El Secreto de Tora: No hay esfuerzo que no valga.
#11 of El Secreto de Tora
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EL SECRETO DE TORA
Capítulo 11: No hay esfuerzo que no valga.
Advertencia: Para comprender esta historia, hay que leerse los capítulos anteriores. No es que sean una joya que digamos, pero lo que cuenta es la intención, ¿no?
Advertencia II: Esta historia relata un amor homosexual entre un tigre antropomorfo y un humano mestizo, si no te pone a tono: a) Pasa la historia b) Léelo y sufre un poco, aunque tampoco es que lo haya escrito con todo el detalle del mundo c) Quéjate, pero tampoco sirve porque al fin y al cabo esta historia es Yiff a cachos y la temática está dedicada a lo M/M d) Mira a ver como responde tu cuerpo y si algo se levanta... Quizás tengas que salir del armario. ;)
Ese sueño le había vuelto a atormentar otra vez, aunque ciertamente, se iba haciendo cara vez mas claro. Era como ir quitando una piel a una naranja, lentamente, de tal forma que su interior era mas visible, con la diferencia que una naranja no era tan desagradable como lo eran esos malditos recuerdos.
Ni tan siquiera había salido la luz, pero le daba exactamente igual. Al contrario, así no haría falta ver lo que para él se había convertido en una especie de estigma, en una horrorosa pesadilla que no tenía ningún tipo de solución, algo con lo que cargaría el resto de su vida. Le habían jodido bastante, pero no había vuelta atrás.
Se llevó una de las zarpas a los ojos, cubriéndolos, con ganas de hundirse en la mayor de las oscuridades, pero eso no iba a ser posible. Un día mas, tendría que afrontar la cruda realidad, algo que no le resultaba nada fácil. Daba igual que viviera en una época donde los antropomorfos eran la especie dominante, le daba exactamente lo mismo. Él quería volver a ser él, y ahí se acababa la situación.
Se sacó la sábana de encima, y se incorporó nuevamente. Se quedó sentado un buen rato, mirándose las escamosas zarpas, a la vez que agitaba con cuidado la gruesa cola y siseaba un poco. Como odiaba tener esa forma, y de eso hacía ya dos meses, pero tenía que acostumbrarse, quisiera o no.
Se levantó, y observó la oscura habitación. Su cama estaba en una esquina, justo debajo de una ventana. Al lado, tenía el ordenador mismo. En la pared contraria a la de la cama, había una puerta, y la que era contraria a la de la mesa, había un armario empotrado. El lagarto Lizarman, de escamas verdes, fisonomía corporal normal y corriente, se dirigió hacia el mueble y lo abrió, sacando una camiseta negra con capucha gris, unos pantalones, y unos calzoncillos. Desde su transformación que su madre y él habían tenido que comprarle toda la ropa de nuevo.
En cuanto se puso la ropa nueva, se dirigió hacia el ordenador encendido, y activó la pantalla. Nada, el chat continuaba nuevamente en blanco respecto al tema que él buscaba, lo cual le molestaba bastante. A pesar de que sabía que no podía hacer nada por adoptar su antiguo aspecto, sí quería encontrar al culpable de todo aquello.
"Que sigan hablando de lo que quieran. Si no es de lo mio, paso."
Dejó el chat abierto, y salió de la habitación, bajando inmediatamente las escaleras para dirigirse al comedor. No había nadie, y de hecho, la oscuridad continuaba siendo la misma. Tanto mejor, así no soportaría al verse.
Como odiaba... Como odiaba...
¿Porqué a él?
-¿Estas despierto a estas horas?
El lagarto ni siquiera se giró; tampoco es que le hiciera falta. En la casa oscura solo podían vivir dos personas: Su madre y él, así que no era necesario averiguar quien le estaba hablando en esos momentos.
-Ya sabes lo poco que duermo des de entonces.
-Sí, lo sé muy bien. Los primeros días me diste una auténtica lata. -pronto apareció su madre al lado suyo, con la bata blanca puesta y el pelo negro completamente desmoronado. Ciertamente era una humana normal y corriente, con sus cuarenta y tres años, de ojos verdes, y una gran paciencia en su cuerpo. -Pero al menos ahora ya no te subes por las paredes literalmente. En fin, nos ha llamado tu padre.
-Bien.
Lizarman no hizo otra cosa que empezar a andar en dirección a uno de los muebles de la cocina, y lo abrió, sacando de él un bol. Luego se dirigió a la nevera, de donde sacó una botella de leche, y se sirvió un poco.
-¿No vas a preguntarme que era lo que quería? -preguntó su madre.
-¿Para? De mí no quiere nada, si es lo que prefieres que adivine. -argumentó mientras cogía unos cuantos cereales y se ponía en la leche. De repente sintió como la caja se le quedaba pegado en la zarpa, y acabó siseando fuertemente. ¡Como odiaba que le ocurriera eso!
-Déjame que te ayude...
Y ahí estaba otra vez su madre, la única persona que le había apoyado desde que regresó a casa. Con cuidado, se lo desenganchó, y la depositó otra vez encima de la nevera. Luego, le tocó con cuidado la cabeza al lagarto, medio sonriente.
-Aún me pregunto de donde sacaste tanta paciencia conmigo...
-Bueno... ¿Eres mi hijo, no?
Lizarman agachó la cabeza con cuidado, sus ojos amarillentos postrados en el mueble, procurando mantener las lágrimas. Sí, era cierto, y por esa misma razón su padre no lo era, ni mucho menos, el padre que hubiera deseado. Le despreció en el momento en que volvió a casa, hecho un desastre, completamente cambiado... Su madre le había aceptado por igual, acogiendo de paso los miles de cambios que habría que llevar en la casa. Y habían sido varios, demasiados para alistarlos todos.
Una leve vibración en su nuca le hizo regresar al presente y volverse rápidamente. Su madre, nuevamente, se había pinchado sin querer con una de las puas que tenía detrás, y suspiró levemente. Ese era el problema de su nueva forma, que había que tener mucho cuidado con él.
-Mamá... Lo...
-No tienes que decirme lo siento. Me hubiera pinchado igual con un alfiler. -argumentó su madre, mientras realizaba el movimiento instintivo de curarse con la saliva. Sí, vale, podría haberse pinchado igualmente con un alfiler, pero menudo fastídio.
Dejó el bol a medio comer encima del mueble, y empezó a andar en dirección a su dormitorio, arrastrando la cola por el suelo, mientras subía las escaleras pesadamente. Otra vez, un engorroso y fastidio de día, menudo asco.
Allá, se dignó al menos a coger su mochila, y se la puso en un costado, dirigiendose luego a la cama, y sentandose allí, mientras se quedaba pensativo.
¿Quien era Leon?
La luz del sol comenzó a iluminar de nuevo la persiana de la habitación de Tora, cuyas ranuras trazaron lineas que se reflejaron por todos los lados de la habitación, y poco a poco, fueron iluminando el rostro de los dos enamorados. Echados en la cama del tigre se encontraban ambos durmiendo como ángeles, descansando de una dura aventura que seguramente jamás olvidarían y que, sin lugar a dudas, les había dejado unas cuantas cicatrices. Sobretodo a Bryce, que las tenía físicas por el disparo que recibió.
Tora, que tenía un brazo encima del cuerpo de Bryce, atrayendo hacia su pecho desnudo, notando como su pelaje tocaba la espalda del muchacho, también desnuda y vendada, comenzó a desvelarse un poco, agitando suavemente una cola que se movió ligeramente por debajo de las sabanas y que luego se quedó quieta, con el miedo de despertar al chico si se agitaba demasiado. Tardaba bastante en desperezarse, así que volvió a cerrar los ojos, y se durmió de nuevo.
Pero no por mucho tiempo.
Esta vez no tuvo otro remedio: El despertador se había dispuesto a no dejarle ni un segundo mas de sueño, así que con cuidado de no hacer daño al chico, se giró y golpeó el aparato, que cayó al suelo cesando su sonoro ruido. El tigre cogió aire y en la habitación se hizo un profundo silencio, donde la respiración pausada de Bryce era presente. Sonriendo al ver que no había problema, el tigre se fué incorporando lentamente, llevándose una zarpa a la frente. Maldita sea, estaba completamente agotado, tenía todos los músculos doloridos. ¿Como narices iba a ir a la universidad en el estado en el que se encontraba? Era imposible.
Miró al chico un momento, y sonrió para sus adentros, acercándose con cuidado para no despertarlo. Apoyado en un brazo, pasó una zarpa por el perfil del chico, con cuidado, con mimo, sintiendo cada una de sus respiraciones suaves y seguidas. Su presencia, su mera presencia, llenaba el corazón del tigre de nuevo. Después de casi un mes sin él, volvía a tenerlo, y esta vez, iba a ser para siempre.
