El Secreto de Tora: Fantasmas de Odayaka

Story by Mastertuki on SoFurry

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#3 of El Secreto de Tora


EL SECRETO DE TORA

Capítulo 3: Fantasmas de Odayaka

_ Advertencia:Notas y referencias al pié de página. ¡Feliz Lectura! _

_ Advertencia: _ _ Para leer este capítulo es recomendable leer los dos anteriores. _ Esta parte contiene una escena M/M que podría ofender la sensibilidad de quien lo lea. Si a) No te gusta el furry. b) Te gusta el furry pero no a términos Yiffy. c)Te gusta el yiffy pero no lo M/M d) El comodín del 50% no te ayuda a resolver esta encuesta, por favor, no continúes. No me hago responsable de los posibles ataques cardíacos que podrías sufrir, si bien exagero un poco...

Resumen de lo ocurrido: En un partido de baloncesto, alguien intenta alterar a Tora para que este pierda el control y sea expulsado, pero aparece Bryce en cabina y le anima a tranquilizarse, acabando mas tarde con un golpe de cabeza. Solo un beso es suficiente para declararse entre ellos dos y ahora ya son novios desde hace una semana, aunque el tigre nota que día a día le resulta mas dificil controlarse a si mismo, y sabe que la acción del chico puede traer repercusiones sobre todo el equipo.

Laura no solo era la entrenadora del equipo. Por desgracia desde aquel fatídico día para Tora, era también la profesora de la universidad, y últimamente se estaba cebando con él lanzándo miradas tenebrosas con esos ojos azules y felinos, pasando por su lado de vez en cuando echando un ligero bufido, o erizando su pelaje cada vez que el tigre intentaba pedirla disculpas. Y estudiar era, por lo tanto, imposible, porque a cada mirada le recordaba lo ocurrido la semana pasada.

El tigre bajó sus ojos color ámbar hasta la hoja, donde tenía anotadas diferentes cosas referentes a la lección de aquel día. Había tenido que ocultar bajo el estuche varias rascadas que había hecho en la mesa con sus garras con la intención de no saltar encima de la mesa y cantarla las cuarenta, pero en esos momentos no le importaba eso lo mas mínimo si le descubría o no. De hecho, había llegado a un límite que le permitía tolerar todo.

Notó un ligero aire pasar por encima de su pelaje, y volvió levemente la cabeza para observar si alguien se había dejado alguna ventana abierta. Sin embargo, lo que descubrió fue que Baka, el oso, le estaba intentando llamar la atención para señalarle con la cabeza a Odayaka, la orca, que se encontraba una mesa mas allá.

>>¿Que quieres? -susurró, a ver si conseguía oírle. Sin embargo, la orca no parecía poderle escuchar, por lo que observó de reojo como rompía una hoja, escribía algo, la lanzaba tras de sí y con su cola cetácea, realizaba un movimiento brusco, que implicó llevarse por delante la mesa de la dragona que se encontraba justo detrás de él.

-¡Pero bueno! ¡Métete la cola por el culo, ¿quieres?! -le espetó la dragona levantándose de forma cabreada mientras veia su mesa tirada por el suelo.

-Lo siento, por ahí no me cabe, pero... Tranquila, tranquila... Mira, yo te lo arreglo, y para compensarte nos montamos un sesenta y nueve, ¿quieres? -dijo, lo que alteró a la dragona que le lanzó una poderosa llamarada. La orca la esquivó por suerte para él, puesto que el calor extremo no es que le hiciera demasiada gracia si le rozaba la piel. Tora observó como aprovechaba de paso para lanzar por el aire la nota, y la cogió instantáneamente en el aire, escondiéndola deprisa bajo la mesa mientras aquel par se encargaba de solucionar las cosas.

-Bueno, ya está... ¿En tu casa o en la mía? -preguntó Odayaka, aún bromeando. La dragona le envió lo mas cerca posible a un excremento, y después de aquel incidente, Laura tardó unos segundos en volver de nuevo a explicar, y cuando lo hizo, el tigre tuvo tiempo de coger la nota y mirarla por encima.

Laura anda muy furiosa contigo. Ayer arañó sin darse cuenta a un alumno y ya la han criticado. Deberías bajar tu orgullo de tigre y hablar con ella.

Como si le fuera tan fácil. El tigre observó de reojo un momento a Odayaka. Fue a responder algo, pero recordó rápidamente que lanzar otro mensaje alertaría a la profesora, y tampoco lo tenía muy claro. Si fuera por él, la profesora podía quedarse enfadada el resto de la eternidad, pero había alguien mas que realmente le importaba.

Bajó la cola, signo de arrepentimiento para su clan, y Odayaka comprendió al instante que seguramente iría a hablar con ella. La verdad es que era lógico que estuviera enfadada: En el último partido, la persona que mas quería Tora había interferido desde cabina para animarle, y encima, hacía relativamente poco que Laura había sido madre de una gran camada, lo que implicaba sin duda que le vinieran a la mente los recuerdos de su furtivo y nefasto pasado.

-Tora, ¿Cual fue el siguiente punto?

-¿Eh?

El tigre alzó la cabeza para observar un momento a la profesora y luego la pizarra. Al no seguir la clase, no captaba la pregunta realizada. La gata soltó un bufido, y agachó la cabeza, desesperada, mientras las orejas se le erizaban.

-Lo repetiré solo una vez mas... Tora... ¿Cual fué el siguiente punto?

No, seguía sin entender la pregunta. Clavó las garras en la mesa en un intento de controlar su furia a la vez que enrollaba la cola a la pata de la silla. Notó como la madera crujía a medida que iba haciendo cada vez mas fuerza, cabreado de que le tratara de aquella forma. De repente, sonó el timbre, pero para desgracia para Tora, eso no significaba nada. Como se temía, Laura se levantó, y le hizo la típica señal para que se quedara sentado en la silla.

-Joder... -murmuró por lo bajo mientras desenganchaba las garras de la mesa y alzaba la cabeza hacia el techo.

-Te ha pillado tío, lo siento. -dijo Odayaka mientras se acercaba a él. El tigre negó con la cabeza y bufó un poco.

-No te preocupes. -argumentó el tigre mientras retiraba sus fuertes y musculosos brazos hacia atrás en un intento de desperezarse un poco. Luego miró en la bolsa y sacó unas cuantas monedas. -¿Vas a la piscina, verdad? Hazme un favor, llama a Bryce para que vaya contigo. Aún le duele un poco la cabeza y me da miedo dejarlo desatendido mucho tiempo solo. Además, le irá bien conocer a mas gente además de mi, ¿podrás hacerlo?

