Fragmentos de cotidianidad

Story by Gariel on SoFurry

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#4 of Formas de contar una historia


Golpe a golpe la maquinaria del reloj se acerca, en su circular andar, a marcar con estrepitosa melodía las siete de la mañana. Entre los pliegues de las ondulantes cortinas comienza a iluminar el día. Día despejado con una enorme cúpula azul como cielo. En su lecho, un lobo entreabre los ojos intentando que la luz deje de lastimarlos. Ha despertado antes que la alarma suene pero se mantiene recostado esperando que el sonido indique que es hora de ponerse en pie.

Se levanta y golpea con su garra el botón del despertador eliminando su ruido insensible, al tiempo que desde la sala el gran reloj de pared entona graves melodías señalando que los sesenta minutos han pasado. Camina hacia el cuarto de baño donde luego de orinar se mira en el espejo. Observa como cada mañana su rostro adormilado, mal semblante de un despertar. Abre el grifo y toma entre sus garras el agua descendente, se empapa el rostro refrescando ojos y mejillas.

â€"Otra vez de mañana. â€"dice como plegaria de cada día mientras se despoja de su pantalón de pijama y abre la llave de la ducha. No espera que el agua caliente comience a brotar, entra y su pelaje se empapa conforme los hilos de agua lo surcan.

Se deja invadir por el escalofrío que lo helado le ocasiona. Siente como se tensan sus músculos y su pelaje se eriza. Toma el jabón frotándolo contra sí mismo. No piensa, no crea imágenes ni estructura pensamientos para este día; sólo canta dentro de sí, escucha música imperceptible. Se abandona a sí mismo por un momento. El agua recorre su cuerpo y la espuma cae en grandes copos despidiéndose mientras gira alrededor del filtro que la succiona. Cada miembro es lavado, cada uno en un movimiento mecánico y plácido. Al final, el lobo cierra la llave y el último chorrito escapa golpeándose contra el muro de azulejo.

Toma la toalla que cuelga de un gancho junto a la puerta y rodea con ella su cuerpo. Se enjuga eliminado el exceso de agua que acumuló. Cabeza, brazos, torso, piernas, todo es secado someramente para luego dejar en el mismo lugar aquel paño que esperará el siguiente día para ser utilizado. Sale pues desnudo y camina hacia su habitación. Se llega a la cama y se adentra nuevamente en ella. Pero ha perdido el calor y la comodidad del sueño. Un par de minutos es el tiempo que permanece acostado para luego comenzar la faena del día.

Se yergue y se dirige al armario. Toma una camisa verde de manga corta y un par de jeans rotos. Se viste ambas ropas. Abre un cajón y toma un par de calcetas blancas, mientras que del suelo toma las zapatillas deportivas. Se calza y sale de la habitación. Baja las escaleras y mira la sala y el comedor de su residencia. Encuentra solas ambas estancias. La mañana ilumina de dorado el mobiliario y los cuadros colgantes en los muros.

Acercándose al computador lo enciende. Mientras éste carga los programas el lobo va a la cocina y extrae del refrigerador una botella de leche. Luego abre la alacena y saca una caja de cereal. Ambos productos los lleva al comedor. Retorna a la cocina de donde coge un plato hondo y una cuchara. Vuelve a la mesa, toma asiento, vierte el contenido de la caja en el plato y posteriormente lo empapa con la leche. Ese es su desayuno.

Lo come despacio, mascando cada bocado mientras descansa la cabeza sobre su garra. Mira con detenimiento el sofá y luego la ventana por encima de él. Contempla las sombras que los árboles y el tendido eléctrico proyectan hacia el interior. Mira sus movimientos al tiempo que varias voces y pasos cruzan el frente de su casa. Cucharada tras cucharada el cereal es consumido y el lobo comprende que la rutina del despertar ha culminado. Sus ojos pierden la paz y se vuelven escrutadores. Mira en todas direcciones, escucha cada sonido y presta atención a cada detalle. Reconoce el lugar donde se encuentra y lo que ese día le depara. Se levanta de la silla y toma el plato con la cuchara para depositarlos en el lavavajillas. Por la tarde, o quizá otro día los limpiará.

Toma asiento frente a su computador. Abre un documento en el centro de la pantalla y se despliega frente a él una página escrita en pequeños caracteres brillantes y negros. Acomoda el teclado, deposita sus dedos sobre las teclas, suspira y se queda inmóvil.

â€"¿Qué pasaría si describiera con detalle la vida de mis personajes? Sin duda sería fastidioso pero digno de su creador. Que tontería, si los detalles nadie los cree. â€"piensa esto mientras las palabras para su obra toman su lugar en la estructura de la historia.