Y de repente, volvió a despertarse.
La primera razón de ello, el pensamiento que le había hecho regresar a la realidad había sido sin duda la presencia del despertador. Y la segunda razón había sido la presencia de las persianas. Respiraba con dificultad, angustiado, y algo empapado a decir verdad. No había sido una pesadilla, pero soñar aquella escena le había asustado bastante.
Miró de repente a su lado, y en cuanto localizó a Bryce, se calmó poco a poco. Este dormía plácidamente, o eso parecía, con el torso desnudo y con una mano en el costado donde llevaba puesta una especie de venda. Recordó al instante el disparo que recibió hacía ya un mes, lo que implicaba que debía sacársela a ver que tal estaba.
Un mes en el clan.
En el momento en que Leon se fue, Tora había cogido a Bryce y se lo había llevado, junto a Uros, hasta la mansión del clan, donde le atendieron perfectamente (Incluso mas rápido que un hospital, quizás). Desde entonces, que Bryce había tenido que residir en una cama, reposando, con mucha paciencia. Y aquello no había ayudado demasiado a su relación. El chico, harto de no poderse mover, le había pedido que por favor le dejara en paz; aquella noche había sido un intento de arreglar las cosas. Lo había hecho de incógnito, metiéndose en su habitación y durmiendo con él.
-¿Que? ¿Has dormido a gusto?
La voz oscura del muchacho le puso los pelos de punta, mientras que todo su cuerpo echaba a temblar de forma asombrosa. Le había descubierto, algo que era bastante peligroso, porqué quizás, aquello sentenciaba para siempre su relación. Observó con cuidado como el chico procuraba girarse para verle mejor, y cual fue su sorpresa cuando le vio... Sonriendo.
-Al menos podrías... No se, haberme violado. -comentó Bryce por lo bajo, a lo que el tigre echó a reir.
-Quizás, pero ya sabes que no soy capaz de ir tan lejos sin tu permiso...
Mas calmado, se acercó cuidadosamente a él, a cuatro patas, y se agachó encima de él, besándolo suavemente en la boca, haciendo eterno sus sentimientos. Notó como Bryce le pasaba las manos por ambos hombros, mientras le seguía el juego, y en el momento en que se separaron, se miraron el uno al otro.
-Oye... Siento mucho... Todo lo que te he hecho pasar... De veras... Lo siento. -mencionó Bryce, algo disgustado. -Creo que... He sido demasiado injusto contigo. Solo estaba...
-Cabreado, y en parte lo entiendo. -se salió de encima de Bryce, y se echó a su lado, boca abajo, mientras dejaba que el muchacho le hiciera, con una mano, masajes en el cuello. -Pero es normal... Tu no eres de los que se están quietos precisaaaa... ahhhh... Mhhh... Sí, ahí, ahí... Me duele bastante...
Bryce sonrió al ver como el tigre se había perdido en sus propias palabras ante la sensación que le proporcionaba con el masaje en el cuello, moviendo ligeramente los dedos sobre el pelaje del tigre, apretando ligeramente para sentir los tensos músculos del antropomorfo. Se puso boca arriba, y miró hacia el techo, pensativo.
Contrario al sueño de Tora, ambos se encontraban en una habitación completamente de madera, con una ventana redonda, cubierta de una tela azul impermeable. Enfrente de la cama, había un pequeño mueble, y a la derecha de Bryce, una cajonera de madera. Cerró los ojos suavemente, mientras se perdía en el silencio cosechado entre ellos dos.
-¿Te duele la herida? -le preguntó el tigre.
-No, ya casi no... Voy a quitarme la venda, a ver como me ha quedado.
El muchacho se incorporó, y Tora abrió los ojos para verle desde donde se encontraba echado. Con cuidado, desplazó sus manos hasta el nudo de la venda, y se la desabrochó con cuidado. Recordó lo mal que lo pasó cuando tuvieron que extraerle la bala, pero de aquello había sido ya un mes. Con el tiempo se habían molestado en curarle de vez en cuando, aunque no llamaron ni una sola vez a un hospital. Poco a poco, se fué sacando el vendaje, hasta que dejó su cuerpo al descubierto. Donde antes le habían dado el tiro, ahora solo había una cicatriz.
-Te recuperas bastante rápido.
-Eso veo. Supongo que será por lo que soy.
Se produjeron unos segundos de silencio, en los cuales ninguno de los dos cruzó una mirada con el otro. Desde aquella noche con el percance de Leon, que no habían vuelto a tocar nunca el tema.
-Bryce, escucha. -dijo el tigre al final, mientras se incorporaba y se sentaba al lado suyo, poniendo sus ojos rasgados en los de Bryce. -Lo he estado pensando y... Te mereces saberlo todo. Asó que cuando quieras...
-Cuando quiera nada, Tora.
-¿Como?
-Mira, Tora, yo también lo estuve pensando y... -desplazó una mano hacia una de las zarpas del tigre, posandose suavemente sobre el pelaje que cubría esta. -Y he decidido que no me tienes que contar nada. Buscaré... Otra forma de recuperar la memoria, pero debo hacerlo yo mismo. Si me cuentas cosas, para mí será como si me contaras la vida de otra persona, y con eso no ganaremos nada.
El tigre se sorprendió ante las palabras del muchacho, y luego agachó la vista, algo decepcionado ante el comentario de su compañero. Tanto tiempo rompiéndose la cabeza, y al final resultaba que el tio no quería saber nada. Bryce, al ver como el tigre agachaba levemente las orejas, procuró animarle:
-Oye, ¡¡Ni se te ocurra dejarme solo ahora!! No todo está solucionado...
-Ya lo sé... Leon sigue vivo...
-No me refiero a eso, Tora.
-¿Que... Que quieres decir con eso?
El tigre se había quedado mirando a Bryce algo asustado ante lo comentado, y este, al verlo con esa reacción, abrió la boca para enseñarle lo que no se esperaba el otro: Los colmillos le habían crecido. Ya cuando llegó los tenía algo largos, cualidad que junto con el resto le daban el aspecto de lo que en parte era:Un lobo. Pero con aquello quizás dudarían de su humanidad. Cerró la boca, y se llevó una mano a los labios, apartando el rostro.
-Y duele... -mencionó Bryce. -Es como... Si las pastillas ya no hicieran efecto.
-¿Cuantas te quedan?
-Unas seis... Pero hasta ahora me las enviaban los de los Doreis desde la central. Ignoro de donde las conseguían, pero... Si me quedo sin ellas, tengo miedo... De que algo raro me pase.
Notó de repente unos brazos que le rodeaban fuertemente, y sonrió, apoyando la cabeza en el torso de Tora, sintiéndose protegido. No sabía porqué, pero incluso con todo lo ocurrido, cada vez que Tora le abrazaba, la sensación de protección le venía de nuevo.
-Tu no te preocupes... Antes de que se te acaben las pastillas, encontraremos la solución, mi lobito.
-¿Mi lobito? -Bryce estalló en carcajadas.
-¿He dicho yo eso? ¡¡No!!
-¡¡Si que lo has dicho!! -comentó Bryce entre risas. -¡¡Has dicho "mi lobito"!! ¡¡Te he oido!! ¡¡Yo no soy un cachorro!!
-¡¡Pues lo pareces a veces, enano!!
¡Y venga una pelea de sábanas, enredándose el uno con el otro. Al final, otra vez como antes, Bryce intentaba vencer las defensas de brazos de Tora, que le evitaban tanto como podía. De repente Tora notó una mano que pasaba por el estomago, y en cuanto se despistó, Bryce se lanzó a morderle cariñoso la oreja. Tora se reía al notarlo, y luego, se sorprendió al ver que el chico se separaba y se ponía encima suyo, mirándole a los ojos.
-Creo... Que eso ya te lo hice una vez... -mencionó el chico, mas tranquilo.
-Si... Cuando lo hicimos en la entrada... Menudos lugares elegimos tu y yo...
-Quizás es porqué a ninguno de los dos le gusta la cama.
Fue en un par de segundos cuando volvieron otra vez a fundirse en un largo y profundo beso. La cadena de activación de instintos de Bryce empezaba a hacerse cada vez mas evidente, pero aún así, a Tora le asustaba bastante la idea: Si el chico recuperaba sus instintos lobunos pero no sus recuerdos ni su cuerpo, lo mas probable es que acabaría volviéndose loco, por no decir que a la gente le parecería un poco extraño a un chico que se lame una herida... Eso lo hacía él, ahora que lo pensaba.
-Bryce... -dijo el tigre, separándose del muchacho. -Si te notaras algo raro... Procura avisarme. De lo que sea. Procuraré ayudarte lo que pueda, ¿Entendido? -le mencionó. -Tu tranquilo.