-Claro, sin duda. Ahora le llamo para que venga a verme y le echaré un ojo mientras entreno. -dijo cogiendo las monedas. Ambos miraron a la gata, que se iba acercando como quien se acerca a su presa, y la orca se retiró un poco. -Bueno, es toda tuya. Nada de tirártela, ¿eh? Estar en celo no te excusa, y a ella la acusarían de asaltacunas. -bromeó. Y dio un salto ágil por encima de dos mesas ante las críticas y maldiciones que le lanzaba Tora en ese momento, llevandose con la cola un par de mesas.

Cerró la puerta detrás de él, y miró un momento como la gata se acercaba al tigre, y su sonrisa desapareció al instante al recordar algo del pasado. Pesadamente, comenzó a arrastrar los pies hasta llegar a la cabina telefónica, y se apoyó en la puerta de un armario mientras veía como el resto se iban largando de nuevo a sus respectivas clases. Zorros contentos, hienas partiéndose la caja, algún que otro perro muy triste...

Y el ahí, completamente aislado por unos alumnos que, dos años después, seguían sin hacerle caso a pesar de todo lo logrado en el equipo. Nadie borraría la mancha de "El Lobo".

En cuanto la gente regresó a las siguientes clases, Odayaka cogió las monedas, y las fue introduciendo en la cabina telefónica. Luego, marcó el número de teléfono y esperó unos instantes. Tendría que fingir un momento para que el chico no notara la tristeza de su ser en aquellos momentos, causada por la presencia de los demás.

-Hola, soy Odayaka... Si, el amigo de Tora... No, tranquilo, no le pasa nada. Para que le pase algo a un tigre, tiene que ser muy fuerte el asunto... Bueno, es normal que te preocupes. Lleváis ya una semana saliendo, ¿no? Escucha, va a tardar en llegar a casa, y me ha dicho que podríamos quedar en la piscina. Supongo que mas tarde vendrá él, claro... Exacto... Perfecto. Pues apúntate esto: Segundo entresuelo, ala oeste. Me verás entrenando por ahí... Así es. Pues nos vemos, no tardes.

Se sintió ligeramente aliviado cuando colgó el teléfono y recogió el cambio que luego le devolvería a Tora. Cogió aire por el orificio de su cabeza, y luego giró bruscamente apoyándose de lado contra la puerta de un armario (No podía apoyar la espalda, puesto que se haría daño en la aleta dorsal) , mientras volvía a perder la sonrisa de nuevo, y enfocaba su vista al suelo. Recordaba perfectamente todo aquello que vivió en su momento cuando el tigre llegó al extremo de la drogadicción. Y por primera vez en su vida, iba a conocer al archiconocido Bryce de esa escuela. Obviamente, sin ser el mismo.

Porque ese Bryce, el que llegó a sorprender a toda la universidad, lo había olvidado todo.

-Es decir, que a pesar de todo, hemos tenido muchísima suerte. -murmuró el tigre mientras se iba lamiendo un brazo instintivamente.

-Algo así. -respondió Laura, observando la ventana. -Kauro es muy mayor, así que se tragaron eso de la amnesia, por lo que han declarado el partido como válido y por lo tanto hemos ascendido de nivel. Ahora somos equipo de campeonato nacional, por lo que vais a tener que entrenar duro.

-Creo que no me has retenido para contarme simplemente eso, ¿verdad? -dijo Tora. Paró de limpiarse el pelaje, y miró a la gata fijamente, cuestionando muchas cosas. La gata, sin embargo, no apartó la mirada de la ventana. Ambos se encontraban sentados en dos pupitres,Tora en el suyo, y la gata en el de delante. Una semana después de su embarazo, estaba recuperando de nuevo su estructura corporal, la de una bella e interesante gata. -¿Que quieres?

La gata tardó bastante en responder. Se levantó, y luego, miró a Tora.

-¿Estas seguro de lo que haces? -preguntó. Tora la observó, y ella prosiguió. -Quiero decir... No recordará nunca lo que tuvisteis él y tu antes, Tora. No solo eso, si no que si lo encuentran por casualidad, acabaran matándole. Es una responsabilidad que en si era tuya y ahora la has cargado sobre todos nosotros. Tuve que explicarle a los suplentes una mentida para que no saliera a la luz la verdad. Aquello os hizo a ambos mucho daño, sobretodo a ti, Tora. ¿Y aún así pretendes jugar?

El tigre agachó la cabeza arrepentido, y luego se llevó las zarpas a las orejas puntiagudas.

-Yo... Yo le amo, Laura. -le explicó, de forma agobiada. -No sabes lo que he llegado a sufrir esos dos años de ausencia. Y ahora le miro y le veo... Tan crecido y tan cambiado. En todos los aspectos. -dijo. -Y aún así, Laura, no lo ha olvidado. Hay algo que hace que no pueda recordar. Y tengo que averiguar que es lo que le bloquea la memória para que me encuentre.

-¿Y si no es lo mas conveniente para él?

Tora se quedó de piedra, alzando rápidamente la cabeza, y mirando a Laura. La gata se limitó a encogerse de hombros.

-Se que le quieres, pero, ¿No estas siendo un poco egoísta? ¿Y si no es lo mejor para él recordarlo? Se volvería loco y quizás acabaría... Acabaría suicidándose de tanto recuerdo suelto. -al ver a Tora tan confundido, se acercó a él, agitando la cola de un lado a otro, y le acarició levemente el morro. -Tora, me alegro por ti que le hayas encontrado. Nunca te había visto tan activo como estos últimos días, pero debes de pensar también por él. Hasta que encuentres la mejor solución a todo esto, lo mejor es mantenerlo discretamente alejado del resto. Es la única forma de que siga a salvo. Para Stallion y Leon, Bryce está muerto, y nos costó mucho que lo admitieran y continuaran con su trabajo. Si descubren que está vivo, no pararan hasta tener sus dientes en su yugular, ¿lo entiendes?

-Si...

Laura le miró como miraría una madre a su cría, y le dio un beso en un lado del morro.

-Tenéis que ser felices los dos, Tora, no solo tu, no lo olvides. -le susurró a una de sus orejas puntiagudas. -Un día de estos me lo tienes que presentar. Me gustaría conocer al jugador que entrené en su momento, aunque ya no sea él. -se apartó un poco, viéndole alzar la mirada y asintiendo con la cabeza, lo que hizo que Laura sonriera. -Bien... Bueno, ¿Y que es eso de que no ha olvidado?

-Bueno... El día que nos besamos por primera vez, me dijo que le daba la sensación de haber hecho eso hace tiempo. Y en casa, a veces, tararea canciones que no recuerda haber escuchado nunca, pero que según él, tiene en memoria y que le recuerdan a mi. -dijo Tora. -Hay algo que hace que sus recuerdos permanezcan intactos y ocultos. No se lo que es realmente, pero tengo la sensación que desde que somos novios, esa cosa está empezando a perder fuerza. -admitió. -De hecho, creo que el dolor de cabeza del golpe que recibió empeoró la situación.