"En un arranque de furia Gontrán acelera el automóvil acercándose a Andrew. El motor ruge con el esfuerzo que implica tal maniobra. En la esquina opuesta, una jirafa toma entre sus brazos a su pequeña hija temerosa por el posible desenlace que tal sonido indica. Desconoce el secreto de las miradas antes expresadas, ignora el misterio en la mente de un unicornio celoso; pero sabe, de una manera desconocida, que una tragedia se aproxima.

"Andrew escucha el rechinar de las llantas y con ello la proximidad del vehículo. Gira la cabeza aún caminando y observa como el armatoste color tinto no se detendrá hasta alcanzar su objetivo. En segundos, un instante imposible de medir, el potro salta un muro cayendo en el interior de un terreno baldío. Mientras tanto la carrocería se impacta desquebrajando la barda. Sus tripulantes quedan ilesos, bolsas de aire se activan manteniéndolos alejados de la muerte y el dolor.

"El unicornio es el primero en emerger de la catástrofe. Sabe que el caballo se encuentra tras aquel muro blanco, le vio saltarlo. Ahora espera cumplir su venganza. No atiende a su prometida que permanece inconsciente en el asiento del copiloto, no presta atención a su automóvil destrozado, ni a las miradas que se acumulan para observar tan singular percance. Sólo tiene una idea en la cabeza, destruir todo aquello que no le permite amar en paz. En parte Helen ha recibido su escarmiento pero falta aún aquel intruso en medio de la perfección.

"Gontrán utiliza como trampolín su auto y sube el muro. Sin la agilidad de su adversario sortea el obstáculo encontrando a un caballo negro de pie, con el torso desnudo y en posición de pelea. Sin jamás haberse dirigido ambos la palabra están enfrentados, y saben cual es el motivo de tal conflicto. El unicornio corre hacia Andrew arrojando su cuerpo, intenta utilizar su cuerno como arma. Andrew lo esquiva girando a la derecha de su contendiente y rápidamente logra empujarlo lo suficiente para que Gontrán caiga de bruces.

"En el suelo, con el rostro en tierra, la sangre hierve en el interior del unicornio. Se levanta presto y se arroja rugiendo contra Andrew. Ha logrado tomarlo por la cintura e intenta derribarlo de espaldas pero el corcel no lo permite. Conserva el equilibrio y da algunos pasos hacia atrás. Ha tomado con una de sus manos el cuerno en la frente de Gontrán y con el dorso del otro brazo lo mantiene alejado. Sus músculos se tensan ante la fuerza imprimida contra su adversario. No intenta detenerlo del todo, siendo que deja fluir aquella embestida mientras él corcel se desliza hacia un lado con lo cual nuevamente el unicornio cae entre unos matorrales.

"Del otro lado del muro blanco, violado por multitud de líneas y colores, murmullos elevan la voz cuando una unicornio sale del vehículo. Las sirenas de una ambulancia y de varias patrullas comienzan a acercarse. Algunos intentan impedir que la joven cruce al interior del terreno baldío pero nadie lo consigue, ni la detienen en realidad. Solamente las manos se levantan en su dirección y los rostros asombrados se dirigen hacia ella. Usando el armatoste del automóvil mira sobre el muro descubriendo el enfrentamiento de ambos seres.

"Gontrán enfurecido arroja una roca contra Andrew quien la esquiva ante la lentitud con la cual fue lanzada. El unicornio no se detiene, toma pequeñas piedras que avienta ya sin sentido de honor hasta encontrar una botella, la cual rompe con el fin de utilizarla como arma. Se arroja contra el caballo quien con un rápido movimiento inmoviliza a su contrincante, lo despoja de su arma y le golpea en el estomago. La batalla ha sido ganada por él, como siempre orgullo de agilidad.

"Andrew abandona en el suelo, doblado por el dolor, a Gotrán. Camina hacia la salida tomando su chaqueta y su camisa que cuelgan de la rama en un árbol muerto. Escucha el sonido de las sirenas y las exclamaciones de los testigos. Pero es la mirada de Helen, de nuevo su mirada, la que le indica que todo estará bien.

"De un salto alcanza lo alto del muro, apoya sus pies en las pequeñas gradientes y empujándose con ellos logra sentarse sobre la barda. A su lado se encuentra la unicornio quien le mira con encanto e incredulidad.

"â€"No te preocupes ya veras que todo ira bien â€"le dice. Ella sólo asiente y sonríe. Todo ha ocurrido tan lento como rápidas han sido las maniobras de Andrew. Y lenta es la caída del corcel cuando Gontrán lo toma de una pierna. Andrew pierde el equilibrio y cae sobre el unicornio quien lo arroja hacia un lado. Un golpe es lo único que ve acercársele, la sensación de su impacto quedó perdida por la inconsciencia.