Antes de que el chico pudiera decir nada, la puerta de la habitación de abrió de repente, con una imagen conocida: Ane, la coneja. La antropomorfa de orejas grandes y pelaje blanco iba con una plataforma que contenía en su interior un bol de barro con algo caliente dentro. Entraba contenta, pero de repente, al ver a Bryce y al tigre echados uno encima del otro, lanzó una exclamación y su expresión facial cambió de repente.
-¡¡Oh, cielos! ¡Acabo de ver dos mundos!
-¡No, no tranquila, Ane, no estábamos haciendo nada! -argumentó el chico mientras salía de encima de su novio, que se incorporaba deprisa. Ane continuaba mirándoles a ambos, de arriba a abajo, y al final, exclamó:
-Lástima que seas homosexual, Tora... -mencionó Ane. -Si no, serías mi caramelo favorito.
-Deja de decir burradas, tonta. -refunfuñó el tigre, sentándose en el borde y llevándose una zarpa a la frente, mientras cerraba sus ojos felinos y se tocaba el bigote. -Y si no fuera homosexual, te aseguro que no dejaría que me metieras mano.
-Bueno... Los tigres en celo se dejan hacer cualquier cosa si se les machaca mucho... -soltó la coneja mientras se acercaba a Bryce y le daba la comida. -Toma. Es ramén de pollo, que sabemos que ha acabado gustándote.
-¡Y tanto que me gusta! ¡Muchas grácias, Ane! -exclamó el chico. Su cara de apetito remarcó aún mas sus faciones lobunas, mientras cogía el bol y empezaba a beberlo. Luego se detuvo un poco, y se limpió los labios con el brazo. -Está buenísimo.
-Me alegro de que te guste... ¿Que tal la herida?
-Ah, bien... Muy bien... No tengo ningún problema. Mira.
Dejó la bandeja a un lado, y salió de la cama, levantándose. Se movió ligeramente, y luego, dió un par de saltos, pero al segundo, cayó al suelo algo dolorido, lo que hizo que de repente tuviera a Tora encima otra vez.
-¿¿Estas bien, Bryce, estas bien??
-Si, tranquilo... -dijo Bryce calmado. -Me he animado demasiado, no pasa nada, ¿Vale?
Pero en la ciudad, si que pasaba.
El lagarto no se había imaginado nunca que Soccho, la águila hembra, estaría esperándole en la calle, delante de la puerta de su casa, con la espalda apoyada en una farola. Lloviendo como estaba, no entendía como es que su "compañera" estuviera allí, en la calle, mojándose sin un maldito paraguas. En teoría él tendría que salir con uno, pero como que constiparse no podía demasiado. Se acercó con cuidado, lo suficiente para que soccho le mirara un momento y luego sonriera con los ojos.
-¿Que tal estas, Lizar? -le preguntó mientras se incorporaba. Su plumaje era completamente negro, con algunas manchas rojas en las alas, y llevaba atada en un lado de la cintura una bolsa, igual que Lizar con la suya.
-¿Que carajo haces en la calle? ¡Te vas a destrozar el plumaje! -exclamó el lagarto.
-Ah, bueno... Tranquilo... Llevo días sin poder volar. Llevamos un mes de lluvias... Este mundo da asco...
-Y según dicen en internet, las vamos a continuar teniendo en los próximos días... Que raro este tipo de cambios ambientales... Y esa sensación tan extraña...
Ambos se cruzaron con la mirada un momento, y luego, iniciaron el camino en dirección a la escuela. Por unos instantes, no se dijeron nada el uno al otro, pensativos.
-Tu lo notas también, ¿Verdad? -comentó Lizar.
-Si... Los rumores corren muy deprisa, y eso que los profesores intentaron que nada saliera de la escuela. -continuó la águila.
-Ya... ¿Cuantos llevan desaparecidos ya?
-Unos cuatro... Dos humanos, y dos antropomorfos. Esto es ilógico. -mencionó, moviendo las alas. -¿Que hace la policía? ¿Porqué no cierra la universidad?
-Supongo que como tiene dinero, pues no pueden hacerlo. -explicó Lizar. -Ya se que es una cuestión de moral, no material, pero es muy fácil. Corrompes a la seguridad nacional, y haces como si no pasara nada.
-¿Y los padres que dejan que sus hijos continúen ahí?
-Soccho... Todos somos mayores de dieciocho años, allí. Cada uno se espabila. ¿Que haces tu ahí, por ejemplo? ¿Porqué no te has ido, igual que ha hecho el resto?
-Lo haría, pero... -de pronto se mostró algo alterada, y continuó. -Ese dinero me costó conseguir, Lizar. ¡No puedo dejar el curso así como así!
-Pues como tu, hay muchas personas que siguen exac... ta..l.
Y en la inmensidad de la lluvia, otro mas que no llevaba paraguas alguno, dejándose mojar por el clima que en aquellos momentos azotaba la ciudad. Esta vez, la figura, derecha en una esquina, liba vestida con un traje negro, alargado, y con una capucha en la cabeza. A la condición de su cola podía asegurar que se trataba de un lobo. ¿O era una loba?
Su sombra se alargaba hasta cubrir las plantas rojizas que cubrían el jardín de uno de los hogares que poblaban la calle. Ni siquiera se inmutaba, ni se movia, el viento moviéndose en contra de ellos, agitando levemente la ropa mojada de aquella figura desconocida y totalmente extraña para ellos. Si el color azul parecía extraño, el hecho de estar ahí plantado sin movimiento alguno ya rompía todos los esquemas posibles.
Quizás fue por instinto, pero Lizar decidió acercarse un poco para procurar saber quien era. Una parte de él, pero, se negaba en redondo: lo mejor era un terrorista y se estaba metiendo donde no le llamaban, pero lo mas probable es que fuera alguien que necesitara ayuda. Además, con Soccho al lado suyo, no tenía miedo.
-Perdone... -dijo mientras alargaba una garra hasta el hombro de la chaqueta. -¿Le ocurre algo?
Y no tardó demasiado en averiguar quien era. Su posible hipótesi sobre algún terrorista desapareció de repente al ver quien era: Una loba que poseía unos ojos verdes, con un pelaje de color marron medio negrizo a copos, como si alguien la hubiera hecho brillos del color de la oscuridad. Su morro era algo achatado, y no podía averiguar nada mas, puesto que el resto de su cuerpo estaba completamente ocultado por la ropa. Miraba a Lizar como dubitativa.
-Es que... Yo... Me he perdido...
-Vaya... Debe de ser una estrangera. -argumentó Soccho, acercándose mas y mirando a la loba. -Dígame, ¿Hacia donde se dirigía?
-Hacia la... Universidad. -argumentó la hembra. -A buscar a mi hijo... Pero... Este lugar me es desconocido.
-Vaya... Debe de ir en nuestra universidad, lo mas probable. -aclaró la águila dirigiéndose a Lizar. -Será mejor que la acompañemos.
-Esta bien... Ah, veamos... Ella es Socchos, y yo soy... esto... Lizar. -se presentó, sorprendiéndose como de repente la loba sonreía suavemente.
-Me alegro. Mi nombre es Rikai, encantada de conoceros, y disculpad las molestias, jóvenes aprendices.
"¿Jovenes aprendices?" -en ese momento a Lizar le descuadró la forma que tenía de hablar la extraña, pero decidió no hacer objeciones. Era extranjera, ¿No? Seguramente se debía a eso. Se pusieron uno a cada lado de la extrangera, y entre los dos, fueron trazando camino hacia la Universidad. En ningún momento la mujer parecía querer decir nada, y de hecho, no lo hizo hasta que llegaron al edificio.
-¿Es este? -preguntó la loba, mirando seriamente la estructura grisácea.
-Si... Ahora está algo apagado, los días de lluvia no animan a los alumnos pero... Sí, esta es nuestra universidad. Y seguramente la de su hijo, aunque me extraña. -explicó el Aguila, lo que hizo que la loba la mirara de forma interrogativa.
-¿Por?
-Porqué... Digamos que de lobos quedan muy pocos. -mencionó Soccho. -Cuando el alumno Bryce desapareció, muchos lobos dejaron el lugar.
Y no se sabe si fué la lluvia, o quizás es que le sentó mal el desayuno. Fuera como fuera, a Soccho se le encogió el corazón en cuanto vio la cara de disgusto que llevaba la loba encima.
-¿Para mi?
-Claro que sí.
Bryce dudaba aún que la caja de madera que le ofrecía Uros fuera para él, sobretodo con las escrituras japonesas de todos los tigres que formaban el clan. Para muchos era una caja verde, para él era azul, por su daltonismo, mas que nada. El césped del jardín en el que se encontraban, trasero a la casa, sin ventanas ni nadie que pudiera observarlo al no ser que estuviera dentro a causa de estar cercado también por grandes paredes, se agitó un poco por el viento, y el muchacho hizo un movimiento instintivo para ponerse el pelo en su lugar. Miró al lobo que tenía delante, y luego, cogió la caja, sentándose en el suelo. El mismo gesto fué el que realizó Uros, aunque con una posición mas propia de la raza.