-Es posible. Además, tu estas con la necesidad de reproducirte, y si algo no olvidamos es ciertos aromas. Es posible que te dijera eso cuando tuvo la oportunidad de abrazarte de verdad. -explicó. -Bueno... Creo que ya es muy tarde. Por cierto... He vuelto a recibir otra carta de tu padre. Parece algo arrepentido, ¿Quieres que le llame y le diga algo?

Tora no respondió, si no que se levantó, y puso la silla en su sitio.

-Pues... La verdad, si tengo que ser sincero, me importa muy poco mi primo y mi padre, así que no, no les llames.

-Esta bien...

Notó como la voz de la gata flaqueaba, y luego, levemente, observó como se acercaba a él y le miraba a los ojos, triste. La superaba mucho de altura, sin duda, y eso a Laura le agradaba. Se recostó en su pecho unos instantes, y ronroneó suavemente.

-Déjame estar un rato así, Tora. -le suplicó. -Es la única forma que...

-Esta bien. -Respondió el tigre, mientras la abrazaba y la mordía levemente la oreja, haciéndola feliz y sintiéndose menos sola.

El vestuario era bastante largo, y se subdividía gracias a unos enormes armários que hacian la función de separadores. No muy lejos, tras una pared residían unas duchas, a las cuales se podía acceder a través de una puerta. Y siguiendo la pared, esta se encontraba rodeada de bancos para que el personal se pudiera sentar y cambiarse de ropa.

Eso fue precisamente lo que hizo Odayaka, y como el vestuario estaba vacío, no había problema alguno. Cogió la mochila, y la depositó en el suelo. Recordó entonces la primera vez que se cambió de ropa, para entonces era un jugador increíblemente famoso y reconocido en todo el mundo. Y lo era actualmente, a pesar de sus intentos de huir. El cambio, por desgracia, no le había hecho muy favorable.

Se quitó la parte de arriba, dejando ver sus pectorales blanquecinos y sus fuertes brazos, aunque no tanto como Tora, y luego se quitó los pantalones. Los observó unos instantes, mientras repasaba los recuerdos por su mente en la antigua universidad, donde la gente no era mas que su amiga simplemente por su calidad de famoso, y nada más. Odiaba a esa gente, la odiaba de fondo, aunque también tenía que reconocer que había llegado a odiar también a la gente de aquella universidad des de el día que llegó, cuando le tacharon de imitador.

Solo por ocupar el lugar de ese lobo que llevaba el equipo.

Mientras se dirigía a la puerta que llevaba a la piscina, que se encontraba al lado de la de baloncesto, recordó también la esperanza que tenía que la gente viera como un jugador de equipos de rangos altos se instalaba ahora en un equipo universitario que no tenía ningún reconocimiento. Aunque la escuela había cogido a la orca simplemente por todo lo que ello representaba, Odayaka tenía pensado mas cosas. Arrastrando la cola, pasó por la puerta y llegó hasta la piscina.

La sala era grande, llena de focos y cámaras prefijadas para cuando habían campeonatos. La sala de piscinas, situada en lo mas profundo de la universidad, se componía en su mayor parte de una estructura de metal que sujetaba todo el edificio, y en el cual colgaban los focos. Luego, a ambos lados habían gradas para sentarse con vallas que evitaban que la gente se cayera. Por último, habían dos piscinas: Una de trescientos cincuenta metros cuadrados, y otra muchísimo mas pequeña, reservado para los mas pequeños.

La orca se metió en las duchas un rato, y dejó que el agua corriera por su piel lisa y grisácea, cerrando al mismo tiempo el orificio superior, refrescándose, mientras meditaba al respecto sobre todo lo que llegó a ocurrir en su momento.

Cuando llegó al estadio de baloncesto, la gente no hizo mas que recriminarle, y pudo ver multitud de gente que llevaba carteles con la petición del regreso del antiguo jugador.

Odayaka cerró el grifo y se dirigió hacia la piscina, cogiendo aire por el orificio de la cabeza, y lanzándose al instante. Luego, usando la cola como timón, empezó a recorrer toda la piscina por dentro.

A pesar de que el primer día jugó bien, era cierto que pudo comprender que tenía un nivel demasiado alto para todos aquellos, y por lo visto, estaba dotado de muy poca carisma para el público. Pronto comprendió algo, y es que para muchos, el jugador al que estaba substituyendo en su momento se había convertido en un emblema, no solo en el juego, si no fuera de él. En la universidad, se había transformado en alguien muy querido para todos... Sobretodo para Tora.

Odayaka se impulsó rápidamente hacia arriba, y salió del agua, haciendo una vuelta mortal en el aire, y volviéndose a zambullir.

Desde el principio, Tora se había convertido en su principal rival. Los otros jugadores habían aprendido a aceptarle, vistas de que el antiguo compañero no iba a volver, pero chocó contra Tora. Cuando descubrió que el tigre era homosexual, igual que el compañero desaparecido, no hizo otra cosa que recriminar a los dos. Y fué el error de su vida, porque desde entonces, se convirtieron en rivales mortales.

Salió del agua un momento, y observó el cronómetro. En cuanto hizo 0, se impulsó con la cola, y usó toda la fuerza de sus músculos y pies para avanzar bien deprisa. Le venían a la memoria fragmentos, momentos en los que residía a la universidad en esos momentos. La gente le señalaba, llamandole "Copia", y él no entendía nada. Solo cuando vió la copa, y cuando Shinke se lo explicó todo, fue entonces cuando se dio cuenta de las cosas.

El lobo, el antiguo jugador, era un auténtico rebelde. No estudiaba, pero aprobaba, y era capaz de enfrentarse contra los profesores y ganarles la partida. Pertenecía a un clan bastante cerrado, y llevaba una coleta y un tatuaje en uno de los hombros. Se había convertido no solo en la figura de todos los estudiantes, si no también en alguien en que confiar y pedir su consejo, pero al mismo tiempo, en alguien terrible a quien se enfrentaba. Su habilidad lobuna podía derrotar a muchos, y su conocido "Salto del Lobo" ya había enviado a enfermería a muchos. Tanto él como Tora eran novios, y siempre había sido la estrella del equipo por su capacidad de esquivar a sus contrincantes.

Pero sin embargo, dos años antes, ese lobo desapareció, y no se supo nada de él. Algunos dijeron que se había ido, otros que lo habían asesinado, otros que se había retirado... El hecho es que, fuera como fuera, había dejado a la universidad completamente descolocada. Los alumnos había perdido una figura a la que seguir, y a un jugador menos en el equipo de basket.

