creces a Marcus.

Un instinto dominante y a la vez tierno por lo completamente avergonzado que se encontraba Leo por como le estaban tocando apartó cualquier pensamiento negativo del excitado caballo. El activo restregaba su paquete contra el tigre que mantenía la cabeza agachada dejándose llevar. El tigre apretaba los labios mientras su equino penetraba con un dedo su culito como si de algo normal se tratase. Con aquellos tratos no solo se calentaban sino que además se decían mucho el uno al otro. Aquí tienes mi cuerpo para hacer lo que quieras, tómalo o voy a hacerte disfrutar cada segundo que estés conmigo. Realmente se querían y mostraban completa complicidad ignorando el desacuerdo de la cocina.

El caballo apartó su mano izquierda de la entrada de Leo y no tardó mucho en tomarlo de la cabeza. Obligándole a que se arrodillase delante de su abultado paquete. El tigre, muy nervioso, cedía ante la increíble fuerza de Marcus, que se apresuró a deslizar su camisa de forma que sus brazos quedaran inmovilizados detrás de su espalda.

-Primero vas a aprender a utilizar tu boca gatito. El semental le dio un beso en la frente y desabrochó los botones de sus jeans revelando su miembro semierecto bien guardado debajo de un slip negro y rojo.

La nariz de Leo captaba el suave aroma a suavizante y feromonas que desprendía la ropa del caballo. Tenía las orejas calientes de pensar que se encontraba a tan sólo unos centímetros de la verga que le había partido el culo por la noche, y ardía en deseos de comenzar. Lamió la ropa interior de Marcus con ansias y el caballo le apartó la cabeza suavemente para reprimir el incontrolable celo del tigre siberiano.

-Primero quítame la ropa usando los dientes.

El felino asintió intentando reprimir sus ganas por devorar la parte más intima del semental, y apretó la dentadura alrededor del elástico color rojo. Sus movimientos eran torpes, sintiendo en sus mejillas las palpitaciones del miembro oculto bajo la tela, hasta que pudo liberar tan codiciado premio.

Por primera vez, Leo pudo ver con total claridad la verga del caballo. Era gruesa, y alargada. Llena de venas, medía un poco menos que el antebrazo del tigre. Su primer pensamiento fue de duda. No tenía la menor idea de como iba a caberle aquel mástil de carne en la boca, pero la mano de Marcus no le daba otra opción. Con suavidad acercó el hocico del depredador a la punta de su miembro y le obligó a lamerlo.

Estaba ligeramente salado, especialmente cuando la lengua del tigre se impregnó de un poco de presemen que goteaba cristalino por la continua atención que recibía. Leo tuvo que cerrar los ojos cuando un disparo de aquel líquido le alcanzó la mejilla, goteando entre sus bigotes. En todos los sentidos, parecía que el caballo se acabase de venir sobre su cara, pero se trataba de tan sólo una muestra de lo que le esperaba.

El tigre recordaba como se sentían cada una de esas descargas la noche anterior, y sabía que vendrían muchas más. Veía los genitales del semental, muchos mas grandes que los suyos, oscuros, y se preguntaba como era posible que estuvieran rebosantes de pre, si tan solo había pasado unas pocas horas desde que tuvieron sexo.

En poco tiempo la cabeza de Leo estaba chorreando por todas partes. Tenía presemen de caballo en el pelo, y de su boca brotaba el líquido transparente, arruinando su pecho descubierto. De alguna manera el tigre se sentía muy sucio, estaba siendo marcado por los fluidos masculinos de su hombre, y eso le excitaba. Pasó de dar lamidas a la succión, guiado aún por el firme control que ejercía Marcus en su cabeza.

El equino dejó de ejercer presión sobre el tigre, que parecía acostumbrarse poco a poco al grosor de su monstruosa verga, introduciéndose solamente la punta. Los movimientos de la cabeza del tigre eran lentos y cada vez iba un poco más lejos, hasta que alcanzó lo que pensaba que era su límite, con la mitad de la hombría del equino entre sus mandíbulas.

-Respira hondo y relájate.- Indicó Marcus, sin apartar sus ojos oscuros de la mirada hechizadora de su amante. Tras una breve pausa, las caderas del semental dieron un empujón implacable, hasta que la rosada nariz del tigre sentía las cosquillas causadas por el vello púbico de Marcus.

Leo se sintió un poco agobiado al principio, intentando controlar los reflejos de su garganta por expulsar aquel objeto extraño de su hocico sin éxito. La sensible nariz del felino captaba el inmenso olor corporal que desprendía el vientre del caballo, y las negras orejas del tigre mostraron sumisión cuando aquel aroma cambió su estado mental a completa entrega.

Marcus elevó la cabeza y dio un profundo gemido por culpa de las contracciones constantes de la garganta del felino, que sentía en toda la longitud de su grueso miembro. Un gran chorro de pre rellenó directamente el estómago de su gatito, dejando sin fuerzas al extasiado macho con las que pudiera controlar el movimiento de la cabeza del felino.

Ahora era el tigre quien llevaba las riendas. Mamaba la verga del semental desde la punta hasta la base aumentando el ritmo progresivamente. Leo solo podía oler a jugo de macho. Perdió el control, tan solo deseaba más y más verga, estaba totalmente dócil. Tan solo pensaba en vaciar los testículos del semental que rozaban justo en su barbilla. Lo cual, proporcionaba un dulce cosquilleo en los orbes del caballo cada vez que el tigre le complacía metiéndose todo su miembro en la garganta.