Luego, las ansias de saber que había dentro se apoderaron de él. Con cuidado, trató de abrir la caja, y en cuanto sacó la tapa, miró el interior, dejando una expresión de sorpresa en su cara.
Allí dentro, enrollado de tal forma que parecía una bola de pelo, había un pequeño zorro blanquecino, con un pelaje extenso, mas grande que su mano, quizás medía dos palmos. La criatura parecía tan pequeña, por eso, que daban ganas de cogerlo y achucharlo.
-Es... Precioso...
Y en ese momento, las orejas del zorro se agitaron levemente. Bryce observó como el pequeño abría los ojos levemente, y empezaba a levantarse, bostezando con cuidado, y desperazandose un poco. Tenía un rostro algo diferente, como el de un zorro de verdad, pero... Parecía incluso mas infantil. El pequeño abrió luego de repente los ojos, y miró a su alrededor, para mas tarde, abrirlos completamente.
-Aiba... Mioko se ha dormido.
Y ahí le rompió.
Bryce se apartó de repente al oirlo hablar, llevándose una mano al pecho, e incluso tembló un poco en cuanto vió como el animal apoyaba las patas en el borde para asomar la cabeza y mirarle sorprendido. De repente saltó de la caja, cayendo al suelo, y se acercó poco a poco, a cuatro patas, hasta que finalmente le husmeó la mano llena de vello. Luego le miró, y se echó a reir.
-¡¡Yupi!! ¡¡Mioko tiene Semu!! ¡¡Mioko está contento!!
-¡¡¿¿Pero si habla??!! -exclamó Bryce al final. Luego miró a Uros, que parecía tan tranquilo, y le dijo: -¡¡Uros, este zorro habla!!
-Ya lo sé, es normal. Es un Miosorento, al fin y al cabo.
-¿Un... Que...?
Y de repente se acordó de lo que dijo Tora en su momento, cuando le mostró al Pelz. Entre los antropomorfos y los animales de verdad, parecía ser que existía una categoria intermedia, de origen, al menos para él, desconocido. Ahora entendía el aspecto tan extraño de aquel animal: No era un zorro enteramente. Le acercó la mano a la nuca, y en cuanto vió que podía tocarlo sin que le mordiera, sonrió.
-Pero... Es un ser vivo... No podeis usarlo como regalo.
-Y no es un regalo. -aclaró el lobo. -Lo encontramos en el bosque, lo mas probable es que perdiera a su manada, y decidimos que quizás podrías cuidarlo tu, aunque debes de tener cuidado... Son muy... hiperactivos.
Y antes de que pudiera reaccionar, Bryce ya tenía a Mioko correteando a su alrededor sin parar. Contento, echó a correr tras él para pillarlo, pero el zorro no se dejó capturar tan fácilmente, echando a correr hacia otros lares del jardín.
-¡¡Será posible, espera a que te coja!! -exclamó Bryce ofendido. Y al cabo de unos segundos, ya estaban ambos corriendo de un lado a otro sin parar apenas. Uros se reía viéndolos tan felices, y se alegró de que el muchacho tuviera una capacidad tan grande de recuperación. De repente se sorprendió al ver como el híbrido capturaba al zorro tan deprisa, y se quedaban ambos tendidos en el suelo. El zorro parecía sorprendido de haber sido cogido tan deprisa, y miraba a bryce sin saber que hacer. -Te tengo. -dijo Bryce.
-Jo... Mioko ha perdido...
-Exacto. Y como has perdido... veamos... ¡Ah, ya sé! -lo cogió con ambas manos, y se lo puso encima de la cabeza. -A partir de ahora tendrás que estar en mi cabeza todo el día, ¿Vale?
-¡¡Chiii!! ¡¡A Mioko le gusta!! -exclamó de repente, riéndose. Si, definitivamente aquella criatura era lo mas infantil que podía haber personificado. Bryce le acompañó con su propia risa, mientras trazaba el camino de nuevo hacia Uros, que los miraba divertido con los brazos cruzados.
-Veo que os habéis hecho muy amigos. -dijo el lobo.
-¡¡Si!! -exclamaron los dos de repente, y volvieron a reír de nuevo. -Sí, es un encanto. Cuidaré de él, tenlo por seguro. -mencionó Bryce.
-Me alegro de que sea así. Veo que tienes muy buena mano con los pequeños.
-Bueno... Es que cuando era un Dorei... También tenía que tener paciencia con ellos.
Y de repente un recuerdo se le cruzó por la mente. Hasta ahora, siempre se había hecho la idea de que había nacido prácticamente para ser Dorei Gakusei, pero... Ahora que sabía aquello, aquellos recuerdos no eran completamente ciertos.
-Dorei... Así que estuviste como Dorei... -mencionó Uros. -Oye, Bryce... ¿Has logrado recordar algo de mí?
-No... Lo he intentado, pero no... Me resultas familiar, por eso... Quizás por eso me caes bien...
-Ya...
Las palabras de Bryce le hicieron bastante daño, y el chico se quedó sin saber apenas que hacer. Animar a Tora era fácil, le tenía siempre a su lado. Animar a Uros... Eso era muchísimo mas dificil.
-Bryce... -empezó el lobo de nuevo, mirándole seriamente. -Oye... ¿Y como va eso de los Doreis?
-Bueno... es algo dificil de explicar... Veamos. Se trata de gente que tiene que servir, y prácticamente todos son humanos. -mencionó. -Hay tres lineas: La Kioiku, que digamos que es la mas afortunada porque te saca de los lugares donde te meten muy deprisa, y se divide entre los Doreis Gakuseis, y los Sensei. Algunos de los humanos que van en la Universidad de Tora son Doreis Senseis. Los Gakuseis son los que se encargan de hacer las faenas de casa de los estudiantes, y los Senseis, de los profesores. Yo era un Gakusei.
-Interesante... Continua.
-Bien, había otra linea. Creo que era la Otona, y tenía a los Doreis Seiteku, y a los Doreis Ugoku. Y finalmente, tenemos a la línea Binijesuman, de los que solo se conocen a los Kijiyo. Los únicos que se mueven en realidad de un lado al otro del mundo son los Gakuseis.
-Vaya... ¿Y Tora te reconoció así como así?
-Pues no me lo ha explicado... Cuando le ví por primera vez, no me era nada familiar. Fue al día siguiente que se comportó de forma extraña conmigo y... Entonces me dí cuenta... Que me sentía atraído por él. Fue cuando Tora estaba en celo, así que supongo que en ese momento iba algo encendido conmigo.
-De Tora me lo espero. Siempre ha ido encendido cuando está en celo. -se rió el lobo. -¿Y que? ¿Ya habeis tenido relación seria?
-Hace tiempo.
Se produjo un silencio absoluto, en el cual solo Bryce mantenía una sonrisa de orgullo al recordar la experiencia.
-¡¡¿¿Te lo has montado con Tora??!! -exclamó de repente el lobo.
-Sí, y a decir verdad, me gustaría repetir. Ambos lo pasamos fenomenal... Aquella vez fué quizás un accidente, aunque queríamos reconocer nuestra relación de una maldita vez. -admitió sonriente. -La próxima vez, quiero que sea a conciencia... Uros... ¿Y esa cara?
Una cara de tristeza. Uros parecía fastidiado ante el comentario del muchacho, quizás incluso lo había deprimido un poco y todo, intención que no fue causada a conciencia por Bryce, que parecía algo sorprendido.
-Uros...
-No pasa nada... Es que... Uff... Si tu y Tora estáis íntimamente relacionados, ya solo quedo yo.
-¿Tu? ¿Para que?
-¡Para tener una relación séria, para eso! ¡Pero soy incapaz, maldita sea!
-¿Incapaz? -Bryce se rió ante el comentario de Uros, y se acercó un poco a él, apoyando la mano en su hombro peludo. -Así que hay alguien ya, ¿no?
-Si... Pero... No me atrevo... De hecho, creo que ni me conoce.
-Uy... Cita a ciegas, eso fastidia bastante. Pues mira, por haberme ayudado a conocer a Mioko, te ayudaré a tí.
-¿Que?
-Pues eso, que me lleves hasta ella.
Uros fué a protestar, pero en cuanto vio a Bryce cogiendo la caja de madera y la tapa, decidió no decirle nada. En esos momentos era cuando se notaba que el muchacho iba en serio y que nada iba a sacarle la idea de la cabeza. Bryce se incorporó, y pasando un brazo por encima de los hombros del lobo, se lo llevó lentamente hacia la entrada, sin resistencia alguna por parte de Uros, que parecía incapaz de decirle nada. En un principio tendría que ser él el que fuera a conocerla, pero reconocía también que necesitaba un pequeño empujón para ello.