0:45 segundos. No estaba mal, pero podía mejorar mas la marca.

-Ho... ¿Hola?

Una voz tímida y familiar le hizo darse la vuelta al instante, y sonrió ligeramente, quizás para no preocupar a nadie, al ver a Bryce, un chico de pelo revuelto con una enorme coleta que le llegaba hasta el final de su espalda. Sus cejas gruesas, su mirada y el color de sus ojos, y las orejas ligeramente puntiagudas, juntamente con sus brazos con una cantidad de bello exagerada le daban una pinta de lobo tremenda. Era muy delgado, tanto que a la orca le dio por un momento la sensación de que si le daba un golpe de aire saldría volando por los aires. Como vestía ropa muy ancha, no lo aparentaba mucho, pero el antropomorfo tenía mucho ojo para eso. Se introdujo de nuevo en el agua, llegó hasta el fondo, y se impulsó con los pies para salir del agua y aterrizar en el suelo de pies, al lado del chico.

-¡Es increíble! -dijo el chico. -¡No puedo creerlo! ¡Ha sido alucinante!

-Bueno, el agua siempre ha estado hecho para mi. -dijo la orca contenta, mientras se lanzaba al agua otra vez de espaldas. En el momento en que se introducía, le costaba mucho salir de ella, por lo que simplemente asomó la cabeza, mirando al chico, que se inclinaba un poco en el borde.

-Tu eres Bryce, ¿no? -dijo. -Tora me ha estado hablando mucho de ti. Te tiene bastante aprecio, por lo que veo.

-Ah... ¿si? -el chico se sonrojó, e hizo que la enorme coleta le pasara por encima del hombro hasta su espalda para que no le molestase.

-La verdad es que si. Parece ser que le recuerdas a alguien muy especial, y dice que desde que estás con él que le solucionas todos los problemas que se encuentra sin darse cuenta... Como lo del partido de ayer... pero para hablar de eso... -se zambulló de nuevo en el agua, desapareciendo de la vista del muchacho, que se quedó completamente sorprendido al ver que no lo encontraba por ningún lado. Miró a los lados, e incluso se atrevió a acercarse algo mas al borde, para ver si lograba encontrarlo en algún lugar.

De repente, notó a alguien estirarle del brazo, e inevitablemente cayó al agua de cabeza. Como no había cogido aire, rápidamente salió en busca e oxigeno para sus pulmones, nadando tan deprisa como pudo, pero notaba que el peso de sus bambas le impedía ascender. Al final, el mismo que le había tirado al agua le ayudó a subir hasta el borde para coger aire. Bryce se apoyó con los dos brazos, asustado, mientras que Odayaka aparecía a su lado, medio riéndose. Su risa era como dos nueces golpeándose a velocidad de vértigo, algo precioso de oir.

-Madre, muchacho, que pocos reflejos tienes. -le dijo. En cuanto vio que Bryce le lanzaba una mirada asesina, se rió aun mas. -Tranquilo, que tampoco es para que me mates, solo te he gastado una broma.

-¿¿Una broma?? ¡¡Casi me ahogas!! -le espetó mientras salía del agua y se cogía la enorme coleta, escurriendola. Como vió que era imposible, decidió desatarla, mostrando la increíble melena que tenía. La orca lo observó un instante, y luego, salió un momento del agua hábilmente para cogerle de la cara un momento y verlo mas seriamente.

"Sin duda, es él..."

-Vaya, Tora tiene razón, tienes una pinta de lobo increíble, mas con ese pelo suelto -dijo. -Naciste así, ¿Por casualidad?

-No, mira, me hice un cambio de sexo, no te fastidia. -le dijo, enormemente cabreado. Luego, al recordar que solo había sido una broma, intentó calmarse. Aún recordaba la de Tora en su momento, pero por lo visto, no era el único que las gastaba con esa misma mala gaita ese tipo de bromas. Por lo visto, todos los antropomorfos tenían esa maldita mala costumbre. -La verdad es que... no se ni cuando nací.

-Ah... ¿no? -la orca se zambulló de nuevo, dejando ver su aleta dorsal mientras iba dentro del agua, pensativo. "Pues claro que no, burro. Lo olvidó todo, ya no me acordaba." se dijo a si mismo. En cuanto salió del agua de nuevo, observó que la expresión de Bryce en su rostro era mas bien de tristeza, por lo que se acercó de nuevo a él y esta vez si, se sentó a su lado.

-Lo siento, no lo sabía. -dijo. -De veras... Discúlpame.

-Ah, no, tranquilo... Estoy acostumbrado. Me han maltratado un montón de veces moralmente, ya prácticamente no me importa. En fin...

-Ya veo... -Odayaka le miró un momento por encima y luego se agachó un poco, sacando un chorro de agua del agujero respiratorio, y mojando a los dos. Bryce intentó evitarlo, pero no pudo, y a cambio de eso, se echó a reír. -Te ha gustado, ¿eh? -dijo la orca, riendose junto a él con el sonido de las cascanueces. -Bueno... Mejor ya dejo de empaparte.

-Casi que si, o a este paso Tora se enfadará contigo porque me he constipado. -se rió Bryce. Sin embargo, el comentario no le hizo ni mera gracia a la orca. Mientras se llevaba una mano al hombro y se tocaba la piel lista como el caucho, se puso a recordar el momento en que ambos estuvieron terriblemente confrontados.

Ambos lo pasaban muy mal, uno por la perdida de su amor, el otro por ver que se encontraba a la sombra de un ente, de algo pasado que le estaba pisoteando y que se encontraba reflejado en todos los alumnos, y se había cegado tanto, que nunca comprendió lo mal que lo pasaba el tigre en su momento...

Y lo que descubrió después, no fue realmente algo digno de poderlo hablar.

Con el paso del tiempo, y tras ver que el lobo no iba a volver y que la orca iba a sustituirle (Un termino que odiaba), empezó a correr el rumor que tarde o pronto se convirtió en una leyenda urbana. Se contaba que a veces, en la oscuridad de una sala, la sombra del viejo jugador andaba cerca. Se oían sus pasos, e incluso se veía su reflejo en los antiguos espejos. A veces incluso decía el nombre de Tora, pero nadie admitía haberlo visto realmente. Aquello no fue mas que otra estaca para el tigre, que había empezado a cambiar considerablemente. Faltaba a los entrenamientos, su pelaje, que siempre se había mantenido brillante, estaba igual que su estado de animo: Desfallecido. A su mirada ámbar le faltaba energía, y no hablaba con nadie. A veces, se le oía murmurar a solas, y muchos dijeron que esa era la muerte del compañero del héroe.

La orca vivió esos días.