"El despertar ocurre minutos después. Gontrán es llevado por la policía ante las declaraciones de Helen y los insultos proferidos por él mismo. Andrew es llevado también a la comandancia, mientras la joven es atendida por los paramédicos. Luego de horas burocráticas, el corcel y la unicornio se ven libres por aquel día. Mientras, el conductor permanecerá algunos días en prisión."

El tercer repique del teléfono se hace oír cuando Gariel escribe la última palabra, es el momento en el cual toma conciencia de la llamada. Se levanta presuroso para responder. Ha llegado el mediodía y el carretón de la basura hace sonar su campana. Las calles se encuentran en plena acción, desbordadas por el calor siendo ya que la gélida noche anterior se ha olvidado. Voces y ronroneos vehiculares invaden el interior de la residencia al tiempo que el lobo levanta el auricular. Ha visto el mal dibujado número telefónico en el identificador de llamadas. La sorpresa la da el contenido de la conversación.

â€"Hijo, ¿cómo estás? â€"una voz chillona parece gritar al otro lado de la línea.

â€"Bien mamá. Un poco ocupado solamente. â€"responde el lobo con indiferencia. Las llamadas de sus padres le causan pesar y molestia.

â€"Menos mal. Me decepcionarías si no. â€"señala con sarcasmo la loba.

â€"Es decir que estuviera igual que tú, supongo. â€"lanza la estocada, tales batallas no pueden esperar.

â€"Cuidar a tu padre y a tu hermana es muy pesado. No tengo tiempo ni para descansar.

â€"Pues él ya es mayor como para hacer sus cosas y ella... pues, vuelve a la casa y le haces fiesta. ¿Crees que con ello la sacaras de allí algún día? Ya van tres veces en este año. â€"espeta el lobo. No pudo evitar que sus palabras sonaran a reproche.

â€"¿Celoso? â€"pregunta la loba mientras toma asiento en el sofá.

â€"¿De ella? No, sólo me dan pena. â€"intenta revertir la situación.

â€"Pues le dará gusto que se lo digas. â€"al pronunciar ella tales palabras un gran lobo gris retira la mirada de su libro azul y a través de los cristales redondos de sus antojos mira la figura de su esposa. Deja escapar una sonrisa. Está satisfecho, educó correctamente a su hijo.

â€"Siempre se lo digo. â€"increpa Gariel mientras se rasca la cabeza.

â€"Pero hoy podrías restregárselo a la cara. â€"ahora es ella quien mira al lobo, a su esposo, y le sonríe al verse observadaâ€" Tú padre y yo pensamos invitarte a cenar.

â€"Que gentiles ¿y ahora porqué? â€"Gariel toma asiento en el sillón. La conversación será más larga de lo que esperaba.

â€"Por el gusto de ser una familia. â€"responde con jubilo fingido a la pregunta del interrogador.

â€"Madre, te conozco. â€"responde con ironíaâ€" Hasta acá escucho tu patético sentimentalismo. Ya extrañas a tu hijo, ¿o me equivoco?

â€"Siempre te he extrañado. â€"melosa respuesta combinada con el irritante tono de voz.

â€"Y ¿cómo interpreto tus sutiles sugerencias de que abandonara el hogar? â€"interroga y lastima con el sólo fin de hacerlo.

â€"¿Ahora quien es el sentimental? â€"la victoria es para ella. La voz clama su triunfo.

â€"Bien dicho madre, bien dicho. â€"satisfecho el lobo acepta la derrota. Raramente su madre deja vislumbrar un poco de sagacidad.

â€"¿Aceptas entonces?

â€"Por supuesto, â€"responde mientras mira el aparato telefónico, centrando su mirada en el número cinco en el tecladoâ€" ¿en dónde y a qué hora?

â€"Ven aquí a la casa, tu padre no decide aún el lugar. Llega a las ocho. â€"señala con precisión.

â€"Muy bien madre. Espero no sea el restaurante francés de la vez anterior. â€"esto último lo dice riendo con el recuerdo de aquella cena en donde no permitió que se le faltara el respeto con un servicio mediocre.

â€"Nunca más, aunque desde entonces deben de haber mejorado el servicio.

â€"Con que despidieran al mesero imbécil ganaron mucho. â€"dice cortante con el fin de culminar la conversación. â€" En fin, tengo que irme, yo si tengo cosas importantes por hacer.

â€"Ojala fuera cierto. Nos vemos... Ah, tú padre te manda saludos. â€"menciona antes de colgar.

â€"Yo también a él. Nos vemos entonces. â€"molesto termina la conversación.

â€"Muy bien Gariel. Por cierto, te amo. â€"dice la loba al tiempo que cuelga.

â€"Yo también a ti madre. â€"esta última frase contiene un fondo de verdad jamás admitido por él.