Lizar salió del despacho del secretario, llevándose una garra a la escamosa cabeza, completamente disgustado. Definitivamente, sacarse el título de traductor iba a ser bastante difícil, y no muchos lo lograban. Hasta ahora, los obstáculos que se había encontrado habían sido bastante fáciles, pero desde que había vuelto que se le había complicado la cosa. Aunque al hacer el cambio de nombre había podido conservar sus estudios, necesitaban una prueba para confirmarlos.
Tenía que traducir una obra del humano Shakespeare del inglés al japonés, cosa fina. Y no podía recurrir a una traducción ya hecha porque desde las batallas que los libros humanos habían desaparecido prácticamente del mapa, y solo se editaban los mismos a cuenta gotas y en su idioma original.
Se dirigió con paso lento hacia la biblioteca, pasando por un par de pasillos completamente vacios y llenos de armarios que esperaban que sus alumnos vinieran a recoger sus mochilas. Tenía un mes para traducir aquel libro, y no es que tuviera demasiadas ganas, pero si quería vivir en un futuro próximo, ya podía espabilarse. Se animó como si nada, y a paso rápido, fué hasta la habitación llena de libros para pedir el suyo.
-No lo tenemos.
-¿Y cuando... os llegará? -preguntó Lizar a la bibliotecaria, una dragona rojiza, con los párpados anaranjados, y bastante rellenita. Sus cuernos, redondeados, se inclinaban hacia adelante, y sus alas eran como dos extensiones de su piel que se estiraban por voluntad propia, alejándose de un cuerpo bastante rechoncho. La bibliotecaria, llamada Ky?kasho (O eso parecía, por lo que decía su tarjeta de visita que llevaba colgada en su camisa azul) le miraba sorprendida.
-Lo mas probable es que tengamos que encargarlo y que nos tarde bastante.
-Ya... Grácias...
Tendría que recurrir a Internet otra vez. Asintiendo con la cabeza, se dió la vuelta, y salió de aquel lugar, tomando camino hacia la salida de la universidad. Allí no tenía nada mas que hacer, puesto que ya había sido informado al respecto de su ejercicio final. Ahora tendría que ponerlo en práctica.
Lo primero que hizo en cuanto llegó a casa fue ir a su habitación. Su madre no estaba,así que no era de extrañar que no se hubiera molestado en preguntar. En cuanto se sentó delante del portatil, revisó el chat, pero nadie había dicho nada acerca del tema que buscaba. Cerró la ventana al final, cansado, y empezó a buscar el libro que le habían pedido al inglés.
-Venga... Vamos... Vamos... Perfecto.
Ni siquiera miró a ver si era el archivo original. Ahora mismo para él, el tiempo era oro, así que cogió el link que obtenía, y le dio a imprimir directamente. Al instante, los leds de su impresora láser empezaron a parpadear, y rápidamente la máquina empezó a expulsar hojas escritas. Cogió una de ellas, y la revisó bien... Si, no había duda, era ese.
-Primer obstáculo salvado.
Mientras se imprimía, salió de la habitación, y se dirigió al comedor, un espacio abierto y rectangular. Habían muebles al lado de la puerta y en la pared que había a su derecha. Al fondo, debajo de las ventanas cubiertas con cortinas, había un par de sofás, y en el centro, una mesa de madera. Se dirigió a uno de los muebles de la derecha, y lo abrió, sacando de allí una billetera roja. La abrió para ver si tenía dinero suficiente para una comida en el bar, y luego, se la guardó en el bolsillo del pantalón, y se fue de nuevo a su habitación.
Tendría que ir al bar, pedir una enorme ensalada, y leerse el libro de arriba a abajo para saber bien de que iba. Luego, tendría que señalar las palabras que no se acordaba... En definitiva, tendría que elaborar un rigoroso proyecto que le llevaría bastante tiempo.
En cuanto acabó de imprimir, cogió las hojas, las metió dentro de una carpeta, y apagó el portatil y la impresora. Luego se detuvo un momento, pensativo, y mas tarde, dejando la mente en blanco.
¿Para que corría?
Ciertamente, estaba tan cabreado que parecía que inconscientemente se había propuesto acabar antes de tiempo, y eso era precisamente lo que seguramente los profesores buscaban: Una metedura de pata. Miró la carpeta un momento, y finalmente, la dejó encima de la impresora, dejando el trabajo para mas tarde. No obstante, la idea de ir al bar a tomar algo y relajarse un poco seguía sin sacársela de la cabeza, por lo que una sonrisa asomó el morro del lagarto.
A decir verdad, no era la idea de relajarse, si no la idea de hambre. Desde que había hecho el cambio, cada vez que pensaba en un plato de lechuga... Se le hacía la boca agua. Habían veces que los instintos le podían mas, y esos momentos los odiaba profundamente.
Cerró la puerta detrás de él, y bajó las escaleras, en dirección hacia la entrada. Ahora que lo pensaba, ¿Cuantas veces había bajado esas escaleras como humano? Cientos de veces, pero siendo sinceros, no era lo mismo bajarlos como lagarto, era mucho mas incomodo.
Salió por la puerta, y la lluvia volvió a mojarle. Ahora que se acordaba, había entrado empapado en casa... Aquella noche tendría bronca en su casa, fijo. Quizás debería volver y limpiar un poco el piso... Ya lo haría luego. Podría comer en el bar, fregar la casa, e incluso quizás luego podría dedicarse un poco a traducir.
Con esa idea en mente, comenzó a caminar en dirección hacia el restaurante. A medida que lo hacía, otra vez se le hacía la boca agua, por lo que tuvo que reprimir la idea pensando en otra cosa. Controlar el lado animal era bastante difícil, y por primera vez entendía algo.
Entendía porque los antropomorfos a veces envidiaban a los humanos.
Ciertamente, al menos para él, era imposible convivir con eso. Era imposible ser racional del todo si ante ciertos estímulos una parte de él reaccionaba de una forma poco... "Educada". Y aún no le había cogido la época de celo, entonces ya alucinaría en colores.
"Esto es un asco... ¿Como se puede vivir así?"
Vivía en un mundo gris, apagado, y sin vida, con seres que no se hablaban los unos a los otros por miedo quizás a descontrolarse. Se notaba aprisionado, ahogado, sin ganas de hacer nada. Ahora, por primera vez, comprendía como iban las cosas, y por esa misma razón, deseaba ser mas humano... Como lo era antes.
Entró en el restaurante en cuanto llegó, y observó el lugar con atención.. La gente hablaba en voz alta, de tal forma que el ambiente era estridente. Se fué hasta la barra, y esperó a que la dependienta, una zorra, le atendiera en cuanto acabara con el que tenía delante suyo. En cuanto pudo, pidió una ensalada doble, y cuando se la sirvieron, pagó lo debido, y se fué hasta el piso de arriba.
Allí, el ambiente era mas relajado, tal como se temía (Seguramente por el cartel de "No gritar" colgado bien grande en una de las columnas) lo cual no le alteraba tanto. Buscó una mesa vacía, y aunque al principio le pareció imposible, pronto la encontró: al lado de otra donde había una orca y un grifo hablando entre ellos. Se fué hasta allí y se sentó, preparándose para comerse la ensalada.
-¡Que hambre tengo! -dijo contento.
Lo bueno que tenía con ser un lagarto es que cuando tenía hambre, disfrutaba aún mas de la comida, y cuando la tenía en el estomago, se sentía completamente lleno y a gusto. Realmente, a eso no le hacía nada de ascos., así que se preparó a darle buena cuenta, saboreando a placer.
-Ya tio, pero te aseguro que no es normal, la forma en que actua Baka... Y tu siempre protegiendo.
-Ya, pero... Ufff... No se, me da lástima.
Aquellas dos simples frases le absorbieron por completo, parando oído al resto de la conversación, procedente de la mesa donde se encontraban la orca y el grifo. Ambos eran bastante altos, y con los cuerpos bien formados, por lo que tenían tipo de jugar al baloncesto.
-Creo que deberíamos llevarlo a un médico, Shinke, en serio. -decía la Orca. -No es por nada, pero realmente empiezo a pensar que Baka tiene algún problema... no se... Como que está... algo...
-¿Loco?
Esa palabra no fue lo que realmente asustó al lagarto, si no mas bien la forma con la que se había dicho. Miró de reojo la escena, contemplando a un grifo que se levantaba de repente, mirando con aquellos ojos de cazador a la orca, cabreado, y luego dejando a un lado la silla y dirigiéndose hacia la escalera, dejando ahí la comida. El lagarto observó como el grifo desaparecía, con intención quizás de no volver, y luego miró de nuevo a la orca, que parecía ahora algo deprimida.
-Sh, sh!
-¿?