Al salir de un entrenamiento, observó algo en los largos pasillos de la universidad. En plena oscuridad, vió la puerta del baño de machos entreabierta, dejando pasar un hilo de luz. La orca comenzó a acercarse con cuidado, respirando por el orificio de la cabeza, hasta que descubrió algo mas: Sangre. Con cuidado, se atrevió a abrir la puerta... Y vio algo que no se esperaba nunca.

-¡Tora!

El tigre yacía en el suelo, con el morro lleno de espuma y los ojos cerrados. A un lado, yacía una jeringa medio llena, signo sin duda de que había sufrido una sobredosis. Al ver que no reaccionaba, intentó levantar las patas traseras, y luego, procuró llamar a una ambulancia.

Aquel día, todo cambió.

Tora desapareció por un tiempo, y tuvieron que atrasarse mucho en el campeonato. Volvió a los pocos días, no obstante, y para sorpresa de este, nadie sabía absolutamente nada acerca de su drogadicción. Un día, Odayaka se le acercó, pidiéndole disculpas por todo, y aunque el tigre al principio no le hizo caso, al final acabó admitiendo su existencia. Y con su ayuda, consiguió salir del pozo en el que se había metido.

La orca miró a Bryce un momento. Sin duda, Tora no se sentía completamente lleno si el chico no estaba a su lado. Supuso que por eso, dos años después, el tigre había ido a buscar al antiguo lobo. No sabía como, y de hecho, no sabía demasiadas cosas acerca de Bryce El lobo, el que se convirtió en el héroe de la universidad, pero ahora que lo tenía a su lado, ahora este no recordaba nada.

Pasaron la tarde hablando mientras la orca hacía diferentes malabarismos. Pronto, Bryce aprendió mas acerca de su compañero. Descubrió su simpatía y felicidad, y su capacidad de hacer reir a la gente, así como también muchas cosas acerca de su naturaleza. Ahora ya sabía que si le ocurría algo, no debía arrastrarlo, puesto que eso quizás le rompía la aleta dorsal, o debía cuidar de no pisar la cola mientras yaciera inconsciente. Que respiraba mediante un orificio que tenía en la cabeza, y que a diferencia de lo que muchos pensaban, él no podía respirar bajo el agua.

Pasaron las ocho, y Tora no venía.

La orca salió del agua, y se cubrió con una toalla, mirando a Bryce. Este parecía bastante preocupado, mirando la puerta de los vestuarios, como esperando a que el tigre apareciera por ahí, pero no lo hacía ni por asomo. Algo no estaba yendo bien, y la propia orca se estaba dando cuenta, mucha cuenta.

-Será mejor que vayamos a buscarle, quizás se ha quedado hablando durante mucho tiempo con la entrenadora, y eso es normal cuando la gata de turno suelta lengua. -mintió para tranquilizar al chico. El muchacho asintió decidido y se fué con la orca hasta los vestuarios. Allí, se apoyó en la pared, mientras observaba como la orca se introducía en los baños.

Odayaka revisó varias duchas, hasta que encontró la que él solía usar a veces. Sonriente, se acercó a ella, y se introdujo bajo el agua. Cogió el jabón, y empezó a limpiarse la piel para sacarse el cloro con cuidado mientras dejaba que su mente residiera en blanco, sin pensar en nada. La verdad es que cada vez que iba a la piscina recordaba constantemente todo aquello, y ya se había convertido en algo completamente normal para la orca. Se limpió también con cuidado sus partes bajas (Echó de menos el comentario de la otra vez cuando Shinke le pilló: "He visto el mundo" que hizo estallar en carcajadas al resto del personal.) y luego cerró el grifo, echando agua por el agujero donde respiraba (Le encantaba hacer eso), y salió de los vestuarios.

-¿No ha pasado ninguna chica por aquí, Bryce? -preguntó sonriente. El muchacho empezó a reirse, y la orca suspiró. -Bueno, la verdad es que en esta ciudad solo hay cuatro o cinco humanos, y tu estas dentro de ellos, así que no vendrá ninguna de tu raza a violarte, por desgracia para ti, jojojo. -otra vez volvía a llevar el cachondeo de antes.

La orca volvió a vestirse de nuevo, y recogió la mochila, dándose la vuelta. Luego, junto con el muchacho, comenzó a caminar en dirección hacia el piso superior de los pasillos de la escuela. La luz era bastante pobre, de hecho, solo se podían guiar mediante las luces de emergencia que permanecían encendidas. Cuando transcurrían entre las sombras, de no haber sido por la ropa blanca que llevaba el antropomorfo, el daltonismo de Bryce hubiera hecho que este lo confundiera con la mismísima pared.

-Si, tío, si, mañana habrá violado a alguna y tendrá toda su carrera sentenciada para siempre.

-Eso es. Que aprenda.

Odayaka notó como el humano le cogía del brazo y le empujaba hasta la pared, mientras veian como en la contraria se veía las sombras de lo que parecían ser dos osos que se iban largando tan campantes hacia la puerta de la salida. La orca utilizó su fino oído (Que usaba a veces en el interior del agua) para averiguar que era lo que estaban diciendo cuando se encontraban ya demasiado lejos, y las palabras le hicieron temblar completamente:

-Mañana lo veo en los titulares: "Tora el Violador" Me reiré durante un buen rato de ese tigre maricón.

Ambos pudieron oír como la puerta se cerraba, pero el antropomorfo era el único que había oido aquellas últimas palabras susurradas. ¿Tora El Violador? Reconocía esas voces perfectamente, pero no conseguía que le vinieran a la cabeza a quienes les pertenecían. No obstante, salió del escondite de inmediato hasta plantarse en medio del pasillo, y observó un rato la puerta de la salida, pero su vista no llegaba tan lejos.

-Odayaka... Mira esto...

La orca se dio la vuelta, y observó un foco de luz que iluminaba media pared. La luz provenía de una puerta entreabierta, correspondiente al baño de los antros macho. Miles de recuerdos y escenas de terror le vinieron a la cabeza a la orca de inmediato, mientras contemplaba horrorizado la escena. Todo era como la última vez: Manchas en el suelo y en la pared, luz amarillenta, y la capacidad de oir a alguien respirando dentro con dificultad.

Negando con la cabeza, comenzó a andar primero a poco a poco, y luego cada vez mas deprisa hacia los lavabos. Se detuvo de inmediato tras la puerta, y luego, cogió el valor suficiente para atreverse a abrirla. Lo que vió a continuación superaba con creces lo visto hace dos años.