Deposita Gariel el auricular sobre el aparato telefónico y se levanta del sillón. Mira el reloj colgante en el muro, empotrado sobre la puerta de entrada, descubriendo que su caratula indica las doce horas con treinta y cuatro minutos. Pierde luego la mirada en el piso y cavila un plan al cual no pone palabras, las imágenes harán ese papel. Recrea la tarde, lo que hará y como actuará su familia en esta ocasión.

Imagina a su padre, altivo y enorme, un opuesto a lo que él mismo es, sentado a la mesa leyendo el diario o algún volumen de la biblioteca. Respondiendo y conversando sin la necesidad de ver a los ojos de su compañero. Con aquella engañosa refracción de los cristales en sus anteojos que imita una mirada. Mientras tanto su madre sube y baja por las escaleras haciendo oír el golpeteo pulsante de sus tacones, melodía que expresa su incapacidad por decidir si llevar aquellos aretes violetas o cambiarse el vestido por que no combina con su bolso. Y a su hermana, riendo a carcajadas mientras escucha el noticiero vespertino o con algún dibujo animado, la inteligencia indica no hay diferencia en el fondo. Siempre perfecta para cualquier eventualidad: salir a bailar, a cenar, una cita, una excursión al zoológico. Picara con su delicada sonrisita y fulminante con la mirada gris en sus ojos.

Un día de lo más común después de todo. Ríe para sí y camina a su pequeño estudio. Libros y papeles esparcidos por doquier. Pequeñas notas y algunas cajas de discos compactos invaden el escritorio junto a una serie de diccionarios. Toma asiento y revisa en el monitor la página que esta mañana ha producido. Poco a poco la cantidad de texto solicitada por el editor se encontrará completa y podrá descansar otro mes. Desconoce el desenlace de su historia y de algunos de los conectores entre las partes, incluso qué secciones serán borradas o modificadas, pero eso lo descubrirá más tarde. Guarda el documento y apaga el computador.

Toma de la mesa, en el comedor, sus llaves y teléfono celular y sale de la casa. Camina a la esquina donde espera la llegada del autobús bajo un árbol, escondiéndose en su sombra. Diez minutos después aborda el indicado, paga el pasaje y se posa en uno de los asientos traseros. Mira a los transeúntes a través de las ventanas. En la visión de varios machos deleita su mirada dándose el lujo de fantasear. Pero una imagen cruza su mente sin evitarlo, Félix.

Su día perfecto se ensombrece con los recuerdos de ayer. Su soledad, su vulnerabilidad. Su gran héroe convertido en un ser tan grande como lo es el mismo lobo. â€"Creo que también sobre esto tendré que hablar con Carlosâ€" piensa mientras deja escapar un suspiro que empaña el cristal. Avanza por las calles y avenidas hasta el giro en una esquina en la cual pide descender el lobo.

Concreto blanco cubre las calles, una variedad de plantas y arbustos de ornato enmarcan las entradas de los hogares. Varios niños juegan bajo la acera a la cuerda mientras otros patean un balón. Gariel los mira mientras avanza a su destino. Cruza un parque vecinal donde unos viejos, sentados en una banca, conversan agitando sus manos. Sube una serie de empinados escalones hasta alcanzar el pequeño centro comercial de la zona. Se dirige a uno de los establecimientos donde encuentra sentado frente a su computador a Carlos. Dos zorros salen luego de pagar el tiempo de renta de uno de los equipos de cómputo. Ahora el cibercafé se encuentra vacio.

â€"¡Cuánto tiempo sin verte! â€"exclama con gusto el conejo al ver entrar a su amigo. â€"¿Qué te trae por aquí?

â€"Tengo un problema. â€"responde suplicante, con la voz perdida en la garganta.

â€"¿Qué pasa? â€"pregunta preocupado ante el semblante del lobo.

â€"Estoy enamorado. â€"confiesa humilde.

â€"Lo lamento. â€"dice al ponerse en pie. â€"Pero está terminándose tu mundo.

Entretejiendo los conflictos

El estruendo de las armonías, donde trompetas, violines, platillos, flautas y tambores se mezclan, invade la sala penetrando a través de la piel de los escuchas que, embelesados por las mágicas notas, no pueden evitar levantarse y aplaudir cuando el...

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Cada lugar cae en su tiempo

Sombras se proyectan a lo largo de la arboleda que enmarca la entrada del museo de arte. A los lados, intercaladas entre los árboles, se encuentras diversas esculturas realizadas en diversos materiales. Madera, metal, roca, cristal, elementos que...

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La ideación de personajes

De pie frente al lavabo de su baño deja correr el agua mientras contempla sus propios ojos en el reflejo del espejo que cuelga en la pared de mosaicos azules. Observa su imagen proyectada dentro de la orbita amarilla de sus propios ojos. Un lobo de...

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