La orca miró un momento al lagarto, extrañado, y este, con la cabeza agachada, le susurró:
-Pasa de él, se lo pensará dos veces y volverá.
-Ya. Lo hace siempre. -argumentó el otro. -Son típicas rabietas de un niño, en fin... Me tocará otra vez comer solo.
-Pues... Vente aquí, no tengo problema, yo también estoy comiendo solo.
-¿En serio?
-Sí, no me importa.
La orca miró un momento los alrededores, y luego, cogió su bandeja y se dirigió hasta la mesa de Lizar, sentándose enfrente suyo. El plato de la orca estaba lleno de comida variada: Un poco de pasta, verdura, carne, y condimentado con un vaso de coca-cola.
-Muchas gracias por la invitación. -dijo. -A propósito, me llamo Odayaka. -se presentó.
-Yo soy Lizar...
-¿Lizar? Tu eres el que vino hace dos meses para acabar sus estudios, ¿no? -acertó Odayaka, mientras pillaba un poco de pasta. -¿Que te parece la Universidad?
-Bien... No está mal, aunque no me relaciono con nadie. -dijo el lagarto. -Odayaka... ¿Tu eres la estrella de baloncesto del equipo de Volume?
-Sí... Pero los dejé. Demasiada fama, y a mi me agobia bastante, aunque hace poco que volví otra vez. -explicó Odayaka. -Dentro de poco firmaré un contrato, y en cuanto acabe con los estudios, volveré a jugar con el equipo con el que me crié.
-Vaya... Oye... Y ese compañero tuyo... ¿Que le ha ocurrido?
Tardó bastante en recibir una respuesta, puesto que Odayaka continuó comiendo un poco, quizás para meditar bien la respuesta.
-Digamos que ambos tenemos un amigo en común. -Odayaka se limpió un poco el morro y prosiguió: -Se llama Baka, pero siempre anda... Como desconectado del mundo. Nunca se da cuenta de lo que hace y de hecho, no se le puede confiar un secreto. Parece un niño pequeño. Al principio pensé que lo hacía de broma pero... La cosa es seria.
-¿por?
-El otro día Shinke le pidió agua y se la trajo... Cogida del videt del vater. -al decir eso hizo una cara de asco, y mas tarde, continuó. -A él no le hizo ninguna gracia, y a mí menos. Empiezo a pensar que ese oso está enfermo de la cabeza... Pero no se porqué ese grifo no quiere hacerme caso. Ni que fuera un pariente cercano o algo parecido.
-Quizás es que al ser un buen amigo le sabe mal que el resto se meta. También ocurre. -explicó Lizar mientras comía un poco de ensalada. -A veces hace daño y ofende un poco...
-Ya... Oye, ¿Está buena esa ensalada? -le preguntó, señalándola con la cabeza.
-Ah, ¿Esta? Bueno, sí, supongo... ¿Por?
La orca negó con la cabeza.
-La última vez que traje aquí a Tora, sufrió un corte de digestión de narices. Pidió que no le pusieran vinagre, y le pusieron el doble. Ya se sabe... El estomago de un tigre no es que esté preparado para según que cosas.
-Tora...
-Sí, quizás le conozcas. Era parte del equipo de los Fire Fasters antes de que nos separáramos. -explicó. -Es un tigre, y está enrollado actualmente con un humano que... a decir verdad... hace tiempo del que no se nada...
Odayaka se apoyó en el respaldero, y se metió una mano en el bolsillo del pantalón, sacando un móvil azulado. Lo abrió, miró un momento las teclas, y finalmente, marcó una série de números, llevándoselo después a lo que parecía ser su oído.
-Mierda... "No puede realizar esta llamada porque no está disponible en la modalidad de su móbil." -imitó, haciendo carotas. Lizar se rió un poco, quizás la primera vez que se reía en los dos meses que llevaba ahí. -Te lo juro, estos móviles son un asco.
-Llama desde una cabina, ¿no?
-Desde las cabinas no se pueden llamar a móviles. Norma del gobierno oriental. -explicó Odayaka mientras colgaba el móvil. -En fin, tendré que esperar a llegar a mi casa y poderles llamar.
-¿Por motivos de seguridad?
-¿No lo sabes? -Odayaka volvió a mirar a los alrededores, y luego, apartó su bandeja, inclinando su cabeza hacia la mesa mientras miraba a Lizar seriamente, y haciendo que su aleta dorsal se alzara. -Han desaparecido tantos niños que están haciendo mas compleja la red de llamadas. -explicó, entre susurro. -Para llamar a un fijo debes de hacerlo desde otro fijo, y para llamar a un mobil, debes de llamar desde otro mobil. Para llamadas exteriores a tu ciudad, debes pedírselo a la operadora. Han recibido muchas críticas.
Lizar se quedó parado al escuchar la noticia de Odayaka. Sabía que los niños estaban desapareciendo, pero no tenía ni idea que el gobierno hubiera decidido tomar esas medidas. El lagarto siseó un poco, y se encogió de hombros.
-¿Se les ha ido la olla o que?
-Que va. Han pinchado las lineas, así les es mas fácil controlar el tráfico telefónico. -explico la orca mientras se alzaba otra vez, apoyando un codo en la mesa. -Si un día oyes un ruido extraño mientras hablas por el teléfono de tu casa, que sepas que es que lo han pinchado.
Lizar fue a responder algo, pero en ese mismo momento, escuchó el sonido de una rádio. Tras él había alguien que parecía estar jugando con una rádio. Paró oído atento en cuanto escuchó el mensaje de una interlocutora, que a pesar de parecer interesante, no lograba relacionarlo con nada.
//... Si, Charlie, el ataque ha sido hace tan solo cinco minutos. La señora está bien, pero la calle Nekoro ha quedado prácticamente bloqueada, siendo el número 76 la mas afectada por ser el núcleo principal de este atentado que...
Número 76. Calle Nekoro. Lizar logró relacionar esos datos con los de su casa. ¿Un atentado? ¿Una señora? Lizar notó como si cientos de hormigas corrieran por sus extremidades hasta su cabeza, mientras su expresión facial cambiaba a una mueca de miedo que aterrorizó hasta Odayaka.
-¿Ocurre algo? -la preguntó esta, pero no obtuvo respuesta. El lagarto se levantó de repente y se dio la vuelta, en dirección hacia las escaleras, tirando por el suelo la mesa con la comida por culpa de la cola. Odayaka, al ver lo alterado que estaba, echó a correr tras él, dejando la comida tirada por el suelo. Ambos salieron del restaurante ipso facto, uno siguiendo al otro.
"No tiene lógica. ¿Mi casa? No puede ser, la de la rádio tiene que haberse equivocado. Es imposible... ¿Porqué a mi casa? ¿Porqué a mí?"
Ambos corrían sin parar, esquivando a la gente, con empujones también, dicho sea de paso. Esquivaban obstáculo, barreras para coches, motos, lo que fuera. Incluso se opusieron al tráfico jugando se la vida al cruzar en rojo en medio de la calle. Odayaka perseguía a Lizar porqué, después de ver la cara que había puesto, se temía algo malo. Y Lizar también, en cuanto empezó a ver una humareda salir tras los árboles de un parque.
En cuanto torció la esquina, se detuvo de repente al visualizar unas vallas bloquear la calle. Estaba completamente llena de policías, y el humo no procedía de otro lugar que de su propia casa, donde había, además, una congregación de ambulancias y bomberos. Asustado, agitó la cola furtivamente, y empezó a correr por encima de los coches policía haciendo uso de su habilidad de trepar por las paredes, esquivando a los que querían detenerle (Odayaka no tuvo la misma suerte) hasta llegar a las ambulancias.
--¿Que ha ocurrido aquí? ¿Que le ha pasado a... mi... ca... sa...?
O lo que quedaba de ella.
De repente, lo que en teoría era la parte superior de su casa había quedado reducida completamente a cenizas, y la parte de abajo estaba chamuscada en su mayor parte. Asustado, miró a todos aquellos que lo rodeaban, y nuevamente, a la casa. Su hogar, el hogar... Estaba... Quemado...
¿Pero porqué?
-¡Lizar!
El lagarto se dió rápidamente la vuelta, sintiendo el abrazo de su madre llorando. Se quedó un rato sin saber que hacer, aún en estado de Shock, pero luego la rodeó con sus brazos escamosos, mirando de calmarla. Estaba temblando de miedo.
-Tranquila, Mama... Estoy viendo...
-Por un momento... Pensé que tu...
-Tranquila... Sigo aquí. -murmuró, mirando de calmarla. -¿Que haces aquí? ¿No tendrías que estar trabajando?
Su madre no se molestó en responder, y Lizar prefirió no forzarla a ello. La gente de su alrededor se movía desenfocada, borrosa, como si todo ocurriera a cámara lenta, y a él, le entró una punzada de dolor.