En el suelo se encontraba el tigre Tora, muy malherido, y temblando, agarrándose a si mismo como si tuviera miedo de saltar encima de alguien. A su lado, residían dos jeringuillas completamente vacías y recientemente usadas. Por unos instantes, le vino a la mente la drogadicción y creyó que había vuelto a las andadas, pero rápidamente recordó lo de los osos, y decidió investigar un poco mas. Entró en el baño, y se agachó ante las jeringuillas con cuidado, tocándolas un poco para darlas la vuelta y observar si tenían alguna etiqueta. Al ver que no llevaban, se dispuso a olerla, pero se detuvo. Ni de coña iba a comprobar si eso olía bien o mal.

-¡Tora!

-¡Bryce, no te acerques a él! -le dijo Odayaka de reojo al ver al chico en la puerta. Miró al tigre, cuyo pelaje estaba húmedo por el sudor. Le habían arrancado la camiseta y los pantalones de un tiron, dejándolos rasgados, y podía comprobar en sus boxers que el pobre andaba completamente excitado. Se estaba temiendo lo peor, pero necesitaba asegurarse. -Acércate un momento a mi, chico, necesito que mires una cosa.

En cuanto Bryce se acercó le señaló las jeringuillas y le dijo:

-Tócalas y huélelas.

Bryce observó las jeringuillas, y luego a la orca. En un principio no lo iba a hacer, pero al ver a Tora en tan mal estado, decidió arriesgarse. Acercó lentamente la mano, y tocó un poco los instrumentos, para luego llevárselos a la nariz. Nada.

-No huele nada.

-Pues eso es mala señal. -miró a Tora y negó con la cabeza. -Le han inyectado adrenalina. Está apañado.

-¿Adrenalina? Que... ¿Quien? ¿Y porqué?

-Nuestro equipo contrario, quien va a ser. -justificó la orca.- Sabían la época delicada en la que se encontraba, e intentaron provocar. Como tu estabas allí, no funcionó, pero ahora han decidido hacerlo por las buenas o por las malas. Sea como sea, por desgracia lo han logrado. -le señaló y dijo. -Está excitado, por eso antes les he oido decir lo de Tora El Violador. No tardará demasiado en perder el control y buscar a alguien con quien satisfacerse.

El chico se levantó, mirando de forma horrorizada al tigre. El pelaje le brillaba a causa del sudor, y su mirada a veces se iba, a veces volvía, como el que lucha, pierde, y vuelve a intentarlo. Se abrazaba a si mismo con sus fuertes brazos, intentando sujetarse, mientras que la cola temblaba. Estaba hecho todo un novillo.

Se acercó a él con cuidado, con mucho cuidado, a pesar de que el tigre sufría y negaba como podía con la cabeza. Sin embargo, el muchacho no hizo apenas caso, si no que se arrodilló a su lado, y le tocó la frente con mucho mismo, notando el pelaje suave en su frente a causa de la humedad.

-Bryce, no...

-Llama a una ambulancia ahora mismo, y trae el kit de primeros auxilios.

-¿Que vas a...?

-¡Hazlo ahora!

Una orden. Era la primera vez que Bryce lanzaba una orden tan directa, y a Odayaka, si antes le había parecido al muchacho un lobo, la expresión de furia que tenía el muchacho destacaba completamente su naturalidad interior. La orca fue a rechistar, pero al darse cuenta de que no había mas opciones, se levantó al instante, dejó la mochila en el baño, y salió corriendo en busca de un teléfono.

-Bryce...

El muchacho volvió la mirada hacia el tigre, que parecía completamente débil, muy cansado. El chico sonrió con ternura y mucho cariño mientras le acariciaba el pelaje del cuello, algo que siempre le gustaba hacer. A veces incluso Tora le criticaba por eso, pero era algo que no podía evitar hacer con él, seguramente porque le quería, le quería muchísimo. Se puso de rodillas, y se agachó lentamente hacia su oido, y con mucho cuidado para no asustarlo, murmuró:

-Escúchame... Hay que hacerlo, Tora... Si no, acabarán con tu reputación...

-te... haré... daño...

Bryce sonrió ante la respuesta.

-Lo sé... Pero me da igual. En el amor... No todo es un camino de flores, y a veces, hay que tomar decisiones rápidas. Tora... Tienes que aceptarlo... Porque si no lo haces no solo me harás daño, si no que no vamos a lograr nada.

Notaba la respiración del tigre acelerarse, y miró al antropomorfo, que asentía con la cabeza. Viendo que lo había logrado, Bryce volvió a agacharse de nuevo, y le dió un suave lametón en el oido, con mucho cariño, con tal de no provocarlo demasiado. Aquello que iba a hacer era algo que no había experimentado nunca, o eso creía, pero si era por ayudar a un amigo íntimo, no tenía otro remedio.

-Déjate llevar... Es la única forma... Tu tranquilo, todo irá bien...

Con cuidado, pasó una pierna encima de él, y luego acercó de nuevo su boca a su cuello, lamiéndolo de nuevo. Notaba el calor que desprendía su cuerpo, y se preguntó cuanta adrenalina le tuvieron que meter para provocar esa reacción. No tardó demasiado en notar las garras del animal comenzar a recorrer su camiseta, muy suavemente, y con cariño. Recordó sonriente el momento en que se besaron por primera vez, fue el momento mas especial que había vivido nunca. Ambos tenían que lograr que aquel momento también fuera igual que bonito.

Notar como el tigre le rodeaba con sus brazos fuertes era como sentirse realmente protegido. En lo poco que recordaba, siempre se había sentido amenazado, maltratado por el resto, y muy solo. Pero cuando el tigre le abrazaba, ya podía moverse viento y marea, que a él no le sacaban de ahí. Ya podían ocurrir todas las cosas que ocurrían en pareja, él se sentía seguro de lo que estaba haciendo.

Recorrió con la mano el sendero del amor hasta la espalda del antropomorfo, y con la intención de mostrarle su cariño, residió ahí, sin hacer nada, y apoyó su cabeza en su hombro, procurando hacerle sentir seguro. El tigre, por su parte, notaba que se estaba calmando. Nada de la adrenalina que le habían drogado hacía efecto si Bryce estaba con él. Sus sentimientos, el amor que sentía, era exactamente el mismo que hacia dos años, y no lo iba a olvidar.

-Bryce... Yo...

-No digas nada... Todo irá bien, te lo aseguro.

El tigre le miró con sus ojos ámbar, y este le devolvió la mirada, sonriente. Quizás fue las ganas de demostrar que lo que sentía era cierto, quizás era simplemente que quería notar su cariño, su debilidad. Nunca supo el tigre lo que fue que le hizo besarle con cariño, recordando bellos momentos y bellas poesías que hablaban de amores imposibles hechos realidad. Lo suyo era, quizás, un amor imposible que se había hecho realidad.

-Me gustaría saberlo... Todo de ti...