Marcus observaba con los ojos medio cerrados. La carita de Leo era un poema, con toda su viril masculinidad dentro de su ancho hocico que babeaba constantemente. Al caballo le encantaba como en la boca de Leo no cabía ni un alfiler más a juzgar por sus abultadas mejillas. Comenzó a sentir como su orgasmo se aproximaba. Enseguida supo que su novio se percató de que le faltaba poco.

Primero, porque clavó su mirada ámbar en los ojos del semental y segundo, porque aumentó la velocidad hasta que recibía toda la verga del caballo con un ritmo frenético. Hincaba la cabeza dejando un rastro de presemen que acompañaba los movimientos del tigre, dejando un charco sobre los genitales de Marcus y la tapicería del sofá. Los gemidos ahogados del semental agradaban a Leo, que ronroneaba haciendo vibrar cada centímetro de la verga que tenía en su hocico.

-¡Me voy a venir gatito! Avisó Marcus esperando que el felino se apartase para que no se ahogara en un mar de semen, pero Leo no se apartó, quizás dominado por las hormonas o por darle el máximo placer a su amante.

La leche del caballo se escurría por todos los orificios posibles del morro de Leo. Tenía semen incluso en su nariz, y los ojos cerrados intentando aguantar la respiración mientras engullía el denso orgasmo. Cuando el caballo termino de gemir y por tanto de venirse, el sexy tigre se levantó despacio deshaciendo las improvisadas ligaduras de su camisa. Se limpio las fosas nasales resoplando y tapándose con su mano derecha. Miraba de reojo a Marcus con la boca abultada aún con semen. Cuando captó la atención de su exhausto novio, tragó aquel líquido con un enérgico sonido. Provocando sonriendo a su macho, que se moría de ganas por tener una segunda ronda, tras ver aquella seductora escena.

Francis estaba desesperado por abrir la cerradura de seis dígitos del maletín marrón. Lo había intentado todo, desde introducir combinaciones basadas en los números de teléfono de sus contactos, hasta utilizar un destornillador para abrir las bisagras. La idea del destornillador habría resultado si los tornillos fueran visibles, pero al parecer estaban por dentro. Se trataba de una maleta de seguridad.

Comenzó a barajar la opción de forzarlo, pero tuvo que descartarla rápidamente, ya que si quería devolverlo no podía alterar su apariencia. Abrió su propio correo electrónico en el ordenador de su despacho, intentando recordar cualquier tipo de información útil acerca de la identidad del propietario. Por un momento pensó que si alguien quisiera abrir su propio correo, sería muy fácil. Tan sólo tendría que introducir su nombre completo como contraseña. El quiropráctico solía olvidar con frecuencia los paswords más complejos por lo que siempre utilizaba los mas sencillos.

-Simple...- Masculló el orca para si mismo e introdujo la combinación mas obvia que se le ocurrió. Uno-dos-tres, cuatro-cinco-seis. Las pestañas de acero cromado se levantaron al unísono, y el cetáceo se felicitó por su astucia, deseando por un momento que alguien hubiera sido testigo del logro.

En el recipiente forrado en cuero, había un dossier bastante extenso, unos pequeños frascos de cristal que estaban rotos y un dispositivo de almacenamiento USB. Olía ligeramente afrutado, aunque la orca no supo diferenciar que tipo de plantas desprendían dicho olor. El medio natural de la orca era el agua, y su nariz apenas captaba los más sutiles olores fuera de ella.

Llamó a su secretaria y le ordenó que cancelara todas las citas por el resto del día. Estaba empeñado en llegar al fondo del asunto aquel contenido despertaba su curiosidad.

Durante cuatro horas completas, leyó el dossier. Describía un proceso para sintetizar bastantes productos químicos. Sus conocimientos en la materia estaban limitados a lo que aprendió en la enseñanza secundaria y en la universidad, pero no era su especialidad. Se estrujaba las sienes sin entender al completo para que servían aquellas extrañas fórmulas.

Reconocía algunos de los componentes que actuaban como ciertos medicamentos, y acabó aceptando que necesitaba la ayuda de un experto. Descolgó el teléfono e hizo una llamada telefónica a cierto amigo de la hermandad que trabajaba en un laboratorio, para arrojar cierta luz en el asunto.

Tras contarle a su colega la situación, decidió echarle un vistazo al contenido del USB. Tenía el mismo dossier en formato electrónico, algunos documentos adicionales y una centena de videos. Sin pensárselo mucho, visualizó uno de ellos, haciendo doble clic sobre el archivo, algo cansado por las horas de lectura. Se trataba de pruebas de ese producto con animales. Fascinado por lo que era capaz de hacer aquel líquido sobre todo tipo de cánidos y felinos temblaba de excitación. Era lógico que aquel producto fuera dirigido a este tipo de furries, ya que un gran sector de la población se podía catalogar dentro de una de estas razas.

Francis volvió a telefonear a su colega, al que encargó algunos componentes de la fórmula y una serie de reactivos. Al chico orca se le dibujó una tremenda sonrisa de perversión en el rostro de pensar en como utilizaría el regalo que le había caído del cielo. Tan sólo le quedaba decidirse por quien sería su primera víctima, su novio zorro o Leo.

Antes del amanecer del día siguiente, el tigre se levantó de la cama completamente desnudo y con el pelaje arruinado, como era habitual tras pasar todo el día acoplado a la verga de Marcus. El despertador de su teléfono móvil alertó a la pareja que permanecieron abrazados toda la noche mientras descansaban. Leo calmó a Marcus, que le preguntó por que se había despertado tan temprano, y le invitó a seguir plácidamente durmiendo.

-Tranquilo cariño, voy a una entrevista de trabajo. Afirmó el tigre que tenía la intención de ser el primero en acudir. Sabiendo muy bien lo que tenía que hacer para obtener el puesto...