-Disculpa...
Lizar alzó la mirada para encontrarse cara a cara con otro lagarto, esta vez hembra, vestida de enfermera, y agarrando a su madre por los costados cariñosamente. A Lizar le costó un poco, pero al final, comprendió que era mejor dejar a manos de los médicos su estado mental, y la hizo una carantoña en la mejilla, soltándola luego. Con la mirada, tenue, compasiva, conectó con su madre para que esta al final se dejara llevar por la especialista. Observó con cuidado, con cariño, como esta se alejaba lentamente de él, sin perderle de vista, como si fuera lo único de lo cual dependía su vida. (Y de hecho, era así en parte), hasta que al final, la enfermera la obligó a mirar hacia delante, lo que hizo que perdieran el contacto.
Lizar suspiró, aún con el dolor en el pecho, y se volvió ligeramente, tragando saliva. Durante la vuelta, pudo ver como Odayaka se iba acercando poco a poco, algo cabreado, hasta él.
-Joder... No me dejaban pasar... -murmuró Odayaka en cuanto se acercó. -Pero bueno, ya estoy aquí... Joder.... -eso fué lo que soltó en cuanto vió la casa, y soltó un sonido propio de una orca. -Esto... ¿Es tu casa?
-Lo era. -rectificó Lizar mientras se acercaba pesadamente hacia el buzón, arrastrando la cola. -Pero ahora... Ahora... No se donde vamos a vivir... No podemos reconstruir la casa, no tenemos dinero para ellos... No se lo que vamos a hacer...
Acarició con cuidado la caja de metal donde se guardaban las cartas, mirándolo sin saber realmente que mirar. Se fijó de repente en algo: Una carta. ¿Como podía haber una carta ahí? Su madre normalmente era la que las recogía todas al salir, ¿Como era posible, entonces? ¿Es que se le había olvidado? Tocó la puertecilla, abriéndola, e introdució la zarpa, sacando de ella una nota doblada. En cuanto la vio, vislumbrada al sol, miró un momento a Odayaka, y luego, se apresuró a desdoblara:
"Por mucho que tu madre te borre del registro, te encontraré allá donde estés.
Eres mi títere, no lo olvides. Espero que este escape de gas te haya servido de lección."
Un escape de gas. Por eso habían dicho que se trataba de un ataque terrorista, por la explosión que se habría producido a la hora de prender fuego.
-Lizar... -empezó a decir Odayaka.
-No hables. -dijo. -No quiero que nadie hable... Esto es una mierda...
Y cayó de rodillas, completamente destrozado.
Se acercaban. Ane se estaba acercando a Uros. Este se giraba, la miraba. Unos momentos de tremendo silencio, causados por la lejanía en la que se encontraba Bryce. Ellos dos hablaban, Ane sonreía, luego se ponía seria, como dudando, y luego, volvía a sonreír. La posición de las orejas de Uros le permitía saber en todo momento como se encontraba de ánimo: Primero triste, luego alegre, finalmente triste otra vez, y luego, excitado. Al final, ella se alejaba, y él esperaba ahí, a que Ane desapareciera del mapa, para enfocar su vista a la ventana donde Bryce se encontraba asomado, a varios metros de altura, haciéndole un gesto positivo con la zarpa.
-¿Ayudando a abrir corazones? -preguntó una voz familiar, la del tigre, detrás de él. Bryce se giró, mirandole cara a cara, sonriente. Él alegre, el otro... Parecía enfadado. Su rostro restaba sereno, pero sus ojos amarillentos, con las pupilas rasgadas, parecían destilar rábia y dolor. De hecho, solo hacía falta ver como tenía las zarpas: Con las uñas retráctiles sacadas. Se alegró de que Mioko no estuviera allí ahora: Se había largado a jugar a alguna parte.
-Supongo que además de abrirlos, tendré que... -pasó un dedo por el pecho del tigre, poniéndose sério. -Curar los que parecen heridos... No insistas mas, Tora... Tu padre está muerto.
Un mes, un mes llevaba desde que buscaba a su padre, sin anuncio alguno. Estaba muerto, pero Tora, incapaz de admitirlo, no paraba de buscarlo una y otra vez, a la esperanza de encontrarle algún día y cantarle las cuarenta.
-No puede ser, Bryce. -explicó. -No puede ser que mi padre esté muerto si me llamó dos veces, o mas. Y me estuvo pagando el alquiler, ¿Recuerdas?
-Tora, tranquilo, cálmate. -dijo, llevando las manos a los brazos del tigre, sintiendo los músculos tensos de este. -En este estado no lograrás nada, ¿Entendido? -le explicó, acariciándole los brazos. Notó como poco a poco, este escondía las garras, relajándose, y sonrió al ver que su método funcionaba.
-No se como lo haces, pero siempre logras la reacción que quieres de mí.
-Bueno... Será porque soy tu novio, ¿no? -dijo, pasando la yema de los dedos cuidadosamente por encima del pecho del tigre, haciendo que el pelaje de este se erizara un poco. -Oye... Estaba pensando que... Después de estos dos meses... Bueno... Me gustó mucho lo que hicimos en la entrada. -le explicó, mirándole a los ojos, sonriente. -Pero aquello lo hicimos prácticamente por instinto, y pensé que si nos poníamos en serio quizás nos divertiríamos mas... ¿Te apetece?
Observó a Tora un rato, que mantenía una suave sonrisa en la cara, y empezó a inclinar levemente la espalda, hasta que llegó a sus labios. Los lamió con mucho cuidado, y luego, intentó que Bryce le siguiera la trabeta, besando suavemente. No tardó en ver como el muchacho respondía calmado al trato, dejandose llevar en un beso coordinado, cariñoso, lleno de pasión. Y en ese beso, como crios, se notaban las ganas del otro por querer jugar juntos de nuevo otra vez.
-En el bosque hay una cueva oculta... En ella podemos gritar todo lo que queramos sin que nos oigan... Bueno, en mi caso rugir... ¿Te apuntas?
Bryce le tocó la nariz un momento, sonriente, y al instante, ambos ya se habían cogido de la mano, corriendo el uno con el otro hacia las escaleras. Comenzaron a bajarlas, en dirección al enorme portalón de la entrada, e ignorando a los guardias que los vieron, salieron juntos entre risas y carcajadas. A diferencia de algunos, lo suyo era mas bien por diversión. Les gustaba experimentar, ver las reacciones del otro, y sobretodo, ver si era lo suficiente para sentir el amor del contrario.
Estuvieron un rato corriendo entre los árboles del bosque, acercándose cada vez mas a una clariana. Allí, Tora le llevó hasta una pared llena de enredaderas, y se detuvo delante de ellas, viendo como la expresión de Bryce cambiaba de estar contento a estar extrañado.
-Antes de que digas nada... Mira...
Con una zarpa, apartó suavemente las enredaderas, dejando lugar a un pequeño hueco donde podía pasar una persona agachada. Tora fué delante, a cuatro patas, y Bryce le siguió detrás de él, manchándose toda la ropa. La verdad es que tampoco le importaba, porque dentro de un rato acabaría completamente sucio todo su cuerpo.
En cuanto salió y se incorporó, se dió cuenta de lo que Tora se refería: Se trataba de una sala un poco grande, lo suficiente para que los dos se movieran con naturalidad. En el techo, había un agujero donde entraba un rayo de luz, suficiente para ellos dos, pero por mucho que hicieran ruido, nadie les podía oir ahí. Tenían toda la libertad que quisieran, y aquello les emocionaba.
Bryce se colocó encima del rayo, alzando los brazos, y sonriendo por la luz que le iluminaba. Tenían total libertad, podían hacer lo que quisieran, una novedad nunca vista antes. Notó una presencia tras él, la del tigre, que se había quedado también mirando la luz durante un rato.
Luego, notó algo húmedo pasar por su cabello, un momento rápido, pero decisivo. No se movió apenas, y de repente, volvió a sentir otra cosa húmeda pasar por su cabello. Unas zarpas fuertes, proveídas de unos musculosos brazos, comenzaron a pasar por sus hombros, acariciándolos suavemente, relajandole completamente. Pronto sintió el aliento de Tora pasar por su cabello, y en un momento trazó la idea de lo que estaba ocurriendo: El tigre, nuevamente, le estaba lamiendo. No le importaba, al contrario, le hacía bastante gracia, sobretodo en el momento en que empezó a descender, lamiendole la mejilla, y mas tarde el cuello. Las zarpas continuaban haciéndole un masaje en los hombros, y finalmente, comenzaron a descender, lentamente, dejando notar el cuerpo del chico debajo de ellas. Su morro descendió suavemente por su cuello, oliéndolo al principio, haciendo reir al chico después y, ya de paso, sonreír a él. Como le encantaban esos momentos tan íntimos.