Fueron las palabras que salieron del corazón del tigre en cuanto esté dejó de besarlo. Se giró levemente, depositando al chico en el suelo, y poniéndose él encima, con cuidado de no cargar su peso, pues no quería hacerle daño. Nuevamente, dirigió su morro hasta el hombro del muchacho, y con una garra, quitó el tirando que lo protegía, para poder lamer con cuidado. Luego, mientras con la otra garra le bajaba el otro tirante, el tigre le seguía lamiendo. Era un juego aquello, si, estaba jugando. Jugaba a conocer mejor a la persona que vivía con él, que estaba enamorado de él. Ni la adrenalina, ni su estado en celo le controlaban. Ni siquiera sus instintos animales. Simplemente las ganas de saber mas de él, de quererlo ver. Cuando le quitó la camiseta, volvió a subir de nuevo hasta la boca del chico, y la volvió a besar con ternura.

-¿Estas seguro?

-Creeme, Tora... -dijo el chico. -He estado mucho tiempo solo... Tengo la sensación ahora, por primera vez, de confianza.

-Está bien...

El chico repitió con las manos el sendero de la ternura, el camino de la seda, y quizás muchas nomenclaturas mas que muchos poetas les gustaría otorgar. Notar el pelaje del tigre era una sensación extraña, y de hecho, se ruborizaba con tan solo pensarlo, pero al mismo tiempo, le hacía muchísima gracia. Tembló un par de veces al notar pasar por encima de las piernas algo, hasta que finalmente comprobó que se trataba de la cola de Tora, que se movía de lado a lado por la felicidad. Sonrió de forma tierna, e incluso sonrió al pensarlo.

Luego, continuó moviendo las manos, hasta que se encontró con una tela. La reconocía, porque la había lavado cientos de veces, y con cuidado de no hacer daño a Tora, tocó los bordes de los boxers del tigre. La verdad es que se encontraba con que no sabía como tratarlos, puesto que tenía que tener en cuenta la cola del antropomorfo, y no quería hacerle daño bajándoselo de golpe sin querer, por lo que tragó saliva al pensarlo.

En vista de que no iba a poder, ideó alguna otra cosa. Con suavidad, y con mucho mimo, empezó a acariciar la parte reveladora de los boxers, y luego, con el otro brazo, se abrazó al tigre de nuevo para notar su fuerza. Tora, mientras tanto, sonreía levemente mientras seguía lamiendo el cuerpo, limpiándole como si fuese su cría, signo de protección frente al exterior, y sin poderlo evitar tuvo que parar un momento para ronronear un poco.

Agitó luego rápidamente la cola, y con las garras se cogió fuertemente al suelo. Intentó continuar con lo de antes, pero le era absolutamente imposible. La adrenalina subministrada comenzaba a hacer de nuevo efecto, y nublaba completamente su mente. Se sentía frustrado, incapaz de ver mas allá, y por unos momentos, tuvo miedo de olvidarle, miedo de olvidar que quien estaba ahí era el amor de su vida. Apretó las garras con mas fuerza, y rugiendo desesperado, con ganas de pedirle a Bryce que se detuviera, tensando todos sus músculos con la intención de que no le controlaran los instintos. Una lágrima transcurrió por su morro cuando, de repente, le mordió el hombro a Bryce, y finalmente, sintió que todo acababa en una gran paz.

Estuvo un momento así, hasta que rápidamente, desencajó sus mandíbulas, y alzó rápidamente la vista, observando lo que acababa de hacer. Bryce tenía, en su hombro derecho, dos marcas profundas provocadas por los incisivos del tigre, y un líquido sangriento empezaba a correr por la sala, no muy rápido, pero aparecía. Observó al chico, que yacía con la cabeza apoyada en el suelo, y con lágrimas en sus ojos cerrados.

-No... Ahora esto no... -dijo, saliendo al instante de él. Se notó húmedo por debajo, pero eso poco le importaba. Ahora lo que mas le importaba era la persona que amaba. No podía ser cierto todo aquello, primero lo golpeaban en la cabeza, y ahora, él le había mordido. ¿Que iba a hacer ahora?

-Bryce... resiste... ¡Resiste! -rugió el tigre. Buscó por el suelo su camisa destrozada, y arrancó unos cuantos cachos, intentando cortar la hemorragia. Enredó fuertemente varios cachos alrededor de la herida, y en ese momento, escuchó un portazo. La orca había entrado con una caja de primeros auxilios entre las manos, y se quedó parado al ver el panorama.

-Me lo temía... Lo sabia... -murmuró.

-¡Vamos, mamífero parlanchín! ¡Ya le he cortado la hemorragia, pero necesito curarle la herida! ¡Trae eso!

Trae eso... eso...

El muchacho cerró los puños fuertemente al comenzar a notar un dolor que transcurría desde su hombro, lentamente, hasta el resto de su cuerpo, aumentando a cada segundo. Al chico le salieron lágrimas de los ojos en cuanto notó que aquel dolor era insoportable, y a cada movimiento que le hacían hacer, o a cada parte del cuerpo que le tocaban, notaba como cientos de cuchillos atravesar completamente su cuerpo. El sufrimiento era tal, que llegó un punto en que notó que empezaba a perder la conciencia. Volcó la vista al vacio, deslumbrando una sombra azulada, que le miraba con cierta melancolía...

Melancolía...

El tejado del edificio central de la ciudad estaba compuesto de tantos aparatos metálicos y rodeados de tantos cables, que tocar uno de ellos podía suponer llevarse el rampazo de su vida. Era una auténtica selva de antenas, que se erguían derechas con la intención de alcanzar el cielo y no conseguirlo, estirando sus extremidades hasta mas no poder, mientras que el suelo era un plato de conexiones entremezcladas sin finque posibilitaban las opciones interminables de darse de morros (Y nunca mejor dicho.) Además, la noche, y la falta de luz, juntamente con la luminosidad de la ciudad y la que proporcionaba la luna llena, daban un aspecto terrorífico al lugar. Y al borde, se encontraban dos figuras. Una parecía tener una especie de extremidades en la espalda, y tenía la mano en la cabeza, mientras que la otra, iba tan vestida que apenas se podía distinguir, aunque parecía tener en la cabeza una orgullosa melena. Fuera como fuera, quedaba claro que ambos eran antropomórficos.

La figura con extremidades en la espalda bajó la mano, y volvió ligeramente la cabeza hacia la otra.

-Lo han hecho. Sssi todo va bien, le echaran del equipo, y ssserá una via libre para sssusss hijosss.

La otra sombra tardó en responder, hasta que al final, giró levemente la cabeza hacia la otra.

-¿Le preocupa algo, ssseñor? -preguntó la primera.