El chico apoyó la cabeza en el pecho del tigre, respirando pausadamente, sintiendo los latidos del corazón de este, el calor de un cuerpo que se iba encendiendo por momentos. Sintió como las zarpas iban descendiendo hasta llegar a su estómago, donde se detuvieron un buen rato, como dudando, aunque a él no le importó. Ya solo así se encontraba de maravilla. Luego, el camino de estas continuó de nuevo, bajando sin piedad alguna, pero sin acelerar. En cuanto pudo, comenzó a mordisquear la tierna oreja del tigre, y este ronroneó un poco mientras sus zarpas se detenían por un momento en la cintura del chico. Su intención era clara y segura: Desatar los pantalones y quitárselos, pero no quería ir tan rápido. Al contrario, quería experimentar algo nuevo y descarado, dicho sea de paso.
Subió un poco una de las zarpas, y con mucho cuidado, la internó por dentro del pantalón, con mucho mimo y cariño, a la idea de no lastimar a Bryce si de repente se sentía incómodo. No encontró, en un principio, ninguna otra prenda de ropa, puesto que en el clan suyo no se usaban calzoncillos, así que el híbrido se había vestido con lo que los tigres podían haberle ofrecido. Eso, por lo tanto, daba una clara idea de lo que se iba a encontrar y se encontró: Un extenso vello. Se detuvo un rato ahí y luego, continuó descendiendo la zarpa poco a poco, entrometiéndose en la zona privada del muchacho, aunque lentamente, cuidandose de cada una de las reacciones del muchacho, que parecía dejarse hacer lo que quisiera.
Viendo que no se oponía, realizó un ligero movimiento repetitivo sobre la zona privada, jugando para ver cual era el comportamiento del muchacho. Este se movió un poco al principio, y luego, sintiendo que le fallaban un poco las fuerzas, se agarró al tigre con cuidado, puesto que el pecho de este estaba tocando la espalda de Bryce. Lo segundo que contempló fué un ligero y largo suspiró por parte del chico, y finalmente, este continuó mordiendo la oreja al principio, y mas tarde, lamiendo el pelaje del cuello suavemente, a medida que notaba como el tigre se aprovechaba de él. A cada segundo que pasaba, notaba como la temperatura corporal iba subiendo lentamente, y sus orejas, como no, se iban poniendo cada vez mas rojas. Gimió un poco en cuanto Tora finalmente se paraba, recuperando sus fuerzas de nuevo.
La zarpa del tigre salió de donde se encontraba, suavemente, después de lograr su objetivo de encender al lobo, y entrometió las zarpas, suavemente, en el nudo del pantalón, desabrochando, y dejándolo caer. Prácticamente ya iba tal como el mundo le trajo, de tal forma que el contacto de su pecho con el cuerpo de este era incluso mas emocionante e íntimo.
Notó las manos del muchacho descender por su cintura a ciegas, hasta que finalmente, también parecía que había encontrado el nudo del pantalón. Se rió un poco al ver que prácticamente le iba a costar mucho mas desatar en esa posición, pero no se rindió en ningún momento. Lamiendo aún el cuello del tigre, continuó esforzándose, hasta que finalmente, el tigre estaba prácticamente en las mismas condiciones que él. En ese momento se dió la vuelta, librándose de las zarpas del tigre, y mirándole cara a cara, el úno con el otro, a la espera del próximo movimiento.
El chico inició entonces un recorrido de manos, sintiendo debajo de ellas toda la fuerza que el cuerpo del tigre emanaba, cada uno de sus músculos en tensión, listos para saltar en cualquier momento, la cola agitando de lado a lado, a la espera de lo que iba a ocurrir. El chico continuó bajando suavemente por los hombros del tigre, presionando suavemente las teclas adecuadas, pasando luego a su pecho, sintiendo bajo él el pelaje de aquel antropomorfo. Regresó de nuevo a los hombros, besando otra vez en la boca, enredando sus lenguas, y finalmente, se separó de él, acercándose a una pared y sentándose en ella, haciendo que el tigre le siguiera y se sentara a su lado, mirando ambos la luz que entraba.
-Me apetecía mucho estar así otra vez. -mencionó Tora.
El silencio continuó un buen rato, hasta que un corto rugido proveniente del tigre lo rompió, a la vez que este alzaba la cabeza y cerraba los ojos. Las manos del chico se habían apoderado de su zona privada, y con sensibilidad y juego, iban jugando con ella. El tigre respiraba con ansiedad, con ganas, tragando saliva, a la vez que sentía como el muchacho, que le había engañado en parte, iba jugando con él, logrando lo que se proponía, seguramente como venganza. La sensación duró un rato, luego desapareció, y finalmente, se sintió relajado. Miró un momento a Bryce, y cruzó con él una suave mirada. Luego, este rompió el contacto, y comenzó lamer primero su cuello. Continuó así un bueno rato, hasta que finalmente, poco a poco, fue descendiendo ante la tenue mirada nublada de Tora.
Cuando llegó abajo de todo, repitió el mismo proceso con la zona privada del tigre, haciendo que este gruñera un poco, aunque no tuvo tiempo de protestar:Como el brillo de las estrellas, lo que veía era pequeño, pero instantáneo. Sus nervios no le engañaban, y parecía que a Bryce le divertía lo que estaba haciendo. Ciertamente, a él también le gustaba. Al fin y al cabo, la última vez había hecho lo mismo él con el chico. Sentía, sin embargo, como poco a poco se iba acercando a lo que parecía ser el punto culminante, y era incapaz ya de parar de lanzar rugidos cortos ante cada una de las sensaciones nuevas que iba notando.
Y de repente se paró.
Tora respiró tranquilo, alzando la mirada nuevamente, y abriendo los ojos. Notó como Bryce se separaba de aquella zona tan delicada para él, y aquello le hizo respirar tranquilo. Le miró de nuevo, y ambos se rieron un poco al ver al otro algo excitados nada mas empezar. Nada mas empezar porque, poco a poco, el tigre se iba acercando a él. Tenía ganas de sentirle, de sentir su cuerpo como la última vez, los dos abrazados el uno al otro, como si fueran los dos un libro que se tenía que abrir. El chico, retrocediendo, se fué echando poco a poco al suelo, notando como la sombra de Tora le iba cubriendo lentamente.
-Como la última vez... -mencionó Bryce.
-No... Esta vez va a ser diferente... Ya lo verás.
Tora se adelantó un poco, y luego, hizo un gesto extraño, como si fuera a sentarse encima de él, y de hecho, era lo que iba a hacer. Bryce notó una calidez suave, cariñosa, en su zona íntima, mientras Tora iba tomando un poco de comodidad al principio, y luego realizaba un movimiento rítmico. En ese momento, Bryce apretó las manos, intentando agarrarse a cualquier cosa, pero era absolutamente imposible: Allí solo había tierra húmeda, nada mas.
La voluntad de Bryce se iba hundiendo, sus intenciones de detenerse eran prácticamente imposibles. Era como volverse algo egoísta, y al mismo tiempo, le gustaba. Gimió un poco, mientras escuchaba los rugidos de un tigre que nuevamente disfrutaba de aquel juego. Esta vez, pero, no iba a aguantar tanto, quizás porque durante el juego, ambos habían llegado bastante lejos. Bryce notó de repente una oleada de placer, y gimió tanto como pudo, mientras notaba que el tigre no se iba a detener en ningún momento. El pobre seguía moviéndose, y como todo libro, llegó al final de su escritura. Un poderoso rugido, que hizo temblar las paredes, juntamente con una lluvia de estrellas, dio fin al juego.
Ambos estuvieron un rato sin habla, con falta de aliento, hasta que finalmente, el tigre tomó la decisión de liberar a Bryce. Salió de encima de él con cuidado de no dañarle, y algo agotado, se echó a su lado, intentando coger el aliento.
-Al final... Hemos acabado sin hacerlo a conciencia... -dijo el tigre.
Y ambos se echaron a reír ante lo sucedido, olvidándose por un momento, de los problemas que les acaecían a ambos.
Notas del Autor
Dorei: Mayordomo
Gakusei: Estudiantes
Sensei: Profesores
Otona: Adulto
Seiteku: Estático
Ugoki: Deportivo
Binijesuman: Empresario
Soccho: Cariño
Rikai: Sincera.
Mioko: No tiene traducción.
Y nuevamente, espero que os haya gustado. Ya sabéis que podéis enviarme comentarios a [[email protected]](%5C), que los respondo todos. ^_^ (Aunque si lo hacéis por mail Author sin registro, no podré responderos) Muchos saben lo que me encanta recibir comentarios para ir mejorando, retocando cosas... ¡¡Incluso me encuentran fallos y todos que nunca veo!! ¡¡Es increíble lo corto que llego a ser de vista!!
Hasta la próxima. ^_^