-Si... -contestó la segunda. -Me has comentado que un chico llamado Bryce ha llegado a la ciudad, y que reside con ese tigre... Si es quien pienso que es, eso podría darme muchos problemas. El lobo... El lobo azul siempre ha tenido la capacidad de encontrarle solución a todos los problemas de los demás. Ese chico podría ponerme difícil las cosas.

-No creo que haya tenido capacidad para ayudar a Tora... Essstaba hablando con Odayaka y ademásss, aquello sssiempre era casssualidad. Sssi le falló una vez, le fallarán dosss vecesss

-Pero no me fío. El medicamento que le dimos podría no ser suficiente... Y Tora reacciona muy deprisa cuando ese muchacho está delante. Para eliminar definitivamente al tigre hay que sacarnos a Bryce de en medio como sea... ¿Porque es él, no?

-Sssi... La entrenadora me lo confirmó.

-Ya veo... En ese caso hay trabajo que hacer. -se dio la vuelta, y bajó del borde, caminando hacia la puerta de salida del tejado. -Por favor, asegúrate de que ha ido todo bien. En caso de percances, me avisas. Entonces es cuando cambiaremos todos nuestros planes. A la pareja de amor... hay que separarla para siempre.

Sus pasos comenzaron a sonar entre el silencio de la noche, mientras su sombra se alargaba cada vez mas hasta que se perdió en la infinidad de un abismo en el que iban a caer todos, uno por uno, si no volvía a caer un milagro como la vez anterior.

La casa estaba completamente helada y oscura, de tal forma que las cortinas ejercian movimientos extraños en el aire que provocaban que las sombras proyectadas en el suelo pertenecieran a imágenes fantasmagóricas y espeluznantes. El tigre estaba protegido ligeramente contra ese frio gracias a su pelaje, pero el muchacho no podía estar mucho rato así. En cuanto ambos entraron en la casa, el tigre cerró la puerta y se lanzó a cerrar ventanas.

-Disculpa... era... para que se secara la ropa...

Habían conseguido pararle la hemorragia a tiempo, y para que no le hicieran preguntar a Tora, Odayaka había tenido que mentir a la ambulancia contándoles que en realidad el problema era una gata muy mayor que se había desmayado por el camino pero que había despertado antes de que ellos llegaran. Tora insistía que debían llevar a Bryce de camino al hospital, pero Odayaka se negaba: Si descubrían que había mordido al chico, le encerrarían para siempre.

Ahora no hacía otra cosa que tocarse el hombro donde tenía la venda.

Se llevó una mano a la cabeza, y rápidamente, empezó a tambalearse en dirección hacia el baño. En cuanto Tora observó eso, rugió por lo bajo y se dió la vuelta, golpeando un jarrón y rompiéndolo en mil añicos. Saltó por encima de los sofás y se lanzó hacia la puerta para acompañarle, pero el chico supo cerrarla a tiempo, dejando al antropomórfico detrás.

Bajó la zarpa que había levantado para empujar la puerta, y se la miró fijamente, abriéndola y cerrándola de nuevo. Ronroneó de tristeza, y apoyó la espalda en la pared contraria, deslizándose lentamente hacia el suelo, hasta que finalmente quedó sentado, observando la puerta con atención mientras escuchaba a Bryce hacer arcadas. Se sentía realmente mal, y estaba empezado a pensar que aquello no iba a resultar, ni mucho menos. Demasiado tiempo ya, se habían convertido en dos personas muy diferentes físicamente, y aunque Bryce seguía siendo el mismo en algunos puntos, no podían continuar, puesto que a cada paso que daban le hacía daño. Y aquel asunto le ponía demasiado triste. Quizás estaba siendo muy brusco, quizás incluso desconsiderado con Bryce siendo tan egoísta. Si de verdad le quería, pero le estaba haciendo tanto daño, entonces lo mejor era que cortaran en ese mismo momento y que el chico volviera con el resto de Doreis.

La luz del baño le iluminó el rostro, haciendo que sus pupilas rasgadas se cerraran ante la nueva ola de luz que les llegaba. La sombra del muchacho interfirió esa luz, que cerró la puerta detrás suyo de inmediato y se apoyó en ella, dejándose caer igual que lo había hecho el tigre.

-¿En que piensas? -le preguntón con un hilo de voz. Tora tardó en contestar.

-Pienso... Que lo de hoy ha sido inadmisible. .-argumentó. -Puedo ser fuerte físicamente, pero moralmente soy débil, todo lo contrario que tu. Me has salvado dos veces, y las dos veces has acabado malparado... No podemos continuar, Bryce, Yo... Mírame... Y dime que es lo que ves.

El chico observó al tigre, y luego, sonrió levemente.

-No tengo que ver nada, Tora... Nada. -dijo. -Escucha... Si, es cierto, me he hecho daño, pero no es por culpa tuya, Tora. Tu no lo has hecho consciente mente, ha... Han sido las circunstancias...

-¡Las circunstancias! ¡Y ahora me dirás que también ha sido la casualidad, y quien sabe que mas! -el tigre se incorporó rápidamente, y agitó la cola furioso, mirando hacia la cocina, y dándole la espalda. -¡No, Bryce! ¡Soy yo! ¡Te quiero, pero no hago mas que hacerte daño!

-No, Tora... Tu no me lo haces... mira... -se levantó, y caminó hasta él, poniendole una mano en el hombro, acariciándole levemente. -Tu no me has mordido porque si, ni tampoco me golpeaste la cabeza. Lo de la cabeza debió ser alguien que no me quería tener allí...

"Nunca mejor dicho." -pensó el tigre, gruñendo furioso y sacando y escondiendo las garras retráctiles.

-... Y la mordedura es signo de que ambos debemos de tener cuidado a partir de ahora. -se movió un poco hasta poderle ver el rostro, y le cogió el morro con cuidado. -Apenas... Apenas se cosas de tí, y se que... Se que hay cosas que no me has contado, pero... Tu me gustas, Tora, y no pienso permitir que algo así rompa esta relación por completo. -admitió. -Habrá que tener paciencia, y cuidado, hasta que uno aprenda del otro. Lo entiendes, ¿verdad?

-Grrr...

-¿Lo entiendes, Tora?

El tigre lo miró fijamente con esos ojos ámbar, y asintió con la cabeza finalmente, dejando que la oscuridad les cubriera por completo. Sin duda, esa mordedura del tigre iba a traer repercusiones en el futuro...

CONTINUARÁ...

Notas y Referencias: En este capítulo no hay palabras nuevas sacadas del japonés o de algún otro idioma, pero aún así, ha aparecido de nuevo otro personaje: El lobo Azul. Esta vez ha sido Odayaka el que ha tenido que explicar parte de su nefasto pasado, al igual que incluí una escena con un tono alto como prometí en el capítulo anterior. Y si habeis leido hasta aquí... Os lo agradezco de corazón y espero que os haya gustado.